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Hoy no estoy de buenas

Por 19 de septiembre de 2010 Sin comentarios

Javier Rioyo

 

 

Se nos jodió el buen fin de semana. Acabo de enterarme de la muerte de José Antonio Labordeta. Lo siento por muchas cosas. Porque era fácil, amable, divertido y tranquilamente sincero. Lejos de cualquier afectación, lleno de humor, dispuesto a la charla y la barra, a la noche y al camino. Yo no era de sus músicas, pero su voz conseguía que nos levantáramos para tomar la última colina para nuestra República. Una República que solo existía en nuestros deseos. En los deseos de muchos dispersos. Y en los deseos de la "tribu" aragonesa. Sus "nietos", que libres, que obstinados, que aragoneses, que cantarines. Noches con Labordeta, "el abuelo", para terminar cantando y golpeando las mesas de Casa Emilio. Noches con Luis Alegre, Félix Romeo, Antón Castro, Miguel Pardeza, Joaquín Carbonell o Ignacio M Pisón y otros muchos, y muchas, que hoy imagino mosqueados con la roñosería de la vida y hasta con la Virgen del Pilar, ¡que tampoco es para tanto!

Días y noches paganos que se nos quedan sin uno de los santones. Labordeta era lo contrario del Papa. Lo contrario de este melifluo cobarde u mentiroso que tapa las miserias de los suyos. Lo contrario de esa hipocresía de los que cantan bajito. Hoy Labordeta- perdón a los de Santander- se merece que el Zaragoza gane el partido. Y de paso que lo haga el Atlético, que también era equipo de Labordeta. El futbol tan unido a nuestras pequeñas historias, a nuestras emociones y tristezas de tantos domingos.

Precisamente en una tarde fútbol, y viendo al Zaragoza, murió otro Labordeta, el gran poeta Miguel. Un equipo que tiene muchas deudas con los Labordeta.

Siento no haberle visto más. No haber reído, discutido, bebido más con él. Y lamento no haber cumplido con algo que me pidió hace poco, una copia del documental sobre el aragonés Pepín Bello. Quise dárselo en persona, nunca lo hice. Con algunos amigos nos tomamos esas confianzas, esos errores y nos permitimos el lujo de aplazar las cosas, los regalos, los abrazos. Una torpeza. Se los daré a sus hijas, a la escritora Ángela. A la actriz, Ana. A su mujer. A sus nietos.

Otro de sus mejores amigos, José Carlos Mainer – en el excelente prólogo de la novela "En el remolino" que rescató Anagrama y que es una desgarradora historia que José Antonio Labordeta hizo sobre un pueblo y las miserias de sus habitantes en los días de la Guerra Civil – decía con toda la razón que la popularidad simplifica cuanto toca. Y la fama de Labordeta como personaje mediático a su pesar tapó al Labordeta escritor y poeta. Deberíamos quitarles mochila y simplificaciones a los Labordeta.

Dice Mainer: "Ser un personaje popular es una esclavitud para un hombre mucho más solitario de lo que parece y mucho más rutinario de lo  que le permite su agenda. Hoy es mucho más conocido que su hermano Miguel, el poeta y esto es algo que no entiende ni acepta. Difícilmente nos explicaríamos muchas cosas de nuestro Labordeta sin la sombra afectuosa y grandota de aquél hermano mayor, al que ha celebrado en alguna hermosa canción y que murió antes de cumplir los cincuenta en 1969"

Antes de rescatar un poema de su hermano Miguel, que fue una guía para José Antonio, recordar ese partido imaginario al que muchos quisimos pertenecer, aunque poco nos gusten los partidos y que no pudimos, y no por ser de Aragón, sino porque no admitía a nadie. Un partido para él solo que llamó IDA, izquierda depresiva aragonesa. No tuvo fortuna, terminó en otro partido pero sin que se le notara.

El poema de Miguel, que tanto gustaba a José Antonio se llama: "Escucha joven poeta inadvertido"

 

"escribe para todos / es decir para nadie

no lo olvides / del pueblo vienes

y el pueblo es tu raíz / en consecuencia

no hagas caso del pueblo

vuelve sagrado cuanto toques

natural

cuanto toques sagrado

vuélvelo natural

es decir

haz lo que te dé la gana

quema estas advertencias por favor

es mi consejo póstumo"

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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