“Tengo una sola ambición: escribir un libro que se mantenga vigente durante diez años”. El audaz propósito de Cyril Connolly, escrito en 1938, se ha cumplido con creces. Setenta años más tarde sigue siendo reeditado. Su mérito es mayúsculo porque no es un novelista, sino un crítico literario. ¿Caso único? ¿Qué comentarista de las letras de los años treinta podemos leer en la actualidad? No ha aguantado ni siquiera Edmund Wilson. En realidad, con aquella frase Connolly señalaba hacia un agujero negro que no ha hecho sino crecer. “Digo diez años porque ése es el tiempo que llevo escribiendo sobre libros y porque puedo afirmar (...) que dentro de poco escribir libros que duren una década, especialmente los de ficción, será un arte extinto”. De Connolly a Juan Marsé ese temor no ha desaparecido sino que se ha intensificado. Hay matices. En tiempos de Connolly el problema afectaba a la rapidez con la que pasaban de moda los autores, a causa del estilo. En consecuencia dice: “Es preciso buscar una calidad que mejore con el tiempo”. Connolly creía que una radicalización del arte literario produciría libros más longevos. Sus modelos para la duración son irreprochables: Eliot, Yeats, Forster.. bueno, y Maugham, el único patinazo de época. Nosotros no podemos contar con ese remedio. Un libro aguanta en librería lo que tarda en venderse. Si no vende, desaparece. Ha de vender mucho el primer mes si quiere durar un año. Y muchísimo el primer año si quiere durar dos. Cuanto mayor sea la exigencia artística del texto, menos posibilidades tiene de durar. Para durar, en todo caso, ha de aplicar la fórmula opuesta y rebajar todo lo posible la calidad artística. Es cierto que algunos libros indudablemente artísticos han alcanzado grandes ventas y se han mantenido años en librerías, como ciertas novelas de Marías, pero hay una variante fundamental. Connolly citaba dos poetas y dos novelistas. Nosotros ya no podemos, honradamente, incluir a los poetas. Ha caído la reina. El rey es más vulnerable que nunca. También intuyó este proceso implacable de acabamiento de la poesía: “Poetas que discuten sobre poesía moderna. Chacales que gruñen en torno a un manantial seco”. Esto escribe en su más famoso libro, La tumba inquieta. Y por esas cosas raras de la vida, como dice la canción, ahora se publica en España una edición de Connolly como no la hay en ningún idioma europeo, incluido el inglés. Admirable trabajo de Miguel Aguilar, Mauricio Bach y Jordi Fibla para la editorial Lumen. Figuran dos artículos que no incluye la edición británica: “Los diplomáticos desaparecidos” (1951) y “Barcelona” (1945).
* Un tertuliano preguntaba por la historia de Piaget. Está en: Douwe Draaisma, Why life speeds up as you get older. How memory shapes our past, Cambridge UP.
