Javier Rioyo
De vez en cuando la tele te da alguna alegría. Casi siempre inesperada, mal anunciada y escondida en la programación tan prescindible. Veo todos los días algo, lo intento, me frustro y pondo alguna película. Es verdad que empeñándose uno puede encontrar una serie americana, una película perdida o alguna información bien contada. El resto, para mi, es silencio. Excepto alguno de esas sorpresas que tienen que ver con un tópico: un documental de la 2.
Hace un rato he terminado de ver un documental que me reconcilia con la televisión. Un documental divertido, cercano, emocionante e inteligente sobre Jaime Gil de Biedma. Dirigido por una sobrina, Inés, amiga y colega, compañera de páramos y pinares, resuelta para la charla y la bebida tranquila mientras cae la noche de Castilla. Residente en Barcelona, disfrutadota de un pueblo de Segovia y paseante de la Ribera de los Alisos, como su tío Jaime Gil de Biedma. Pues con todos esos peligros de cercanía, de conocer demasiado el argumento de la obra, de tener que guardar equilibrio, de callar lo que no se debe contar, con tantas cosas en contra, y tantas a favor, ha sido capaz de hacer un retrato del artista, veinte años después de la noticia de su muerte, serio y divertidamente saludable y necesario. Necesario si te interesa saber de la vida, de las pasiones, familia, amigos y seguidores de la vida nada beata de uno de los poetas que no debemos dejar de leer.
Hay veces que la televisión va en serio y entonces merece la pena pararnos una hora y no leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas y vivir como un noble arruinado delante de la televisión. Ya llegará el tiempo de las ruinas de nuestra inteligencia.
De verdad si conocen a este poeta que nos ayudó, quizá un poco tarde, que la vida iba en serio- y si no le conocen con más motivo- no dejen de ver este documental. La próxima oportunidad es el próximo domingo 26 a las cinco en punto de la tarde.
De repente volviendo a sus poemas, a su vida, a sus amigos y su tiempo, a uno le gustaría haber vivido esos encuentros. Haber conocido mejor a ese hombre, a ese poeta de reputación tan negra. Y ser capaces de hacernos volver a la resolución de ser felices. De recordar lo que nos gusta de nuestras vidas, aunque no sepamos dónde está.