Marcelo Figueras
¿Por qué hacemos lo que hacemos? Quiero decir, aun aquellos de nosotros que tenemos una vocación definida, que nos dedicamos a lo nuestro por pasión, con consciencia de que jamás elegiríamos hacer otra cosa (y de que probablemente tampoco podríamos hacer otra cosa, por pura inutilidad para el resto de los menesteres de este mundo): ¿por qué lo hacemos? Incluso en el caso de que nuestra vocación sea cierta y nuestro corazón puro, los motivos por los cuales hacemos lo que hacemos nunca son unívocos. Lo hacemos por amor, pero también porque nos gusta la atención que concitamos al hacerlo. Lo hacemos porque tenemos talento para ello, pero también porque nos seduce la idea de una cierta fama. Lo hacemos por compulsión, porque no podemos evitarlo, pero también por dinero.
Es posible que la pregunta sea retórica, que no exista respuesta. Pero al menos hay algo que podemos respondernos. Sólo nos consta que nuestra pasión es verdadera cuando hemos mordido el polvo de la derrota más abyecta, cuando no hemos obtenido ninguna de las prebendas que viene con el cargo: ni atención, ni fama, ni dinero, y aun así nos levantamos y volvemos a intentarlo. ¿O no pintó Van Gogh hasta que su mano perdió la capacidad de moverse y su cuerpo se desbarató por entero?