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Desgobierno argentino

Por 18 de abril de 2012 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

Los nostálgicos estarán satisfechos. Una expropiación, con ocupación inmediata de las instalaciones, expulsión de los representantes del capital, discursos nacionalistas inflamados y manifestaciones de orgullo patrio. Como si fuera una vieja película antiimperialista en blanco y negro. Los parias de la tierra protagonistas de una epopeya de emancipación y recuperación de un viejo expolio colonial. Y en frente, la hinchazón arrogante y herida, la madre patria vejada y amenazante, preparada para devolver el golpe.
La expropiación fulgurante de la compañía Repsol-YPF es un pésimo síntoma de una deriva del mundo cada vez más desgobernado. Tiene toda la razón Rajoy y no tienen ninguna sus dos josemanueles (los ministros Soria y García Bargallo): no es un problema estrictamente de España, no hay agresión alguna a la nación española; hay una ruptura de las reglas de juego y de la legalidad internacional; es una quiebra del multilateralismo y una fuente de inseguridad para las transacciones e inversiones globales.

La compañía española va a sufrir, sin duda, y fácilmente puede caer en manos rusas o chinas, mucho menos delicadas: van a ver los peronistas cristinistas lo que es bueno tratar con ellos. También van a sufrir otras compañías extranjeras, españolas o no, con inversiones en Argentina, sometidas ahora a la voracidad de un gobierno que se siente victorioso. Pero quienes van a sufrir sobre todo son Argentina y los argentinos: bajo la cortina de humo de la expropiación gloriosa se esconde el mal estado de su economía y el futuro aciago que le espera a un país sin credibilidad internacional.
La decisión del gobierno argentino es un retroceso en el tiempo y en las ideas. Ante las dificultades de la globalización, la alternativa no es el regreso a la utilización de los viejos estados naciones como directos gestores de las grandes empresas y recursos públicos. En este tipo de comportamientos anidan la corrupción y el amiguismo, la financiación de los partidos políticos y la compraventa de voluntades y votos con tanta o más intensidad que en las privatizaciones. Lo curioso del peronismo es que ha hecho los dos caminos para sacar lo mismo: con Menem privatizó, auxiliado por los Kichner, y con Cristina expropia; sin que falte nunca la salpicadura y la derrama.
Más curioso todavía es que haya tantos argentinos que traguen la bola de la propiedad nacional. Van a tener menos producción, peor suministro, menos beneficios, pero eso sí ellos serán los propietarios titulares de la compañía, como lo son los venezolanos de sus recursos petroleros. Los auténticos propietarios de YPF a partir de hoy serán Cristina y sus amigos. Que se repartirán el pastel y harán de su capa un sayo mientras estén en el gobierno y luego ya se verá qué hacen quienes les sucedan con los restos de su festín.
Que quede claro que los yacimientos de petróleo argentinos deben ser propiedad de los argentinos. Pero eso no significa que las decisiones estratégicas de la compañía se tomen en la Casa Rosada, ni que los beneficios vayan a los bolsillos de los mandatarios. Hay quien está conforme con que sucedan estas cosas con tal de que a esto se le llame nacionalización. Pero lo importante es que se invierta, que se creen puestos de trabajo, que se consiga una producción suficiente para luego garantizar el suministro y, sobre todo, que se actúe como un país fiable y responsable. Si se hacen estas cosas, ¡qué más da que el petróleo lo explote una compañía pública u otra privada, que su propiedad sea del Estado o sea mixta o enteramente de capital extranjero o nacional!
Argentina ha roto la regla de juego. Lo ha hecho porque España es ahora débil. Y España es débil, entre otras cosas, porque también lo es Europa. La actuación soberana del gobierno argentino es una avería muy seria en el camino hacia un mundo gobernado. El desgobierno argentino saca provecho del desgobierno del mundo al menos para una temporada. No tardaremos en ver cómo se caen las máscaras que ahora disfrazan a los actores de gordos capitalistas y de pobres proletarios. Y aparecerán entonces los intereses puros y duros del capitalismo más desregulado y sin reglas, mafioso con frecuencia, que ahora mismo tiene su cultivo extensivo en las dos viejas patrias comunistas que fueron China y Rusia.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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