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Metamorfosis emocional

«¿Podría haberse evitado la gran crisis con dirigentes femeninos?», se pregunta Vicente Verdú en su afinado ensayo La hoguera del capital (premio Temas de Hoy). Al leerlo, recordé que en el inicio del desplome financiero corría un chiste no exento de orgullo hembrista: «Si Lehman Brothers hubiese sido Lehman Sisters, todo sería distinto». El juego de las hipótesis, siempre tan literario, se sirve en bandeja condicional : «Y si…». Pero antes que nada un matiz, el talante machista y vetusto está representado tanto por hombres como por mujeres, como Angela Merkel, a quien Verdú etiqueta sin piedad de “adefesio ideogramático” con sus recetas de la abuela basadas en recortes y ahorro. El autor también recuerda que fue una mujer, Brooksley Born, presidenta de la CFTC (Commodity Futures Trading Comission), quien compareció hasta 17 veces en el Congreso estadounidense para reclamar la regulación de productos tóxicos para la estabilidad financiera. Los gobiernos Bush y Clinton se burlaron de ella hasta que renunció a su cargo, «hastiada de machos sordos». Cierto es que mucho se ha abundado en la consolidación de una sociedad en red, porque sin ella no hay colaboración igualitaria ni comunicación. Una red que nos conecte y nos cohesione tejiendo valores tradicionalmente femeninos. La ética del cuidado, la gestión de los afectos y la previsión y el cálculo de lo micro parecen fundamentales para desactivar el miedo que nos atenaza. Porque -y esa es una de las claves de La hoguera del capital- el monstruo apocalíptico que anuncia un cambio de era, un cuestionamiento del modelo productivo o la tercermundialización de Occidente se muestra más emocional que racional, huérfano de brújula y necesitado de una nueva generación de jóvenes que ahora carecen de espacio y oportunidades. Nuestra sociedad ha desarrollado grandes habilidades en crear sensaciones para vender: desde una noticia hasta un bolso que te permite dejar de ser cualquiera para ser alguien. Y aunque sabemos que detrás de la crisis se agazapa la debilidad política, la misma que en numerosas cumbres ha sido incapaz de frenar el desplome de las bolsas, aguardamos una resurrección emocional, más allá de la reacción y la indignación. Claro que hay emociones malas y emociones buenas: las primeras apuntan a que iremos a peor, las segundas ansían un futuro más saludable, complejo y solidario donde no todo sea blanco o negro y una variada gama de grises nos acompañe en esta metamorfosis, entre la bruma y la luz. Eso sí, siendo capaces de interpretar los claroscuros sin alarmismos y con más cariño, esa palabra tan femenina pero tan universal. (La Vanguardia)

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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Desgobierno argentino

Los nostálgicos estarán satisfechos. Una expropiación, con ocupación inmediata de las instalaciones, expulsión de los representantes del capital, discursos nacionalistas inflamados y manifestaciones de orgullo patrio. Como si fuera una vieja película antiimperialista en blanco y negro. Los parias de la tierra protagonistas de una epopeya de emancipación y recuperación de un viejo expolio colonial. Y en frente, la hinchazón arrogante y herida, la madre patria vejada y amenazante, preparada para devolver el golpe. La expropiación fulgurante de la compañía Repsol-YPF es un pésimo síntoma de una deriva del mundo cada vez más desgobernado. Tiene toda la razón Rajoy y no tienen ninguna sus dos josemanueles (los ministros Soria y García Bargallo): no es un problema estrictamente de España, no hay agresión alguna a la nación española; hay una ruptura de las reglas de juego y de la legalidad internacional; es una quiebra del multilateralismo y una fuente de inseguridad para las transacciones e inversiones globales.

La compañía española va a sufrir, sin duda, y fácilmente puede caer en manos rusas o chinas, mucho menos delicadas: van a ver los peronistas cristinistas lo que es bueno tratar con ellos. También van a sufrir otras compañías extranjeras, españolas o no, con inversiones en Argentina, sometidas ahora a la voracidad de un gobierno que se siente victorioso. Pero quienes van a sufrir sobre todo son Argentina y los argentinos: bajo la cortina de humo de la expropiación gloriosa se esconde el mal estado de su economía y el futuro aciago que le espera a un país sin credibilidad internacional. La decisión del gobierno argentino es un retroceso en el tiempo y en las ideas. Ante las dificultades de la globalización, la alternativa no es el regreso a la utilización de los viejos estados naciones como directos gestores de las grandes empresas y recursos públicos. En este tipo de comportamientos anidan la corrupción y el amiguismo, la financiación de los partidos políticos y la compraventa de voluntades y votos con tanta o más intensidad que en las privatizaciones. Lo curioso del peronismo es que ha hecho los dos caminos para sacar lo mismo: con Menem privatizó, auxiliado por los Kichner, y con Cristina expropia; sin que falte nunca la salpicadura y la derrama. Más curioso todavía es que haya tantos argentinos que traguen la bola de la propiedad nacional. Van a tener menos producción, peor suministro, menos beneficios, pero eso sí ellos serán los propietarios titulares de la compañía, como lo son los venezolanos de sus recursos petroleros. Los auténticos propietarios de YPF a partir de hoy serán Cristina y sus amigos. Que se repartirán el pastel y harán de su capa un sayo mientras estén en el gobierno y luego ya se verá qué hacen quienes les sucedan con los restos de su festín. Que quede claro que los yacimientos de petróleo argentinos deben ser propiedad de los argentinos. Pero eso no significa que las decisiones estratégicas de la compañía se tomen en la Casa Rosada, ni que los beneficios vayan a los bolsillos de los mandatarios. Hay quien está conforme con que sucedan estas cosas con tal de que a esto se le llame nacionalización. Pero lo importante es que se invierta, que se creen puestos de trabajo, que se consiga una producción suficiente para luego garantizar el suministro y, sobre todo, que se actúe como un país fiable y responsable. Si se hacen estas cosas, ¡qué más da que el petróleo lo explote una compañía pública u otra privada, que su propiedad sea del Estado o sea mixta o enteramente de capital extranjero o nacional! Argentina ha roto la regla de juego. Lo ha hecho porque España es ahora débil. Y España es débil, entre otras cosas, porque también lo es Europa. La actuación soberana del gobierno argentino es una avería muy seria en el camino hacia un mundo gobernado. El desgobierno argentino saca provecho del desgobierno del mundo al menos para una temporada. No tardaremos en ver cómo se caen las máscaras que ahora disfrazan a los actores de gordos capitalistas y de pobres proletarios. Y aparecerán entonces los intereses puros y duros del capitalismo más desregulado y sin reglas, mafioso con frecuencia, que ahora mismo tiene su cultivo extensivo en las dos viejas patrias comunistas que fueron China y Rusia.



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18 de abril de 2012
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III. Dueño de la vida y de la muerte

Dickens habría de recibir entonces centenares de cartas de los lectores para que salvara a Little
Nell Trent, a punto de sucumbir ante la muerte. Lo meditó. Y en sus paseos solitarios junto al Támesis, decidió que la niña debía morir. En el universo de sus personajes, era dueño de la vida y de la muerte. Sabía que los finales felices son los más fáciles en la literatura, y los más perecederos, igual que pasa en el cine hoy día. Que lo diga Hollywood.
Dickens es el más grande de los novelistas de folletín, e impuso las reglas dramáticas del género, que después copiaron las radionovelas y las telenovelas. Un buen guionista de esos géneros tiene que leer a Dickens. Creó el suspenso entre capítulos, y eso fue lo que lo hizo
atractivo para miles de lectores. La intriga de quien leyendo, no sabe lo que va a ocurrir en la siguiente entrega. El suspenso, el secreto bien guardado que sólo se devela cuando debe develarse.

En su novela  Historia de dos ciudades, una de sus últimas, y por lo tanto fruto de su madurez
de escritor, Dickens se desplaza hacia un pasado que si tuvo una enorme influencia, él no vivió, ni conoció: el escenario de la revolución francesa, ocurrida en el siglo anterior al suyo. Su juicio, en este caso, es histórico, y no puede ser de otra manera frente a un suceso que habría de afectar las relaciones entre Inglaterra y Francia, y no sólo eso, el futuro de  Europa y de la humanidad entera.

 

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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Natalia Moret reseñada

Natalia Moret. El libro de Natalia Moret, Un publicista en apuros (Mondadori), que se presentó en la I Feria Internacional de Trujillo, ha empezado a recibir la atención de la crítica en Argentina. En la revista El Guardián, aparece una entrevista de Daniela Pasik titulada “El policial es un asunto de mujeres bravas”. También aparece una entrevista en Telam, donde Moret declara: “La plata es el valor aparente que envuelve a la historia, pero no es real, porque, finalmente, es casi una novela de amor: el personaje se libera de esa falsa verdad y obtiene algo de aire”. Y finalmente, sin contar las diversas reseñas aparecidas en blogs, el fin de semana apareció una elogiosa reseña en Radar Libros escrita por Luciana de Mello. Dice la reseña:

Si el tan odiado y adorado barrio de Palermo fuera hoy la víctima de una horda enfermiza de lunáticos que le prenden fuego a sus templos, estaríamos asistiendo al espectáculo socio-cultural (a la instalación, bah) más interesante de los últimos tiempos. Esto sucede en Un publicista en apuros y así es como lo observa el cínico de Javier Franco, su narrador personaje, mientras aúlla revelaciones que se le suceden en la cabeza una detrás de la otra, y a la misma velocidad con la que su vida se arroja desde el rascacielos del publicista exitoso. Una historia de derrumbes, una novela negra de amor escrita con una mirada inteligente y mucho oído, pero sobre todo desde el razonamiento de esa clase social que tiene mucha plata, se propone hacer más, la consigue, y se aburre tanto que es capaz de matar por amor. Porque el amor es más fuerte. También para los chicos ricos. Javier Franco es un publicista exitoso de treinta años educado en los mejores colegios, propietario de un ph en Palermo y adicto a la cocaína. Además de tener una novia joven, contactada y hermosa, una agencia top tapizada de macs y empleados que se camuflan entre sus superficies libres de porosidad, el mundo de Javier Franco tiene una grieta. Acaba de contraer una deuda producto de una traición, producto de su ex amante, producto de su infidelidad endémica y así van multiplicándose las complicaciones en su vida y en su cabeza, mientras se teje una trama con escenas tarantinescas y diálogos tan desopilantes como descarnados. (…) Porque la pregunta que se plantea frente a esta novela desde el principio es: ¿cómo se va a sostener esta voz canchera hasta el hartazgo durante tantas páginas? La respuesta está en la trama. Natalia Moret, que además de escritora es guionista, logra construir en esta novela una trama a la talla de las buenas series norteamericanas, pero emplazada en Buenos Aires 2012. Una ciudad mapeada geográfica y sociológicamente entre Palermo, San Telmo, San Isidro, La Boca, Berazategui y Constitución. En los tres primeros barrios se consigue buena comida, reuniones de trabajo y mujeres atiborradas de dinero, sexo y traición. En los otros tres barrios el paneo es más lumpen, ahí sólo se viaja a conseguir droga, o tras la pista de algún criminal que, cual secuestrador express, obliga a la gente bien a salirse del corto radio de circunferencia en el que se desarrollan sus vidas. Entonces el protagonista se disfraza de pobre, toma un colectivo y camina las calles del lejano oeste del conurbano porteño, donde además de colgar sus zapatillas del cableado de la luz también se pelea a las piñas por una chica ?capítulo homenaje narrado como una traducción al español de un típico western yanqui?, Moret se da lujos y sabe cómo sostenerlos. Hace este tipo de homenaje al western, filtra análisis políticos y sociológicos en medio del discurrir mental del narrador, trama una historia que podría ser un policial, pero que entraría mejor dentro del género de novela negra aunque sin embargo, el final de la historia termina por proponer que ésta se trata de una historia de amor. Eso sí, bien cargada de tiros. Un publicista en apuros es una buena novela de estos tiempos, con un manejo de los diálogos que sabe cómo explotar la fricción humorística en las situaciones más tensas. Es una primera novela y están todas las cartas jugadas. Moret sale a matar o morir y gana, eso queda bien demostrado en Un publicista en apuros, por prepotencia de trabajo y una escritura inteligente que se piensa a sí misma mientras avanza, rascando con la punta de la uña la pintura saltada de la pared del vecino.



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17 de abril de 2012
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Marina y Antony, Bob y Willem

Hay varias combinaciones para enfrentarse a Vida y muerte de Marina Abramovic, el espectáculo que se representa en el Teatro Real de Madrid hasta el día 22 de abril. La primera empareja a la artista conceptual y performer que da título a la obra con quien fue durante años su amante y colaborador artístico, Ulay, evocado en la obra teatral y presente en alguno de los fascinantes materiales videográficos que se pueden ver en la exposición Abramovic abierta en la galería madrileña La Fábrica hasta el mes de junio. En la galería vemos el cuerpo y la sangre (el substrato sado-masoquista es esencial) de ‘la Abramovic', y llamarla así, con el artículo delante de su apellido, al modo de la Callas o la Caballé, tiene sentido, pues en el Real su porte, su imponente figura estatuaria y sus modos son operísticos; desgraciadamente, su voz ni es operística ni es buena, y la canción que interpreta, medio hablándola, en el segundo acto constituye el único momento irrelevante y mortecino de la velada.

        Pero hay otro raro y anómalo emparejamiento, también de índole amorosa, aunque casta, que une a la artista serbia con su alter ego en escena, la estrella pop inglesa Antony, que aparece sublime vestido de tumba etrusca y canta, él sí divinamente, unas piezas melancólicas y de un barroco muy contemporáneo.

     La tercera pareja la forman dos cómplices excepcionales, Bob Wilson y Willem Dafoe, que trabajan juntos por primera vez y se han entendido a la perfección, Wilson como director y diseñador de escena, el segundo como actor principal y narrador de la obra. Era estimulante, el pasado martes 10 de abril, en el ensayo general con público (un llenazo) ver a Wilson, sentado en el patio de butacas junto a su mesa de trabajo, reírse con las intervenciones irónicas o dramáticas de su actor; las carcajadas de gozo del director eran siempre las primeras y más sonoras.

    Preguntado en una reciente entrevista, mientras ensayaba en Madrid, por el sufrimiento implícito en un trabajo tan riguroso y matemático como éste, el cantante Antony tuvo una respuesta con la que concuerdo plenamente: crear no es ese dolor que muchas veces se compara ginecológicamente con un parto. La creación artística, por difícil y arriesgada que sea, tan sólo requiere "sentimientos fuertes". Los hay, bajo su apariencia de gélida belleza y ‘burlesque', en esta inolvidable Vida y muerte de Marina Abramovic.

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17 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Valores que cotizan a la baja

La crisis pega duro. Apenas deja títere con cabeza. Pega duro aquí, pero da provechos allí. Puede que termine afectando al planeta entero: China desacelera en su crecimiento y hay síntomas preocupantes en Brasil. Pero de momento la crisis es nuestra: es nuestra crisis, de pérdida de poder y de riqueza de los europeos y, sobre todo, de algunos europeos. Una de las cosas más sorprendentes es su carácter polimórfico. Es económica, pero va más lejos. Afecta a valores e instituciones, a ideas y sistemas políticos incluso. ¿Modelo productivo? No solo. Los valores que mejor cotizaban en el mercado intangible de la imagen internacional se encuentran ahora entre los que más pierden. La modélica transición española, el Rey demócrata y prudente, la España emergente y europeísta, el motor de la Cataluña autónoma, la Europa modelo de bienestar y de solidaridad, el euro que desafía al dólar, la UE como superación de los Estados nacionales, todo esto cotiza a la baja, junto al Ibex 35, el que más ha caído de todas las Bolsas en 2012.

¿Queda algo en pie? Hasta hace una semana, dentro de los 100 días de gracia, las encuestas todavía salvaban a Rajoy y al PP. Ahora ya se han unido al naufragio, detectado por la encuesta de Metroscopia que publicó este periódico el domingo. Hasta el incombustible Gallardón cae. Todo se cae y nada sube: el desprestigio popular no lleva al repunte socialista. Recordemos que la Monarquía, institución siempre aprobada por los españoles, está desde el pasado octubre entre los malos alumnos. Seguro que los últimos episodios se notarán en su imagen entre los ciudadanos. Nada precisamente ejemplar puede exhibirse de una familia que permite a un niño jugar con armas de fuego y al abuelo Monarca cazar elefantes en la misma semana de todos los horrores hispánicos en los mercados de deuda, en injusticias fiscales y en recortes de sanidad y educación. Cada uno puede hacer su lista, pero se verá rápidamente la fácil correlación que se establece en cuanto a desprestigios. Uno de los pocos valores que parecen escapar, curiosamente, es la ciudad de Barcelona. A pesar de que se halla aquejada de los mismos males que todos ?paro, caída de la actividad, aparición de la pobreza extrema en sus calles?, sus arcas municipales, a diferencia de Madrid, no tienen los niveles de endeudamiento que corresponden al país casi quebrado que es hoy España. Tampoco el Consistorio barcelonés se ha visto obligado a acogerse al plan arbitrado por el Gobierno para pagar las deudas a proveedores, que en el caso de Madrid suben a 1.000 millones. Barcelona sigue siendo la ciudad de moda, atractiva y brillante para millones de personas en todo el mundo, y referencia para artistas, urbanistas y sociólogos. Poco influyen en su prestigio los recurrentes ataques de pánico que aquejan a su clase dirigente cuando se producen unos episódicos desórdenes públicos que la colocan en las primeras páginas de la prensa. Esta élite gobernante, perfectamente cosmopolita y conocedora de la conflictividad de las grandes urbes en todo el mundo, sobre todo en momentos de depresión económica, suele enroscarse en cada algarada local en sus reflejos más familiares, que convocan y amplifican los peores fantasmas de nuestra historia ?Semana Trágica, pistolerismo, anarquismo, Guerra Civil?, sin darse cuenta de su contribución al deterioro de la imagen de la misma ciudad a la que pretenden defender de las hordas desatadas. Más curioso todavía es que esta clase dirigente busque el nuevo modelo productivo que nos sacará de la crisis producida por el capitalismo de casino en el descaro de una directa apuesta por los casinos. Es cierto que un proyecto como el que ofrece Sheldon Adelson a los constructores españoles, catalanes incluidos, sea en Madrid sea en Barcelona, creará millares de puestos de trabajo durante su construcción y luego cuando el complejo funcione. También que algunas salpicaduras caerán sobre quienes les hayan favorecido, incluidos probablemente unos partidos políticos ahora muy necesitados de líquido para no verse arrastrados en su tren de vida al triste destino de la mayoría de los ciudadanos. Pero ni eso es un modelo productivo ni es, sobre todo, un modelo de ciudad para ofrecer a Barcelona.



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17 de abril de 2012
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Dinero versus andreia

Es muy posible que para alcanzar la etapa en que se es servidor desinteresado del dinero, para interiorizar que el dinero es el fin en sí de la ordenación social, se necesite previamente haber buscado en el dinero el hogar protector contra la finitud y la muerte, es decir haber sido víctima de temor  paralizante, haber renunciado a la andreia, esa hombría, entendida como exigencia subjetiva de  que  lo cabalmente humano se realice en  uno, la cual,  según Aristóteles, tiene su
condición primera en que el inevitable temor a la muerte no se convierta en  fobia (fobos), que evita contemplarla cara a cara. El dinero empieza siendo un imaginario abrigo en la situación del miedo ciego (miedo que no quiere ver lo inevitable de aquello ante lo que huye). Mas una vez  protegida la subjetividad, surge una especie de agradecimiento: no se vincula ya la casa a su función. El dinero no es ya refugio sino fin en sí.

De ahí esa impresión de que los llamados poderosos de este mundo nada en realidad pueden. Impresión de que las Merkel y los Sarkozy  no son más que devotos servidores que alguna
vez se descarrían. ¡Ay de Sarkozy¡ conducido quizás  ya hacia el solar apagado  dónde moran el
banquero arruinado, el amante abandonado y el político  fracasado (trilogía agustiniana , no
del arrepentido de Icona  sino de Agustín García) y ¡ay! Asimismo de Papandreu y tantos otros. No dejan tampoco de estar bajo la atención del ojo vigilante los banqueros y altos mandatarios de las instituciones financieras. Recibirán generosas recompensas que ellos mismos han de considerar como índice de su buen comportamiento, pero serán marginados si caen en la conmiseración (si se apiadan por ejemplo de los empleados de Telecom empujados  al suicidio) o si dan muestras de que los talentos que reciben el lugar de ser fertilizados son empleados en beneficio de oscuras inclinaciones subjetivas (¡ay de Strauss Khan que compraba cuerpos humanos no para reciclarlos en el sistema económico sino para su personal goce).

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17 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Günter Grass internado

Günter Grass ¡Günter Grass está internado en el hospital! Cuando empezó a cundir el pánico, y se hablaba ya de un ataque cardiaco a raíz de los últimos sucesos, su familia salió a poner paños fríos y decir que es un chequeo médico de rutina y planeado hace varios meses. Nada de qué preocuparse, por ahora. Dice la nota:

El escritor alemán Günter Grass ha sido ingresado hoy en una clínica de Hamburgo para un chequeo médico ?planeado desde hace meses?, según una portavoz de la oficina que le representa. Grass, que ganó el premio Nobel de Literatura en 1999, espera ?volver a casa en los próximos días?. Ni su esposa ni la portavoz de su oficina han dado detalles sobre la naturaleza de la inspección médica a la que se está sometiendo el respetado literato. El diario Bild había informado horas antes del ingreso de Grass. Según esas informaciones, su llegada a la clínica se debió a ?problemas cardíacos?. La agencia de noticias DPA ha confirmado que Grass va a pasar la noche en la Clínica Askleipos de la ciudad hanseática. Grass tiene 84 años. Es autor de numerosas novelas, entre ellas la laureada El tambor de hojalata, un gran éxito de crítica y de ventas publicado en 1959. La novela, narrada en primera persona por el estrafalario joven Oskar Matzerath, es considerada una de las obras cumbres de la literatura alemana de posguerra. La acción transcurre en la ciudad de Danzig, entre 1925 y 1952. Recientemente, Grass ha protagonizado una sonada polémica en Alemania por la publicación de un poema llamado Lo que hay que decir, en el que acusa al estado de Israel de poner en peligro la paz mundial con sus bombas atómicas. El Gobierno de Israel reaccionó prohibiendo la entrada al país al octogenario escritor alemán. En el poema, el escritor asegura estar escribiendo con su ?última tinta?. Sus allegados han reiterado en los últimos meses que el estado de salud del escritor es ?delicado?. Grass comparte clínica con el excanciller socialdemócrata Helmut Schmidt, que estuvo ingresado allí por problemas de corazón en el pasado.



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16 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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…Y una izquierda

El luto le sienta bien a Cristina Kirchner desde que empezó a utilizarlo tras la muerte de su esposo, el 27 de octubre de 2010, para que a nadie se le escape su doble condición de presidenta y viuda. Desde entonces, sus gestos se han vuelto más enfáticos y severos, dotados con una justa pátina de melancolía, como si cada ademán suyo dijese: debo continuar con nuestro proyecto conjunto, pero en el fondo me siento sola y devastada. Si la política exige ciertas dosis de histrionismo, en Argentina la teatralidad se exacerba; desde Perón —con Evita e Isabel como primeras actrices—, y sin dejar atrás a los milicos, toda su vida política parece sometida a estos desplantes melodramáticos, más propios de una telenovela que de un tango. Así también la agonía de Néstor Kirchner: sus funerales —que culminaron con la inauguración de un mausoleo—, estuvieron jalonados por el llanto, los desgarros histéricos, la solemnidad artificial y el mustio ensalzamiento del héroe que se repiten a lo largo de su historia.

 

Cristina Kirchner no es, sin embargo, sólo una buena actriz, aunque lo sea; a diferencia de sus predecesoras, su carrera se sustenta en años de actuar y sobrevivir en los entresijos del peronismo —ese jubón indefinible en el que todo cabe, un poco como el PRI de antaño—, y su ascenso no puede explicarse sólo a partir del impulso de su esposo, sino por sus propios méritos de estratega y resistente. Astuta, rápida e intensa, la presidenta ha sabido aprovechar al máximo su posición de Electra para concentrar el mayor poder posible en torno a su figura. Y lo ha logrado: hoy nadie le hace sombra.

Gracias a Cristina, el proyecto K se revela como uno de los más exitosos de la región: tres mandatos consecutivos, el del marido, la esposa y la viuda, que lograron rescatar al país de la debacle, animaron a la izquierda latinoamericana y salvaron la memoria de los represaliados, al tiempo que se acomodaban al ciclo de corrupción, culto a la personalidad y caudillismo que proclamaban combatir. Una izquierda vigorosa, sí, capaz de corregir la deriva neoliberal del menemismo, de acentuar los derechos sociales o ampliar la cobertura sanitaria, pero que no ha dudado en aliarse con los más oscuros intereses económicos, que ha dividido a la sociedad entre sus acérrimos partidarios y sus no menos ácidos detractores y que, pese a sus reformas, no ha superado los rasgos más escleróticos del peronismo.

Justo en estos días, en una más de las tenebrosas intrigas de palacio que rodean a los K, el vicepresidente Amado Boudou ha sido vinculado con una oscura trama de corrupción. Hasta ahora, la única consecuencia de este episodio que ha involucrado al juez Daniel Refacas y al procurador Esteban Righi —obligado a renunciar—, es que Boudou ha quedado descartado como posible delfín de la presidenta cuando muchos se preguntan ya por la suerte del kirchnerismo al término del último período de ésta en la Casa Rosada.

Cristina K, en fin, como el mejor ejemplo de una izquierda zigzagueante que combina un discurso profundamente ideológico con un talante práctico, y la voluntad de implementar auténticas políticas progresistas —redistribución y equidad—, con un manejo faccioso del poder, dispuesto siempre a doblegar a sus enemigos, sean éstos los dueños del grupo Clarín o los atribulados españoles de Repsol.

Más que Dilma Rouseff, siempre rotunda y eficiente; más que Evo Morales o Rafael Correa, empantanados en sus conflictos internos; e incluso más que Hugo Chávez, dominado por sus excesos y ahora por la enfermedad, quizás sea Cristina el paradigma de la izquierda latinoamericana en nuestros días. Una izquierda capaz de mejorar la vida de sus ciudadanos pero que, en su voluntad de protegerse de quienes la acosan, no duda en soslayar la corrupción y pactar con los sectores más espurios. Una izquierda que, ay, no parece estar muy lejos de la que apoya a Andres Manuel López Obrador.

            Igual que Cristina, éste ha demostrado su capacidad para ser un gobernante comprometido y pragmático —no es casual que, pese a las campañas en su contra, en la ciudad de México siga encabezando las encuestas—, pero también para escudar a los individuos y grupos más oscuros que medran en los sótanos de la izquierda mexicana (con Bejarano como estandarte). Éste es, quizás, uno de los puntos más débiles de su campaña, por lo demás la mejor de todos los candidatos: está muy bien que con su república amorosa se distancie del extremismo que abrazó en la protesta poselectoral del 2006, pero —para usar el lenguaje cristiano que hoy ostenta—, frente a la probada deshonestidad de muchos de sus aliados no basta con poner la otra mejilla. Si en verdad quiere limpiar del todo su figura, debería retomar la vertiente implacable de Jesús ante los comerciantes del templo y distanciarse drásticamente de esos sectores corporativos que no han hecho otra cosa sino medrar y enriquecerse a su vera, ocultos bajo el manto de amor y paz que hoy nos ofrece su líder.

 

twitter: @jvolpi



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16 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La isla de los santos

El régimen que durante cuarenta años lideró el general Franco dio muestra de una estrechez de miras tan sañuda que la mitad (por poner una cifra) de los intelectuales españoles tuvo que buscar la salvación fuera de España. Esa diáspora cultural fue una tragedia personal para los exilados y una pérdida incalculable para un país como España, que nunca ha estado sobrado de mentes pensantes.

 

Sin embargo, si Franco  y sus servidores merecen la más severa de las censuras por su cerrilismo intelectual, sus herederos no somos menos culpables y resulta incomprensible que un ministerio tan inútil y falto de contenidos como es el de Cultura no haya sido íntegramente dedicado, desde la llamada restauración democrática, a la nacionalización, repatriación o como quiera llamarse a la labor de recuperar la obra  de aquellos intelectuales vergonzosamente obligados a huir y que en gran parte  permanece dispersa por las bibliotecas y hemerotecas de los países que tuvieron la generosidad de acogerlos y ofrecerles trabajo. Esa labor de recuperación ha quedado en manos de la iniciativa privada, que suple a base de entusiasmo y trabajo la absoluta y, repito, incomprensible falta de apoyo oficial.

Tal es el caso de La isla de los santos que ahora publica la editorial Igitur gracias en gran parte a la labor realizada por Laura Baeza, diplomática y nieta del autor, Ricardo Baeza. Este, nacido en 1890 en Bayamo, Cuba, y muerto en Madrid en 1956, fue un traductor, editor, periodista, promotor  teatral, cronista y diplomático que desarrolló gran parte de su fecunda labor intelectual en la década anterior a la Guerra Civil. Su inequívoca adscripción a la causa republicana, sobradamente puesta de manifiesto en sus colaboraciones en periódicos como El Sol y revistas como La Gaceta Literaria o Revista de Occidente, y su cargo diplomático en Chile justo antes del golpe de Estado de Franco hicieron de él un candidato idóneo al exilio de por vida. Pudo volver a España pocos años antes de su muerte pero sumido en el más absoluto anonimato.

La Isla de los santos es una recolección de las crónicas que Ricardo Baeza publicó en El Sol relatando un viaje de varios meses a Irlanda cuando estaba a punto de estallar allí la guerra civil que a la postre supondría la (casi total)  independencia de la República irlandesa. Lo primero que llama la atención de estas crónicas es su calidad literaria. En su momento recibieron el aprecio de los lectores (ventas) lo cual es un mérito cuando dichos lectores estaban acostumbrados a un género como el de la literatura de viajes,  brillantemente  practicado entonces por hombres de la talla de Luis Oteyza (andanzas  por Oriente), Luis Araquistáin ( Estados Unidos) o Manuel Chaves Nogales ( URSS). Destacar frente a ellos era toda una hazaña.

Junto a la gran calidad del texto merece destacarse la claridad en  la exposición de una situación enrevesada, dramática y extremadamente dolorosa que enfrentaba a dos naciones (Inglaterra e Irlanda) por las que el cronista sentía gran admiración y aprecio, pero que se estaban desangrando mutuamente ante la mirada consternada del viajero. Esa capacidad de mantener la serenidad de juicio ante una situación desquiciada resulta asimismo muy notable a la hora de tratar el tema del nacionalismo, pues si debía ser condenada sin paliativos la brutal política de castigo llevada a cabo por una mentalidad ultranacionalista como era la del imperialismo británico, no menos reprobables eran los excesos que, como respuesta, estaban llevando a cabo los nacionalistas del Sinn Fein. Su intento de mantenerse ecuánime acabaría costándole ser reprobado por ambos bandos.

Si los numerosos textos firmados por Ricardo Baeza merecen ser puestos al alcance de los lectores actuales, éstos deberían agradecerle otro aspecto de su quehacer intelectual, pues aunque no lo sepan, se están beneficiando indirectamente de la labor que él llevó a cabo entonces. Y me refiero a su actividad como traductor. Más que un trabajo, Baeza entendía la traducción como un vínculo que permitiría a la literatura española ponerse a la par de la europea, y ahí está su  labor pionera con autores como Maeterlinck, D´Annuzio, Oscar Wilde o Marcel Schwob, por no hablar de su excelente versión de Los cantos de Maldoror, de Lautréaumont, todos ellos a disposición de los lectores españoles desde los años veinte.

 

La isla de los santos. Itinerario en Irlanda

Ricardo Baeza

Ígitur

 



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16 de abril de 2012
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