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Kafka, Madrid y su tío

Por 20 de enero de 2011 Sin comentarios

Javier Rioyo

 

 

Llevo muchos años pensando en que hubiera sido de Kafka en Madrid. ¿Cómo hubiera sido un Kafka madrileño? Algo que estuvo a punto de suceder. Madrid para Frank Kafka fue un Dorado deseado, soñado y nunca conseguido. Estaba cansado de su vida en Praga, del incierto futuro en su oscuro trabajo, de sus amigos y hasta de sus amigas. Estaba harto del padre. De los ritos y los mitos de los suyos. Kafka quería huir. Quería ser otro y moverse entre los cafés de Madrid, viajar en sus tranvías, escaparse al sur, beber vino y ser capaz de comer un cocido madrileño.

No pudo ser. No quiso su "tío de Madrid". El alto cargo, el director general de los ferrocarriles del Oeste de España, esos que llevaban a los ricos y modernos de entonces hasta las playas y los casinos de Estoril. El tío de Kafka, el tío de Madrid, Alfredo Loewy, nunca quiso hacerse cargo de su sobrino, ese chico triste que quería ser escritor, Nada hizo para ayudar a que cambiara de vida, para acogerlo en su cómoda casa madrileña. No estaba dispuesto a que su sobrino descubriera su nueva vida española. Ni que fuera testigo de su vida feliz de viejo con joven amante. No, el tío no quería tener cerca de la familia. Y mucho menos a un joven de incierto futuro. Y no consintió que el joven Franz se hiciera madrileño y paseante por sus tertulias, por sus terrazas y por sus bares abiertos hasta la madrugada. Kafka nunca vino a Madrid.

Siempre pensé que esa historia era material para un escritor. Una vez se lo comenté a Vila Matas, pero no me hizo mucho caso. Ahora me llega la sorpresa de encontrar la historia en un cuento breve, y extraordinario, de Juan Eduardo Zúñiga. Una narración corta llamada "No llegará el sobrino de Praga". Apenas unas líneas en su libro de relatos "Brillan monedas oxidadas" pero capaces de contener todo el drama, los miedos y la frustración de un viaje que nunca llegó a ser. Todavía hay historia que contar, que especular, que imaginar, pero con el relato de Zúñiga ya me doy por compensado con ese madrileño que nunca existió. No consiguió vivir en la ciudad deseada. Se tuvo que refugiar en la literatura. Tampoco nunca estuvo en América. Ni en China. En realidad a penar salió del más extraordinario viaje: él mismo.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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