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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Derecha extrema

La derecha extrema no es la extrema derecha. Al menos todavía. La primera es la radicalización, desacomplejada y populista, y esperemos que circunstancial, de la derecha de siempre; mientras que la segunda anida y vive en el cabo del fin del mundo ideológico, aunque en algunos casos, como ahora en Francia, intente salir de su soledad y apoderarse del espacio conservador entero. Puede que Nicolas Sarkozy haya cruzado la línea roja que separaba ambos territorios y que Jacques Chirac, su predecesor en el gran partido de la derecha francesa, la Unión para un Movimiento Popular (UMP), y en la presidencia de la República, había trazado y mantenido celosa y enérgicamente desde los años 80, cuando empezó el ascenso electoral del Frente Nacional. Según un editorial de ayer de Le Monde, esto ya ha sucedido, puesto que ha adoptado "el lenguaje, la retórica, y por tanto, las ideas, o mejor dicho, las obsesiones, de la señora Le Pen" y atizado "los miedos de la sociedad francesa en vez de apaciguarlos, como es el caso de la estigmatización de las 'elites', lanzadas como pasto al 'pueblo'; o la denuncia del sistema, sobre el que cabe preguntarse si acaso no es la República de la que él mismo debería ser el garante".

Dentro de pocos días, en la segunda vuelta de la elección presidencial francesa, se comprobará si se ha roto el tabú. Y será a cara o cruz, sin posibilidad de entrar en muchos matices, con la rotundidad de la apuesta arriesgada en la que se ha embarcado Sarkozy con su viaje extremista, puesto que la victoria cada vez más dudosa solo será posible si el 6 de mayo los votantes de Marine Le Pen, magnetizados por sus numerosos guiños y cucamonas, se trasladan en masa a votarle. Hay muchas dudas respecto a la huella que dejará Sarkozy en la historia de la presidencia francesa. Pero, después de los resultados de la primera vuelta, pocas hay respecto a los efectos de su paso sobre la configuración del campo conservador. La levedad de Sarkozy como presidente es tan notable como su carácter transformador en relación a su partido y a la derecha en general: también en ambas cosas hay algo que le aproxima a Zapatero. Es casi seguro que de esta elección presidencial saldrá un nuevo paisaje político, suceda lo que suceda en la segunda vuelta. Si gana Sarkozy, gracias a su viraje hacia el cabo de la derecha, la UMP soltará algo de lastre por el centro y evolucionará hacia un nuevo partido que se habrá apropiado de buena parte del programa y de la cultura política del lepenismo, pero sin las más lacerantes desventajas del Frente Nacional y del apellido Le Pen; es decir, una derecha bien extrema y populista, eurófoba e incluso xenófoba, pero dirigida e incluso moderada por su caudillo conservador. Si gana Hollande, las bandas del Frente Nacional (FN) abandonarán definitivamente su finisterre político y penetrarán en territorio de la derecha clásica, con Marine le Pen, su victorioso condotiero al frente. La transformación será todavía mayor, porque la derrota de Sarkozy dejará descabezada y dividida a la UMP, que fácilmente se fragmentará en todas direcciones. Todo esto no empezará a suceder hasta las elecciones legislativas (10 y 17 de junio) en las que se cosechará en diputados la siembra de los votos recogidos ahora en las dos vueltas presidenciales. El sistema mayoritario a doble vuelta francés no tendrá piedad con la derecha presidencial si sale Sarkozy derrotado, y situará a muchos de sus candidatos en la tesitura de aliarse con el Frente Nacional o entregar la circunscripción a la izquierda. El candidato conservador ha prohibido a los suyos que hablen en público de este momento crucial que serán las legislativas: los quiere concentrados solo en la segunda vuelta. El FN se ocupa de lo contrario. Prepara incluso un cambio de nombre en el que se exprese la vocación mayoritaria de su nueva etapa: Rassemblement Bleu Marine, barajado para una nueva formación que sustraería a la vieja derecha la idea de la asamblea o unión gaullista, el rassemblement, así como el color azul marino que incluye el nombre del nuevo caudillo de la derecha. Y sin las siglas ni el nacional del FN, y menos todavía el apellido de su descarado e impresentable fundador y dirigente, Jean-Marie Le Pen. Marine ha hecho un buen trabajo para diferenciarse de su padre, manteniendo el patrimonio mientras acrecentaba su capital electoral. Y Sarkozy ha contribuido notablemente a allanarle el camino, con su ruptura de los tabúes republicanos y gaullistas, el mayor de todos la prohibición de tratar con la extrema derecha heredera del régimen colaboracionista de Vichy. Si la derecha extrema deriva todavía más hacia la derecha, la extrema derecha se expande para ocupar todo el espacio de su hemisferio político, con la eventualidad de que toda la derecha salga transformada. El desplazamiento y confusión de líneas entre la derecha extrema y la extrema derecha también modificará necesariamente el entero espacio político francés tal como la hemos conocido hasta ahora, aunque con toda seguridad tendrá también consecuencias en el conjunto de Europa.



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26 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Como un saco de boxeador

Un artículo mío publicado hoy en el blog Vano Oficio del diario El País. Sobre los ingresos modestos la baja autoestima de los escritores y nuesta necesidad -o necedad- de no valorar nuestra trabajo y sentirnos mal por cobrar. Los eternos ad-honorem.

Foto: K0P “Recuerdo una anécdota de Ezra Pound cuando era niño. Su padre trabajaba acuñando monedas en un Banco y lo dejaba entrar a la bóveda repleta de sacos con monedas de oro. Los colegas de su padre le decían: “si puedes levantar uno de los sacos, te lo llevas”. El pequeño Ezra siempre lo intentaba pero jamás logró llevárselo. La ambición literaria es eso mismo. Mientras esté la promesa de llevarnos el saco de oro si podemos ponérnoslo en nuestros hombros, y mientras vayamos todos los días a internarnos en la bóveda a hacer el intento, habrá literatura.” Esa es la respuesta que di, en 1993, ante la pregunta por la ambición literaria a un grupo de jóvenes que editaban un periódico universitario. Yo acababa de publicar mi primer libro de cuentos, Las fotografías de Frances Farmer, y estaba seguro de que con esa anécdota me estaba refiriendo a la persistencia. Ahora, casi veinte años después, me doy cuenta de que también me estaba refiriendo al oro.  Hace poco hice un ejercicio para una revista argentina, al estilo Je me souviens de George Perec, en el que citaba sin mayor conexión decenas de frases y anécdotas referidas a escritores y dinero. O más precisamente, escritores y problemas monetarios. Escribir para hacerse millonario puede parecer una ambición bastante extravagante, aunque válida, tan válida como estar dispuesto a morirse de hambre por culpa de la literatura o aceptar ser un mil oficios para poderse mantener sobre la línea de flotación.  Al respecto, siempre me ha parecido tremendo el comienzo de A salto de mata, las memorias de Paul Auster: “Cuando llegué a la treintena, pasé unos años en los cuales todo lo que tocaba se convertía en fracaso. Mi matrimonio terminó en divorcio, mi trabajo como escritor se hundía y estaba abrumado por problemas de dinero. No me refiero simplemente a una escasez ocasional, ni a tener que apretarme el cinturón de cuando en cuando, sino a una falta de dinero continua, opresiva, casi agobiante, que me envenenaba el alma y me mantenía en un inacabable estado de pánico.” El alma envenenada. El inacabable estado de pánico. El hambre ha resultado ser un buen consejero literario para algunos, pero eso no signfica que el escritor sea necesariamente un hambriento. Alguna vez me despidieron de un trabajo argumentando muy felizmente que me estaban haciendo un favor: un escritor verdadero tenía que ser pobre. ¿Cómo me atrevía a defender un sueldo y, en el colmo de la incoherencia, también pretender ser un escritor auténtico? Al final, pude mantener mi puesto pero solo si aceptaba trabajar ad-honorem. Y acepté, cómo no. Las penurias económicas y los ingresos modestos deben agradecerse pues son alicientes para escribir libros geniales llenos de hambre. En un excelente texto, la escritora croata Dubravka Ugresic ha diagnosticado a los escritores: son seres que sufren de autoestima baja. ¿Dicen por ahí que tenemos egos revueltos? Pues no. Yo diría más bien egos disueltos. Ugresic lo explica así: “Cuando un escritor no está seguro de serlo (y los escritores de verdad nunca lo están) su sentido de la profesión no puede ser real. Así pues ¿cómo pueden cobrar esos escritores por sus esfuerzos literarios? (…) Un escritor de verdad tiene problemas de autoestima, vive permanentemente consumido por la duda, aunque haya sido reconocido públicamente (…) Una persona con la autoestima baja es como un saco de boxeador a disposición de cualquiera; el primero que pase por ahí puede encajarle un puñetazo. Un escritor de verdad se siente culpable y cree que lo que hace no tiene importancia ni utilidad, o se siente un privilegiado (aunque no cobre un céntimo), mientras que la gente seria trabaja (…) Tan pronto como se hace un llamamiento a su humanismo, el escritor con baja autoestima se olvida por completo de sus emolumentos. Cuando la gente se queja en cualquier país del precario estado de la literatura, el escritor acepta publicar gratis sin rechistar. Para este tipo de personas, el dinero es como un regalo. Viven de lo que escriben, pero no de lo que ganan. Por eso es frecuente dar con los escritores con la autoestima baja en encuentros y retiros literarios. Allí, mimado por la soledad, con ayuda de una beca miserable y alojado en un cuartucho gratis, el escritor con baja autoestima escribe su “obra maestra”. Al terminar recibe un pago que nunca supera el salario mensual de su editor.” El ensayo de Ugresic se titula “Escritores con ingresos modestos” y aparece en el libro Gracias por no leer (La Fábrica). Lo leo en un taxi rumbo a una conferencia en un colegio muy distante de mi casa, pero me han ofrecido pagarme el taxi y unos emolumentos por presentarme. Hablaré de cómo la literatura nos cambia la vida. Citaré a Shakespeare. Llevo un saco de vestir azul marino. Y en el bolsillo del saco me incomoda un objeto inmanejable: mi talón de recibos por honorarios profesionales. (Pero aún queda, en esa bóveda del banco del padre de Pound, un saco de oro y algunas oportunidades más para levantarlo. Me refiero al oro, pero también a la persistencia).



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25 de abril de 2012
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Esos franceses aburridos

Ese espejo de la Francia que tanto ha encandilado. Bien articulada en femenino a pesar de las bravuras marsellesas, las veleidades de aquellos greñudos misóginos que dejaron su huella en Saint-Germain o el rusticismo provenzal al estilo Monet. Los franceses pronuncian la palabra macho y se les llena la boca, predispuestos a seguir idealizando la pasión. Colorean bien con el vino y el salchichón. Con el arrojo y la mediterraneidad, arrinconando la flema del norte en la Rive Droite. Vean si no a Sarkozy pidiendo el cuerpo a cuerpo con Hollande: «Póngamelo delante», reclama, augurando un duelo al sol. Aunque no parece suficiente su napoleónica energía, ni sus artes cortesanas, frente al zeitgeist que hoy invade Francia: ahí está la indolencia de la vieja dama europea, ese je m’en foutisme que tanta distancia marca entre las cosas y el amor. O entre la vida y el Elíseo. Pero que acaba por acudir en tropa a las urnas. Lo que aquí entendemos por desafección o desapego de la política, los franceses, con su inclinación natural a una sinceridad sonora e insolente, lo llaman aburrimiento, ese gran enemigo de la felicidad. Ennuyant, dicen, tan dados a dividir las conversaciones y las personas entre interesantes o ridículas. La opinión pública gala acusa tedio ante unas hojas de ruta que bracean por gobernar. Y ahí están los extremos. Por un lado, el grito de guerra de Marine Le Pen cala incluso entre los jóvenes apolíticos que la identifican como «antisistema». Por otro, el orador Mélenchon quiere refundar la izquierda, apasionadamente. Pero este extrotskista con campaña ascendente no ha logrado desvincular su discurso de la pandilla de radicales que se agazapan tras él. Cierto es que la crisis pasa factura y excita las fantasías populistas: Le Pen enciende la idea de un gobierno asistencialista ?que no social? pero sobre todo aguerrido y ultranacional, que debe independizarse de Europa, mal de todos los males. Y Sarkozy, un traidor ideológico para muchos que lo votaron en el 2007, radicaliza el discurso de la seguridad, el control de la inmigración y el chovinismo, aunque secuestrado por la hermética hucha de Merkel. Era previsible que en la primera vuelta ganara Hollande. Pero hacía 17 años que no se producía el milagro, alumbrado además en plena debacle de la socialdemocracia. «Es una posición que me honra y me obliga», ha declarado Hollande, «el blando». El caballero que dejó pasar primero a su exmujer, Ségolène Royal, porque parecía menos aburrida que él, y a quien la incontinencia de Strauss-Kahn le cedió la silla, por fin, después de quince años de tramoyista, ha acabado saliendo al escenario para acallar tanto exceso de pasión. On verra. (La Vanguardia)

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25 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Casta viuda

El cronista Serrano era devoto de Bécquer y de la venerable María de Agreda, pero al final, desengañado de todo, solo creía en el ferrocarril y los jefes de estación. Todo vino de que el 8 de febrero de 1874, domingo, cuando se decía la misa en la parroquia de San Pedro de Beratón, entraron en la iglesia media docena de forajidos con sus trabucos, mientras otros cuatro esperaban fuera. Capitaneaba a los bandidos el tío Chupina de Serón, con el Monsiú de lugarteniente, y el Rubio de Noviercas como guapo matón. El Chupina ordenó a los hombres echarse al suelo y, al cura, que continuara con la misa “que todos somos cristianos”. Luego fue llamando por sus nombres a los feligreses, que eran conducidos a sus casas y robados a conciencia. El Chupina era sarcástico y burlón, a una vieja que se resistía la hizo echar en el banco de matar el cerdo con una palangana bajo el cuello y le puso el cuchillo en el cuello. Despachada la misa y la colecta, los ladrones atrancaron la puerta de la iglesia y entraron en una casa para hacer festejo y reparto. El plan parecía bueno, pero entonces se descolgaron desde el campanario al cementerio cuatro jóvenes, el primero se rompió una pierna, pero los otros tres escaparon. Constancio Serrano tenía entonces veinte años y fue a pedir ayuda a La Cueva de Ágreda, a dos leguas, y paró en casa de la futura señora Serrano, que le pareció tan jovenzana que aún jugaba con muñecas, y de ahí cortejaron, y se casaron, pero la joven tenía un hijo de unas primeras nupcias que le levantó la mano a Serrano, quien vendió las churras y las tierras, y salio pitando del pueblo, no sin llevar consigo la edición de 1871 de las obras completas de Bécquer, aquella heroica impresión que hicieron Casado del Alisal y otros amigos del poeta, la mística ciudad de Dios de la venerable María de Ágreda y el diccionario de Gaspar y Roig, y al cabo de sus años de redactor y cronista en el Noticiero, le sobrevino una invencible querencia por el ferrocarril, tanto que lo hallaron en la sala de espera de la estación de Soria en 1935.
 
Pero antes de todo eso, escaparon de la iglesia los de Beratón, descolgaron los trabucos y empezó el tiroteo con los bandidos que echaban la siesta. Para cuando llegaron los refuerzos de otros pueblos, ya le habían pegado un tiro al tío Chupina, que sobrevivió al plomo y luego a la cárcel, y se reconvirtió en fabricante de pelotas de tripa que vendía por los pueblos. También el Monsiú quedó herido en la culera, pero el Rubio de Noviercas se escapó al monte y tiró hacia Borobia, pero lo cazaron y murió al pie de un rebollo, con otros dos compinches, y a los tres les dieron tierra en el cementerio de Beratón. 
 
Antes de descolgarse del campanario y de ser cronista, Serrano conocía al Rubio y su papel en la leyenda de Bécquer. Seis años antes del asalto de Beratón, en 1868, el Rubio desafió a Bécquer en la plaza de Noviercas. Todos los enterados sostienen que el desafío a Bécquer fue a causa de que su mujer, Casta Esteban, le quiso dar celos con el Rubio. El propio Bécquer también lo creyó, porque de inmediato se separó de Casta, quien parió en diciembre de ese mismo año a Emilín, un niño que todos reputaban el vivo retrato del Rubio. Sólo Serrano creía en la castidad de Casta, a la que recordaba como una dama distinguida, que estuvo de visita en su casa de Beratón, con su esposo Gustavo Adolfo y su cuñado Valeriano en 1863, cuando Bécquer escribió “La corza blanca”.
 
Tales extremos salieron a la luz en 1885, en el curso de unapolémica soriana que Serrano mantuvo con Saturio Galán, articulista de la Voz, bibliotecario del Casino y organista de San Nicolás. Este pluriempleado despachó una reseña antibecqueriana donde se permitía desdeñar “La corza blanca” dado que el autor confundía en ese relato a los ciervos con los corzos, porque “sin duda, se le pasó por alto fijarse en la cornamenta”. Serrano, por su parte, ignoró la alusión al Rubio y la Casta, y replicó con agudeza que los ciervos pertenecen la parte “real” de la leyenda, mientras los corzos y, en especial, la corza blanca, pertenecen al sueño. También sostenía Galán que el volumen “Mi primer ensayo. Colección de cuentos con pretensiones de artículos” publicado en 1884 por Casta Esteban no lo escribió ella, y era en todo caso un libro pésimo. Serrano defendió la autoría de Casta desde el punto de vista ferroviario, y observó que Bécquer fue un autor interesado y hasta fascinado por el tren que por entonces era una novedad, y participó en el viaje inaugural del ferrocarril Madrid-Irún, hecho sobre el que escribió una calurosa crónica titulada “Caso de Ablativo”. Apreciaba Serrano que Bécquer escribía, como puede leerse en “Desde mi celda”, para lectores que aún no habían viajado en tren, o bien querrían saber qué diría el poeta del portentoso invento: “La locomotora arrojaba ardientes y ruidosos resoplidos, como un caballo de raza, impaciente hasta ver que cae al suelo la cuerda que lo detiene en el hipódromo. De cuando en cuando, una pequeña oscilació n hacía crujir las coyunturas de acero del monstruo; por último, sonó la campana, el coche hizo un brusco movimiento de adelante a atrás y de atrás a adelante, y aquella especie de culebra negra y monstruosa partió arrastrándose por el suelo a lo largo de los rails y arrojando silbidos estridentes que resonaban de una manera particular en el silencio de la noche. La primera sensación que se experimenta al arrancar un tren es siempre insoportable. Aquel confuso rechinar de ejes, aquel crujir de vidrios estremecidos, aquel fragor de ferretería ambulante, igual, aunque en grado máximo, al que produce un simón desvencijado al rodar por una calle mal empedrada, crispa los nervios, marea y aturde. Verdad que en ese mismo aturdimiento hay algo de la embriaguez de la carrera, algo de lo vertiginoso que tiene todo lo grande; pero, como quiera que, aunque mezclado con algo que place, hay mucho que incomoda, también es cierto que hasta que pasan algunos minutos y la continuación de las impresiones embota la sensibilidad, no se puede decir que se pertenece uno a sí mismo por completo.” Por su parte, Casta denunciaba las lamentables interioridades de las compañías ferroviarias, lo cual, decía Serrano, es otro género literario, del mismo modo que una cosa es rimar y ser legendario, y otra, pasar de ser la hija del médico a pasarlas crudas por casarse con un poeta.
 
En general, la crítica ha estado más con Galán y sus alusiones córneas, que con Serrano. “Mi primer ensayo” ha sido considerado mediocre, malo y apócrifo, todo a la vez, y Casta Esteban, una desentrañada que murió sumida en el vicio.
 
En mayo de 1872, Casta Esteban, viuda de Bécquer, se casó en segundas nupcias con un recaudador de Hacienda. El martes de carnaval de 1873, Casta y su marido acudieron a una casa de Noviercas donde se celebraba un baile y de donde se expulsó al Rubio por faltón. Después del baile, Casta se iba a casa del brazo de su marido, cuando el recaudador fue asesinado de un tiro. Todos pensaron que había sido el Rubio, pero no se sustanció ningún proceso y el crimen quedó impune. Meses después se produjo el asalto a la iglesia de Beratón y acabaron los días del Rubio. Emilio Bécquer, el reputado hijo del Rubio y la Casta, murió en 1878, a los nueve años.
 
En el contrato de la cuarta edición de las obras de Bécquer firmado en 1884, Casta Esteban hizo constar que “en atención a las diferencias surgidas entre ella y sus hijos”  el dinero que les correspondía quedara en manos del editor Fernando Fe con la obligación de entregarlo cuando ellos llegaran a la mayoría de edad.
 
Poco antes, Casta había publicado “Mi primer ensayo. Colección de cuentos con pretensiones de artículos” con nulo éxito de crítica y público “¿Existe el Amor? No […] el mejor billete de amor es un billete de Banco”, aseguró Casta, y antes lo hizo Bécquer: “una oda solo es buena / de un billete del Banco al dorso escrita”.
 
Casta Esteban murió en el hospital de San Juan de Dios Madrid, el 30 de marzo de 1885, a causa de las quemaduras que sufrió durante el incendio de su casa que probablemente originó ella misma. En 1913, los restos de los hermanos Bécquer se trasladaron con gran fasto a Sevilla, y nadie se acordó de ella, salvo, quizá, el cronista Serrano.


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25 de abril de 2012
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I. El poder como anormalidad

El poder ha sido una constante entre los temas fundamentales de la literatura latinoamericana gracia a sus invariables distorsiones a lo largo de la historia. Desde la conquista de la independencia en el siglo diecinueve, el poder se convierte en una anormalidad, y se establece una distancia insalvable entre lo que las nuevas constituciones de inspiración republicana mandan, y lo que la realidad establece como suyo; el ideal, por una parte, que crea la ilusión del gobernante respetuoso del bien común y de las leyes, sujeto a un sistema donde el contrapeso de poderes del estado, independientes y armónicos, actúa como un freno de la tiranía; y, por el otro, el mundo real donde reina el caudillo sujeto nada más al arbitrio de su voluntad, con lo que todo se convierte en una mentira, que es el alimento de la novela.
En el texto de nuestras constituciones fundadoras tocamos con las manos la utopía nunca resuelta. Gobiernos para el bien común, instituciones firmes y respetadas, sujeción de los gobernantes a las leyes, respeto a los derechos individuales, libertad de expresión, igualdad ante la justicia. Podemos leer esas constituciones como novelas, fruto de la imaginación. Nuestras mejores novelas. Intentamos la modernidad, pero no pudimos apropiarnos de los modelos que se nos proponían.

 

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25 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más comienzos…

“En agosto de 1992, cuando la canícula se acercaba a su fin, emprendí un viaje a pie a través del condado de Suffolk, al este de Inglaterra, con la esperanza de poder huir del vacío que se estaba propagando en mí después de haber concluido un trabajo importante.” Los anillos de Saturno, W.G. Sebald “Me había capturado la milicia fascista el 13 de diciembre de 1943.” Si esto es un hombre, Primo Levi “El sueco…Durante los años de la guerra, cuando yo todavía iba a la escuela primaria, ése era un nombre mágico en nuestro vecindario de Newark, incluso para los adultos a los que sólo una generación separaba del viejo gueto de la calle Prince y que aún no estaban tan impecablemente americanizados como para quedarse como si les hubieran dado un balonazo en la cara ante la destreza de un atleta de escuela media.” Pastoral americana, Philip Roth “En 1815, monseñor Charles-François-Bienvenu Myriel era obispo de Digne. Era un anciano de cerca de setenta y cinco años y ocupaba la sede de Digne desde 1806.” Los miserables, Victor Hugo “Locura de un frente frío de la pradera otoñal, mientras va pasando. Se palpaba: algo terrible iba a ocurrir. El sol bajo, en el cielo: luminaria menor, estrella enfriándose. Ráfagas de desorden, sucesivas. Árboles inquietos, temperaturas en descenso, toda la religión nórdica de las cosas llegando a su fin. No hay aquí niños en los jardines.” Las correcciones, Jonathan Franzen “Como saben que no conviene ver demasiado, la mayoría de los porteros de Nueva York han desarrollado extraordinariamente su sentido selectivo de la vista: saben qué es lo que hay que ver y qué es lo que hay que ignorar, cuándo hay que ser curioso y cuándo indolente; al registrarse accidentes o disputas delante de su edificio, generalmente están dentro y no se dan cuenta; y suelen estar en la calle, buscando un taxi, cuando hay ladrones escapándose por la ventana. Aunque tal vez el portero desapruebe el soborno y el adulterio, invariablemente se encuentra de espaldas cuando el superintendente está dando dinero a un inspector o cuando un inquilino que tiene a su mujer fuera acompaña a una joven al ascensor.” Honrarás a tu padre, Gay Talese “Lo primero que llama la atención es la luz. Todo está inundado de luz. De claridad. De sol. Y tan sólo ayer: un Londres otoñal bañado en lluvia. Un viento frío y la oscuridad. aquí, en cambio, desde la mañana todo el aeropuerto resplandece bajo el sol, todos nosotros resplandecemos bajo el sol.” Ébano, Ryszard Kapuscinski “Querido Marco: He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me atendió durante su ausencia. Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre…” Memorias de Adriano, Margarite Yourcenar “Sonja estaba en medio de la habitación iluminada, en el centro, como siempre.” Siete años, Peter Stamm “Nací en la ciudad de Bombay…hace mucho tiempo. No, no vale, no se puede esquivar la fecha: nací en la clínica particular del doctor Narlikar el 15 de agosto de 1947.” Hijos de la medianoche, Salman Rushdie “Entremos en la génesis de mis pretensiones.” Vidas minúsculas, Pierre Michon “Pertenezco a una de las más antiguas familias de Orsenna. Guardo de mi infancia los recuerdos de años tranquilos, de calma y de plenitud…” La ribera de las sirtes, Julien Gracq “Conocí a Dean poco después de que mi mujer y yo nos separásemos.” En el camino, Jack Kerouac “Fue una mañana de setiembre que Giovanni Drogo, que acababa de ser promovido a oficial, dejó el poblado pues debía presentarse en el fuerte Bastiani, su primer destino.” El desierto de los tártatos, Dinno Buzzati “Nadie podía dormir. Al amanecer, se arriarían las lanchas de desembarco, un primer contingente de tropas cruzaría las aguas en ellas y atacaría la playa de Anopopei.” Los desnudos y los muertos, Norman Mailer “Hermanos hombres, permítanme contarles cómo ocurrió. No somos hermanos tuyos, me replicarán, y nos importa un bledo. Y es muy cierto que se trata de una tenebrosa historia, aunque también edificante, un auténtico cuento moral, se los aseguro. Existe el riesgo de que resulte un poco largo, porque, bien pensado, sucedieron muchas cosas, pero a lo mejor no tienen mucha prisa…” Las Benévolas, Jonathan Littell “La tumba era grande, maciza, imponente de verdad…” El Jardín de los Finzi-Contini, Giorgio Bassani ” Como todo se quemó -la madre, los muebles, las fotografías de la madre- para Fabre y su hijo Paul hubo de inmediato mucho trabajo: toda esa ceniza y ese duelo, cambiarse de casa, correr a las grandes tiendas para rehacerse.” La ocupación de los terrenos, Jean Echenoz ” ?Mundo loco? dijo una vez más la mujer, como remedando, como si lo tradujese.” La vida breve, Juan Carlos Onetti “No espero ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña, aunque familiar historia que voy a relatar. Sería verdaderamente insensato esperarlo cuando mis mismos sentidos rechazan su propio testimonio. No obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero, por si muero mañana, quiero aliviar hoy mi alma.” “El gato negro”, Edgar A. Poe «Si estoy chalado, tanto mejor», pensó Moses Herzog. Algunos lo creían majareta, y durante algún tiempo él mismo había llegado a pensar que le faltaba un tornillo. Pero ahora, aunque seguía portándose de un modo extraño, sentíase seguro de sí mismo, alegre, clarividente, y fuerte. Había caído bajo una especie de hechizo y escribía cartas a todo bicho viviente. Estas cartas le apasionaban tanto que, desde fines de junio, iba por ahí con una maleta llena de papeles.” Herzog, Saúl Bellow “Samuel Spade tenía larga y huesuda la quijada inferior, y la barbilla era una V protuberante bajo la V más flexible de la boca. Las aletas de la nariz retrocedían en curva para formar una V más pequeña. Los ojos, horizontales, eran de un gris amarillento. El tema de la V lo recogía la abultada sobreceja que destacaba en media de un doble pliegue por encima de la nariz ganchuda, y el pelo, castaño claro, arrancaba de sienes altas y aplastadas para terminar en un pico sobre la frente. Spade tenía el simpático aspecto de un Satanás rubio.” El halcón maltés, Dashiel Hammet “A los treinta y un años Rimbaud estaba muerto. Desde la madrugada de sus treinta y un años Escobar contempló la revelación, parada en el alféizar como un pájaro: a los treinta y un años Rimbaud estaba muerto. Increíble.” Sin remedio, Antonio Caballero “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.” La Biblia “Ramón penetró en su cuarto como endemoniado y arrojándose de bruces en el lecho, empezó a gimotear. Sentía en el labio inferior una costra de sangre coagulada, sobre la cual pasaba a veces la lengua, como si le fuera imprescindible reavivar el dolor para mantener una cólera razonable.” “Scorpio”, Julio Ramón Ribeyro “El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman «allá». A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste. El acento local tiene un aroma de praderas, un dejo nasal de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada. La tierra es llana y las vistas enormemente grandes; caballos, rebaños de ganado, racimos de blancos silos que se alzan con tanta gracia como templos griegos son visibles mucho antes de que el viajero llegue hasta ellos.” A sangre fría, Truman Capote



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24 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La faute de l?Espagne

Sarkozy ya no puede abrir la boca sin hablar de España. Los franceses que han votado a Marine no quieren ser como España. Si él quiere seguir presidiendo la République, es para no convertirse en España. Si gana Hollande, Francia será España. Sarko l?americain se está convirtiendo en Sarko el antiespañol. Curiosa transformación, hay que decirlo, y muy poco francesa. Lo español es ser antifrancés, y lo más genuinamente francés es ser despreciativo y arrogante con lo español, y no antiespañol sino antialemán.

Los repertorios de tópicos históricos, cultivados en el jardín de los prejuicios y de la xenofobia durante años, sino siglos, regresaron invertidos con el triunfo de la transición y la integración europea. Aunque a la derecha española le sigue costando dejar de ser antifrancesa, la derecha francesa se convirtió en encantadoramente hispanófila. No olvidemos que la España de guitarra y pandereta es un invento francés. Fuimos el ?otro? exótico y Sarkozy quiere ahora situarnos de nuevo en la ?otredad? menos exótica y más dolorosa de la Europa del derroche y del desgobierno económico. En sus insistentes invocaciones de España Sarkozy manifiesta hasta qué punto el fantasma de la crisis se está convirtiendo en una pesadilla para un presidente que con sus cinco años en el Elíseo pocas lecciones puede dar respecto a limitación del endeudamiento y recorte del déficit público. Es un rebote de los viejos tópicos antiespañoles, que regresan a dónde solían después de la etapa de enamoramiento. Se produce en forma de conjuro antisocialista: la España en crisis era el socialismo de Zapatero, que era como decir el único socialismo que quedaba en Europa; y ahora hay que impedir que regrese de la mano de Hollande. La crisis c?est la faute de l?Espagne. Yo, por mi parte, no puedo olvidar las buenas relaciones de Sarkozy con Zapatero, y sobre todo los elogios durante su anterior campaña electoral a la política de vivienda española, con promesas de imitación a los estímulos fiscales y a las facilidades bancarias para que los jóvenes compraran en vez de alquilar. Afortunadamente para Francia, nada pudo poner en práctica de aquellas ocurrencias suyas. Y seguro que ahora ha olvidado del todo que fue un embobado admirador de la burbuja inmobiliaria española.



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24 de abril de 2012
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Espadas sobre fondo de oro

En noviembre de 1519 aquellos hombres protegidos por pesadas corazas y con los caballos resoplándoles en el cogote se adentraron por el gran camino que sale de Estapalapa. No tardaron mucho en montar la formación. A medida que se aproximaban a la gran ciudad, ellos, que sólo conocían los pueblos españoles y las villas coloniales cubanas, iban quedando cada vez más atónitos: "Y de que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué nos decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que, por una parte, en tierra había grandes cibdades, y en la laguna, otras muchas; e víamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchas puentes de trecho en trecho, y por delante estaba la cibdad de México".

 

Al frente de un gentío de indígenas enemigos del azteca formaban 400 soldados al mando de Hernán Cortés. Para nuestra fortuna uno de ellos era Bernal Díaz del Castillo, nacido en Medina del Campo hacia 1495 en cuna plebeya, aunque acomodada, y sin apenas educación porque tenía entonces 20 años y llevaba ya en la aventura americana desde 1514. Este muchacho sería el más grande cronista de la conquista americana aunque, como él decía, "no soy latino", es decir, no sabía latín ni poseía elegancia literaria ninguna. Su escritura, en efecto, es seca, desaliñada, a veces brutal y vehemente, como sin duda fue su juventud, pero de una inmensa eficacia. La Historia verdadera de la conquista de Nueva España es, a juicio de este modesto comentarista, una obra maestra de la literatura española capaz de medirse perfectamente con las de Cervantes, no en la perfección formal sino en su grandeza narrativa. La reciente edición, muy diestramente anotada y comentada por Guillermo Serés en esa cada día más impresionante biblioteca clásica de la Real Academia, es de todo punto imprescindible para cualquier lector educado. El precio también es educado.

Esta tremenda historia, sin comparación alguna con nada similar en la literatura europea, comenzó a escribirla un hombre de 60 años cuando ya no podía emprender empresa guerrera alguna, pero no la abandonó hasta su muerte en 1584, añadiendo, quitando, reescribiendo, corrigiendo, enmendando el texto sin descanso, en parecida obsesión a la de Proust. Las razones para escribir, sin embargo, diferían. A Proust le movía el deseo desesperado de salvar algún sentido antes de que la muerte todo lo aniquilara. A Bernal, en cambio, le movían varias indignaciones, la primera y principal de ellas las mentiras de los cronistas oficiales, las cuales le obligaban a tomar la péñola "...porque cosas tan heroicas como adelante diré no se olviden, ni más las aniquilen y claramente se conozcan ser verdaderas, y porque se reprueben y den por ningunos los libros que sobre esta materia han escrito, porque van muy viciosos y escuros de la verdad...". Se refiere a cronistas como López de Gómara, Gonzalo de Illescas o Paulo Jovio, contra los cuales añadió, por contraste, ese sorprendente adjetivo de "verdadera" a su historia. Él había combatido y sufrido codo con codo con Cortés durante décadas, pero ahora llegaban unos cronistas a sueldo y peroraban disparates pagados por los potentados en busca de fácil fama. Bernal había hecho con su cuerpo la historia verdadera, pues "a tan excesivos riesgos de muerte y heridas y mil cuentos de miserias pusimos y aventuramos nuestras vidas (...) y de día y noche batallando con multitud de belicosos guerreros, y tan apartados de Castilla", que no podía soportar las invenciones de quienes sin haber empuñado ni una navaja ahora escribían la historia de América.

"Tan apartados de Castilla", en efecto, porque la segunda indignación de Bernal es que le estaban quitando sus privilegios y posesiones para beneficiar a unos señoritos recién llegados y sin más mérito que su encumbrada parentela. A partir de 1542, cuando el soldado se acercaba a la peligrosa cincuentena, las "Leyes Nuevas" promovidas por Las Casas para "frenar la esclavitud de los indios, fijar límites a la perpetuidad de las encomiendas y dotar de cierta igualdad a los nativos" (Serés), leyes sin duda tan necesarias como justas, despojaron a los viejos soldados de sus propiedades y beneficiaron a los burócratas emparentados con la nobleza. Las reivindicaciones de Bernal (que respetaba a Las Casas y nunca le dirigió la menor invectiva) asemejan a veces a las del pleiteante obsesivo de Dickens, aunque siempre desde la digna actitud de un soldado viejo y maltratado. De haber vivido en el siglo XVIII se habría comparado con el general Belisario.

Lo asombroso es que esta historia escrita por un hombre sin apenas formación (aunque lector de novelas de caballerías), enfurecido por cronistas mentirosos, perturbado por la abyecta política española, sea a pesar de todo una obra maestra de la literatura. Lo milagroso es que Bernal fuera siendo devorado por la pasión literaria y a medida que avanzaba en el relato la gracia misma de la narración venciera sobre sus venganzas y miserias privadas, quizás como le sucedió también al gran Saint Simon en su interminable historia. La pura pasión literaria fue lo que le empujó a introducir toda suerte de detalles, cuadros de género, observaciones y escenas de modo que el lector fuera tropezando con "diálogos, anécdotas, catálogos detallados de naves, caballos, provisiones, descripciones fisiognómicas de españoles, mexicanos, tácticas militares etc." (Serés), lo que da una viveza singular a esta crónica distinta de todas, pero próxima a la de Herodoto a quien Bernal desconocía. Aunque "no era latino", Bernal sí era un narrador natural y tan avanzado en su época que algunos expertos, como Ángel Delgado, no dudan en ponerlo junto a Cervantes como el primero en dar pasos metaliterarios antes de hora.

Esta es, pues, la historia de un soldado de cuna humilde que se atribuye sin pudor el valor de sus hazañas como un héroe antiguo y siente la injusticia de no acceder a una nobleza, la de las armas, en nada distinta a la que merecieron Amadis o Juan de Austria. No sabía que iba a ser la conquista de América, justamente, lo que acabara con la vieja nobleza guerrera y diera paso a un funcionariado gandul que en pocos años arruinaría el imperio, como siempre ha sucedido en España.

Y no sólo en España, también para el resto de Europa se avecinaba esa época que Max Weber llamó la del desencanto del mundo, cuyo último y residual modelo heroico sería Alonso Quijano, el hidalgo pobre que sigue creyendo en los encantamientos y milagros de un mundo que él todavía lee a lo cristiano, aunque se rompa la crisma contra la sociedad práctica, pragmática, funcional, que se ríe de él como de un orate porque ha aprendido que la vida va en serio.

El mundo en el que se crió Bernal era todavía un lugar donde eran posibles los milagros y en el que las hazañas traían consigo gloria, honra y nobleza. El mundo en el que muere Bernal es ya el de los primeros laboratorios científicos, los incipientes Estados administrados por una burocracia de casta, y unos súbditos que van a ir dejando de creer en los encantamientos y milagros para dedicarse a ganar dinero, o, como prefería decirlo Karl Marx, a construir un Paraíso de los humanos levantado con el trabajo humano y no regalado por la divinidad. La historia de Bernal es una de las últimas épicas caballerescas europeas y su único defecto es el de ser verdadera.

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24 de abril de 2012
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La razón y la ira

Y también están los corruptos. Si no hubiera corrupción posiblemente la hecatombe que  se cierne sobre los ciudadanos sería la misma. Pues la reducción de las personas es inevitable corolario de que la lógica del  dinero impregne exhaustivamente la vida económica. Mas para que los términos de esta polaridad se diluyan, para que no se sepa exactamente dónde reside el combate, el corrupto viene a jugar su papel estructural. El poder mismo jalea a los que anatematizan a los malos, evitando simplemente que la ira se arme de razón, dirigiendo entonces sus puños contra El Mal.

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24 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Así comenzamos…

“A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta…” El sótano Thomas Bernhard “Claro, la vida es un proceso de demolición” Crack-Up Francis Scott Fitzgerald “Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena.” Conversación en la Catedral Mario Vargas Llosa Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro.”? El amor en los tiempos del cólera Gabriel García Márquez Cuando era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. “Siempre que sientas deseos de criticar a alguien”, me dijo, “recuerda que no a todo el mundo se le han dado tantas facilidades como a ti”. El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald “Cuando te pescaron en el canal, La Salute amanecía, Tintoreto desplegaba sus velas, los turistas al acecho se mordían los labios. ¿Con quién fue la cita esta vez, Dogaresa? ¿te fotografiaron al fin, como tanto habías deseado, con tu gran traje de seda, tus cabellos rojos, tu adorable silueta tendida en el pantano?” El cuerpo de Giulia-no Jorge Eduardo Eielson. “El sol aún no se había alzado. Sólo los leves pliegues, como los de un paño algo arraigado, permitían distinguir el mar del cielo. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, se iba formando una raya oscura en el horizonte, que dividía el cielo del mar, y en el paño gris aparecieron gruesas líneas que lo rayaban, avanzando una tras otra, bajo la superficie, cada cual siguiendo a la anterior, persiguiéndose una a otra, perpetuamente.” Las Olas, Virginia Woolf “Estoy viviendo en la Villa Borghese. No hay una pizca de tierra en ninguna parte, ni una silla fuera de lugar. Estamos solos aquí, estamos muertos.” Trópico de cáncer. Henry Miller? “Para volver a nacer - cantaba Gabrieel Farishta mientras caía de los cielos, dando tumbos- tienes que haber muerto. ¡Ay, sí! Para posarte en el seno de la tierra, tienes que haber volado. ¿Cómo volver a sonreír si antes no lloraste?” Los versos satánicos. Salman Rushdie “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.” Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes  “Cuando, como dos petrificados, nos sentamos a comer o nos topamos de noche en la puerta de la casa porque ambos pensamos al mismo tiempo en cerrarla, percibo nuestra tristeza como un arco que llega desde un extremo del mundo al otro, o sea, de Hanna hasta mí, y en el arco tensado, una flecha lista para dar en el corazón del cielo inmóvil.” “Todo”  Ingeborg Bachmann ¿Encontraría a la Maga? Rayuela Julio Cortázar “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la ecuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.” Lolita Vladímir Nabokov “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” Cien años de soledad Gabriel García Márquez A LÉON WERTH Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una excusa seria: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede entender todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene mucha necesidad de ser consolada. Si todas estas excusas no son suficientes, quiero dedicar este libro al niño que este señor ha sido. Todas las personas mayores fueron primero niños. (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria: A LÉON WERTH CUANDO ERA NIÑO”  El Principito Antoine de Saint-Exupéry “abra este libro como quien pela una fruta” Cinco metros de poemas Carlos Oquendo de Amat “Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.” “Axolotl” Julio Cortázar “Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.? La Vorágine José Eustacio Rivera “Mi nombre es Martín Romaña y ésta es la historia de mi crisis positiva. Y la historia también de mi cuaderno azul. Y la historia además de cómo un día necesité de un cuaderno rojo para continuar la historia del cuaderno azul. Todo, en un sillón Voltaire.” La vida exagerada de Martín Romaña Alfredo Bryce Echenique “Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara, cerca del piano, con un libro o simplemente quieto y aparte, abstraído, mirándonos durante una hora sin un gesto en la cara, moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de cenizas la solapa de sus trajes claros.” “Bienvenido, Bob” Juan Carlos Onetti “Llámenme Ismael.” Moby Dick Herman Melville “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación.” “El Aleph” Jorge Luis Borges



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23 de abril de 2012
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