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Nunca más besado.- Este es el corto de Wes Craven en Paris, Je…

Nunca más besado.- Este es el corto de Wes Craven en Paris, Je T´aime que sucede en el cementerio Pére Lachaise y que incluye la tumba de Oscar Wilde, el beso a la tumba (que nunca más se podrá dar) e incluso una intervención espectral de Wilde aconsejando al recién casado. Un homenaje a los 111 años de la muerte del autor irlandés y a las modificaciones en su tumba.

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1 de diciembre de 2011
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Aterrizajes de emergencia

Los aviones van aterrizando, pero lo hacen como y donde pueden. Nadie ha pensado en construir una pista, apenas unas balizas improvisadas. Todo sucede con gran sacrificio y una ilusión desbordante en el pasaje y la tripulación, y justo al lado de casa, sin que nadie nos haya pedido nuestra opinión. Con toda la razón. La improvisación y la falta de previsión son nuestras y tendrán consecuencias para todos. Pero la decisión de aterrizar no nos pertenece.

Es una imagen potente, que utiliza Javier Solana en sus charlas sobre nuestro planeta en transformación, y se refiere a la comparación entre las revoluciones de 1989 en Europa central y oriental y las de 2011 en el mundo árabe. La UE puso entonces la pista de aterrizaje para que los países que se habían sacado de encima el yugo soviético pudieran integrarse en la nueva Europa unificada, mientras que Estados Unidos puso la seguridad de la OTAN. Ahora, en cambio, no sucede ni lo uno ni lo otro. No hay pista europea para este aterrizaje. Y tampoco hay seguridad. Al contrario, tanto Bruselas como Washington olvidaron con dolosa desmemoria el tendido de pistas para que los países árabes alcanzaran la democracia. La entera primavera árabe ha pillado a la UE y a EE UU en la peor posición posible, en un momento de profunda somnolencia política y de desordenada reacción ante esas turbulencias financieras que luego fueron crisis de las deudas soberana y ahora ya es del euro y del entero proyecto europeo. Los socios de la UE apoyaron a los regímenes dictatoriales hasta el último minuto y en algunos casos más allá incluso. Mandaron a los países de mayoría islámica el claro mensaje de que Europa es un club cristiano, cuestión que los conservadores de casi todos los países intentaron inscribir en la finalmente nonata Constitución europea. Rechazaron con aplazamientos y obstáculos artificiosos la candidatura de Turquía. Se encastillaron en el proteccionismo agrícola y comercial y, al llegar la recesión económica, impusieron barreras a la circulación de personas y a la inmigración, además de enervar los reflejos populistas más xenófobos e islamófobos. Esas fueron las pistas que tendimos a esos países sometidos a largos años de dictadura: aterriza como puedas. No hablemos ya de las pistas tendidas por Washington: muy pensadas para la estabilidad y la seguridad de Israel y poco para los ciudadanos de estos países. Y sin contar las pistas falsas de Irak y Afganistán, que han conducido al desastre. Por eso el despertar será doloroso. Cuando salgamos de nuestra crisis y despertemos, tomaremos plena conciencia de que las pistas improvisadas son verdes, de un restallante verde islámico, y que lo único que se dilucida estos días es qué tonalidad tendrán. Los primeros datos de las elecciones egipcias no albergan dudas sobre las gamas a escoger. No quisimos el verde moderado turco y podemos tener dos tazas de verde intenso ahora. Se disputan la hegemonía en la zona el verde democrático turco, el rigorista saudí y el autoritario y clerical de los persas. Podemos consolarnos con la idea de que el verde explosivo de Al Qaeda está fuera de juego y que la pista turca sigue teniendo muy buen tirón. Hay que ser claro respecto a los disgustos que procurará este nuevo mapa. Los habrá. En libertades y derechos humanos, estatuto de la mujer, laicidad, y minorías religiosas, como los coptos egipcios, cada vez más vulnerables y desprotegidos. También en la arena de la política internacional, que no se organizará bajo el prisma occidental. Estos países tendrán una actitud distinta y más activa ante el conflicto israelo-palestino; Hamás no será una organización terrorista para ellos; la relación con Teherán no será de enemistad, y mucho menos de incomunicación, sino de rivalidad y competencia por la hegemonía y el liderazgo regionales. Nada de todo esto puede gustar en Washington y tampoco en Bruselas. Pero que no guste no significa que se siga con las mismas políticas que nos han conducido hasta aquí: sin pistas, sin visión estratégica, sin política en definitiva; solo intereses económicos y comerciales y miope oportunismo geopolítico. Los expertos británicos Anthony Dworkin y Susi Dennison, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, han advertido en el informe titulado 'Europa y las revoluciones árabes: una nueva visión para la democracia y los derechos humanos' que los revolucionarios árabes no contemplan a los países europeos como modelo para sus sociedades y para las democracias que están construyendo. ?Mientras el poder global se desplaza hacia Asia y América Latina, sería un anacronismo que la UE se presentara a sí misma como el guardián privilegiado de los valores universales?, señalan. Y advierten que ?si la UE adopta una actitud meramente defensiva, preocupada por los riesgos de la inmigración o la competencia a su sector agrario, quedará muy limitado el impacto que puede conseguir en la región?. Los errores pasados no son garantía de aciertos futuros. Al contrario, son el antecedente. Pero debiéramos evitarlos.  

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1 de diciembre de 2011
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Pensamiento reaccionario español

 

Con retraso me llega la noticia de un simposio organizado por el Duke Center for Hispanic Studies sobre pensamiento reaccionario español. Mi amigo informante me felicita, encuentra que aparecer en una nota da la medida de ser alguien, dice que así lo sostienen los criterios más modernos. Antes de marearme con dilemas vacuos sobre si uno es alguien o no, leo las ponencias y veo un avance notable en el estudio del reaccionarismo español: el editor Alberto Moreiras advierte de entrada que los ensayos recopilados a raíz del simposio “se mueven en la dirección de un cuestionamiento, no ya de lo reaccionario de la reacción, sino también del supuesto progresismo [,] que queda hoy bajo el manto de una inmensa sospecha.”

A primera vista, no se aprecian novedades espectaculares, el antisemitismo como racismo, Donoso, Menéndez Pelayo, Maeztu… y, caramba, Baroja. El profesor Gurwirth llama Baroja, en el título de su ensayo, a Caro Baroja. No por economía ni distracción, sino como medido arranque de un ensayo demoledor hecho a partir de la lectura del juicio de Caro Baroja referido a un autor, Josseph Penso de la Vega, sobre cuya producción literaria  Caro emite este veredicto: “La Academia tenía otros ingenios de su mismo linaje y mal gusto”.

La conclusión aparece en su obra Los judíos en la España moderna y contemporánea. Según informó él mismo en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia, titulado La sociedad criptojudía en la corte de Felipe IV, desde 1955 se venía ocupando de “la historia de los hebreos peninsulares”, para concluir que “cuando menos, he abierto la puerta de un recinto poco visitado en el conjunto inmenso de nuestra Historia.”

Las críticas, tibias y limitadas, que se escribieron sobre los textos relativos a los judíos que Caro Baroja reiteró desde 1960 y su término clave “criptojudaísmo”, de cuya invención se mostraba particularmente ufano, presentan un vacío evidente, pero que nadie ha señalado antes de Gutwirth: “no tienen en cuenta algo obvio, a saber, que buena parte de la cultura ahí investigada era expresada en hebreo y judeo-español. También una parte significativa de la erudición se publicaba en hebreo. Caro Baroja tenía limitado acceso a tales fuentes, con lo que las generalidades que intentaba construir a partir de obras tales como Gazpacho o Mein Kampf se derrumban por su propio peso.”

En realidad, las fuentes de Caro Baroja estaban fundamentalmente constituídas por la biblioteca de textos antisemitas reunida por Pío Baroja: “Mi tío había reunido cantidad de lo que se publicó a comienzos de siglo […] Su tendencia hostil a los judíos […] está cimentada en muchas lecturas. De casi todas ellas me he aprovechado aquí.”

La prueba más elocuente de la temprana vinculación de Caro Baroja con Comunistas, judios y demás ralea, donde su tío incluyó, entre otros, los artículos que hizo para la fascista Delegación de Prensa y Propaganda, es la carta dirigida por Baroja desde París a su hermana donde le anuncia que el editor va a girar por la reedición de la mencionada obra “a Julito dos mil quinientas pesetas…”

Por entonces, Baroja pasaba largas temporadas en Basilea, en casa de Schmitz, el suizo nietzscheano y hitleriano, del que hablamos el otro día, cuando la memorable excursión al Urbión. Schmitz, que solía firmar “Dominik Müller” entre otros seudónimos, fue tan conspicuo y constante en su posición filonazi, que su cantón suizo le retiró la pensión ya avanzada la década de 1950. Él fue quien tradujo al alemán diversos artículos de Comunistas, judíos… y presentaba a Baroja como führer de la intelectualidad española, lo que Baroja consideraba una “exageración por amistad”. Respecto a la admiración por Hitler, Baroja era más comedido que Schmitz y se limitaba a considerarlo “un hombre extraordinario”.

Ante la insistencia de Caro Baroja en tópicos como el linaje o el mal gusto [judío], Gutwirth apunta: “La vinculación entre Pío Baroja, autor de los textos reunidos en Comunistas, judíos y demás ralea, y Caro Baroja no es menos evidente que la existente entre el gusto de escritores de similar linaje en el Amsterdam del siglo XVII.”

En su utilización del cliché del gusto, Caro Baroja se basaba en el artículo “El lenguaje del siglo XVI”, de Menéndez Pidal, quien desarrolla la teoría de que la reina Isabel, además de haber expulsado a los judíos, inventó el buen gusto, que se extendió entre los humanistas de toda Europa a través de Italia. Dicha fantasía fue eficazmente barrida por Wardropper, con la demostración de que la tesis de Menéndez Pidal malinterpretó “gesto” como “gusto”.

Como réplica al reproche de alineación entre familia y escritura que Caro Baroja dirige a Penso de la Vega, Gutwirth demuestra con solvencia incontestable la adhesión de Caro Baroja a la supuesta especie de unidad literaria de la familia Baroja, donde el tío escritor confeccionaba Comunistas, judíos… y el tío pintor “mantenía una posición de admiración hacia Hitler, Mussolini y Stalin.”

Caro Baroja llegó a denunciar en el prólogo que añadió a las ediciones de Los judíos… la existencia de una especie de conspiración de grupos internacionales empeñados en la destrucción de su gran edificio. Se trataba sin duda de aquella célebre conspiración judeomasónica que hizo furor en tiempos franquistas.

La autodescripción basada en una reiterada idea de independencia, inconformismo y oposición a los viejos tópicos, cuidadosamente alimentada por el propio Caro Baroja, es la continuación familiar de lo que Baroja decía de sí mismo, y ha constituído la escasa médula de la mayoría de los análisis de los estudiosos.

El inteligente ensayo de Gutwirth “Baroja y Penso: escritura, reacción y valores familiares” incluye una breve semblanza y una valiosa reseña de la obra de Penso de la Vega, autor prolífico y original, celebrado por sus contemporáneos y menospreciado por los racistas vergonzantes del siglo XX.

 

 

 

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1 de diciembre de 2011
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Peter Stamm en Guadalajara

Peter Stamm. Foto: Claudia Bellow A estas alturas, el afortunado Jorge Volpi, que fue su presentador, y los también afortunados espectadores de la FIL Guadalajara que asistieron al evento, habrán disfrutado con la presencia del que, para mí, es uno de los escritores fundamentales del siglo XXI. Se trata del suizo Peter Stamm, quien además acaba de publicar con Acantilado la novela Siete años (estupenda, la leí ya, mañana hago una reseña) y que asistió a México como parte de la delegación de Alemania, país invitados. Mientras espero encontrar una reseña de la presentación de hace unas horas, les dejo esta nota de El Informador que anticipa algunas respuestas:

?¿Quién es Peter Stamm según Peter Stamm??Todavía trato de definirlo. Según Wikipedia soy un escritor suizo de 48 años que ha publicado cuatro novelas, colecciones de historias cortas, así como obras de teatro y trabajo periodístico. ?Cuando pequeño, ¿qué soñaba ser de grande??Entre otras cosas, quería ser constructor de barcos, fotógrafo, profesor y chef.?¿Qué persona, viva o muerta, es su inspiración??Los autores que han escrito libros que me gustan, Anton Cechov por nombrar uno. Él no sólo fue un buen escritor sino una gran persona, y probablemente esto sea más importante. ?Si pudiera transportarse en el tiempo, ¿en qué época le gustaría vivir??Me gusta vivir en nuestra época. Sin embargo, sería divertido visitar la edad de piedra ?¿Cuál es el libro que más ha influido en su vida??Tengo miles de libros entre los cuales no podría decidir pero digamos que El extranjero de Albert Camus.?Si pudiera lograr que todos los mexicanos leyeran el mismo libro, ¿cuál sería y por qué??Uno no debería leer libros que no sean de su agrado. Odiaría obligar a la gente a hacerlo. Si pudiera lograr que todos los mexicanos leyeran un libro sería el de su elección y me gustaría hablar con ellos respecto a su decisión. ?¿Considera usted que el hábito de la lectura puede incidir directamente en el desarrollo de una sociedad? ?Los libros han sido buenos amigos míos porque no pretenden cambiarte pero están ahí cuando los necesitas y te entienden. Si esto te hace una persona más feliz, te comportarás de forma diferente y serás una mejor parte de la sociedad.

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1 de diciembre de 2011
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Andrés Neuman aguijonea a Ruiz Zafón

Carlos Ruiz Zafón ?A mí, en principio, lo de acelerar su lectura me parece fantástico. Hay cosas que es mejor terminar cuanto antes? dice Andrés Neuman en Revista Ñ al comentar la presentación en Barcelona de la tercera novela de Carlos Ruiz Zafón, El prisionero del cielo. Y no es la primera broma con maldad que le suelta Andrés. Se nota que no le aguanta un pelo y lo aguijonea una y otra vez con aquello de ?no querer liar? a sus lectores. Bienvenida sea el arte de la diatriba, cuando no entra en la injuria ni el golpe bajo. Muy divertido.  Dice la nota:

Ruiz Zafón, o Zafón Ruiz, que tanto monta, y viceversa, acaba de ensayar una ejemplar tesis comparativa con su obra precedente. Siempre atento a las teorías de la recepción, nuestro ventoso autor reflexionó en Barcelona, durante el lanzamiento de El prisionero del cielo: ?Es una novela más luminosa, menos oscura y ambigua que la anterior, El juego del ángel. Sabía que los lectores se iban a enfadar conmigo por liarles, pero estaba previsto?. Carlos, osado Carlos, ¿pero cómo se te pasó siquiera por la hipófisis intentar ser ligeramente ambiguo, polisémico, cuando uno puede ser para siempre transparente, unívoco? ¿Para qué buscar los claroscuros, tantear cierta penumbra, si se puede encender un foco de mil quinientos vatios? Y sobre todo, Carlos, luminaria nuestra, ¿cómo consideraste, ni por un solo párrafo, la posibilidad atroz de liar a tus lectores? ¿No ves que entonces nos perdemos enseguida? ¿No te das cuenta de que ya bastante lío hay en nuestra propia vida, tan necesitada de tus ángeles y cielos? ¿Cómo no vamos a enfadarnos, hombre, dime, un pelín, que en dialecto sureño se diría un cachito, si no nos das exactamente lo que estamos esperando? En esta providencial tercera entrega de la serie, por fortuna, tienes a bien revelarnos ?las claves para interpretar el libro anterior?. No te imaginas cuánto alivio nos proporciona semejante generosidad hermenéutica. Llevábamos unos cuantos años haciéndonos preguntas. Y ya sabes que, a la larga, eso resulta pernicioso. ?Los hilos se van atando?, nos explicas, ?y eso generará una lectura más acelerada?. A mí, en principio, lo de acelerar su lectura me parece fantástico. Hay cosas que es mejor terminar cuanto antes. La única duda que me queda flotando, leve, imperceptible casi, es la siguiente: ¿cómo harás para desliarnos si te has puesto a atar hilos? Parece que, fatalmente, las complejidades nos persiguen. Seguro que todo se aclara en la cuarta entrega.

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30 de noviembre de 2011
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Oscar Wilde, 111 años (y sin besos)

La tumba de Wilde, antes y después del vidrio Hoy 30 de Noviembre se cumplen 111 años del fallecimiento del ingenioso Oscar Wilde. Y la celebración es de lo más curiosa: para evitar la costumbre o superstición de besar, con labios pintados, la tumba de Oscar Wilde las autoridades del cementerio Père Lachaise, donde está enterrado, junto con el gobierno francés han decidido colocar un vidrio que no permite a los labios y su corrosivo ?rouge? acercarse a la lápida. Es decir, una tumba a prueba de besos. ?Un beso puede arruinar una vida humana? dijo Wilde alguna vez. Pues también puede arruinar una tumba. Dice la nota en Semana:

A pesar de que existía una multa de hasta US$12.000 para quien besara la sepultura, la piedra solía estar llena de decenas de siluetas de labios. Mientras Wilde pensaba que un beso puede arruinar una vida, las autoridades piensan que muchos besos pueden arruinar una tumba. La tarde está tranquila en el cementerio del Père Lachaise de París. A pesar del frío de un día gris, turistas y parisinos pasean bajo los árboles que el otoño de la capital francesa dejó sin hojas. En la calle Carette del cementerio, muchos de ellos se detienen frente a una tumba especial que todos los mapas del lugar señalan. Aquí es donde descansa el famoso escritor irlandés Oscar Wilde: una tumba de piedra clara, coronada por una estatua realizada por el escultor estadounidense Jacob Epstein. Desde este miércoles el público no se puede acercar. La tumba está protegida por el muro de cristal. Ahora parece como nueva. El gobierno irlandés acaba de pagar su remodelación para quitar las huellas rojas que dejaban las admiradoras del autor al besar la piedra. En la placa se lee el siguiente mensaje: ?La memoria de Oscar Wilde se debe respetar. Por favor no desfigure esta tumba. Es un monumento histórico protegido?. Una turista se acerca. ?Ya he estado aquí. Mira como quedó?, le dice a su amigo. ?Antes esta tumba estaba llena de besos. El mío estaba por aquí me parece?, comenta al señalar un lado de la piedra. Al parecer, la grasa contenida en los lápices de labios usados dañaba el monumento, y cada limpieza provocaba la erosión de la piedra, que se volvía porosa. Para luchar contra el fenómeno, se ha instalado un cristal hasta media altura, que impide tocar la tumba.Pintura de labios ?corrosiva? Aunque algunos reconocen que es una costumbre un tanto rara y macabra, la mayoría de los turistas parecen decepcionados por el cambio. Entre ellos, Kylie, una australiana de 27 años, que decide tomarse una foto delante del monumento, fingiendo pintarse con lápiz de labios. ?La primera vez que vine no había besado la tumba. Pensaba hacerlo hoy pero ya no es posible?, le cuenta la chica a la BBC. ?Me gustaba más antes, tenía más personalidad. A mí me parece que le hubiera gustado más a Oscar Wilde tal como era antes?, añade la gran amante del autor, conocido por su homosexualidad, que le valió una condena a dos años de cárcel. Al final, sólo el guardia parece estar satisfecho por la medida. Thierry lleva cinco años trabajando en el cementerio. ?Antes, cuando pasábamos por esta calle, muchas veces veíamos a mujeres besando la tumba. No entiendo porqué, supongo que una lo hizo y las demás siguieron el ejemplo?, explica. ?Nosotros sólo les explicábamos que no podían y que era muy caro limpiar. Pero no entendían porqué otras lo habían hecho y ellas no tenían este mismo derecho. Además, la mayoría eran turistas y no entendían lo que les decíamos?, añade. Sin duda, los verdaderos amantes de Oscar Wilde conseguirán nuevas formas de demostrarle su afecto al autor del Retrato de Dorian Gray. Mientras alguien ha dejado una flor amarilla en el suelo, otros han preferido continuar con la costumbre del beso. El tronco del árbol que parece estar vigilando la sepultura ya lleva marcas de besos.

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30 de noviembre de 2011
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El raro-raro Francisco Tario

Francisco Tario No conocía la obra, ni la vida asombrosa, de Francisco Tario hasta que el narrador y crítico literario Geney Beltrán me habló de él en Sinaloa. Este año (precisamente el viernes 2 de diciembre) se cumple un centenario del escritor al que Geney califica como ?raro entre los raros?. Un autor huraño, avaro con su obra (como nuestro Luis Loayza) que se vanagloriaba no de los libros escritos sino de haber sido arquero de un equipo de segunda división, astrónomo y pianista. Además, al parecer, tuvo mucho dinero, fue vecino de Carlos Fuentes, hizo diversas inversiones (como comprar cines en Acapulco) e introdujo el pop-corn en la salas cinematográficas de México porque a sus hijos les gustaba esa costumbre gringa (estas cosas ya no sé si las inventaron, si me las inventé yo o si son reales, pero me parecen geniales). Un escritor de ficciones fantásticas, de invención de mundos alternos, como lo fue Juan Rulfo o Juan José Arreola. La obra de Tario no es fácil de encontrar pero me dicen que habrá pronto una edición española, lo que acercará más a esta deuda pendiente para todos los que buscamos autores marginales al canon literario de los países que visitamos. Y en México es donde más abundan estos raros-raros, realmente. Aquí un texto de Geney Beltrán dedicado a Francisco Tario, a propósito de su primera novela Aquí abajo, aparecido en su blog ?Blog en estado comatoso?. Dice la reseña:

No es un panfleto. Se trata de un manifiesto íntimamente necesario, como es la escritura para los autores de su carácter: los irreductibles, los impetuosos y soliviantados. Son líneas de las más vivas y encolerizadas de la literatura de nuestra lengua. El acaso más perturbador de los escritores mexicanos dejó dicho: «Y escribiré libros. Libros que paralizarán de terror a los hombres que tanto me odian; que les menguarán el apetito; que les espantarán el sueño; que trastornarán sus facultades y les emponzoñarán la sangre. Libros que expondrán con precisión inigualable lo grotesco de la muerte, lo execrable de la enfermedad, lo risible de la religión, lo mugroso de la familia y lo nauseabundo del amor, de la piedad, del patriotismo y de cualquier otra fe o mito. Libros, en fin, que estrangulen las conciencias, que aniquilen la salud, que sepulten los principios y trituren las verdades. Exaltaré la lujuria, el satanismo, la herejía, el vandalismo, la gula, el sacrilegio: todos los excesos y las obsesiones más sombrías, los vicios más abyectos, las aberraciones más tortuosas?» Se trata del designio expresado por el personaje de un texto de ficción, pero ?podríamos convenir en el punto siguiente sin escándalo de nadie? no se encuentra por mero e inofensivo azar en una página del primer libro de Francisco Tario. Como programa estético y vital, ese párrafo de «La noche de los cincuenta libros», del volumen de cuentosLa noche (1943), vuelve a Tario ?nacido en 1911 y muerto, si tal concepto es tolerable para el caso de un narrador de su aliento vigoroso, en 1977? un autor de nuestra época desencantada e iracunda.La pregunta sin embargo no es sino una muy simple y a la vez injusta: ¿logró su fin Francisco Tario? Tario en su futuro Durante décadas su obra fue conocida por un puñado de lectores y no es sino hasta los últimos tiempos que críticos fieles lo han rescatado, invitando a las nuevas generaciones a acercarse a sus páginas. Pero hay más: apuesto a que el 2 de diciembre de 2011, al cumplirse el centenario del nacimiento de Francisco Peláez Vega, alias Francisco Tario, la maquinaria cultural de Los Rescatadores y Esculpidores Oficiales de Las Ovejas Negras de la Nación Mexicana se encargará de realizar un marmóreo Homenaje al antimarmóreo autor de Equinoccio(1947). Se harán mesas redondas y ciclos de conferencias en el Palacio de Bellas Artes y se publicarán compilaciones de ensayos críticos en torno de sus textos, además de que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes del gobierno federal mexicano sacará a la luz la convocatoria de la Beca Centenario de Francisco Tario, que se otorgará durante un año al ensayista menor de 35 años que presente «el más interesante proyecto de un libro crítico sobre Tario». Incluso, la Universidad Nacional Autónoma de México en contubernio académico con El Colegio de México perpetrará un simposio donde se leerán ?y, ¿puede creerse?, aplaudirán? ponencias con títulos como «Tario y Rulfo, ¿pre-posmodernos negadores/trastocadores de la mexicanidad?», «La cuentística de Tario a la luz de la teoría carnavalesca de Mijaíl Bajtín», «Ecos góticos de Horacio Walpole y Édgar Alán Poe en Jardín secreto, de Francisco Tario», además de que el Fondo de Cultura Económica, la editorial veloz del Estado mexicano, pondrá a la venta la voluminosa edición en pasta dura de sus obras completas.  Excesivamente dudaría en afirmar que al escribir sus relatos, novelas, piezas teatrales y aforismos Francisco Tario lo hiciera teniendo en mente o ansiando ese despliegue de incienso póstumo. El hecho de que sus textos se sientan hoy y estén más vivos que los de muchos escritores contemporáneos, suyos y nuestros, que cultivaron y cultivan la vanidad, los premios, las medallas, las publicaciones y los aplausos, podría ser la señal que proclame una realidad digna de difusión más diáfana: que la escritura verdaderamente viva y necesaria a veces tarde y casi nunca temprano conoce su destino fértil en el ánimo de sus lectores, habitantes todos de esa patria ajena, ingrata: el futuro. Pero entonces la pregunta pervive: ¿ha logrado Tario por fin el propósito enunciado en esa página furiosa de La noche? El primer Tario y su novela imperfecta De los libros publicados por nuestro autor durante la década del 40 han sido La noche y Equinoccio los depositarios hasta hoy de un miramiento crítico más atento y entusiasta. No lo desmerecen, por supuesto, pero en estas notas dispersas quiero detenerme en el Tario poco apreciado, el de su primera novela:Aquí abajo, salida a la luz el mismo año que La noche. Este acercamiento ?original, según entiendo? habrá de permitir una respuesta posible, un porqué tentativo a la pregunta de las líneas previas. Habría que hacer, antes que nada, una precisión importante: el Tario de los años cuarenta no es siempre, no es de forma cabal un autor fantástico. Al lado de «La noche de La Valse» o «La noche de Margaret Rose», que pueden recibir sin hesitaciones el rótulo clásico defantásticos, conviven en La noche otros cuentos, tal vez más escalofriantes y logrados, que, salvo por el narrador, son de vena casi realista. «La noche del féretro», «La noche del loco», «La noche del traje», «La noche de la gallina» narran historias enmarcadas en un entorno social reconocible como «realista», pero lo trastocan y representan bajo tonos casi amenazantes debido a que el narrador o no es humano (es un féretro, un traje, una gallina) o no es racional (es un loco). Esta perspectiva distorsionada, casi esperpéntica ?y que, ya metidos en la tarea feliz de lanzar etiquetas, podríamos llamarirrealista?, tiene un nexo axiomático con una intención de condena moral de la sociedad, a la manera de las sátiras swiftianas, del Cervantes de El licenciado Vidriera o de El doble dostoievskiano. En La noche puede repararse en una suerte de, digamos, «antecedente» de Aquí abajo: el relato «La noche del indio», que propone una sediciosa inversión de la narrativa indigenista de esos años posrevolucionarios en México: el indio de este relato es Todos Los Indios, es decir, Ninguno, es decir: El Único; no es un Juan Pérez Jolote ?no tiene siquiera nombre ni apellido?, y la profecía del final: «¡La fuerza está en ti, indio!? Es preciso hacer la revolución, amigo?», se cierne sobre el lector como una posibilidad siniestra de violencia. Aquí abajo podría definirse como el más «realista» de los libros de Tario (y se trata en efecto de un camino que el autor abandonará en definitiva). Si se pidieran equivalencias vagas pero útiles, yo habría de afirmar que Aquí abajo pudo haber sido escrita por un Roberto Arlt con resentimientos sociales menos agudos y un mayor sentido de la irrealidad, un Georges Duhamel más agresivo contra los convencionalismos, un Fernando Vallejo menos egocéntrico en la exhibición de su arrebato o un Kenzaburo Oé menos maduro y sobrio en el dominio de la estructura novelística.  En Aquí abajo, desde el título nace la angustia. Se trata de la historia de la existencia «aquí abajo», sobre la tierra, de Antonino, un pobre diablo casado con una mujer hermosa y sensual, padre de dos hijos pequeños, trabajador responsable pero sin iniciativa. El drama inicial es la indisposición angustiada ante su papel en la sociedad ?empleado y padre de familia?, que detona al conocer la infidelidad de su mujer con un primo de ella, un joven militar manco y prepotente. La historia en sí, plagio trasnochado de una Madame Bovary de Peralvillo, es sin embargo menos importante que el tenor de angustia metafísica del personaje. Es una incomodidad radical ya no con su papel en la sociedad, sino con la pasividad que debe caracterizar la aceptación de la existencia, aceptación sentida por el lector incluso más vejatoria por la condición misma de la voz narrativa en tercera persona que, a la manera usual en George Eliot, no tiene empacho en tirar sus netas metafísicas, en última instancia racionalizaciones superiores del estado mental de su personaje. Antonino no encuentra un lugar en el mundo, y el final de la novela no puede ser menos disolvente: su hijo muere, él asesina a un sacerdote y se desentiende (eso asumimos) de su mujer e hija. Al matar a una figura de autoridad y tomar con indiferencia el abandono de su esposa, el «irresponsable» Antonino parece hallar el sosiego finalmente.  Jardín secreto, la segunda y póstuma novela de Tario, es más lograda, con una estructura dramática más tensa y juiciosa y una atmósfera de locura y encierro a la altura de los relatos de Poe. Aquí abajo, por su parte, es un libro desigual, ripioso. Pero en ese carácter un tanto inhábil del narrador encuentro yo la vivacidad de Aquí abajo, un latido más belicoso que el de Jardín secreto y que delata un mundo interior agrio y convulso que, acaso, exigía una expresión artística impaciente, irascible, inevitablemente sucia e imperfecta. Incluso, el retrato de la sociedad mexicana de su tiempo es tan oblicuo e irrealista que se vuelve evidente sólo por la mención de lugares y calles (Iztapalapa, San Ángel, la Alameda, Peralvillo), debido a que el primordial propósito del narrador de esta novela es traducir la distorsionada y agónica percepción de Antonino. Es éste, pues, un sendero creativo ?hablo de la narrativa realista de corte psicológico? nunca retomado por Francisco Tario. Su originalidad y su perfil de ermitaño de las letras le exigieron evitar cualquier cercanía con la tendencia narrativa de esas décadas: el realismo ubicuo de la literatura mexicana que llevó incluso a no caer en la cuenta de que el autor supremo del siglo xx, Juan Rulfo, andaba en 1955 publicando una novela de estricto corte fantástico.  Más allá de eso, podría enunciarse una pregunta concreta: ¿qué sucedió en la vida de Tario que pueda explicar el hecho de que la rabia radical de La noche, Aquí abajo y Equinoccio se haya difuminado y no aparezca en Tapioca Inn ni en Una violeta de más? Esos tres primeros libros nacieron en una coyuntura social de guerra mayúscula en el mundo y de radicalización política en el país a fines de los años treinta y principios de los cuarenta, aunada a posibles circunstancias personales depresivas o exasperadas propias de la juventud. ¿Fueron acaso entonces la llegada de la madurez y el inicio de una vida conyugal y familiar ?al parecer feliz en Acapulco? los motivos de que este proto-Céline mexicano se haya vuelto un narrador ya no furibundo, más bien contenido de relatos fantásticos?La rabia como categoría estética Aquí abajo no ha sido reeditada desde su publicación, hace ya casi 63 años (el colofón habla de noviembre de 1943). La recuperación de esta novela permitiría, vaya si no, tener otra perspectiva de la primera etapa literaria de nuestro autor. Más todavía: pienso que una revaloración de este volumen duro y agitado habría de autorizar un acercamiento diferente al párrafo de «La noche de los cincuenta libros» con que inicié este ensayo. En efecto, Aquí abajo fue una de las creaciones con las que el escritor Tario buscó avanzar en su estrategia de guerra contra las convenciones del mundo ?familia, religión, patriotismo, piedad?; fracasó, por supuesto, pues el libro sigue a la espera de sus lectores y, por su parte, el mundo? bueno, del mundo qué podemos decir. Podría decirse, sin embargo, que Tario tuvo también la virtud de no perpetuarse en la púber exhibición de la rabia. «Tario fue consecuente consigo mismo y supo callar en su momento, además de que no aceptó tomarse en serio sus libros», escribe Esther Seligson. Quizá el endulzamiento de su prosa fantástica, perceptible en Tapioca Inn y Una violeta de más, haya tenido como razón la necesidad de no insistir en un combate perdido de antemano, es decir, en una disputa que ya no tendría que ser luchada por él sino por sus lectores jóvenes, cuando quiera que éstos llegasen, quizá incluso 30 años después de su muerte. Seligson conjetura: «Quizá Tario sabía que no es menester traicionarse a sí mismo pues el libro es un ente vivo cuya trascendencia? depende? de la fidelidad y pasión de sus lectores». La hora del Tario radical y rabioso ha llegado. Una causa por la que Tario se ha vuelto un escritor emblemático para la nueva generación de lectores se debe en mucho a su exploración fecunda de lo fantástico en una tierra literaria, se supone, poco acostumbrada a divorciarse enfáticamente del realismo coyuntural y político. Me atrevo a sugerir ahora otro motivo, uno que se volvería evidente en caso de una revaloración del primer Tario y de Aquí abajo: la identificación de los lectores jóvenes con la expresión literaria de la angustia, la rabia y el desencanto perceptibles en aquellos primeros libros del autor treintañero.  «Facit indignatio versum», escribió Juvenal en su sátira primera. Contrariamente, en Sobre el estilo, Demetrio el desparpajado señalaba con particular naïveté: «la indignación no necesita del arte, sino es preciso que en tales invectivas las palabras sean en cierto modo espontáneas y simples». En cualquier sentido, podemos decir que no es, por supuesto, la furia ?como la legible en Aquí abajo? un valor estético necesariamente superior o siquiera indispensable para conferirle mérito a una obra. Pero si me interesa resaltarlo se debe a que cada lector se encuentra a sí mismo en los libros que lo apasionan e intrigan. El caso de quien esto escribe ha sido el de una relectura embrujada de los textos del primer Tario. Esto se debe (acaso) en mucho a que la circunstancia mía y casi genérica de los lectores jóvenes de principios del siglo xxi en este país tan lleno de ubicua mierda podría definirse como la de un visceral desaliento y desasosiego, frutos del rechazo ante la falsedad insostenible de toda convención, fe, discurso, dogma o mito, sean éstos de índole social, política, religiosa, intelectual e incluso estrictamente personal. ¿?Qué tenemos realmente?  Un caos. Y la desesperanza.  Pues la desaparición del Estado nacional, el entorno de pobreza, violencia e injusticia, el desmoronamiento de las nociones de comunidad y familia y la exhibición ecuménica del descaro, la corrupción y el abuso en el orbe público vuelven la prosa inicial de Tario un lugar reconocible, un espejo exacto y obligatorio para los lectores impacientes de 2006. El primer Tario está vivo porque transcribió en sus textos la realidad de su futuro, este hoy nuestro ennegrecido por la barbarie, la irrealidad y la zozobra. Pienso que Tario habrá de cumplir una y otra vez, nunca de forma definitiva y sin embargo siempre fértilmente, su propósito de guerra moral contra el mundo, sus imposturas y sus dogmas, cuando los lectores de estas generaciones desengañadas del oscuro nuevo milenio se acerquen por fin a su primera y aún viva y muy poderosa ?si bien imperfecta? novela Aquí abajo.

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30 de noviembre de 2011
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Más secretos latinoamericanos

Pilar Quintana, entre las 16 de Babelia Hay tantos narradores latinoamericanos que las listas se suceden una tras otra, y aunque algunos nombres se repiten otros se estrenan por primera vez para muchos, sobre todo porque es muy difícil salir de las fronteras de los países y las ediciones nacionales. Como preparación para la FIL Guadalajara, Winston Manrique publicó en ?Babelia? una lista de 16 nombres (que no coinciden necesariamente con los 25 nombres de la FIL Guadalajara) de autores poco conocidos en España pero que vale la pena tener en cuenta a futuro. Les pidió, además, que escriban unas líneas sobre su experiencia literaria a manera de ?retratos autobiográficos? Aquí algunos de los nombres y sus textos: Pablo Casacuberta Uruguay (Montevideo, 1969) Fui criado bajo la premisa de que el conocimiento es fragmentario, elusivo, parcial, pero también posible. Mis padres, ambos científicos, me acostumbraron a considerarme un ser vivo rodeado de muchos otros seres vivos, cada uno siendo lo que es en virtud de unos procesos materiales. Se me enseñó a observar el mundo y a prestarle atención a lo que cada pequeño hecho físico nos dice al oído. Hay una historia que narramos mediante el simple acto de mirar lo que vemos, de elegirle un orden y de ponerle nombre. Pero no se construye verdadero sentido sin darle a esa búsqueda una dimensión amorosa. Del mismo modo que amar a una persona supone desear profundamente conocerla, amar el hecho de estar vivo implica intentar comprender por qué. Fabián Casas Argentina (Buenos Aires, 1965) Soy más lector que escritor, me gusta leer esos textos que crecen al tuntún, como las matas de pasto en los intersticios de las paredes viejas. Durante treinta años escribí sin que nadie reparara en mí, eso fue salvador, me permitió estudiar los grandes poemas, releer mis propios versos. Ahora escribo poco, sólo cuando escucho la musiquita en el oído. Los demás días practico karate, una disciplina que te permite mantener el equilibrio. Para mí la literatura es algo colectivo, no individual. Me inspira tanto Bob Dylan o Joan Manuel Serrat como la genial Holanda de Rinus Michel y Johan Cruyff. Ena Lucía Portela Cuba (La Habana, 1972) Los datos acerca de mis libros, premios, traducciones, etcétera, se encuentran dispersos en Internet. Pero lo más interesante, para mí, no es lo publicado, si no el work in progress: La última pasajera, novela en la que he invertido varios años -y sigo-, escribiendo en circunstancias particularmente difíciles acá en Cuba. Me motiva lo oscuro de nuestra condición humana pero también lo ridículo. Quiero estremecer, pero también divertir. Me importa muchísimo, como escritora y como ciudadana, el desvalimiento del individuo bajo un régimen totalitario donde la libre expresión está criminalizada. Soy una criminal. Encima, leo con avidez a otros que antaño fueron criminales allá en Europa del Este. Y en noches angustiosas invoco al fantasma de Bulgakov y a sus diablejos. Pilar Quintana Colombia (Cali, 1972) Lo primero que hice, cuando aprendí a juntar sílabas, fue escribir un poema. Era malísimo. Un payaso con la cara pintada de risa que lloraba por dentro. Lo impresionante es que 30 años después sigo escribiendo de lo mismo. Las máscaras que nos ponemos. La Flaca de Coleccionistas de polvos raros se pone tetas y un nombre nuevo para no parecer de abajo. Mis personajes son simuladores. Se niegan a ser lo que les tocó en la vida y escapan. La de Coquillas en la lengua renuncia a todo lo conocido para irse. Lucía, en Conspiración iguana, encuentra más realidad en el mundo de sus sueños. Tal vez, en el fondo, todas sean esa niña que descubrió, tan pronto, para qué servían las palabras. Giovanna Rivero Bolivia (Santa Cruz, 1972) Mi historia comienza en 1970, con una canción de Spinetta. O quizás antes, el punto de partida siempre puede cambiar. Lo cierto es que en 1970 se conocen mis padres y ella abandona Filosofía y Letras y él la idea de vengar la muerte del Che. Y ese estigma, el de los proyectos juveniles renunciados, se me transfiere genéticamente en 1972 y mi cerebro no encuentra mejor manera de lidiar con el síntoma que hacer y comer literatura. En el principio fueron las historietas, D?Artagnan, Magnum 47, con sus detectives grandullones y cínicos. Marqué a fuego mi pubertad con los pockets prohibidos de mi abuelo: El último tango en París, Justine, la revista esotérica Duda. Hoy, completamente jugada, creo en la promiscuidad y la contaminación literarias. Jacinta Escudos El Salvador (San Salvador, 1961) ME GUSTAN las historias que pegan duro, que le muerden a uno el alma sin ser necesariamente violentas, historias que saben jugar con el lenguaje, las estructuras y la imaginación, que rompen las convenciones, que nos dicen algo de la realidad más íntima de las personas, esa realidad de la cual no hablamos porque no son noticia para nadie. Me gusta también la exploración de lo onírico, de lo misterioso, de la fantasía absoluta como un recurso para comprender esta dimensión de la realidad. Como escritora busco en la literatura comprender un poco la realidad, ponerla en orden, asimilarla de la mejor manera posible. Busco provocar algo de reflexión, crear sensaciones y emociones y, finalmente, contar una buena historia. Yuri Herrera México (Actopan, 1970) ME GUSTA Dashiell Hammett porque, como Flaubert pero sin miedo a ensuciarse, encuentra siempre la palabra exacta. Me gusta Boris Vian, que hace lo que se le pega la gana pero nunca deja al lector fuera del libro (experimenta, mas no enfundado en bata blanca). Me gusta Mercé Rodoreda porque sabe hablar de amor sin pena, y de dolor sin lástima. Me gustan los escritores medievales porque inventaban el piso sobre el que caminamos aunque no lo sabían: también inventaron abismos. Me gusta la poderosa lucidez de los Contemporáneos, me gustan Daniel Sada y Jesús Gardea por su capacidad para sacarle brillo a la lengua con instrumentos romos. Llevo más de diez años mudándome, pero siempre regreso a mi país, a mi lengua y a mis libros. Andrea Jeftanovic Chile (Santiago de Chile) VENGO DE UN PAÍS que ya no existe. Leer o escribir para saber si soy de aquí o de allá. Leer para ir en la dirección opuesta. Escribo leyendo en diagonal las noticias del periódico. Escribir para que en un punto mínimo mi biografía se cruce con la historia. Atreverse a ser otro enunciado. La literatura es un trabajo de orfebrería donde las costuras siempre quedan a la vista. Leer es recorrer un hilo, escribir es devanarlo. En la memoria las cosas ocurren por segunda vez. En la lectura por tercera. Escribo ensayando una sintaxis emocional. Encumbro imágenes como cometas. El mundo tiene algo de campo minado. El lenguaje puede ser una violencia sensual. Pienso mis libros como artefactos explosivos. Me guardo las esquirlas en el bolsillo. Sylvia Sellers-García Estados Unidos (Boston, 1975) CUANDO ESTOY en Guatemala todosmeidentifican como gringa; cuando estoy en EE UU mevuelvo híbrida. Ser mitad gringa (por parte de padre) y mitad guatemalteca (por parte de madre) me recuerda continuamente lo que significa ser del margen y del centro: la satisfacción de ser tan visible; el pavoneo disminuido de ser siempre ?pero invisiblemente? de la periferia. Intento escribir respetando la complejidad política de esta dualidad, y me inspiro en escrituras en inglés y de autores en cierta forma desplazados: Ishiguro inventando Japón; Sebald recordando Alemania. He llegado no sólo a aceptar la dualidad, sino a buscarla: soy mitad escritora de ficción, mitad historiadora. Ver cada mitad por fuera es una primera comprensión. Carlos Yushimito Perú (Lima, 1977) CUANDO ESCRIBO, a mí megusta levantarle la tela a las cosas, como si le abriera un párpado al que duerme. Pero la gente que no me conoce más que por mis libros dice que soy demasiado viejo o que les cuesta leerme. Hace diez años que aparento 24 y en la vida real las personas pasan por mi izquierda y siempre encuentro formas de arrugarles el malhumor. Una vez metí un libro mío en un sobre y lo mandé por vía postal. Desde entonces hablo demasiado en público. De otro modo yo sería solo el lector de Felisberto, Faulkner y Vallejo, de David Lynch; y no escribiría más que para no estar solo, y publicaría endeudando a mis amigos. Ahora tengo dos libros que siguen creciendo lentos y me da un poco de pena verlos: es como si advirtiera a un par de caracoles que se arrastran con optimismo en una autopista.

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30 de noviembre de 2011
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¿Qué piensan los árabes?

La encuesta de la universidad de Maryland, sobre la que ya empecé a escribir ayer, ofrece una visión muy amplia de los cambios y estado la opinión en cinco países árabes, a los que pertenecen los 3.000 ciudadanos preguntados sobre temas que van desde el liderazgo mundial hasta la propia identidad. Los resultados, como se verá, están llenos de datos alentadores y de indicios inquietantes, propios todos ellos de sociedades en ebullición, en las que compiten ideologías y actitudes muy conservadoras y a la vez posiciones muy abiertas y modernas, sin que puedan deducirse todavía tendencias muy definidas. Una de las más claras, en todo caso, es la fuerza del islamismo moderado turco como modelo y la dificultad de Estados Unidos para mantener a toda esta región bajo su influencia. La Primavera Arabe parece haber roto el pesimismo tradicional de las sociedades árabes: un 55 por ciento ve con optimismo el futuro del mundo árabe después de las revueltas, frente a un 23 por ciento que ve las cosas igual que antes y 16 por ciento con mayor pesimismo. La interpretación que suscitan las revueltas es muy significativa. Un 57 por ciento piensa que se trata de movimientos de la gente normal por la dignidad, la libertad y una mejora en sus vidas. Un 16 por ciento considera que corresponde a un intento de sectas o partidos por alcanzar el Gobierno. Y un 19, de poderes extranjeros por controlar sus países.

El país que mejor ha reaccionado y ha jugado un papel más positivo ante la Primavera Arabe ha sido Turquía, según un 50 por ciento de los encuestados. El segundo lugar lo ocupa Francia, con un 30 por ciento de opiniones, el tercero Estados Unidos con 24 y el cuarto China con 20. La intervención en Libia suscita opiniones muy divididas, con mayoría, un 46 por ciento, que considera incorrecta la actuación internacional, frente a un 35 por ciento que considera lo contrario. Los rebeldes sirios suscitan una abrumadora simpatía entre los encuestados: 86 frente a 9 por ciento que simpatiza con el Gobierno. Mayor todavía es la simpatía que suscitan los rebeldes yemeníes: 89 a 5. No sucede lo mismo, en cambio, respecto a Bahrein, donde la fractura entre chiitas y sunitas se superpone a las simpatías revolucionarias: solo un 64 por ciento simpatiza con ellos, mientras que un 24 por ciento simpatiza con el Gobierno. La actitud de las opiniones públicas árabes sobre Estados Unidos se halla bajo mínimos, con el único consuelo de que ha mejorado muy levemente en los últimos años. Solo un 4 por ciento tienen una actitud muy favorable, porcentaje idéntico al de 2009. Ha disminuido en cambio el número de quienes tienen una actitud muy desfavorable, del 48 al 38 en dos años. La imagen de Obama ha caído sensiblemente en estos dos años, desde un 39 hasta un 34 por ciento a favor, mientras que las opiniones negativas han crecido de un 24 a un 43 por ciento. Es interesante observar las dos medidas más destacadas que debería tomar Estados Unidos para mejorar su imagen ante los encuestados. La primera, con un 55 por ciento, es obtener la paz entre Israel y Palestina y la segunda frenar la ayuda a Israel con un 42. Más lejos con un 29 está la retirada militar de la Península Arábiga y con un 26 de Irak. Estas dos medidas eran las que figuraban en cabeza hace dos años y ahora han sido relegadas por la centralidad del conflicto israelo-palestino. La visión árabe sobre el conflicto es profundamente pesimista. Un 53 por ciento no cree que se consiga nunca la paz, cuatro puntos por encima de la opinión de 2009. Entonces un 41 por ciento creía que era inevitable pero tomaría tiempo, porcentaje que baja ahora a un 29. Solo un 20, que era del 40 hace dos años, cree que las negociaciones sean el método para alcanzar la paz, frente a quienes creen en distintas proporciones que solo la ven posible por su imposición por Estados Unidos (15), por Naciones Unidas (24) o por la guerra (20). La actitud de los árabes ante Irán es de recelo: una mayoría de un 35 por ciento considera negativa la adquisición de armas nucleares por parte de Teherán, aunque un 25 por ciento es indiferente y otro 25 lo considera positivo. Pero son muchos más los que consideran que hay dos amenazas mucho mayores, como Israel (71) y Estados Unidos (59), con la única salvedad de que es una actitud decreciente: 88 por ciento y 76 por ciento eran los que consideraban un peligro a Israel y Estados Unidos en 2009. Una pregunta altamente significativa se interesa por la superpotencia mundial preferida, algo que permite observar un nuevo cambio brusco de opinión entre los encuestados. El ranking de 2009 era por este orden y en porcentaje: Alemania con el 25, Francia con 23, China con 14 y Estados Unidos con 8; mientras que ahora aparece China en cabeza con 23, seguida de Alemania con 15, Rusia con12 y Francia con 10. Los liderazgos mundiales son también muy significativos. Hugo Chávez encabeza la lista en 2009 con un 26 por ciento de preferencia, seguido por Jacques Chirac con el 10; y ahora en cambio la encabeza Erdogan, con el 22, seguido por Nasrallah y Ahmadinejad con el 13. Obama tenía el 2 por entonces entonces y ahora tiene el 4 por ciento de opiniones favorables. Una cosa son las ideas y otra la vida diaria. La gente quiere vivir allí donde mejor se puede vivir. Los países extranjeros donde los árabes prefieren vivir son por este orden Francia (28), Alemania (22) y Reino Unido (15), con China (11) solo en cuarto lugar. La preferencia por Estados Unidos, del 10 por ciento, se ha duplicado en los dos últimos años. También es significativa la preferencia por EAU (30 por ciento) entre los países árabes y la ausencia en cabeza de país alguno más allá del canal de Suez: Arabia Saudí (14), Catar (12) , Líbano (10) y Kuwait (7). La parte de la encuesta dedicada a la identidad también proporciona datos dignos de reflexión. Es abrumadora la mayoría, un 58 por ciento, que considera los intereses nacionales como el elemento determinante de las decisiones que tomen los gobiernos. Mientras que solo un 16 cree que debe hacerse según los intereses de los musulmanes, un 14 de los árabes y un 10 por ciento del conjunto del planeta. La identidad individual, en cambio, se distribuye de otra forma y se halla en plena transformación. Un 33 por ciento se consideran ante todo ciudadanos de sus países, cinco puntos menos que hace dos años. Un 31 por ciento se consideran musulmanes como primera identidad, en aumento de cuatro puntos. Un 26, árabes, en disminución de siete puntos. Y un 8 por ciento ciudadanos del mundo, la mayor variación puesto que en el 2009 solo un 1 por ciento se veía de esta forma.

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30 de noviembre de 2011
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Los muros mentales

A menudo establecemos un confín invisible pero preciso para marcar nuestro territorio. Un sombreado imaginario que demarca nuestro lado de la cama, nuestro lugar en la mesa, nuestros estantes del armario. Los espacios propios confieren seguridad, y más cuando son tácitamente respetados, porque procuran un sentimiento parecido al de transitar por la vida con una casilla asignada. En las primeras viviendas modernas, la casa era el living, un único espacio donde se comía, se dormía y se amaba. En las aldeas, hace cuarenta años, aún existían casas de ese tipo, sin rastro de vida privada. Recuerdo que estuve en una de ellas, no sin cierto terror: un inmenso comedor que parecía un hospital, con cuatro o cinco camas dispuestas una al lado de la otra en las que mayores, enfermos y niños dormían sin secretos porque aún no había anidado la fantasía de una habitación propia. Junto a la progresiva extinción del espacio común, representado sucintamente por el comedor, empezaron a proliferar viviendas de pasillos interminables, angostos y sombríos; la espina dorsal, el sendero doméstico que separaba derecha e izquierda asignando estancias a los diferentes miembros de la familia, apremiados en algún momento del día por una razonable fuga social. Casas con múltiples paredes que fueron aliviando su opacidad a finales del siglo XX, cuando lo doméstico adquirió lo diáfano como ideal y surgieron los primeros lofts. Ahí estaba resumido el paradigma de la posmodernidad: un espacio multifuncional, con tendencia al vacío, sin cortinas en las ventanas y con la bañera en medio del dormitorio, y una sobrevaloración de los metros cúbicos representada por los techos altos. Una respuesta romántica, en definitiva, ante la asfixiante falta de espacio de las metrópolis. Hoy hemos vuelto a las puertas y a los tabiques. A los compartimentos y a las casillas. También a los muros mentales que levantamos para mantener nuestro recalcitrante individualismo a pesar de hallarnos bajo la mirada panóptica de infinidad de cámaras y pantallas. Leía anteayer en The New York Times que las vallas y los muros están de moda. No sólo los físicos, los que se levantan para endurecer y electrificar las fronteras con México, sino los invisibles, como nuestro instinto territorial. Los que dividen, clasifican y legitiman las diferencias, como el nuevo telón de acero económico que Merkel y Sarkozy planean para la UE. Muros que en tiempos de incertidumbre producen una sensación de seguridad y tranquilidad, de orden y geometría para los que están dentro. El resto, extramuros. Desde la muralla del emperador Adriano, construida para defender la civilización romana de los bárbaros pictos, hasta el muro de los lamentos en Jerusalén, las de Constantinopla o la Gran Muralla china se levantaron bajo el influjo de una poderosa idea: protegerse. Hace apenas veintidós años que se derribó el muro de Berlín, parecía nacer un nuevo mundo. Pero la abolición de viejas fronteras trajo nuevas servidumbres y también nuevas fronteras. El autor del artículo al que me he referido, Costica Bradatan, profesor de Filosofía en la Universidad de Texas, asegura que tras un repaso histórico, las paredes deben ser consideradas como una bendición: «Un muro es siempre una provocación, y la vida sólo es posible como respuesta a las provocaciones; un mundo sin muros pronto ser convertiría en algo viejo y pasado». Pero al igual que en la película de Buñuel El ángel exterminador, o en Bartleby, el escribiente apostado contra una pared noche y día, el tabique que retiene a sus protagonistas sólo existe en su cabeza. Los muros reales nos protegen o nos separan. Los mentales nos extravían.

(La Vanguardia)

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30 de noviembre de 2011
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