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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El tibio caldo del artista

Entre los casos de creatividad en esta etapa de escasez, la arquitectura se encuentra por delante en rebuscar nuevos materiales y diseños eficientes, edificios sostenibles, autónomos y flexibles que se coordinan con las variables maneras de vivir un porvenir más indeciso y precario. Pero el arte de la pintura, o su comercialización, también está manifestando imaginación para que, buscando nuevos recursos, no se la pierda de vista.

Si al arte expuesto en las galerías cada vez más híbridas (galería-café-peluquería) no acuden los compradores o incluso han perdido atracción para los curiosos aficionados que miran y no adquieren, los cuadros corren hoy y cada vez más hacia los lugares más o menos comunes donde transita la clientela. Cuadros en los hoteles de algunas estrellas siempre ha habido e incluso es usual que se celebren exposiciones temporales cubriendo las paredes del salón, del bar o de los corredores con sus precios a la vista. Lo que apenas se había ensayado, sin embargo, era colgar los cuadros en la misma habitación del huésped.

Había precedentes pero lo que hará la próxima feria Flesh Art Fair en el hotel Palau Sa Font de Mallorca merece ser destacado. Los pintores toman una habitación como cualquier turista y, ganado ese espacio, (ganado lo primordial), despliegan sus cuadros por los paramentos del cuarto.

Los compradores serían tanto los habitantes del hotel o los que pasean como en las ferias ante los stands que ahora son las habitaciones numeradas. Se ha previsto, además, que esas habitaciones puedan destinarse no sólo a que los cuadros residan temporalmente en ella sino que junto a los cuadros duerma, defeque y se duche el artista. De este modo se crea de inmediato una atmósfera de intimidad parecida a la de un estudio pero incluso superior por la influencia que se desprende desde la cama al cuarto de baño.

¿Soportará el autor, no obstante, dormir envuelto en sus propias obras? El visitante entra y sale pero el autor que duerme en tan estrecha contigüidad con sus lienzos se arriesga a sentirse embalsamado. Cuando no simbólicamente muerto.

Cada cuadro evoca una fracción de la vida, cada composición es producto de un ánimo expresivo donde se sintetiza una experiencia compleja. Cada resultado, cada pintura es, en fin, de una parte una obra de arte y, de otra, una obra del cuerpo. Con esta ecuación cada exposición es tanto el testimonio de un goce también el testimonio de una sucesiva deposición. El relato de una serie de extracciones de placer y dolor que ahora, ya bien seca la pintura, rodean al artista como terminantes acabados. ¿Será resistible este impensado camposanto al dormir? ¿Podrá el artista convivir con su obra bajo la estrecha intimidad del sueño?

Todo producto artístico, en la escritura, en la música o en la pintura mueren para su propio autor tan pronto nacen propias por completo. Todos los cuadros enhiestos en derredor son como cadáveres para su autor en cuanto hechos finiquitados. Se dormirá así en el centro de una coral marcada nota a nota por la mano del artista. Pero ya no entonada por este artista presencial que hoy se lava los dientes, sino por aquel artista ocasional ya ha desaparecido en su mismo quehacer pretérito.

La exasperación por sacar agua de la sequía y brillo de las piedras lleva a componer en la escasez y sin mucho proyecto redentor, un diálogo donde la muerte y la vida se encuentran mucho más cerca. El mismo nombre del hotel, Palau sa Font hace mención a ese líquido primordial que, desde la vida, pasa como un caldo de ave a la inmóvil belleza de la muerte.



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9 de abril de 2012
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Esencias poéticas

Durante años, Loewe fue para mí el nombre de un perfume por el que notaba la presencia de un amigo muy querido que siempre se lo ponía. También sabía, claro, que la marca, de fama internacional, producía bolsos y maletas, hermosos chaquetones de piel (demasiado caros tal vez para mi bolsillo) y corbatas de estampados zoológicos y blasonados, una de las cuales, que me regaló una chica por Reyes, aún conservo y me pongo de vez en cuando, ahora que la prenda -como yo mismo- tiene categoría de ‘vintage'. Pero llegó un momento en que esta firma, llevada por el entusiasmo de Enrique Loewe, empezó a patrocinar a través de una fundación un premio poético, en realidad dos, y la casa de alta costura se ha convertido en uno de los más importantes centros de irradiación de la poesía en lengua castellana; este año se ha concedido el que lleva el número XXIV en su modalidad ‘senior' (el de Creación Joven quedó desierto), y el libro que lo ha ganado, ‘Canción en blanco', es de extraordinaria calidad.

Impresiona ver en el ejemplar ganador, muy bien editado como es norma de la casa por Visor, los nombres del jurado, García de la Concha, Brines, Caballero Bonald, Colinas, García Baena, Siles, Villena, Pérez Azaústre (que ganó el año pasado), así como el listado de los antecesores en el premio, que se lee como un censo de la mejor poesía española de las tres últimas décadas (hay tres premiados latinoamericanos, para mi gusto de inferior calidad). A ellos se suma hoy Álvaro García, malagueño del año 1965, muy buen poeta y traductor, entre otros, de Auden, Larkin, Kipling y Margaret Atwood, que ofrece en ‘Canción en blanco' algo nada frecuente entre nosotros, un poema largo, unitario, de quinientos versos, en los que el curso narrativo de cuño anglosajón se ve realzado por ciertos brotes visionarios, irracionalistas, y una honda potencia lírica en el tratamiento del tema amoroso.

Como ha indicado su autor, ‘Canción en blanco' sitúa en un hotel de una gran ciudad a una pareja de amantes: "el mismo punto inmóvil / del mundo giratorio y azulado / en cuya habitación / de este hotel junto al mar / también ahora nacemos". Es un poema de cámara, por tanto, en el que, sin embargo, el reflejo urbano entra a ráfagas, algunas de sorprendente elocuencia: "Un último suspiro de la ciudad en sus luces / y empezaba a hacer frío cuando suenan / los silbidos de un loro o los de un loco". En esta hermosa cantata hay reflexiones íntimas y miradas al exterior, sobre un fondo febril ("es como si la luna / ardiera para dos") que oscila entre la aceptación melancólica ("Somos un animal que es dos humanos") y la exaltación erótica: "Con dedos de saliva me recorres / igual que las mareas trabajan una roca, / exhausta al fin en una espuma blanca." El singular relato poético acaba, como las mejores novelas de amor, con el anticipo de la amargura final que toda gran pasión contiene dentro de sí: "Puede que un día estemos / juntos en el olvido uno del otro." Pero la voz de Álvaro García nunca deja de ser sensual y placentera, y el último verso de ‘Canción en blanco' dice así: "La muerte tendrá dentro memoria de un sol vivo".

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9 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La huelga mundial

No conozco a nadie que estuviera al corriente de tan descomunal proyecto. Me enteré por el consejero de Interior catalán, Felip Puig, en una de sus declaraciones acerca de los graves incidentes que afectaron a la ciudad de Barcelona el día de la huelga general. El señor Puig es aficionado a comentar las actuaciones de su policía, sobre todo en los días de mayor agitación, y en aquella ocasión salió a proporcionar sus reflexiones y análisis sobre las causas que explican actuaciones tan violentas como las que pudieron ver los barceloneses el día 29 de marzo.

Recordemos que los violentos destruyeron un establecimiento de Starbucks, más de 300 contenedores de basura, decenas de escaparates, e incluso agredieron violentamente a ciudadanos que intentaron defender sus establecimientos del vandalismo. Su actuación interfirió el desarrollo de la jornada convocada por los sindicatos, y muchos manifestantes pacíficos sufrieron la acción de la policía y los efectos de los gases lacrimógenos. Las primeras páginas de la prensa internacional del viernes eran para la foto de Barcelona, igualada con Atenas. Algo tenía que decir el máximo responsable del orden público catalán respecto a la prevención de estos incidentes; a su represión cuando se desarrollaban y luego al castigo de los responsables. Ahí fue cuando los ciudadanos nos enterarnos de que nos encontrábamos ante un núcleo muy peligroso de revoltosos, en buena parte extranjeros, dispuestos a utilizar la ciudad como laboratorio de futuras jornadas violentas y, en concreto, como ensayo general para una huelga mundial convocada para el 15 de mayo.  Hemos sabido después que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, puso a disposición de su colega catalán los antidisturbios a su mando, en prevención de que la envergadura de la protesta le desbordara. No podía ser este el caso, naturalmente. El consejero Puig ha asegurado que el dispositivo policial funcionó perfectamente el día de la huelga. También ha adelantado que destinará más agentes a la división de antidisturbios y a la unidad de información que se dedica a estos grupos violentos. De forma implícita reconoce así que no andaba sobrado de fuerzas y, sobre todo, que le faltaba buena información. Los responsables del orden público tienen una tarea difícil, también cuando hablan en público. Su eficacia se juzga por los hechos. Los ciudadanos, en cambio, suelen encajar con cierta prevención sus palabras, sobre todo cuando no están al servicio de la transparencia, sino de la autojustificación, ya que suelen terminar siempre pidiendo un endurecimiento de las leyes y mayores márgenes de acción para la policía. Aunque con sus análisis parecen sociólogos urbanos, lo que les tienta es la función de líderes sindicales, que encuentran en la amenaza de una huelga mundial una buena ocasión para hacer avanzar sus reivindicaciones. (Foto tomada con mi iphone el día 29 de marzo en la calle Rosselló esquina Rambla de Catalunya de Barcelona a las dos de la tarde).



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9 de abril de 2012
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La chispa de la vida

La apropiación del lenguaje emocional por parte de esos personajes que ejercen de asertivos y empáticos, sean echadores de cartas o presentadores de televisión, produce una chirriante vergüenza ajena. Me refiero a quienes se despiden con frases del estilo: «Háganme el favor de ser felices». Lo primero que me pregunto es si ellos lo son; si se sienten tan encantados de conocerse y en verdad atesoran los signos de su autorrealización tras el bótox del entrecejo. Cierto es que no existe otro mandato social que goce de tanto prestigio como la felicidad, un asunto mucho menos abstracto de lo que parece aunque no siempre haya habido acuerdo en definirla. Para unos representa la conquista de los placeres, para otros, de los honores; ahí están quienes aseguran que se trata de una actitud mental, una decisión que el ser humano puede asumir conscientemente porque representa la principal finalidad de su existencia. O los que, como Woody Allen, repiten: «Qué feliz sería si fuera feliz». Siempre nos falta algo, desde un caramelo de menta hasta el amor de la vida. Según los más pesimistas, la felicidad es esquiva e irreal, una aspiración tan edulcorada como huidiza, incompatible con la ansiedad vital del individuo. Y si este alguna vez la alcanzó, lo hizo sin saberlo, tocando el timbre de la bicicleta por las calles de la infancia cuando el mundo aún cabía en la palma de la mano. La felicidad carece de género; la cortejamos por igual hombres y mujeres sin buscarla de frente sino de forma oblicua, conscientes de que hay que empezar por liberarse de los prejuicios además de tener inquietudes en lugar de pensamientos parásitos. En nuestra sociedad inmadura y estólida, las alarmas no protegen ni del autoengaño ni de esa insatisfacción que invalida cualquier logro porque siempre se ambiciona más: sólo hay una coma del éxito al fracaso, del amor al desamor, del éxtasis al vacío. A lo largo de la historia, la felicidad se ha definido por la capacidad en alcanzar metas, sentir bienestar intelectual y físico o disfrutar del reconocimiento y los afectos. Pero hoy variadas investigaciones aseguran que el hecho de aferrarse a su vapor aún produce más frustración. De eso y más se tratará en el Congreso de la Felicidad que empieza hoy en Madrid, dirigido por Eduard Punset, un demiurgo de nuestros tiempos que ha conseguido hacer de la neurociencia un fast food intelectual para todos los públicos. Y sorprende que algo inmaterial pero tan anhelado se integre en el calendario de ferias y congresos ?junto a los de energía geotécnica, ferretería y bricolaje o games & technologies?. Desde la ciencia y la experiencia, y del budismo a la antropología, los congresistas se proponen indagar en ese objetivo común de todos los tiempos en un foro esponsorizado cómo no, por «la chispa de la vida». Y es que hoy, en nombre de la felicidad, filosofía y marketing no sólo matrimonian sino que se entienden a las mil maravillas. (La Vanguardia)

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9 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La palabra heredada

Las memorias de Eudora Welty ocupan apenas un par de centenares de páginas pero todas y cada una de ellas serán un regalo de inestimable valor para los (incomprensiblemente) escasos aunque fervorosos seguidores de la elegante dama sureña.

 

El libro está dividido en tres apartados titulados “Escuchar”, “Aprender a ver” y “Encontrar la voz” y corresponden, más o menos, a tres etapas sucesivas de su infancia y adolescencia: la primera, profundamente marcada por los cuentos infantiles, la escuela  y las primeras lecturas serias, como Dickens;  a continuación, la etapa de aprendizaje marcada por los antecedentes familiares y la herencia recibida de cada uno de los ancestros; y una tercera en la que se narran las primeras incursiones en la escritura.

Aunque el editor norteamericano se ocupó de documentar gran parte de los libros, poemas y obras musicales o de teatro que la Welty cita de memoria, se recomienda vivamente el recurso a Internet porque, se diga lo que se diga de Estados Unidos, en aquel país la cultura recibe un trato exquisito y en la red se da noticia, e incluso documentos gráficos, de todo el acerbo creativo que  impresionó la mente de una niña que se abrió al mundo en las primeras décadas del siglo pasado. Muchas veces, cuando hace alguna broma acerca de las canciones que la obligaban a cantar en el colegio, o cita alguna obra musical que oyó en su infancia, el inestimable Youtube ofrece ejemplos vivos de tal canción o musical. Y lo mismo ocurre cuando, por ejemplo, la autora habla con emoción del rascacielos que su padre construyó en Jackson para albergar las oficinas de la empresa de seguros para la que trabajó gran parte de su vida. Basta poner Lamar Life Tower, Jackson, para que en la pantalla del ordenador aparezcan varias fotografías de esa torre (por cierto que muy hermosa) que tanta emoción le seguía causando, a sus setenta y cinco años de edad, a la hija de su constructor.

Sobre todo en la segunda parte (“Aprender a ver”), cuando cuenta los viajes en automóvil y en tren desde Mississippi a Ohio (solar ancestral de la rama paterna) y Virginia Occidental (antepasados de la madre) la narración se puebla de alusiones al aprendizaje que supusieron para la futura narradora  aquellos paisajes repasados una y otra vez bajo el seguro amparo paterno, y las diferentes tipologías humanas que les salían  paso a lo largo de las mil millas que separaban la salida y la llegada de aquellos viajes. Años después ese aprendizaje recibiría como broche de incalculable valor los años pasados como fotógrafa por cuenta de un organismo social estatal y que le permitió recorrer y recoger testimonios gráficos de los más apartados y remotos  rincones del Estado de Mississippi y sus habitantes. Como dato anecdótico, pero que puede ayudar a entender la clase de aprendizaje que estaba recibiendo la joven reportera, es oportuno mencionar que Mississippi no abolió oficialmente la esclavitud hasta 1995. Sí, no es un error: 1995.

A lo largo del libro, pero sobre todo en la última parte, Eudora Welty trata de abrirse a sus lectores (aunque al principio fueron oyentes, pues sus memorias tienen como origen unas conferencias pronunciadas en 1983 en la Universidad de Harvard) y ofrece toda clase de pistas para que el oyente/lector conozca la génesis y el proceso de creación de muchas de sus narraciones cortas. Y ahí es donde aparece la parte esotérica o misteriosa de la creación. Sobre todo los vanguardistas, pero también muchos otros artistas y escritores, han sido muy aficionados a lanzar manifiestos con los que deseaban dejar constancia de la base teórica que sustentaba sus creaciones.  Y todo el mundo habrá podido  comprobar que la diferencia entre lo que decían y lo que hacían levantaba un abismo de incomprensión y perplejidad, pues si hubieran terminado haciendo lo contrario de lo que pretendían esos textos podrían seguir siendo los mismos. Algo parecido ocurre cuando un escritor trata de explicar los impulsos o intuiciones primeras que luego se transforman en una obra con título y tapas. Ni siquiera los más acérrimos seguidores de la Welty serán capaces de reconocer  en cuentos como “Acróbatas en el parque” o “Las manzanas doradas” el proceso seguido desde la intuición o visión primera hasta su plasmación en los cuentos que llevan esos títulos. Y la razón de ello no es en absoluto misteriosa, ya que incluso la propia Welty lo dice varias veces: la escritura sale de la distancia (aunque puede llamársele elaboración artística) que media entre la experiencia y la transformación de ésta en material literario. Y es en esa elaboración distanciadora donde se pierde toda conexión entre origen y fin.  Pero el libro es encantador y, leyéndolo, se entiende la propensión de  Eudora Welty a recibir a los periodistas con un delantal y las manos blancas con la harina de las pastitas que esta horneando. Era un alma sin doblez.

 

La palabra heredada

Eudora Welty

Impedimenta

 



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8 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nietzsche y el caballo

El 3 de enero de 1889, por la mañana, Friedrich Nietzsche abandona su casa de la calle de Carlo Alberto, en Turín, para dirigirse al centro de la ciudad. En el transcurso de su paseo es testigo de una escena que le hace detenerse: un cochero está maltratando a su caballo que, exhausto, no quiere continuar la marcha. Nietzsche interviene. Rodea el cuello del caballo con sus brazos y rompe a llorar. Sus últimas palabras son: "Madre, soy tonto" ("Mutter ich bin dumm"). Luego viene el derrumbe, una pérdida del habla y de la conciencia que durará diez años, hasta su muerte justo en el cambio de siglo, en 1900. Simultáneamente se inicia uno de los destinos más prodigiosos y contradictorios que haya podido tener el pensamiento de un hombre. En esta década de exilio mental Nietzsche sigue siendo un completo desconocido en los circuitos académicos europeos; sin embargo, lentamente, sus escritos se van filtrando, como agua profunda, en determinados ambientes literarios y artísticos. Strindberg lo presenta como el visionario del inmediato futuro; Munch le pinta un extraordinario retrato a partir de la fotografía del filósofo que le regala un amigo.

Con el nuevo siglo, muerto ya el protagonista, la fortuna de la obra nietzscheana se apodera de Europa. Lo curioso, y elocuente, es que los admiradores proceden de bandos contrapuestos. Las lecciones de Zaratrusta son seguidas con entusiasmo por anarquistas y expresionistas pero también, y al mismo tiempo, por el futurismo de Marinetti o el decadentismo de D'Annunzio. Enseguida se acercan a Nietzsche sus amigos más peligrosos: los fascistas italianos y, del modo más catastrófico, los nacionalsocialistas alemanes. Los devotos del filósofo tienen en común su voluntad de incendiar el mundo para provocar el nacimiento de una humanidad nueva. Más allá de esto las discrepancias son totales: unos abogan por el triunfo de la libertad absoluta; otros ponen el acento en la hegemonía de la raza y del Estado; y no faltan, desde luego, los que apuntan a una salvación a través del arte. La sombra de Nietzsche se proyecta en todos los frentes. Por la misma razón, a partir de 1945, tras la hecatombe, el filósofo se convierte en un proscrito. Durante años su nombre es sospechoso, pero finalmente su obra resurge y, probablemente, no haya otro pensamiento filosófico tan influyente como el suyo cuando termina el turbulento siglo XX. A juzgar por lo que ocurriría con posterioridad, no hay duda de que Nietzsche acertó cuando se proclamó a sí mismo un destino.

Pero ¿qué ocurrió aquella mañana de enero, probablemente gélida, dado el habitual clima de Turín? El abrazo al caballo maltratado, el desplome mental, el retorno al regazo materno. "Madre, soy bobo": el niño travieso, quien como adulto ha sido el profeta que ha proclamado la inminente hoguera, cierra el círculo tras la fenomenal travesura. Le esperan diez años de silencio radical, pocos si los comparamos con las casi cuatro décadas de locura atravesadas por su admirado Friedrich Hölderlin, al que tantas cosas le unen, incluidos el destierro y la caída. Evidentemente nunca sabremos lo que ocurrió en la cabeza de Nietzsche esta mañana turinesa. Lo más desconcertante del caso es que esa cabeza había logrado trabajar a la máxima presión en los meses anteriores. El año 1888 es uno de los más productivos, si no el que más, en la trayectoria intelectual de Nietzsche. Escribe y publica varios libros, incluida esa obra maestra de la ironía que es Ecce Homo, un texto, cierto, desquiciado y hasta paranoico, pero de una sutileza y un dominio del lenguaje inigualables. ¿Fue el desplome de Turín la consecuencia natural de ese último año, como si la cuerda del arco se hubiera roto tras ser sometida a la máxima tensión? Nunca tendremos una respuesta para esta pregunta.

 

En consecuencia, cabe no buscar una respuesta sino realizar una nueva interrogación. Y esto es lo que ha hecho el director húngaro Béla Tarr en El caballo de Turín (2011), una de las películas más duras, portentosas, arriesgadas y convenientes de lo que llevamos del siglo XXI. Béla Tarr, a diferencia de lo que han -hemos- hecho muchos respecto al tremendo episodio turinés, no se ha preguntado por lo que le pasó a Nietzsche sino por lo que le sucedió al caballo. ¿Qué le sucedió al caballo al que el filósofo abrazó, una vez vuelto a casa, dirigido, como siempre, por su cochero?

La respuesta a esta cuestión aparentemente absurda es una hermosa e impecable lección nietzscheana. No sé si Béla Tarr tenía intención de impartir esta lección, e incluso me parece que ha confesado que no la tenía, pero, a mi entender, en esta película, un director de cine llega más lejos que la mayoría de los pensadores y literatos que lo han intentado: más lejos en el hallazgo de mostrar el finisterre de la vida y de la civilización, el territorio terminal en el que todo se desvanece, el hábitat de aquel hombre-ocaso al que Nietzsche juzgó necesario llegar antes de que la humanidad pudiera plantearse la posibilidad de una aurora.

No obstante, la lección nietzscheana es aun más implacable que el propio Nietzsche: en la película de Béla Tarr no hay ninguna insinuación de aurora. El pozo se seca, la brasa se apaga, la llama del candil no prende e incluso el triste e imponente caballo renuncia a comer. Por todos lados hay una atmósfera de extinción, si exceptuamos el viento, la tormenta de viento que se ha apoderado de la vida y de los corazones. El desconcierto parece absoluto pero, en medio de la extrema austeridad de la historia, hay una explicación para lo que sucede. En el centro de la película hay un monólogo potente y apocalíptico a cargo de un extraño visitante que aparece y desaparece sin dejar rastro, un monólogo destinado a permanecer como una perla ardiente en la historia del cine. Quien encadena cinco minutos de palabras terribles habla como Zaratrusta, y lo que dice también es propio de Zaratrusta: la nobleza ha muerto porque los depredadores se han apoderado de todo, incluidos nuestros sueños.

Obsesionados por lo acontecido a Nietzsche habíamos olvidado la suerte que le había correspondido al caballo. Pero en el abrazo de Turín ambos protagonistas son importantes si queremos saber lo que nos espera.

El País, 7/04/2012

 



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7 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tienda Kindle: Amazon empieza a hablar castellano

Kindle Mañana se inaugura la Tienda Kindle en Amazon, con 30,000 ejemplares para descargar en el Kindle, algunos de ellos (los clásicos) de forma gratuita. Pretende así Amazon conseguir el mercado hispanohablante, que alcanza el número de 50 millones tan solo en EEUU, para el libro electrónico. Muchos títulos de autores mexicanos, la colonia más extensa en Estados Unidos, como las obras de Sergio Pitol o Carlos Monsiváis, destacan en el catálogo. La verdad es que los títulos aún dejan mucho que desear (no hay novedades, salvo los bestsellers) pero es un avance. Dice la nota en El País:

La tienda virtual Amazon.com estrena esta mañana en Estados Unidos su “Tienda Kindle”, una colección de más de 30.000 títulos en español para los usuarios norteamericanos. Los dispositivos Kindle, el lector de libros electrónicos del citado portal comercial, incluirán también a partir de hoy en EE UU páginas de ayuda, configuración y servicio de atención al cliente en español. Con este gesto, Amazon intenta capitalizar el auge de dos mercados: el de los dispositivos y libros electrónicos, en constante crecimiento, y el sector editorial en español en Estados Unidos. Isabel Allende, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela o Gabriel García Márquez son algunos de los grandes nombres de la literatura que desde hoy forman parte de la oferta de libros electrónicos para Kindle-EE UU. La Tienda también incorpora las obras más recientes de Carlos Ruiz Zafón, Julia Navarro y El Libro de los Manuales, del brasileño Paulho Coelho, que ya es el título más vendido en lengua española en Amazon.com. ?Estamos entusiasmados al presentar una nueva tienda de ebooks en español para todos los Kindle y dedicada a nuestros clientes hispanohablantes de EEUU?, afirma Russ Grandinetti, vicepresidente de contenido de Kindle, en el comunicado emitido por la compañía este jueves. ?Esperamos que nuestros clientes hispanohablantes disfruten tanto de los libros en español recién añadidos a la tienda, así como de la experiencia de compra y lectura mejorada, que incluye servicios de atención al cliente en español”. Amazon buscaría así ampliar la rentabilidad alcanzada por la venta de dispositivos y libros electrónicos en EE UU. Según datos revelados ayer por el Centro Pew de Internet, uno de cada cinco adultos norteamericanos (el 21%) afirma haber leído un libro electrónico el año pasado. El porcentaje ha aumentado considerablemente con respecto a años anteriores, coincidiendo con el auge de las tabletas y dispositivos de lectura como Kindle. En diciembre de 2011, el 17% de los adultos estadounidenses afirmaba haber leído una obra en formato electrónico; dos meses después, el porcentaje ascendió al 21%. Grandinetti adelanta que Amazon espera ampliar la Tienda Kindle a lectores de habla hispana de todo el mundo. El dispositivo Kindle y un catálogo de libros en castellano se comercializan en España desde diciembre de 2011 y el próximo 27 de abril llegarán las dos últimas versiones del aparato, Kindle Touch y Touch 3G, con pantalla táctil. En EE UU, con más de 50 millones de hispanohablantes, el 60% de los latinos son de origen mexicano. El país podría superar a México en las próximas décadas en cuanto al número de ciudadanos que hablen español, por lo que Amazon se adentra en uno de los mercados más prometedores del sector editorial. Al anunciar su oferta de Kindle Singles de EL PAÍS -libros de formato más breve o recopilaciones de artículos publicados en el periódico-, la compañía destaca “piezas de periodistas mexicanos sobre temas actuales relativos a México”. Amazon también ha seleccionado las obras de José Emilio Pacheco, Carlos Mosivais y Sergio Pitol, así como los libros infantiles de la serie Dora la Exploradora y Go Diego Go, utilizados por miles de niños norteamericanos para aprender español. Los lectores hispanohablantes de EE UU podrán disponer también de suscripciones a 14 diarios latinoamericanos como El Universal de México o La Nación de Argentina.



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6 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El príncipe de las derrotas

Hijo de su padre. Formado e instruido por su padre para sucederle. Amoldado al secreto y a la ocultación en los que su progenitor se hizo a sí mismo: el secreto de los conspiradores militares y la ocultación de los alauíes, la secta chiita que ha practicado la taqiya (disimulación) para sobrevivir en un mundo hostil sunita. Educado en el trabajo minucioso y atento, en la paciencia y en la previsión, virtudes tempranas desarrolladas por el padre, Hafez El Assad, desde que participó en 1960 en la creación del Comité Militar, seguidores sirios de los Oficiales Libres de Nasser. Pero por encima de todo, disciplinado como su padre por las derrotas, la auténtica base del poder familiar junto con la represión: derrotas en manos de los ejércitos ajenos ?israelíes?, y victorias sobre los suyos ?los árabes?, como tantos otros dictadores y ejércitos golpistas en la historia.

Bachar el Assad resiste tanto porque, como su padre, sabe convertir los reveses políticos en oportunidades para mantenerse en el poder. Como él, está dotado también de un sentido de superioridad sobre sus rivales, que "no hacen sus deberes, tienen la memoria corta y actúan de forma impulsiva", según Patrick Seale, el biógrafo del fallecido dictador e implacable retratista de su compleja personalidad (Asad. The Struggle for the Middle East, 1988). El joven Asad no había nacido cuando su padre fue ascendido a jefe de la fuerza aérea siria y apenas tenía un año cuando se convirtió en ministro de Defensa y muy pronto en hombre tan fuerte del régimen como para hacerse con la máxima responsabilidad ?lógicamente por la fuerza, pero esta vez sin sangre?, algo que sucedió en 1971. Asad padre fue derrotado militarmente desde distintas responsabilidades en la guerra de los Seis Días, en la del Yom Kipur y en la del Líbano de 1982. Política y diplomáticamente, ni se sabe cuantas veces mordió el polvo. Sobre todo desde que Egipto firmó la paz con Israel. Su última derrota fue el final de la guerra fría y los acuerdos de Oslo. En estas tres décadas Siria ha ido reduciendo sus alianzas y sus bases en Oriente Próximo, hasta la situación actual de máximo aislamiento y pérdida de amistades, solo con el amarre del veto doble de Rusia y China y la alianza chiita con el Irán de los ayatolás. Tomar ventaja de la debilidad es por tanto una técnica de poder vivida en casa y heredada. De derrota en derrota y con la sangre hasta los codos, Asad ha conseguido sobrevivir más de un año. Gracias a Rusia y China ha convertido los intentos de condena en el Consejo de Seguridad en autorizaciones para proseguir la matanza. Durante este año a sangre y fuego ha hecho más reformas que en toda su historia: todas inútiles, puro maquillaje sin disimulo sobre el rostro de la dictadura. Justo al empezar las revueltas, Asad levantó el estado de sitio impuesto nada menos que hace 49 años, en 1963, uno antes de nacer, cuando el grupo de golpistas baazistas entre los que se hallaba su padre tomó el poder a tiro limpio y sin contemplaciones (800 muertos, 20 ejecuciones). En este año y pico de revueltas no han faltado medidas reformistas, incluso elecciones, un referéndum, y reformas constitucionales que incluyen el reconocimiento del pluralismo político y el final del monopolio del partido Baaz: una comedia siniestra, acompañada de una inacabable ración de sangre y de dolor (9000 muertes), con la que cubrir las formas, las vergüenzas. Esta altísima moral de la derrota en la que el clan alauí de los Asad ha construido su poder no es la única explicación a su resiliencia, por supuesto. Según Seale, su padre "ni siquiera en los momentos peores admitía la derrota". Pero sirve para comprender su buena disposición para la negociación y su aceptación formal de buena parte de las propuestas que se le plantean, por duras y exigentes que sean. La habilidad para retorcerlas y tergiversarlas es infinita. De ahí la prevención con que debe acogerse su aceptación del último plan de paz, el que le ha llevado el ex secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. La propuesta de Annan tiene una virtud: no es tanto un plan de paz como una prueba definitiva, aceptada por todos, incluidos el régimen y sus aliados Rusia y China, para aclarar el camino. Muy pocos creen que funcione. Pero el 10 de abril se podrá comprobar su difícil cumplimiento: Asad debe retirar las fuerzas armadas de las ciudades, permitir el auxilio a la población, dar libertad de movimientos a los periodistas y reconocer los derechos de reunión y de manifestación. A la vez que acepta el plan, el régimen asegura que la revuelta ha sido ya sofocada. Todo quedará despejado el próximo martes: si las calles se llenan de nuevo de manifestantes y nadie les ataca, sabremos que el plan de Annan ha triunfado y hay una transición que asoma la cabeza; en el caso harto probable de que regresemos a lo que hemos conocido durante un año, no quedará margen alguno ni para el príncipe de las derrotas ni para la comunidad internacional en la continuación de la farsa.



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5 de abril de 2012
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Meta-física: una pregunta de Heidegger

¿Qué es metafísica?  Este título engloba diversas consideraciones de Martin Heidegger en las que el filósofo apunta a  una tipificación de lo que se denomina metafísica. Cuando el título podría hacer esperar una reflexión sobre la esencia de la metafísica, Martin Heidegger nos anuncia que se dispone a abordar una pregunta metafísica concreta. Buen comienzo parece desde luego. No andarse por las ramas, enterarse de lo que es nadar en la lucha efectiva por no quedar sumergido. Sin embargo el autor nos dice que se impone un preliminar: "Nuestro propósito es comenzar con el despliegue de un preguntar metafísico, elaborar después dicha pregunta y terminar con su respuesta".

 ¿Qué es un preguntar metafísico? 

En un prólogo a la traducción francesa del texto, Heidegger indica que de alguna manera constituye un preguntar parcial, volcado sobre el ente (o lo ente en la jerga ya ortodoxa), un preguntar que se cierra al desvelamiento y reduce la cuestión de la verdad a una teoría del conocimiento.[1] De ahí la conveniencia de trascender los intereses del metafísica, y superar el "olvido del ser" que esta implicaría.

Remito al lector a seguir los meandros del propio texto  de Heidegger del que hay en castellano al menos una excelente traducción  y retomo el asunto por cuenta propia [2]  Empiezo recordando algo que  a los estudiantes de filosofía resultará trivial y que ya he abordado en este foro:

Metafísica es, sino ante todo, al menos de entrada, aquello que designa como tal el recopilador griego de las obras de Aristóteles que forjó el término, a saber, una reflexión que conviene abordar con las alforjas suficientemente provistas de datos procedentes de la ciencia física.[3]

Pero si la meta-física es una reflexión que sigue  a la física, obviamente  no se reduce a la misma. ¿Dónde reside la frontera entre la metafísica a la física?  ¿Qué añade  la metafísica a la
física?


[1]  Ramón Rodríguez cita el párrafo en su obra Heidegger y la crisis de la
época moderna Cincel 1991p.147

  "Las consideraciones que se han escogido para ser comunicadas en la presente traducción están todas y únicamente consagradas a la cuestión fundamental concerniente a la esencia y la verdad del ser. Esta cuestión fundamental hay que proponerla de una vez para .siempre; hay que llegar a la conciencia de su necesidad. No equivale en absoluto a la cuestión de la metafísica tradicional empleada hasta aquí; en efecto, ésta no interroga nunca más que sobre lo existente, sobre lo que es. Interroga sobre el ser de lo existente (Seinde, lat. ens) pero no sobre el ser mismo (sein, lat. esse) y sobre su verdad. La cuestión concerniente al ser de lo existente (tä tô ön) es, ciertamente, la cuestión directriz de la metafísica; pero no es todavía la cuestión fundamental. En esta última, la cuestión propuesta sobre el ser se convierte al punto, al mismo tiempo y necesariamente, en la cuestión de la esencia de la verdad, es decir, de la develación como tal, develación en razón de la cual venimos a encontrarnos previamente y en general en una realidad manifestada. La cuestión de la verdad no es, pues, una cuestión que apunte a una «teoría del conocimiento», pues el conocimiento no constituye sino una de las maneras de despejar y hacer propia la verdad, pero no la verdad misma"

El propio Ramón Rodríguez (obra citada p. 147) sintetiza así la singular dialéctica entre la metafísica y sus desconocidas raíces:

  "El pensamiento que quiere hacerse cargo de la verdad del ser, que busca el modo de acercarse a esa iluminación que se retrae, es ciertamente un «retorno al fundamento de la metafísica» -así tituló Heidegger la introducción que en 1949 antepuso a ¿Qué es Meta física?-: únicamente en el horizonte del ser no atendido por ella puede la metafísica exponer su objeto, el ente en cuanto ente y sus estructuras fundamentales. Si la Metafísica es, según la imagen cartesiana, las raíces del árbol de la filosofía, la verdad del ser puede considerarse el
basamento o suelo en el que las raíces se hunden y del que vive el árbol entero. Pero ese fundamento es ahora algo que yace necesariamente impensado por la Metafísica,
algo que ésta deja fuera en virtud de su propia estructura.
El olvido del ser es el rasgo
fundacional de la Metafísica: ésta, para ser ella misma, tiene que no atender al ser. Recíprocamente, el pensar de la verdad del ser tiene que no ser metafísica. El «retorno al fundamento de la Metafísica» no puede ser ya entendido como su fundamentación positiva, sino justamente como su superación: «La Metafísica sigue siendo lo primero de la filosofía. Pero no alcanza lo primero del pensar.
La metafísica es superada en el pensar de la verdad del ser.» (¿Qué es Metafísica? Introducción) Con todo rigor dejará
Heidegger de designar su empresa filosófica como una Ontología fundamental, pues dicho título, en el concepto y en la expresión, se mantiene aún en esencial referencia a la Metafísica."

[2]No obstante volveré al texto de Heidegger para abordar  algunas de las consideraciones relativas a la ciencia, planteadas desde el capítulo "El despliegue de un preguntar metafísico". Matizaré en particular las líneas que pongo en cursiva del siguiente párrafo:

 "Esta particular relación mundana con lo ente mismo viene soportada y conducida por una actitud libremente escogida de la existencia humana. Es verdad que también se atienen a lo ente el hacer o dejarde hacer pre-científico y extra-científico del hombre. Pero lo sobresaliente de la ciencia es que, de un modo que le es propio y de manera única y expresa, le deja a la cosa misma la primera y última palabra. En este carácter de atención a la cosa misma propia del preguntar, determinar y fundamentar se consuma una supeditación particularmente delimitada a lo ente mismo para que sea él mismo el que tenga que revelarse. Esta actitud de servicio de la investigación y la teoría se despliega hasta llegar a ser el fundamento que le hace posible adquirir una posición propia de guía, aunque sea limitada, en el conjunto de la existencia humana. Naturalmente, la especial relación de la ciencia con el mundo y la actitud del hombre que guía tal relación sólo se entienden plenamente cuando vemos y captamos qué ocurre en esa relación con el mundo. El hombre -un ente entre otros- "hace ciencia». En este «hacer» lo que ocurre es nada menos que la irrupción de un ente, llamado hombre, en la totalidad de lo ente, de un modo tal, que en esa irrupción y por medio de ella el ente se abre en eso que él es y cómo es. Esta irrupción que abre es la que a su modo ayuda a lo ente a llegar a ser él mismo".

Martin Heidegger Qué es Metafísica Traducción de Helena Cortez  y  Arturo Leyte Alianza Editorial. Madrid, 2000. P,104.

[3] Andrónico de Rodas, peripatético que  vivió en el siglo I antes de Cristo y ordeno
con espíritu sistemático las obras de Aristóteles. A la hora de catalogar una serie de escritos sin nombre, y viendo por el contenido  la conveniencia de leer antes  los libros de aristotélicos de física, Andrónico denominó al conjunto "de los [libros] que  vienen tras-meta- los de física". 

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5 de abril de 2012
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El Boomeran(g)
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