¿Tiene sentido revisar el año que está a punto de concluir? Yo tiendo a creer que sí. El ser humano no aprende nada sobre sí mismo –nada que le permita calibrar los pasos que dará en el porvenir, cuanto menos- si no contempla y pondera los pasos dados. Nuestra subsistencia misma depende, sin ir más lejos, del equilibrio que preservemos en el siempre delicado manejo del tiempo.
Cuando escribía la novela Aquarium me vino a la cabeza la siguiente imagen: de algún modo, vivir supone una coordinación entre acciones y perspectivas análoga a la que tiene lugar cuando conducimos un vehículo. Mientras el cuerpo se aboca a una serie de movimientos y administra su reposo, nuestra percepción debe estar atenta en simultáneo a la visión que se despliega delante nuestro, pero en igual medida a lo que ocurre detrás, mediante los espejos retrovisores. Si miro tan sólo hacia delante estaré expuesto a accidentes sorpresivos (siempre hay alguien dispuesto a sobrepasarnos por donde no debe); las probabilidades de lastimarme aumentarán exponencialmente si miro tan sólo hacia atrás. Por eso mismo la única manera sensata de dirigirse al sitio elegido es avanzar con la vista atenta al frente, pero sin permitir que lo que acabamos de dejar atrás se nos escape. El pasado que pretendemos ignorar no suele regalar perdones: nunca desaprovecha oportunidades de arrollarnos a la primera distracción.
En mi caso particular sería tonto rehuir este tipo de revisiones, ya que el año 2009 ha sido una divisoria de aguas que no puedo ignorar. Mi hija Agustina terminó la carrera de cine aquí en Buenos Aires. Mi hija Milena concluyó su escuela secundaria y se apresta a iniciar la universidad. A pesar de que nació en septiembre de 2008, este ha sido en efecto el primer año que compartimos con el pequeño Bruno. Acabo de casarme (el jueves pasado fue el civil, el viernes la ceremonia –pagana, por cierto- y la fiesta) y tengo ante mí una mudanza inminente que no sólo lo será de casa, sino también de país. Mi amigo Miguel Cohan me dijo hace poco que las tres causas principales de stress en el ser humano son las siguientes: vivir en zona de guerra, casarse y mudarse. Dos de tres no es un mal promedio. (No, no me mudo a una zona de guerra: ¡tampoco se trata de tentar a la suerte!)
También ha sido un año conmovedor en lo profesional. Además del estreno argentino de Las viudas de los jueves, publiqué aquí mi quinta novela –la Aquarium que antes mencioné, un libro con el que conservo una conexión emocional que, imagino, no hará otra cosa que seguir potenciándose con el tiempo. (He aprendido a valorar mis libros de una manera muy poco académica: tiendo a medirlos de acuerdo a la cantidad de nuevos amigos que me granjean, y Aquarium ha sido al respecto de una riqueza que no revisitaba desde Kamchatka.) Además, después de tanto tiempo de coquetear con la idea terminé dirigiendo (vaya sorpresa) un documental, como les conté en aquí hace no mucho. La ficción está cerca: sería muy poco elegante de mi parte no haberle dejado nada que hacer al pobre 2010…
Como no voy a abrumarlos más con mis asuntos, les propongo que a partir de mañana martes revisemos con ánimo lúdico aquellas cosas –libros, películas, música, pero también noticias- que difícilmente se nos olviden del año 2009 que ya se nos escurre entre los dedos.
