Sergio Ramírez
Ella telefoneó a su marido que encontró al cerrajero, y también llamó a los carabineros. La puerta fue abierta por fin a las once de la noche, ya cuando Chile había vencido a Paraguay dos goles a cero y una multitud celebraba en la Alameda agitando banderas. Para entonces las hijas de Pilar, Natalia y Clara, habían llegado al apartamento. La hallaron tendida en la cama, con el control remoto del televisor en la mano, como si aburrida de la programación tras hacer zapping inútilmente en busca de algo atractivo lo hubiera apagado para quedarse luego dormida. Según el dictamen forense su muerte se produjo diez horas atrás, es decir, cerca de la una de la tarde de ese martes, y la autopsia reveló que a causa de "una intoxicación medicamentosa".
Corre el tupido velo es un libro estremecedor. Pilar mete la mano en la herida de su pasado buscando encontrarse, un doble pasado, su madre biológica que la había dejado a los tres meses de edad en un hogar de adopción en España y cuya vida ignorada buscaba conocer, y la vida y los secretos de sus padres adoptivos, ocho años hurgando entre los diarios de Donoso depositados en la Universidad de Princeton, y entre lo que vino a hallar estaba el esbozo de una novela en la que una hija descubre los diarios personales de su padre y después de leerlos se suicida. Un espejo de viejo azogue carcomido en el que se vio y ya nunca más pudo dejar de asomarse a aquel abismo de turbios reflejos. El padre muerto que llama a la hija para que cumpla el destino que como personaje le ha asignado en la novela.