Javier Rioyo
"Es una vergüenza que vivamos todos los días" Y se murió. El, precisamente él que no parecía muy destinado a ese lugar común. Recibí la noticia estúpida en Soria, tan poética, tan hermosa y accesible, tan de recorrer en bicicleta: "Si viniera la muerte como una bicicleta sola!". Cosas así, aerolitos poéticos, poemas tan libres como él son obra y gracia de Carlos Edmundo de Ory, esos secretos de adultos que nos contaba en forma de poemas y que ya no jugará más. Será que se había cansado de mañana o de ser ese animal que miraba las estrellas. Me jode mucho su muerte, me ha dejado colgado con el documental que nunca hice, que siempre aplacé, que nunca haré. Y cómo castigo: ya no volveré a oír sirenas por la noche.
Lo recordaré jugando con las palabras, con las ciudades, con la vida y sus pájaros en nuestras cabezas. "Los recuerdos son la salud de la enfermedad de vivir". Nuestra querida enfermedad. No estaré con él en Amiens, ni en Cádiz, ni Málaga, ni en casa del amigo José Ramón Ripoll, ni en ningún lugar. Pero lo recordaré, lo recordaremos todos, Fernando Polavieja y Luis Eduardo Aute destacados. Y Aute lo cantará el lunes en Madrid, y lo cantaremos todos. Lo haremos música para comer con las orejas. Y Carlos Edmundo escuchará las risas, los cantos y los llantos de la secta. De esa secta de ángeles antediluvianos, de esos humanos que nunca seremos héroes. Y beberemos a su salud. ¡Que buena excusa para volver al vino!
Se fue Carlos Edmundo, nosotros seguimos, seguiremos, buscando sueños. Y también preguntándonos porqué "la física nuclear no nos sirve para comprender por qué lloramos por amor". Y volveré al gozo de tirarme sobre algún poema del poeta que sabía de la risa y de algunos llantos.
"Lo mismo soy sublime que grosero
dramaturgo del llanto y de la risa
detrás de mi alma va mi cuerpo: un cero
Soy rico: valgo un baile y una misa.
Soy un vivo muriendo a cuerpo entero
corro despacio y es lenta mi prisa
Tengo un cero en mi ser y soy sincero
Mi uniforme de humano es mi camisa"