Skip to main content
Escrito por

Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

Blogs de autor

Instalaciones y propuestas artísticas

 

Aquél que haya transitado los vericuetos del mundo del arte podrá afirmar sin temor a equivocarse que ha perdido la fe. Quizá pueda encontrarla de nuevo algún día en los salones de un restaurante vegetariano o recitando a viva voz las letanías de John Milton, pero ya nunca será lo mismo.

¡Quién pudiera conservar aquella mirada fresca e ingenua! ¡La deliciosa ensoñación ante los lienzos de los grandes maestros! Fruto de la admiración, es cierto, pero cautivados por la impresionante confianza que tuvieron en sí mismos.

Gran parte de lo que hoy somos nació en aquellos memorables instantes de credulidad, cuando ordenábamos nuestra percepción del mundo confiando en la maestría de los antiguos. No en balde fueron ellos los primeros en creer en su propia autoridad -en la genealogía del genio- y en proclamar su excepcionalidad con fervor ególatra.

Muy pocos son hoy los que se atreven a exponerse en una sala de exposiciones sin pedir a sus clientes disculpas por adelantado y sin mostrarse dispuestos a implorar su simpatía.

El argot que ha surgido de semejante indisposición de ánimo deja en evidencia la timorata convicción del que no sabe si quiere ser artista o decorador; la enfermiza vocación por agradar a cualquier precio.

Los artistas, que reclaman para sí la vieja gloria del arte, no aceptan ni uno solo de sus riesgos: no quieren dejarse la piel a cambio de nada y en lugar de crear obras de arte, hacen propuestas; y en lugar de exponerse a la mirada del público, le ofrecen entretenidas instalaciones.

El mensaje es obvio: sin son rechazadas, las propuestas se retiran, y en paz; si no gustan, las instalaciones se desmontan, y tan amigos.

Leer más
profile avatar
11 de diciembre de 2007
Blogs de autor

El Gran Maestro del Tiempo

 

La fascinante enseñanza del ajedrez permite a la mente adiestrarse en conjugar tres nociones esenciales: espacio, materia y tiempo. Las casillas, las piezas y el segundero del reloj que no deja de girar. El dominio de la jugada exige manejarse con destreza en los tres campos de batalla, pues en los tres órdenes se da la confrontación. Ganar la partida, imponer al adversario la propia maestría, implica además adivinar sus movimientos, comprender la lógica que regula y hace previsible su reacción.

Debemos considerar esta habilidad superior -propia de algunos espíritus enloquecidos y visionarios- cuando apliquemos modelos matemáticos al proceso del deterioro climático. Si queremos saber dónde y en qué momento nos encontramos, calibrar las opciones que nos quedan y tocar sólo aquéllas piezas que podamos mover, más nos vale admitir la tiranía del tiempo escaso. Esto es: lo que no sea hecho dentro de plazo, no será hecho jamás.

La Humanidad no está acostumbrada a soportar la agobiante presencia del tiempo limitado y único. Se ha educado con los juguetes de eternidad que le ofrece la imaginación religiosa y en el ámbito doméstico prefiere el malabarismo de omitir la cercanía de la muerte que su reloj biológico le impone. La Humanidad no quiere aceptar la existencia de ese plazo de tiempo fuera del cual nada puede ser hecho. La misma existencia del tiempo contado, irremediablemente consumado, le parece una horrible pesadilla.

La Humanidad ha crecido confiando en una perpetua segunda oportunidad. Sin embargo, el previsible desencadenamiento de catástrofes ambientales, como consecuencia de la precipitación de las partículas de CO2, en una atmósfera progresivamente colapsada, anuncia un desconcertante desenlace para la grandiosa epopeya humana: perdidas una tras otra todas las oportunidades, la civilización industrial debe contemplar con impotencia su última tragedia.

Una cultura que fundamenta su bienestar en el despilfarro energético, sólo tendrá tiempo de comprender una cosa: su orgulloso y supremo ingenio es incapaz de detener la maquinaria industrial que devora su futuro.

Leer más
profile avatar
5 de diciembre de 2007
Blogs de autor

El analfabeto condecorado

La auditoria se cierra con lacónicas calificaciones y nos deja a  merced de un penoso ejercicio de lamentación. Nuevamente, España entera debe resignarse a padecer con sonrojo el bajo nivel de sus estudiantes, de sus profesores y de unos planes de estudio fallidos.

El análisis llevado a cabo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico constata el balance de tres décadas de entusiasmo: hemos criado una multitud de analfabetos funcionales.

Se cita el dictamen de un experto: "el alumno español no soporta leer tres líneas sin perderse". Aunque los habitualmente consultados no se deben sentir concernidos pues se apresuran a proponer programas educativos y métodos alternativos que, probablemente, acaben igual: con el desguace de la capacidad cognitiva de los alumnos.

Siendo de agradecer el esfuerzo que hace la OCDE para ofrecer una fuente fiable de información crítica, lo cierto es que no nos hacía falta su autoridad para confirmar lo que ya sabíamos. Cuando las cámaras de la televisión salen a la calle a entrevistar transeúntes el espectáculo no deja lugar a dudas: jóvenes desarbolados balbucean las impresiones confusas que bullen en su mente caótica.

Luego nos vendrán con campañas publicitarias de promoción de la lectura y exhortaciones a cumplir el deber de leer, como si la difusión masiva del complejo de culpa entre la ciudadanía les eximiera a ellos, los responsables del Ministerio de Educación y de las competencias transferidas a las autonomías, de no haber hecho lo que no saben hacer.

Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2007
Blogs de autor

The Paris Review

La entrevista que The Paris Review hizo a George Simenon en 1955 puede leerse como si fuera la reliquia de un tiempo extinguido. Sólo han pasado cincuenta y dos años, como un soplo sobre la tierra y un tornado entre los hombres. Pues las generaciones han sido consternadas y desbaratadas algunas costumbres que parecían eternas. El arte de conversar, por ejemplo, ha sufrido un daño irreparable.

Edición original de la revistaEl encuentro entre Carvel Collins y el escritor belga permite imaginar la atmósfera que envuelve a dos hombres tranquilos. Una pipa humeante, una biblioteca y la agradable sensación de estar haciendo algo de provecho. Se nota que el periodista y el escritor saben escuchar, comprender, discernir y responder. Se ponen a la altura del mejor de sus lectores. Algo que hoy en día no es frecuente.

Se suelen imputar al periodismo las carencias de nuestra época. Como si la imposibilidad de sentarse a pensar el más conveniente flujo de una conservación fuera una falta profesional. Lo cierto, sin embargo, es que resulta cada día más difícil encontrar contertulios adecuados. Los que se prestan a conversar, a cambio de una efímera notoriedad, se sienten acosados y les agobia un presentimiento: ¿servirá de algo lo que voy a decir?

Esta agonía secreta corroe nuestros hábitos culturales y cada vez es más frecuente la figura cansada del que habla creyendo que nada importa. No creo que podamos encontrar un momento en la Historia parecido al nuestro: oradores convencidos de la fatuidad de su discurso. Tanto es así que los ingenuos convencidos nos causan rubor.

La mayoría de los agentes culturales confiesa en la intimidad haber perdido la fe. Los colegas hostiles, los críticos adocenados y los lectores consumidores de marcas pre-fabricadas refutan cualquier entusiasmo. O esto al menos es lo que ellos lamentan: verse engullidos por la indiferencia.

Libro con entrevistas de The Paris ReviewLa disciplina narrativa de Simenon, que lacónicamente cuenta a The Paris Review, tiene mucho que ver con este tiempo que nos ha tocado vivir. Dice Simenon que corregir es el implacable ejercicio al que se aplica después de escribir. "Trato de evitar palabras abstractas", dice, "y también las palabras poéticas".

No sin arrogancia recuerda la admiración que le prestaba Gide o cómo el Conde de Keyserling lo llamó "imbécile de génie". Siempre consideró un cumplido que a tan ilustres pensadores les fascinara su talento creativo.

Considerando que son pocos los que hoy creen en lo que dicen ¿no sería mejor corregirse hasta la extenuación? ¿Simplificarse, reducirse, hasta lograr la más alta y brevísima sobriedad?

No todos llegarán a ser un "imbécile de génie" pero quizás valga la pena intentarlo.

Leer más
profile avatar
29 de noviembre de 2007
Blogs de autor

El poderío de la China imperial

 

Cuando los industriales alemanes han visto peligrar sus negocios en China, les ha parecido urgente buscar el amparo del socialista Gerhard Schröder, antiguo canciller y en la actualidad alto directivo de la empresa ruso alemana NEGP.

El gestor Schröder, que saltó sin rubor desde su despacho gubernamental a los órganos de dirección de una singular empresa privada, comprendió inmediatamente la naturaleza del encargo y procedió a lanzar una impertinente sarta de improperios contra Angela Merkel.

La supuesta falta cometida por la jefa de gobierno alemán, la que ha merecido el sarcástico reproche de su antecesor en el cargo y el enfado del opulento clan de dirigentes empresariales, tiene un aspecto anodino. Ha recibido con todos los honores al Dalai Lama, premio Nobel de la Paz en 1989.

Evidentemente, las connotaciones de este gesto diplomático son más severas de lo que en principio parece.

Ofreciéndole el trato que corresponde a su dignidad política y religiosa y atendiéndole como al representante de un país ocupado militarmente por China, Angela Merkel deja constancia del repudio de su gobierno a las violaciones de los derechos humanos que China comete a diario en el Tíbet.

Pero en las vísperas de los celebrados Juegos Olímpicos, el gesto de Angela Merkel es algo más que una cortesía solidaria y se convierte en una invitación a la sociedad de naciones a considerar el alcance de su participación en los grandes fastos de Pekín.

Se supone que esto es justamente lo que se espera de un líder europeo ¿no es cierto? Que constate la convicción que implican nuestras declaraciones a favor de los derechos humanos en el mundo.

Que sea una líder conservadora la que respete este protocolo y un socialista el que suba a la palestra para denunciarlo debe hacernos reflexionar sobre el confuso intercambio de papeles de la clase política europea y de la irreflexiva genealogía moral que a veces les asignamos.

Debemos recordar sin embargo que Gerhard Schröder no es el modélico ejemplo que uno espera encontrar en la izquierda que presume de construir Europa y exportar su modelo de estado de derecho. Como colofón a su confusa carrera política, el ex mandatario se prestó a ser fichado por uno de los personajes más inquietantes de nuestro tiempo y se puso a las órdenes de Vladimir Putin. Para ello, para hacer posible la fundación del Consorcio del Gaseoducto del Norte de Europa (NEGP), dominado por la empresa estatal rusa Grazprom, propició la fusión de las empresas alemanas E.on y Ruhrgas, copropietarias minoritarias del conglomerado energético ruso alemán.

Si alguien quiere conocer el derrotero seguido por Putin desde la KGB hasta la cúspide del Estado post soviético, debe leer el libro escrito por Alexander Litvinenko antes de ser impunemente asesinado en Londres con talio radioactivo. Una espeluznante crónica sobre cómo los servicios secretos rusos ajustician a los disidentes, se apoderan de empresas estatales y se disfrazan de terroristas para crear confusión, hacer estallar la guerra de Chechenia y consolidar monstruosos dominios económicos.

Es imprescindible leer este libro (Rusia dinamitada. Tramas secretas y terrorismo de Estado. Editorial Alba) si uno quiere comprender qué significa "ser contratado por Putin" y los motivos por los que un ex dirigente socialdemócrata acudiría a defender al gobierno chino, perpetuamente ofendido por un monje budista que saluda inclinando la cabeza.

Leer más
profile avatar
28 de noviembre de 2007
Blogs de autor

En las colinas del Vaticano

 El gobierno de Zapatero ha enviado a su vicepresidenta al Vaticano para celebrar el nombramiento de tres cardenales españoles. En la cena de gala organizada por la Embajada de España en Roma, De la Vega deja constancia de la alegría que siente el gobierno y de cómo comparte el sentimiento de regocijo de la sociedad española.

Uno de los tres nuevos cardenales, el arzobispo de Valencia, García-Gasco, quiere responder al gesto amable del gobierno socialista y procede a leer un discurso dedicado a considerar los males de nuestro tiempo.

El rechazo de Dios, dice en su amonestación a una sorprendida De la Vega, supone grandes peligros para España. Y sin la cercanía del Señor, añade, no hay futuro, ni para España ni para Europa. Los purpurados españoles, constata finalmente García-Gasco para evitar la confusión de las ceremonias diplomáticas, en modo alguno estamos satisfechos con el gobierno.

Momentos antes de la cena, el Papa había entregado a los veintitrés nuevos cardenales reunidos en Roma "el anillo de San Pedro" y les había invitado "a recordar a qué Rey servís".

Leer más
profile avatar
26 de noviembre de 2007
Blogs de autor

Las imposturas morales

 

Se ha puesto de moda pedir perdón. El gobernador, el obispo y el alcalde participan de buen grado en una ceremonia que cada día tiene más adeptos. Por lo visto se considera un gesto de buen gusto con el auditorio y una prueba de humildaz que certifica la calidad del hombre público.

Si el AVE no llega a Barcelona, si la Iglesia bendijo a los pelotones de fusilamiento, si el funcionario mete mano en la caja, alguien debe salir al estrado a pedir perdón.

Pero los que se apresuran a reclamar y festejar esta presunta demostración de honradez, considerándola un decisivo alarde de integridad moral, contribuyen a sostener imperdonables imposturas.

Conviene recordar que el perdón es una operación del alma que beneficia al que lo otorga. Decir "te perdono" es un acto del carácter en su suprema manifestación de libertad y soberanía. Sea cual sea la afrenta padecida, el que perdona se libra de sus peores efectos: la sensación de haber sido humillado y vilipendiado, y el agobio de vivir sometido por el rencor.

Poco importa que alguien quiera pedir perdón. Pero en el caso de darse, el gesto debe ir precedido de una muy ajustada conciencia sobre el significado de la falta cometida contra la integridad ajena y al impulso compungido de confesar la afrenta debe sucederle una inmediata voluntad de retribución. Es decir, pedir perdón sin ofrecer a cambio la correspondiente rehabilitación es una irritante e inútil patraña.

De hecho, lo correcto es omitir el pegajoso gemido y ofrecer directamente la prenda que compense el agravio cometido.

Sin tales requisitos, pedir perdón será una más de las estúpidas modas de nuestro tiempo. La hipócrita ceremonia del que evita con palabrería cumplir sus obligaciones y sus ineludibles citas con la verdad.

Leer más
profile avatar
22 de noviembre de 2007
Blogs de autor

Bill Clinton abraza a Zapatero

 

Mientras da comienzo la campaña electoral que recorrerá España entre hoy y el 9 de marzo de 2008 nos apresuramos a lamentar el trato vulgar que se dará a lo político. Manejado como una banalidad comercial y divulgado como un mensaje publicitario.

Semejante práctica pone en evidencia la penuria cultural de nuestro entorno: en lugar de convocar al ciudadano pensante, la propaganda "política" esparce a los cuatro vientos los reclamos que puedan seducirlo.

Antes se esperaba que la personalidad del líder permitiera atraer a los más confiados de los votantes, ahora, sin embargo, con el progresivo escarmiento de una población desconfiada, aunque perezosa, los partidos han dado un paso decisivo: ofertas y rebajas, ventajas y ocasiones que imitan la pauta de las grandes promociones comerciales.

 Ya analizaremos las promesas que están poniendo en circulación los candidatos pero antes comprobemos cómo se construye el clima propicio a las emociones que desean suscitar.

El ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, visita a Zapatero en La Moncloa y elogia el "ejemplo español" en su lucha por el crecimiento, el pleno empleo y la reducción de los gases con efecto invernadero. Las declaraciones satisfacen al anfitrión y no considera necesario matizar el entusiasmo de su invitado. De hecho, le parece muy bien recibir un aval tan prestigioso. Después de implicar a notables científicos y profesionales de distintos campos en la redacción del programa electoral del Partido Socialista, Zapatero no puede considerar más pertinente un espaldarazo de semejante calibre.

La transferencia de prestigio garantiza el efecto de la imagen sobre una opinión pública más proclive de lo que parece a creer en la taumaturgia. Como si la unción carismática sobreviviera pese a todo en nuestro tiempo, tan solo por darse un fuerte apretón de manos en público.

Lo de menos en esta escena publicitaria, en el decorado de la Moncloa, es el nada despreciable detalle de que España, en realidad, no cumple los acuerdos del protocolo de Kyoto. Según las mediciones llevadas a cabo por la Generalitat de Catalunya, la única región que mide el alcance del envenenamiento ambiental, la emisión de gases de efecto invernadero ha aumentado un 3% cada año. En 1990 Catalunya emitió 38 millones de toneladas y en 2005, 59 millones de toneladas.

 

Leer más
profile avatar
21 de noviembre de 2007
Blogs de autor

El estreno de la campaña electoral

Ha empezado la campaña electoral y la entusiasta oferta de los candidatos a presidir el Gobierno de España se impondrá con elocuencia. Aunque su presencia en los paisajes urbanos se parezca a la de cualquier anuncio comercial: el mismo intruso y la misma afabilidad.

La prometedora sonrisa, el gesto complaciente, la amigable cercanía, la insólita confianza que se nos ofrece a cambio de tan poca cosa.

¿Qué puede ser más fácil: meter la mano en el bolsillo y sacar un euro -o un voto?

Al fin y al cabo, la publicidad ha sofisticado el milagro: dirige deseos insaciables hacia artefactos perecederos. Una técnica que los expertos admiran, cultivan y perfeccionan. Una vez localizada la fuente de la credulidad, los reclamos actúan sin cesar. Zapatos, relojes, bufandas o vestidos de alta costura prestan a la personalidad un poderoso fetiche. Con este amuleto -no importa lo barato que llegue a ser- se conoce la felicidad, aunque la pulsión del deseo no se agote y, sorprendentemente, nunca sienta decepción. La fusión del deseo con el objeto es perfecta: se satisface la ilusión, se sacia la insatisfacción. ¿Cuánto dura el efecto? Apenas un instante, pero su valor es supremo.

La economía de consumo en el torbellino productivo del mundo es un pacto entre el individuo y la más escéptica de sus numerosas almas: se propone colmar placeres y conoce la inutilidad del trueque. Todo es falso y ¡tan placentero!

Los candidatos que utilizan las técnicas publicitarias para implicar a los ciudadanos en la gobernanza del país cometen un terrible error. Convocan y movilizan los mismos impulsos, las ilusiones que yerran entre fugaces objetos de placer. Y reproducen el mismo pacto: todo es falso ¡y tan fácil!

En lugar de convocar la inspección sumaria del ciudadano, la publicidad electoral prefiere excitar sus emociones: ¡ensalzar al individuo sentimental!

Mejor sería aleccionar al ciudadano en la gravedad de su responsabilidad, en vez de empujarle a creer en el futuro. Mejor sería prescindir del consumidor de ilusiones y restaurar al adulto que llevamos dentro.

Vamos a seguir el rastro a esta campaña electoral. A ver qué nos depara.

Clinton y Zapatero

Leer más
profile avatar
20 de noviembre de 2007
Blogs de autor

La ruptura subversiva de la derecha española

En contraste con el aspecto de registrador de la propiedad que le caracteriza, Mariano Rajoy adopta un tono desenfadado para excitar la risotada de su público. Consciente de la impaciencia que padecen sus seguidores, se propone alimentar su despecho y ridiculiza el consenso científico internacional sobre las nefastas consecuencias del cambio climático.

José María Aznar ya no es el dignatario abrumado de otro tiempo y con alegría ofrece a los suyos ingeniosos motivos de entusiasmo. Agasajado en Valladolid con la distinción de Bodeguero de Honor de la Academia del Vino, Aznar levanta su copa para consolar a los que están hartos del control gubernamental. Vamos a fumar, beber y conducir como nos plazca, dice en un alarde de campechano orgullo popular.

El diputado Vicente Martínez Pujalte, repantigado en su asiento, soporta con desgana la amonestación del presidente del Parlamento y levanta las cejas con asombro entre la hilaridad de sus compañeros de partido. Antes de abandonar el hemiciclo hace una última reverencia no sin advertir que volverá a deleitar a los suyos con esa figura tan arraigada en la tradición popular española: el gamberro vociferante y maleducado, ajeno al ridículo y la vergüenza que su presencia impone.

Martínez Pujalte, al ser expuldado del Congreso en mayo de 2006

Con su apacible hábito cardenalicio, Jaime Mayor Oreja interviene en medio del barullo para recordarnos la sobremesa que en pleno franquismo unía a la familia alrededor del parchís.

Aunque estos episodios nacionales puedan parecer anécdotas chusqueras, rasgos de un carácter estentóreo, la irreflexiva concesión a un público nervioso o la nostalgia que desfigura la vulgar tiranía del régimen franquista, lo cierto es que pertenecen a una temeraria operación política.

El grave deterioro ocasionado al Tribunal Constitucional, mediante maniobras inconcebibles entre magistrados supuestamente investidos para interpretar el espíritu de la ley; los ataques que la radio de los obispos emite contra el rey Juan Carlos, exigiendo la abdicación del Monarca, y la marabunta de embusteros lanzada como una jauría contra los policías, fiscales y jueces que han investigado y juzgado los atentados del 11-M, son acciones orquestadas con la misma osadía.

Al principio podía parecer que la derecha, enojada por la derrota electoral de 2004, no hacía más que ejercer, con sus insidias, el derecho al pataleo y que al final se mostraría dispuesta a purgar su amargo disgusto. Pero pasado el tiempo, las embestidas de la derecha contra la Corona, el Poder Judicial, el Parlamento, las normas de la Dirección General de Tráfico, los estudios científicos sobre el cambio climático, las evidencias del sentido común y los requisitos dialécticos de la razón democrática, nos van descubriendo el alcance de la intrépida estrategia desplegada por el Partido Popular. No es que pretenda aprovechar los fallos del Gobierno socialista, ni dar forma al desagrado que la población española siente por el dislate autonómico, ni propiciar la corriente de simpatía ciudadana que haga factible una futura mayoría parlamentaria, tampoco intentará convencer a la opinión pública de las supuestas bondades de su programa. Pues a la derecha española ya no le interesa el arte de la política. Aunque eventualmente se vea obligada a manejar discursos en los que ya no cree, dedica sus energías a consolidar el fundamento ideológico que ha elegido como promesa y horizonte.

Entre otras urgencias, la instrucción doctrinal de la derecha define un doble plan. Por un lado, capitanear un movimiento antipolítico con las más tenaces presunciones de la ignorancia popular. Un estado de ánimo colectivo ensalzado por los brutos que celebran denostar lo que no entienden. Ya sea el cambio climático, cuya complejidad les asusta, o la sofisticación jurídica del derecho de gentes, cuya demora les irrita. El hábito de la sospecha difundido por los publicistas de la derecha a tal efecto ha sido una ejemplar manifestación de astucia. Pues el recelo que proponen como método de pensamiento será siempre irrefutable, inaccesible a la deliberación e impermeable al sentido moral de la duda razonable.

La segunda parte del plan de la derecha española es hacer cada día más agudo el desprestigio de las instituciones, contribuir como sea al deterioro de su imagen entre la ciudadanía y echar por tierra el arduo trabajo de restauración llevado a cabo en los tiempos de la Transición. En resumen, el objetivo de esta agitación populista es arrebatar a las instituciones del Estado su carisma y hacer irreconocible el pacto social implícito en su funcionamiento. Una liquidación simbólica que a su vez impulsará la corriente de opinión hostil al uso reflexivo de la razón ilustrada.

No es extraño que la pretensión irresponsable y belicosa de la derecha genere una corriente de estupor como no se había visto desde el estreno de la democracia. Hasta ahora lo sustancial del pacto constitucional ha consistido en compartir de buen grado las deficiencias del sistema y subsanarlas con la categoría política y profesional de los responsables de su buen gobierno. Una alianza de estabilidad que obligaba a las fuerzas políticas a disimular las insuficiencias del Estado -la escasa "independencia" de sus tres poderes, por ejemplo- mediante un acuerdo inteligente sellado para proteger el desarrollo democrático de la sociedad.

Que una de las fuerzas constitucionales haya decidido aprovecharse de las deficiencias a cuya custodia se había comprometido supone una ruptura en el paradigma elegido para gobernar España. Un quiebro que modifica la relación entre las fuerzas políticas y sociales de un país sorprendido e intrigado por la temeridad, la osadía y la intrepidez del principal partido de la oposición: el partido que deja en evidencia, con estrépito burlesco, las fallas del sistema constitucional, renuncia a la respetabilidad y adopta una impetuosa estrategia subversiva.

Esta actitud, sin embargo, no es fruto del capricho ni del oportunismo resentido. No influye en su origen la furia ofendida de los derrotados por las urnas ni la personalidad recalcitrante de su líder. La transformación de la derecha española procede de una reflexión ideológica sobre su dubitativa evolución, de una sincera meditación sobre el futuro de su acción política en el seno de unas instituciones reguladas por los artificios de la razón y de un profundo desengaño.

La primera gran decepción ha sido comprobar la caducidad de su creencia decimonónica, pues el Estado ya no es la cámara acorazada de los intereses que la derecha gestiona. En la segunda gran decepción se hunde después de contemplar el descomunal aparato legislativo y judicial que el Estado en Europa garantiza a sus ciudadanos y que la derecha debe administrar cuando gobierna.

Para la derecha más reaccionaria estas contrariedades sólo pueden significar una cosa: el progresivo aumento del control estatal sobre los negocios que afecten a los derechos de los ciudadanos. El rechazo escandalizado a la deriva "intervencionista" del Estado ha madurado gradualmente hasta convertirse en la más firme convicción de los actuales líderes del Partido Popular. Fue intuitiva y errática mientras careció de referencias tangibles, pero su trascendental encuentro con la poderosa corriente de los neocons anglosajones ha sido tan revelador como renovador. Orientada por esta decisiva influencia, la derecha española posee al fin el arrojo necesario para reconocer el estorbo de un Estado que argumenta las restricciones, consensúa los límites y aplica las leyes aprobadas mediante el uso de la razón.

La derecha reaccionaria globaliza este repudio y no por casualidad se ve secundada en su labor de agitación y propaganda por sus respectivos aliados religiosos: los predicadores televisivos en la América de Bush y los predicadores episcopales y radiofónicos en la España del PP.

Para sabotear al molesto Estado legislador no basta reventar sesiones parlamentarias con sonoras broncas o aprovechar maliciosamente el reglamento institucional. Para debilitar la autoridad de la razón hay que reinventar el odio a la Ilustración, propiciar a cualquier precio el retorno de los brujos, divulgar sus oscuras creencias y restaurar el caudal de supersticiones que enturbian el discernimiento.

Esta alianza de la derecha española con el poder religioso no es nueva, ciertamente, pero vuelve a ser imprescindible para escenificar la ruptura subversiva que su movimiento antipolítico proclama a los cuatro vientos.

Artículo publicado en: El País, 7 de noviembre de 2007. Documento en PDF

Leer más
profile avatar
8 de noviembre de 2007
Close Menu