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Felliniana 1

Por 27 de septiembre de 2010 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

‘Hitchcokiano’, ‘buñuelesco’, ‘felliniano’. Yo diría que no hay más adjetivos gentilicios indiscutibles en el cine, tal vez con la salvedad, entre los vivos, de ‘almodovariano’. Esa categoría rara de obtener a escala mundial fuera de las bellas artes (lo goyesco) o la literatura (lo dantesco), la consiguió Federico Fellini pronto, a partir seguramente de su tercer largometraje ‘La strada’, y no dejó de marcar su cine y su personalidad desde entonces, aunque lo felliniano se impuso al gran público a partir de la que es su primera obra maestra absoluta, ‘La dolce vita’, que ahora cumple cincuenta años. Con ese motivo se ha publicado en España un dvd remasterizado digitalmente (la calidad de la imagen no es, sin embargo, óptima) de la película estrenada y premiada en Cannes en 1960, que, eso sí, resulta generoso en los dos discos extras que la acompañan. La he vuelto a ver con inmenso placer la noche del mismo día en que visité la exposición sobre el cineasta de Rímini, que está, después de una larga gira, en la sede madrileña de Caixaforum, donde permanecerá abierta hasta fin de año. Vean la exposición si tienen la ocasión (sobre todo por las pequeñas joyas de los ‘spots’ publicitarios rodados por Fellini, tanto el verdadero como los falsos), pero de ningún modo dejen de revisitar o descubrir ‘La dolce vita’ en el año del cincuentenario.

   Toda película que dura casi tres horas, como toda novela que ocupa seiscientas o mil páginas, encierra sus momentos de leve desmayo, y así le sucede al film que puso en circulación el término ‘paparazzi’ (tomado del apodo de uno de sus personajes secundarios, el fotógrafo sensacionalista Paparazzo). El baile al aire libre de Anita Ekberg descalza se hace largo, y el reencuentro del padre del protagonista con su hijo Marcello, interpretado por Marcello Mastroianni, se demora demasiado en el night club, aunque termina siendo profundamente conmovedor. Pero qué pertinente y qué brillante es todo el resto del film, desde su inolvidable arranque del Cristo volando en helicóptero sobre la antigua y la moderna Roma, un episodio para el que -la exposición de Caixaforum lo detalla bien- Fellini se inspiró en una ceremonia sacra desarrollada en 1956 en la plaza del Duomo de Milán.

     Fellini, que tenía pretensiones de artista plástico, es un dibujante mediocre y pueril (también eso se revela en la exposición). Hay, por el contrario, pocos cineastas que hayan sabido perfilar y rellenar con tanta densidad dramática el trazo de sus personajes, una galería que millones de espectadores hemos hecho nuestra a lo largo de una filmografía abundante en obras excepcionales. En ‘La dolce vita’ destaca la actriz despampanante y su famoso entrada en las fuentes de Trevi, pero hay otras figuras de poderosa identidad: la rica heredera deseosa de emociones fuertes (Anouk Aimée), la amante histérica, el sofisticado intelectual católico, la fauna bohemia e internacional de la Roma de entonces. De hecho, una de las posibles lecturas de ‘La dolce vita’ es la documental; Fellini pasea su cámara por los escenarios donde el concepto de vida privada y fe religiosa empezaba a degradarse (escena de las apariciones), en un relato que se debate siempre entre la atracción y el rechazo por ese mundo.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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