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Del cable, una fibra

Se acerca, pero no llega; lo anuncian aunque no se concreta. Podrá ser avistado pronto desde la Punta de Maisí y sin embargo nos parece muy lejano y remoto. El cable de fibra óptica entre Cuba y Venezuela ha sido por más de dos años la zanahoria sacudida ante los ojos de los que habitamos esta Isla de los desconectados. Sus delgados hilos han servido como argumento contra quienes sostenemos que las limitaciones para acceder a la web son más por voluntad política que por carencia de ancho de banda. Hemos estado atentos al lento periplo del cordón umbilical que conectará a La Guaira con Santiago de Cuba, al barco que lo transportó desde Francia y a esas noticias donde anuncian que multiplicará por 3 mil nuestras velocidades de transmisión de datos, imágenes y voz. Pero algo nos dice que las fibras de ese cable ya tienen nombre, dueño, ideología. Con 640 gigabytes de capacidad, el nuevo tendido se destinará especialmente a proyectos institucionales monitoreados por el gobierno. Cuando la prensa oficial menciona sus ventajas, recalca que “fortalecerá la soberanía y la seguridad nacionales”, pero ni una palabra dirigida a la mejoría del espectro informativo de los ciudadanos. A un costo de 70 millones de dólares, esta conexión submarina más parece destinada a controlarnos que a enlazarnos con el mundo, pero confío en que lograremos trastocar sus propósitos iniciales. En estos tiempos que corren, donde varias instalaciones de la llamada Batalla de Idea han pasado a convertirse en hoteles para recaudar divisas y se advierte que las empresas no rentables serán liquidadas, es muy probable que muchos de sus pulsos digitales lleguen a manos de quienes puedan pagarlos. Con autorización o sin ella, las horas de conexión se pondrán en venta, a remate, en un país en el que el desvío de recurso es práctica cotidiana, estrategia de sobrevivencia. Cuando quedemos conectados con Venezuela a través del lecho marino, será más inmoral mantener los altos costos que en los hoteles y otros sitios públicos tiene el acceder a la gran telaraña mundial. También se perderá la justificación para no permitir que los cubanos contratemos una cuenta doméstica con la que podamos colarnos en el ciberespacio y será más difícil convencernos de por qué no podemos tener a mano a Youtube, Facebook, Gmail. Las conexiones piratas aumentarán, el mercado negro de filmes y documentales se nutrirá de esos megabytes que recorren nuestra plataforma insular. En los centros laborales con Internet, los empleados la usarán también para inscribirse en sorteos de visa, en sitios extranjeros de búsqueda de trabajo o en chats amorosos. No van a poder impedir que empleemos ese cable en algo muy distinto de lo que proyectan quienes lo compraron, esos que creen que una Isla puede quedar atada y bien atada con un simple cordón de fibra óptica.

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24 de enero de 2011
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¿Vamos a dejar solos a los árabes?

La hora de la democracia ha sonado en el mundo árabe, pero los europeos apenas nos hemos enterado. Ahí están los comunicados, huecos como sonajeros, con las alharacas de rigor de Gobiernos e instituciones europeas por la revolución democrática que ha echado del poder al sátrapa y ladrón Ben Alí, debidamente refugiado bajo las chilabas de los déspotas saudíes. Mientras están en el poder, todos son amigos e incluso hermanos y primos de nuestros presidentes de repúblicas y nuestros monarcas constitucionales. El caso es especialmente vergonzoso para los tres países más imbricados e implicados en el norte de África, pero es una responsabilidad que a todos alcanza, empezando por el gran patrono de esta política que ha sido Estados Unidos, con su estrecha relación estratégica con Arabia Saudí, el país que por su riqueza, su actitud proselitista y su poder militar más se aproxima al papel que la Unión Soviética realizaba en relación al bloque comunista.

Nada se ha hecho históricamente para ayudar a estos países a alcanzar la libertad. Menos todavía las últimas semanas de revuelta popular, con la excepción honorable de la diplomacia de Hillary Clinton y Barack Obama, a la que cabe atribuir además el mérito de los despachos de Wikileaks en la denuncia de la cleptocracia derrocada. Pero lo peor es la actitud de los países vecinos y de la Unión Europea, una vez expulsado el dictador y su familia, empezando por la Francia de Sarkozy, ejemplo ignominioso de hipocresía en las relaciones internacionales, que ha venido apoyando al dictador hasta última hora. A los europeos no parece importarnos en absoluto la libertad de los países árabes, y nos estamos hundiendo en la indiferencia y el escepticismo en vez de volcarnos, Gobiernos, instituciones y sociedades civiles, en la solidaridad y la ayuda a los tunecinos, en la vigilancia a las provocaciones de los regímenes vecinos y en la movilización de nuestra diplomacia para favorecer esta primavera árabe. La revolución tunecina interpela directamente a la inexistente política exterior de la Unión Europea y, sobre todo, a su política mediterránea. Todo lo que se ha hecho desde que terminó la guerra fría se ha revelado insuficiente o directamente erróneo, guiado por un afán de estabilidad al que todo se ha sacrificado. Basta recordar las estrategias desplegadas frente a la Unión Soviética hasta que prendió la revolución democrática de 1989 para percibirnos de los errores cometidos voluntariamente con los árabes. El mérito es ahora entero de los tunecinos. Nada nos deben a los europeos. Pero los europeos estamos en deuda con los pueblos árabes, que merecen la libertad como todos los pueblos. De la revolución tunecina debiera salir, al menos, una nueva exigencia a los Gobiernos para que levanten el listón de los derechos humanos en sus relaciones con el resto del mundo.

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23 de enero de 2011
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Viejitos

Compró una caja de cigarros fuertes aunque no fuma, una bolsa de tela para mandados a pesar de que llevaba otra consigo y dos aburridos ejemplares de Granma de un mismo día. Lo hizo para ayudar a esos viejitos de cuerpos temblorosos y ojos enrojecidos que venden infinitas menudencias en las calles de La Habana. Gente con las piernas trabadas por la artrosis, el bastón completando su desgarbada anatomía y el pelo encanecido por los años. Ancianos y ancianas lanzados al mercado informal exhibiendo su magra mercancía en los portales de las avenidas Reina, Galiano, Monte y Belascoaín. Septuagenarios obligados a revender su cuota normada de alimentos ?cada vez más reducida? y abuelitas de rostro triste que comen gracias a los caramelos o los cucuruchos de maní que ellas mismas ofertan a la salida de las escuelas. Miles de viejitos cubanos han tenido que volver -al final de sus vidas? a una jornada laboral, esta vez marcada por la ilegalidad y el riesgo. Manos que se estremecen por el Parkinson muestran golosinas azucaradas en las paradas de los ómnibus y rostros arrugadísimos nos miran mientras dicen que tiene cuchillas de afeitar a sólo cinco pesos. Sus pensiones son extremadamente bajas y el merecido descanso que proyectaron tener se les ha convertido en días agitados escondiéndose de la policía. El sistema que ayudaron a edificar no puede proveerlos hoy de una vejez digna, no logra evitarles la miseria. Desgarbado y arrastrando los pies, aquel octogenario de la esquina pregona que tiene esponjas para fregar y tubos de cola loca que lo pegan todo. Una muchacha pasa y comprueba el contenido de su monedero, no le alcanza ni para lo uno ni para lo otro, pero mañana regresará y para aliviarlo le comprará algo, así sea uno de esos periódicos nacionales que sólo publican rostros de ancianos felices y satisfechos.

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22 de enero de 2011
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Louis Ferdinand Celine sin perdón

Louis Ferdinand Celine Ningún homenaje oficial hará Francia por el cincuentenario de la muerte de Louis Ferdinand Celine. ?Celine es un excelente escritor, pero un perfecto cabrón? ha dicho el alcalde de París. No ha sido perdonado. Dice la nota de Ana Teruel en ?El País?:

No habrá homenaje oficial en Francia por el cincuenta aniversario de la muerte de Louis-Ferdinand Céline, fallecido el 1 de julio de 1961. Así lo ha hecho saber hoy por la tarde el titular de Cultura, Frédéric Mitterrand, tras varios días de polémica. Escritor de talento indiscutible a la par que notorio antisemita, Céline formaba parte de la Selección de celebraciones nacionales 2011, una lista de eventos y personalidades retenidos por un comité de expertos para ser homenajeados este año por la República Francesa. La publicación, editada por el Ministerio de Cultura, debía ser presentada hoy. Pero el ministro dio marcha atrás en el último momento, accediendo a la petición formulada unos días antes por al abogado Serge Klarsfeld, conocido cazador de nazis y presidente de la asociación de hijos de deportados judíos FFDJF. ?Tras una profunda reflexión, y sin dejarme llevar por la emoción del momento, he decidido que no figure Céline en las celebraciones nacionales?, ha explicado Mitterrand en la capilla de la escuela de Bellas Artes de París. El ministro ha subrayado la contribución del autor a la historia de la literatura, pero ?el hecho de haber puesto su pluma a disposición de una ideologías repugnante, la del antisemitismo (?) no se inscribe en el principio de las celebraciones nacionales?.

Algunos críticos, desde luego, han mostrado su descontento:

?Pensaba que la opinión había evolucionado y que las clases dirigentes lo tenían en cuenta?, ha reaccionado el académico Henri Godard, uno de los mayores especialistas en Francia del escritor. ?Estoy un poco indignado, pensaba que este tema estaba solucionado cuando se me pidió escribir la nota?. El crítico literario había redactado el ensayo que en principio la publicación del Ministerio de Cultura iba a dedicar a Céline y que hasta esta tarde estaba disponible en la página en Internet de los Archivos Nacionales. En ella Godard empezaba de entrada con la pregunta: ?¿Debemos, podemos celebrar a Céline??, consciente de los recelos que levanta el autor. ?Fue un hombre de un antisemitismo virulento (?) pero es también el autor de una obra novelesca de la que se ha convertido en habitual decir, que con la de Proust, domina la novela francesa de la primera mitad del siglo XX?, añadía.

Otros opinan  (?) que es tiempo de enfrentarse de una vez al enigma Céline, con todas sus contradicciones. ?Aunque la conmemoración sirviese solo a eso (?) a empezar a entender la oscura y monstruosa relación que ha podido existir, en el caso de Céline al igual que en otras personalidades, entre el genio y la infamia, habrá sido no solo legítima, sino útil y necesaria?, escribe al respecto el filósofo Bernard-Henri Lévy, en la revista digital La Règle du Jeu.

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22 de enero de 2011
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Una estatua de Lenin en Las Vegas

Caminaba con mis hijos por el hotel Mandalay Bay en Las Vegas, rumbo al acuario de los tiburones, cuando una enorme estatua de yeso y estuco me llamó la atención. A pesar de que no tenía cabeza, parecía la de un caudillo. Me acerqué y leí en un letrero que se trataba de Lenin. Estaba en la puerta del restaurante Red Square, alguna vez elegido por la revista Playboy como el mejor del mundo. Luego me enteraría de que había sido inaugurado en 1999, con la estatua de Lenin todavía con cabeza, pero que ante las quejas de algunos militares los dueños del restaurante decidieron que lo mejor era decapitarla (y poner las manchas blancas en los hombros y los zapatos para simular deyecciones de palomas).   

Fascinado por el restaurante, volví al día siguiente. La decoración del local simulaba los primeros años de la revolución comunista: había un mural que glorificaba al Trabajador, la hoz y el martillo estaban por todas partes, al igual que candelabros bañados en oro que parecían sacados del viejo orden zarista. Las Vegas es una suerte de parque temático para adultos y tiene una obsesión kitsch por replicar todo (mi hijo mayor quedó encantado con la estatua de la libertad, el menor con la esfinge de Giza); más allá del mal gusto, aquí se les iba la mano: se celebraba el totalitarismo soviético sin ningún tipo de preocupación por el trasfondo histórico (la literatura se adelanta a estas cosas: en Por favor, rebobinar, de Alberto Fuguet [1994], se describe el bar de un hotel en Santiago con las paredes decoradas con fotos de los años de Allende y Pinochet).

El Mandalay Bay es uno de los hoteles y casinos más lujosos de una ciudad que se ha convertido en símbolo del exceso, la decadencia capitalistas; una ciudad que, incluso en época de crisis, no descansa. Resulta una tragicomedia del destino que Lenin, uno de los grandes líderes del siglo XX, haya terminado como reclamo turístico en un restaurante caro en las entrañas de un casino del sistema enemigo. Los turistas juegan su dinero en las mesas y las máquinas del Mandalay Bay, y luego pueden ir a tomar uno de los ciento cincuenta vodkas que ofrece el Red Square (los nombres de los tragos son burlones: está, por ejemplo, el Crisis de los misiles cubanos). Si piden uno de los vodkas más caros, pueden recibir un premio: pasar al depósito del restaurante y ver, en un freezer gigante, la cabeza de ciento quince kilos de Lenin. Pero la mayoría no pregunta. El triunfo parece haber sido tan completo que muchos no saben (ni les interesa saber) quién fue Lenin.

(Qué Pasa, 21 de enero 2011)

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21 de enero de 2011
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Nihilismo de ‘Bourbaki’

Hace ya dos años me refería aquí al hecho de que el grupo de matemáticos que respondía al pseudónimo Bourbaki expulsaba a sus miembros a la edad de cuarenta años, considerando que eran ya solar "estéril para la viña" (es decir incapaces de  enriquecer con nuevo fruto el campo de la matemática), aunque aún pudieran  servir "para el cultivo de la remolacha" (en ese terreno semi- baldío  en el que florece la matemática aplicada o la  pedagogía de la disciplina).

Señalaba en mi columna  que ni los miembros de Bourbaki eran genetistas ni la genética había  alcanzado entonces el despliegue exponencial que le permite hoy en día ser, por ejemplo, un imprescindible aliado de la paleontología (ejemplo más reciente el descubrimiento en la cueva de Denisova en Siberia  de restos de  un hominido cuyo genoma no coincidirían con el de los neandertales, ni con el de homo sapiens). Los bourbakianos se limitaban a una trivial generalización por inducción: de  la constatación empírica de que, en edad aun temprana, los individuos dan ya  muestras de debilitamiento en la capacidad intelectual, pasaban a la abusiva conclusión de que el ser humano es rápidamente un ser intelectualmente asténico.

Si hubiera que buscar una base a esta convicción cabría decir que los bourbakianos aceptaban como palabra evangélica algo que hoy es puesto en tela de juicio, a saber, que el monto de células cerebrales, de las que se haya dotado el ser humano desde el nacimiento, va reduciéndose con el tiempo sin posibilidad de reposición, y ello por mucho que se constatara que en el resto del cuerpo sí se da un cierto grado de reposición de órganos. La proliferación de nuevas neuronas no se produciría  únicamente en  cerebros de personas con buena salud, sino incluso en víctimas de graves enfermedades degenerativas (al respecto E. Goldberg La paradoja de la sabiduría. Traducción de Joan Lluís Riera, Crítica: Barcelona, 2006, p. 279).

Pero esta suerte de nihilismo que mueve a empujar a los arcenes de la vida del espíritu a personas incluso plenamente activas en el registro biológico convencional, tiene particular acuidad cuando se aplica no ya a la capacidad de invención en una disciplina dada, sino a la capacidad de  acceder a la disciplina misma. Pues, en el caso particular de la matemática, ello equivale casi a  negación de la capacidad (fundamental para la condición humana)  de insertarse en el orden de los símbolos. En el "primer tratado de matemáticas de la historia", una tablilla  de hace 77000 años encontrada en una cueva de Sudáfrica, en la que unas aspas  a las  cortan líneas paralelas forjando diversas figuras geométricas, el paleontólogo Jordi Agustí (en un texto de próxima aparición) encuentra un signo primordial de  la emergencia de lo no dado como expresión del gran poder  del pensamiento simbólico.

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21 de enero de 2011
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III. Redentores sordomudos

Volvamos otra vez al teatro del absurdo, e invoquemos Las sillas de Ionesco. Es el escenario hay cada vez más sillas, todas vacías, tantas que ya no caben más. Entonces aparece el Gran Orador para decir su discurso, un discurso capaz de redimir a la humanidad entera. Comienza a hablar frente a las sillas vacías, pero de su boca no salen sino estertores y sonidos guturales, porque es sordomudo. ¿Estamos en el siglo veintiuno ante la democracia de las sillas vacías, o vaciadas, y de los redentores sordomudos?

            Redentores sordomudos que firman decretos frente a las sillas vacías, una nueva técnica del golpe de estado, arte éste que conoce infinitas variantes, tantas como la viciada imaginación del poder absoluto quiera. Ya lo habíamos visto antes, cuando fue electo alcalde de Caracas alguien que al Gran Orador no le gustaba. Lo despojó de sus funciones, también de un plumazo, o de un sablazo, y nombró por encima de él a un funcionario de facto que las asumió todas.

            Ahora veamos a la democracia, desvestida y vuelta a vestir de falsos ropajes, recorrer la pasarela que termina frente al estrado del mago. El mago prestidigitador que en lugar de vaciar las sillas, transforma a sus ocupantes con actos de ilusionismo, cambiándolos de sustancia. Para presenciar un acto semejante, tenemos que cambiar de teatro, y de escenario. Al instalarse la Asamblea Nacional de Nicaragua en enero de 2007, el partido del presidente Daniel Ortega tenía 38 asientos de un total de 90, de acuerdo a los resultados electorales, muy lejos de la mayoría absoluta; hoy, sus artes de prestidigitación han elevado ese número a 52, al menos.

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21 de enero de 2011
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Falleció Luis Jaime Cisneros

Luis Jaime Cisneros (fuente: el comercio) Recuerdo que el primer examen de mi vida universitaria lo di en el curso de Lengua, en 1985. El profesor fue Luis Jaime Cisneros. Me acuerdo de la calificación: 10 (es decir, jalado). Y la frase con aquella inolvidable letra que tenía: ?Su capacidad de lectura es mínima?. Fui a hablar con él a su oficina, me trató no como a un adolescente reprobado sino como a un universitario, un hombre, una persona que tenía pretensiones intelectuales. Fue el primero en saber que quería ser escritor. Fue el primero en enseñarme a leer. Llevé luego muchos cursos con él, en Letras y en Humanidades. Su lectura de El Quijote fue iluminadora. Su sentido del humor era prodigioso, tanto como su generosidad para los que nos acercábamos a él para preguntarle cualquier cosa. Como mi especialidad no era Linguística, no fui parte de sus alumnos más cercanos, pero siempre pude conversar con él después de clases y nunca, jamás, dejó de acordarse de la primera vez que fui a su oficina asustado porque, si mi capacidad de lectura era mínima, jamás podría ser escritor. Se alegró por cada libro mío publicado, me comentó varias veces artículos que escribí, sentí (como todos lo que lo conocieron, y con eso me refiero a casi todos los alumnos de literatura y linguística de la universidad) que estaba pendiente de mí.  La última vez que lo vi, hace varios años, fue un regalo. No solo para mí sino para mis alumnos en la Escuela de Literatura que, junto a Alonso Cueto, fundamos en el CCPUCP y perduró hasta el año pasado. Luis Jaime fue nuestro invitado en una de las clausuras de ciclo y habló del lenguaje surrealista. Lo hizo con una calidad, con una capacidad, a pesar de los años, que me llevó de inmediato a mis inicios en la universidad y esa sensación que él sabía dejar: el mundo intelectual o académico no es un mundo sombrío o mustio sino que está lleno de placeres inmensos y una felicidad constante. Hoy murió Luis Jaime Cisneros a los 89 años de edad. Fue un buen amigo, un gran maestro, un extraordinario ciudadano, preocupado por el país, por la sociedad, por la cultura y por los derechos humanos. Una pérdida enorme para el Perú. 

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20 de enero de 2011
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Kafka, Madrid y su tío

 

 

Llevo muchos años pensando en que hubiera sido de Kafka en Madrid. ¿Cómo hubiera sido un Kafka madrileño? Algo que estuvo a punto de suceder. Madrid para Frank Kafka fue un Dorado deseado, soñado y nunca conseguido. Estaba cansado de su vida en Praga, del incierto futuro en su oscuro trabajo, de sus amigos y hasta de sus amigas. Estaba harto del padre. De los ritos y los mitos de los suyos. Kafka quería huir. Quería ser otro y moverse entre los cafés de Madrid, viajar en sus tranvías, escaparse al sur, beber vino y ser capaz de comer un cocido madrileño.

No pudo ser. No quiso su "tío de Madrid". El alto cargo, el director general de los ferrocarriles del Oeste de España, esos que llevaban a los ricos y modernos de entonces hasta las playas y los casinos de Estoril. El tío de Kafka, el tío de Madrid, Alfredo Loewy, nunca quiso hacerse cargo de su sobrino, ese chico triste que quería ser escritor, Nada hizo para ayudar a que cambiara de vida, para acogerlo en su cómoda casa madrileña. No estaba dispuesto a que su sobrino descubriera su nueva vida española. Ni que fuera testigo de su vida feliz de viejo con joven amante. No, el tío no quería tener cerca de la familia. Y mucho menos a un joven de incierto futuro. Y no consintió que el joven Franz se hiciera madrileño y paseante por sus tertulias, por sus terrazas y por sus bares abiertos hasta la madrugada. Kafka nunca vino a Madrid.

Siempre pensé que esa historia era material para un escritor. Una vez se lo comenté a Vila Matas, pero no me hizo mucho caso. Ahora me llega la sorpresa de encontrar la historia en un cuento breve, y extraordinario, de Juan Eduardo Zúñiga. Una narración corta llamada "No llegará el sobrino de Praga". Apenas unas líneas en su libro de relatos "Brillan monedas oxidadas" pero capaces de contener todo el drama, los miedos y la frustración de un viaje que nunca llegó a ser. Todavía hay historia que contar, que especular, que imaginar, pero con el relato de Zúñiga ya me doy por compensado con ese madrileño que nunca existió. No consiguió vivir en la ciudad deseada. Se tuvo que refugiar en la literatura. Tampoco nunca estuvo en América. Ni en China. En realidad a penar salió del más extraordinario viaje: él mismo.

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20 de enero de 2011
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Abrazos y codazos

Nos dirigimos a toda velocidad hacia los paisajes desconocidos de un mundo distinto pero no tenemos mapa de carreteras para llegar al destino. No sabemos cómo se llega ni qué hay allí. Sí sabemos algo: este siglo en el que ya estamos instalados pertenece por el momento a dos grandes países, que ahora ya abarcan un tercio de la economía mundial y una cuarta parte de su población. Pero poco podemos decir de cómo será la relación entre las dos superpotencias y de ambas con el resto del mundo. La única referencia, que viene de la guerra fría, no vale, aunque algunos, en Pekín y en Washington, se empeñen en utilizarla.

Nunca una relación bilateral entre dos naciones ha sido tan crucial para todos. Contar con la hoja de ruta hacia este futuro con dos superpotencias no es un problema que deba preocupar únicamente a chinos y estadounidenses. Hasta el momento hemos contado con teorías para todos los gustos: un país doble, transpacífico, de nombre Chimérica, según la imaginación ya superada del historiador Nial Ferguson; un G-2, reducción drástica de la gobernanza económica mundial del G-20; o ahora, los tambores reticentes que anuncian esta nueva guerra fría y un mundo tensado por una nueva bipolaridad. El ascenso chino parece distinto al de cualquier otra superpotencia en la historia. Desde Pekín se insiste en que será pacífico y se recuerda la tradición de una política exterior fundada en la buena vecindad y no en la expansión. No lo ven así muchos países asiáticos, que recelan cada vez más del gigante que crece a sus puertas. Estados Unidos también ascendió de forma relativamente pacífica (véase la guerra con España por Cuba y Filipinas) hasta que rompió el perímetro americano de su influencia y se convirtió en un imperio y la mayor superpotencia militar de la historia. No sirve como término comparativo el de la Unión Soviética. A diferencia del peculiar capitalismo dirigido chino, la economía soviética fue un fracaso espectacular y nunca jugó papel alguno en relación a las economías occidentales. China tiene una aproximación pragmática y nada ideológica a sus relaciones exteriores, sin voluntad proselitista, ciñéndose meramente a la defensa de sus intereses. Pero sigue siendo un país totalitario, sometido a la férula del partido único, sin libertades públicas, sin pluralismo y sin Estado de derecho. La visita de Hu Jintao a Washington es un buen momento para avistar este futuro. Su preparación nos ha ofrecido uno de los mayores despliegues de discursos y artículos de las voces más autorizadas en política internacional, tanto de la Administración norteamericana como de sus think tanks. En los días inmediatamente anteriores, tres miembros del Gobierno han echado presión sobre China: Hillary Clinton respecto a los derechos humanos, Robert Gates respecto al desarrollo militar y Timothy Geithner sobre el yuan y la competencia desleal que sufren las compañías extranjeras. El ex secretario de Estado Henry Kissinger, pionero de la apertura hacia Pekín, ha apostado abiertamente por ?la construcción de un orden mundial emergente como una empresa conjunta?, a través de ?una comunidad pacífica? que organice el siglo XXI lejos de cualquier política de bloques, con mecanismos de consulta en todos los ámbitos, la elaboración de objetivos a largo plazo y la coordinación de posiciones en las conferencias internacionales. El filósofo del fin de la Historia, Francis Fukuyama, ha advertido, sobre las ventajas del sistema político chino para tomar ?con gran rapidez decisiones de amplio alcance y complejidad con relativa eficacia, sobre todo en el terreno económico?, en abierto contraste con ?la polarización y la rigidez ideológica? del sistema norteamericano, inquietante observación aplicable al conjunto de los países occidentales. La idea de un modelo chino atractivo refuerza la imprescindible inclusión de una exigente política de derechos humanos en la agenda de las relaciones internacionales de EE UU y de la Unión Europea, algo que no únicamente afecta a China. Quien mejor ha descrito este reto ha sido Li Xiaorong, uno de los disidentes que Obama quiso recibir en los preparativos del viaje, en un artículo publicado por la New York Review of Books: ?EE UU debe predicar con el ejemplo. Debe tener un efecto en los cambios positivos en China y en todo el mundo por su respeto a los derechos humanos y su reforzamiento de la democracia en casa y su liderazgo global en el fomento de los derechos humanos como principio conductor de su política exterior. Cuando EE UU elimina la tortura, protege la prensa libre o pone la asistencia sanitaria al alcance de todos, quienes promueven los derechos humanos y se expresan contra los abusos en ambientes hostiles pueden mantener la cabeza bien alta y continuar el difícil combate que sostienen con grandes riesgos personales?. Para este viaje con China hacia lo desconocido no sirven solo los hombres de negocios; se necesitará cada vez más a los militantes de los derechos humanos.

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20 de enero de 2011
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