Víctor Gómez Pin
Hace ya dos años me refería aquí al hecho de que el grupo de matemáticos que respondía al pseudónimo Bourbaki expulsaba a sus miembros a la edad de cuarenta años, considerando que eran ya solar "estéril para la viña" (es decir incapaces de enriquecer con nuevo fruto el campo de la matemática), aunque aún pudieran servir "para el cultivo de la remolacha" (en ese terreno semi- baldío en el que florece la matemática aplicada o la pedagogía de la disciplina).
Señalaba en mi columna que ni los miembros de Bourbaki eran genetistas ni la genética había alcanzado entonces el despliegue exponencial que le permite hoy en día ser, por ejemplo, un imprescindible aliado de la paleontología (ejemplo más reciente el descubrimiento en la cueva de Denisova en Siberia de restos de un hominido cuyo genoma no coincidirían con el de los neandertales, ni con el de homo sapiens). Los bourbakianos se limitaban a una trivial generalización por inducción: de la constatación empírica de que, en edad aun temprana, los individuos dan ya muestras de debilitamiento en la capacidad intelectual, pasaban a la abusiva conclusión de que el ser humano es rápidamente un ser intelectualmente asténico.
Si hubiera que buscar una base a esta convicción cabría decir que los bourbakianos aceptaban como palabra evangélica algo que hoy es puesto en tela de juicio, a saber, que el monto de células cerebrales, de las que se haya dotado el ser humano desde el nacimiento, va reduciéndose con el tiempo sin posibilidad de reposición, y ello por mucho que se constatara que en el resto del cuerpo sí se da un cierto grado de reposición de órganos. La proliferación de nuevas neuronas no se produciría únicamente en cerebros de personas con buena salud, sino incluso en víctimas de graves enfermedades degenerativas (al respecto E. Goldberg La paradoja de la sabiduría. Traducción de Joan Lluís Riera, Crítica: Barcelona, 2006, p. 279).
Pero esta suerte de nihilismo que mueve a empujar a los arcenes de la vida del espíritu a personas incluso plenamente activas en el registro biológico convencional, tiene particular acuidad cuando se aplica no ya a la capacidad de invención en una disciplina dada, sino a la capacidad de acceder a la disciplina misma. Pues, en el caso particular de la matemática, ello equivale casi a negación de la capacidad (fundamental para la condición humana) de insertarse en el orden de los símbolos. En el "primer tratado de matemáticas de la historia", una tablilla de hace 77000 años encontrada en una cueva de Sudáfrica, en la que unas aspas a las cortan líneas paralelas forjando diversas figuras geométricas, el paleontólogo Jordi Agustí (en un texto de próxima aparición) encuentra un signo primordial de la emergencia de lo no dado como expresión del gran poder del pensamiento simbólico.