Nunca hemos cortado las cabezas de los reyes. Ni de las reinas. No hemos sido un país equiparable a los más avanzados países de Europa. Así nos fue. Así nos va. Aquí a los reyes les reíamos las gracias, les hacíamos coplas, les permitíamos enriquecerse, jugar, torear, putear, someter y burlarse del pueblo. De vez en cuando un motín, una asonada, alguna protesta callejera y vuelta al redil. A veces tuvieron que ir al exilio, pero volvieron por dónde solían. En fin que somos un país monárquico a pesar de la razón, la racionalidad y el deseo de progreso. Monárquicos a nuestro pesar o monárquicos por interés, deformación o falta de decisión.
No hablo de la monarquía actual, muy alejada de esos antepasados, de aquellos Borbones de los siglos pasados. Ahora son otra cosa. Hay techo de cristal, no hay Corte, no pueden hacer de su capa un sayo y no hay cortesanos, por más que algunos sigan arrimando el ascua a esa sardina. Son más prudentes y se casan por amor. ¡Qué tiempos!
Nada que ver con sus antepasados, sobre todo con una antepasada de las que acaba de publicarse un libro definitivo. La historiadora Isabel Buriel publica en Taurus la biografía: "Isabel II". Mucho más que la historia de aquella reina "señora y esclava de la Corte". Mal casada con un caradura carca y homosexual, rodeada de amantes oportunistas, beata con furor uterino, temerosa amiga de monjas fanáticas como Sor Patrocinio, con una madre dominadora que la despreciaba- la muy negociante, mala madre, infiel, lista y perversa María Cristina- sin estudios, sin cultura, no tonta pero sí una estúpida emocional.
Isabel II, que vivió la mitad de su vida en el exilio del champán parisino, tan castiza y garbancera como un personaje de Galdós, no fue capaz de entender que éste país necesitaba liberarse de cortes y desgobiernos como los suyos. Fabuloso retrato de esta Borbón "en pelota", riguroso, documentado, incontestable y necesario para entender ese siglo y lo que vino después. Nada que ver con la muy irónica y crítica parodia que en clave de porno humorístico hicieron los hermanos Bécquer: "Los Borbones en pelota", aunque el rigor histórico no esté, finalmente, muy lejos de aquél mordaz libelo. Una joya reciente de nuestra bibliografía que alguien debería atreverse a publicar. Un libro maldito que debería ser rescatado.
Y un libro valiente, riguroso, esencial y que pone una nueva e inédita documentación sobre una época tan apasionante como catastrófica. Una radiografía del poder, de los secretos de Estado y de alcoba de nuestro siglo XIX. Mucho más entretenido que la seria por capítulos de Wikileaks. Un libro sobre esa corte de los milagros que sólo admite comparación con la recreación literaria de Valle Inclán. Un libro para saber más de nuestra triste historia. De nuestros disparates de cuando quisimos ser liberales.
