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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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Mario y la buena niña mala

 

 

Es fácil sentirse bien cerca de Mario Vargas Llosa. He tenido la suerte de compartir historias, comidas, teatros, conversaciones, partidos de fútbol o largas sobremesas. Pero sobre todo soy uno más de esa inmensa tribu que practica un ritual ya bastante antiguo, uno de esa comunidad que recibe placer con la pagana comunión de ser su lector. Un viejo y renovado pecado que cumple ya tantas orgías como penitencias que consiguen hacer perdonar el recuerdo de algunos fracasos. Un gozo en el que no se han instalado las sombras ni en los momentos de mayores desacuerdos intelectuales, sociales o políticos. Su capacidad seductora es tanta que vence toda defensa. Mario está allí dónde toda prevención queda derrotada ante la verdad de sus mentiras.

La alegría de su premio me llegó en una ciudad que no le es ajena, Las Palmas. La ciudad  había recibido un poco antes la buena noticia de su paso adelante en la candidatura para capital cultural europea. Ciudad de artistas, escritores y poetas que celebraba- aunque fuera póstumamente- el Premio Nacional de Poesía a José María Millares, otro navegante. Otro pasajero de un mundo de crédulos en que el poder de la palabra nos puede servir para cambiar de opinión o para cambiar las instituciones. Alegres días de una ciudad que tuvieron su culminación con el premio Nobel al amigo Vargas. Horas en la terraza del Hotel Santa Catalina, con ese toque de lujoso lugar de un burgués barrio limeño o de algún lugar colonial del sur hermoso e injusto, un hermoso lugar para brindar con "piscos en hielo" en la compañía de los amigos cinéfilos de la Asociación Vértigo. Gentes que cada año por estas fechas se empeñan en hacer desaparecer las lejanías entre las dos orillas.

A la mañana siguiente, con nuestra suave resaca de piscos, nos acercamos a un sorprendente y hermoso lugar prehispánico de Gáldar que llaman "Cueva pintada". No hace mucho tiempo que fue visitado por Mario Vargas Llosa. Se interesó por la vida de aquellos antepasados de la Edad Media  que habían dejado la huella de sus vidas, de sus ritos y de sus policromadas pinturas. Y compartió su tiempo con los trabajadores y expertos en aquél lugar dónde vivieron unos trogloditas, nuestros semejantes, nuestros hermanos. Allí permanece el recuerdo de su visita en fotos con gorra de visitante a esos restos de lejanos habitantes prehispánicos. Y allí sigue su recuerdo fotográfico, sonriente y amable, en el recuerdo de todos los que conservan, cuidan y limpian los restos de esas vidas pasadas.

De todos menos de uno. De una. Ya no mirará su fotografía una de las trabajadoras de la limpieza. Ya no volverá esa mujer madura, presumida y preocupada por mantener su cuerpo moreno y sin grasas. Nadie se volverá a encontrar a la sonriente mujer de la limpieza que cada día limpiaba la foto de Vargas Llosa que sonríe desde las estanterías del laboratorio. Era una chica soltera, querida por sus compañeros, por su familia y por su perro. Todos la llamaban Yaiza, ese nombre prehispánico que eligió para borrar un pasado que no quería recordar. Todos la llamaban Yaiza menos la prensa, la policía y la burocracia mortuoria. Ellos se empeñaron en decir que era un hombre, un varón con otro nombre, con otra identidad y con otro sexo. Yaiza también perdió después de muerta. Yaiza, la que nunca olvidó la visita de Vargas Llosa, la que quitaba el polvo de su foto, la que hubiera querido ser como esa protagonista de sus "travesuras de una niña mala", era ahora ese "hombre ahogado en la costa". Yaiza, sin su perrito, con su secreto, su desnudez y su fatalidad, volvió a ser un "varón fallecido en Arucas".

Tenía cuarenta y cinco años, se bañaba y tomaba el sol a escondidas, avergonzada de ese sexo que nunca quiso, de esa parte masculina con la que nunca estuvo conforme. Estaba acostumbrada a buscar los lugares solitarios de la costa, las calas escondidas, los riscos dónde nadie se acercaba por temor a las olas. En un lugar de esa costa, cerca de su trabajo, de su casa, de la ciudad y su perro, cerca del mar dónde soñaba su viaje a Tánger, su próxima operación, su cambio de sexo para que nadie dudara que ella podía ser Yaiza, que ella podría ser una traviesa mujer madura y mala como de esa novela de Vargas Llosa. No pudo ser, el día que Vargas Llosa tuvo el Nobel, la mañana neoyorquina dónde Mario Vargas Llosa tuvo que cambiar la planificación de su día. Ese día no pudo escribir sobre el joven estudiante, el violinista suicida porque sus homófonos compañeros se habían burlado de su homosexualidad. Ese día fue también el último de Yaiza, que murió por huir de las risas, de las burlas de los que no entendían que su sexo no era el que parecía. Que ella, de verdad, siempre quiso ser como esa niña mala. La buena de Yaiza creía que el paraíso estaba en la otra esquina. Que se fue como en ese poema de Padorno, "cuando el mundo desconoce tu rostro y se hunde silencioso en el mar" 

Una historia que tengo que contar a Mario Vargas Llosa.

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10 de octubre de 2010
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Literatura, izquierda y cafe

 

 

Siempre me ha gustado leer, discutir, hablar, especular y perderme sobre que es literatura y quiénes son los que mantienen vivo ese enfermo tan indomesticable. También me gusta pensar, debatir y derrotarme sobre qué, cómo, dónde y qué es la izquierda. Y no puedo empezar el día sin tomar un café con leche.

De esos tres asuntos tan míos, tan de otros, tan de muchos que me gustan y de algunos que me disgustan, trata un inteligente, atrevido y lúcido ensayo del argentino Damián Tabarovsky, novelista argentino apenas descubierto entre nosotros, aunque esté publicado por el muy atento sello editorial "Caballo de Troya", cabalgado y dirigido por Constantino Bértolo.

Ahora nos llega por otro lado, por esa esquina central  que hace tiempo ocupa la editorial "Periférica", de reconocido olfato para éstos y aquellos  mundos literarios, este ensayo de reflexión sobre la literatura, la izquierda, lo mediático, lo integrista y la rebeldía fashion. También se recuerda aquello de Alejandra Pizarnik y no quererse meter en narrativas, no querer ser novelista porque en una novela siempre hay un diálogo como este: "Hola, cómo estás. Quieres un café con leche".

Un libro sobre la frivolidad, la ligereza, lo serio, aburrido, previsible falso y verdadero de la literatura. Y todo ello visto desde ese lado tan móvil, inmóvil e ilusorio como es el pensamiento de la izquierda. Un apellido que termina en "ovsky" ya nos indica que tienen mucho ganado en su afán agitador, en su capacidad para ser provocadores de ideas, discusiones y rebeliones. Gente que sabe que la literatura no ese encuentra cómoda entre el canon y el paradigma.

Nos pasamos la vida discutiendo sobre literatura, por más que sea asunto de difícil discusión. Dice Tabarovsky  que "la literatura se opone al consenso, al diálogo, a la argumentación". Que la literatura tiene que conseguir "transformar lo contingente en necesario"

Leeremos muchas cosas innecesarias, perderemos el tiempo con escrituras no literarias, estaremos demasiado ocupados por la presión del mercado, perderemos el tiempo con literatura de "izquierda" que marcha por el camino de lo conservador, reductor y simplista. Veremos como conservadores e izquierdistas se morrean con placer ante el celestinaje del mercado. Veremos, leeremos y escribiremos muchas páginas inútiles. Y sin embargo siempre nos quedarán los que se libraron de lo inútil de muchas escrituras.

"En secreto ocurre algo insólito: la literatura continúa. Es una tumba sin sosiego"

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5 de octubre de 2010
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Ideas y Karl Kraus

 

 

Pensaba excusarme diciendo que apenas tengo tiempo. Estoy rodando un documental y eso, por más desordenado que se sea- y soy un maestro del desorden- te quita horas, ideas y ocupaciones que no estén vinculadas al documental.

Me sentí culpable de no hacer un mayor esfuerzo, aunque sólo sea porque algunos se asoman por esta barra por ver si hay nuevas bebidas, amigos o alguna mariposa que se cuele en este bar abierto. Y me confesé, sin confesor, que eso del tiempo era una falsa excusa. Y lo de andar escaso de ideas, tampoco es nuevo ni excusable.

Recordé al maestro de los escépticos del periodismo y otros ejercicios por escrito, hablado o narrado, Karl Kraus. El dejó escrito que "el periodista está estimulado por el plazo. Cuando tiene tiempo, escribe peor".

Entonces si no es el tiempo, ni la urgencia, ¿será la ausencia de temas? Es posible. También es verdad que si uno no tiene ideas las copia. O las plagia. Volveré por dónde solía. Seguiremos robando, copiando y sirviéndonos de las ideas y los escritos de los demás. Al menos seguimos leyendo. Incluso repetimos lecturas.

Termino con una reflexión tomada, una más, al inevitable Kraus. Una idea con la que me iré a la cama. Me debería ir con algo más, pero al menos no con menos.

"Los niños no entenderían por qué los adultos se resisten al placer; y los viejos tampoco lo entienden" Y yo, tampoco. ¿Qué seré?

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30 de septiembre de 2010
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De vida no beata

 

 De vez en cuando la tele te da alguna alegría. Casi siempre inesperada, mal anunciada y escondida en la programación tan prescindible. Veo todos los días algo, lo intento, me frustro y pondo alguna película. Es verdad que empeñándose uno puede encontrar una serie americana, una película perdida o alguna información bien contada. El resto, para mi, es silencio. Excepto alguno de esas sorpresas que tienen que ver con un tópico: un documental de la 2.

Hace un rato he terminado de ver un documental que me reconcilia con la televisión. Un documental divertido, cercano, emocionante e inteligente sobre Jaime Gil de Biedma. Dirigido por una sobrina, Inés, amiga y colega, compañera de páramos y pinares, resuelta para la charla y la bebida tranquila mientras cae la noche de Castilla. Residente en Barcelona, disfrutadota de un pueblo de Segovia y paseante de la Ribera de los Alisos, como su tío Jaime Gil de Biedma. Pues con todos esos peligros de cercanía, de conocer demasiado el argumento de la obra, de tener que guardar equilibrio, de callar lo que no se debe contar, con tantas cosas en contra, y tantas a favor, ha sido capaz de hacer un retrato del artista, veinte años después de la noticia de su muerte, serio y divertidamente saludable y necesario. Necesario si te interesa saber de la vida, de las pasiones, familia, amigos y seguidores de la vida nada beata de uno de los poetas que no debemos dejar de leer.

Hay veces que la televisión va en serio y entonces merece la pena pararnos una hora  y no leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas y vivir como un noble arruinado delante de la televisión. Ya llegará el tiempo de las ruinas de nuestra inteligencia.

De verdad si conocen a este poeta que nos ayudó, quizá un poco tarde, que la vida iba en serio- y si no le conocen con más motivo- no dejen de ver este documental. La próxima oportunidad es el próximo domingo 26 a las cinco en punto de la tarde.

De repente volviendo a sus poemas, a su vida, a sus amigos y su tiempo, a uno le gustaría haber vivido esos encuentros. Haber conocido mejor a ese hombre, a ese poeta de reputación tan negra. Y ser capaces de hacernos volver a la resolución de ser felices. De recordar lo que nos gusta de nuestras vidas, aunque no sepamos dónde está.

 

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23 de septiembre de 2010
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Hoy no estoy de buenas

 

 

Se nos jodió el buen fin de semana. Acabo de enterarme de la muerte de José Antonio Labordeta. Lo siento por muchas cosas. Porque era fácil, amable, divertido y tranquilamente sincero. Lejos de cualquier afectación, lleno de humor, dispuesto a la charla y la barra, a la noche y al camino. Yo no era de sus músicas, pero su voz conseguía que nos levantáramos para tomar la última colina para nuestra República. Una República que solo existía en nuestros deseos. En los deseos de muchos dispersos. Y en los deseos de la "tribu" aragonesa. Sus "nietos", que libres, que obstinados, que aragoneses, que cantarines. Noches con Labordeta, "el abuelo", para terminar cantando y golpeando las mesas de Casa Emilio. Noches con Luis Alegre, Félix Romeo, Antón Castro, Miguel Pardeza, Joaquín Carbonell o Ignacio M Pisón y otros muchos, y muchas, que hoy imagino mosqueados con la roñosería de la vida y hasta con la Virgen del Pilar, ¡que tampoco es para tanto!

Días y noches paganos que se nos quedan sin uno de los santones. Labordeta era lo contrario del Papa. Lo contrario de este melifluo cobarde u mentiroso que tapa las miserias de los suyos. Lo contrario de esa hipocresía de los que cantan bajito. Hoy Labordeta- perdón a los de Santander- se merece que el Zaragoza gane el partido. Y de paso que lo haga el Atlético, que también era equipo de Labordeta. El futbol tan unido a nuestras pequeñas historias, a nuestras emociones y tristezas de tantos domingos.

Precisamente en una tarde fútbol, y viendo al Zaragoza, murió otro Labordeta, el gran poeta Miguel. Un equipo que tiene muchas deudas con los Labordeta.

Siento no haberle visto más. No haber reído, discutido, bebido más con él. Y lamento no haber cumplido con algo que me pidió hace poco, una copia del documental sobre el aragonés Pepín Bello. Quise dárselo en persona, nunca lo hice. Con algunos amigos nos tomamos esas confianzas, esos errores y nos permitimos el lujo de aplazar las cosas, los regalos, los abrazos. Una torpeza. Se los daré a sus hijas, a la escritora Ángela. A la actriz, Ana. A su mujer. A sus nietos.

Otro de sus mejores amigos, José Carlos Mainer - en el excelente prólogo de la novela "En el remolino" que rescató Anagrama y que es una desgarradora historia que José Antonio Labordeta hizo sobre un pueblo y las miserias de sus habitantes en los días de la Guerra Civil - decía con toda la razón que la popularidad simplifica cuanto toca. Y la fama de Labordeta como personaje mediático a su pesar tapó al Labordeta escritor y poeta. Deberíamos quitarles mochila y simplificaciones a los Labordeta.

Dice Mainer: "Ser un personaje popular es una esclavitud para un hombre mucho más solitario de lo que parece y mucho más rutinario de lo  que le permite su agenda. Hoy es mucho más conocido que su hermano Miguel, el poeta y esto es algo que no entiende ni acepta. Difícilmente nos explicaríamos muchas cosas de nuestro Labordeta sin la sombra afectuosa y grandota de aquél hermano mayor, al que ha celebrado en alguna hermosa canción y que murió antes de cumplir los cincuenta en 1969"

Antes de rescatar un poema de su hermano Miguel, que fue una guía para José Antonio, recordar ese partido imaginario al que muchos quisimos pertenecer, aunque poco nos gusten los partidos y que no pudimos, y no por ser de Aragón, sino porque no admitía a nadie. Un partido para él solo que llamó IDA, izquierda depresiva aragonesa. No tuvo fortuna, terminó en otro partido pero sin que se le notara.

El poema de Miguel, que tanto gustaba a José Antonio se llama: "Escucha joven poeta inadvertido"

 

"escribe para todos / es decir para nadie

no lo olvides / del pueblo vienes

y el pueblo es tu raíz / en consecuencia

no hagas caso del pueblo

vuelve sagrado cuanto toques

natural

cuanto toques sagrado

vuélvelo natural

es decir

haz lo que te dé la gana

quema estas advertencias por favor

es mi consejo póstumo"

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19 de septiembre de 2010
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Mujeres, Chabrol y Balzac

 

Uno de nuestros cineastas preferidos tuvo la mala idea de morir el otro día en perfecto estado de gozador impenitente, de amante de la vida y de sus placeres. Nos dejó sin cena, sin cenizas de habano, sin vino y sin charla en Valladolid. Había prometido estar en  Otoño y en el Festival de Cine de Valladolid. Sobre todo porque se había asesorado de los buenos vinos de la Ribera del Duero y de la gastronomía de la zona. Dos buenas razones para el desplazamiento de un intelectual dionisíaco. Estábamos invitados al homenaje por su cine, por haber filmado algunas de las películas que mejor retratan al burgués, al pequeño burgués, al provinciano o al capitalino de nuestro recordado siglo XX. Una irónica lucidez que no paró con el nuevo siglo. Todavía recuerdo el placer que fue luchar por concederle un premio en el Festival de Sevilla a su película "La chica cortada en dos", de 2007. Me quedé solo, perdí, aunque tengo claro que de mi lado estaba la razón, al menos la razón poética. Y el humor.

Cuando murió Chabrol estaba leyendo unas deliciosas narraciones breves de Honoré  de Balzac, quizá el novelista que más se parece a Chabrol. Dos universos muy parecidos separados por un siglo. Dicen que tiene la finura de Balzac para el retrato social. Tienen mucho más que eso en común. Nada más hay que comprobarlo acercándose a Balzac, ya sea en estos relatos "Mujeres lo bastante ricas" que ha publicado Periférica. O acudiendo a otros clásicos del autor de "La comedia humana", "Papá Goriot" o "Fisiología del matrimonio". Las mujeres de Chabrol también son como esa de "Otro estudio de mujer" que es definida por su enamorado "como una estufa con encimera de mármol". Así nos imaginamos muchas veces a las mujeres de Chabrol. Así vemos a la hermosa e inquietante Isabelle Huppert, ese pequeña y pecosa llena de sensualidad.

Hace años conocimos a otra de sus musas, Stéphane Audran, que protagonizó algunas de sus películas de primera ola y que siempre estará en nuestros recuerdos de erotismo y cine.

Como Balzac, fue un burgués desencantado de la burguesía. Un solitario que supo compartir gozos y sombras. Un amante de las mujeres, de las suyas y de las del prójimo. Un libertino que se moderaba. Un vital vividor. Los dos trabajaron mucho en aquello que les gustaba. Federico Engels dijo que "el realismo visionario de Balzac le había enseñado más sobre la sociedad del siglo XIX que todos los economistas, historiadores y sociólogos juntos". Lo mismo podríamos decir de Chabrol y sus retratos de la clase media. También de otras clases. El vino de Ribera, nosotros y ellas, lo echaremos de menos en Valladolid o en París. Seguiremos viendo sus películas. Como seguimos leyendo a Balzac. No somos tan diferentes.

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14 de septiembre de 2010
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Lo feo

 

 

Muchas veces hablamos de lo feo. De lo que nos parece feo. Tampoco en eso nos ponemos de acuerdo, felizmente cada uno nos equivocamos de maneras diferentes. No han conseguido que seamos uniformes, tampoco en asuntos estéticos.

Me paso el verano en un lugar muy hermoso, en la península del Morrazo. Rías, playas, barcos que pasan como decoración, bateas, bosques, verde, casas de piedra, molinos, viejos monasterios, tabernas y muchas casas feas. Viviendas nuevas, renovadas, reinventadas que tienen en común ser feas. Han conseguido un cierto estilo, el llamado feísmo gallego. No suelo estar de acuerdo. No soy conservacionista. Tiraría la Puerta de Alcalá porque me impide la vista del rascacielos del Retiro.

Pero lo que de verdad no soporto es la fealdad en los seres humanos. No me refiero a la fealdad física. Me gustan muchas mujeres que otros consideran feas. Y al contrario. La fealdad está en otra parte. Siempre recuerdo ese aforismo del gran Karl Kraus, uno de los muchos que escribió hace más de un siglo, decía: "La fealdad del presente tiene fuerza retroactiva".

Este verano, entre varios libros leídos y algunos disfrutados, hubo uno que me causó una peculiar emoción, una grata sorpresa. No conocía al autor que había debutado con un libro de mucho prestigio. Del que hablo es su segundo libro: "El fabuloso mundo de nada", apenas cien páginas, doce cuentos. Todos llenos de belleza literaria, una mirada al mundo de nuestro circo cotidiano. También algunas veces al perdido mundo de los circos, ese mundo lleno de melancolía, de hermosos seres humanos. En uno de los cuentos, "Peces voladores"- hermoso, alegre, soñador y triste como una canción de los Smiths- hay un momento de encuentro con lo feo del que me siento muy cercano:

 

"- ¡Vas a destrozar la cámara si te caes a ese precipicio!- había dicho a mi espalda el marido de aquella señora.

Cuando las cosas son tan feas a uno le da pereza contarlas. Ante lo feo la gente prefiere mirar para otro lado, y si no hay adonde mirar (se ha acumulado mucha porquería por todas partes), siempre se pueden cerrar los ojos y no querer enterarse de nada. Mi problema (uno de ellos) es que yo siempre veo lo feo que acecha en algún lugar. Lo feo me espera. Lo feo me la tiene jurada. Lo feo me salta a la cara y no puedo fingir no verlo. Yo asimilo lo feo que nadie está dispuesto a contemplar y también lo feo que llevo por dentro. Por eso no me sorprendió que nadie advirtiera lo feo de aquella frase, ni siquiera la mujer a la que ayudé a bajarse del muro y que regresó dócilmente junto a su marido, como si  éste no acabara de expresar que valoraba más la integridad de la cámara que la de sus propios huesos..."

La escena transcurre en  Formentor, ese lugar tan literario de Mallorca, dónde dentro de unos días debatirán sobre  creación y vida unos cuantos amigos. Si no lo conocen no les vendrá mal. Se hablará en un entorno propicio de belleza, de estética. Quizá también de fealdad, de esa fealdad que nos asalta a diario y es la peor. La menos valorada. Pocos la reconocen. Hay muchas más fealdades en éste hermoso libro. Lleno de belleza literaria. En otra hermosa editorial, "Acantilado".

 

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7 de septiembre de 2010
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Otras fugas

 

Pensando en las fugas de Lope, en aquellas aventuras que se hacían burlando normas y convenciones, disimulando, sabiendo callar, no atreviéndose a decir no y ser capaces de sorprender con el arte de la fuga. Muchas fugas que terminan sin conseguir el deseo que las impulsa. Algunas terminan trágicamente, otras entre la comedia  y el esperpento. Fugas como la de Ulises, con vuelta a casa, pero menos aventuradas y extensas. Recordé una canción de Sabina, "Pájaros de Portugal" donde cuenta la fuga de dos adolescentes a Portugal, más o menos como Isabel de Urbina con Lope, pero sin destierro, ni épica. Menos mal que tuvo su poeta con canción. Sabina también sería amigo de Lope. De tragicómicas fugas, no de grandes dramas. La fuga cómo drama la contó teatralmente Lorca en "Bodas de sangre". Historia real de una fuga que no pudo ser. Yo conocí algunos de los protagonistas, a la silenciosa y esquiva novia. Al engañado y resignado novio. A los padrinos. Eran muy mayores, nos hablaban como en el drama de Lorca pero todavía vivían la fuga con pasión. La "mala" oficial seguía siendo la novia, una mujer que se ocultaba en sus ropas negras, bajo su velo y que no quiso hablar con nosotros. Su fuga no había llegado a ningún Portugal, no se escapó en ningún caballo, ni en trenes sin vigilancia. Frustrada fuga que la sometió a vivir dónde no quiso, que no pudo vivir con quién hubiera querido.

Ya no hay fugas cómo aquellas. Ahora las fugas son de andar entre moteles o paradores. Y con billete de vuelta. Yo admiro a los que practican fugas románticas. O a los que están dotados para fugarse sin salir de su imaginación: así lo hizo Bach. Yo soy de fugas imaginarias, de odiseas inventadas y de huidas soñadas. Lo mejor, cuando me despierto y sigo en casa. Como en casa no se fugo uno en ningún sitio. No hay fuga sin casa. Vuelvo al libro, y cierro, ese es uno de los asuntos sobre el que reflexiona el autor de "La huida", el joven Thirlwell. Todo un paseo sobre la fuga y la huida.

 

"Sí, todo el vocabulario de la fuga es puritano. De modo que todo acto de deserción es también un acto de hedonismo.

Y quizás la razón profunda de esto es que a nadie le gustan los desertores, los prófugos, porque evidencian el hecho de que siempre hay una opción. A menudo, es más fácil creer que la vida es una trampa. La trampa es la imagen de la seriedad de la vida.

Sin embargo, Haffner, mi héroe, no creía que uno tuviera que ser necesariamente fiel a la vulgar e inevitable tragedia de la vida. Si uno podía ser infiel a cualquier cosa, ¿no debería serlo sobre todo, creía él, al propio pasado"

Será la vuelta de las vacaciones, el final de esa fuga que cada año pactamos con nuestros empresarios, pero me siento bastante Lope. Y muy Haffner en muchas cosas.

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2 de septiembre de 2010
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Fugarse con Lope

 

 

 

Acabo de ver la película "Lope", lo mejor- además de la mayoría de los actores y de devolverte los motivos para enamorarte otra vez de Pilar López de Ayala, sin olvidar pasiones por Leonor Waitling- es el deseo de volver a sus poemas. De saber más de su vida. No cito algunas de sus obras teatrales porque las más conocidas se siguen representando. Es posible que nos falten algunas sorpresas, algunas susceptibles de ser tocadas, y retocadas. Ahora se llama adaptación y ya era un uso común en los tiempos teatrales de Lope. No  es poco que una película nos lleve a un tiempo, a una vida, a un autor y que lo haga sin haber producido sonrojo. No demasiado entusiasmo, eso tampoco. Y no entraré en discusiones menores contra opiniones nimias, para eso no nos desplazamos ni a éste bar.

También en la película se habla de fugas. Y se viven fugas. Hermosas fugas, aunque resulten frustradas. Fugas que están bien mientras duran. Y, naturalmente, en una película sobre Lope no se podría dejar de hablar de "amores adúlteros". Enamoradizo, seductor, tramposo, interesados y sinceros. Amores que no cesaron ni con su decisión de hacerse sacerdote. Con fervor religioso promete abandonar su libertina vida, pero cuando está diciendo misa en un convento, se fuga a otro lugar para seguir sus amores con Marta Nevares. Como muy bien dijo Cervantes "un monstruo de la naturaleza", un hombre en perpetuo estado de pasiones, de fugas al que sólo la muerte consiguió poner freno.

Un hombre excepcional, una vida que no cabe en varias biografías. Y desde luego que poco, muy poco, se parece a la amable imagen de ese joven apasionado y genial de una película. Un autor que escribió demasiado. Sus muchos líos, hijos, mujeres, juicios, destierros y deudas no permitieron que trabajara de forma más profunda lo que hizo con genialidad en extensión. Gozó de popularidad y de dinero pero tuvo que escribir sin parar, deprisa y por la cantidad que le dieran. No tenía agente que le pusiera en el mercado a pesar de que fue el más popular y famoso de su tiempo. Nunca tuvo un mecenas y bien que se lamentó. Un lamento en verso:

 

" Hubiera sido yo de algún provecho

Si tuviera Mecenas mi fortuna;

Mas fue tan importuna

Que gobernó mi pluma a mi despecho..."

 

Hoy hubiera sido el rey del blog, el de todos los premios, el más leído en Internet y el más famoso en las fiestas de sociedad. Pero, como a Miguel, no le hubieran dado el Cervantes. Ni siquiera el Nóbel...bueno el Nóbel sí tiene alguna tradición de golfemia.

Me hubiera gustado ser su amigo. Y a mis amigas les recomiendo que tengan amantes como él. Poco que ver con la película.

 

"...Mas si del tiempo que perdí me ofendo,

tal prisa me daré que en un hora amando

venza los años que pasé fingiendo"

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31 de agosto de 2010
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ADULTEROS

 

 

Termina el mes. Nos quedan en la memoria muchos largos días sin hacer nada demasiado, un placer. No nos hemos librado de pensar, ni de leer. Hemos reído y escuchado músicas entre amigos. Disfrutado en las playas del Morrazo, apenas hemos salido del Morrazo que sigue siendo nuestra patria preferida de tantos veranos. También hemos leído. De algunas lecturas iré dando cuenta. De dos novelas paralelas lo haré ahora mismo. No tienen mucho, casi nada que ver en cuanto a estilo, intenciones y personajes y sin embargo se me enredan, se me parecen. Una es de un médico convertido en escritor, Jed Mercurio. Creo que será un best seller su novela sobre la vida privada- y algo de la vida pública- del más seductor de los presidentes americanos, John Fitzgerald Kennedy, casado con una mujer tan encantadora como elegante, Jacqueline Bouvier Kennedy, con Onassis ya fue otra cosa. Ella sabía de hombres, tuvo dos complicados y complejos hombres como pareja. Dijo que "los hombres son una combinación de cosas buenas y malas". Lo suyo no era la complejidad del pensamiento. Eso les pasa a los hombres, las mujeres, los gatos o a las lagartijas.

La novela "Un adúltero americano", es sobre todo una excursión por la imparable y compulsiva necesidad de aventuras sexuales de su marido. Una vida sexual llena de encuentros efímeros, de un obsesivo deseo de hacer el amor con casi todas las mujeres que se cruzaron en su vida. Parece que estuvo muy enamorado de Jacqueline, pero no impidió sus rápidos encuentros con Marilyn Monroe y otros cientos de mujeres de toda condición, edad o cultura. Generalmente las prefería jóvenes y no enamoradizas. Quería encuentros de usar y tirar, aunque algunas excepciones hubo en su imparable vida sexual. Un adúltero sin fisuras.

"Las jóvenes hermosas a veces recompensan con sexo la posición o los méritos de los hombres, y nuestro hombre lo considera un tributo adecuado y lo recibe con mayor gratitud que una medalla al civismo. Es una costumbre que él cuestiona sólo ocasionalmente, puesto que cuando es él el beneficiario lo considera una transacción natural, apropiada y pertinente. Hombres sobresalientes en el comercio o las artes a menudo reciben los favores de una joven admiradora, aunque no poseen la prestancia del presidente y aunque a menudo se engañen creyéndose dotados de un carisma corporal o espiritual, como si su opulencia y su poder o ambas cosas no tuvieran nada que ver con la transacción"

¿Un mecánico de la Ford tan atractivo como el presidente Kennedy o un empleado de banca hubieran tenido las mismas posibilidades de ser un adúltero cotidiano? Lo dudo pero cuando se tiene mucha afición tanta, siempre se encuentran voluntarias, creo.

La otra novela, también de un confeso adúltero, pero de un libertinaje mucho más complejo, mucho más evolucionado e interesante en sus relaciones, en sus gustos, en sus motivaciones, sin dejar de reconocerse en el lujurioso, egoísta y vanidoso, que tantos hombres llevan dentro, es la historia inventada de Raphael Haffner, un rico judío que recuerda su vida, y vive su momento, en un balneario de los Alpes. Está escrito por Adam Thirlwell, y es una gran novela. Llena de irónica melancolía, de alegrías y tristezas del sexo, de la carne. "Todos los álbumes de fotos son tristes, cada uno a su manera". Ciertamente hay una mirada de carencia sentimental cuando vemos esas fotos dónde parecemos felices, dónde fuimos tan jóvenes, antes de ser adúlteros.

¿Habrá hombres interesantes que no  hayan sido adúlteros? Llevo pensando unos días. No recuerdo a nadie que no sea Manuel de Falla. Tengo que revisar mi catálogo de adúlteros y adulterios. Naturalmente estoy hablando de los demás. Yo no juego en esa liga.

P.D. Como siempre tienen razón los otros, aunque sean extraterrestres. la novela de Thirlwell se llama "La huida", en Anagrama, la misma editorial que la de Mercurio.

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26 de agosto de 2010
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