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Blogs de autor

Donde la realidad termina

Por 21 de febrero de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Para llegar al pueblo de Povoa de Varzim hace falta tomar un avión a Lisboa, luego un tren a Oporto y finalmente algún medio terrestre que llegue a esta perdida orilla del Atlántico. Pero en algún momento de ese viaje debe ocurrir algo imperceptible, porque se cruza el umbral de la realidad.
Hasta mediados de los cincuenta, ésta fue una villa de pescadores que no sabían nadar. Evidentemente, la muerte azotaba sus costas con frecuencia casi diaria. Y es famosa la historia de un pescador ciego que se convirtió en salvavidas de sus colegas. A usted quizá le parezcan imposibles estas historias de salvavidas invidentes y pescadores que no nadan. A mí también, pero no es de extrañar, porque esta ciudad en estos días está llena de escritores. Y ya no tengo claro qué es verdad y qué es invento.
Povoa alberga el festival literário Correntes d’Escritas, una de las citas internacionales más importantes de las letras portuguesas. Por los pasillos del hotel se puede uno cruzar com autores como Luis Sepúlveda, Juan Manuel de Prada u Onésimo Almeida, venidos de todos los rincones del planeta donde se hablen lenguas ibéricas. En la edición de este año hay, aparte de peninsulares, angolanos, guineanos, cubanos, brasileños, argentinos, hasta un peruano.
Lo que hace especial este certamen es precisamente que toda esta gente se entienda. Las presentaciones de libros se realizan indistintamente en español, gallego y portugués, pero nadie tiene problemas de comunicación. Esa continuidad de nuestras lenguas es como una lengua franca que muestra lo arbitrarias que son las distinciones políticas y geográficas. En el festival Correntes d’escritas, las palabras se abren paso como barcos de pescadores en el mar de nuestras diferencias, y no hacen falta salvavidas ni flotadores.
Y del mismo modo que la lengua, la realidad se vuelve flexible. Por ejemplo, hay un escritor angolano llamado Manuel Rui, que tiene un acento endemoniado, incluso para los africanos. Ellos explican que es por culpa de su característica barba, que como una telaraña, atrapa las letras que salen de su boca. Aparentemente, la esposa de Rui tiene un cepillo muy fino, y todas las noches, antes de irse a dormir, le retira todas las letras que se le han quedado enredadas en la barba y las guarda en un frasco, que está siempre lleno de eses, kas, enes y demás. Ella misma no suele entender a su marido cuando él habla, pero entonces abre el frasco y repone las letras que le faltan.
Usted pensará que ésa es una historia de escritores borrachos. Es verdad, lo es. Pero es que en medio de esas historias, la verdad se va difuminando hasta volverse más indefinible, más lejana y a la vez más luminosa, como el sol. Anoche, cuando ya me iba a dormir, otro escritor me sugirió que me quedase más tiempo. Dijo que a las cuatro de la mañana empezaban a aparecer los fantasmas del hotel y a bailar sobre la barra y sobre las mesas. Yo de todos modos me fui a dormir, porque soy una persona racional y aburrida. Pero hoy, al bajar a desayunar, encontré una huella de zapato en la mesa. Era un tacón de mujer. Parecía un modelo antiguo.

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