Marcelo Figueras
No hay nada más difícil que encontrar un buen título. Hay gente que parece concebirlos con la mayor naturalidad, sin mayor esfuerzo que el que requiere respirar: Carson McCullers, por ejemplo. ¿La balada del café triste? ¿El corazón es un cazador solitario? ¡Uno no puede fallar nunca con semejantes títulos! Existen autores que no parecen preocuparse demasiado por ellos, como Dickens, que al igual que Shakespeare solía recurrir al expediente de los nombres propios: David Copperfield, Martin Chuzzlewitt, Oliver Twist… Pero aún así, de tanto en tanto encontraba esos títulos que se nos han pegado como una segunda piel: Grandes esperanzas, Tiempos difíciles, Casa desolada.
¿Cuáles son sus títulos favoritos? Yo sé, por lo pronto, que leería cualquier cosa llamada El club de la pelea, o Música para camaleones, o En busca del tiempo perdido, o La fortaleza de la soledad, o El señor de los anillos, o Los siete pilares de la sabiduría, o El americano impasible, o Cosecha roja, o El corazón de las tinieblas, o El amor en los tiempos del cólera, o El largo adiós. Quiero decir que por lo menos recogería el libro y husmearía sus primeras páginas, presa del anzuelo lanzado en la portada.
Ah, la magia de un buen título… Si supiese la fórmula la aplicaría, pero no la sé. Tengo algunas conjeturas, por cierto. Que conviene que suene como un latigazo, en la medida de lo posible: como Operación masacre, o Crash, o Plata quemada. Que ayuda cuando hace buen uso de una palabra resonante, como verdugo en La canción del verdugo, o escarlata en Un estudio en escarlata, u oscuro en Un oscuro día de justicia. Supongo que el misterio siempre juega a favor, como en La mano izquierda de la oscuridad o El cazador en el centeno, que nada revelan sobre sus respectivas historias pero seducen locamente. Y la opción más difícil es la que apunta a plasmar una idea completa, como en el caso ya citado de El corazón es un cazador solitario, o la variante más reciente de J. T. LeRoy, The Heart Is Deceitful Above All Things, o el aún inédito de A. M. Homes, Este libro te salvará la vida.
Hay gente que inventa títulos maravillosos en otras disciplinas artísticas. En una época, el cineasta Eliseo Subiela parecía destinado a no fallar. ¿Hombre mirando al sudeste? ¿Últimas imágenes del naufragio? ¿El lado oscuro del corazón? ¿No te mueras sin decirme adónde vas? Envidiable… Por cierto, el tiempo parece haberle hecho mella en su nueva película: Lifting del corazón ya no suena con el mismo atractivo.
Pero el que más me gusta es Morrissey. Ya me asombraba desde su época con la banda The Smiths: Por favor, por favor, por favor, déjame conseguir lo que quiero; ¿Qué tan pronto es ahora?; El bocón ataca de nuevo; El chico con la espina en el costado; Ladrones del mundo, uníos; Novia en coma (oportunamente apropiado por el escritor Douglas Coupland). Y ya en su época solista: Todos los días son como el domingo, Los maestros tienen miedo de los alumnos, Lector encuentra autor, Vos sos el ideal para mí, gordito, El último de los famosos playboys internacionales, Odiamos cuando nuestros amigos se vuelven exitosos, La dura verdad del ojo de la cámara… El hombre es una máquina de producir títulos inolvidables, que para colmo representan textos que también están a la altura.
Si me disculpan, vuelvo a lo mío. A sufrir, para ser más preciso, mientras busco título para mi nueva novela.