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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El príncipe de las derrotas

Hijo de su padre. Formado e instruido por su padre para sucederle. Amoldado al secreto y a la ocultación en los que su progenitor se hizo a sí mismo: el secreto de los conspiradores militares y la ocultación de los alauíes, la secta chiita que ha practicado la taqiya (disimulación) para sobrevivir en un mundo hostil sunita. Educado en el trabajo minucioso y atento, en la paciencia y en la previsión, virtudes tempranas desarrolladas por el padre, Hafez El Assad, desde que participó en 1960 en la creación del Comité Militar, seguidores sirios de los Oficiales Libres de Nasser. Pero por encima de todo, disciplinado como su padre por las derrotas, la auténtica base del poder familiar junto con la represión: derrotas en manos de los ejércitos ajenos ?israelíes?, y victorias sobre los suyos ?los árabes?, como tantos otros dictadores y ejércitos golpistas en la historia.

Bachar el Assad resiste tanto porque, como su padre, sabe convertir los reveses políticos en oportunidades para mantenerse en el poder. Como él, está dotado también de un sentido de superioridad sobre sus rivales, que "no hacen sus deberes, tienen la memoria corta y actúan de forma impulsiva", según Patrick Seale, el biógrafo del fallecido dictador e implacable retratista de su compleja personalidad (Asad. The Struggle for the Middle East, 1988). El joven Asad no había nacido cuando su padre fue ascendido a jefe de la fuerza aérea siria y apenas tenía un año cuando se convirtió en ministro de Defensa y muy pronto en hombre tan fuerte del régimen como para hacerse con la máxima responsabilidad ?lógicamente por la fuerza, pero esta vez sin sangre?, algo que sucedió en 1971. Asad padre fue derrotado militarmente desde distintas responsabilidades en la guerra de los Seis Días, en la del Yom Kipur y en la del Líbano de 1982. Política y diplomáticamente, ni se sabe cuantas veces mordió el polvo. Sobre todo desde que Egipto firmó la paz con Israel. Su última derrota fue el final de la guerra fría y los acuerdos de Oslo. En estas tres décadas Siria ha ido reduciendo sus alianzas y sus bases en Oriente Próximo, hasta la situación actual de máximo aislamiento y pérdida de amistades, solo con el amarre del veto doble de Rusia y China y la alianza chiita con el Irán de los ayatolás. Tomar ventaja de la debilidad es por tanto una técnica de poder vivida en casa y heredada. De derrota en derrota y con la sangre hasta los codos, Asad ha conseguido sobrevivir más de un año. Gracias a Rusia y China ha convertido los intentos de condena en el Consejo de Seguridad en autorizaciones para proseguir la matanza. Durante este año a sangre y fuego ha hecho más reformas que en toda su historia: todas inútiles, puro maquillaje sin disimulo sobre el rostro de la dictadura. Justo al empezar las revueltas, Asad levantó el estado de sitio impuesto nada menos que hace 49 años, en 1963, uno antes de nacer, cuando el grupo de golpistas baazistas entre los que se hallaba su padre tomó el poder a tiro limpio y sin contemplaciones (800 muertos, 20 ejecuciones). En este año y pico de revueltas no han faltado medidas reformistas, incluso elecciones, un referéndum, y reformas constitucionales que incluyen el reconocimiento del pluralismo político y el final del monopolio del partido Baaz: una comedia siniestra, acompañada de una inacabable ración de sangre y de dolor (9000 muertes), con la que cubrir las formas, las vergüenzas. Esta altísima moral de la derrota en la que el clan alauí de los Asad ha construido su poder no es la única explicación a su resiliencia, por supuesto. Según Seale, su padre "ni siquiera en los momentos peores admitía la derrota". Pero sirve para comprender su buena disposición para la negociación y su aceptación formal de buena parte de las propuestas que se le plantean, por duras y exigentes que sean. La habilidad para retorcerlas y tergiversarlas es infinita. De ahí la prevención con que debe acogerse su aceptación del último plan de paz, el que le ha llevado el ex secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. La propuesta de Annan tiene una virtud: no es tanto un plan de paz como una prueba definitiva, aceptada por todos, incluidos el régimen y sus aliados Rusia y China, para aclarar el camino. Muy pocos creen que funcione. Pero el 10 de abril se podrá comprobar su difícil cumplimiento: Asad debe retirar las fuerzas armadas de las ciudades, permitir el auxilio a la población, dar libertad de movimientos a los periodistas y reconocer los derechos de reunión y de manifestación. A la vez que acepta el plan, el régimen asegura que la revuelta ha sido ya sofocada. Todo quedará despejado el próximo martes: si las calles se llenan de nuevo de manifestantes y nadie les ataca, sabremos que el plan de Annan ha triunfado y hay una transición que asoma la cabeza; en el caso harto probable de que regresemos a lo que hemos conocido durante un año, no quedará margen alguno ni para el príncipe de las derrotas ni para la comunidad internacional en la continuación de la farsa.



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5 de abril de 2012
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Meta-física: una pregunta de Heidegger

¿Qué es metafísica?  Este título engloba diversas consideraciones de Martin Heidegger en las que el filósofo apunta a  una tipificación de lo que se denomina metafísica. Cuando el título podría hacer esperar una reflexión sobre la esencia de la metafísica, Martin Heidegger nos anuncia que se dispone a abordar una pregunta metafísica concreta. Buen comienzo parece desde luego. No andarse por las ramas, enterarse de lo que es nadar en la lucha efectiva por no quedar sumergido. Sin embargo el autor nos dice que se impone un preliminar: "Nuestro propósito es comenzar con el despliegue de un preguntar metafísico, elaborar después dicha pregunta y terminar con su respuesta".

 ¿Qué es un preguntar metafísico? 

En un prólogo a la traducción francesa del texto, Heidegger indica que de alguna manera constituye un preguntar parcial, volcado sobre el ente (o lo ente en la jerga ya ortodoxa), un preguntar que se cierra al desvelamiento y reduce la cuestión de la verdad a una teoría del conocimiento.[1] De ahí la conveniencia de trascender los intereses del metafísica, y superar el "olvido del ser" que esta implicaría.

Remito al lector a seguir los meandros del propio texto  de Heidegger del que hay en castellano al menos una excelente traducción  y retomo el asunto por cuenta propia [2]  Empiezo recordando algo que  a los estudiantes de filosofía resultará trivial y que ya he abordado en este foro:

Metafísica es, sino ante todo, al menos de entrada, aquello que designa como tal el recopilador griego de las obras de Aristóteles que forjó el término, a saber, una reflexión que conviene abordar con las alforjas suficientemente provistas de datos procedentes de la ciencia física.[3]

Pero si la meta-física es una reflexión que sigue  a la física, obviamente  no se reduce a la misma. ¿Dónde reside la frontera entre la metafísica a la física?  ¿Qué añade  la metafísica a la
física?


[1]  Ramón Rodríguez cita el párrafo en su obra Heidegger y la crisis de la
época moderna Cincel 1991p.147

  "Las consideraciones que se han escogido para ser comunicadas en la presente traducción están todas y únicamente consagradas a la cuestión fundamental concerniente a la esencia y la verdad del ser. Esta cuestión fundamental hay que proponerla de una vez para .siempre; hay que llegar a la conciencia de su necesidad. No equivale en absoluto a la cuestión de la metafísica tradicional empleada hasta aquí; en efecto, ésta no interroga nunca más que sobre lo existente, sobre lo que es. Interroga sobre el ser de lo existente (Seinde, lat. ens) pero no sobre el ser mismo (sein, lat. esse) y sobre su verdad. La cuestión concerniente al ser de lo existente (tä tô ön) es, ciertamente, la cuestión directriz de la metafísica; pero no es todavía la cuestión fundamental. En esta última, la cuestión propuesta sobre el ser se convierte al punto, al mismo tiempo y necesariamente, en la cuestión de la esencia de la verdad, es decir, de la develación como tal, develación en razón de la cual venimos a encontrarnos previamente y en general en una realidad manifestada. La cuestión de la verdad no es, pues, una cuestión que apunte a una «teoría del conocimiento», pues el conocimiento no constituye sino una de las maneras de despejar y hacer propia la verdad, pero no la verdad misma"

El propio Ramón Rodríguez (obra citada p. 147) sintetiza así la singular dialéctica entre la metafísica y sus desconocidas raíces:

  "El pensamiento que quiere hacerse cargo de la verdad del ser, que busca el modo de acercarse a esa iluminación que se retrae, es ciertamente un «retorno al fundamento de la metafísica» -así tituló Heidegger la introducción que en 1949 antepuso a ¿Qué es Meta física?-: únicamente en el horizonte del ser no atendido por ella puede la metafísica exponer su objeto, el ente en cuanto ente y sus estructuras fundamentales. Si la Metafísica es, según la imagen cartesiana, las raíces del árbol de la filosofía, la verdad del ser puede considerarse el
basamento o suelo en el que las raíces se hunden y del que vive el árbol entero. Pero ese fundamento es ahora algo que yace necesariamente impensado por la Metafísica,
algo que ésta deja fuera en virtud de su propia estructura.
El olvido del ser es el rasgo
fundacional de la Metafísica: ésta, para ser ella misma, tiene que no atender al ser. Recíprocamente, el pensar de la verdad del ser tiene que no ser metafísica. El «retorno al fundamento de la Metafísica» no puede ser ya entendido como su fundamentación positiva, sino justamente como su superación: «La Metafísica sigue siendo lo primero de la filosofía. Pero no alcanza lo primero del pensar.
La metafísica es superada en el pensar de la verdad del ser.» (¿Qué es Metafísica? Introducción) Con todo rigor dejará
Heidegger de designar su empresa filosófica como una Ontología fundamental, pues dicho título, en el concepto y en la expresión, se mantiene aún en esencial referencia a la Metafísica."

[2]No obstante volveré al texto de Heidegger para abordar  algunas de las consideraciones relativas a la ciencia, planteadas desde el capítulo "El despliegue de un preguntar metafísico". Matizaré en particular las líneas que pongo en cursiva del siguiente párrafo:

 "Esta particular relación mundana con lo ente mismo viene soportada y conducida por una actitud libremente escogida de la existencia humana. Es verdad que también se atienen a lo ente el hacer o dejarde hacer pre-científico y extra-científico del hombre. Pero lo sobresaliente de la ciencia es que, de un modo que le es propio y de manera única y expresa, le deja a la cosa misma la primera y última palabra. En este carácter de atención a la cosa misma propia del preguntar, determinar y fundamentar se consuma una supeditación particularmente delimitada a lo ente mismo para que sea él mismo el que tenga que revelarse. Esta actitud de servicio de la investigación y la teoría se despliega hasta llegar a ser el fundamento que le hace posible adquirir una posición propia de guía, aunque sea limitada, en el conjunto de la existencia humana. Naturalmente, la especial relación de la ciencia con el mundo y la actitud del hombre que guía tal relación sólo se entienden plenamente cuando vemos y captamos qué ocurre en esa relación con el mundo. El hombre -un ente entre otros- "hace ciencia». En este «hacer» lo que ocurre es nada menos que la irrupción de un ente, llamado hombre, en la totalidad de lo ente, de un modo tal, que en esa irrupción y por medio de ella el ente se abre en eso que él es y cómo es. Esta irrupción que abre es la que a su modo ayuda a lo ente a llegar a ser él mismo".

Martin Heidegger Qué es Metafísica Traducción de Helena Cortez  y  Arturo Leyte Alianza Editorial. Madrid, 2000. P,104.

[3] Andrónico de Rodas, peripatético que  vivió en el siglo I antes de Cristo y ordeno
con espíritu sistemático las obras de Aristóteles. A la hora de catalogar una serie de escritos sin nombre, y viendo por el contenido  la conveniencia de leer antes  los libros de aristotélicos de física, Andrónico denominó al conjunto "de los [libros] que  vienen tras-meta- los de física". 

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5 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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"Tenemos ebooks en papel"

Foto: Constance Wiebrands Mi nueva columna en el blog ?Vano Oficio? de El País habla sobre la donación de libros de Mario Vargas Llosa a Arequipa, su romántica manera de ver la lectura y al objeto libro, la desconfianza contra el libro electrónico en España y la necesidad del lector latinoamericano de que la red de e-books no esté tan entrampada. Dice: ?incluso antes del Boom, el lector latinoamericano se ha mostrado más cosmopolita y curioso que el español?. ¿Ustedes qué creen? 

Mario Vargas Llosa celebró sus 76 años donando su biblioteca personal a Arequipa, su ciudad natal. Son 30,000 ejemplares repartidos entre Lima, Madrid y París. Me pregunto: ¿cuántos GB de memoria serán suficientes para almacenar esa cantidad de información? ¿Entrarían todos en un solo aparato que no ocupa ni 10 cms? Estoy seguro de que la respuesta me sorprendería. Y también a Vargas Llosa. El día de la donación declaró: ?Una biblioteca es más que una acumulación de libros, es un acto de amor que se va construyendo en el tiempo y el que la reúne va volcando sus afectos, experiencias, estableciendo una relación de amistad y cariño con los libros, como la que tiene uno con sus hijos y nietos?. Luego, bromeó diciendo: ?Algunos secretos míos muy profundos se revelarán?. Pero no es una broma. Lo cierto es que esos libros, adquiridos desde épocas universitarias, están llenos de anotaciones e incluso han sido calificados del 0 al 20, según el sistema de evaluación peruano. Son los libros de alguien que aconsejó a los escritores jóvenes leer con ?lápiz en mano?. Mario Vargas Llosa es un lector épico, uno de aquellos que se enamoran de las heroínas y se identifican con los héroes. Puede decirse que su vida está constituida por los libros que leyó tanto como por las situaciones que ha vivido, y sin duda muchos personajes de sus novelas favoritas son más trascendentes para él que la mayoría de seres humanos que ha conocido en la realidad. Lo que ha donado no es la biblioteca de alguien a quien le gusta leer, sino la de un hombre que desde su infancia siente que el libro es un objeto mágico. En otra entrevista Vargas Llosa aseguró que le parece un horror adquirir un celular, una notebook o un tablet. Escribe a mano y usa la computadora como procesador de texto. Desde luego, la posibilidad de leer un e-book está completamente fuera de orden. A los e-books no se les puede subrayar, ni garabatear anotaciones en las páginas que sobran al final, ni calificarlos con una nota y un ?insuficiente? al costado. Los e-books no guardan secretos, solo sirven para leerse. No hay heroicidad en un e-book como tampoco en un archivo de Word que contiene una novela. Alguna vez, los militares peruanos quemaron ejemplares de la novela La ciudad y los perros por considerarla ofensiva. Malcolm Lowry solía incinerar sus manuscritos -y las casas que los albergaban- cuando no estaba conforme con ellos y se había excedido de ginebra. Vladímir Nabokov cuenta cómo Vera Nabokov sacó del fuego, con sus delgadas pero firmes manos, el primer manuscrito de Lolita que el autor había arrojado a la chimenea. Ninguno de esos gestos románticos son posibles en la era del e-book ni de las computadoras. ¿No está contento con su texto? Pues arrastre el archivo al ícono del tacho de basura, luego haga click en ?vaciar papelera? y rece porque un Max Brod geek logre rescatar algo en el futuro. ¿Desea quemar libros ajenos? Pues primero imprima los PDF o lance tablets al fuego, pero no olvide que si el libro está en iCloud o Dropbox, o se vende en una tienda virtual, el gesto será ridículo. Cero dramatismo. Es como aquella broma de Seinfeld según la cual los teléfonos celulares impiden las buenas peleas entre parejas. Ya nadie pueda tirarle el teléfono al otro. Ahora, por más molesto que uno esté, debe pulsar con el dedito la tecla de llamada terminada para colgar al otro destempladamente. Mientras que en Estados Unidos la industria de los e-books parece boyante, en España aun no se enteran para qué sirve un libro electrónico. Casi podría decirse que hay más tablets vendidos que descargas realizadas. Los compradores de gadgets se lanzan sobre el Kindle o el último iPad. Pero de ahí a hacer una descarga y pagarla con la tarjeta de crédito? eso es otro cantar. Hace unos meses se lanzó, con bombos y platillos, la nueva novela de Paul Auster en edición digital antes que impresa. No sé cuántas descargas obtuvo, pero si es cierto que los e-books solo representan el 2% del mercado editorial español (según me informaron) me imagino que muchos prefirieron esperar el libro impreso. El auténtico mercado del libro electrónico en castellano está en América Latina, donde las librerías no están abarrotadas de novedades (hay que esperar varios meses o un amigo de maleta generosa para leer algo reciente) pese a que, incluso antes del Boom, el lector latinoamericano se ha mostrado más cosmopolita y curioso que el español. Sin embargo, mi experiencia como comprador de e-books es desastroza. La mayoría de libros que he querido descargar o no están digitalizados o, si lo están, no están a la venta en Latinoamérica por un tema de derechos de autor. Pude comprar, eso sí, el último libro de Michael Ondaatje en Alfaguara, pero no sirve en mi iPad y me parece absurdo comprarme otro e-reader para leerlo; así que está ahí, un link yacente en mi correo. Insistir en el libro impreso sobre el digital, más que un anacronismo, es una limitación. ¿Por qué el ingreso del e-book al mercado en castellano está resultando tan lento, trabado, complejo, burocrático? Por una cuestión de confianza y de old fashion, a lo Vargas Llosa. En vez de propiciar al libro electrónico (que beneficiaría a libreros grandes y pequeños, a editoriales transnacionales e independientes) los libreros y las editoriales invierten mucho en librerías donde la adquisición del libro se ofrece como una experiencia sensorial: se palpa el libro, se olfatea el café pasado del restaurante, se observa a un escritor autografiando ejemplares, se oye una conferencia en el auditorio. Cosas que, desde luego, no consigues con una insensible descarga. ?Tenemos e-books en papel? reza una pizarra en la puerta de una librería española. La foto circula por Facebook y centenares ponen ?Me Gusta?. Parece una broma. Pero no lo es.



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4 de abril de 2012
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Pensamiento mágico

Por fin llegan las lluvias, y la bofetada de la primavera empieza a germinar sus aromas dulzones. Es la promesa de una naturaleza fragantemente soltera cuya plenitud se desentiende de la enjuta actualidad. El argumento frente a los recortes se apoya en la piadosa idea de que el esfuerzo siempre trae consigo una recompensa, lo mismo que una dieta: pase hambre durante un mes y verá después cuánta satisfacción le aporta tanta penuria. La invocación al milagro cotidiano impregna tanto las noticias económicas como la publicidad para fortalecer las uñas. En Europa, más de 17 millones de personas no tienen trabajo, una masa tan anónima como extraviada a la que sólo le queda esperar, como en una película de Frank Capra, que ocurra algo. Con una mirada vulnerable, las pupilas dilatadas, y sobre todo con una querencia por volver a pensar como cuando éramos niños y creíamos que nuestros propios pensamientos eran capaces de alterar el orden natural de las cosas gracias a una intervención sobrenatural. El emisario de Merkel, Volker Kauder, afirma haberse llevado «una excelente impresión» de las medidas aplicadas por el Gobierno español. Acaso una impresión parecida a la de quienes han probado un compuesto «para estar todo el día al 100%» ?¿qué clase de masoquismo habita en nuestra aldea global para querer estar todo el día a cien??. Las recetas visionarias para la recuperación son tan sonoras como los llamados productos milagro. Y es que estos son tiempos prósperos para agoreros, brujas, loterías y esmaltes de uñas. Según el nuevo nail index: en el 2010 las españolas se dejaron crecer las uñas como nunca ?increíble metáfora? y las ventas de esmaltes multicolores aumentaron. El pensamiento mágico nos invade, aunque el escepticismo asuele nuestros corazones con tanto descreimiento como el horóscopo. Pero los hay que siguen creyendo fervorosamente en la astrología, como esos periodistas que siguen preguntándole al personaje «¿cómo ve su futuro?». También están quienes desde las portavocías oficiales defienden la asfixia social apelando a la voluntad y al esfuerzo. Pero, ¡ay del exceso de voluntarismo, el que a menudo significa no entender el misterio de la vida humana! Las contradicciones habitan en el colorido de la personalidad, mientras que en nombre de la voluntad se han perpetrado horrores y se han prodigado los infelices. Sin recortes hay riesgo, dice Rajoy. Pero con ellos, también. De ahí el auge del pensamiento mágico que tolera tan bien el engaño: un 69% de consumidores dicen haberse encontrado con publicidades engañosas, pero no por ello pierden la fe en que algún día amanecerán más guapos y delgados. Y con trabajo. (La Vanguardia)

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4 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Merkozy ante las urnas

La novedad no es Sarkozy. Es Merkel. Y ni siquiera es Merkel ella sola, como canciller alemana que apoya a Sarkozy en su relección como presidente, sino su estrecha simbiosis en forma de ese centauro político llamado Merkozy, que decide sobre el destino de Europa e impone la política del rigor sobre todos los países del euro. El presidente de la República quisiera encarar la campaña electoral como si fuera la repetición de 2007. Entonces fue el candidato de la continuidad de la derecha en el poder, pero se presentó como un outsider, rupturista e innovador, que llegaba con un programa drástico de cambio para una Francia anquilosada. Ahora, con el balance agitado de sus cinco años como presidente, pretende utilizar de nuevo el truco de la ruptura y del cambio para endosar el inmovilismo y la defensa del sistema al candidato socialista, François Hollande. Cuenta con la fuerza del antecedente: si un político tan implicado en la marcha de Francia pudo encarnar una vez el cambio, nada debe impedir que sea de nuevo el máximo responsable del país el que enarbole la bandera de una súbita y milagrosa transformación inducida por su mera relección. Hay un argumento que tiene especial fuerza, y es precisamente la relación que ha establecido con Merkel, que le permite mantener a Francia en la cabina de mando de la UE y concretar su programa de cambio en un modelo económico de éxito, avalado por derecha e izquierda: el de Alemania. Las exigencias europeas de Merkel no serían posibles sin los recortes socialdemócratas de Schroeder, que recortó impuestos, reformó el Estado de bienestar y cambio el sistema de contratación laboral antes de que empezara la crisis, con los resultados que se ha visto. (El artículo que aquí se reproduce es la versión española del que aparece en una publicación especial -hors-série- de Le Monde de balance de la presidencia de Nicolas Sarkozy con motivo de la próxima elección presidencial francesa: Una presidencia bajo tensión. 2007-2012. Los años Sarkozy).

Hasta el descubrimiento de Merkozy, la cooperación bilateral entre franceses y alemanes e incluso su protagonismo en el ámbito europeo se fundamentaba en la reconciliación entre ambos países tras casi un siglo de enemistad y guerras. Desde la fusión ejecutiva entre el Eliseo y la Cancillería Federal, sucedida en 2011, no es el miedo a la guerra sino a la desaparición del euro y a la insignificancia global lo que mantiene unidos a los dos gobiernos y a dos políticos tan dispares e incluso de difícil compatibilidad como Sarkozy y Merkel; un miedo que se extiende a sus respectivos futuros políticos, estrechamente vinculados a la aventura emprendida conjuntamente de salvar el euro desde dos posiciones polarizadas. Merkozy es el nombre de la disputa sobre el papel del Banco Central Europeo, la emisión de eurobonos o la función de las instituciones de la UE en el control de los presupuestos y déficits. Cada una de sus dos componentes debe capitalizar ante los suyos su capacidad de domar a la otra: Merkel, los instintos malgastadores de un Estado intervencionista y sin equilibrio presupuestario desde 1975 como es Francia; Sarkozy, los terrores anti inflacionistas alemanes que terminan dotando al Banco Central con los máximos y únicos poderes sobre el euro. Ambos se necesitan pero por razones distintas y asimétricas. La voluntad de Merkel no podría imponerse sin Sarkozy a su lado. Este recibe a cambio abundantes réditos de imagen y salva la cara de Francia en un difícil envite en el que todos, menos los alemanes, pierden soberanía. Con el presidente que reivindica la Francia fuerte culmina así el regreso de Alemania a la realidad de su peso efectivo en Europa, traducido no tan solo en los votos en las instituciones sino, sobre todo, en su capacidad de tomar decisiones que afectan a todos los países europeos. Y sucede gracias a la asimetría entre un poder dividido y difuso como es el de una república federal y otro concentrado y personalizado como el de la república presidencialista francesa. Los alemanes cuentan con un gabinete de coalición, sometido a un riguroso control del parlamento federal, condicionado a través del Bundesrat por unos poderosos länder, y controlado por un tribunal constitucional que vigila cualquier entrega de soberanía. Los franceses, en cambio, tienen un presidente con amplios poderes ejecutivos y escasos contrapoderes, de perfil diseñado por el general De Gaulle para sobrevivir en el mundo bipolar de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, ahora al servicio de la globalización multipolar post occidental. Merkel no podría llegar tan lejos en sus decisiones sin la fuerza institucional que tiene detrás ni Sarkozy entregar tanto poder sin sus enormes márgenes ejecutivos. Cada uno es muy bueno en lo suyo: una en el arte del camuflaje con el que ha ido tomando decisiones; el otro en la exhibición de su capacidad de acción, en la que brilla precisamente porque lo suyo es hacer discursos sobre sí mismo. La primera juega con el peso abrumador de Alemania dentro de la UE. El segundo con el peso que tiene la Presidencia de la República dentro de la pareja franco-alemana. La débil es fuerte y el fuerte débil. Para los españoles, con Zapatero antes o con Rajoy ahora, Sarkozy es la mejor parte de Merkozy. No tan solo por su sintonía en la lucha contra ETA, ya como ministro del Interior, sino por el asiento español en el G20 asegurado por el presidente francés y su defensa de los intereses periféricos en la pugna con Merkel durante la crisis de las deudas soberanas. Sus defectos y sus personalismos, tan ibéricos en el fondo, suscitan comprensión y regocijo, porque raramente es España quien los sufre. E incluso puede darse el caso de que produzcan algún beneficio a los españoles. El proyecto Merkozy tiene su primera cita con las urnas francesas esta primavera, a través de Sarkozy II, dispuesto a entregar algo de soberanía a Alemania con tal de seguir manteniendo la posición preminente y soberana de Francia. Y la siguiente en 2013, con Merkel III --después de la primera que gobernó con los socialdemócratas y la segunda con los liberales--, que asegurará su éxito si Sarkozy está todavía en el Elíseo y entonces, como ahora, puede seguir gobernando en coalición con los franceses.



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4 de abril de 2012
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IV. Buenas oportunidades para la democracia

Pero hay aún otra novedad, y es que desde el principio, Funes tomó distancia de la dirigencia del FMLN, de discurso más duro, y lo primero que hizo fue proclamarse alineado con la visión de izquierda democrática del presidente Lula de Brasil, y no con la del presidente Chávez de Venezuela. La distancia se mantiene, y la cúpula del FMLN proclama públicamente que el gobierno de Funes no es el suyo propio, sino su aliado. Una situación un tanto surrealista, pero que a la postre ha resultado constructiva, y abre un tercer polo de equilibrio.
Durante las pasadas elecciones el presidente Funes no dio la cara por el FMLN en la contienda electoral, lo que quiere decir que personalmente no perdió esas elecciones, ya que su nivel de aceptación popular se mantiene en el sesenta por ciento; más bien se le señala de haber respaldado por debajo del agua al nuevo partido GANA, ligado al ex presidente Elías Antonio Saca, alejado ahora de ARENA, que obtuvo once asientos en la Asamblea Nacional. Pero también se dice que la maniobra de respaldar a GANA fue compartida entre el presidente Funes y la alta dirigencia del FMLN, con la mira de restarle votos a ARENA. Si fuera así, el tiro les salió por la culata, pues al que GANA quitó electores fue al propio FMLN.
De todas maneras, si uno mira desde Nicaragua a través de las aguas del golfo de Fonseca, la democracia en El Salvador, está funcionando como debe ser. Nadie teme que de las filas del FMLN vaya a salir un caudillo que quiera quedarse en el poder para siempre; al final de su período, Funes se irá para su casa, y las probabilidades de que la derecha gane las próximas elecciones presidenciales están abiertas.
Asunto de maravillarse.
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4 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La abulia en campaña

Durante el último cuarto de siglo, la disyuntiva parecía siempre clara: elegir entre visiones del mundo contrapuestas, entre la razón y la barbarie, entre el pasado y el futuro, entre el bien y el mal. Así de simple y así de drástico: optar por un candidato no sólo representaba aborrecer a otros -o lo que representaban esos otros-, sino asentar un modelo de vida, una apuesta, una posición moral. Hoy, por primera vez en un cuarto de siglo, no es así.

 

            Regresemos a 1988. El PRI domina por completo la escena política: el partido hegemónico y el país se confunden. Sus cuadros copan todos los espacios de poder mientras que la oposición de derecha, la única real en esos tiempos, no ha ganado siquiera un gobierno estatal. Entonces, al calor de los movimientos reformistas que se suceden en medio mundo, el PRI se desgaja. La Corriente Democrática, asimilada luego con la izquierda institucional, postula a Cuauhtémoc Cárdenas como su candidato. Y la elección se convierte, por primera vez, en un juego real. Una feroz batalla entre la continuidad y la ruptura -para usar los términos del poeta-, entre el pasado y el futuro (con Clouthier como tercero en discordia). Frente al autoritarismo y la corrupción del PRI, Cárdenas encarna la posibilidad de transformar al sistema. Su derrota, a causa del fraude, no le arrebata el triunfo moral.

Seis años despúes, Salinas de Gortari ha conquistado cierta legitimidad gracias a un sinfín de maniobras, desde reformas estructurales hasta el uso extensivo de programas públicos. Sus ambiciones transexenales se apuntalan con la entrada del país en el NAFTA y con un hombre carismático y dócil como candidato del PRI a sucederlo. El 1º de enero de 1994, el escenario se trastoca: los zapatistas irrumpen en Chiapas y, a las pocas semanas, Luis Donaldo Colosio cae abatido en Tijuana. La elección adquiere un sesgo ominoso. Otra vez hay que elegir entre la continuidad de Zedillo y la ruptura del atrabiliario Fernández de Cevallos (con Cárdenas como tercero). Tras un brillante inicio de campaña, el candidato del PAN se desvanece y la alternativa se resuelve entre la pax priista y la incertidumbre. Prevalece la primera.

Arrinconados los temores frente a la violencia, el 2000 vuelve a enfrentar la continuidad y la ruptura. Con una diferencia sustancial: el desgaste del aparato priista y un presidente dispuesto a respetar los resultados. La elección moral resulta, esta vez, más o menos sencilla: Vicente Fox se presenta como un candidato bronco y desafiante -aunque luego se revele como un gobernante mediocre-, y los votantes se decantan por él frente a la añeja retórica de Labastida (con Cárdenas, otra vez, como tercero).

            En 2006, la batalla entre dos universos irreconciliables se recrudece: de un lado, la continuidad de Calderón frente a la ruptura -nunca más ácida- de López Obrador (con Madrazo en tercer sitio). Nunca la división fue tan tajante: para la mitad del país, López Obrador representa la barbarie; para la otra mitad, Calderón. La lucha se decide por décimas de punto, que muchos achacarán a un fraude. México se desgaja. Para colmo, López Obrador desafía a las instituciones y Calderón desata la "guerra contra el narco", sumiendo al país en la mayor ola de violencia desde el conflicto cristero.

            Llegamos, así, al 2012. Y, por primera vez en un cuarto de siglo, el carácter moral en la elección se desdibuja debido a la mediocridad o el cinismo de los candidatos. Tras doce años de gobiernos panistas, Peña promete una peligrosa nostalgia hacia la época en que el PRI resolvía todos los conflictos con maniobras al margen de la ley. Aún sin ser la favorita del Presidente, Vázquez Mota encarna la continuidad de la política de seguridad pública más perniciosa que ha experimentado el país. Y, tras sus exabruptos del 2006, el discurso de López Obrador se ha vuelto el más conservador: un regreso a los valores de familia y sociedad propios de la década de los cincuenta.

Sólo una sorpresa podría salvarnos de este abulia. Para lograrlo, Peña debería reconocer la corrupción de los gobiernos pasados y presentes del PRI y emprender una drástica depuración de su partido. Vázquez Mota tendría que repudiar, en los términos más enfáticos, la política de seguridad de Calderón. Y López Obrador tendría que asumir que su vena amorosa no basta: su repudio a las instituciones le hizo un gran daño al país -y a la izquierda- que no puede repararse con simples llamados a la reconciliación. Ahora que se han iniciado las campañas, y que seremos bombardeados con millones de spots, hay pocas esperanzas de que su discurso se transforme. Si ninguno asume sus errores -y los de su partido- y se decide a abandonar los lugares comunes (la renovación del país, la reconciliación, la paz, bla, bla, bla) y a detallar, en primera instancia, las medidas concretas que adoptará en torno a la violencia y el narcotráfico, estaremos obligados a elegir, a regañadientes, sólo entre tres formas distintas de simulación.

 

twitter: @jvolpi



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3 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Le asusta a usted el teatro?

?Sara dice? un montaje del teatro Petra en Colombia. Un lío gordo se ha armado en Colombia a raíz de una columna de Héctor Abad Faciolince titulada ?Contra el teatro?, publicada en El Espectador el 25 de Marzo, donde reconocía que le tenía fobia al teatro. Héctor dice en la columna:

Lo digo sin orgullo, casi con pena: ir al teatro me produce una aversión parecida a comer hígado de perro crudo. Los comediantes salen al escenario, gritan, manotean, hacen reír al público, y yo siento una mezcla de vergüenza ajena, rabia y malestar. Quiero salir corriendo. Sentado en la butaca no me meto en la acción: veo un espectáculo ridículo, caduco, un muerto en vida. Una antigualla que huele mal, una impostura. Los que odian los sapos, los que no soportan siquiera su vista, reconocen que el sapo es un animal inocente, inofensivo, incluso útil. Si a veces destila una leche venenosa, ésta puede producir eczema, pero casi nunca es mortal. También yo sé que el teatro es inocente, inofensivo, incluso útil, sé que su veneno no mata, y sin embargo me repele. (?) Al que odia el teatro no le importa que a él se hayan dedicado algunos de los mayores genios de la literatura: Shakespeare, Ibsen, Lope, Sófocles, Chéjov? Lo hicieron, sí, pero hace siglos, cuando ellos y el teatro estaban vivos, al mismo tiempo. También Homero era un genio, y escribió las obras cumbres de la épica, pero ¿a quién se le ocurre, hoy, hacer cantares de gesta? Alguien con fobia al avión, en general, no tiene nada contra los pilotos en tierra. Yo no tengo nada contra los actores, críticos, escritores, empresarios o directores de teatro. Los festivales son dignos, los teatros heroicos. Los teatreros son personas, en general, tan inofensivas y útiles como los sapos. Sus obras destilan un veneno blancuzco que no mata. Fuera del escenario son simpáticos, inteligentes, cultos. Me caen muy bien, en un comedor o en una esquina, el Negro Aguirre, Ramiro Osorio, Anamarta de Pizarro, Carlos José Reyes, Ibsen Martínez, Gilberto ídem, Omar Porras, Sandro Romero, tantos otros: personas extraordinarias. Pero encaramados ya en el tablado de sus gestos, maquillados, disfrazados, se convierten en monstruos. (?.) Al que le tiene fobia a los sapos, le fascinan los sapos, pero en láminas o en libro. También a mí me fascina el teatro leído. O trasladado al cine, con sus efectos de realidad cada vez más perfectos. Gozo con los dramas abstractos, leídos, o con ese teatro moderno que se llama cine. Como un homenaje al Festival de Teatro (que debe existir, y apoyarse, y protegerse, como los aviones, las culebras y los sapos), en estos días pienso leer a Arthur Miller, a Harold Pinter, a Molière. Pero al que me invite al teatro le contestaré en latín: vade retro.

Muchos fueron los que en FB o en Twitter contestaron a Héctor Abad Faciolince, pero fue el director del teatro Petra, Fabio Rubiano, quien, en la revista Arcadia y a manera de carta dedicada a Héctor, le contesta de modo contundente:

Las casas de las bromas están llenas de insectos, sapos, ratas, culebras, además de vergas, vaginas y excrementos de plástico. Todo en aras de producirle risa a alguien a costa del miedo del otro, del sufrimiento del otro. Los gestos de la gente que entra en pánico ante aquello que lo descontrola son impresionantes: la boca se tuerce para un lado que nunca imaginamos, los ojos se desorbitan, hiperventilan, se agachan como si fuera a caer una bomba; gestos que, según usted en su columna, son los que odia. Lo paradójico es que queda la sensación al leer su penoso artículo, de que es usted quien hace los gestos a los actores cuando nadie lo está asustando, está sacando la lengua cuando no hay mimos persiguiéndolo, contrae los músculos de la cara y crispa las manos sin que se asomen por la ventana de su casa actores con máscaras griegas. Está haciendo muecas solo. ¿Cuál es la razón para que sea usted quien haga los gestos que tanto odia? Y los exhiba. Además está mostrando sus heridas, el desorden de sus neurotransmisores (las fobias lo producen), sus trastornos, ¿para qué?, ¿para que lo compadezcan, lo perdonen? Para las fobias hay tratamientos. Bien podría curarse y volver algún día a teatro. Va a tener que ver muchas obras malas para alcanzar una buena, así sucede también con la literatura. Y sí, lo sé, hay gente que dice que la novela ya se escribió y que no hay que escribir más, de la misma manera que usted dice que el teatro ya no está vivo. Afirmaciones temerarias, pero ya de lugar común, como el fin de la historia, fin del arte, fin del fin. Apocalípticos de catálogo. Al ver el título me emocioné, pensé que había argumentos sólidos, pero casi de inmediato llegó la sorpresa y la vergüenza. Habla usted del amor al cine donde no hay esos gestos feos del teatro que le crispan. Si tanto horror le producen, supongo que odiará el cine expresionista de los años 20 donde nada de lo que allí sucede se parece a la realidad, que es una de las exigencias que usted hace, o intuyo que detesta Kusturica por lo antinatural de la gestualidad, o que también siente fobia con algún Kurosawa. En su reemplazo asumo que disfruta más las películas basadas en novelas de Jane Austen o las hermanas Brontë, donde todo es muy limpio y los gestos medidos. En esa misma línea sospecho que no disfruta usted la pintura de los expresionistas, o de los objetivistas como Otto Dix o Gorge Grozs, o que no aguanta ver a Lucian Freud o a Odd Nerdrum donde ahí sí que hay gestos grandes y feos (para usted, no para mí), y que prefiere cuidarse su fobia viendo a los que ?no hacían gesticulaciones enfáticas y sí sabían como era que se pintaba?.

Además, Rubiano enumera una serie de imprecisiones en las que incurre Héctor Abad Faciolince en su columna. ¿Habrá respuesta?

[[MORE]]1. Homero no escribió teatro, de hecho no escribió nada. Narraba, y como era ciego, a lo mejor también haría muecas repugnantes para los fóbicos de los gestos. Los cantares de gesta se hicieron casi 20 siglos después de Homero. Eso usted lo debe saber, no sé por qué lo confunde. 2. Cuando dice que a quién se le ocurriría hoy hacer cantares de gesta, recuerdo que fue lo mismo que le dijeron a Cervantes cuando escribió una novela de caballerías en una época en que el género ya estaba pasado de moda. Hay gente que escribe lo que está de moda en el momento oportuno. Los de teatro por lo general hacemos no lo que esté de moda, sino lo que creemos que es necesario. 3. Los actores de cine que usted admira pasaron por escuelas de teatro, y la formación no consistía en tirarse al piso y empelotarse, eso es básico, eso es un comentario de matrona del partido conservador. Hay muchas más cosas que hacer, con emociones o con técnica, años de trabajo. Esos grandes actores de cine no son actores de cine, son actores, y siempre regresan al teatro. Mínimo una vez cada año, decía Mastroianni, y el consejo lo siguen muchos. Lo hace Philip Seymour Hoffman hoy en día (está en cartelera con ?La muerte de un agente viajero de Miller?), lo hace William Dafoe permanentemente con el Wooster Group. Los pocos buenos actores que hay en nuestra televisión ¿adivina usted de dónde salieron? 4. Aquello de que el teatro moderno involucra al público es una afirmación destemplada. Ese teatro moderno del que usted habla es de los años 60 y 70 con el furor del Open Theater o el Living Theater. Hoy en día eso no es para nada común, se usa en algunos espectáculos de calle o en números de payasos o magia. Espectáculos como ?Fuerza bruta? o ?Villa Villa? sí involucran a los espectadores; a veces descienden del cielo actores con arneses y se llevan consigo algún espectador. Las colas para verlos son interminables y los asistentes ruegan por ser ellos los ?elegidos? para volar. De antemano saben a lo que van. Con la Fura dels baus, agrupación catalana, uno está advertido de que en algún momento el teatro se puede incendiar, hay obras con encierro, incendio y bomberos. A mí no me parecen los mejores espectáculos en cuanto a lo esencial del teatro, pero supongo que en este último caso, cuando usted está entre las llamas y llevado en brazos por un bombero actor, sí se cumplen sus expectativas de verosimilitud. 5. Dice usted que el teatro es falso. ¿Me podría decir qué obra de arte no lo es? Primera clase del primer día: el arte no es la realidad, es una construcción poética, lírica, dramática?etc.  De hecho la realidad también es falsa, todos los días se dicen verdades que no lo son. 6. El teatro no es como usted dice inofensivo, ni inocente, mucho menos útil; cuando se vuelve útil deja de ser arte. Ni siquiera fue útil cuando cumplía funciones pedagógicas en el siglo XIX en Colombia. Es un trabajo minucioso, puntual, de corrección permanente para que se vea exactamente lo que se quiere decir, para poder ser lo suficientemente ético en lo que se plantea, para no estar al servicio de nadie, no ser útil para nadie. No es inocente, porque lo que se diga y haga puede insultar, o asustar, como a usted; y no es inofensivo, muchas veces ofende. ?Casa de muñecas? ofendió a la sociedad noruega; ?Las brujas de Salem?, a la norteamericana; todo el teatro abierto argentino ofendió a la cúpula militar, por eso les incendiaron el teatro; La Candelaria ofendió también y varias veces fueron allanados y les confiscaron los fusiles (eran de madera, de utilería). 7. El cine no es teatro moderno. El cine es hijo del teatro, lo que pasa es que es un hijo que se volvió rico y a pesar de todo siempre regresa a casa a pedir consejos. El cine muestra, el teatro alude, evoca. No montamos en un escenario cien soldados a caballo, pero hacemos que se sienta que ya van a entrar. En el cine de hoy tampoco son de verdad, lo siento. Las tropas multitudinarias son por computador, ojalá eso no lo aleje también de las salas de cine. Ah, y las muertes son de mentiras y la sangre también. Como en el teatro.



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3 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Fernando Iwasaki republica

carátula del libro Recuerdo cuando compré el primer libro de cuentos de Fernando Iwasaki en 1987, en una librería en forma de cabaña de la antigua PUCP, y cómo me divertí -sobre todo- con el retrato que hace ahí de un famoso profesor de literatura, entusiasta y memorioso, convertido en ayudante de detective policial por Iwasaki. Los primeros libros de cuentos de Fernando Iwasaki, hasta ahora imposibles de hallar en librerías, Tres noches de corbata y A Troya, Helena, serán públicados bajo un mismo título, Papel carbón. El título se refiere a las copias que sacaba el autor en papel carbón de cada uno de sus cuentos, escritos a mano, cuando tenía menos de 30 años, una época sin computadoras ni procesadores de textos. Lo edita Páginas de Espuma y, según el autor, los ha editado con la misma ilusión con que alguien sube fotos viejas al Facebook.

El escritor Fernando Iwasaki saca a la luz sus primeros relatos en el libro Papel carbón, en el que incluye los volumenes Tres noches de corbata y A Troya, Elena, en los que se incluyen los cuentos que el autor escribió entre 1987 y 1993. Este libro responde a ?una época en la que acumulaba los cuentos que escribía y después decidia si tenía el número suficiente para reunirlos en un volumen?, ha explicado este lunes, en declaraciones a Europa Press. Por tanto, a diferencia de lo que hace ahora, no tenía un ?plan? establecido. ?Era un método un tanto maternal: estaba de siete cuentos e iba a tener un libro?, indica. Según explica el autor, se trata de relatos que escribió entre los 22 y 32 años. ?A esa edad no te ha pasado nada especialmente importante, las cosas relevantes ocurren en la adolescencia y después de los 40?, subraya. Por ello, aunque aquí no hay demasiadas experiencias vitales, son relatos llenos de ?lo que uno ha leído y lo que uno está aprendiendo?. ?La educación sentimental, literaria y vital sí está?, indica. Los temas de estos dos libros poseen ?versatilidad temática? y el lector encontrará cuentos diferentes: policiales, fantásticos, históricos, eróticos, culturalistas e incluso taurinos. ?Yo quería que todos estos temas estuvieran representados?, cuenta Iwasaki. Ahora, en cambio, no le interesa esa diversidad, porque prefiere que cada tema tenga su propio libro. En palabras de Iwasaki, la forma unitaria en la que trabaja sus libros comenzó con Inquisiciones peruanas, publicado en 1994. ?Decidí que cada libro de relatos iba a tener un eje y un tema, una preparación similar a la de cualquier novela que prepara un narrador?, señala. En el prólogo del libro, Iwasaki (Lima, 1961) reflexiona sobre lo que significaba escribir a máquina los textos y afirma que ?las copias de papel carbón? de entonces ?son las partituras de una forma de escribir que ha sido abolida para siempre?. Muchos de los grandes almacenes están rediseñando sus estanterías porque los libros van a dejar de existir, una ?conspiración? que también aparece en las páginas de cultura en forma de publicidad, por lo que el escritor afirma que ?se ha terminado una manera de escritura que desaparece con las páginas?. Sin embargo, opina que los cambios tecnológicos no influyen en la forma en que se conciben las historias. Según afirma, ?las grandes innovaciones técnicas de la narrativa son las que en el siglo XX introdujeron Joyce en el Ulises o Proust con En busca del tiempo perdido, y todos escribían a máquina?. ?No había nada que no pudieras hacer así, hoy haces más rápido lo que antes te llevaba más tiempo?, añade. Hoy en día, ha cambiado la máquina de escribir por un ordenador, aunque admite que es incapaz de escribir las direcciones de correo en los sobres, por lo que recurre a la vieja técnica. Iwasaki, ?como todo el mundo en España?, está ?hipotecado?, así que debido a eso y a la familia que decidió formar, confiesa que que no puede vivir de la literatura. ?No podría, vive muy poca gente, porque tendráis que estar solo?.



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3 de abril de 2012
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