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Escrito en piedra, o en el agua

En el año de 1982, la Asamblea Constituyente de Honduras aprobó una nueva carta magna en la que se prohibía la reelección presidencial de manera terminante e inconmovible. Ni por medio de una reforma constitucional, ni aún por un plebiscito podía cambiarse el artículo que impedía a un presidente de la república continuar en el mando. Esta prohibición entraba entre las disposiciones llamadas "pétreas", escritas en piedra. Y el código penal pasó a considerar el solo intento de promover la reelección como traición a la patria.
La extrema previsión de los legisladores provenía de la propia historia del país, plagada de dictaduras militares, elecciones fraudulentas, y presidentes ambiciosos de quedarse sentados en la silla presidencial largo tiempo, o para siempre, lo que significa también apoderarse de las institucionales, someterlas, y corromperlas.
En junio de 2009, el presidente Manuel Zelaya, del partido Liberal, promovió la celebración de una consulta popular a través de lo que llamó una "cuarta urna" en busca de abrir la vía para llamar a una nueva Asamblea Constituyente. Fue acusado de querer eliminar el artículo pétreo que le prohibía reelegirse, y como remate de una grave crisis institucional el ejército, con el respaldo de la Asamblea Nacional en manos de sus adversarios conservadores del partido Nacional, lo depuso mediante un golpe de estado.
Como si otra vez estuviéramos viendo la misma vieja película, el presidente fue sacado en pijama de su cama a medianoche, metido en un avión, y expulsado a Costa Rica. Parecía que estábamos regresando de nuevo a la época poco honrosa de las famosas repúblicas bananeras.
En 2014 fue electo presidente Juan Manuel Hernández, del partido Nacional, y al año siguiente un grupo de diputados de su propio partido recurrió ante la Corte Suprema de Justicia para que las disposiciones que prohibían la reelección fueran derogadas. El sólo hecho de formular la petición, daba pie para procesarlos, con la consecuencia de ser cesados de sus cargos e inhabilitados políticamente, perdiendo aún la ciudadanía, "por incitar, promover o apoyar el continuismo o la reelección", según la letra de la misma Constitución.
Pero la Corte Suprema, dominada por magistrados del mismo Partido Nacional, sentenció que las disposiciones constitucionales que prohibían la reelección presidencial ¡eran inconstitucionales!, abriendo el camino al presidente Hernández para presentarse de nuevo como candidato.
Estas son las raíces del drama que hoy está viviendo Honduras tras las elecciones del 26 de noviembre de este año, cuando un cuestionado Tribunal Supremo Electoral se ha visto impedido de poder declarar a un ganador frente a una votación estrechamente dividida entre el propio Hernández y el candidato de la Alianza de Oposición contra la Dictadura, el presentador de televisión Salvador Nasralla, respaldado por el expresidente depuesto Manuel Zelaya.
El conteo inicial que favorecía a Nasralla cambió abruptamente tras interrupciones del sistema electrónico. Cuando el sistema se restableció, Nasralla pasó de ganador a perdedor. Todo un acto de prestidigitación digital.
El Tribunal Electoral ha concluido un nuevo recuento parcial de los votos sin la presencia de la oposición, y mantiene el escaso margen de ventaja a favor del presidente Hernández. Nasralla no acepta los resultados y demanda un nuevo recuento total, o la anulación de las elecciones para celebrar unas nuevas, algo que luce más que improbable; y aunque los observadores de la Unión Europea y de la OEA avalaran el escrutinio oficial, la sombra del fraude no podrá ser desterrada.
Desgraciadamente, la Corte Suprema de Costa Rica ordenó en 2003 anular la prohibición de reelección establecida por una reforma constitucional en 1969. Esta sentencia, proveniente de un país de reconocida tradición democrática creó un precedente nefasto que ha sido seguido después en Nicaragua, en Honduras, y últimamente en Bolivia.
En 2010, la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua, dominada por Daniel Ortega, declaró inaplicable el artículo de la Constitución que impedía la reelección, y así pudo seguirse presentando como candidato, amparado por las razones filósofas de sus correligionarios del tribunal: "el derecho a Elegir y Ser Electo, no puede ser alterado...por ser un derecho sustancial y esencial al ser humano".
Evo Morales, que lleva ya bastantes años como presidente de Bolivia, buscó seguir reeligiéndose y para ello convocó un plebiscito, que perdió. No dejó de insistir. Ahora, el Tribunal Constitucional lo autoriza a seguir presentándose como candidato de manera indefinida. La prohibición constitucional, dice la sentencia, violenta sus derechos políticos.
Lo escrito en piedra, está más bien escrito en el agua.

 

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13 de diciembre de 2017
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19-04-2014

La mediocridad cotidiana

nos sana de las heridas causadas

por lo inaudito, por lo prodigioso.

Sin las horas de la rutina, materia de olvido,

apenas podríamos soportar el dolor de la revelación

y nuestro cuerpo se abriría

a la incertidumbre hasta desangrarse.

El reloj de la monotonía

señala, puntual, la continuidad de la existencia.

Pero es la herida,

incesantemente nueva tras cada cuchillazo,

la que origina la creación del mundo.

 

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13 de diciembre de 2017
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¿Qué es sólido?

Una homonimia curiosa en italiano es la de saldo como «sólido» y «saldo». En latín, el significado primario de solidus es «solar», «hecho de la materia del sol». De ahí, aureus solidus, la moneda «de oro solar», el pleonasmo que recalcaba la pureza de la aleación, porque el oro venía del sol, era solar; y después el llamar «sol» a la moneda, y «saldo» a lo que se vende. 
 
Donde más salta a la vista la relación entre el sol y la moneda de su nombre es en ibérico. En el plomo de Alcoy aparece dos veces Salirg, el dios Sol, por su importancia en el panteón ibérico y porque era el testigo por excelencia de los juramentos: los testigos divinos nombrados podían vengarse del perjuro. Salirg, derivado del sumerio zalaq «brillar», d’Zalaqqa «el dios Brillante», y del también sumerio dingir, digir «dios», ha quedado como un monumental arcaísmo sin otra referencia que la inscripción alcoyana. En cambio, su versión más tardía salir figura tropecientas veces en las inscripciones. Seguramente es el término más repetido en el corpus ibérico. Un trabajo interesante para los iberistas sería perfilar en las inscripciones los diversos significados de salir que van desde la teonomia testifical, hasta la moneda y la venta, lo cual arrojaría luz sobre el texto adyacente.
Tambien es ilustrativa la familia derivada: ibérico Salirg «dios Sol», salir «sol, moneda, venta»; latín sol «sol», aureus solidus «moneda, pieza batida de oro»; inglés sellan, sell, sold «vender, vendido»; noruego selja «vender»; vasco saldu «vender, vendido», salgai «producto que se vende», «materia convertible en moneda», saldo «rebaño»; castellano, sol, saldar, saldo; italiano saldo «sólido», «saldo»; sueco sol «sol»; gótico soil «sol»; griego ἥλιος «sol»; etrusco usil «sol».
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12 de diciembre de 2017
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Carta a la hermana perdida

Nunca te quise, aunque eras la hermana mayor, risueña, muy vivaz, muy guapa. Y tú nunca te interesaste por mí, quizá porque la diferencia de más de siete años me daba un rol superfluo en la familia, donde mi nacimiento, debido a una encíclica del papa Pío XII que hizo mella en nuestros padres, alteró el orden establecido de la parejita, chica y chico, que formabais tú y tu hermano, mi siempre querido hermano.

Te fuiste, camino de un matrimonio por amor y un viaje de novios demasiado corto, siendo yo todavía un niño cándido que empezaba a leer lo que encontrara por casa. Tú no leías. Parecías la más feliz, en tu simpatía, cuando, ya madre de tres hijos, tu vida se estancó en la ciudad de provincias de la que nunca saliste. Un día, pasados los años, tuvimos una conversación que empezó banal y acabó tensa. Tu marido vivía apartado, a pocos kilómetros de vuestro domicilio de casados, y tus hijos tenían vida propia; entendí por ciertas alusiones que la mía no te gustaba, ni mis amistades. "¿Eres feliz así?". "Mi felicidad la sigo buscando, pero mientras busco me siento bien", te contesté, añadiendo: "Y tú, ¿eres tú feliz, aquí y sola? Desde tu boda no has vuelto a viajar, con lo que te gustaba, siempre lo decías, conocer mundo". Tu mirada se apartó de mí y saliste de la habitación.

Tus tres hijos me acercaron a ti. Mi fantasía era que ninguno se te parecía, en el carácter, en la determinación, en sus ganas de libertad. Tú te enfrascabas en tu vida, llena de pasatiempos estrambóticos pero no desdichada en apariencia. Yo sentía que te amargabas. Te sulfuraban los cantantes afeminados de la tele, y en la democracia la política nos distanció aún más. Murió nuestro padre, al que tú adorabas, y fue como si la pervivencia de mamá te resultara injusta, sin reconocer que era ella quien sufría la injusticia de una soledad prematura después de una larga y plena felicidad conyugal que ni tú habías conseguido ni yo me vi con arrestos para establecer con nadie. Te desocupaste de nuestra madre, te impacientaste con ella cuando, cumplidos ya los ochenta, se hizo débil, perdió del todo el oído, se recluyó anhelando la compañía de los nietos y las excursiones aventureras conmigo lejos de la ciudad de provincias. Ella viajó hasta el fin. Tú no. Murió mamá y no te sentí hermana de ese luto.

Cuando tenías la edad que hoy es la mía tus dos hijas te llevaron al médico. Eras fuerte, no parabas de reír y de hablar, pero a ratos te ibas del mundo. Al acabar la consulta, en vez de saludar al facultativo te dirigiste al ordenador en el que había él tomado tu historial y le diste la mano al aparato. Una confusión que nos divirtió a todos, por lo que tenía de acto fallido un tanto novelesco. Fue el primer síntoma de un deterioro veloz. La pérdida de la cabeza, de la voz, tu bonita voz, de los deseos de salir, de la gana de comer, de la necesidad de estar guapa e ir limpia. Hace tres años, ya callada, aún quedaban sonrisas en tus labios pintados por tus hijas para darle a tu cara un resto de coquetería. Ellas rehacen cada día tu vida con su sacrificio voluntario, en tu casa, en la casa que fue de nuestra madre.

El invierno pasado tuve un acto literario en la ciudad donde crecimos, y fui a visitarte. No hablabas ni te podías mover sola; parecías contenta. No te había querido nunca, ni tú a mí, pero al ver que me levantaba y me ponía el abrigo tus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Sabías quién se iba de aquella casa? ¿Sabías tú quién era yo? Bajé a la calle conmocionado.

Ahora que estás perdida en ti misma para siempre quiero tener de ti, con esas lágrimas sin nombre, el recuerdo de lo que no hubo: un apego que nunca se mostró y tal vez en algún lugar de nosotros existía.

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12 de diciembre de 2017
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Perdurar

Celebramos los 90 años de Ferlosio junto a sus apoderados, alguna figura política y una nube de aficionados, como si fuera un torero. Mantiene la gallardía del matador, pero el tiempo me lo ha menguado de cuerpo. Sentado entre Claudio López y Miguel Aguilar, que son dos torres, parecía un gorrión cobijado entre montañas. No era una despedida, nada de eso. Jünger, que tiene la categoría literaria de Ferlosio en Alemania, duró hasta los 100. Nos quedan 10 años de celebraciones. La ancianidad es una época muy adecuada para hacer fiestas.

Claro, sólo a quien las merece. Ferlosio las merece. Ha dedicado su vida a limpiar de hoja muerta, ponerle aceite, apretar un tornillo, darle brillo con la gamuza a la lengua española. Una vida afinando el instrumento, como quien dice, con mucho gusto. Y eso es de agradecer, sobre todo en unos tiempos, es bien sabido, en los que el instrumento a todo el mundo le importa un pito, perdón por el chiste.

A todo el mundo no. A millones de personas no. En los diccionarios de la Real Academia colgados en Internet se dieron el mes pasado 70 millones de consultas. Es la cifra usual. Algún mes puede llegar a los 80 millones. Da pena que al Gobierno se la sude, porque es el instrumento más importante de ese país aún llamado España, no se sabe por cuánto tiempo.

Y Ferlosio ha sido un apasionado, un entregado, un abnegado de la lengua y del lenguaje. En la presentación se daba un juicio unánime: es el máximo escritor español de la posguerra. Sin duda no es tan popular como Antonio Gala, pero es porque nunca ha escrito para complacer al público, sino al lenguaje. Para celebrarlo se han editado unas Páginas escogidas (Random House) que puede leer absolutamente todo el mundo. Ya no hay excusa.

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12 de diciembre de 2017
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Lérida

"Don Tomás de Vargas, sobre Flavio Dexto, Carillo, Florián de Ocampo y otros, dizen que estuvo en esta ciudad Herodes Antipas, que degolló a San Juan Baptista, retirado con la manceba Herodías y su hija, baylarina, desterrados a Francia, muriendo de mancomún conforme obraron, pues baylando sobre los yelos del Segre, año 34, se hundieron y ahogaron, verificando el adagio: Muere cada uno con su oficio." 

 

 

Parte de la adición de Benito Remigio Noydens (1674) a la entrada LÉRIDA del Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Sebastián de Covarrubias (1611). Edición preparada por Martín de Riquer. Barcelona. 1943. 

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12 de diciembre de 2017
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22-03-2014

He acabado un libro.

He acabado un cuadro.

He acabado una composición.

He acabado un edificio.

¡Imposible!, ¡imposible!

La vida está construida

como si siempre faltara algo por decir,

y es un fraude dar por hecho

lo que permanece perpetuamente inacabado.

Somos espectadores de un cortejo de sombras

y al mismo tiempo, sin saber la razón,

somos una de las sombras que desfila.

 

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12 de diciembre de 2017
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La huella de Jean Tatlock: ciencia, entereza y tragedia

Forma parte de las referencias morales de nuestra época la pesadumbre de Einstein por haberse sumado a los que animaban al presidente Roosevelt a poner en marcha en 1941 el proyecto Manhattan, que se inició antes de que los Estados Unidos entraran en guerra y condujo al logro militar del arma nuclear. Tanto como este auto-reproche de Einstein suele mencionarse la tremenda evocación por J. Robert Oppenheimer del Bahvadad Gita, que habría hecho tras la primera prueba en Nuevo México el 16 de julio de 1945: "Me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos".
Robert Oppenheimer tenía muchas más razones que Einstein para sentirse concernido, ya que este podía reprocharse sobre todo haber motivado para llevar a cabo el proyecto, mientras que el primero había sido, junto a Seth Neddermeyer y otros, por así decirlo principal artífice. Y de hecho, tras la guerra, Oppenheimer fue chairman de la Comisión Atómica de la Energía, en el seno de la cual intentó que se impusiera una posición moderada en la competición por el desarrollo nuclear. En la vida de Robert Oppenheimer se mezclan aspectos que hacen contrapunto a su deslumbrante carrera científica y a su brillantez en materia artística y literaria. Recordaré algunos datos biográficos ampliamente divulgados, y de los que me sirvo como apoyatura para poner el foco sobre un grupo de personas vinculadas a Oppenheimer, marcadas por la exigencia intelectual unida al imperativo de decencia ante lo intolerable.
Hijo de un emigrante alemán judío Ashkenazi, la madre de Robert Oppenheimer era pintora lo que tendrá gran importancia en su educación que hizo de él un científico, apasionado de arte y literatura, concretamente la francesa. Habiendo realizado su doctorado en Göttingen llegó a publicar un trabajo conjuntamente con Max Born, uno de los grandes de la física cuántica, conocido como Born-Oppenheimer aproximación. Su emotividad en las discusiones, incluso las de carácter técnico, le habría conducido a graves tensiones en sus relaciones amistosas y afectivas. Se mencionan episodios como una ruptura con el físico Linus Pauling (quien al parecer sospechaba que Oppenheimer cortejaba en secreto a su esposa) o una tentativa de agresión en París a su amigo Francis Fergusson (quien se había limitado a comunicarle que iba a contraer matrimonio). Se evocan también sus tendencias melancólicas que habrían en ocasiones rozado la depresión.
Prevalece en todo caso la talla de humanista en el sentido cabal: no sólo científico amante de las disciplinas artístico-literarias sino también observador lúcido de los problemas sociales de su época y comprometido ante la hecatombe que supuso la crisis financiera del 29. La toma de poder por los nazis le hizo movilizarse a favor de la ciencia amenazada en Alemania, entregando una parte de su sueldo para ayudar a los físicos de ese país, a los que se sentía cercano por su formación en Göttingen. Para resumir la deslumbrante personalidad de Robert Oppenheimer, baste señalar que al interesarse por el Bahgavad Gita aprendió el Sánscrito a fin de leerlo en el original, con la ayuda de Arthur William Ryder, profesor de esta lengua en Berkeley.
Como decía esta evocación de la vida de Robert Oppenheimer, me sirve de peldaño para referirme no sólo a él sino a un pequeño grupo de personas, empezando por su hermano Frank, quien despierta un sentimiento no sólo de admiración sino de envidia: envidia ante el hecho mismo de que un ser humano pueda estar tan cercano a la inteligencia en todos los sentidos de la palabra, a la entereza ante la adversidad, al compromiso social y desde luego a la rectitud en materia de conformidad a principios.
Nacido en 1912 y criado en Nueva York, Frank Oppenheimer obtiene un diploma de física en la universidad John Hopkins y alcanza un doctorado en el California Institute of Technology, realizando investigaciones sobre la radiación artificialmente inducida. En 1933 se traslada a Europa, prolongando su formación en Cambridge, pero instalándose también durante un tiempo en Florencia, dónde se convierte en un cotidiano visitante de la galería de los Uffici. Su inquietud y curiosidad le llevaron a interesarse también por la aeronáutica, obteniendo durante su estancia en Cambridge un título de piloto.
Al igual que la de su hermano, la juventud de Frank Oppenheimer está marcada por los efectos de la Gran Depresión que despierta en él una conciencia reivindicativa, que años más tarde le será reprochada por los gestores de una América subyugada por la reacción de todo tipo. En 1936, la guerra civil española obsesiona a los intelectuales del mundo entero, conscientes de que está en juego algo más que el destino de un país. Ese mismo año Frank se casa y tanto él como su esposa Jackie se afilian al Partido Comunista. Aunque muy pronto tiene dificultades con la disciplina del partido, nunca pierde conciencia de la devastación moral que significaría la universalización del fascismo. El convencimiento de que había que adelantarse a todo progreso de los alemanes en materia armamentística (y sin duda también la magnífica ocasión que ello suponía para un físico de sus características), le lleva en 1944 a unirse a su hermano Robert en el Proyecto Manhattan, cuyos primeros ensayos provocaron la ya evocada desazón en la mente de varios de los que habían contribuido al logro.
La sustitución del conflicto armado por la llamada guerra fría desencadena la bien conocida persecución de discrepantes, reales, potenciales o meramente imaginarios. En 1949, Frank Oppenheimer es convocado por el comité HUAC (House Un-American Activities Committee). Entonces es profesor de física en la universidad de Minnesota, cuyas autoridades (como las de Princeton en el caso de David Bohm y tantos otros) le abandonan. Dimite de su puesto académico sin posibilidad alguna de encontrar cargo en un centro distinto.
Frank Oppeneheimer era interrogado por hechos que habían transcurrido años atrás, separados de la actualidad por una guerra en cuyo episodio final su hermano había jugado un rol clave. Sin embargo todos aquellos acontecimientos eran susceptibles de ser rememorados y reconstruidos según el papel que el Comité juzgara conveniente hacer jugar a cada uno. En su testimonio Frank, era consciente de ello. Abrir su boca, aun con mesura, podría hacer peligrar a otras personas, empezando por su hermano. La dignidad de Frank Oppenheimer protegía a otros de la cacería pero cerraba su propio futuro, pues como es bien sabido (algún cineasta célebre es un buen ejemplo) sólo la colaboración dejaba una puerta abierta a la redención política y profesional.
Frank Oppenheimer había buscado siempre nuevas perspectivas para ver las cosas, también en lo personal. En su infancia en New York, había realizado estudios de pintura y de música, llegando a ser un flautista prometedor, aunque (inducido ya por su hermano) acabara inclinándose por la física. La actitud ante sus inquisidores del HUAC le forzaría, al menos provisionalmente, a renunciar también a esta: vaquero con dignidad, antes que científico lacayo, debió decirse si barruntaba ya su inmediato futuro.
 
En efecto:
Su hermano Robert le había en cierta ocasión obsequiado con un cuadro de Van Gogh. Frank pone en venta el cuadro e invierte el monto en la compra de un rancho en el estado de Colorado. Durante ocho años lleva junto a su mujer una vida de vaquero. La suerte quiso sin embargo que en 1957 hubiera una vacante en un centro de enseñanza secundaria en Pagosa Springs, localidad entonces de 1500 habitantes. Oppenheimer cubre esa vacante y se convierte en un inventivo profesor, enseñando todas las disciplinas científicas y amenizando sus clases con imprevistos experimentos que dejan atónito al joven alumnado.
Esa institución local le sirve de trampolín para dar el salto a la universidad de Colorado. En 1965 obtiene un estatuto de investigador en el University College de Londres. Pero los tiempos habían cambiado: la universidad exigía ya una modalidad de disciplina poco compatible con el espíritu inventivo y algo ecléctico de Frank Oppenheimer. Este de alguna manera había dejado pasar la oportunidad de convertirse en un físico de renombre. Al igual que en el pasado había venido a ser ranchero, encontraría ahora una nueva vocación. En una visita al Science Museum Children's Gallery tiene la idea de construir su propio museo. Acabará llevando su proyecto a la práctica en San Francisco, aprovechando un edificio en ruinas para abrir un centro llamado Exploratorium que conciliaba la investigación científica con la divulgación, además de apuntar a que se hiciera perceptible el vínculo entre la exigencia de conocimiento y la exigencia que mueve a practicar las disciplinas artísticas, las cuales habían constituido su primera vocación. En su Explortorium colaboraban desde el artista y pedagogo húngaro Ivan Moscovich (sobreviviente de varios campos de concentración) hasta el SLCA (Stanford Linear Accelerator Center).
En 1983 se le diagnostica un cáncer de pulmón, cuyos primeros síntomas no le hicieron renunciar a sus hábitos de vida (fidelidad al tabaco), ni desde luego a su ansia de lucidez y de creatividad, animando los debates teóricos y los problemas de gestión de su Exploratorium hasta unas semanas antes de su fallecimiento en 1985, e interpretando piezas musicales con la flauta que (como el violín para Einstein) era casi una metonimia de su personalidad.
Probablemente en los obituarios de la época peso tanto su propio trabajo que la abrumadora talla de su hermano en la historia de la ciencia. Apropósito precisamente del lazo con este último, vuelvo ahora a ese año 1949 de la comparecencia de Frank ante el comité de actividades anti-americanas. Ya he recordado que no colaboró en absoluto con la comisión. Aceptó que su esposa y él mismo habían sido miembros del partido comunista, pero no consiguieron arrancarle nombre alguno. Se sospechó incluso que no hablaba para no tener que dar indicaciones sobre Robert, que en realidad nunca había pertenecido al Partido Comunista, aunque una sombra se cernía sobre él:
Decía más arriba que, al igual que su hermano, Robert Oppenheimer se había sentido concernido por las tremendas consecuencias sociales de la gran depresión. En 1934 una huelga general de estibadores paraliza los puertos de la costa Oeste. Robert Oppenheimer y varios de sus estudiantes se solidarizan. En los conflictos sociales de esos años, hay periódicos muy activos, entre ellos The Waterfront Worker y The Western Worker, que se suponen animados por militantes comunistas. En The Western Worker escribe Jean Tatlock, hija de un profesor de literatura inglesa en Berkeley, diplomada en psiquiatría y física y que durante un tiempo, desde 1936, mantiene una profunda, dolorosa y finalmente quebrada relación sentimental con Robert Oppenheimer. Jean Tatlock sí era miembro activo del Partido Comunista, comprometida radicalmente con la causa de la República Española, cooperando en la colecta de fondos, e involucrando en mayor o menor medida a Oppenheimer.
Víctima como Robert Oppenheimer de períodos depresivos, Jean Tatlock se suicida en 1944 con 30 años de edad. En una conmovedora nota de despedida escribe: "Coraje y amor a todos aquellos que me han amado, he deseado vivir y donar, pero de una forma u otra me sentí paralizada (...) al menos puedo librar de la carga de un alma paralizada a un mundo en conflicto".
Robert Oppenheimer nunca repudió sus lazos con todos aquellos que compartieron sus inquietudes sociales en los años de Berkeley. En una carta al general Kenneth D. Nichols fechada el 4 de marzo de 1954, escribe: "No debería dar la impresión de que era totalmente en razón de mi lazo con Jean Tatlock que hice amigos izquierdistas o simpaticé con causas que pudieran haberme parecido remotas como la causa Legalista en España y la organización de trabajadores inmigrantes (...) amaba el nuevo sentido de compañerismo y en aquel tiempo sentí que yo devenía parte de la vida de mi tiempo y de mi país".
Como bien podía temer su hermano Frank, esta franqueza de Robert Oppenheimer no iba a ser considerada una virtud por sus detractores. En abril de 1954 es sometido a un interrogatorio de varios días que se asemejaba más bien a un juicio, en el que se puso de manifiesto que había sido repetidamente víctima de escuchas de dudosa legalidad. Uno de los que testificaron en su contra fue el físico Edward Teller, otro de los artífices del logro armamentístico americano e impulsor de la bomba de Hidrógeno, proyecto al que su colega se oponía. Tras la audición Oppenheimer fue revocado, aunque de hecho su contrato estaba a punto de expirar por lo que las consecuencias fueron más simbólicas que prácticas. Las reacciones en la comunidad científica fueron muy críticas entre ellas la de Einstein que rebautizó la AEC (Atomic Energy Commission) como "Atomic Extermination Conspiracy".
Y un último y doloroso apunte relativo a este admirable grupo de personas. Fallecido en 1967 a la edad de 62 años, Robert Oppenheimer fue de alguna manera perseguido, por persona interpuesta, tras su muerte. Evocaba más arriba el suicidio de Jean Tatlock en 1944. En ese mismo año nace en Los Alamos Katherine Oppenheimer. Tras superar una poliomielitis que contrajo en la infancia, la joven realiza brillantemente estudios literarios. Dominando tres lenguas, en 1969 Katherine aspira a un puesto de traductor en las Naciones Unidas. Todos los informes son favorables excepto uno... emitido por el FBI y en el que se evocan las sospechas que su padre había despertado, así como el interrogatorio al que había sido sometido quince años atrás. Su candidatura es finalmente rechazada. Afectivamente inestable, Katherine Oppenheimer pone fin a su vida en 1977 con 33 años de edad.

 

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11 de diciembre de 2017
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