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Singular crisis de desarrollo espiritual (II)

Preliminar: llevar el problema a la filosofía

A modo de preliminar retomo una acotación ya expuesta en una columna anterior.
Transcurridos 20 años, referirse sin más (como hacía en la columna anterior) al artículo de Zeilinger y equipo que avanzaba el protocolo en 1993 o la publicación de resultados experimentales de 2002, puede provocar irónicas sonrisas si uno lo hace en un medio académico, precisamente por que se habla de lo que todos sabemos. "Todos"- es decir los que están por profesión o afición en berenjenales cuánticos- saben que ya fue en 2002 cuando se probó experimentalmente lo que se entiende por cesión o más bien trueque de entrelazamiento (Entanglement Swapping).
La remisión directa a lo que en su día se reveló novedoso en relación a nuestra ordinaria concepción del entorno o de nosotros mismos, corre peligro de ser tomada como reiteración de lo bien sabido. Pero que sea bien sabido no es razón para que desaparezca el espontáneo y fresco estado de ánimo que lleva a la interrogación cabalmente filosófica, que el científico tiene derecho a plantear, como lo tiene simplemente el ciudadano (sin duda exigiéndose a sí mismo un esfuerzo en las necesarias mediaciones). ¿Cómo no va a ser motivo de estupor el que dos realidades físicas espacialmente separadas se encuentren vinculadas por la simple constatación de que otras dos lo están? ¿Cómo es posible, se preguntará cualquiera que haya entendido el protocolo evocado, confirmado como decía por efectivos experimentos? ¿Qué confianza seguir teniendo en las ideas nucleares con las que elaboramos nuestro concepto del orden natural, entre ellas la de que no puede haber intervención física a distancia (es decir intervención no mediada ni por la materia ni por el campo) si las partículas a las que se reducen las cosas que percibimos se comportan de este modo?

 

Intercambio de entrelazamiento con dilación temporal

 

En este auténtico crescendo de interrogantes filosóficos determinados por la física cuántica hubo en 2012 aún novedad, una vez más gracias a los experimentos del equipo del referido Anton Zeilinger, aunque el embrión de la cosa data ya del año 2000 con protocolos avanzados por Asher Peres.
En abril de 1999 Asher Peres sometía al juicio de la revista Journal of Modern Optics, un experimento mental relativo al entrelazamiento cuántico con la particularidad de que la medida determinante se realizaría con posteridad al de las otras partículas. El artículo sería publicado al año siguiente (J. Mod. Opt. 2000, 531) (1).
En abril de 2012 Anton Zeilinger y su equipo publican los resultados probatorios de que el experimento de Peres era algo más que mental: el protocolo matemático que había sustentado la idea de Peres se confirmaba experimentalmente en todos sus términos. Sintetizo el asunto tal como es presentado por Zeilinger y equipo (2).
Dos observadores distanciados arbitrariamente, que en razón de convención al uso llamamos Alice y Bob, preparan con total independencia cada uno, su pareja de partículas entrelazadas: 1, 2, Alicia ; 3, 4, Bob (3).
A continuación Alicia y Bob proceden a separar las partículas en su pareja. La partícula 2 es enviada por Alice a un tercer protagonista llamado Víctor (en el experimento de Peres, Eva) y lo mismo hace Bob con la partícula 3. Conviene suponer que todo el proceso se repite idénticamente, de tal manera que de cada una de las fuentes van sucesivamente surgiendo partículas en gran número.
El próximo paso dado por Alicia y Bob es que cada uno de ellos mide a lo largo de arbitrarias direcciones los valores del spin de las partículas 1, 4 que han respectivamente conservado. El experimento concreto se hizo con fotones y no con electrones, de ahí que en el esquema se hable de medida de la polarización en lugar de medida del spin, mas para no multiplicar aquí los conceptos y grafías haré la ilustración por analogía a lo que ello supondría en el caso del spin.
 
 
 
 
 
Conviene detallar todas las condiciones y los pasos:
a) Las fuentes generan sucesivamente gran número de copias de las parejas de partículas de manera a que puedan realizarse repetidas medidas.
b) Alice apunta para cada copia de la partícula 1 el resultado obtenido y lo registra, mientas que Bob hace exactamente lo mismo con las copias de la pareja 4. Como las partículas 1 y 4 no tenían vínculo entre ellas, la eventual comparación de las medidas no mostraría ni correlación ni anti correlación. Tanto pudiera salir arriba, arriba como arriba, abajo; abajo, arriba, o abajo, abajo (recuérdese que ello no ocurre con las partículas 1, 2 ( ni 3, 4), pues el hecho de que en el origen estén entrelazadas en el estado de Bell que supone spin total cero, se traduce en que, al medirlas por separado , si se comparan los resultados hay necesariamente anti-correlación.
c)En total ignorancia de lo ya obtenido por Alice y Bob, Víctor procede en cada copia del par 2, 3 que recibe:
-Sea a una medida convencional, registrando el resultado obtenido en cada caso.
-Sea una medida de Bell, la cual, como ya he indicado, puede con igual probabilidad dar como resultado cualquiera de los cuatro estados de Bell).
En un caso como en otro Victor comunica los resultados tanto a Alice como a Bob.
d)Tras recibir la información de Víctor, Alice agrupa todos los resultados de las copias 1 que son correlativas de las copias 2 para las que Víctor ha obtenido un determinado resultado. Bob efectúa lo mismo con los copias 4 que son correlativas de 3.
En el caso de que Victor haya efectuado una medida de Bell, Alicia y Bob tienen cada uno cuatro grupos de partículas que corresponden a los cuatro grupos de Víctor. Es muy importante remarcar la información de Víctor constituye el criterio que permite establecer los grupos.
e) Alice y Bob comparan sus resultados grupo a grupo y comprueban lo siguiente:
Si Victor ha procedido a una medida convencional o separada las copias de 1, 4 correspondientes a las 2, 3 de Víctor son como era de esperar separables.
Si Víctor ha procedido a una medida de Bell las parejas de partículas de cada grupo de Alice y de Bob correlativas de cada grupo de Víctor responde a lo que hubiera ocurrido si tales partículas procedieran de una fuente en la que compartían el estado de Bell del grupo de Victor. Por ejemplo si este estado es el spin total cero ( en la jerga el singlet state ya familiar), entonces en la comparación de los resultados de las partículas correlativas medidas aisladamente por Alice y Bob tendrán todas ellas spin opuesto, lo cual no casa con el hecho de que tales partículas (copias de 1 y 4) carecían de matriz común y no tenían por tanto que estar ni correlacionadas ni anti-correlacionadas.

 
*** 
 La diferencia esencial con el intercambio de entrelazamiento previamente considerado estriba en este hecho de que Alicia y Bob proceden a medir antes de recibir información de Víctor.

Así, aunque el resultado no difiera respecto al "convencional" intercambio de entrelazamiento (3) hay en el proceso algo singular. Sólo ulteriormente Víctor realiza una medida de Bell en las partículas 2 y 3 que ha recibido, como resultado de lo cual estas quedan entrelazadas, y sólo ulteriormente informa a Alice y Bob de lo que ha obtenido, es decir, del estado concreto de Bell que expresa el entrelazamiento. Y al proceder a medir repetidamente antes del trabajo de Victor, Alice y Bob habían comprobado empíricamente que los resultados no estaban marcados por ley alguna de correlación ni de anti correlación. Se habían limitado a verificar resultados aleatorios y tomar cuidada nota de los mismos.
Si Victor no hubiera procedido a medir seguiríamos en esa aleatoriedad ; y si habiendo procedido a medir no hubiera comunicado el resultado, también. Mas ahora ya no es el caso, ahora que saben lo que Víctor sabe es ya imposible que el resultado (o sea, el conocimiento del rasgo de su partícula) que alcance Alice sea independiente del resultado que alcance Bob. Así pues, entre la medida de Víctor más la comunicación del resultado se ha conseguido que lo que tenía subsistencia independiente deje de tenerla. Así de sencillo...y de tremendo.

 

¿Influencia en el pasado?

Pero hay un último paso en este crescendo cuántico. Supongamos que las copias de las partículas 1 4, tras ser registradas respectivamente por Alice y Bob son total o parcialmente destruidas, mientras que las copias de 2 y 3 siguen su camino hasta ser medidas por Victor. Entonces, en el momento en que Alice y Bob comparan los resultados de cada grupo en función de la información dada por Bob, ya sólo tenemos registro de datos sin soporte material que los confirme, sólo tenemos información de lo que era. Pues bien, todo sucede exactamente como hemos visto: considerando el grupo en el que Víctor ha obtenido spin total cero las partículas correspondientes de Alice y Bob se hallan anti-correlacionadas, mientras que antes de la información de Víctor era imposible tener criterio alguno de correlación ni de anti-correlación.
Recuérdese una vez más que el único criterio no meramente empírico de la ordenación de resultados para la formación de grupos reside en la información que proporciona Víctor. No se está diciendo que esta información cambia los datos empíricamente logrados. Se esta diciendo que una ley ordena ahora desde el exterior estos datos. ¿Una ley ordenadora de un estado de cosas? No desde luego si por cosa entendemos realidad física. Pues dado que esas cosas han desaparecido se trataría de una intervención en el pasado. Aunque el propio Zeilinger ha parecido dejar pensar que ello es así al hablar de "quantum steering into the past", lo único que podemos decir es que la medida hecha por Víctor y la información de sus resultados determina el saber de Alice y Bob, dejando entre paréntesis la cuestión sobre si hay o no en el mundo algo más que este mero saber de lo que denominamos cosas.

 

_______________________

(1)  El abstract es el siguiente: "Two observers (Alice and Bob) independently prepare two sets of singlets. They test one particle of each singlet along an arbitrarily chosen direction and send the other particle to a third observer, Eve. At a later time, Eve performs joint tests on pairs of particles (one from Alice and one from Bob). According to Eve's choice of test and to her results, Alice and Bob can sort into subsets the samples hat they have already tested, and they can verify that each subset behaves as if it consisted of entangled pairs of distant particles, that have never communicated in the past ever indirectly via other particles".

(2) Zeilinger y su equipo reivindican este legado de Peres en el abstract de su artículo de Nature Physics 8,480-485del 26 de abril de 2012: "Motivated by the question of which kind of physical interactions and processes are needed for the quantum entanglement, Peres has put forward the radical idea of delayed.choice entanglement swapping. There entanglement can be produced a posteriori after the entangled particles have been measured and may no longer exists. Here we report thr realization of Peres's gedanken experiment. Using four photons, we can actively delay the choice of measurement-implemented through a high speed tunable bipartite-state analyser and a quantum random -number generator-on two of the photons into the time -like future of the registration of the other two photons. This effectively projects the two already registered photons onto one of the two mutually exclusive quantum states in which the photons are either entangled (quantum correlations) or separable (classical correlations). This can also viewed as 'quantum steering into the past' ".

(3) De nuevo se trata de uno de los estados llamados de Bell y la grafía utilizada para reflejar el entrelazamiento es:

 

dónde i j designan sea las partículas 1,2 sea las partículas 3, 4.

El estado global considerando las dos partículas es

 

ecuación que puede ser re-escrita de manera alternativa, por ejemplo 

 

 o bien

 

 

 

donde

 

 

 son los cuatro estados de Bell.  

 

(4) De hecho, técnicamente ello se muestra con nitidez en la ecuación (3) de la nota en la que se presentan los estados de Bell.

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25 de abril de 2013
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Para escribir crónicas tengo una herramienta secreta. Se llama Lisa.

Acaba de cumplir tres años. Es negra azabache y saca una lengua descomunal cuando está cansada. Es un hermoso perro labrador hembra. ¿O debería decir una labradora?

Lisa tiene las cualidades perfectas para el periodismo: se detiene a oler cada pis y caca que encuentra en la calle, mete la nariz en el culo de todos los perros con los que se encuentra, tiene mucha paciencia y se adapta con gran inteligencia emocional a los juegos que proponen los otros chuchos.

En nuestra división del trabajo familiar, yo la saco a primera hora de la mañana y  después de cenar. Cuando volvemos de una cena o un espectáculo, ni siquiera me quito el abrigo. Abro la puerta, tomo la correa y la acompaño a la calle, aunque sean las cuatro de la mañana.

Cuando Lisa y yo salimos, mientras espero que de vueltas por el pasto y se decida a bajar las patas y levantar la cola, aprovecho para pensar, meditar, decidir, evaluar. Trabajo muy concentrado. Como mis salidas con Lisa son pura acción y alegría (Lisa siempre me pone contento), me deja toda la cabeza libre para darle vueltas a la crónica, el reportaje, el perfil, la clase o el capítulo de libro que estoy tramando.

*          *          *

Creo que todos tenemos que tener uno o más momentos en el día en que nos obliguemos a desempeñar una tarea que nos dé tiempo para pensar. Tenemos que estar solos – puede ser en el baño, o caminando por la calle, o en la cama, o en un sillón – o mejor aún, con una perra como Lisa, que nos mira como diciendo: ¿Ya está? ¿Ya te diste cuenta de cómo tiene que empezar esa crónica? ¿Podemos volver?

Hace un par de años estaba trabajando en un largo perfil de Plácido Domingo para la revista Gatopardo. No lo hubiera podido hacer sin esas mañanas y noches con Lisa. ¿Qué tengo hoy? ¿Cómo voy?, me preguntaba cada día mientras recogía la caca en su bolsita negra y le hacía el moño.

En uno de esos momentos me vino la primera escena como una iluminación.

En un momento de la última función de ópera que cantó Domingo antes de cumplir los 70, las chicas del coro lo elevan sobre sus cabezas, y él, acostado sobre las manos de las bailarinas, descalzo, se pone a caminar por la pared mientras canta un aria muy difícil.

Es en parte una escena circense, pero es mucho más: es gran arte, es un auto-desafío de un artista único y es la escena en la que veo, escucho, percibo con mis sentidos la locura de un hombre a punto de cumplir 70 años, que ya lo ha hecho todo, pero que necesita seguir caminando por las paredes.

Creo que es un buen comienzo, y muchos me lo comentaron después. Pero para que llegue la inspiración uno tiene que ponerse en situación, estar abierto, ayudarse. Y yo se lo debo a mi perrita negra.

*          *          *

Nunca me siento a proponer, a organizar o a escribir un texto largo sin haber dedicado conscientemente dos, tres o cuatro salidas con Lisa a darle vueltas en la cabeza.

Por eso les recomiendo a los que quieran escribir algo complejo (y casi todo lo que vale la pena es complejo), que se impongan una tarea diaria que no les implique estar con otra gente, ni frente a la tele, ni ante la pantalla. Cocinar es bueno. Lavar los platos, mejor.

Pero lo mejor de todo, para mí, es hacerse con un perro como la que duerme ahora a mis pies. ¿Verdad, Lisa?  

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24 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tu mochila es una bomba

La mochila está pasando su peor momento. Algunos ya presagian que el viejo equipaje que colgamos sobre los hombros, viajero como ninguno, vive sus últimos días. Días finales y explosivos que las han mostrado estallando y rompiendo y cortando y atravesando y quemando todo lo que se les interponía. El atentado en el Maratón de Boston ha vuelto a ponerla en los titulares, junto a imágenes de sangre, de muertos, de ciudades del primer mundo acordonadas, de médicos con el mejor equipo del planeta corriendo de un lado a otro, de llanto, de gritos, de testimonios agitados, de testigos, de heridos y de mochilas diseminadas en millones de pedazos por sobre la ciudad.

Pocas cosas están tan asociadas al viaje como una mochila. Por eso las mochilas explotan en aviones, en buses, en trenes, en maratones y no en redacciones de revistas, ni en salas de directorio, ni en acaloradas comisiones, ni en los canales de televisión. Las mochilas están en la espalda de los que se mueven. De los que van de un lado a otro y, de alguna manera - de una rarísima manera- el mundo nos enseña, a partir de ellas, que ya nada es lo mismo: de inofensivos, vagos y descreídos, los mochileros recorriendo el primer mundo han pasado a ser peligrosos, sangrefrías, eventuales terroristas.

Leo que en Estados Unidos, y ahora los sigue Europa, están educando a la gente para que reconozca a un viajero mochila-bomba dentro de los buses y trenes. No sólo eso, me entero que en los últimos años se han matado a balazos a varios mochileros sospechosos en espera de un tren.
Es la guerra, ya lo sabes.
Y la mochila siempre ha sido guerrera: Napoleón decía que cada soldado lleva en su mochila el bastón de mariscal. En Chile algunos estudiantes llevaban adentro de ellas molotov, aunque la mayoría apenas lleva un cuaderno.

Lo que pocos entienden, aunque ahora viva su peor momento, es que las mochilas siempre han tenido una carga. Y una muy explosiva. ¿O creen que el tipo que por fin abandona todo, se pone la mochila en la espalda y sale a recorrer el mundo lleva en la mochila solamente ropa? También carga una bomba de tiempo.

 

 

@menesesportatil 



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24 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Interdisciplina

Anoche, en San Sebastián, en una sala asombrosamente llena, si tenemos en cuenta que había fútbol a la misma ahora, y el tema de la reunión era Hölderlin, tuve el gusto de conocer a Manolo G. Bedia, profesor especialista en ciencias de la computación, que había venido desde Zaragoza ex profeso, nunca mejor dicho. Hablamos de muchas cosas, y también de las posibilidades de la interdisciplinariedad entre su áera de investigación y la mía. 
Ahora, Manolo, para que te hagas una idea de la ceporrez reinante en el oximorónico helenismo español, que sigue burlándose de las traducciones sofócleas de Hölderlin, sin ver lo que Beissner y otros estudiosos comprobaron ya hace más de 80 años, a saber, que se trata de metatraducciones dignas del  más cuidadoso estudio y plagadas de revelaciones, digo que te voy a poner otro ejemplo. He descubierto, y perdón  por señalar, que la épica griega nombra a sus personajes mediante anagramas alfabéticos rebuscados (con las letras de la diosa Opíleks, por ejemplo, crea el nombre de la ninfa Calipso, y también el del médico Asclepio). Pues bien, conclusiones tan elementales como que esos nombres no pueden ser anteriores al alfabeto, y que la épica en cuyo seno se crean no puede ser poesía oral,  no se admiten en la sapiencia oficial, que sigue creyendo en la poesía oral como esencia de los poemas homéricos, lo cual es como creer en los pastores y las ninfas del Tajo de quienes Garcilaso lo apuntó todo medido y rimado. La estatuilla que tiene inscrito el nombre de Opíleks la desenterraron en Creta arqueólogos italianos, en los años 50 del siglo pasado, y tiene la particularidad de que nadie la ha leído hasta ahora (leer, digámoslo de paso, no es identificar sus letras, que también, sino señalar que se trata del nombre tabú de la diosa más importante del panteón griego), aunque, ahora que la he leído y publicado yo, es como si nadie lo hubiera hecho. Mi nombre es ninguno para la oficialidad del ramo. Ahora dime, Manolo, hombre ecuánime, qué posibilidades hay de interdisciplina con esta tropa.


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24 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Segundas oportunidades: Rafael Chaparro, en las nubes

Rafael Chaparro tenía 31 años cuando murió de lupus en 1995. Había publicado una novela, Opio en las nubes, ganadora del Premio Nacional de Literatura 1992 en Colombia. Su muerte temprana lo convirtió en un escritor de culto. Hoy hay un pequeño revival en torno a su obra, gracias sobre todo al trabajo de la editorial española Tropo, que en los últimos tres años ha publicado Opio en las nubes, la novela El pájaro Speed y su banda de corazones maleantes, y Un poco triste pero más feliz que los demás (2013), una selección de textos que mezclan libremente el trabajo periodístico, la crónica personal y la ficción narrativa.

En Un poco triste -un libro con magníficas ilustraciones de Tobías--, Chaparro se muestra como un ser hipersensible al que le duele el mundo; sus íconos son los de un adolescente desencontrado con su entorno (Jim Morrison, Kurt Cobain, Jimi Hendrix) y su bandera de rebeldía la música rock y la vida de la noche "demente", en la que "las luces de la ciudad son pequeños ojos rotos, locos, alucinados que nos vigilan". Es un chico de la cultura urbana que se emociona con el triunfo de la revolución sandinista y que mira con escepticismo el realismo mágico de García Márquez. En Opio en las nubes, Sus personajes marginales deambulan por la noche perseguidos por el sonido del "trip trip trip", una onomatopeya que también es resumen de su obra: una viaje inquieto en el que las drogas son a la vez puertas a la abyección y caminos a la maravilla. En "Santa Carroña de Bogotá", una crónica alucinada y alucinante -lo mejor de Un poco triste--, Chaparro proyecta una Bogotá futurista en la que se celebra el día de la "virgen radiactiva", la gente camina con máscaras, hay televisores por todas partes y los niños toman "ácido sunshine en forma de pescaditos, de avioncitos, de carritos... Apenas los comen los dientes de los niños se tornan luminosos y sus palabras suenan con eco, de sus orejas salen leves flores metálicas que pueden causar tormento".

La prosa hiperkinética de Chaparro trata de capturar el universo contradictorio de alguien poseído por el espíritu más demoniaco de los Rolling Stones ("Señor Mick Jagger... gracias a usted supe que de algún modo estamos en la misma nube de opio") pero a quien en el fondo su corazón le pide los Beatles (el día de la muerte de Lennon, las canciones del cuarteto de Liverpool le suenan "como un tren triste en una tormenta de nieve"). Ese cortocircuito es el que produce las mejores páginas de este escritor.

 

(El País, 13 de abril 2013)

 

 

 

 

 



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24 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Resérvame el vals

La leyenda, a la que contribuyeron con gran ahínco Ernst Hemingway y los integrantes de aquél París que era una fiesta, dice que al principio de todo, cuando Zelda y Scott Fitzgerald eran dos jóvenes alocados y triunfadores, la alta sociedad se los disputaba porque su sola presencia bastaba para hacer inolvidable una fiesta, ya fuese en Nueva York, París o la Riviera. Pero, sigue diciendo la leyenda, cuando el despilfarro de dinero y los achaques debidos a los continuos excesos les dieron alcance, la ya no tan joven ni tan brillante pareja dejó de tener gracia y en lugar de animar las fiestas se especializó en arruinarlas con sus escándalos de borrachos y sus peleas por celos y la falta de dinero. Durante mucho tiempo, la imagen del pobre Scott Fitzgerald en camiseta y sin afeitar, tratando de escribir un cuento en la esquina del tocador de una desordenada habitación de hotel mientras Zelda, en negligé, no le deja escribir porque continuamente reclama su atención y le reprocha que no le dé dinero para comprarse ropa y salir de fiesta, ha sido el icono que servía para ilustrar el desastroso final del ex matrimonio de moda, él en un asilo para alcohólicos con apenas 44 años y ella un poco después durante el incendio del manicomio donde llevaba años encerrada. En las biografías de él, nunca faltaban descripciones de ella bailando sobre una mesa, nadando desnuda en las fuentes públicas o subida totalmente ebria en el techo de un taxi de Nueva York. La viva imagen de la flapper, aquel modelo de muchacha frívola que irrumpió en los años 20 con los cabellos y la falda tan cortos como sus ideas.
Con semejante imagen no es de extrañar que el lector actual se quede perplejo cuando en las primeras páginas de Resérvame el vals, dedicadas a la infancia de la narradora, le aparecen análisis como éste: "Austin [el padre de la protagonista en la ficción, prácticamente calcado del padre de la Zelda real] quería a las hijas de Millie [la madre en la ficción y la realidad] con esa ternura desapegada e introspectiva que muestran los hombres importantes cuando se enfrentan a alguna reliquia de su juventud, a algún recuerdo anterior a su decisión de convertirse en el instrumento de su experiencia, y no en su resultado". O también, unas páginas más adelante, cuando la niña/narradora ve a sus hermanas mayores rechazar a novios sin posibles y aceptar maridos de conveniencia sin el menor asomo de drama: "Estar enamorado es como pedir un nuevo punto de partida, pensó, otra oportunidad en la vida".
Quiero decir: el uso del lenguaje y la ambición de los análisis no se corresponden con la imagen de una frívola casquivana que, según su leyenda, sólo toleraba a su marido en tanto que compañero de juergas y máquina de hacer dinero. Aparte de poseer una notable destreza para manejar el ritmo de la acción o las técnicas narrativas, y encima casi seguro que de forma totalmente intuitiva, Zelda Fitzgerald no era en absoluto insensible a las corrientes literarias de su época, como por ejemplo la veta surrealista que zigzaguea por sus descripciones sin pretender en ningún momento asumir el protagonismo o intentar deslumbrar al lector. Así, cuando una tarde de intensa lluvia la protagonista es enviada a vigilar a su hermana y al novio de turno, "las enredaderas se agitaban como señoras doblando faldas de seda y los canalones gorgoteaban y gruñían como palomas afligidas". O esta otra descripción con aroma de canción infantil: "vacas cargadas de sombras arrancaban el verano a mordiscos de las blancas laderas".
En cuanto a la historia en sí, y aunque esté contada de forma tan personal, suena conocida en su totalidad: una princesita sureña conoce y se enamora locamente de un joven pintor de gran éxito y juntos viven una apasionada y enloquecida historia de amor salpicada de fiestas y éxitos allí donde van, Nueva York, París, la Riviera...hasta el desastroso final.
A lo que parece, Fitzgerald leyó la primera versión de la narración de su ya para entonces ex esposa y se indignó porque (obviamente) se reconoció en el pintor del relato y pensó que no salía favorablemente retratado, con el agravante de que consideraba que sus propias experiencias vitales, y las de Zelda también, eran su personal material literario porque el escritor era él y ella una entrometida. Y presionó a los editores para que el texto fuese cambiado más a su gusto.
Quizá por eso, mientras se lee hoy Resérvame el vals, de pronto uno empieza a sospechar que Zelda era más perspicaz de lo que nos han hecho creer al considerar que Hemingway no era la clase de dios que él decía ser (más bien le tenía por un novelista mediocre) y que Hemingway le devolvió la gentileza alimentando sin piedad los peores rasgos de una leyenda que ya va siendo hora de empezar a revisar.

Resérvame el vals
Zelda Fitzgerald
Román y Bueno Editores



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24 de abril de 2013
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II. La santa cruzada

Igual que décadas atrás lo había hecho en El Salvador el general Maximiliano Hernández Martínez, que se instalaba ante los micrófonos para explicar sus teorías teosóficas, Ríos Montt predicaba sus sermones cada domingo por la noche en cadena de radio y televisión, siempre aconsejando el buen camino de la fe, y advirtiendo contra los perturbadores. La nueva cruzada de redención sería militar, y de inspiración religiosa; y el buen cristiano, según sus palabras, era aquel que se cuidaba de mantener la metralleta en una mano, y la santa Biblia en la otra. Y también inventó la consigna "frijoles y fusiles".
Por debajo de su prédica de pastor de ovejas descarriadas, que anunciaba la llegada de la era del amor divino, y la conquista del país para Cristo, lo que se montó desde el mismo día de su ascensión al poder, o es que se trataba de planes ya preparados desde antes, fue un programa de represión sistemática que involucraba el ejército, a los cuerpos de seguridad, a bandas paramilitares, y a las recién creadas Patrullas de Autodefensa Civil.
El reinado de terror del elegido divino duró poco, apenas 16 meses, pues en agosto de 1983 fue derrocado por otro golpe de estado, pero según el informe de Esclarecimiento Histórico de las Naciones Unidas, y el informe de Recuperación de la Memoria Histórica, que costó la vida al obispo Juan Gerardi, se cometieron al menos diez mil asesinatos en las áreas rurales y cien mil personas debieron huir de sus aldeas, de las que casi quinientas fueron exterminadas del mapa.

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24 de abril de 2013
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La manía de pensar del caballero Caballero

Fue el escritor de su generación a quien más tarde conocí. Muy pronto, siendo aún estudiante, había conocido, a través de Vicente Aleixandre, acogedor de aprendices como yo, al grupo de los poetas, Brines, Bousoño, Claudio Rodríguez, Angélika Becker, Antonio Carvajal, y gracias a Jaime Salinas, que me había encargado una traducción del francés, a Juan Benet y Juan García Hortelano. Después llegaría en pleno la escuela de Barcelona, por mediación de mi primer editor, Carlos Barral, aunque antes, exactamente en el verano de 1965, yo había medido mis fuerzas pugilísticas con Gonzalo Suárez, que, algo más joven que los citados, era el novelista que más nos gustaba a mí y a Gimferrer, quien me llevó a la casa barcelonesa del entonces sólo escritor y periodista deportivo, presidida por un ‘punching ball”.
 
Cuando al fin encontré en algún sarao literario a Pepe Caballero Bonald ya le había leído, por partida doblemente. Su novela ‘Dos días de septiembre’, que llegó a mis manos a principios del año 1966, me deslumbró, y no sólo por ser algo distinto a lo que se esperaba de alguien como él, ligado por amistad y razones políticas al grupo de Barral y su gurú Castellet, que había seleccionado a Caballero Bonald en su crucial y a la vez polémica antología ‘Veinte años de poesía española, 1939-1959’. Los tres poemas suyos incluidos en el libro de Castellet no me habían impresionado tanto, pero, movido por la fascinación de su escritura narrativa en aquella primera novela, me compré ese mismo año 66 el libro de poemas que más fácilmente encontré, ‘Pliegos de cordel’. La obra narrativa y poética del escritor gaditano ha evolucionado gloriosamente desde entonces, y no descubro nada al escribir esto. Le he seguido leyendo y admirando desde entonces, y disfrutando, en el trato con él, de una rara caballerosidad que le puede venir por vía francesa, por vía cubana o por ciencia infusa.
 
Hoy, en los festejos de su merecido premio Cervantes, me quiero sumar con la relectura nostálgica de ‘La funesta manía de pensar’, el poema de ‘Pliegos de cordel’ que para aquel muchacho de 19 años que yo era al leerlo fue determinante. Pocas veces he visto mejor expresada la escisión de alguien que, educado en la burguesía y sus valores, adquiere por la fuerza de las ideas una nueva conciencia de pertenencia al mundo opuesto a aquellos. El poema plasma el nacimiento de una rebeldía, el distanciamiento “de la gregaria educación, del rito / divisorio entre buenos / y malos”, así como el progresivo abandono de “el lastre / de aquel grito de muerte / contra la inteligencia”. Pero a mí me llegó a lo más hondo, como una revelación, el contenido de un largo paréntesis de veinticuatro versos que evoca los lugares de la colisión: “los pupitres, las alacenas / del colegio, donde los benjamines / de la paz, procedentes / de una esmerada selección, guardaban / sus reservas de gula, y allí mismo / percibir vagamente / la pútrida carcoma barrio / que el buen gusto imperante / nos aconsejaba evitar / como el contagio / del tifus”.
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23 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Siete recomendaciones para el Día del Libro

Con la abrumadora cantidad de libros que se publican, cada vez es más fácil que un buen título se pierda, un notable autor sea olvidado, la obra "menor" de un grande no sea tomada en cuenta. Van estas sugerencias con motivo del Día del Libro:

 

Vladimir Nabokov, Pnin (Anagrama). Una de las mejores contribuciones al subgénero de la "novela de campus", aunque, como se trata de Nabokov, esta claro que trasciende cualquier intento de clasificación. Una novela melancólica de ribetes cómicos, sobre las desventuras del profesor Timofey Pnin en Weindell College. Pnin, profesor de ruso que no sabe hablar inglés muy bien, quisiera encontrar la clave secreta de la armonía detrás del caos de la realidad, acaso porque lo marca la pérdida: de la Rusia que dejó atrás, del primer amor, de la esposa que lo abandona.

 

Francisco Tario, La noche (Atalanta). Pocos han escrito en español tan buenos relatos fantásticos como este autor mexicano. Se especializó en cuentos de fantasmas, pero en ese pequeño espacio logró complejas variaciones. "La noche de Margaret Rose" es un favorito de García Márquez, pero hay muchos más, entre ellos "Un huerto frente al mar", "La noche del féretro" y "La noche de los cincuenta libros". Esta antología reune cuentos de dos libros: La noche (1943) y Una violeta de más (1968).

 

Anna Starobinets, Una edad difícil (Nevsky Prospects). Se ha dicho de ella que es la Stephen King rusa, pero eso no da cuenta cabal de la escritura de Starobinets, que se mueve con naturalidad entre el horror, el género fantástico e incluso la ciencia ficción. "La familia" es un cuento que puede calificarse como "fantasía intelectual", mientras que "Una edad difícil" es puro terror inquietante.

 

Heinrich von Kleist, Relatos completos (Acantilado). Este escritor alemán está lejos de ser olvidado, pero es conocido sobre todo como dramaturgo y cuando se habla de los grandes narradores europeos del siglo XIX su nombre no es de los primeros que se menciona. Es hora de remediarlo: "Michael Koolhaas" y "La marquesa de O." muestran su frenético estilo de frase larga, de claúsulas subordinadas, con una tensión que comienza en la primera línea y no decae hasta el final, y preocupaciones temáticas que anticipan líneas centrales de la literatura del siglo XX; no por nada a Kafka le gustaba leerlo en voz alta a sus amigos, y una vez incluso hizo una lectura pública de "Michael Koolhaas" en Praga.

 

Flannery O'Connor, Novelas (Debolsillo). De esta escritora del Sur profundo de los Estados Unidos se leen hoy, y con razón, sus cuentos excepcionales, pero las novelas son también buenas puertas de entrada a su mundo de predicadores arrebatados y de búsqueda de la gracia en lugares inesperados. Puede que Sangre sabia no sea redonda, pero la historia de Hazel Motes es más memorable que la que cuentan muchas novelas "perfectas".  

 

Richard Flanagan, El libro de los peces de William Gould (Mondadori). Un libro hermoso dentro de un libro, que narra la historia del falsificador William Gould, su paso por la cárcel en la isla de Sarah (Tasmania), allá por el siglo XIX, y su obsesión por pintar peces que le hacen entender de qué va la condición humana.

 

Lina Meruane, Fruta podrida (Fondo de Cultura Económica). Lina Meruane ganó el último premio Sor Juana con Sangre en el ojo; la novela anterior, Fruta podrida, es igual de buena. Con guiños al José Donoso de El lugar sin límites, esta historia de dos hermanas muestra la preocupación de la escritora chilena por el cuerpo enfermo en la sociedad contemporánea; su escritura se inscribe en un código realista con múltiples connotaciones simbólicas, aunque la historia avanza de manera natural hacia un territorio alejado del realismo.    

 

(El País, 20 de abril 2013)



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23 de abril de 2013
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