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Universo de entidades latentes

Por 29 de diciembre de 2011 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

 

El mundo que aporta un extranjero

Supongamos  que un físico cuántico se traslada con su equipo a un territorio no perteneciente al universo cultural marcado por la civilización técnico-científica que es la nuestra ( por ejemplo el territorio de una de esas comunidades visitadas y dadas a conocer hace más de medio siglo por  Claude Levi-strauss) y cuenta con los medios para instalar una escuela de formación,  un sofisticado laboratorio, y los instrumentos para efectuar experimentos como los que hoy se realizan en el CERN de Ginebra.

Supongamos asimismo que motivado por el deseo de confrontar alguna tesis antropológica, nuestro hombre elige un grupo de jóvenes, lo más cercanos posible a la adolescencia  y que complementa la educación que  convencionalmente reciben con una dosis selectiva de nuestra formación científica. Los jovenes son iniciados a la aritmética y a la geometría, posteriormente al cálculo  diferencial e integral y finalmente a la topología, con profundización en los espacios de Hilbert.

Es necesario enfatizar que esta iniciación matemática  transcurre en paralelo con el aprendizaje  de las técnicas propias de la cultura autóctona y relativas a la subsistencia y a la ornamentación, así como  ritos iniciáticos,  música genuina etcétera. Se trata en suma de personas que, a lo exigido para su plena integración en el  medio social que es el suyo, aúnan la condición  de matemático, o por mejor decir:  la condición explícita de matemático. Precisión esta última que evita tomar aquí partido  respecto a la tesis platónica según la cual  la matemática  sería un universal antropológico, de tal forma que nadie podría realmente ser parte integrante de la sociedad humana sin llevar en su espíritu potencialidades matemáticas que la enseñanza se limitaría a enriquecer y actualizar.

En cualquier caso los así formados en la matemática pasarían después a adquirir una formación en física, pero no se empezaría por la física newtoniana o la relativista, sino directamente por la teoría cuántica, en la versión standard de la misma, a la que en estas columnas me he venido refiriendo a menudo que arranca en una serie de postulados que  tienen enormes consecuencias para nuestra interpretación de la naturaleza.

Al cabo de un tiempo de estudio esos jóvenes se hallan familiarizado con las fórmulas relativas a  lo que cabe esperar   respecto al valor cuantitativo de un observable aun no medido; familiarizados asimismo con la probabilidad  de que un valor concreto sea el que sale en una de las medidas, etcétera.

Como hemos dicho que el equipo dispone sofisticados instrumentos de investigación, los jóvenes han podido verificar lo bien fundado de tales previsiones y… de algunas más.  Han constatado así  que al efectuar lo que se llama una medida de Bell  en partículas distintamente localizadas,  se establecen entre ellas  correlaciones que las hacen de hecho inseparables. Constatan asimismo que en ciertas condiciones el hecho de comunicar  tal vínculo  entre dos grupos de partículas no contiguos,  hace que este se contagie a otros dos grupos de partículas, situados en ámbito espacial diametralmente opuesto al de los primeros (entanglement swapping en la terminología anglosajona).

Los protagonistas de nuestro apólogo constatan en suma  modalidades de comportamiento que poco tienen que ver con el de las cosas que forman parte de su entorno y delimitan su vida cotidiana. Pues estas últimas dan muestras de un especial tipo de regularidad en su comportamiento, como si obedecieran a leyes que parecen no afectar a las primeras. Esos jóvenes nunca antes  habían reflexionado en los caracteres de tal comportamiento regularizado, pero quizás  sí lo hacen ahora incentivados por el contraste.

Se dan cuenta de que la confianza en esa ordenación  de los fenómenos naturales es un ingrediente fundamental de su propia existencia. Y como consecuencia de ello   viven confiados en que el mal que afecta a una persona no se contagia sino a aquellos que se hallan en contacto con la misma; confiados en que si  han dejado ubicado y a buen recaudo algún objeto, este se halla protegido por  una existencia independiente respecto a los objetos que se hallan distanciados; confiados en que  estas cosas independientes  tienen ciertas propiedades inherentes  y que para modificar  estas propiedades de las cosas (mediante las cuales se distinguen unas de otras) no basta con una  intervención meramente imaginaria en las mismas ; confiados en que si la ingestión de determinada pócima resulta favorable para tal estado patológico, en caso de repetición de la patología  el efecto a esperar  de esa ingestión será aproximadamente el mismo…

Observando el  comportamiento  de   los oriundos de esta nueva cultura, el extranjero se diría que,  al igual que  los habitantes de su propio país, su espíritu se halla configurado  por la idea de  localidad-contigüidad, por la certeza  de vivir en un continuo poblado de individuos, por la convicción de la  irreductibilidad de las cosas al espíritu que meramente las piensa, y por la sumisión de esas mismas cosas a vínculos de causalidad.        Tienen todo ello en la cabeza, aunque nunca lo hayan reflexionado, lo tienen ya sea como  principios constitutivos o innatos, ya sea como resultado de  un proceso  de inferencia.

Ciertamente en ocasiones estos principios rectores parecen ser transgredidos, pero ello como consecuencia de poderes raros, los del hechicero por ejemplo, que logra provocar el mal en una persona interviniendo sobre su efigie.  Sin embargo el hechicero trasgrede los principios, ni los ignora ni los trasciende. Pues precisamente porque hay transgresión hay anclaje en esos mismos principios. El entorno y la propia vida se hallan regidos por leyes cuya puntual violación en virtud de poderes ocultos no hace sino  poner de relieve su peso. Nada que ver con aquello a lo que se ven ahora confrontados,  tanto en el dominio práctico (en el laboratorio que el extranjero ha introducido en sus vidas) como en el teórico (en sus computaciones matemáticas )

Pues cabe suponer que  simplemente nadie les ha dicho que la Mecánica Cuántica tiene que ver con el ámbito cotidiano, nadie les ha dicho que en la matriz de la misma se halla  una tentativa de dar cuenta de ese ámbito cotidiano, nadie ha vinculado el comportamiento de esas partículas al comportamiento de los fenómenos de inmediato percibidos, y por consiguiente no encuentran chocante que las cosas no funcionen  en tal ámbito como funcionan en la cotidianidad.

Los jóvenes matemáticos experimentales no creen estar tratando de la naturaleza, no creen así ser lo que nosotros llamamos físicos, término para el cual tienen un palabra equivalente, pero designativa de una práctica cognoscitiva muy diferente de esta nueva en la que el extranjero les ha iniciado.

Se trata para ellos simplemente de un horizonte paralelo, un horizonte de entidades cuyas propiedades  tienen una pluralidad de valores posibles, uno  de los cuales por razones en parte misteriosas llega a imponerse sobre los demás; entidades que muestran incompatibilidades entre rasgos que en el mundo de la cotidianidad  no solo se perciben en una misma cosa,  sino como caracteres definitorios de la misma.

Espero que este apólogo ayude a la intelección de algo ya en columnas anteriores expuesto y que hoy retomo.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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