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Blogs de autor

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17-10-2013

El primer ojo

-sea el que fuese-

quedó fascinado por el descubrimiento de la luz.

Luego vinieron los colores, las formas,

la circulación del tiempo entre las siluetas,

las sombras, el giro de las cosas,

el mundo, en suma, en su esplendor.

Pero el ojo necesitó el párpado

para poder protegerse de ese alud de vida;

y así cerrarse ante el exceso de mundo

y luego abrirse, de nuevo,

nostálgico de lo conquistado por la visión.

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21 de noviembre de 2017
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“Somos el servicio”

No sé si es escalofrío, asco o desazón lo que se siente al escuchar la jerga utilizada por quienes un día representaron la élite del poder madrileño e incluso estatal. ¿En qué manos y en qué cabezas estábamos? Teníamos de mandamases a personajes que, una vez más en política, responden a narcisismos desatados, empujados a cruzar los límites, a mentir, robar y corromper. A recomendar a sus amigos que conviertan ruinosos ne­gocios hoteleros en puticlubs –Ignacio González a Luis Vicente Moro– , o a ordenar las sacas de dinero que presuntamente Granados trajinaba, el hombre que los fines de semana se montaba al tractor confabulándose consigo mismo. En sólo un minuto de grabación Zaplana y González pronuncian más de diez tacos. Hombres bronceados, bien pagados, con familias estructuradas, maletines de cuero y Audis, que lo tienen todo pero mastican mierda malsonante. Es trágica la profunda decadencia que exhalan. Se desnudan con sus improperios: “Somos el servicio”, dice Ignacio González de Esperanza Aguirre, otrora su fiel escudero que lloraba con hipo cuando esta le cedió la silla de la Comunidad. Aunque en verdad ellos han vivido como si todos fuéramos el suyo.
Se forjaron para sentirse siempre los putos amos, actuando con insolencia y desmesura, aquejados del síndrome de hybris, que según los griegos resume la falta de control sobre los propios impulsos. El neurólogo y exministro británico David Owen, especialista en las psicopatologías del poder, ahondó en esa hybris asegurando que la padece una gran parte de los gobernantes. No se limita al egocentrismo propio del oficio, sino que representa una pérdida de contacto con la realidad.
Endiosados y aislados, los protagonistas del juicio del llamado caso Lezo y los implicados en la Púnica estuvieron rodeados por una corte de aduladores y estafadores, hasta que las cosas empezaron a “ponerse feas”, un eufemismo naif concurrido por los mafiosos de las películas que, al igual que González y Zaplana repiten con voz queda: “Sabes que te van a matar”. Alexánder Solzhenitsin dejó dicho: “Todo el mundo es culpable de algo o tiene algo que ocultar. Sólo hay que mirar lo suficientemente a conciencia para encontrar lo que es”. Resulta que nuestras conversaciones íntimas, con ese hablar relajado y teóricamente a salvo, nos causarían sonrojo si fueran públicas, pero la pornografía telefónica de esta trama, al igual que las declaraciones de policías calvos y de tenientes que faenaban a las órdenes de los políticos, refleja un submundo atroz, en el polo sur de la paz interior. Hace cuatro días, la periodista Gloria Lomana presentaba su Juegos de poder (La Esfera de los Libros) y recordó las tres P del mal: policías, periodistas y políticos. Lo dijo ante ministros y directores de periódicos. Ella hablaba de su novela, una ficción en la que disecciona la mani­pulación del cuarto poder. El público, cómo no, se rió a carcajadas, qué iba a hacer si no: las sillas estaban copadas por pes.
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20 de noviembre de 2017
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Historia de la libertad de asociación

 

 

Los romanos tenían en el senado un sistema de votación en el que se agrupaban junto al senador cuyo parecer adoptaban. Era un voto por desplazamiento, que llamaban discessio «separación», y donde el efecto intimidatorio del rebaño mayor saltaba a la vista. Cicerón explica que muchas veces era una encerrona para imponer un senadoconsulto mediante un voto precipitado y sin discusión. Séneca cita la frase hecha con que los senadores acomodaticios decidían su desplazamiento: «esa parcialidad parece más numerosa». 

 

Con el voto secreto, que en teoría restaba eficacia a la exhibición amontonada, también se introdujeron refinadas comodidades a favor de ella, y hoy tenemos las encuestas que muestran una separación virtualmente consumada como si fuera la venidera, y para que lo sea. Por su parte, los políticos que peroran delante de su coro de adheridos que asienten y aplauden enternecidos de verse en pantalla, buscan el mismo efecto intimidatorio de la vieja ceremonia del voto por montonera, que sin duda es anterior a los romanos, y data de cuando la marabunta ribonucleica montó su primera asamblea.

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20 de noviembre de 2017
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31-08-2013

Cuando desembalaron el lienzo,

y sacaron la lona que lo envolvía,

se encontraron, sorprendidos,

que una araña había cubierto con su red

el rosáceo vientre de Venus.

Tal si fuese el fruto

de una labor de varios siglos

la telaraña era de una perfección única,

tensa entre las caderas de la diosa,

de la cintura al pubis,

con el ombligo como centro de su universo.

Los restauradores de la pintura

contemplaron el espectáculo en silencio,

como si asistieran a una ceremonia sagrada.

No se atrevían a intervenir.

Mientras, la araña recorría sus dominios,

devota de aquel vientre,

con movimientos ágiles, certeros,

pronta a morir, enamorada.

 

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20 de noviembre de 2017
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29-08-2013

La tramontana ha barrido el cielo

y la noche es límpida, cristalina,

el perfecto espejo de nuestras ignorancias.

Me cuesta imaginarnos en el halo de la Vía Láctea,

modestamente colocados en uno de sus bordes,

una frágil burbuja que se eleva, entre vacío y vacío,

hacia ese horizonte desconocido

sobre el que penden las preguntas imposibles.

En ocasiones es excitante

sentirse partícipe de ese naufragio perpetuo.

Pero hoy prefiero el color del mito.

Me gustaría que la Vía Láctea fuese, en efecto,

la leche que mana de los pechos de Hera

una vez rechazado el bastardo Heracles.

Me tranquiliza habitar una gota de esta leche,

y pensar en la furia de Hera,

y en el lloro de Heracles,

y en las andanzas galantes de Zeus,

el lujurioso padre de los dioses,

y en la alegre compañía que me ofrecen

los sueños de los sueños.

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17 de noviembre de 2017
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Florence Delay. Muchas vidas

Son las cinco de la tarde, y así lo subraya en su buen español Florence Delay (París,1941). Me pregunta si tengo vértigo mientras abre las puertas de su balcón, donde crece un limonero, frente a los Jardines de Luxemburgo. “Al fondo se ve la Tour Eiffel”, dice. El gabinete donde escribe huele a su perfume de flores de blancas de Annick Goutal. Delay, catedrática de literatura comparada, hispanista recién homenajeada por la Residencia de Estudiantes, traductora de Fernando de Rojas, Bergamín o Ramón Gómez de la Serna, que acaba de publicar “Puerta de España” (Turner), de joven quería dedicarse al teatro. Bresson le dio el papel de Juana de Arco a los veinte años. No le gustan quienes se definen como escritores. “Escribir es algo que se hace, no es un oficio sino una elección. Nunca pensé en ganarme la vida con mis libros para no tener la obligación del éxito, poder fracasar y estar en paz”. Entró en el castellano con el Romancero gitano, tras visitar en España –Vilafranca del Penedés– el verano del 56. “La idea del gran teatro del mundo de Calderón me atrapó, y pensé que iba a pasar mi vida interpretando un papel tras otro. Es buena idea para la alegría. Pero la melancolía tiene mas éxito”.
 
Jean Delay, que descubrió el uso de la clorpromazina para tratar la esquizofrenia, consideraba que casi todos los grandes escritores tenían desequilibrios mentales: Rousseau, paranoico; Dostoyevski, depresivo; Flaubert, nervioso; Nerval, maníaco-depresivo…Su hija asegura que esa visión la asustó una barbaridad: “locura es una gran palabra. Desde pequeña quise escapar de ella, tener salud, vivir feliz”. Uno de sus libros más celebrados, “Llamado Nerval” (Turner), arranca con una escena de su infancia: sus padres habían salido a cenar; llamaron a la puerta, y era un paciente que se había escapado del Hospital psiquiátrico. “Le habían dado muchos electrochoques, quería hablar con mi padre, quería que pararan…Yo me asusté. Entonces mi padre me dijo: “Nerval ha venido a casa”. Estaba convencido de que lo hubiera podido curar”.
 
Florence Delay escribe a mano. Tres horas al día. Antes lo hacía por la mañana. Le mandaron dejar de fumar. Y habló con su neumólogo: “doctor, desde que fumo menos, mis frases y mis libros han disminuido”. A él le dedicó “Mis ceniceros” (Demipage), un texto ardiente y estrafalario sobre la llama, el humo, la ceniza y la muerte. El médico le permitió fumar de tarde, y así lo hace, disciplinadamente, junto a un vaso de whisky malo con Perrier. Hay una picaresca deliciosa que relaciona el control de la adicción con la libertad de iniciar un párrafo, con la idea de discontinuidad. “No pienso fuera de la frase, mi frase es pensativa, no sé lo que voy a escribir. Claro que la composición es capital, pero mi manera de adelantar es azarosa. Por ello busco cierta perfección en la frase; es como una pequeña aventura. Admiro mucho a Gertrude Stein, que decía que  la frase no tiene que ser emotiva pero el párrafo sí”. Cuando se dio cuenta que lo había hecho todo, que había disfrutado de sus clases en la Sorbona, que le había recomendado a sus alumnos que siempre intentarán tener varias vidas, decidió escribir un libro: “Medianoche sobre los juegos”. “La veleta es mi ejemplo de vida, gira con el viento. Hay que aceptar lo que viene”. Celebró su primera publicación comprándose un Saint Laurent, coquetería obliga, y lo sigue haciendo cada vez que sale un nuevo libro. Es católica, dice que las homilías son débiles y los cánticos tontos, pero cada vez que escucha el evangelio se topa con algo que le sienta bien. Empieza a desteñir la tarde, entra en la estancia su marido, el productor de cine Maurice Bernart, “su gran amor”. Es el primero que lee sus textos, y él añade: “y menos mal”. Cuenta que en los años setenta Maurice tuvo otros amores, “pero no podemos separarnos, nos queremos mucho”. Mantienen una relación abierta, “siempre presumí de no tener celos”. Una pagaría para escucharla decir “hélas!”. “Tengo un defecto muy desagradable, nunca me enfado, no es bueno para mi. Él en cambio ama las escenas…”. Delay es una mujer precisa pero afrancesadamente libre. “A veces me despierto en mitad de la noche, pensando en un momento del libro que me hierve en la cabeza. Es como una mosca, una mosca cojonera”, dice, pronunciando doblemente la jota. 
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16 de noviembre de 2017
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22-08-2013

Tiene que pasar toda una vida

para poder, por fin, intuir

que la verdadera obra maestra,

aquella que justifica los años transcurridos,

es la realización del bien.

Cualquier acto anterior, cualquier esfuerzo

queda empalidecido por este acontecimiento,

una herida de luz en el cuerpo de la tiniebla.

Antes de ese instante -vanidosos, falsos-

nos creemos poseedores de derechos:

hemos sido elegidos para saquear la existencia.

Así caminamos de infierno en infierno,

siempre ávidos de atesorar nuevos errores.

Hasta que, revelada la verdad,

sentimos que solo somos poseedores de un deber.

Y ese deber nos guía al paraíso.  

 

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16 de noviembre de 2017
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El refrán favorito de mi abuela

 

 

Lo decía cuando quedaba, pongamos, una croqueta o una manzana asada: «akitu ta bake» que viene a ser «acabar y paz». Muchos años después, supe que «akitu» («acabar» o, más literalmente, «acabado») es sumerio. Es el nombre de la fiesta de fin de año, cuando todos los destinos, que eran anuales, se renovaban. En acadio suele aparecer en plural: «akitim». Y en exvotos ibéricos lo leemos en caso partitivo: «akitike», un deseo de mejor destino.

 

La segunda palabra del refrán vasco de mi abuela, «bake», significa «paz», y es el imperativo sustantivado del mismo verbo «akitu», o sea, «quede acabada». La paz tiene por tanto un significado profundo que remite a la guerra inmediatamente anterior, y a la que se alude con una redundancia imperiosa de la que se espera que refuerce el efecto inmovilizador. Paz es el estado eventual de la guerra, conjurada mediante ese imperativo votivo que ordena y desea que siga parada. Y la guerra detenida, cualquiera lo sabe, Heráclito mío, es una magnitud negativa, mera discontinuidad que lo condiciona todo, como si los actores hubieran quedado fijados en su pose última. Se trata de una sabiduría antiquísima. Hace más de cuatro mil años que se extinguió el sumerio y todas las lenguas que hablamos hoy proceden de él.

 

Me he acordado al leer esto de Ruiz Quintano: «Venimos de un pueblo guerrero: no llevamos ni tres generaciones sin llegar a las manos».

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16 de noviembre de 2017
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Pintura T70

Este cuadro figuraba en la imagen del cartel que dio origen a una de mis primeras exposiciones. Esta vez en Elche, mi pueblo, en 2010 ("La alegria del color"). Ahora es propiedad de una excelente catedrática de psicología en la UNED y luce con alegría en el salon de su casa.
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15 de noviembre de 2017
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Tiniebla y Filosofía (Mel Rosenthal e Yves Dorestal)

Edificios con ventanas tapiadas o claramente en ruina, escombros, desechos de muebles, plásticos desperdigados y en general basura, innumerables polos de proliferación de ratas. ¿Panorama de ciudad bombardeada en país en guerra? No literalmente, aunque una violencia brutal se hallara en la matriz de ese desolador paisaje, resultado de decisiones políticas que condujeron a que en los años 70, Mel Rosenhal calificó como "The burning of South Bronx", esa etapa de inevitable infierno mediante la cual un modesto pero ordenado horizonte de pequeñas casas, tiendas, escuelas, debería mutar en un paisaje de centros comerciales, inmobiliarias, asépticas torres, y funcionales restaurantes.
Mel Rosenthal aprehende con su cámara la sombría cotidianeidad de los habitantes de la etapa intermedia. Seres a los que se les ha desarraigado de un pasado, pero carecen de capacidad para insertarse en lo que adviene.
Los protagonistas de muchas de las imágenes de Mel Rosenthal pertenecen a la comunidad africana de Estados Unidos, aunque también llevó su cámara a Dar es Salam en Tanzania. Por razones de todo orden (desde el forzado traslado de la esclavitud, hasta el embarque de la triste actualidad, nunca fruto de una libre decisión pues determinado por circunstancias sociales de nuestros días) descendientes de los habitantes de áfrica pueblan hoy muchos países de Europa, América de Sur o el Caribe.
En muchos de estos lugares los ojos tienden a repudiar imágenes que sin embargo sería imprescindible contemplar con entereza. Hay un lago común a dos de estos países, cuyas orillas, límpidas en el no man's land en torno a la frontera, se hace sin embargo basurero en cuanto la presencia humana simplemente se anuncia, o más bien: los detritus son el primer signo de presencia humana. Detritus de una radical modalidad, pues se trata de lo desgastado que ya no hay manera de seguir desgastando; desecho a la vez puro y creado, que curiosamente sirve de universal envoltorio, en primer lugar para el agua potable, es decir no extraíble de esos mismos ríos o lagos reducidos a vertederos de los propios envases. Detritus plásticos, o sea artificialmente modelados, que han venido a ser signo, no de las sociedades que los han inventado, sino de las sociedades que los han heredado:
Las orillas de los núcleos" urbanos", las cañadas que algún tiempo fueron ríos, los arcenes de cualquier camino en apariencia rural, los aledaños de las casuchas de hojalata...todo es receptáculo para una excreción de nuestro tiempo que ha de crecer exponencialmente, pues en el terrible mundo donde impera se ha convertido en paisaje ordinario, casi en la atmósfera natural para quien desde niño no ha contemplado otra cosa.
Y sin embargo en esos mundos dónde pudiera pensarse que el único imperativo que cuenta es el de la subsistencia, hay grandísimos testimonios de dignidad. Hay de entrada que agradecer a Mel Rosenthal que en sus imágenes deje traslucir el rescoldo de espíritu que perdura en el seno de la más despiadada desolación. Así esa entrañable fotografía titulada "St Athanasia's baseball team" en la que los niños componentes del equipo se alzan sobre un montón de escombros; esos escombros que en una nueva imagen tres muchachos y una muchacha de afirmativa sonrisa se aprestan a eliminar, motivados por el proyecto quizás utópico de sustituirlos por un jardín de juegos. Y con toda justicia es célebre la fotografía ubicada en la East173rd Street en la que el rostro de una madre a la que su hija enlaza, más que contrapunto de la fresca y casi feliz belleza del rostro de la muchacha, parece recordarnos que, asumido con entereza, el tiempo marca pero no deshumaniza; que estas marcas del tiempo son efectivamente menos corruptoras de nuestra condición que las marcas de la cobardía y la ceguera, consistentes precisamente en la huída vana del tiempo, en la ausencia de valor para verlo de cara y sondearlo.
Y en otro registro el rescoldo de espíritu se traduce en la firmeza por intentar alzarse sobre la relación de fuerzas que hace posible el mantenimiento de estas terribles condiciones, pero también por imponerse a sí mismo el no dejar de responder también al imperativo de activar las facultades que nos marcan como seres de razón. Hay en esos mundos, personas para las cuales entender una fórmula, acuñar una metáfora o seguir el encadenamiento de abstractas determinaciones conceptuales es cada día ganar una batalla contra la hostilidad de un entorno social intrínsecamente hostil, pues incluso aquellos que gozan de un estatuto privilegiado pagan el precio de vivir enclaustrados en caricaturas de barrios urbanos europeos en los cuales la seguridad es preocupación obsesiva.
Yves Dorestal es un filósofo haitiano formado en Francia y Alemania dónde vivió de lleno los debates de la Escuela de Francfort, y realizó una tesis bajo la dirección de Alfred Schmidt. Consecuencia, más que complemento, de su tarea filosófica ha sido siempre un compromiso social que le llevo a participar en los proyectos educativos de Nicaragua en los años en los que la Revolución sandinista significaba una promesa de emancipación (hoy como tantas otras eternamente diferida). En 1995 Yves Dorestal retorna a Haití donde se integra en la facultad de ciencias humanas y anima una facultad de etnología cuyo decanato asume desde el 2000 hasta el 2010, año del terrible terremoto que hubiera conmovido a Voltaire tanto como le conmovió el terremoto de Lisboa.
Pero el trabajo de Yves Dorestal está vinculado a otros centros de enseñanza, concretamente a la École Normale Supérieure, singular institución de la universidad estatal (Université d' État d' Haiti), creada en 1947 en cooperación con su homónima parisina, vinculada esta a muchos de los grandes nombres del pensamiento filosófico y científico de Francia. Totalmente destruido el edificio que albergaba la institución, la ENS haitiana realiza sus actividades en una construcción de una planta constituida por pequeñas naves agrupadas en contigüidad.
Tuve hace unos días la fortuna de mantener un encuentro con los estudiantes de filosofía, el propio Yves Dorestal y el profesor Josue Merilien. El punto álgido del debate fue determinar en qué medida la filosofía (sea nacida en Jonia, o con raíces más arcaicas en culturas como las del Valle del Nilo), podría hoy ser considerada no sólo como potencial universal antropológico, sino como universal antropológico beneficioso, es decir: enriquecedor de las culturas en las que se inscribe y no sustitutivo de mismas. La cuestión es tanto más pertinente cuanto que el año próximo, el congreso mundial de filosofía, que se celebra quinquenalmente desde hace más de un siglo, tendrá lugar en Pekín. De hecho la penúltima edición en 2008 se celebró también en Asia, concretamente en Seúl, aunque el congreso volvió a la emblemática Atenas en 2013, cuando la capital griega se hallaba inmersa en la tremenda crisis (de la que en realidad aun no ha salido) que amenazaba no ya el estatus social sino la dignidad de los ciudadanos del país.
Uno de los estudiantes haitianos veía en la filosofía convencional una suerte de emblema de la cultura de Occidente, sofisticada arma llamada a marcar los límites respecto a las culturas no generadas por Grecia, las cuales serían valorizadas sólo en la medida en que fueran capaces de plegarse a la misma. Mi interlocutor tenía muy presente la reducción hasta la esclavitud de la gran mayoría de la población de su país, descendiente de tierras africanas de Dahomey, Nigeria o Guinea, que (aun manteniendo ciertas creencias religiosas), perdieron sus lenguas nativas y formas de vida, las cuales difícilmente podían perdurar en el desarraigo respecto a la tierra y organización social originarias.
Trasfondo no siempre conocido de estos prejuicios sobre la potencialidad fertilizadora de culturas de la filosofía son unas frases atribuidas a Hegel en base a notas sobre "la razón en la historia" tomadas en clase por sus alumnos y publicadas bajo el título de Lecciones de Filosofía de la Historia, en las cuales habría afirmado que los pueblos de África negra carecerían de historia: "África es de manera general el país plegado sobre sí mismo y que persiste en este carácter general de concentración sobre sí mismo" .
Sin embargo precisamente un pensador africano Amady Aly Dieng defendió en su tesis de estado lo controvertido de estos textos, poniendo de relieve otros en los cuales Hegel habría precisamente defendido la revolución haitiana, mediante la cual en 1804 Haití se libera de Francia, constituyéndose en primer país independiente con población mayoritariamente africana. Aunque en un nuevo giro del destino la esclavitud retorna, legitimada esta vez por ese mismo Napoleón, que Hegel calificaría de "alma del mundo".
Diez años antes de la fundación de la ENS, en 1937 la dictadura dominicana de Trujillo procede a un brutal asesinato de más de 20000 haitianos en un empeño de acabar con la presencia de estos en la República Dominicana (el nombre de Río Massacre que separa ambos países es una tremenda evocación de este episodio). En 1957, se instaura en el poder François Duvalier "Papa Doc", cuyo cuerpo policial conocido como "les tontons macoutes" (sinónimo, en mis años de estudiante en Paris de la más terrible de las fuerzas represivas que cupiera imaginar) sobrevivió a la muerte del personaje en 1971. Ahogado en mareas de corrupción y complots el régimen del hijo de "Papa Doc", las peripecias más o menos democráticas han seguido sucediéndose en un marco de inestabilidad agravado por las catástrofes naturales. Tremendos ciclones en 2008 que aniquilan la producción agrícola y destruyen las infraestructuras, y en 2010 el terremoto que provoca más de 100000 muertos y no deja a salvo ni el palacio presidencial de cuyo derrumbe son víctimas mortales varios ministros del gobierno. No es aun el fin de las calamidades:
En 2004 se había establecido una "misión militar de las Naciones Unidas para la estabilización de Haití" (MINUSTAH) que ha abandonado hace sólo unas semanas, el país el pasado 17 de octubre. Obviamente no estoy en condiciones de juzgar si en esos 13 años tal misión ha estabilizado gran cosa, es decir si en ausencia de la misma el desorden hubiera sido mayor. En cualquier caso su presencia ha estado impregnada de graves incidentes, con numerosas víctimas mortales que han hecho dudar de su imparcialidad. E incluso - colmo de la mala suerte- una epidemia de cólera que se dio en el país fue atribuido a contagio por uno de los ejércitos componentes de la misión teóricamente protectora. En cualquier caso de su prestigio entre la población es indicio que en las carreteras del país hay carteles evocadores de esta contaminación refiriéndose a la MINUSTAH como "el gran Satán".
Volviendo a mi interlocutor estudiante de filosofía tuve que argumentar qué no veía en qué la instrumentalización ideológica de los grandes pensadores de occidente por parte de supremacistas de todo cuño empañaba el peso intrínseco, por ejemplo del Discurso del Método (en este caso incluso literario), ni la capacidad potencial de todo ser humano de reconocerse en la prodigiosa meditación cartesiana. Y si se ha tenido la suerte de topar con un texto así, la suerte de sentir como en el esfuerzo filosófico uno mismo se despliega, no se espera ya a que las circunstancias sean favorables. No hay en general que esperar para luchar por la realización de las capacidades de conocimiento y simbolización; y obviamente, el proyecto de erradicación de las condiciones sociales que lo dificultan forma parte del proyecto mismo.
Evocaba antes que en las imágenes de Mel Rosenthal transmiten una afirmación vital y hasta en ocasiones un carácter festivo que dan testimonio de la imposibilidad de apagar todo rescoldo de la espiritualidad humana. Es el sentimiento que tuve, aun en plena controversia, ante la tenacidad gracias a la cual la ENS haitiana y su departamento de filosofía han podido sobrevivir a las tremendas vicisitudes de esta república de gentes desterradas de África.

 

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15 de noviembre de 2017
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