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Un proyecto multimedia para llorar: Final Salute, de Jim Scheeler y Todd Heisler

Cuando me tocó abrir el turno de preguntas, me llevé el micrófono a la boca pero no salían las palabras. Estaba en estado de shock.

El viernes 16 de mayo yo estaba moderando un panel en el segundo día de la 9ª conferencia anual de la Asociación Internacional de Estudios de Periodismo Literario (IALJS), pero no podía cumplir con la primera obligación de cualquier moderador, que es no emocionarse con lo que está escuchando.

Hace cinco años que acudo y hablo en las conferencias de este exquisito grupo de estudiosos y cultores del periodismo literario o narrativo. Cada mayo, me junto con colegas y amigos de Australia, Europa, Norteamérica y unos poquitos latinoamericanos. En mis presentaciones suelo traer a cronistas de continente, por lo general desconocidos para este grupo: en Londres hablé de Cristian Alarcón; en Bruselas, de Rodolfo Walsh; en Finlandia, de Gabriel García Márquez. Este mes, llevé a París la obra inmortal de Elena Poniatowska.

Pero unos meses antes me preguntaron si quería también moderar un panel. Era sobre las posibilidades de Internet y las herramientas multimedia para contar historias reales. Busqué en la web datos sobre los panelistas que tenía que presentar. A dos los conocía de otras conferencias. El que más me intrigó era Julian Rubinstein, prolífico periodista de tranco largo y profesor invitado en Columbia: tenía un proyecto sobre un pintoresco jugador de hockey y ladrón de bancos de Hungría, y en su proyecto multimedia incluía, junto con textos, fotos, videos y mapas, el audio de una canción que el mismo Rubinstein había compuesto desde el punto de vista del ladrón, y que cantaba con voz rasposa y afinada en estilo folk.

El último de la mesa parecía un chico apocado. En la foto de su web se lo veía con saco y corbata. Se llamaba Jim Scheeler y trabajaba en el diario local Rocky Mountain News. Iba a hablar de “cómo multimedia cambia una historia”.

Su crónica, que le valió un Premio Pulitzer en 2006, se llama Final Salute. Jim y su fotógrafo Todd Heisler pasaron un año siguiendo al Mayor Steve Beck de los US Marines. El mayor Beck es el encargado de ir a la casa de los familiares de los soldados muertos en las guerras que Estados Unidos despliega por el mundo a darles la mala noticia. La mayoría de las víctimas de los últimos años murieron en Iraq y en Afganistán.

Cuando ven llegar al mayor Beck con su uniforme impoluto tachonado de medallas, sus guantes blancos y su bandera doblada como un pañuelo, los padres y las esposas se ponen a temblar, o a llorar, o a gritar, presintiendo la tragedia.

Poco a poco, Jim y Todd fueron encontrando a su personaje principal. No era Beck: era Katherine Cathey, una chica de 23 años, recién casada y embarazada. Su esposo volvía del frente en un ataúd cubierto con la bandera de las barras y las estrellas, y en el aeropuerto militar, ella se zafó de la mano de Beck y corrió al ataúd, para abrazarlo como un náufrago al madero.

Cronista y fotógrafo siguieron a Katherine durante una semana. Grababan su voz, tomaban fotos que en el silencio de su casa cuyo ‘click’ sonaba como una bomba, pero sobre todo, permanecían a su lado. “Si quiere que nos vayamos, sólo díganoslo”, le decía Jim.

La última noche, después de la vela en el regimiento, Katherine quiso quedarse a dormir con su esposo por última vez. Los marines le prepararon un colchón al lado del ataúd. Es la foto que acompaña este relato.

“¿Todavía están ahí mis reporteros?”, dice Jim que Katherine le preguntó al marine de guardia.

Sin pestañear, el soldado dijo: “Sí. ¿Quiere que los echemos?”

“No. Solo quería saber que estaban ahí”.

Con esta foto todavía en el proyector de la sala de la Universidad Americana de París, me tocó ponerme de pie y abrir el turno de preguntas. No me salía la voz.

Sí, no me suelen caer bien los US Marines. Pero esta historia me interpelaba. El muerto podía haber sido yo. Katherine era yo. El pie de foto explica que en su última noche al lado de su hombre, prendió el ordenador e hizo sonar (¿para quién?) una canción que le gustaba a su apuesto soldado. Es lo que está haciendo cuando Todd Heisler gatilla su ‘click’ ensordecedor.

Y sí: las producciones multimedia también pueden servir para hacernos llorar.     

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7 de junio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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48. El profeta Paul Valéry

No hará falta recalcar la innúmera frecuencia con que los escritores, sobre todo los de ciencia-ficción, han adelantado la mayoría de los actuales o ya superados adelantos tecnológicos. A pesar de que muchos han criticado a los profetas-filósofos que no anticiparon la aparición de Internet, creo que hay bastantes muestras en la ciencia ficción o en la literatura convencional que vieron algo parecido.

No sabemos si con una red ultraterrestre, pero a lo mejor sí con una videoconferencia pudo soñar Dante cuando en el Paraíso sitúa al poeta con su amada Beatriz en la Luna; allí vio los rostros "de mucha gente" y "creyéndolos semblantes reflejados, / por verlos bien, volví los ojos presto: / no viendo nada, los torné asombrados / hacia los ojos de mi dulce guía"[1]. Es decir: vio rostros planos, que imaginó reflejos de otra imagen tridimensional, que sin embargo, no existía. En el contexto de la Comedia hacen referencia a los espíritus que, según el Timeo de Platón, hacen una escala técnica en algún cuerpo celeste antes de reencarnarse; pero la forma de plantear el impacto en imagen no es muy distinta de la que provocaría a un cartaginés la visión de una pantalla emitiendo rostros. Acercándonos más en el tiempo, hay quien considera un profeta al Padre Dominique Dubarle, que publicó en Le Monde (aunque veinte años después del texto de Valéry que después reproduciremos) un artículo donde se prevé un ingenio similar a Internet. En 1985 el empresario belga Paul Otlet tuvo una visión parecida para una red mundial de distribución enciclopédica del conocimiento:

 

Otlet

Ni más ni menos que dos siglos antes, en 1636, Schwenter señalaba en Délassements Physico-Mathématiques la posibilidad futura de comunicarse mediante agujas magnéticas, de modo que "comunicar a la distancia de las Indias por transmisiones simpáticas puede ser tan usual en tiempos futuros como por carta"[2]. También hubiera tenido buena defensa como visionario -no sorprenderá a nadie- Julio Verne, quien en cierto lugar apostilló: "Todas las casas estarán conectadas" (1863). Giovanni Sartori cita un texto parecido de E.M. Forster en Homo videns. En 1883, el dibujante Albert Robida (sin ninguna formación ni interés técnico, si hemos de creer a Ed Tenner), publicó dibujos en los que "aparecían televisores de pantalla plana, niños probeta, aviones bombarderos y guerra química"[3]. Karl Kraus, en un texto del XIX recogido por Andoni Alonso e Iñaki Ardoz, habla de un futuro "sistema de comunicación a escala mundial". En 1898 escribió Mark Twain el relato Del London Times de 1904, donde describe un aparato llamado telectroscopio, sospechosamente parecido a Internet:

 

"Fue hecha la conexión con la estación internacional de teléfonos, y día tras día, y noche tras noche, llamaba a un rincón del mundo, luego a otro, y examinaba su modo de vivir, y estudiaba sus extraños paisajes, y hablaba con su gente, y se daba cuenta de que gracias a aquel maravilloso instrumento era casi tan libre como los pájaros en el aire, aunque fuera un prisionero tras cerraduras y barrotes."

 

Por supuesto, no considero citables bolas mágicas a través de las que se ve el mundo, oráculos délficos, espejos de brujería ni zahires o alephs borgianos, en los cuales el modo de ver el mundo a distancia es mistérico o, al menos, irracional. Desde un punto de vista racional y mecanicista, seguramente el texto en el que encuentro mejor correspondencia con la realidad actual es éste del poeta y ensayista francés Paul Valéry, La conquista de la ubicuidad, (primera publicación en 1928), continente de una descripción no sólo de la Red, sino de la misma Pangea, con el que concluyo:

 

"Se trate de política, economía, maneras de vivir, diversiones o desplazamientos, observo que la modernidad tiene todas las trazas de una intoxicación. (...) Cada vez más avanzado, más grande, más rápido, y en todo caso más nuevo: tales son sus exigencias, que corresponden necesariamente a algún encallecimiento de la sensibilidad. Para sentirnos vivir necesitamos una intensidad creciente de agentes físicos, y diversión perpetua. (...) Hay que esperar que tan grandes novedades transformen toda la técnica de las artes y de ese modo actúen sobre el propio proceso de la invención, llegando quizás a modificar prodigiosamente la idea misma de arte. De entrada, indudablemente, sólo se verán afectadas la reproducción y la transmisión de las obras. Se sabrá cómo transportar y reconstituir en cualquier lugar el sistema de sensaciones -o más exactamente de estimulaciones- que proporciona en un lugar cualquiera un objeto o suceso cualquiera. Las obras adquirirán una especie de ubicuidad. Su presencia inmediata o su restitución en cualquier momento obedecerán a una llamada nuestra. Ya no estarán sólo en sí mismas, sino todas en donde haya alguien y un aparato. Ya no serán sino diversos tipos de fuente u origen, y se encontrarán íntegros sus beneficios donde se desee. Tal como el agua, el gas o la corriente eléctrica vienen de lejos a nuestras casas para atender nuestras necesidades con un esfuerzo casi nulo, así nos alimentaremos de imágenes visuales o auditivas que nazcan y se desvanezcan al menor gesto, casi un signo. (...) No sé si filósofo alguno ha soñado jamás una sociedad para la distribución de Realidad Sensible a domicilio."[4]

 


[1] El texto de Dante, Divina Comedia. Paraíso, Canto III, versos v. 10-23. Traducción de Ángel Crespo.

[2] Schwenter citado en Lewis Mumford, Técnica y civilización; Alianza Universidad, Madrid, 1979, p. 76 (escrito mucho antes de la creación de la Red).

[3] Tenner, citado en Freeman Dyson, El sol, el genoma e Internet; Debate, Barcelona, 1999, p. 15.

[4] P. Valéry,  Piezas sobre arte; Visor Distribuciones, Madrid, 1999, p. 131. Debo hacer constar que Arturo Colorado Castellary también vio en el texto del poeta francés el antecedente de Internet, aunque yo leí la página 122 de su Hipercultura visual (Universidad Complutense, Madrid, 1997) dos años después de la redacción de mi ensayo.



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7 de junio de 2014
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Empáticas y narcisistas

Empatía como antídoto al narcisismo; o, mejor dicho, remedio para apaciguar a las furiosas hidras que acaban aislando a quienes se estampan de boca contra el estanque. Así lo afirma un estudio de la Universidad de Surrey (Reino Unido), cuyas conclusiones aseguran que aprender a considerar los puntos de vista ajenos puede ayudar a los engreídos a sentir empatía. Nada nuevo: “Ponerse en la piel del otro”, esa sabia cantinela. El grupo de narcisos del estudio sólo alcanza picos de generosidad al imaginarse que son ellos quienes padecen; egocéntricos con un elevado umbral de tolerancia ante el sufrimiento ajeno, forzados a ablandarse hasta rozar la autocompasión. A veces la falta de empatía puede responder, como en el caso de Charlene de Mónaco, a la mezcla entre parálisis, susto e inhibición. “La princesa triste”, cuya visión del mundo parece limitarse a una piscina -su mirada destila agua clorada y su fundación benéfica se dedica a enseñar a nadar a los niños-, ha roto el maleficio y las sospechas de esterilidad. Parece que Charlene y Alberto tendrán gemelos, y los nubarrones se disipan en el país-casino, una especie de plató couché donde aún se celebran bailes con máscaras, rosas y circo. Ahora, si hay alguna princesa del pueblo, esa es Estefanía, amada por los monegascos hasta el punto de considerarla una más: compra en Carrefour, vive en un bloque de apartamentos, se sienta al lado de su chófer, Doudou, y no lleva bótox. En una entrevista que le hice hace más de cinco años, me aseguraba que no era de plástico. “Lo normal es que, si yo hago la comida o la compra, no acepte que alguien lo haga por mí. No me han dado ningún manual de cómo ser princesa, cada uno vive su vida como quiere. No sé en las otras familias reales, no las conozco, y no voy a juzgar a la gente que no conozco”. A Charlene, en cambio, sí le dieron un manual, e incluso le aconsejaron que fuera de plástico, para repeler a los insidiosos. En las dos últimas décadas se nos ha reeducado hacia nosotros mismos: Desde el “mímate” o “sácate partido” de las tonadillas de autoayuda hasta el ombliguismo de las redes sociales. Pocos personajes públicos, ya sea Pablo Iglesias o la hija de la Pantoja, escapan del mal narcisista. Bien lo sabe Angelina Jolie, una bestia mediática que más allá de los tatuajes, la bisexualidad y el músculo desafiante, se ha convertido en una comprometida madre de familia numerosa y global con una de las mejores imágenes públicas mundiales. Su estratega es simple: una estrella debe de ser la vez extraordinaria y ordinaria. Como Gloria Swanson, que después de lucir sus pieles con insuperable glamur preparaba la cena de sus hijos. Paladas de empatía californiana contra la egolatría narcisista, lo contrario de lo que ocurre en Mónaco con el permiso de Estefanía. Dos en uno No sé si se había entregado antes un premio Príncipe de Asturias a un escritor y su alias. Porque los méritos que glosa el jurado para concederle el galardón al irlandés John Banville incluyen al seudónimo con el que firma sus novelas negras, “turbadoras y críticas” según él mismo: Benjamin Black. Su desdoblamiento es colosal. Hace un par de años reconoció que le gustan más los thrillers de Black que muchas de las novelas serias y enjundiosas de Banville, que acaba odiando. Un verano me entregué a su obra, empezando por El mar: “Y fue como si de pronto hubiera salido de la oscuridad y entrado en una mancha de sol pálida y empapada de sal”. La soporté un minuto, menos de un minuto, esa feliz luminosidad…. La tía republicana Adora las cámaras con ese fervor tan de provincias, aunque se define “laica, roja y republicana” a los cuatro vientos, retuitea los mensajes de Podemos y apuesta, cómo no, por el referéndum. Hablamos de Henar Ortiz, a quien, de no haber sido tía de la princesa Letizia, nadie conocería. Una mujer que, de vez en cuando, sienta cátedra con sus opiniones que tanta inquina destilan: “Mi sobrina es muy lista, pero está poco preparada para reinar”, dijo en una ocasión, añadiendo que físicamente se parece a ella. Todas las familias esconden una mancha tras el cuadro, pero eso no importa tanto como empeñarse en ser oveja negra. Por mucho que sea la única manera de que te hagan caso… ¿El nuevo feminismo? Rihanna vuelve a estar en boca de todos, y no por su música sino por su permanente pose de desafío. Acudió a la gala de los premios CFDA con unas transparencias sin eufemismos, erotizando el look que, en los años veinte, inmortalizara Josephine Baker. Algunos tabloides británicos censuraron la imagen, otros solo se escandalizaron, pero su gesto también se ha defendido como un claro un mensaje feminista. La chica políticamente incorrecta que se mueve con fiebre en las caderas reafirmada en su desnudez, igual que si anduviese abrochada hasta el cuello. Tanta literatura acerca de la necesaria reformulación del viejo feminismo, y ya ven: esas chicas, Beyoncé o Rihanna, dispuestas a reivindicar con el culo al aire. (La Vanguardia)

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7 de junio de 2014
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La aristocracia del ?strip-tease?

Un cabaret en permanente búsqueda. La atracción turística más sofisticada detout París. Quince flequillos y quince pares de stilettos con la suela roja de Christian Loubutin encima de un escenario. El templo de los cuerpos perfectos, custodiado por una legión de cancerberos. Un antro añejo en el que su fundador, el libertino Alain Bernadin, dejó docenas de mensajes escritos en sus paredes. ?Los italianos no pueden llevarse a las bailarinas a casa?, rezaba uno de ellos. Cortinas de terciopelo rojo y dos estatuas de estilo griego lacadas en oro enmarcan el escenario. Voilà, el Crazy Horse. Para acceder a su backstage, debe rellenar una instancia. Las restricciones para fotografiar son superiores a las del Ministerio de Defensa. Hay que mantener intactas la imagen y el misterio de la marca, dicen sus responsables. Y proteger a las bailarinas. Porque formar parte del cuerpo de baile del Crazy significa alcanzar un estatus en la profesión. A cambio, a la chica la rebautizan, la pesan cada semana ?si gana o pierde más de dos kilos, la echan? y se le prohíbe relacionarse con ningún espectador, aunque este pertenezca a la realeza. ?Nuestros jefes nos dicen: sois mitos, no estáis disponibles. Sí, recibimos botellas de champán y cajas de bombones y nos encanta tener admiradores, pero nos está prohibido cruzar palabra con ellos?, explica la vasca Patricia Díaz-González, una de sus estrellas, rebautizada artísticamente Nahia Vigorosa. Desde hace tres años tiene contrato de exclusividad con la compañía. ?Nahia significa deseo en euskera?, aclara. Sus compañeras se apodan Psykko Tico, Fasty Wizz o Fiamma Rosa. El bautizo es todo un ritual de iniciación para devenir una crazy girl. Los camerinos son puro kitsch. El pequeño hall con canapé 2001: Una odisea del espacio huele a comida calentada en microondas. Está prohibida la entrada a cualquier hombre. En las paredes, una foto del Papa Wojtyla junto a una postal con palmeras caribeñas. Cada bailarina tiene asignado un cubículo del tamaño de un locutorio, donde guarda sus pelucas, medias de rejilla, cadenas, jabones, ositos de peluche, post-its con mensajes tipo ?besos, Zou Zou?. Un collage de decadencia naif. Nahia se maquilla frente al espejo de vedette. Del ballet clásico en Gaztetxo y Biarritz pasó a hacer bolos en Disneyland París y Port Aventura. Le propusieron presentarse a las pruebas del Crazy. “¿Qué es eso?”, preguntó. ?Es ante todo la exaltación de la feminidad. Te sentirás una auténtica actriz, no una muñeca?, le respondieron. Cuando le dio la noticia a su madre, por teléfono, tuvo que añadir: ?Pero es en topless?. A una bailarina del Crazy Horse se le exigen cinco condiciones: un cuerpo bello y natural ?sin cirugía estética?; unos glúteos redondos; entre 1,68 y 1,72 metros de altura y una talla 36 o 38; un nivel alto de baile, desde clásico a jazz, y carisma. Alain Bernadin aseguraba que, aquí, ?si una bailarina no tiene mirada, ya se puede ir a casa?. La perversa y elegante cueva que creó en el sótano de un inmueble de la Avenue George V se vanagloria de haber reinventado el género al ritmo de las vanguardias. Nada que ver con el Moulin Rouge o el Lido. Este es un espectáculo para estetas. De la Nouvelle Vague al Pop-Art, de Aznavour a David Lynch, los artistas invitados a colaborar con esta reformulación del cabaret a la americana han aportado fetichismo, glamour parisino y moda. La show manager y bailarina Svetlana Kostantinova insiste: ?No provocamos, seducimos, hacemos soñar a los espectadores, los conducimos hasta sus fantasías”. Sensualidad, y no sexualidad. Se levanta el telón. Las bailarinas, disfrazadas de soldados de la Guardia Real británica, marcan paso levantando la rodilla hasta el techo, y ponen el culo en pompa. La escena es demasiado perfecta para el morbo. Y el público es extremadamente educado.

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5 de junio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Disparar al pueblo

Gobiernan en nombre del pueblo, pero si hace falta disparan contra el pueblo. No es una decisión fácil para los regímenes que se apoyan en el mito de un pueblo erigido en señor absoluto de su destino. Los soldados del pueblo reciben la orden de disparar sobre los obreros, los estudiantes u otros soldados, elementos también mitificados de este pueblo elevado a los altares de la religión de la historia. Pero quienes dan la orden son los carismáticos y adorados caudillos del pueblo. Ha ocurrido en muchas ocasiones durante el siglo XX. La primera de ellas en Kronstadt, cuando la rebelión del consejo o soviet de los marineros fue reprimida a sangre y fuego por los propios soviets. Fue en 1921, con Trostki al frente del Ejército Rojo y Lenin en la presidencia del régimen. Para el fundador de la Unión Soviética aquellos hechos "iluminaron la realidad como un relámpago". Tras la brutal represión empezó la Nueva Política Económica, que reintroducía la empresa privada después del comunismo de guerra. La última fue hace 25 años, en Tiananmen, junto a la tumba de Mao Zedong, en días cruciales para el futuro del bloque comunista. Pocos meses después de la matanza, los regímenes comunistas europeos caían pacíficamente uno detrás de otro, entre otras razones porque nadie quiso o pudo dar la orden de disparar contra el pueblo como habían hecho los dirigentes chinos poco antes y los soviéticos en abundantes ocasiones anteriores. Todos los regímenes que secuestran la voluntad del pueblo para mandar en su nombre se confrontan un día u otro con esta sangrienta paradoja. Quien no es capaz de disparar al pueblo no vale para esa tarea. Incluso para los dictadores es una tragedia, pero no porque corra la sangre del pueblo por los disparos de los soldados del pueblo, sino por su sentido griego, su carácter fatídico, guiado por el destino, que conduce, a falta de democracia y de Estado de derecho, a resolver los conflictos internos y las reivindicaciones populares con el viejo instrumento de la represión y del crimen de Estado. De Tiananmen salió un régimen purgado de dirigentes blandos y dubitativos, pero reafirmado en la vía capitalista: puño de hierro para las libertades públicas y máxima libertad para quienes quieran prosperar en la economía de mercado. A pesar de la incomodidad inicial y de las protestas occidentales, el mundo entero se conformó pronto con el olvido. Tiananmen se convirtió en un tabú dentro de China y en una referencia incómoda para quienes mantienen estrechas relaciones con Pekín. Hemos canjeado la libertad de los chinos por la prosperidad de todos dentro de la economía globalizada. Eso es Tiananmen. Una decisión de tal envergadura y dramatismo tiene carácter fundacional, y por tanto de irreprimible rememoración. Cabe extender sobre ella un espeso silencio, como han venido haciendo los dirigentes chinos desde hace 25 años, pero todo el mundo sabe que está presente y es incluso visible en el vacío ayer en la plaza, desalojada de público por la policía. No conmemora hechos del pasado, sino que celebra un futuro en el que hechos como aquellos no puedan repetirse.



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5 de junio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Teju Cole vuelve a casa

Teju Cole pertenece a una de las diásporas más enriquecedoras de la literatura contemporánea, la nigeriana (incluye entre otros a Helen Oyeyemi, Taiye Selasi y Chimamanda Ngozi Adichie). Cole se convirtió en un autor central gracias a Ciudad abierta, su segunda novela, que expandía el territorio abierto por W. G. Sebald a la vez que se alejaba de ciertos tópicos de la literatura de la inmigración. Su primera novela, Every day is for the thief (2007), acaba de ser publicada en los Estados Unidos. Ambos libros tienen puntos en común, sobre todo la presencia de un narrador que construye su relato a partir de su inquieto deambular por una ciudad: allá, Nueva York, aquí, Lagos. Hay, sin embargo, una diferencia central: si la Nueva York de Ciudad abierta se abre a múltiples posibilidades para el narrador, la capital nigeriana de Every day parece abierta a todos excepto para el narrador; el retorno a casa es la imposibilidad del retorno a casa. 

Every day is for the thief es la historia de un inmigrante nigeriano que vuelve a Lagos después de vivir quince años en el exterior. Cole no se esfuerza mucho por construir una "novela" en el sentido tradicional del término: el género es más bien un medio para un fin. En su estadía en Lagos, el narrador se encuentra con familiares, viejos amigos y amores pasados, pero no hay esfuerzo por extraer un gran conflicto de esos (des)encuentros. Pese a que hay escenas memorables, la psicología de los personajes no se complejiza lo suficiente. Todo sirve para que el escritor vaya armando una tesis sociológica sobre la Nigeria de hoy. Ahí Cole está en su elemento, y sus observaciones son agudas, mordaces, poéticas, tragicómicas, elegantes (las fotos en blanco y negro que acompañan el relato son también suyas y muestran su gran ojo para la composición).

La estructura de cada capitulo es similar: el narrador observa algo del nuevo Lagos que le llama la atención y extrae conclusiones. Ese nuevo Lagos crece de manera imparable, pero su creatividad parece sobre todo dirigida a buscar nuevas formas de practicar la corrupción. Están los jóvenes que en los cafés internet piden millones de euros por email ("los que cuentan las mejores historias son muy bien recompensados"); los policías que te detienen para pedirte unos dólares; la vendedora de la estación de gasolina que te da menos de lo que te cobra; para los nigerianos, "dar y recibir sobornos... no es visto en términos morales. Es una leve irritación o una oportunidad". Nigeria se desarrolla, pero la suya es más bien una modernidad falsa, que no produce nuevas formas de pensar: "no existe el material filosófico para lidiar con los bienes materiales que los nigerianos consumen. Volamos en aviones pero no los producimos... usamos celulares pero no los hacemos" (la forma en que Cole piensa Nigeria es un buen punto de partida para preguntarnos qué estamos haciendo en el continente con el progreso económico de los últimos años).

El ethos del narrador está cerca de la sinceridad brutal e incorrección política de un Naipaul: puede admirar muchas cosas de Lagos y conmoverse ante los recursos con que los nigerianos afrontan el día a día, pero no esconde su mirada pesimista de snob a esta ciudad carente de buenas librerías e incapaz de apreciar el arte occidental (los museos son patéticos, y tampoco es fácil conseguir un buen profesor de piano o violín). Reconoce que Nigeria es una mina de historias para un escritor como él, pero su nivel de tolerancia es muy bajo como para sobrevivir en un ambiente tan precario (los primeros días disfrutaba de los intempestivos cortes de luz; al final es superado por ellos). Así Lagos se cierra para el escritor expatriado; o quizás fue el escritor el que, al irse, se cerró para Lagos.

 

(La Tercera, 1 de junio 2014)    

 

 

 



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4 de junio de 2014
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La renuncia

“Quién es el hombre para hacer planes!”, exclama lord Chandos en su carta de despedida al canciller lord Bacon en la que le explica por qué ha dejado de escribir, profundizando en la incapacidad de toda literatura para expresar la realidad. Se trata de una joya literaria a menudo olvidada, que abre una nueva dimensión de la percepción artística. La existencia tenía sentido hasta que, un día, la embriaguez se transforma en tribulación y después en renuncia. El personaje de Hugo von Hofmannsthal cambia aplausos y elevadas responsabilidades por una existencia trivial, si bien dotada de momentos sublimes, desde la visión de un perro tumbado al sol hasta la de un rastrillo abandonado. Y los vive. Encendiendo otras plumas. Palabras elevadas que dejan atrás antiguas arrogancias y enaltecen al que se compara con Craso cuando lloró al morir un pez de su estanque. Una épica de la renuncia que, lejos de emborracharse de nostalgia, estimula la conciencia. Asistimos desde hace un tiempo a un relevo generacional en el cual se anuncia la caída de árboles gigantes, al que la abdicación real ha dado un nuevo impulso. En unas horas, tras renunciar a su corona, hemos presenciado la humanización del personaje y del símbolo. El Rey, con una despedida cuya solemnidad ha quedado reservada al significado en lugar de a la forma, ha recuperado su dimensión humana. En su mensaje vibra el subtexto: ahora que ya me he recuperado, ahora que he viajado al petrodesierto en busca de prosperidad, después de cumplir 76 años, sé que es la hora de “una nueva generación” que “reclama con justa causa un papel protagonista” y que “merece pasar a la primera línea”. Tras los rigores de la crisis y la mutación digital, el mundo ha visto quebradas muchas de sus estructuras, y se plantea si no ha llegado la hora de que los delfines reemplacen a los elefantes sin intentar imitarlos y convertirse también en paquidermos. Con otra forma de hacer y de comunicar, sin viejos vicios y buenas dosis de astucia y formatos insólitos, han sido capaces de descorchar la llamada generación tapón. La urgencia de dominar unos tiempos en permanente cambio se une a una conciencia ciudadana más crítica. La hora, dice el Rey, de que comanden las naves una generación de no tan jóvenes, que, con cuarenta años, están sobradamente preparados para encarar el futuro y ejercer otro tipo de liderazgo. A pesar de sus méritos les ha costado llegar a la orilla. Hasta que el Rey ha anunciado que abdica la corona en su hijo, presumiblemente se acelerarán los relevos. Ha llegado la hora de que los elefantes disfruten de la visión, como lord Chandos, de un perro tumbado al sol.

(La Vanguardia)

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4 de junio de 2014
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De la mano del padre

El mariscal Abdel Fattah El-Sissi, jefe de las fuerzas armadas de Egipto, ha ganado la presidencia por el 97 por ciento de los votos en las elecciones convocadas tras el golpe de estado que él mismo encabezó en 2013. En una comparecencia de campaña con editores de medios de comunicación dijo sin rubor: "ustedes suelen escribir en sus periódicos que ninguna otra voz es más fuerte que la de la libertad de expresión. ¿Qué significa eso? Que millones de egipcios no pueden ganarse la vida a causa de las continuas manifestaciones en las calles, que son un factor de inestabilidad". Por estas latitudes también solemos escuchar lo mismo.

Si uno devuelve la película unos pocos años atrás, encontrará que esas manifestaciones en las calles no fueron otra cosa que el ariete frontal de la primavera árabe en Egipto y otros países vecinos, que hizo creer al mundo que, por fin, llegaba la democracia, tantas veces postergada, con elecciones libres, constituciones democráticas, y participación ciudadana.

El nuevo caudillo egipcio es joven, de modo que su turno se anuncia largo. A los mismos editores de medios de comunicación, les dijo también: "Con frecuencia citamos como ejemplo los modelos de democracias occidentales que se han estabilizado después de siglos. Aquí, tendrán que pasar veinte o veinticinco años antes de que alcancemos un nivel completo de democracia". También por estas latitudes oímos cosas parecidas.

Esta idea de que la democracia no se conseguirá sino tras un largo plazo de maduración, durante el cual el autoritarismo hará las veces de nodriza para enseñar a los pueblos a dar sus primeros pasos antes de aprendan a caminar solos, es hija del viejo cinismo inveterado en el que son maestros los caudillos de aquí y de allá, que llegan para quedarse para siempre. Unas veces el pretexto es librar al país de los extremismos, como en el caso de Egipto. Otras, de las asechanzas del capitalismo, como en América Latina.

El-Sissi decidió que los ciudadanos se habían equivocado al elegir  un gobierno peligroso, y como aún no saben caminar por sí mismos, les ofreció llevarlos de la mano hasta que llegue el día en que estén preparados para jugar el juego de la democracia, lejos de cualquier riesgo. Para eso están los padres amorosos.

Quedarse en la presidencia, ser reelecto, sino el país será destruido por sus enemigos. Allá son los Hermanos Musulmanes, aquí los vendepatria, los neoliberales. Evo Morales, quien llegó al gobierno en el año 2005, va a ser reelecto este año por tercera vez, hasta el 2020. Seguirá en el poder porque "la unidad en Bolivia es sepultura para los neoliberales", que en los gobiernos anteriores "regalaron a Bolivia al imperio".

Por su parte, el presidente Correa, en el poder desde el año 2006, se prepara para modificar la Constitución de Ecuador, de modo que permita su reelección indefinida, "ya que hay una restauración conservadora en marcha" y "vienen tiempos duros para la revolución ciudadana"  Y no falta en sus palabras un toque mesiánico de tono sentimental: "Entiendo bien que mi vida ya no es mía: es de mi pueblo y de mi patria y estaré donde me exija el momento histórico".  Había dicho que no seguiría adelante, porque su familia lo reclamaba, pero no tiene más remedio que responder al llamado de la historia: "En lo personal, creo que es mi deber revisar la sincera decisión de no lanzarme a la reelección, porque tengo la responsabilidad de garantizar que este proceso sea irreversible".

Irreversible es una palabra clave. En Egipto no hay ahora contrincantes políticos. Tampoco los hay que valga la pena en Bolivia, Ecuador, o Nicaragua, porque la fuerza del poder, que busca ser total, ha diezmado a las fuerzas opositoras. Y detrás de todo, surge la grave sospecha de que la democracia no es para mañana, es para nunca. El niño no crecerá nunca, y necesitará siempre de la mano del padre para poder andar.

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4 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 53: las razones de retomar la cuestión de la physis.

Sostenía en la columna anterior que sin crisis en algún ámbito fundamental  no hay emergencia de hipótesis enriquecedoras  del pensamiento,  y ni siquiera se aprehende  el aspecto vivificador que tuvo en su día alguna hipótesis más tarde convertida en esterilizadora vulgata. Situaba como ejemplo a la teoría de la relatividad, contrapunto que permite aprehender todo el peso de las tesis kantiana y newtoniana relativas a tiempo y espacio,  y aludía asimismo a la necesidad de poner sobre el tapete (es decir conferirle toda la importancia que tiene) concepciones muy ancladas relativas a la naturaleza.

De ahí el interés que en pensadores del siglo XX tan diferentes como Heidegger o Erwin Schrödinger provocó el término griego physis, más o menos vertido en Latín por el término natura y en Castellano por el de naturaleza.  Y digo más o menos en razón de que para determinar si lo que designamos por naturaleza corresponde a physis, habría que tener claro lo que este último término dice, cosa bien difícil, dado que no sólo es usado con sentidos diferentes por diversos pensadores, narradores y poetas, sino que  tampoco hay univocidad tratándose de un mismo autor.

Al respecto me he referido ya aquí a la equivocidad de physis en  el propio Aristóteles. En ocasiones physis designa lo tridimensional denso, concreto y en consecuencia susceptible de movimiento o reposo, frente a lo abstracto sea  o no tridimensional, volúmenes superficies o líneas, objeto de la matemática que sólo adquieren ser por prestigio del espíritu.

Physis es empleado por el propio Estagirita en sentido más restringido como  aquello que tiene en si mismo el principio de movimiento o reposo, lo vivo en suma en contraposición a lo inerte.

Finalmente physis es utilizado asimismo para designar las cosas que se dan sin mediación por la techne, que caracteriza entre los animales al hombre: cosa física es en este sentido la madera en contraposición a ese fruto de la techne que es la silla.

Los pensadores a los que aludía interesados por la cuestión de qué es la physis y cómo se determina (por retomar los términos de Heidegger) se han volcado más bien sobre los presocráticos, quizás por considerar que en estos podría haber un horizonte de comprensión más abierto, dado que,  de alguna manera,  Aristóteles tendría responsabilidad mayor en la fijación de postulados con los que implícitamente mediatizamos nuestra percepción de la naturaleza.

 Así el libro de Schrödinger La naturaleza y los griegos apenas llega a referirse a Platón,  y cuando lo hace (desde luego  injustamente) para considerar que lo más valioso de la filosofía de la Academia estaría ya contenido en el pensamiento de los pitagóricos.

Y ciertamente Aristóteles ha fijado también en este asunto (¡fundamental!) no ya lo que  ha de ser pensado sino también  el marco en el que cabe pensarlo. En consecuencia puede ser muy útil retornar a los presocráticos con la expectativa de que en sus textos puedan aportar a  nuestro tiempo  esa "nueva y potente energía" que  Husserl buscaba en las Meditaciones cartesianas. Pero antes de ir a los presocráticos, útil es tener claras las razones de este eventual retorno, tener claro en qué nuestra concepción de la naturaleza ha quedado  mutilada, desmentida por la propia naturaleza. De ahí la reflexión sobre ciertas implicaciones filosóficas de la física contemporánea que han  venido ocupando esta reflexión.

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3 de junio de 2014
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El Boomeran(g)
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