Rafael Argullol
El mal parece cautivador
a una determinada edad,
entre la adolescencia y la juventud primera,
cuando lo inquietante, desde la penumbra,
dirige las miradas y los pensamientos.
Malvados son los héroes más seductores,
y el infierno -como han demostrado los artistas-
supera con creces al paraíso en imaginación y sensaciones.
Pero el tiempo nos da otros ojos
y, transcurridos los años,
apenas ninguna novedad ofrece el mal,
una monótona repetición de sí mismo,
con máscaras que caen y conductas que se agotan.
Ningún malvado me es ahora sorprendente,
conocidas a fondo las cloacas del alma.
¡El bien, en cambio, qué fascinante!
El bondadoso siempre sorprende,
acaso porque su pureza nos descubre
territorios desconocidos en nosotros mismos.
¡Qué gran aventura el bien
y el mal, señores, qué tedio!