Javier Rioyo
Las soledades nos asemejan. Los solitarios se parecen. Son una misma patria. Son de tierra de nadie, un lugar que algunas veces hemos visitado, que otras muchas sentimos como nuestro barrio, el sitio de nuestros recreos, la calle que está a la vuelta de la esquina. Y en la esquina, en la calle, en la puta calle, se pasean las prostitutas. Otras, las más privilegiadas por estatus, que no por soledades o compañías, se esconden en lugares cubiertos, en espacios, más o menos sórdidos, que no se diferencian mucho de los conventos. "Conventillo" dicen en Argentina a lugar prostibulario.
Hace tiempo escribí sobre ellas. Sobre putas. Y también sobre esas recluidas en conventos, esas mujeres que fueron novicias o monjas tantas veces a su pesar y que .fueron uno de los mayores objetos de deseos para los buscadores de amores furtivos, complicados, prohibidos. Ahora vuelven a mi recuerdo, no por frecuentador, sino por ese vicio que no me abandona.
Estoy ante dos libros que hablan de unas y de otras. Uno son poemas de prostitutas chinas. Una antología que publica "Visor" sobre poetas que escribieron desde su condición, en sus burdeles, entre sus soledades. Hay muchas, muy desiguales, emocionantes, débiles o fuertes, solitarias o mundanas. Una del siglo XVII fue Wang Wei, vagabunda, prostituta, amiga de poetas, de pintores, casada, enviudada y monja taoísta. Una prostituta que fue reconocida poeta y escritora. Me gusta como cuenta esa insoportable ausencia del amado. ¿Alguien pensaba que las putas no se enamoraban?
Un corto poema llamado "¿Se abren ya las flores del ciruelo?"
"Al despedirnos, él me ha citado
para cuando se abran flores del ciruelo.
Anoche le eché de menos.
Me levanté y salí al patio a ver el árbol"
El otro libro es de un viejo conocido. Un clásico del amor y las soledades. Un maestro de la aventura y la fuga. Un "enamorado del amor"- como lo llama su traductor Mauro Armiño- que es capaz de descubrir el amor eterno en cada mujer que ama. El "nuevo libro" se llama "Mis aventuras con monjas", de Giacomo Casanova, autor de ese clásico llamado "Historia de mi vida" que la editorial Atalanta dignificó para nuestro placer lector. Las memorias son un monumento de la vida cotidiana, culta y golfa del siglo XVIII. Y estas historias eróticas con monjas son parte de algunas de las mejores aventuras de su existencia. No había mayor deseo que el de la conquista de una de esas mujeres- "esposas de Cristo"- que tantas veces a su pesar tenía que penar y perder su juventud en conventos no deseados.
El burlador de Venecia supo que sus grandes y más complicadas conquistas, sus grandes "premios" como seductor estaban en los conventos. Toda una lección del maestro de seductores. Teoría y prácticas del amor. De un amor que fue muchas veces verdadero. Sin dejar de ser hábil cazados, estratega y paciente. Las imprudencias terminan con el amor.
"El amor sólo se vuelve imprudente cuando está impaciente por gozar; pero cuando se trata de conseguir que torne una felicidad a la que funestas circunstancias han puesto trabas, el amor ve y prevé lo que puede percibir la más sutil perspicacia".
Escribo, y leo, al lado de la Plaza de Tirso de Molina. Le recuerdo, fue ese fraile que supo de la vida y sus pasiones. De conventos y libertinos. Escribió esa historia de un Don Juan que llamó "El burlador de Sevilla". Hoy sigue en su plaza. Esa que se llamó Plaza del Progreso. Hoy es Tirso y sus circunstancias.