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Islas Vírgenes Británicas

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Paraísos fiscales: el lapsus que revela qué pensamos de verdad sobre los impuestos

Hace unas semanas me tocó participar en una charla en la Universidad Diego Portales de Santiago sobre el Premio Periodismo de Excelencia de Chile, del que soy director. Fue un panel de lujo, con el influyente presentador de televisión y columnista Daniel Matamala, la valiente periodista de investigación y académica de esa universidad Alejandra Matus, la creativa periodista digital Belén Pellegrini y el acucioso periodista de datos Alberto Arellano.
Uno de los temas fue el de la sorprendente investigación de Arellano y Francisca Skoknic sobre los negocios del presidente Sebastián Piñera en paraísos fiscales, sobre todo las Islas Vírgenes Británicas. Skoknic y Arellano han participado en el desvelamiento de negociados del poder económico y político mundial hecho por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, primero con los llamados Panama Papers, y después con los Pandora Papers.
Preguntas iban y venían sobre el negociado del entonces presidente Piñera, que vendió a su amigo y vecino Carlos Alberto Délano los terrenos para construir una minera en un sitio de alta fragilidad ecológica. El negocio se formalizó en las Islas Vírgenes Británicas, lo que le permitió al dos veces presidente no pagar los impuestos que un negocio de esa envergadura hubiera tenido que devengar en el país que él gobernaba con el dinero de los contribuyentes... especialmente de los grandes contribuyentes, como él mismo.
Estaba defraudando a las arcas públicas con las que él mismo contaba para cumplir sus ambiciosos planes de gobierno.
El trabajo de Arellano, de la agencia de investigación CIPER, y Francisca Skoknic, de la plataforma digital LaBot, pudo demostrar algo más grave aún: una cláusula para el pago de la última cuota dependía de que el estado no declarara protección ambiental en la zona.
Y quien debía decidir sobre dicha declaratoria era el gobierno del mismo Piñera. Un escándalo en toda regla.
Mientras escuchaba la explicación de ese valioso trabajo periodístico, que muestra el gran nivel del periodismo de datos y documentos, y reflexionaba sobre por qué los textos con menos números y más vuelo literario no volaron tan alto en las últimas ediciones del premio, me acordé de lo primero que me vino a la cabeza cuando empezaron estas noticias en los medios en castellano sobre los “paraísos fiscales”.
Y aporté, pensando en voz alta, algo que quiero explicar aquí de manera más elaborada. Tiene que ver con una confusión lingüística, con el por qué pensar en palabras, en metáforas, en sueños y miedos expresados en comparaciones, puede también aportar al periodismo de hoy.
Quiero decir: por qué pienso que necesitamos también de las palabras y su sentido, no solo los números y datos, para entender algo profundo de lo que pasa en el mundo.
Resulta que el concepto de “paraíso fiscal”, que las agencias de noticias comenzaron a usar alrededor de las primeras investigaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, es un error de traducción.
En el periodismo anglosajón se usa desde hace años el concepto de “tax haven”, usando la expresión inglesa haven, que quiere decir refugio, guarida.
Los tesoros se esconden en un lugar seguro, secreto, oscuro. Piensen en la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones. Eso es un haven.
Se escribe parecido a heaven, paraíso. No suenan igual en inglés, porque la primera se pronuncia algo así como “jéiven”, y la segunda, “jéven”. Quién sabe qué joven traductor de una agencia de noticias, trabajando a destajo, rápido y por dos pesos, habrá lanzado por primera vez la mala traducción, pero lo cierto es que quedó, prendió, explotó como metáfora, y ya no se fue más.
Paraíso fiscal es lo que tenemos.
¿Y por qué prendió como fuego en una pradera seca? Yo estoy convencido de que su rápida adopción tiene que ver con lo implantada que está en la mente de tantos españoles y latinoamericanos la idea de que los impuestos son un infierno de pagos sin sentido, que abultan los bolsillos de políticos corruptos, que llevan a la vagancia y la abulia a generaciones de pobres que viven de lo que pagan los laboriosos contribuyentes, un robo que no sirve para nada y que es dinero perdido.
Llevamos décadas de propaganda neoliberal y antiestatista, que se centra en la parte de los impuestos que se emplean en beneficiar a los pobres, y calla lo que se emplea a comprar armas, asesorías, favores, prebendas a los ricos amigos del poder. Los que más se benefician de las arcas públicas son los principales propagandistas de pagar menos impuestos.
En ese “sentido común” privatista, pagar impuestos es un infierno. Escapar de tener que pagarlos, un paraíso. ¡Quién pudiera disfrutar de lo que honestamente gana! ¿No leyeron esto en miles de columnas de opinión en diarios del poder, en redes sociales, en blogs, en discursos de candidatos populistas de derecha?
A esto contribuye la idea – que no tiene ninguna relación con el hecho de que abogados angurrientos arman negocios para sus clientes en zonas donde no se pagan impuestos – que los lugares físicos donde operan estos “paraísos fiscales” en las Américas son países y colonias tropicales con playas paradisíacas: Islas Vírgenes, Belice, Panamá.
Fíjense que esto no sucede en Europa: los “tax havens” de Luxemburgo, Irlanda, Holanda, incluso Mónaco, tienen lujo, bellos paisajes, pero no el “paraíso” que se suele relacionar con el trópico, la arena blanca, las aguas azules y los cocoteros.
No, la razón por la que nos quedamos con el error de los paraísos fiscales en vez del escondite o refugio es porque, a diferencia de los adustos, austeros ricos protestantes que esconden sus lujos, como explicaba Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, nuestros ricos y aspirantes al club son derrochones, totalmente desprovistos de un mínimo sentido ético que les haga al menos invertir en fundaciones y caridad y evitar exhibir su impúdica riqueza.
En un haven, un refugio, uno esconde su dinero, y se esconde de la mirada inquisidora de un pueblo trabajador que mira mal el engaño.
En un heaven, un paraíso fiscal, uno toma sol en traje de baño, con un daikiri en la mano, mientras disfruta del producto de negocios turbios sin siquiera tener que pagar la odiosa tajada para que el estado provea de salud, educación, caminos y policía a los trabajadores que no pueden escaparse a ningún paraíso.
En cada uno de nuestros países, el paraíso fiscal de unos es el infierno de falta de redes de apoyo social para la mayoría.
Dicho esto… ¡otro daikiri, por favor!

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10 de septiembre de 2022
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Ola de frío en los pies

Estrenamos septiembre a treinta grados, con el ánimo arrugado y un principio de gastritis. Los malos augurios actúan de forma parecida a los reflujos ácidos que atropellan la calma. Afectan también al tamaño de la esperanza, que hoy nos cabe en el bolsillo. Nuestra mirada es tan borrosa como esa postal veraniega del gasoducto ruso Nord Stream 1 que nos ha helado el asombro. Hemos visto su llamarada agitándose sobre una neblina blanca, trágica y hermosa. Miles de millones en combustible desperdiciado en un acto de chulería ante la petite Europa que anticipa un invierno con frío en los pies.

Agosto nos ha protegido porque todavía es una religión en sí mismo. ¿Quién se atreve a vulnerar ese tiempo desmadejado en el que flota un aire de somnolencia? Pero el miedo no tiene perímetro y ha entrado en campaña para regocijo del putinismo. Los reiterados mensajes de nuestros gobernantes anuncian un otoño cargado por el diablo, y el término vulnerabilidad es ya candidato a palabra del año. No importa que los economistas prevean un crecimiento anual del PIB español en torno al 4%, ni que los beneficios de los bancos se multipliquen en el primer semestre de este 2022. El panorama es desolador, aunque sostenía Ortega que hay tantas realidades como puntos de vista. “Es el punto de vista el que crea el panorama”.

Los vaticinios de los nuevos profetas poco se parecen a los que José interpretaba sabiamente para el faraón. Escasea el agua y el campo se ahoga: los agricultores apenas cubren gastos, cierran explotaciones y se sacrifican reses. La vida parece más provisional que nunca, a punto de desenchufarse de su máquina de respiración asistida para dejarnos con el cable pelado en las manos. Llegamos tarde, asume Ursula von der Leyen, pero debemos emanciparnos de las servidumbres del sucio combustible ruso. Sánchez ha conseguido aprobar su plan de ahorro energético, que incluye escaparates sombríos y guayaberas. Y los necios se envalentonan, porque nadie manda en su aire acondicionado, mientras los obedientes agotan las existencias de termostatos.

En mi paseo vespertino las farolas se encienden anticipadamente en un atardecer aún claro. ¡Cuánta luz, cuánta riqueza! Invita a comerse un mantecado ante las fuentes iluminadas en la tarde azul. Borges buscó una palabra que definiera la ineficaz función de las farolas tempranas; hoy, instruidos en los rigores de la crisis energética, podría ser despilfarro. Aunque más lo son las pompas que adornan lo oficial y desvisten lo público.

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8 de septiembre de 2022
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Los orígenes

Aún hoy no ha cesado ni el desbarajuste ideológico ni la bronca literaria de las dos Españas nacidas con las Cortes de Cádiz

Es posible que no haya país donde el periodismo haya dado tantas figuras literarias de primer orden. O, dicho al revés, no sé yo si habrá otra sociedad en la que los literatos hayan jugado un papel político tan relevante en la prensa. Quizás en el nacimiento de esta peculiaridad se encuentre la pugna entre liberales y serviles que a principios del siglo XIX sacudió a España entera desde Cádiz.

A raíz de la apertura de las Cortes en la ciudad gaditana, asediados por los invasores franceses, pero al mismo tiempo teniendo a ese país como modelo de ilustración y liberalismo, se produjo una confusión tan grande que todavía persiste. Por un lado, estaban los serviles, es decir, los que odiaban el liberalismo de las nuevas Cortes y defendían la Inquisición y los restantes medios de opresión. Enfrente tenían a los liberales y los ilustrados defensores de la Constitución del 12 (La Pepa) y con la mala conciencia de ser afrancesados, es decir, devotos del enemigo. Un verdadero lío plagado de ambigüedades, miserias ideológicas y desesperación. No muy alejado de la actualidad.

De todos es conocido el tremendo final, el regreso de Fernando VII, apodado El Deseado por un pueblo que ama las cadenas, y la persecución, cárcel y muerte de los ilustrados, los liberales y los afrancesados. Final tristísimo que retrasó la modernización del país por lo menos un siglo. Sus herederos aún perduran, aunque hayan cambiado de nombre, de signo e incluso de ideología. Pero lo curioso es que fue en aquel momento cuando se puso en marcha la muy original vida literaria del periodismo español.

En una antología recogida por Alberto González Troyano (Andalucía: cinco miradas críticas y una divagación, Fundación Lara) se reúnen notables artículos sobre la trágica Andalucía. Clarín, Azorín, Noel, Ortega y Gasset, Cernuda y Gil Albert que muestran la continuidad del conflicto a lo largo de dos siglos. Y aún hoy no ha cesado ni el desbarajuste ideológico ni la bronca literaria de las dos Españas.

Para quien tenga curiosidad, se han editado ya las dos primeras publicaciones que se dieron de picotazos e inauguraron el sarcasmo, el insulto y la calumnia en los años de la Pepa. Son el célebre Diccionario crítico-burlesco de Bartolomé José Gallardo (Ediciones Trea), y su archienemigo el clerical, inquisitorial, y verdugo, el Diccionario razonado de un trepador llamado Justo Pastor Pérez (Renacimiento). Los eruditos que han rescatado ambos textos, Romero Ferrer y Muñoz Sempere el primero y Marieta Cantos el segundo, han cubierto un agujero del periodismo español severamente olvidado. Es curioso constatar que la bronca, la procacidad, el humor sarcástico, el sectarismo, la mentira, todos los vicios del periodismo actual ya estaban inventados hace más de doscientos años, en 1811. Debo añadir que hay una distancia abismal entre la calidad literaria de Gallardo y la gusanera moralista de Pastor Pérez, por decirlo a su manera. Habría que ver dónde y bajo qué siglas caen hoy unos y otros. No es obvio.

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6 de septiembre de 2022
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Extraños movimientos y ensayos cartográficos de Vicente Huici

Vicente Huici se ejercita en el haiku desde la adolescencia, época en la que nos conocimos. Ambos vivíamos en Pamplona y recuerdo que la ciudad se portaba con los adolescentes bastante bien, pues la Sala de Cultura contrataba a las mejores plumas nacionales y extranjeras, así como a numerosos artistas de vanguardia. Fue algo así como la edad de oro del desarrollismo navarro, y la ciudad era un estallido de alegría industrial y de entusiasmo generalizado. El espíritu positivo parecía ser la única respiración de la ciudad; nosotros sin embargo éramos existencialistas, pesimistas, esnobs hasta el infinito, y para el que nos viera desde fuera, pintorescos y divertidos. Queríamos parecernos a la generación Beat. Vicente fue el primero en leer en Pamplona el libro del Tao, que me recomendó vivamente, y el primero en adentrarse en los misterios de la poesía japonesa.

De aquella época llegan algunos de sus haikus, que incluyo en esta pequeña antología nutrida por dos libros: Teoría del extraño movimiento, publicado en 1985, y Breve ensayo de cartografía, que salió en el 2015. Leyendo los haikus de Vicente estalló en mi cabeza la evidencia: el haiku además de ser un pieza de música mínima y semánticamente muy cargada, es también un microrrelato y hasta una micronovela, pues a menudo observamos en los haikus (y no sólo en los de Huici) lo que Delibes cree que es una novela: la conjunción en el texto de un ser humano, una pasión y un paisaje. En algunos haikus de Vicente, quizá en los más hermosos, vemos una figura humana o dos, una pasión, una atmósfera, un escenario y una dimensión del tiempo y del espacio que permite que vuele bien alto la imaginación.

1.Teoría del extraño movimiento

 

entre las ruinas

la túnica de Ulises

y sus sandalias

*

bajo la aurora

con las olas y los locos

por compañía

*

redondo palacio blanco

que se acepta

en la memoria

*

ciudad lejana

suspiro contenido

del pensamiento

*

y tu mirada

acechando el espejo

de otra sombra

*

desde los dedos

el viento delicado

de la tristeza

*

¡y altos álamos

acunado el silencio

de su destierro!

*

el agua azul,

el rostro del jinete

y la Frontera

*

desde el rumor de la fiesta

le miraba

el viejo océano

 

2.Breve ensayo de cartografía

 

Hacia otra tierra,

pupilas encendidas

y bruma y sal.

*

En el mapa

la línea de la frontera.

¿Dónde tus besos?

*

Lento tren, noche

y luna, viento sur,

pesar sin cura.

*

Hasta el torreón

olores de batallas

jamás contadas.

*

Y de aquel rostro

caliente junto al mar,

sólo su nombre.

*

Ni ángel ni piedra,

la pálida sonrisa

y el abismo.

*

Fresca alborada,

bajo la luz invernal

una hoja en blanco.

*

Memoria de una

mano blanca, el silencio

y la penumbra.

*

(Patria)

Luz, mar azul,

cóncava nave negra

y sin bandera.

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31 de agosto de 2022
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Cuádruple A

Leía ayer el artículo de Javier Blánquez sobre los moteles, sobre los moteles como epítome de la sordidez, publicado en el suplemento La Lectura de Verano del diario El Mundo. Y ahí, en ese documentado trabajo, apareció, cómo no, el periodista Gay Talese y su manual El hotel del voyeur, creado a partir de informaciones suministradas por un tal Gerald Foos, propietario de un siniestro edificio en el que, desde estratégicos escondrijos, espiaba a los huéspedes. Pues bien, ese edificio se hallaba en la pequeña localidad de Aurora, cerca de Denver, en Colorado, y ahí, en ese topónimo, Aurora, se inicia, para mí, el capítulo de las coincidencias que, quizá, no lo sean tanto.

En 2007 escribo “El poema del perro Glu Gulaguer”, que utilizaré como colofón del libro Fámulo (Barcelona, Tusquets, 2009) y que concluye con un lapidario ‘Anarene, enero 2008’, siendo Anarene la localización del filme La última película (The Last Picture Show, Peter Bogdanovich, 1971) en el que uno de los actores es Clu Gulager, nombre que, en el poema de mi autoría, transformado en Glu Gulaguer, se aplica al perro protagonista. Anarene es pues el segundo topónimo de la lista que, como los demás, tiene la A como letra inicial.

En marzo de 2009 inicio, en el suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, una serie de diez “Necrologías”, un ‘nuevo género literario’ que quiere ahondar en el rico acervo estilístico de las notas necrológicas dedicadas a notables, a individuos que han contribuido -o al menos no han supuesto un freno- al progreso de la humanidad. Textos de condición doliente, no aconsejan una extensión excesiva compensando la falta de caracteres con una fotografía, bien del fallecido, en vida, bien de los enseres o paisajes que le fueron gratos. La primera de estas Necrologías es la del novelista Bruce “Snake” Tenser fallecido a los 83 años en el St. John’s Health Center de Santa Mónica, California, víctima de una inflamación intestinal conocida como colitis isquémica, y que en 1944 crea al detective Farmer McDevlin que, ayudado por el conserje corrupto de un viejo hotel, resuelve de modo impecable los frecuentes crímenes de la ficticia ciudad de Atenetia. Tercer ejemplo.

El 7 de agosto de 2015 publico, en mi blog personal, el caso “Restaurante Sánchez”, que luego se incluirá en Casos completos de Ferrer Lerín (en edición del profesor Antonio Viñuales para el sello valenciano Contrabando, 2021). Pues bien, dicho figón, que dará pie al Museo de Zoología Sánchez gracias a los huesos de roedores que los comensales encuentran en sus guisos, se halla en la ciudad de Albricia, y aquí, con esta cuarta casualidad nominal, cierro la serie, por ahora.

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30 de agosto de 2022
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A qué le temes

Juan Arjón López, de 62 años, periodista de San Luis Río Colorado, estado de Sonora, dirigía el portal A qué le temes. Un medio de alcance local, que no le daba lo suficiente para vivir y se ayudaba con un empleo en un puesto de comida. Desapareció el 9 de agosto. Más tarde encontraron su cadáver en un lejano paraje del desierto.

El patrón se remite con martilleo siniestro, y sólo en lo que va de 2022 ya la cuenta sube a 16 periodistas asesinados, todos de medios municipales o provinciales que se transmiten por las redes sociales, donde, y este es un patrón también, se denuncian tramas del crimen organizado, a bandas mafiosas, redes de corrupción y abusos de poder.

Y otro patrón también constante: centenares de esos humildes portales, que operan desde la propia casa del periodista, o en pequeñas oficinas destartaladas, de tan escasos ingresos que obligan a los comunicadores a ejercer otros oficios, choferes de taxis o saloneros de restaurantes, siguen funcionando pese al riesgo cierto de muerte.

 Igual que Salma Rushdie, perseguido a perpetuidad por una fatua demente, estos periodistas que nunca han subido a un escenario iluminado a recibir un premio por su constancia, su valentía, y su amor al oficio, han escogido la libertad de palabra como camino que, ya se ve, lleva a la muerte.

Para empezar, no debemos olvidarlos. Su integridad, la lección ética que dan con sus propias vidas. Estos son los demás nombres de la lista de periodistas sacrificados en México a lo largo de 2022, uno de los tres países más peligrosos del mundo para ejercer el oficio, junto con Ucrania, tras la invasión rusa, y Birmania, de acuerdo a Human Rights Watch  y Reporteros Sin Fronteras:

José Luis Gamboa Arenas, fundador de los portales Inforegio y La Noticia,  asesinado de siete puñaladas el 10 de enero en la calle Acequia del reparto Floresta del puerto de Veracruz. Había denunciado la extorción que las mafias hacen a los comerciantes con el cobro del “derecho de piso”, señalando a los delincuentes con nombre y apellido.

Margarito Martínez, fotorreportero acribillado a balazos el mediodía del 17 de enero frente a su casa en la colonia Sánchez Taboada de Tijuana, Baja California, por un desconocido que huyó a pie del lugar. Recibió el aviso de que había un suceso que cubrir, y apenas subió a su auto recibió tres disparos en la cabeza y en el cuello.

Lourdes Maldonado López, también de Tijuana, corresponsal. El 24 de enero la mataron dentro de su vehículo de un solo balazo en la cara. En marzo de 2019 había clamado en una de las conferencias de prensa de López Obrador: “vengo aquí a pedir apoyo, ayuda y justicia laboral, porque hasta temo por mi vida”, en referencia a una demanda de adeudo salarial interpuesta por ella contra un funcionario a quien, antes de ser asesinada, se preparaba a denunciar por evasión fiscal.

 Roberto Toledo, reportero del portal El Monitor Michoacán, y también empleado en un despacho legal, asesinado de ocho balazos el 31 de enero en Zitácuaro, Michoacán, por tres adolescentes que huyeron en motocicleta.

Heber López Vázquez, director del portal RCP Noticias, asesinado el 10 de febrero en Salina Cruz, Oaxaca, dentro del estudio de grabación del medio en el barrio Espinal.

Jorge Luis Camero, El Choche, asesinado de ocho balazos el 24 de febrero en Empalme, Sonora mientras se ejercitaba en un gimnasio de la colonia Libertad.

Juan Carlos Muñiz, del portal Testigo Minero, asesinado el 4 de marzo en Fresnillo, Zacatecas, mientras conducía un taxi en las calles del fraccionamiento Los Olivos.

Armando Linares López, director del portal El Monitor Michoacán, asesinado de ocho balazos el 15 de marzo en las cercanías de su hogar en Zitácuaro, Michoacán, con lo que el medio de comunicación se cerró.

Luis Enrique Ramírez, director del sitio Fuentes Fidedignas y columnista del portal El Debate, asesinado el 5 de mayo en Culiacán, Sinaloa. Había sido secuestrado la noche antes y su cadáver apareció envuelto en plástico en un camino de terracería.

Yessenia Mollinedo Falconi, directora del portal El Veraz, asesinada el 9 de mayo en Cosoleacaque, estado de Veracruz, junto con Sheila Johana García, reportera del mismo medio. Recibieron 16 balazos. Intentando protegerse, sus cuerpos quedaron abrazados dentro del vehículo.

Antonio de la Cruz, reportero de El Expreso, asesinado a balazos el 29 de junio en Ciudad Victoria, Tamaulipas, cuando salía de su casa al volante de su vehículo en el que iba también su hija Cynthia, asesinada también.

Ernesto Méndez, del portal Tu Voz, asesinado el 2 de agosto en San Luis de la Paz, Guanajuato, cuando se hallaba con un grupo de amigos en una cervecería de la calle El Ferrocarril. Tres más perecieron con él en la balacera.

Y el último de ellos, Freddy Román, del noticiero en línea La Realidad de Guerrero, asesinado a balazos el 22 de agosto en Chilpancingo, la capital del estado, cuando conducía su vehículo.

Horas antes había colgado en Facebook su última columna, "Crimen de estado sin culpar al jefe", dedicada a la publicación del informe acerca de los 43 estudiantes secuestrados y asesinados en Ayotzinapa en 2014.

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29 de agosto de 2022
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Un prólogo cándido para lúcidas crónicas patagónicas

 

La Fundación Periodismo Patagónico de Argentina publicó su primer libro, que incluye potentes textos de no ficción que vienen del fin ¿o será del comienzo? del mundo. Se llama 18 crónicas patagónicas. Tuve el privilegio y la alegría de escribir el prólogo. Es este.

Acabo de leer todas las crónicas de este libro sabio: se extienden en decenas de direcciones y todas convergen en una forma pausada, tranquila, lenta de contar las cosas. ¿Será la forma patagónica de revelar los secretos de la tierra y de su gente?
Sí, se suele decir que el periodismo narrativo, o literario, es lento. La académica vasca Udane Goikoetxea lo compara con la “slow food”, en contraposición a la “fast food” de las hamburgueserías para apurados. Mi amigo, el director de esta Fundación de Periodismo Patagónico Santiago Rey, usa la metáfora del curanto que se hace en el sur de Argentina y de Chile: cocina lenta, sabores que se mixturan en la cocción, suavidad y delicadeza, paciencia.
Pero siento que, del habitual tono pausado de la crónica, estas tienen algo más, algo propio: un sabor a viento entre los árboles, a vastedad de llanuras, a rumiar largo mientras se va suavizando el sorbo de mate con cada golpe de pava, mientras se termina el puchito y va bajando la luz en el horizonte.
No importa si muchas de estas historias no sean “patagónicas” en el sentido de estar ancladas al paisaje agreste, al frío, a la vastedad, a las soledades de indígenas y campesinos asentados en sus valles, costas y roquedales. Incluso las historias que podrían suceder en cualquier lado, como el escalofriante y tan bien investigado camino de los niños que buscan a sus padres biológicos, “¿Alguna vez encontraré a mi mamá?”, de Ángeles Alemandi, o la divertida, sensual y ácida crónica de la lucha por bajar de peso, “Cómo sobrevivir a una dieta low carb”, de Bruno Oliva, tienen ese acento tranquilón del sur, de la frontera donde no se sabe qué hay del otro lado.
Tienen esa búsqueda de una vida “deliberada”, como decía Henry David Thoreau que encontró en las montañas y el lago Walden. Vivir deliberadamente, buscar una autenticidad, buscarse a sí mismo en un mundo donde caen las caretas.
Muchos de estos textos ya los había leído. Yo fui jurado en la tercera edición de este premio, en 2021. Los dos textos que más nos gustaron, “Las chapuceadoras de la felicidad”, de Alicia Lazzaroni, y “Diecisiete parajes”, de Migue Roth, sí son explícitamente patagónicos. Uno centrado en las mujeres que desafían el frío y se sienten vivas en las aguas gélidas del Canal de Beagle: la épica de sumergirse. Y el otro, un viaje para entender a los que se quedaron cuando lo lógico era irse: la sublime belleza de la resistencia, de la dificultad como camino. En estos textos hay impactantes descripciones del paisaje del norte y el sur del territorio.
Pero ya sea que hablen “sobre” la Patagonia o sean relatos universales “desde” la Patagonia, transita por todas estas páginas el embrujo de una zona que nunca termina de domarse, como un caballo encabritado que sus habitantes siempre prefieren al manso arrullo de lo comprensible: el otro lado, la vorágine siempre igual de la gran ciudad o la plácida y repetida siesta del norte.
En el sur un día puede volverse tormentoso, ya sea de arena, de nieve, de lluvia torrencial, de volcanes o de insectos, y así es la escritura a la que invita: siempre al borde de la inundación o la estampida. Con secretos que en cualquier momento pueden desencadenar una catástrofe.
Fue una valiente y valiosa iniciativa empezar a pedir, llamar, recolectar estas historias. En un territorio tan extendido, muchos de estos relatos sonarán desconocidos para los de la otra punta de la Patagonia. Pero las voces, espero, les sonarán familiares aún en su variedad. Como los distintos miembros de una familia, cada uno con sus tics y muletillas y temas recurrentes, pero con un dejo unificador.
Hay escritura poética y recursos originales en “Hasta que llegaste vos”, de Martín Loynaz; hay sorpresa y garra en” Asalto comando a la publicidad”, de Ariel Adler; hay buena investigación y memoria histórica en “El candidato” de Emilio Rízoli; hay prosa luminosa y una estructura creativa en “El trueno puso su ruido luminoso” de Beatriz Muglia; hay una mirada lúcida y esperanzada en el estupendo perfil del nuevo presidente trasandino “Chile ¿alcanzarán los sueños?”, de Santiago Rey.
Hay mucho que admirar, que agradecer, que celebrar en este libro.
Yo, un porteño trasplantado a varios rincones del planeta y ahora viviendo en Santiago de Chile, agradezco la oportunidad de presentar y recomendar estas crónicas que crecen desde las raíces del mundo.

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28 de agosto de 2022
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Mudanzas

Las mudanzas marcan etapas vitales. Como rito de paso que son, nos dejan una muesca en la biografía. Borrón y cuenta nueva. Superada la prueba, merecemos una condecoración en paciencia, porque siempre hay más trabajo del calculado, siempre brotan imprevistos, siempre se pierde o rompe algo. Pocos considerarían una mudanza en plena ola de calor como un planazo de verano, pero en esas me hallo. Primera regla: a menudo la mudanza no se elige, sino que se impone. La apoteosis llega cuando se añade una reforma. Se cumple aquello tan manido de que lo que no te mata te hace más fuerte.

En la mitad del camino de la vida suelen faltar dedos para contar la acumulación inevitable de cosas. Por tanto, lo más difícil no es ya adaptarse a un nuevo espacio, sino vérselas antes con el inventario propio. ¿Qué guardaste? Entradas de conciertos. La tarjeta de un restaurante donde fuiste feliz. Vinilos que no volviste a escuchar, porque ya no tienes tocadiscos. ¿Te resististe a tirarlos como un salvoconducto al momento en que la música fluía chisporroteante, sin pantalla mediante? Hay más. Mapas de ciudades. Manuales de instrucciones. Medicamentos caducados. Llaves multiformes. Marañas de cables. Recibos desteñidos. Y, sobre todo, un largo y absurdo etcétera. Segunda regla: dime lo que guardas y te diré cómo eres. La razón del apego a los objetos no es su utilidad futura: la cámara de Super8 de mi padre no volverá a grabar, aunque funcione.

Nos aferramos a ellos por esa ventana temporal que permiten abrir a un momento del pasado. Como si tirarlos fuera aparejado con el olvido definitivo, porque ya no nos servirán de ayuda para evocar. Aun así, hay posesiones que van directas al cubo de desechos por esa misma razón, y es una liberación. Fui con una furgoneta llena a un punto verde. El orden frente al caos. Allí se ali­nean decenas de contenedores, cada cual destinado a un tipo de residuo. Visitarlo es una experiencia catártica. Y, además, una cura de humildad: ves que lo que un día fue especial, o te acompañó fielmente, se junta con despojos de extraños, camino de la destrucción.

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26 de agosto de 2022
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¿Animal como modalidad de racional?

Por el momento las entidades artificiales tienen limitaciones por ejemplo la dificultad de aprender una cosa cuando han sido entrenadas para otra, quizás como resultado de una suerte de terquedad, o ausencia de flexibilidad. Señalaré al respecto una interesante observación que se ha hecho sobre AlphaFold2: empeñada en predecir la estructura de la proteína a partir de la secuencia de aminoácidos, ¿qué hará si una de estas secuencias (o una porción de la misma) es intrínsecamente reacia a plegarse, lo cual acontece en cierta proporción en las células dotadas de un núcleo? Cabe pensar que AlphaFold2 será perseverante en encontrar su pliegue y comunicárselo a los investigadores, es decir, dará una información contraria a la naturaleza de lo que observa.

Pero no es de excluir que estas limitaciones se superen y una máquina esté en condiciones de parecer responder cabalmente a la pregunta hace un momento formulada: ¿sabes la causa de esta previsión que acabas de hacer? No está a priori excluido que, en un tiempo prudente, las máquinas sean capaces de explicar su comportamiento y las razones del mismo, tanto ante nosotros los seres racionales animales como ante sus homólogos, que tendríamos derecho a denominar racionales maquinales. Y no puede dejarse de subrayar lo que lo que esto significa: ni más ni menos que una razón sin soporte vital…al menos sin soporte vital originario. Pues en un sentido laxo del término vida, se llega a hablar hoy de artefactos que responderían al modo de proceder más generales de los seres vivos, es decir: transmitirían la información que reciben y codifican, y utilizarían la energía exterior que permite vencer los mecanismos de corrupción y desorden. Cabrá así referirse a entes maquinales no sólo inteligentes sino “vivos”. Pero es obvio que aquí la vida viene después. Un ser ya considerado inteligente, deviene ser vivo. En nuestro caso la vida, y aun la modalidad de la vida que clásicamente se oponía como vida animal a la vida de las plantas, es el punto de arranque y la inteligencia es el punto de llegada. Vida animal…dotada de razón, no razón que eventualmente toma la forma de vida. El problema sin embargo sigue residiendo en la legitimidad del nuevo punto de arranque, es decir en la aceptación de que se trata de nuevos entes de razón.

Tomamos como punto de partida un artefacto provisto de esa capacidad de recibir información, procesarla, dar respuesta a un “interlocutor” maquinal o humano a la que se alude con la expresión “aprendizaje profundo”. Pero además aceptamos provisionalmente que esta “profundidad” es tal que a la capacidad de hacer descripciones y previsiones el artefacto añade la de explicar esos fenómenos. En el caso de AlphaFold2, capaz de un-folding ese fold que llegó a anunciar; capaz de, mostrar la razón de la concurrencia de los elementos simples o planos (hay acuerdo entre los filólogos en que el término simple no conjunta sine y plex -que daría sin pliegue- sino sim -indo-europeo, uno, similar- y plex, por lo cual, más que sin pliegue cabría decir pliegue límite, plano). a fin de hacer emerger un elemento complejo. Es de señalar que como los humanos no tenemos por el momento ni la capacidad previsora que muestra AlphaFold2, ni menos aún el conocimiento de las causas de lo así previsto, ha de excluirse que estas virtudes cognitivas del artefacto sean el resultado de una programación. Habría entonces que volver de nuevo la mirada al hombre e interrogarnos sobre la condición humana: ¿ese ser racional que es el hombre habría de ser necesariamente animal, es decir determinado esencialmente por la biología? Quizás fuera entonces legítimo pasar de considerar al hombre como un caso particular de animal (racional por oposición a los animales que no lo son) para poner en primer término su condición de racional que eventualmente (sólo eventualmente) tendría soporte biológico.

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25 de agosto de 2022
Blogs de autor

¿Para qué se escribe?

Me hice periodista sin saberlo. Durante la infancia me impuse encubrir mi timidez, de forma que aparentaba ser una niña decidida que preguntaba demasiado. No sé cuándo empezó a crecer mi amor por la noticia ni cuándo aprendí a distinguirla del rumor. Probablemente tuvo que ver cuando la chiquillada se reía de una anciana que se sentaba en el suelo, al sol, ro­deada de gatos; los niños decían que no llevaba bragas y se le veían “los pelos”, y ella, a pesar de los insultos, permanecía impasible.

Coincidió con que mi madre me animaba a presentarme a concursos literarios infantiles, como ella misma hizo de joven. Y al ganar el primero me sentí obligada a continuar, por lo que sin pretenderlo encontré una manera de perfilar mi realidad. Aquella era una tarea que me apartaba de los juegos, sí, pero también me ofrecía la posibilidad de ajustar la palabra a la imagen, de batirme en ese misterio. Poco duró mi idilio con la fantasía y los cuentos de amores desgraciados que me inspiraban las canciones de la gran Mari Trini porque una secuencia de muertes volcó mi mirada hacia la realidad. En un paso a nivel ubicado en una curva y con escasa visibilidad, los trenes habían arrollado a vecinos despistados o temerarios. Los agricultores encontraban restos de sangre en sus huertos, y el pueblo entero suplicaba que se cancelase aquel peligro que tenían a tocar de casa. Para colaborar en la causa, le pedí al farmacéutico del pueblo, Abel Boldú, un personaje literario, que me ayudara a contactar con el diario Segre –él había participado en su creación–. Y de aquella manera, informando sobre el maldito paso de la muerte, me convertí ocasionalmente en corresponsal de provincias. Tres años después ocupaba la silla de becaria en la redacción del Diari de Lleida.

El periodismo estaba hecho para impacientes y volubles, inagotables como las noticias: lo que escribías moría al terminar el día. Desde entonces el teclado se convirtió en desierto y paraíso. Leo Zona de obras, un libro que me obliga a dar estas respuestas. Porque en sus páginas asegura que ella se convirtió en yonqui de las siguientes preguntas: “¿Para qué se escribe, por qué se escribe, cómo se escribe?”. Guerriero lo hace con metal de cristal. Parece conocer los secretos de la maquinaria de antiguos relojes que dan la hora según el grado de dolor o de belleza. Y siempre consigue que el lector termine sus textos, desde el hueco que ella abre con cuchara de plata. Creo que para eso se escribe.

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23 de agosto de 2022
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El Boomeran(g)
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