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Móvil-activismo 2

¿Cómo conectar un teléfono móvil cubano a Twitter? 1. Lo primero es conectarse a Internet y hacerse una cuenta en http://www.twitter.com 2. Conservar en un lugar seguro el nombre de usuario y la contraseña que hemos obtenido en ese servicio. 3. Agregar a la agenda telefónica de nuestro móvil un nuevo contacto bajo el nombre de Twitter y con el número 119447624801423 4. Enviar cuatro mensajes a ese número. Cada mensaje incluirá un comando y es importante que se mande en el orden descrito a continuación, sin dejar espacios ni delante ni detrás de la palabra, sin poner acentos ni ?ñ?. Si en uno se nos va un error, habrá que empezar desde el principio: start nombredeusuario contraseña ok 5. Claro está que donde dice ?nombredeusuario? hay que poner el usuario de Twitter. 6. Los cuatro mensajes deben ser enviados uno detrás de otro. Antes de comenzar se debe verificar que tiene suficiente saldo para hacer la operación. 7. A partir de ese momento se podrán enviar mensajes (SMS) de no más de 140 caracteres a través del número telefónico 119447624801423 que ya está agregado en la agenda móvil. 8. Cada SMS enviado a ese número, después de haber hecho el procedimiento antes descrito, aparecerá publicado automáticamente en Internet. 9. Cada SMS enviado a Twitter costará 1 peso convertible, así que a preparar el bolsillo Fuente del texto: http://twitpic.com/2pqj3q

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22 de septiembre de 2010
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Cervantes en tiempos de crisis

 

  

En el Prólogo a la segunda parte del Quijote Cervantes nos cuenta, con humor del bueno, que el emperador de la China le ha enviado un embajador para contrartarlo de preceptor de español y pedirle que su novela sea libro de texto. Hoy que las instituciones académicas y culturales padecen en todas partes de autocomplacencia, la que empieza por creerse su propia publicidad,  deberíamos  cuidar que la crítica y el debate sean parte de la inteligencia de las comunicaciones.  Ahora que casi todo está subvencionado, la sonrisa de Cervantes sólo podría ser burlesca. ¿No habrá ya una beca para leer su novela?

 

Desde esta orilla norteamericana del español, quienes trabajamos en el Hispanismo atlántico, hemos contado con el Instituto Cervantes para ampliar el debate por un español internacional, hecho en una política incluyente, que no discrimine a América Latina; y que en lugar de un activismo histérico (redundante y sin público) sintonice con el diálogo académico.

 

Con sus directores (Fernando Rodríguez Lafuente, Joan Juaristi, César Antonio Molina) he compartido el clásico deporte local  de planear el futuro como un simposio. Cervantinamente, el camino no ha sido regional: nunca tuvimos que volver a La Mancha. Más bien, todos queríamos ir más lejos. Y, gracias a ello, ninguno ha tenido que vender el Quijote en la China.  Aunque es probable que más difícil será venderlo ahora en España, ya que con el Máster de Boloña hemos topado. Estoy yendo a visitar  a la actual directora para compartir los duelos y quebrantos.

 

En América Latina, las casas de España forman parte del paisaje local, y varias de ellas son un término de referencia para los más jóvenes. Las otrora anacrónicas Academias de la Lengua, son hoy todas distintas y responden a su entorno. Algunas traman el tejido literario y el académico, que muchas universidades no han sabido aún sumar. No estaría mal que los Congresos de la Lengua Española consideren incluir a las lenguas regionales.  En verdad, esos Congresos podrían ser modelos  de la conversación,  más allá de las zonas de contacto evidente, en torno a la nueva  hibridez lexical y las sumas sintácticas, que hoy son una práctica literaria y hasta un  paradigma cultural. Por ejemplo, el español andino, bien documentado por los linguistas,  produce hoy una literatura de notable riqueza, hecha en la mezcla del quechua y el español. Se trata de una lengua que se transforma en el avance de las migraciones internas, en el cruce de fronteras y normas. Por eso digo que es una lengua peregrina, que estos migrantes llevan como el instrumento más refinado de nuestra modernidad conflictiva. No muy distinto es el caso de Dante: exiliado acarreaba su lenguaje, bebiendo de él, como buen peregrino. Por eso no deberíamos extrañarnos si la próxima gran literatura hace el camino paralelo: el de los exilios, la migración, y la mezcla idiomática, allí donde la creatividad humana ya no es de este mundo. De éste, digo, no del otro. 

 

Despúes de todo, ¿qué tienen de común el quechua y el catalán, aparte de que lo usan un número igual de hablantes? ¿Qué tienen en común  el aymara o el náhuatl con el vascuence o el gallego?  El español, naturalmente. Es la lengua franca para todos ellos, esto es, la lengua de negociación civil. Si unas comunidades linguísticas han sobrevivido mejor que otras es porque han sabido dialogar. El ejemplo más vivo (menos burocrático) lo dan hoy mismo los mapuches chilenos: 35 de ellos están en huelga de hambre hace 60 días (mapuexpress.net), reclamando lugar en la mesa de negociaciones nacional.  El presidente Piñera ha hecho el ridículo al declarar que “no hay que confundir a los pueblos originales con la treintena de comuneros.” La brutalidad (no hay otra palabra) de esa declaración demuestra que se les quiere negar el origen, que es su humanidad.

 

No pocos escépticos creen que las instituciones culturales españolas son la avanzada neocolonial de una España empresarial y bancaria cuyos capitales ocupan cada vez más espacio. No deja de ser irónico que el Banco Santander haya tenido que cargar con esa mala prensa. Josefina Ludmer, a propósito de su último libro (Aquí América Latina, Una especulación) denuncia un neocolonialismo español en el espacio académico y cultural. Pero la simetría de los mercados no es homóloga a los pisos de la ecología cultural, aun si hay, como es claro, un sistema de objetos culturales que reproducen la lógica del mercado. La cultura opera en español como un sistema de pisos articulatorios.  No tendría que ser tan difícil separar la paja del grano. Pero en tiempos de crisis ni Cervantes está libre de que se perjure en su nombre. Yo ya no estoy seguro de que la nueva literatura hispánica siga siendo española y latinoamericana, sospecho que es otro mundo, más cerca del futuro.

 

Por eso, sería saludable cierta cautela al batir tambores acerca de la expansión internacional del español.  Primero, porque no es prudente hacer números con una lengua hablada por los más pobres sin pasarles el micro a ellos.  Segundo, porque valdría la pena mirarse en el espejo del francés y la Alianza Francesa, que estuvo más enraizada que el Instituto Cervantes.  La nuestra, en efecto, es una cultura institucionalmente vulnerable, que sufre hoy la burbuja de sus montos de inversión, rebajando el valor de su oferta. El costo de producción cultural es excesivo, y en la crisis actual el encarnizado modelo endogámico empeora el control de las restricciones. Más bien, éstas pueden imponer  la regresión hacia el Estado y, en su seno, el autoritarismo entrañable, y el desgaste. Tampoco parece inteligente mantener programas subvencionados donde hay menos estudiantes que funcionarios. La total ausencia de autocrítica ha creado un sonambulismo no sólo ético sino del buen gusto: el punto de saturación, en las comunicaciones tanto como en la cultura, promueve  la irrelevancia.  En tiempos de crisis, el derroche.

 

El concurso de proyectos artísticos para representar a Cataluña en la sección “Eventos” de la Bienal de Venecia, que convoca el Instituto Ramon Llull, ofrece 450,000 euros al ganador (uaav.org/wordpress/ archives/6180).  Si cada comunidad y país nuestro inviertiese esas sumas en su imagen artística, los mapuches serían nuestro último espejo verdadero.

 

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21 de septiembre de 2010
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El fin del mantel

Lévi-Strauss relata un mito africano en que hacer de comer se asimila a hacer el amor, con una correspondencia, término a término, en la que "las piedras del hogar son las nalgas, la marmita es la vagina, el cucharón, el pene".

Sin llevar las cosas tan extremadamente lejos, la relación entre la mesa y la cama y la interrelación de las expresiones de gula y lujuria ("te comería", "devórame",etc.) ponen a las claras el cruce simbólico entre la cama y la mesa y entre el mantel y la sábana. En ambas máquinas domésticas el placer se dispone sobre una superficie, un tálamo, donde se hace más explícito el objeto que se desea y en donde el deseo, sobre el mantel o las sábanas, deja sus marcas y en ocasiones de un color cercano. El mantel sucio y la cama manchada se retiran con urgencia de la vista puesto que un sentimiento aversivo, tras la ingestión opípara, convierte su visión en un enfriado testimonio incómodo. A la mesa llegan los alimentos calientes, las carnes recién horneadas tal como si su exposición se correspondiera con signos parecidos en los cuerpos de los amantes y en esta fiesta de fuego permanecen con vida.

¿Comer sin mantel? la diferencia entre una comida con o sin mantel significa hoy una diferencia de tiempos. Un periodo corto  destinado a la función de comer y un diferente aprecio por el alimento que pasa de ser manjar solemne a menú estricto, o de caliente a frío.

 El mantel prolonga simbólicamente la ingesta del festín en cuanto reunión gloriosa de la misma manera que la sábana pulcra y tersa hace pensar en un lanzamiento infinito de los cuerpos. El mantel asienta a sus  comensales sin aparente límite de tiempo y la sábana blanca y fulgurante, anticipa el lúbrico deslizamiento de un cuerpo en otro.

 De estos dos escenarios se deduce una plácida lentitud en el primero y, también,  una degustación sin reglamentario racionamiento. La mesa sin mantel indica prontitud y escasa degustación de los platos. Hace sentir el deber de la urgencia y la consumición práctica. De este modo, la copulación comercial se apoya también en superficies fáciles de reponer, fáciles de convertirse, tarde o temprano, en elementos funcionales de paso y consumación rápida.

¿Pasará esa simplificación de la ingesta una simplificación de las posibles gestaciones? No es descartable. Una escena bien conocida en la pintura, el almuerzo en la yerba de Manet, representa la cima de la comida despaciosa  y próxima a la voluptuosidad del sexo. Las figuras tendidas suavemente, sus posturas alusivas a la morbidez o al  roce inmediato y su insonoro revolcón de los vestidos, relacionan ese mantel tendido sobre el suelo con la sábana que cubre la blanda plataforma del colchón que acogen, uno y otro, la avidez de los cuerpos en pleno banquete de grasas y carne.

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21 de septiembre de 2010
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Píldoras amargas

Habrá que tragar esas píldoras amargas y habrá que hacerlo quizás con los trucos y engaños que se usa con los niños para que no lloren mientras ingieren las medicinas desagradables. Esas píldoras son exactamente todo lo contrario de lo que nuestras sociedades quieren, pero todos saben, incluidos los ciudadanos que se paran a pensar, que no hay más remedio que tomárselas. Más inmigración, aunque mejor gestionada y seleccionada, para compensar la caída demográfica, cubrir las enormes necesidades de mano de obra que se generarán en los próximos decenios y garantizar incluso el mantenimiento de un mínimo Estado de bienestar. Más impuestos, también mejor calibrados y distribuidos para no perjudica a las clases productivas, para cubrir los déficits públicos, sanear la economía y satisfacer las necesidades en inversiones que mantengan la competitividad de nuestras sociedades. Y más Europa, más integración europea y más traspaso de soberanía, para contar y pesar en las grandes decisiones y negociaciones que se producen en la nueva timba del poder mundial donde se acaba de repartir cartas mientras los europeos nos hallábamos distraídos ocupados en nuestras cosas.

No será fácil. De momento, las píldoras del doctor Futuro están dando energías y votos al populismo de extrema derecha que está ascendiendo en toda Europa y acaba de hacer su entrada en el parlamento de Suecia, la patria de la socialdemocracia y el país que había inventado en modelo más evolucionado de Estado de bienestar y de redistribución de la renta. Los populismos lo quieren todo: mantener las ventajas sociales sin aumentar impuestos ni admitir inmigrantes, y por eso se hallan en fase ascendente, especialmente entre las capas de la población más desfavorecidas y también las clases medias más golpeadas por la crisis. Sustraen clientela de los viejos electorados izquierdistas, incluidos los restos de lo que hace medio siglo fue la clase obrera. No es una casualidad que el ascenso de esa extrema derecha xenófoba y antieuropea se produzca en paralelo a la ruina del último baluarte de la izquierda, la vieja socialdemocracia europea, en retroceso en todo el continente. No es que la derecha clásica se encuentre en una situación muy boyante. La ruina ha alcanzado a todas las ideologías, de forma que al final triunfan los más pragmáticos y desideologizados, capaces de convencernos para que nos traguemos las píldoras. La socialdemocracia supo hacerlo en algún momento: véase el caso de Gerhard Schroeder, que fue quien empezó las reformas del Estado de bienestar en Alemania. Pero ahora son los partidos de centro y de derecha, sobre todo los moderados, los que tienen la mano; con la particularidad de que en muchos casos hacen ellos mismos políticas socialdemócratas aunque estén ajustando a la vez el Estado de bienestar característico de la socialdemocracia: también Alemania aporta el ejemplo, con el caso de la señora Merkel. La derecha clásica también nota los efectos del populismo, hasta el punto de sufrir su atracción fatal, como sucede en Francia, o llega a fundirse con él, como ha sucedido en Italia. La moda ahora es meterse con la izquierda. Caído el árbol, hay que hacer leña. Si no se le atribuye directamente la causa y culpa de los populismos se le hace culpable por inacción y por falta de respuestas ante este ascenso. Nada que decir si se trata de un debate sobre el pasado, pero si hablamos del futuro tiene más interés atender a la evolución de los Gobiernos de derecha y de centro derecha, la mayoría, que a veces se sienten tentados a utilizar el envoltorio de los populismos para hacer tragarnos las píldoras amargas. En algunos es de temer, incluso, que se utilice la demagogia extremista únicamente para mantener la popularidad y el poder sin llegar ni siquiera a las píldoras, es decir, las reformas que nuestras sociedades necesitan. Este es el camino en el que se encuentra la Francia de Sarkozy. A poco que se descuide el hiperpresidente se quedará sin reformas modernizadoras y sin valores republicanos. Y también, naturalmente, con una presidencia arruinada.

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21 de septiembre de 2010
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"En las historias familiares también está la historia política de un país"

Ricardo Piglia Ricardo Piglia no deja de aparecer en los medios luego de Blanco nocturno. Una novela que deja mucha tela por cortar, por lo visto. En Página12, Silvina Friera lo entrevista y comenta el relato político, esquivo pero presente, de la novela.  Aquí algunas preguntas al respecto:

?¿Por qué transcurre en 1972, cuando no se sabía aún si Perón regresaría? ?No quería situar la novela en el presente; durante un tiempo transcurrió diez años después, en la época de Malvinas, pero pensé que era un poco demagógico. No me gustan las novelas que recurren a acontecimientos muy notorios como para darles un valor suplementario. El ?72 es un año en el que todos están esperando que las cosas cambien; me pareció que era posible que la política no actuara de una manera tan directa, como pasa a menudo. ?Es muy interesante el comisario Croce, un peronista que no la pasó nada bien después del ?55, como su padre. ¿Hasta qué punto inciden los avatares del peronismo en la ?locura? de Croce? ?Creo que están muy ligados. Como sabemos, nunca hay un motivo directo, pero ciertos acontecimientos agudizan las crisis. Me interesa mucho el período de la proscripción del peronismo porque lo sufrió mi padre. Era una situación muy irritante que no se podía resolver. Croce funcionaba en este contexto muy bien. En el policial nunca hay referencias directas a la situación política, pero sí a las relaciones de poder. En el caso de Blanco nocturno, que no es una novela policial, Croce encarna y sostiene el género. Siempre he incluido rastros del género policial en todos los libros que escribí, incluido Respiración artificial.

¿De qué modo cree que esta historia íntima-familiar de los Belladona se superpone con la historia del país? ?No quise darle el sentido de una alegoría nacional; sencillamente intenté que funcionara con una historia que comenzaba con el abuelo, que es una historia real en el sentido de que es la historia de mi abuelo, el padre de mi padre que fue jefe de estación de ferrocarril. En las historias familiares también está la historia política de un país; eso es más visible en las zonas más tradicionales de la sociedad argentina, donde la herencia tiene que ver con la tierra. No quise que fuera una novela familiar; pero la estructura familiar es muy importante para la trama. Y eso es algo que hemos aprendido de Faulkner, ¡vamos a decir la verdad! Faulkner ha hecho de eso un gran uso para construir momentos densos de la historia. Pero además, yo tengo una familia por el lado de mi madre y de mi padre que te puedo asegurar que no podría contar todas esas historias, aunque viviera cinco vidas correlativas. La familia es una corporación narrativa; es uno de los grandes ámbitos de la narración, por lo menos ese tipo de familias donde, cuando yo era chico, convivían generaciones distintas en una misma cuadra del barrio.

Por otra parte, también da unas declaraciones sobre la nueva narrativa argentina. Sin novedad en el frente, parece decir, destacando las figuras de Walsh, Puig y Saer como las últimas transformaciones importantes de la literatura argentina. Y suena muy convincente:

En estos trece años que le llevó Blanco nocturno, ¿sintió que estaba produciendo una novela para la cual la realidad no estaba preparada? ?Si pienso cómo estaban las cosas hace diez años, no me parece que la literatura argentina haya cambiado mucho, mientras que si uno lee los medios, parece que cambia todo el tiempo. Han cambiado ciertos elementos de circulación, pero desde el punto de vista de las cuestiones que están en juego y de los estilos no existen signos de grandes transformaciones. Veo más bien la continuidad de ciertas poéticas que ya existen, que se van profundizando y se van adaptando temáticamente o por su modo de circular con nuevas coyunturas. En las novelas de hace diez años los personajes se mandaban cartas o se llamaban por teléfono y ahora se mandan correos electrónicos. No es un signo que tenga que ver con cómo cambia la literatura. ?¿Cuál fue el último cambio significativo que vivió la literatura argentina? ?La aparición de una serie de poéticas relacionadas con la cultura de masas, las poéticas de Saer, Puig y Walsh, a fines de los años ?60. Saer mantuvo una oposición irreductible respecto de la cultura de masas y construyó su obra como una oposición tajante. La literatura es aquello que usa una lengua que excede a los circuitos estandarizados de la cultura de masas. Puig incorporó toda la cultura de masas mientras mantuvo su carácter experimental como novelista. El fue uno de los escritores más visibles que comenzó a establecer una relación de intercambio y usos de los mundos sentimentales, los estereotipos y formas de la cultura de masas. Walsh intervino directamente en la cultura de masas; me parece el más moderno de todos porque se alejó del objeto libro. Sus grandes textos fueron publicados parcialmente en periódicos, sus intervenciones fueron cada vez más productivas, no sólo Operación masacre, que modificó la relación con el periodismo, sino el periódico de la CGT de los Argentinos, un gran acontecimiento para la historia del periodismo. Walsh produjo medios; por lo tanto, en esa relación escritura-cultura de masas es el más avanzado porque fue el primero en intervenir en esta discusión. Estas tres poéticas son los últimos grandes cambios de la literatura argentina. Hoy tenemos muchos Saer, muchos Puigs pocos Walsh? pero seguimos navegando en ese horizonte.

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21 de septiembre de 2010
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La naturaleza

 

Con La naturaleza, de Lucrecio, Editorial Gredos acaba de sobrepasar la treintena de títulos en su Biblioteca Básica, que es la versión barata de su prestigiosa colección de clásicos griegos y latinos con textos bilingües y traducciones por lo general más rigurosas que imaginativas, aunque para ello justamente el lector discrepante tenía la posibilidad de acudir al original dispuesto en la página de al lado. Prescindir de las inconfundibles tapas azules y del doble texto, aparte de la sustanciosa amortización de la colección entera que supuso el paso de la peseta al euro, permiten ahora el acceso a maravillas como La naturaleza a un precio bastante razonable si se compara con lo que cuestan los libros actualmente.

                Pero Lucrecio no es un autor que invite a ser leído abriendo el libro por la primera página y proseguir con él hasta el final. Le tocó vivir en una época muy conflictiva (la primera mitad del siglo anterior al nacimiento de Cristo) , marcada por la sanguinaria dictadura de Sila, las guerras civiles, las famosas maquinaciones de Catilina o levantamientos como el de Espartaco, que se saldó con la crucifixión a lo largo de la Via Apia del propio Espartaco y 6.000 de sus seguidores. Es  decir, un momento histórico poco propicio para que triunfase un hombre que preconizaba como valor supremo el placer, la templanza espiritual y el cultivo de la suavis amicitia (amistad tranquila). Tras el apagón generalizado ocurrido durante los siglos oscuros, y en el curso de la recuperación de la cultura griega y romana emprendida por el Renacimiento, cuando le llegó el  turno a Lucrecio ya dominaba el pensamiento cristiano y  ante la imposibilidad de silenciarlo se procedió a lo que actualmente se llamaría una campaña de difamación destinada a demoler su figura y su pensamiento. San Jerónimo, por ejemplo, sin aportar unas pruebas que todavía hoy nadie ha podido ratificar, aseguró que el poeta fue víctima de un bebedizo amoroso administrado por una mujer celosa y que su juicio quedó tan alterado que su gran tratado sobre la naturaleza tuvo que ser reescrito por Cicerón. Con ello se intentaba desactivar  las descalificaciones de la religión, a la que Lucrecio acusaba de ser uno de los grandes males que aquejan a los hombres. Actualmente ya no manda tanto como solía la Iglesia Católica pero en cambio ha cobrado gran predominio la religión de la Ciencia. Y aunque se reconoce el mérito de algunas intuiciones de Lucrecio  (por ejemplo en lo relativo al atomismo, la fuerza de la gravedad o el evolucionismo) hoy se considera  que los presupuestos sostenidos por Lucrecio para dar cuenta de las verdades que sustentan el universo han quedado desautorizados por la praxis científica,  desde las explicaciones acerca del origen del mundo  hasta el destino que a su juicio aguarda a todos y cada uno de los átomos que tan azarosamente lo conforman. Curiosamente, y dentro de ese continuo ir y venir entre la verdad y la mentira que es la historia de la Ciencia, al lector actual le basta una cultura general muy básica para advertir mientras lee dos circunstancias en apariencia contradictorias. De una parte, es evidente que los 2100 años transcurridos desde que Lucrecio escribió De rerum natura no han pasado en balde y que el mundo ya no tiene mucho que ver con el que él creía ver. Pero, al mismo tiempo, no es menos evidente que el proyecto vital de la gran composición poética lucreciana sigue siendo tan válido como cuando fue concebido. El bien supremo, viene a decir Lucrecio, la única vía de acceso a la serenidad  y el pleno disfrute de  la vida es el placer,  pero no el que procuran los sentidos sino el intelectual, pues así como la concupiscencia conduce al desasosiego y la discordia social, el predominio de la razón permite vencer el temor a la muerte y la incertidumbre sobre el futuro. "Nada nace de nada, nada vuelve a la nada".

                Una de las razones que más atraen de Lucrecio es que, aun siendo como era un moralista, no se tomaba tan en serio como para erigirse en defensor a ultranza de "la verdad". Aunque sea una imperdonable reducción, podría decirse que se regía por el principio de que la letra con arte entra. Y ésa es la forma en que, a mi juicio debe ser leído: no como quien tiene en sus manos un tratado que debe ser leído ordenadamente de principio a fin sino buscando aquí y allá los destellos de sabiduría que van surgiendo sin orden ni concierto. Basta ojear el índice para ver capítulos cuya lectura es inescusable. Por ejemplo los dedicados en el Libro III al amor y sus circunstancias. Pero hay otros más sutiles, como el plan de vida que cabe colegir de los versos introductorios del Libro II. En cierto modo, exige un tipo de lectura muy similar a la que permite degustar lal mejor de Montaigne, el cual, por cierto, fue un asiduo lector de Lucrecio.          

 

 

 

La naturaleza

Lucrecio

Biblioteca Básica Gredos

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20 de septiembre de 2010
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Claria, del río a la alcantarilla

Click here to view the embedded video. Fragmento del documental realizado por Fabián Archondo y la Fundación del Nuevo cine latinoamericano.

Mi hijo está en esa edad que podría comerse las columnas de la casa si no lo vigilamos. Abre y cierra la puerta del refrigerador, creyendo que ese electrodoméstico puede producir ?por sí sólo- comida. Es tan insaciable su apetito y tan difícil de llenar en medio de la escases y los elevados precios de los alimentos, que hemos apodado a Teo con el voraz calificativo de ?la claria?. Su avidez nos recuerda a esa especie que algún sesudo introdujo en nuestro país para potenciar la piscicultura y que es hoy una plaga en los ríos y presas. Claro que se trata sólo de una broma familiar, pues nuestro ansioso adolescente es incapaz de zamparse las cosas que entran por la boca del pez caminante. De bigotes pronunciados, un color gris azulado y la capacidad de sobrevivir hasta tres días fuera del agua, las clarias ya forman parte de nuestro paisaje rural y citadino. Son de los pocos animales que subsisten en el contaminado Río Almendares y han logrado desplazar a otros sabrosos especímenes en los congeladores de las pescaderías. Sin embargo, ni su capacidad de adaptación ni su fealdad alarman tanto como su actitud extremadamente depredadora. Comen desde roedores y pollos, hasta cachorros de perro y todo tipo de peces, ranas y pájaros. Como solución a los problemas alimentarios del Período Especial, nuestras autoridades importaron esta especie foránea y crearon con ello un colosal daño en el ecosistema. Similar irresponsabilidad ya había ocurrido con la entrada de tilapias y tencas, pero los resultados han sido incalculablemente más dramáticos con esta oscura y escurridiza criatura que hoy reina en nuestras aguas. Agazapada en el fango, saliendo por una alcantarilla en medio de la ciudad o arrastrándose a un costado de la carretera, su propagación pone en evidencia la fragilidad de la naturaleza frente a las directrices ministeriales. Se quedará por largo tiempo junto a nosotros ?no tengo dudas- incluso cuando quienes la introdujeron en el país sean sólo un recuerdo, similar a una migaja fugaz en la boca de una claria.

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20 de septiembre de 2010
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¿Errar con Reding o acertar con Sarkozy?

La vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding, no tiene razón. "Creía que Europa no volvería a conocer situaciones de este tipo después de la Guerra Mundial", declaró cuando supo que las expulsiones colectivas de gitanos rumanos eran fruto de una orden escrita del Gobierno francés. Pero su equivocación no es la que le han atribuido Sarkozy y los suyos. No es la primera vez después de la II Guerra Mundial que grupos humanos son expulsados por el solo y único delito de ser quienes son. Así sucedió en los Balcanes en la década de 1990, hasta llegar al genocidio. Así sucedió en Francia en los cincuenta, cuando ser argelino podía comportar la detención y a veces consecuencias peores. Y así ha sucedido en otros países, donde grupos de inmigrantes se han convertido de pronto en reos por el color de su piel, su religión o sus costumbres.

Nadie, sino el ofendido Sarkozy y sus aduladores, ha evocado el holocausto judío. Muchos, en cambio, han recordado que el mecanismo común en las políticas racistas y xenófobas, que los nazis llevaron a sus más extremas y criminales consecuencias, es designar como chivo expiatorio a un grupo humano débil y pobre; utilizarlo, además, como válvula de escape ante las dificultades económicas, el paro y la inseguridad que unos gobernantes incapaces no han sabido enfrentar, y traducirlo en forma de atribución de una responsabilidad colectiva, que tiene luego el correspondiente castigo también colectivo.  La razón de Sarkozy, maquiavélica y perversa, ha consistido en magnificar la supuesta ofensa como método de defensa. Con un objetivo: que nadie discuta su orden verbal en su discurso de Grenoble del 30 de julio, ni la circular posterior del Ministerio del Interior, designando a los gitanos rumanos para su expulsión colectiva, y todo se centre en el honor de Francia, el derecho soberano de su Gobierno a realizar sus políticas de inmigración o el trato que merece un grand pays por parte de las instituciones europeas. La señora Reding pudo equivocarse en sus palabras: la frontera de la Guerra Mundial no era tan nítida. Pero no se equivocó en nada más. Incluso en la expresión a la que Sarkozy se agarró como una ofensa hay un acierto pedagógico para las nuevas generaciones de esta Europa en la que no para de crecer la extrema derecha, mientras se diluye la conciencia de los tiempos en que el entero continente se hallaba sometido a una fiebre genocida. Tampoco se equivocó al apelar a los deberes de la Comisión Europea como guardiana de los tratados. Sarkozy ha vulnerado el Tratado de Lisboa, tanto en lo que afecta a derechos que recoge su carta de derechos fundamentales como a la libertad de circulación. Ni siquiera se equivocó en el tono de indignación con que reaccionó ante la mentira y el ocultamiento de las autoridades francesas, y su escasa consideración con la Comisión y también con el Parlamento Europeo, que pocos días antes había condenado las expulsiones. Hay que situar las cosas en su nivel más elemental. Es obvio que hay un problema de migraciones dentro de la UE ampliada a 27. Pero la campaña contra los gitanos rumanos es fruto optativo del cálculo electoral de Sarkozy, que quiere cerrar el paso a la eventual marea ultra que pudiera levantar Marine Le Pen con vistas a las elecciones presidenciales de 2012. Hay pocos países en Europa donde la decisión de una sola persona, en función de sus meros intereses personales, pueda pasar por encima del Gobierno, el partido de la mayoría y las instituciones. Este tipo de comportamiento tiene que ver con los poderes que tiene el presidente francés y todavía más con los que Sarkozy se toma por su cuenta. Este singular personaje ha recibido la solidaridad gremial de sus colegas del Consejo Europeo, pero su actuación y su reacción han sido profundamente antieuropeas. En el plano moral, erosiona y trivializa los valores fundacionales europeos; en el jurídico, vulnera los tratados, y en el político, reivindica la intangibilidad de Francia y la sitúa por encima de los otros socios, de Europa y de sus instituciones. Mejor equivocarse con Reding que acertar con Sarkozy.

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20 de septiembre de 2010
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La música ausente

La pintura está basada en la presencia pero la música es su antagonista puesto que no habría música sin ausencia. Puede pintarse lo que está o hacer que venga a estar lo que se ha ido. La música, sin embargo, jamás triunfa en la concreta designación de lo inmediato y nunca logra, al acarrear el pasado, desprenderlo de su pretérito melancólico. En puridad, podría decirse que la música está inventada para y por la ausencia  mientras la pintura por y para la presencia. La música nos permite pervivir mejor a través del recuerdo mientras la pintura posee la calidad de abrirnos a una  proyección inédita. El color, la forma, la composición disparan la contemplación hacia una posibilidad física, mientras la música siempre aparece acabada en la cima de su armonía.

La pintura se pinta ahora, está pintándose, la estás viendo. La música alude a un pasado, repite la emoción de una experiencia acabada o semiacabada. La música es mágica en cuanto supuestamente incorregible, culminada. La oímos precisamente con la felicidad o el dolor de haberla previamente escuchado. La pintura en cambio pugna ojo a ojo y tarda en formar parte de lo que somos.

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20 de septiembre de 2010
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