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Paraísos fiscales: el lapsus que revela qué pensamos de verdad sobre los impuestos

Por 10 de septiembre de 2022 septiembre 12th, 2022 Sin comentarios

Islas Vírgenes Británicas

Roberto Herrscher

Hace unas semanas me tocó participar en una charla en la Universidad Diego Portales de Santiago sobre el Premio Periodismo de Excelencia de Chile, del que soy director. Fue un panel de lujo, con el influyente presentador de televisión y columnista Daniel Matamala, la valiente periodista de investigación y académica de esa universidad Alejandra Matus, la creativa periodista digital Belén Pellegrini y el acucioso periodista de datos Alberto Arellano.
Uno de los temas fue el de la sorprendente investigación de Arellano y Francisca Skoknic sobre los negocios del presidente Sebastián Piñera en paraísos fiscales, sobre todo las Islas Vírgenes Británicas. Skoknic y Arellano han participado en el desvelamiento de negociados del poder económico y político mundial hecho por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, primero con los llamados Panama Papers, y después con los Pandora Papers.
Preguntas iban y venían sobre el negociado del entonces presidente Piñera, que vendió a su amigo y vecino Carlos Alberto Délano los terrenos para construir una minera en un sitio de alta fragilidad ecológica. El negocio se formalizó en las Islas Vírgenes Británicas, lo que le permitió al dos veces presidente no pagar los impuestos que un negocio de esa envergadura hubiera tenido que devengar en el país que él gobernaba con el dinero de los contribuyentes… especialmente de los grandes contribuyentes, como él mismo.
Estaba defraudando a las arcas públicas con las que él mismo contaba para cumplir sus ambiciosos planes de gobierno.
El trabajo de Arellano, de la agencia de investigación CIPER, y Francisca Skoknic, de la plataforma digital LaBot, pudo demostrar algo más grave aún: una cláusula para el pago de la última cuota dependía de que el estado no declarara protección ambiental en la zona.
Y quien debía decidir sobre dicha declaratoria era el gobierno del mismo Piñera. Un escándalo en toda regla.
Mientras escuchaba la explicación de ese valioso trabajo periodístico, que muestra el gran nivel del periodismo de datos y documentos, y reflexionaba sobre por qué los textos con menos números y más vuelo literario no volaron tan alto en las últimas ediciones del premio, me acordé de lo primero que me vino a la cabeza cuando empezaron estas noticias en los medios en castellano sobre los “paraísos fiscales”.
Y aporté, pensando en voz alta, algo que quiero explicar aquí de manera más elaborada. Tiene que ver con una confusión lingüística, con el por qué pensar en palabras, en metáforas, en sueños y miedos expresados en comparaciones, puede también aportar al periodismo de hoy.
Quiero decir: por qué pienso que necesitamos también de las palabras y su sentido, no solo los números y datos, para entender algo profundo de lo que pasa en el mundo.
Resulta que el concepto de “paraíso fiscal”, que las agencias de noticias comenzaron a usar alrededor de las primeras investigaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, es un error de traducción.
En el periodismo anglosajón se usa desde hace años el concepto de “tax haven”, usando la expresión inglesa haven, que quiere decir refugio, guarida.
Los tesoros se esconden en un lugar seguro, secreto, oscuro. Piensen en la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones. Eso es un haven.
Se escribe parecido a heaven, paraíso. No suenan igual en inglés, porque la primera se pronuncia algo así como “jéiven”, y la segunda, “jéven”. Quién sabe qué joven traductor de una agencia de noticias, trabajando a destajo, rápido y por dos pesos, habrá lanzado por primera vez la mala traducción, pero lo cierto es que quedó, prendió, explotó como metáfora, y ya no se fue más.
Paraíso fiscal es lo que tenemos.
¿Y por qué prendió como fuego en una pradera seca? Yo estoy convencido de que su rápida adopción tiene que ver con lo implantada que está en la mente de tantos españoles y latinoamericanos la idea de que los impuestos son un infierno de pagos sin sentido, que abultan los bolsillos de políticos corruptos, que llevan a la vagancia y la abulia a generaciones de pobres que viven de lo que pagan los laboriosos contribuyentes, un robo que no sirve para nada y que es dinero perdido.
Llevamos décadas de propaganda neoliberal y antiestatista, que se centra en la parte de los impuestos que se emplean en beneficiar a los pobres, y calla lo que se emplea a comprar armas, asesorías, favores, prebendas a los ricos amigos del poder. Los que más se benefician de las arcas públicas son los principales propagandistas de pagar menos impuestos.
En ese “sentido común” privatista, pagar impuestos es un infierno. Escapar de tener que pagarlos, un paraíso. ¡Quién pudiera disfrutar de lo que honestamente gana! ¿No leyeron esto en miles de columnas de opinión en diarios del poder, en redes sociales, en blogs, en discursos de candidatos populistas de derecha?
A esto contribuye la idea – que no tiene ninguna relación con el hecho de que abogados angurrientos arman negocios para sus clientes en zonas donde no se pagan impuestos – que los lugares físicos donde operan estos “paraísos fiscales” en las Américas son países y colonias tropicales con playas paradisíacas: Islas Vírgenes, Belice, Panamá.
Fíjense que esto no sucede en Europa: los “tax havens” de Luxemburgo, Irlanda, Holanda, incluso Mónaco, tienen lujo, bellos paisajes, pero no el “paraíso” que se suele relacionar con el trópico, la arena blanca, las aguas azules y los cocoteros.
No, la razón por la que nos quedamos con el error de los paraísos fiscales en vez del escondite o refugio es porque, a diferencia de los adustos, austeros ricos protestantes que esconden sus lujos, como explicaba Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, nuestros ricos y aspirantes al club son derrochones, totalmente desprovistos de un mínimo sentido ético que les haga al menos invertir en fundaciones y caridad y evitar exhibir su impúdica riqueza.
En un haven, un refugio, uno esconde su dinero, y se esconde de la mirada inquisidora de un pueblo trabajador que mira mal el engaño.
En un heaven, un paraíso fiscal, uno toma sol en traje de baño, con un daikiri en la mano, mientras disfruta del producto de negocios turbios sin siquiera tener que pagar la odiosa tajada para que el estado provea de salud, educación, caminos y policía a los trabajadores que no pueden escaparse a ningún paraíso.
En cada uno de nuestros países, el paraíso fiscal de unos es el infierno de falta de redes de apoyo social para la mayoría.
Dicho esto… ¡otro daikiri, por favor!

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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