Javier Rioyo
No me gustan las masas que siguen al Papa, ni las que rezan dando vueltas a una piedra, ni las que no ven el sufrimiento rezando cara a un muro, ni las que llenan los estadios con sus banderas. No me gustan las masas que obedecen, gritan o callan. Me gustan los desobedientes políticos y religiosos. Los que hacen burla y escarnio de las leyes que prohíben el gozo de los hombres. Como no tengo fe no puedo blasfemar. Pero me gustaría blasfemar, insultar como insultaba mi querido capitán Haddock, nunca seré capaz. Todavía hay clases.
Hoy leo que la República Islámica de Pakistán condena a una católica pakistaní a la horca por "blasfemia". La blasfemia era no querer seguir las restricciones del Islam, preferir las restricciones de los católicos. Pobre. Va de Málaga a Malagón. Aunque los católicos- si no llegan los integristas del "tea party" u otros legionarios- ya no queman por blasfemar.
Cerca de Pakistán, en una región de Juzestán, en el Irán actual, nació el más libre, desvergonzado, obsceno, gozador, borrachín, bisexual y provocador de los poetas nacidos en el Islam, Abu Nuwás. Su llamada a la desobediencia, su prédica de los amores libres, su amor al vino y los cuerpos jóvenes lo han hecho el más famoso de los poetas árabes. Su obra, mal vista y perseguida por los integrismos, ha traspasado los siglos. Sigue siendo uno de los más queridos, reconocidos y recitados poetas árabes. También de los más tergiversados. En español acaba de salir una excelente antología de sus poemas de amor al vino y la vida libertina: "Cantar el vino", en edición bilingüe de la editorial Cátedra. Es un placer para conseguir desenmascarar a los hipócritas y sus acólitos.
Abu Nuwás, en el siglo octavo, ya proclamaba su amor a "las vírgenes de vino y de carne y hueso" Presumía de derrochar su riqueza. Y estaba orgulloso de disipar su religión: huyendo de lo que es lícito y gozando de la prohibición. Todo un ejemplo moral para los inmoralistas que pretender asesinar a una mujer por tener un amante o por ser de otra religión.
Un poema de Nuwás:
"Se esquivo y avariento ya los aduares no hables:
sus ruinas, el saludo, no te han de devolver.
Maldice al cuervo de mal agüero de la separación.
Siéntate junto al narciso, deja atrás las espinas,
túmbate al lado del mirto, olvídate de las zarzas,
y por la mañana empieza a beber buen vino.
¡Que ninguna prohibición te lo impida!
Quien combate los placeres que el vino acompaña
Vive una extenuante vida de aflicción"
Yo quiero árabes así. Y el resto, también. Intentaré gozar como un enamorado del mejor vino. Y lejos del menoscabador.