Javier Rioyo
Pensando en las fugas de Lope, en aquellas aventuras que se hacían burlando normas y convenciones, disimulando, sabiendo callar, no atreviéndose a decir no y ser capaces de sorprender con el arte de la fuga. Muchas fugas que terminan sin conseguir el deseo que las impulsa. Algunas terminan trágicamente, otras entre la comedia y el esperpento. Fugas como la de Ulises, con vuelta a casa, pero menos aventuradas y extensas. Recordé una canción de Sabina, "Pájaros de Portugal" donde cuenta la fuga de dos adolescentes a Portugal, más o menos como Isabel de Urbina con Lope, pero sin destierro, ni épica. Menos mal que tuvo su poeta con canción. Sabina también sería amigo de Lope. De tragicómicas fugas, no de grandes dramas. La fuga cómo drama la contó teatralmente Lorca en "Bodas de sangre". Historia real de una fuga que no pudo ser. Yo conocí algunos de los protagonistas, a la silenciosa y esquiva novia. Al engañado y resignado novio. A los padrinos. Eran muy mayores, nos hablaban como en el drama de Lorca pero todavía vivían la fuga con pasión. La "mala" oficial seguía siendo la novia, una mujer que se ocultaba en sus ropas negras, bajo su velo y que no quiso hablar con nosotros. Su fuga no había llegado a ningún Portugal, no se escapó en ningún caballo, ni en trenes sin vigilancia. Frustrada fuga que la sometió a vivir dónde no quiso, que no pudo vivir con quién hubiera querido.
Ya no hay fugas cómo aquellas. Ahora las fugas son de andar entre moteles o paradores. Y con billete de vuelta. Yo admiro a los que practican fugas románticas. O a los que están dotados para fugarse sin salir de su imaginación: así lo hizo Bach. Yo soy de fugas imaginarias, de odiseas inventadas y de huidas soñadas. Lo mejor, cuando me despierto y sigo en casa. Como en casa no se fugo uno en ningún sitio. No hay fuga sin casa. Vuelvo al libro, y cierro, ese es uno de los asuntos sobre el que reflexiona el autor de "La huida", el joven Thirlwell. Todo un paseo sobre la fuga y la huida.
"Sí, todo el vocabulario de la fuga es puritano. De modo que todo acto de deserción es también un acto de hedonismo.
Y quizás la razón profunda de esto es que a nadie le gustan los desertores, los prófugos, porque evidencian el hecho de que siempre hay una opción. A menudo, es más fácil creer que la vida es una trampa. La trampa es la imagen de la seriedad de la vida.
Sin embargo, Haffner, mi héroe, no creía que uno tuviera que ser necesariamente fiel a la vulgar e inevitable tragedia de la vida. Si uno podía ser infiel a cualquier cosa, ¿no debería serlo sobre todo, creía él, al propio pasado"
Será la vuelta de las vacaciones, el final de esa fuga que cada año pactamos con nuestros empresarios, pero me siento bastante Lope. Y muy Haffner en muchas cosas.