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Jowett Javelin

¿Qué habrá sucedido esta noche? Es como si mis neuronas, en vez de seguir su proceso destructivo, se hubieran dado un respiro iniciando la recuperación, al menos de algunas de sus conexiones. He despertado con el recuerdo nítido de un sueño. Un sueño que fue recurrente hace muchos años y del que sólo mantenía una tenue memoria. Circulaba por una carretera con muchas curvas y fuertes pendientes, una carretera que recorría una zona de montañas próxima a mi lugar de veraneo. Y pese a que en esas fechas yo debía de ser un niño, me hallaba al volante de un automóvil, quizá el Jowet Javelin que mi padre compró a su socio Enríquez en Madrid, y, además, la presencia ya no incipiente de chalés diseminados por las laderas, heridas de muerte por pistas y caminos de tierra, denotaba un tiempo posterior a mi infancia. Pero mi angustia radicaba en no saber dónde me llevaría la carretera, en qué punto del pueblo desembocaría y cómo iba a llegar hasta nuestra casa que ahora veía desdibujada en su aspecto y en su emplazamiento. El sueño terminaba aquí,  pero tenía como una continuación carente de imágenes, a excepción de la figura de una abubilla posada al borde de un camino que yo observaba cuando iba andando hacia la finca de unos familiares. Y la imagen de la abubilla me hacía reflexionar, aunque quizá esta reflexión no perteneciera sensu stricto al sueño; me hacía reflexionar sobre qué grandes aves voladoras surcarían esos cielos, en esos años tan poco proclives a la prospección. Porque para mí, aquella no fue una época ornitológica, mi interés por las aves era inexistente (me centraba en reptiles y anfibios) por lo que deduzco que, efectivamente, la reflexión no formaría parte del sueño, quizá se limitara a una premonición del niño que contempla la abubilla.     

 

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18 de julio de 2018
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Al refugio

 ¿Dónde podrán refugiarse aquellos que no renuncien a pensar?
 
Un amigo, hombre de extensa cultura, me envía esta frase de Roberto Calasso: "¿Dónde podrán refugiarse aquellos que no renuncien a pensar? Ya no en la universidad. Al pensamiento le sería útil un periodo de ocultamiento, de vida clandestina o camuflada de la que volver a emerger; una situación que podría asemejarse a la de los presocráticos". Este amigo un día se quedó fascinado por la vorágine de Nápoles, sus gentes parlanchinas, su revoltijo callejero, su inmensa belleza. Pasó allí un buen número de años y, cuando finalmente no tuvo más remedio que volver a España, mantuvo una relación amorosa con la vieja ciudad partenopea. Escribió sobre ella y también sobre los napolitanos que visitaron España y ahora, finalmente, ha publicado una novela napolitana. En realidad no es una novela típica, sino una ficción biográfica, aunque verdadera en más de una mitad.
 
Casi todos los turistas estivales lo ignoran, pero en Nápoles llueve mucho. En consecuencia, su flora y sus jardines son espectaculares. Por su situación cría buena parte de la flora europea y otra no desdeñable de la africana, además de su propia flora autóctona. De modo que José Vicente Quirante ha escrito la biografía de un botánico y médico del siglo XVIII, Domenico Cirillo, que amó con pasión la piel de Nápoles y la recorrió como el amante recorre el cuerpo de la amada. Eso le ha permitido al autor vivir en su ciudad durante la redacción del libro, rememorando los aromas, divisando su arco cromático con las cambiantes luces del sol vesubiano y, sobre todo, imaginando sus gentes. El título, Sombra y revolución (Confluencias), sugiere que Cirillo se hundió en la hecatombe revolucionaria.
 

El jardín presocrático. Inmejorable refugio para un pensamiento poético.

 
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17 de julio de 2018
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Loxandra

Loxandra fue un ama de casa griega que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX en Constantinopla. Y digo bien, Constantiopla porque eso de Estambul se debe a una manía de los turcos y ella no solo se consideraba constantinopolitana sino que, como todo griego de bien, estaba en guerra permanente con los turcos, a los que en la novela se refiere continuamente como “los perros de Argán”, un apelativo reservado a la gente cruel y despiadada. Era grandona, locuaz, desmesurada, tierna y supersticiosa (se pasaba la vida escupiendo por encima del hombro para conjurar el mal de ojo), y sentía una pasión tan indesmayable por la virgen de Baluklí  como  por su familia, a la que defendía y cuidaba hasta la extenuación ocupándose de su salud (por lo general a base de administrar montañas de comida y  litros de agua bendecida por su virgen favorita) pero sin olvidar su formación moral. “¿Qué es la felicidad?”, les pregunta incansablemente a su marido, hijos, nietos y demás parientes. Y todos, porque parece como si lo tuviesen marcado a fuego, responden obedientemente:”La felicidad es disfrutar con lo poco que se tiene”.

                Esa persona tan singular  se hubiera perdido en el anonimato de tantas otras amas de casa de no haber sido por su nieta María, fácilmente reconocible en el personaje de Ana, aparte de que sale retratada en el libro junto con su abuela. Una vez pasados los sesenta años de edad y sin haber tenido ningún vínculo previo con la literatura, María Iordanidu  decidió recuperar la memoria de la ya fallecida Loxandra. La novela apareció en 1959 y no sólo fue un éxito instantáneo en su momento sino que en Grecia llevan ya más de treinta ediciones y sigue siendo editada y traducida a diferentes lenguas.  

                Tan prolongado éxito se explica en gran parte porque Loxandra va mucho más allá de una biografía o de la evocación de una saga familiar. Tanto el personaje central (que es una fuerza de la naturaleza) como los numerosos componentes de su entorno familiar y social conforman un elenco peleón, pintoresco, a ratos alegre y feliz y a ratos muy  desgraciado, es decir, profundamente humano. Todo ello queda cohesionado por la clase de solidaridad que genera un grupo humano cuando se siente rechazado por un entorno inestable y muy hostil. Y aunque en la novela sólo se insinúe, como la última caída de Cosntantinopla y su definitiva conversión en Estambul se saldó para la población griega con un horrendo baño de sangre, los avatares de todos cuantos se mueven en torno a la abuela quedan dignificados por la tragedia que se cierne sobre ellos como telón de fondo.

                Ello, la tragedia que les acecha, hace que resalten y resuenen más los olores, los colores y los sonidos de la ciudad, la presencia del mar, los gritos de los vendedores ambulantes, los cascos de los caballos en la calle o el regreso de los pescadores con sus capturas en el Bósforo. Pese a ser una novela profundamente urbana (pues cómo se puede ambientar un relato en Constantinopla sin que la ciudad surja a cada paso) también es constante la presencia de la naturaleza reflejada en  el paso de las estaciones con el fin de la época de las lluvias y la llegada del sol o las comidas tribales  al aire libre, aunque también pueden ser los primeros fríos y el encendido ritual de las estufas y braseros que impregnan la casa de olor a leña. Si en ese universo la fortaleza de Loxandra es su casa, la sala del trono  es la cocina. Y puesto que  ella entiende el comer como una bendición de Dios y a lo largo del día no deja de dar las gracias a la providencia  por lo que puede ponerles en la mesa a los suyos, las comidas y sus ingredientes pasan a ser sagrados y objeto de auténtica veneración. Y llegados aquí toca hablar de la (excelente) traducción.

                Aparte de tener mucho y muy merecido prestigio profesional, Selma Ancira, la traductora, es conocida por su  acérrimo filohelenismo y el lector percibirá de inmediato que traducir este libro ha sido para ella algo más serio que un encargo para ganarse el pan. Según cuenta ella misma en las notas finales, ante las evidentes dificultades que presentaba el texto buscó la ayuda de Kleri Skandami, arqueóloga de profesión y actualmente profesora de idiomas, aunque en realidad ejerce de entusiasta embajadora de la cultura griega, ya sea la clásica o la moderna. Entre las dos acometieron la nada desdeñable tarea de desentrañar el significado de palabras en desuso desde hace más de un siglo, las costumbres de los griegos constantinopolitanos, sus expresiones cotidianas o los insultos  y, sobre todo, qué eran y cómo se cocinaban  los guisos que Loxandra prepara a todas horas y con una abundancia casi asfixiante. En algún momento del relato, la familia entera se traslada a Atenas y Loxandra queda consternada al descubrir que en la capital desconocen el pez espada y que no hay mejillones grandes, o que si pides hojas de borraja para los dolmás, se ríen; y que no han oído hablar del asma-kabagi, del pasturmá, la lakerda ni nada de nada. Todo ello está debidamente identificado y descrito, y si acaso un lector se pregunta ansioso qué será ese  salep que los constatinopolitanos toman a todas horas o el bunkiar begianti de las grandes ocasiones puede seguir leyendo tranquilo porque, aparte de las útiles notas de la traductora, al final dispone de un glosario muy bien documentado.

                Todo un hallazgo.

 

Loxandra

María Iordanidu

Tradsucción de Selma Ancira

Acantilado   

  

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17 de julio de 2018
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El Pantheón y el cadalso

La mujer tiene derecho a subir al cadalso, debe pues tener también el derecho a subir a la tribuna”. Conocida  sentencia de Olympe de Gouges,  guillotinada por sus críticas a  lo que considera desviación trágica  de una  Revolución  de la cual se siente parte y que (antes incluso del triunfo de la misma) había reflexionado  sobre la condición social de la mujer y la de la población colonizada (en paralelo como veremos a la realizada por el científico y filósofo Antoine de Condorcet, una de las figuras clave de la Ilustración).

Antes de seguir es necesario un par de precisiones. El papel histórico de  Olympe de Gouges es objeto de controversia. En un trabajo de investigación  presentado en la Université  de Toulouse II[1], tras recordar las groseras caricaturas de su persona  y obra, tanto  por parte de contemporáneos suyos como de  escritores del siglo XIX, la autora enfatiza el hecho de que  desde hace dos decenios ha habido  una confusión (a veces deliberada) entre historia y memoria con vistas a magnificar la figura de Olympe. Citando a le Goff  (“la historia debe aclarar la memoria y ayudar a rectificar sus errores”) la investigación se propone contribuir a que la evocación que se hace de Olympe de Gouges no quede tergiversada por empatías no suficientemente asentadas en lo que los historiadores legitiman. Pues bien:

Las reflexiones que aquí vengo haciendo no tienen pretensión historicista. Por consiguiente no entraré  en las diatribas que separan a los que estudian la  trayectoria de Olympe de Gouzes  insertándola en un estudio minucioso de la época. Se trata de tomar pie en hechos sobre los que hay razonable acuerdo, a fin de configurar la imagen de una persona cuya envergadura se mide en última instancia por la capacidad de mantenerse entera, no hacer repudio de sus convicciones  y dar muestras de elevado juicio, aun en las condiciones más penosas.

Hay un curioso documento de ese  tremendo año 1793 en el que Olympe es guillotinada que en clave de dudoso humor  reza de esta manera:

 Tisset [nombre del autor]  Informe para los desarrapados (les Sans Culotte) de la República Francesa  por parte de la muy digna potente y muy expeditiva Dama Guillotina (…) Contiene el nombre y apellido de todos aquellos a quienes [Dama Guillotina] ha otorgado pasaporte para el otro mundo, el lugar de su nacimiento, su edad y atribuciones y el día en fueron juzgados”.

Pues bien,  en el capítulo que  Tisset  dedica a Olympe de Gouges no figura  el testimonio (recogido por el estudioso de la autora Olivier Blanc) de quien fuera su verdugo, Charles –Henri Simon:

Esta mujer cometió la imprudencia de provocar el resentimiento de sus jueces. Durante los debates, les plantó cara, tachándolos de ineptos y de mala fe; les reprochó ser unos ambiciosos que sólo aspiraban a la riqueza y el poder, mientras que ella había arruinado su vida por defender los principios de la revolución”.

Olympe de Gouges  fue calumniada de la manera más vil tras su muerte, designada con desprecio como virago o mujer-hombre, que habría sacrificado los deberes de esposa y madre a la tentativa vana y perversa de constituir una sociedad de mujeres.  “Queremos que las mujeres sean respetadas, por ello las incitamos a respetarse a sí mismas[2], declara contra Olympe el procurador de Paris Pierre Gaspard Chaumette,  quien  a su vez, arrastrado por el huracán sería guillotinado sólo unos meses más tarde (13 de abril de 1794) que su vilipendiada, con la cual sin embargo también había compartido la lucha contra el trato a la personas colonizadas.

Olympe de Gouges se declaraba  no sólo hija de la filosofía de la luces, llegando en el año mismo de la Revolución a escribir un texto titulado La felicidad primitiva del hombre (Le Bonheur Primitif de l’Homme) directamente inspirado en el pensamiento de Rousseau. Y aunque se dedicó más al trabajo literario que al conceptual, cabe decir que destaca más bien por sus reflexiones filosófico- sociales que por la calidad de sus obras teatrales. En su último escrito, redactado en prisión, realiza una valiente reivindicación de la libertad de expresión, que la Revolución había ensalzado formalmente, pero que nunca realmente llegó a respetar. Una patriota perseguida (Une patriote persécutée), es el título. Perseguida, insultada incluso tras  su subida al cadalso, y extirpada durante largo tiempo de la memoria de su país. 

Hace unos años hubo una  propuesta de conducir sus restos al Pantheon, antigua iglesia erigida en la Montaña de Sainte Genéviève (barrio latino)  reconvertida por la Revolución como lugar de reposo sus héroes, pero que con las idas y venidas de la historia,  acabó acogiendo algunas de las víctimas de la misma. No se consideró finalmente que fuera digna de ser una de las excepciones femeninas a entrar en lo que de hecho es conocido como “Casa de los Grandes Hombres”, e incluso se avanzaron polémicos argumentos que en ocasiones menospreciaba su figura. En el Panthéon  sí reposa sin embargo el otro personaje que hoy quiero evocar.

Nacido cuatro años antes que Olympe de Gouges, Jean- Antoine de Condorcet  hubiera subido al cadalso apenas cuatro meses después de que lo hiciera esta última  (Olympia  es juzgada  el 2 de noviembre de 1793, días antes se había lanzado la orden de detención contra Condorcet)  de no haber tomado la delantera muriendo en prisión el 27 de marzo de 1794, no habiendo acuerdo total sobre si se trató de un suicidio.

De alguna manera cabe decir que Olympe De Gouges es una auto-didacta. Condorcet tiene por  el contrario una educación acorde con el elevadísimo papel intelectual  que llegaría a jugar en esa Francia de grandes espíritus, quienes  (tal el caso de D’Alembert)  le reconocen como inter-par tanto en el terreno de la ciencia (es uno de los primeros impulsores de la matemática probabilística) como de la filosofía.  Las razones inmediatas que llevaron a ambos ante Tribunal Revolucionario no difieren en lo esencial: caída de los Girondinos e inmediata persecución de lo que se vinculaba a ellos. Pero, por diferente que fuera su medio social de origen (confuso en un caso y brillante en el otro) su  formación y su trayectoria,  las causas que les motivan trazan un paralelismo entre ambos personajes:

 La Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, es proclamada  por Olympe de Gouges en 1790, pues bien: ese mismo año Condorcet publica su  De la admisión de las mujeres al derecho ciudadano (De l’admission des femmes au droit de cité): en el que formula la siguiente pregunta:

 ¿[Filósofos y legisladores] no han violado por igual el principio de igualdad de derechos privando tranquilamente a la mitad del género humano del derecho de contribuir a la formación de las leyes excluyendo a las mujeres de sus derechos cívicos?”.

En 1785 Olympe inicia una serie de piezas literarias y reflexiones denunciadoras de la  situación de la población colonizada y esclavizada (La esclavitud de los negros o el naufragio feliz, y más tarde  Reflexión sobre los hombres negros ) Pues  bien: en 1781, Nicolas de Condorcet  publica sus Reflexiones sobre la esclavitud de los negros; en 1789 Al cuerpo electoral sobre la esclavitud de los negros y en 1789 (año mismo de la Revolución) establece el Reglamento de la sociedad de amigos de los negros (Société d’amis des noirs) de la que llegó a ser presidente.

Durante un tiempo  se pensó que Olympe de Gouges no llegó nunca a formar parte de esta sociedad. Esto ha sido hoy desmentido por estudiosos  de ese período[3]. Pero sin duda  en la constitución de sus cargos relevantes, tal sociedad era, como tantas otras, prioritariamente  masculina. Pues, como el mismo Condorcet denunciaba en el texto arriba citado, incluso  legisladores (¡y hasta filósofos!) convencidos de que la diferencia de color es variable indiferente por lo que se refiere a la capacidad de los seres de razón…parecían de hecho estimar que tal tesis era sin duda mejor defendida por hombres.  

Pero  hay otra ausencia de paralelismo entre  estas dos personas tan unidas por la nobleza de sus causas:

Olympe subió al cadalso, pero no alcanzó nunca el  Pantheón,  Condorcet evitó el cadalso (al duro precio de una muerte sombría) pero en 1989, con ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa,  en la Maison des Grands Hommes un honor en ausencia es rendido a sus cenizas. ¿Por qué en ausencia? No había tales cenizas. Los restos de Condorcet compartieron con los Olympe  el  destino de ser depositados en una fosa común y en la exhumación de la misma nada permitió identificar al pensador. La cuestión de si en ausencia o en presencia (¡de cenizas!) ni siquiera llegó a plantearse para quien había proclamado: “La mujer tiene derecho a subir al cadalso, debe pues tener derecho a subir a la tribuna

 

 


[1] Eva Cot Olympe de Gouges entre Histoire et Mémoire. Sous la direction de Madame Christine Dousset-Seiden . Disponible online dante.univ-tlse2.fr/3425/1/Cot_Eva_M22017.pdf

 

[2] « Et vous voudriez les imiter ? Non, vous ne sentirez que vous serez dignes d’estime que lorsque vous serez ce que la Nature a voulu que vous fussiez. Nous voulons que les femmes se respectent, c’est pourquoi nous les forcerons à se respecter elles-mêmes. » Citado por Olivier Blanc, « Olympe de Gouges, Celle qui voulut politiquer» Le Monde Diplomatique Novembre 2008.

[3] Olivier Blanc cita al respecto la siguiente declaración del fundador de la institución, Bissot, Girondino de filiación :"J'ai cité quelques-unes des femmes qui faisaient partie de la Société des Amis des Noirs. Je ne dois pas oublier, parlant d'elles, Olympe de Gouges, encore plus célèbre par son patriotisme et son amour de la liberté que par sa beauté et plusieurs ouvrages écrits parfois avec élégance, toujours avec une noble énergie ».

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16 de julio de 2018
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Metro Velintonia

Hemos sabido gracias a la publicación en El País de un artículo de Diego Cruz Torrijos, diputado socialista en la Asamblea de Madrid, que existe una iniciativa de la Comunidad madrileña, siempre velando por nuestros intereses (sobre todo los futbolísticos), para cambiar el nombre de la estación de metro de la línea Circular llamada Metropolitano, no vaya a ser confundida con la del estadio-madre del Atlético de Madrid. No soy persona de mucho fútbol, aunque tengo alguna querencia en ese campo, pero me atrevo a suponer que ningún colchonero de pro cometería el error de confundir la estación de metro del actual estadio de sus colores, sita en la otra punta de la ciudad, yéndose al Metropolitano subterráneo de la Universitaria en vez de a la vistosísima y altiva Peineta. 

La palabra "metropolitano" es bella, y tiene en nuestra lengua raigambre desde que en 1957 Carlos Barral, gran editor y poeta, publicó con ese título a secas una de sus mejores obras, un extenso poema unitario. Barral, como tantísimos otros escritores jóvenes, fue con sus versos -suponemos que no viajando en metro- a la calle Wellingtonia nº 3, donde vivía Vicente Aleixandre, quien en sus remites ponía, en vez del nombre tan arbóreo como difícil de deletrear (se trata de un secuoya de implantación californiana), la versión propia, Velintonia, anteponiendo al nombre de la ciudad, Madrid, el del barrio o distrito, Parque Metropolitano.

Esa casa de tres alturas lleva, como bien señala el diputado Cruz y ha glosado con detalle también el periodista Sergio C. Fanjul, muchos años cerrada y abandonada a su suerte, que parece muy incierta hoy por hoy. El lector con un poco de curiosidad sabe de los avatares del airoso aunque nada opulento chalet, con su histórico jardín, puesto en venta por los herederos del poeta desde que, tras muchos intentos, se frustró lo que parecía lógico y digno: preservar institucionalmente ese espacio lleno de resonancias, no como monumento sino como sitio de encuentro, evocación y acomodo de una fundación o casa de la poesía. Pero ya se sabe que en nuestro país la conmemoración solemne de un día gana a la memoria constante, y la gran mayoría de los políticos electos prefieren mil veces más desvelar una placa ante unos invitados, a los pocos minutos ya dispersos, que dar a conocer el significado y la obra de un poeta o una novelista que agrandaron con sus libros el espíritu del lugar. 

El autor de Espadas como labios obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1977, y un año después se produjo el homenaje del ayuntamiento madirleño que, sin gustarle, aceptó por cortesía: la transformación callejera de Wellingtonia en Vicente Aleixandre. La escena municipal tuvo cierto aire berlanguiano, que Aleixandre fomentaba al contársela a sus amistades, y estas a las suyas; llegó, presidida por el alcalde Rodríguez Sahagún, la comitiva "bajo mazas" (según la narración más audaz), llamaron a la puerta de Velintonia 3, abrió la hermana del poeta y les dio las gracias, pidiendo disculpas por la súbita indisposición que impedía a su hermano subir los pocos metros que separaban la vivienda del panel de azulejos donde, con gusto cerámico dudoso, un paisaje marino servía de marco al rótulo "Calle de Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura 1977". Semi-oculto tras unos visillos, el homenajeado observó con prudente guasa el ritual, pero siguió poniendo, en las pocas cartas que escribió en sus últimos años de impedimentos oculares, "Velintonia 3".

En Madrid hay grandes poetas en la nomenclatura del transporte, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rubén Darío, entre otros escritores de talla (Quevedo, Concha Espina) y pintores de primera magnitud. Sabiendo la poca inclinación ‘aleixandrina' a las aglomeraciones, dudo sin embargo de que la bienintencionada propuesta del diputado Cruz, llamar a la citada estación de metro "Vicente Aleixandre-Velintonia", le hubiese satisfecho, del mismo modo que pienso, a título personal naturalmente, lo incongruente que es que María Zambrano, la filósofa de la hondura del ser, dé su nombre a la estación del AVE malagueño adonde uno llega con su maletín rodante después de haber oído un par de horas la coral estridente de los ‘telefoninos'.

Por mi parte, una sugerencia de futbolero neutral, usuario asiduo del metro y amigo próximo de Aleixandre a lo largo de casi veinte años: adquirir la casa como bien cultural antes de que se caiga o se venda al mejor postor, dejar Metropolitano a la estación, Vicente Aleixandre a la calle, y retirar del final de Reina Victoria el busto en piedra de nuestro poeta, una obra que le salió muy poco lograda al excelente escultor Julio López. ¿Y qué se pone allí si el busto va al museo? Sería muy ocurrente, y sostenible, que las autoridades plantasen, en el sitio dejado por la estatua que en nada se parece al poeta, una wellingtonia, y pensarse mejor, mientras crece el conífero, lo de llamar al metro Velintonia.

 

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16 de julio de 2018
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Marianazgo o aznarato

Esa sensación de normalidad que ha querido transmitir Mariano Rajoy regresando a su viejo oficio ofrece lecturas dispares. Hay algo encantador y literario en la figura de un hombre que pasa de ocupar la Moncloa durante siete años a vivir de lunes a viernes en un hotel de cuatro estrellas con vistas al puerto deportivo de Alicante. Es evidente la quemazón de la herida, así como la férrea voluntad de abandonar la política como se deja una droga dura. Ni presidencia del partido, ni Consejo de Estado, ni fundación, ni conferencias bien remuneradas con traducción simultánea. Rajoy ha querido romper con su propia historia de una forma tan radical que la lógica parece responder a la del tipo que superó su propia ambición y sólo desea ser pasado.
Tras su paso atrás, parecía que el Partido Popular, urgido por la ascensión naranja, iba a aprovechar la ocasión para abrir ventanas en Génova y renovar el aire, y, en cambio, según han ido transcurriendo las semanas nos ha hecho viajar por un túnel del tiempo con una irreal sensación de déjà-vu. Los populares han detestado siempre el desconcierto, aunque vivan desde hace años instalados en él por culpa de sus tesorerías. Dos de los guardianes de las esencias peperas, líderes históricos en cuyos mandatos camparon a sus anchas las tramas Gürtel y Púnica, Aznar y Aguirre, han mostrado estos últimos días su alergia a los cambios y han querido ejercer de padrinos del novio, quien, homena­jeando a Josemari, declaró que habla gallego en la intimidad.
Lejos de reforzar la idea original de un partido conservador, unido, centrado y unívoco, despiadado con los adversarios, las primarias del PP han demostrado que hoy por hoy es todo lo contrario: un partido dividido hasta el enconamiento, con distintas facciones y modelos. De la eterna enemistad personal de Sáenz de Santamaría y Cospedal, pasando por el viejo rockero Margallo –cuyo principal propósito ha sido impedir la victoria de Soraya– y hasta el enfrentamiento entre la gestión experimentada que encarna la ­exvicepresidenta marianista y el bastión de la sacrosanta ideología de “libertad, unidad de España, familia y seguridad” en que se ha convertido Pablo Casado. Ella llegó hace veinte años al partido como asesora, meritocracia en vena. Y tiene el horizonte judicial despejado, mientras que él ha sido alumno aventajado en convalidaciones. Pero, incluso si la papeleta de la elección del nuevo líder se solventara sin debate ni bronca, esa proeza sólo retrasaría la gran asignatura pendiente: redefinir un PP reventado por la corrupción y reorientar su brújula, a fin de no acabar canibalizados por sus más directos competidores en el nicho liberal-conservador. Sin esa reflexión, y sin cambiar las estampitas de su santoral, ya pueden aplicarse la lección del maestro Churchill: “La política es más peligrosa que la guerra, pues en ella sólo se muere una vez”.
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16 de julio de 2018
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Sobre ocho finalistas del Premio Periodismo de Excelencia en Chile

El Departamento de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado de Chile, donde trabajo, organiza y entrega cada año el Premio Periodismo de Excelencia (PPE). Cientos de reportajes, crónicas, entrevistas y artículos de opinión participan en la categoría de Periodismo escrito, y se han incorporado en los últimos años las categorías Audiovisual y Digital.

Los ganadores y finalistas en texto se publican en El Mejor Periodismo Chileno, que muestra año a año la vitalidad y vigencia de reporteros que investigan a fondo y escriben con arte.

En el ejemplar de este año, que refleja lo mejor de lo publicado en 2017, se me pidió que escribiera las introducciones a varios de los textos.

Quiero compartir aquí algunos de estos comentarios breves, entre el ensayo mínimo, la explicación y la reseña. Trato de hacer honor a estos excelentes escritores y reporteros de este país: Claudio Pizarro y Jonás Romero, Matías Sánchez, Natalia Ramos, Mirko Macari, Constanza Michelson, Alberto Fuguet, Álvaro Bisama y Martín Hopenhayn.

 

 1.       Finalista en crónica: “El oscuro sótano de los Maristas”, de Claudio Pizarro y Jonás Romero (25 de octubre, The Clinic)

Abusos sexuales en la iglesia. Pederastia de Hermanos Maristas y de encubrimiento en sus colegios. Es uno de los grandes temas del año 2017. Este extenso y bien investigado reportaje de The Clinic pone al descubierto no solo las repetidas prácticas de sacerdotes abusadores, sino la falta de acción de las autoridades eclesiásticas que debían velar por la integridad y los derechos de los niños puestos a su cuidado. En la historia más reveladora de este texto, que tuvo mucho impacto, un profesor del Instituto Alonso de Ercilla, quien había sabido de abusos a sus compañeros en el mismo colegio en su infancia, encuentra a ese mismo abusador llevándose a un niño por un pasillo: se lo quita. En poco tiempo, este profesor es despedido. La conclusión es clara y concluyente. Claudio Pizarro y Jonás Romero logran hablar con fuentes que superan su miedo, su pudor, su asco, para contar historias dolorosas pero necesarias. El caso sigue vivo, una investigación canónica está en marcha. Y resurgió en enero de 2018 cuando el Papa Francisco, de visita en Chile, y fue criticado por reunirse con encubridores de los maristas y de los abusos sexuales de Fernando Karadima. Mientras tanto, la revista también siguió investigando el caso: gracias a un reportaje posterior, el primer  investigador de este caso, también acusado de acoso sexual, tuvo que renunciar.

 

 2.       Finalista en crónica: “Buscando vida entre la muerte”, de Matías Sánchez (28 de julio, La Tercera)

En el momento más duro para cualquier familiar, cuando se enteran de que su marido, esposa o compañero de vida, alguno de sus hijos o padres está en estado irreversible de muerte cerebral, recibe un pedido de alguno de los cinco coordinadores de la oficina que gestiona la donación de órganos. El tiempo apremia: el paciente que espera la donación de un órgano no puede esperar, y los órganos pronto serán inservibles. El periodista Matías Sánchez de La Tercera acompaña durante un día a la enfermera Lydytt Alfaro en su afanosa tarea de conseguir que los familiares donen corazones, hígados, córneas o riñones que significarán la salvación de otro paciente. En Chile, como en otros países avanzados en materia de trasplantes, se supone que cada ciudadano acepta que sus órganos sirvan a otros tras su muerte si no lo prohíbe expresamente, pero hace falta la aceptación de los familiares. Los casos que expone esta crónica están llenos de dolor, esperanza y la pasión de un grupo de profesionales de la salud que estas historias sacan a la luz con mucho conocimiento y respeto. Por eso es un muy buen ejemplo de periodismo social y divulgación científica.

 

 3.       Finalista en crónica: “La Viña de la pobreza”, de Natalia Ramos (17 de marzo, Viernes de La Segunda)

En la línea del más clásico periodismo que denuncia bolsones de carencia y miseria en medio de la abundancia y el derroche, este reportaje evidencia el costado amargo de la aparente fiesta sin fin de Viña del Mar. Tomas, campamentos, viviendas autoconstruidas sin luz, sin agua potable, sin gas, sin cañerías ni calles asfaltadas. Muestra también una realidad nueva: familias de clase media que solo se pueden permitir vivir en estos terrenos tomados y transformados en un barrio al que pusieron por nombre el del recordado presentador televisivo Felipe Camiroaga, muerto en un accidente aéreo. Son los nuevos rostros de la pobreza en Chile. Este reportaje de Natalia Ramos, publicado en marzo, causó revuelo. Fue una de las razones por las que el estado tomó cartas en el asunto y en diciembre de 2017 trajo la luz eléctrica a estas barriadas. Un valioso ejemplo de periodismo de contraste, que se acerca a las historias y las voces de los olvidados.

 

 4.       Ganador en Opinión: “Eliodoro, ¿por qué me has abandonado?”, de Mirko Macari (6 de enero, El Mostrador)

 

“Lagos no es Lagos”. Así comienza la brillante columna de Mirko Macari, férreo columnista independiente y director por nueve años y hasta mayo de 2018 del medio digital de noticias y análisis El Mostrador. Es un muy buen ejemplo del comentario de urgencia, que explica sin remilgos y con profundidad, bisturí en mano, el por qué y el cómo del derrumbe del símbolo de la Concertación y el retorno a la democracia en Chile Ricardo Lagos al día siguiente de que las encuestas sepultaran sus pretensiones de volver. Como si se tratara del argumento de una novela de Tom Wolfe, concluye Macari, el ocaso del coloso socialista abandonado por quienes antes lo aplaudían marca un punto de inflexión en la política del país. No lo tumbaron sus enemigos, sino sus amigos. Con esta columna que pone al lector a reevaluar sus propios recuerdos en contacto con una mente capaz de ver a la vez el árbol y el bosque, el jurado del Premio de Excelencia valora también el trabajo pertinaz y lúcido de los analistas que echan luz rápida sobre los avatares de la política diaria. Porque “Macari no es (tampoco) Macari”.

 

 5.       5. Finalista en opinión: “El crimen de los buenos”, de Constanza Michelson (2 de noviembre, The Clinic) necesaria en este país en el que la discusión

Cuando el año pasado la revista Paula reprodujo un capítulo del último libro de la psicoanalista Constanza Michelson, Neurotic@s: Bestiario de locuras y deseos contemporáneos, se refirió a su “aguda y ácida mirada”. Esa es la mirada que prevalece y destaca en sus celebradas columnas de opinión en The Clinic. En El crimen de los buenos desmenuza, explica y saca sorprendentes conclusiones del “escándalo de las leches”. En la superficie, se trata de una mala gestión que llevó a que un cuarto de la lecha materna que el Estado compró caro se pudriera en bodegas. En el fondo, el debate es sobre cosas más profundas: leche materna contra leche industrial para bebés,  madres que trabajan, infancia en riesgo y fondos públicos para permisos de maternidad. A quienes quieran saber cómo comenzando con una frase aparentemente simple como El escándalo de las leches comenzó el año pasado” y la autora logra llegar a Lo cierto es que históricamente la mujer ha sido afín a la búsqueda de lo sagrado”, se los invita a leer esta excelente columna de la psicoanalista más mediática de Chile.  

 

6.       Finalista en Opinión: “República bananera”, de Alberto Fuguet (26 de octubre, Qué Pasa)

Nadie mejor que Alberto Fuguet, el novelista, cuentista, director de cine y creador de la generación McOndo, para contarle a los chilenos lo que se cuece en los Estados Unidos de Donald Trump. Fuguet vivió una infancia de exilio y “sueño americano” en California, y llegó al Chile de la dictadura para sufrir la grisura y el silencio, y refugiarse en el cine y la cultura popular gringa. Desde entonces es un exquisito intérprete a caballo entre ambas culturas. Sus exitosos relatos de Sobredosis (1990) y Mala Onda (1991) son manifiestos de una generación que buscar escapar tanto de la dictadura interior como de la nostalgia revolucionaria. Estados Unidos siempre está en el territorio imaginario que fue construyendo en su obra posterior. En su gran novela de no ficción Missing (2009), recorre la “América profunda” en busca de un tío perdido en la tragedia de la emigración. En este ensayo personal, crónica de viaje o manifiesto polémico llamado República Bananera, vuelve a un país que conoce bien y muestra las complejas grietas de una sociedad confundida a un año de la elección del presidente impensable. “Trump no ha logrado hacer América grande aún o de nuevo, pero sí más patriotera. Y su real triunfo es que buena parte del país no se escandalice con sus extraños y exasperantes modus operandi, sino que los celebre,” explica Fuguet en este texto inclasificable, divertido y doloroso.

7.       

7.       Finalista en Opinión: “Un buen show”, de Álvaro Bisama (17 de marzo, La Tercera)

El novelista, ensayista y profesor de literatura Alvaro Bisama se ha posicionado en pocos años como una voz original, profunda y divertida para hablar de la televisión. Ni repetidor de la publicidad de los canales y el entusiasmo de los fans, ni tampoco defensor de la Alta Cultura y denigrador del apocalipsis de los programas televisivos para las masas, Bisama comparte esta combinación de gusto por lo popular y erudición con los decanos de la crítica televisiva en nuestro idioma: el catalán Ferran Monegal (El Periódico de Catalunya) y el colombiano Omar Rincón (El Tiempo). Cada semana en La Tercera describe y desmenuza teleseries, informativos, entrevistas políticos y publicidad con fulgor verbal y alegre desparpajo. Un ejemplo de su mirada punzante es esta visión de la historia del supuesto sabio económico desenmascarado como pillo e impostor Rafael Garay. “Maestro de la posverdad, Garay hizo de la mentira un arte, una estética y una ética y con eso nos dio a todos un espectáculo que contemplar, una ficción a la cual fugarnos en los momentos de ocio”, escribe Bisama. En un juego al que invita a los lectores, transforma los episodios de la fuga y captura de Garay en el argumento de una posible serie de Netflix, y a la vez demuestra que la crítica televisiva puede ser, como las mentiras de su personaje, un arte.

 

 8.       Ganador en entrevista: Martin Hilbert: “Obama y Trump usaron el Big Data para lavar cerebros”, de Daniel Hopenhayn (19 de enero, The Clinic)

Cuatro mil quinientas pilas de libros que lleguen hasta el sol. Esa es una forma de medir la cantidad de información que circula por el mundo. “Mucha información”, dice el doctor en comunicación Martin Hilbert, alemán con muchos años de trabajo en la Cepal en Chile y ahora profesor en la Universidad de California y asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Daniel Hopenhayn le hace una magistral entrevista, modelo de cómo acercarse a un experto para informar, educar e iluminar a lectores interesados en el uso y abuso de la tecnología para el control social y el éxito político. No es usual que una entrevista de tema más que de personaje gane un premio como este. Al comenzar la lectura, el público no sabrá quién es Hilbert. Al final, habrá entendido por qué era importante escuchar su voz: explica con conocimiento, rigor y capacidad para traducir complejas ideas científicas al lenguaje cotidiano. Y lo hace desde la independencia, que le permite analizar y criticar por igual las estrategias de comunicación y uso de Big Data de Barack Obama y de Donald Trump.

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13 de julio de 2018
Blogs de autor

La soledad del penal

 

Pase en profundidad

Los jugadores que entran a la cancha,

tocan el ardiente grass y se persignan

¿esperan el favor de Dios en el partido?

Rinden su paso al azar pero compiten

por un orden mayor que los elija.

Esa idea del orden presupone la mirada

del Dios creador del hombre y del fútbol,

en cuyos planes fallamos el penal.

Salvo que Dios no sude la camiseta

y ruede sin control del área chica

ante una imposible bola dividida.

¿O habrá preferido, oh Inconstante,

jugar la final y decidir el score?

Estaría el pobre jugador a punto

de ser expulsado por un árbitro

argentino. Y pregunto yo, ¿no está

todo futbolista librado al fútbol?

Te repite el juego, pero el match es tuyo.

 

El dueño de la pelota

 

Fui el dueño de la pelota.Los muchachos del barrio me toleraban en el equipo, aunque fuese de volante retrasado. 

Esa tarde, me llegó una pelota rebotada y sin mirar al arco enemigo lancé un centro bombeado que se elevó con gracia; hizo una curva profunda, y descendió limpiamente en medio de la incredulidad de los jugadores, que habían quedado inmóviles siguiendo la parábola de esa bola cierta. 

El hirsuto defensa central del equipo rival, que reunía a los hijos de los pescadores, con quienes habíamos jugado a guerras de trinchera y ahora nos disputábamos la playa, rechazó con toda su fuerza, y el juego se reanudó contra su madre.  

Animado por mi hazaña, corrí reclamando en voz alta la bola. Hasta que Perico, nuestro capitán, se detuvo al centro, y me la pasó con una advertencia:

          - Ahora es tuya.

Arranqué a correr por el flanco derecho, como si estuviera solo. Un rival me alcanzó pronto y estuvo a punto de sacarme la bola entre codazos, pero con la cabeza gacha enfilé hacia el arco. Trababa de frenar para asegurar el centro pero la misma velocidad del impulso me lo impedía. Tenía que patear, lo sabía, pero cuando por fin logré hacerlo, perdí pie, pifié la bola,  rodé. Me levanté, solitario; el partido seguía sin mi. 

Perico con uno de los rivales se excusó:

            -Es el dueño de la pelota.

Pero más difícil era terminar el partido. Yo aguardaba a que se encendiesen las luces de la tarde en torno a ese terreno baldío y dominguero. Gritaría que ya era hora, que mejor acabamos, sabiendo que ambos equipos cargarían contra mí.

El partido empezaba a las tres de la tarde y con algunas pausas terminaba después de las seis. Unos jugadores se marchaban, otros ingresaban a su antojo, y un juego que arrancaba con seis o siete por equipo crecía y decrecía sin número fijo.

Yo empezaba a anunciar el final poco antes de las seis. Pero justo entonces el fervor de ganar enfervecía a los rivales. Me hubiera contentado con un agonizante empate peruano,  pero Perico se enardecía y casi siempre decidía el score en el último cuarto de hora, rodeado de una nube de polvo épico.

Por fin,  yo recogía la pelota, en medio de la rechifla de los vencidos. Y me la llevaba bajo el brazo, roja y ardiente, a cargo de un mundo redondo y ajeno.

 

 Gabo y su película sobre el futbol

Volví a Austin para visitar a Gabo en su archivo. La primera impresión es abrumadora: cuánto ha corregido, mucho más de lo que ha escrito. Y qué trama de orígenes discursivos tienen sus obras mayores: miles de notas en torno a una nota. Está por estudiarse ese origen de García Márquez, más intrigante que su nacimiento colombiano. Construyó  un archivo para cada obra, que proviene de las versiones y disputas de las sagas orales que son actas del origen. 

De esa papelería fantástica, viene a cuento ahora una brevísima nota, que no llegué a copiar (el protocolo es laborioso, como debe ser) pero que recuerdo o creo recordar. Se trata de una nota de cinco líneas, que es el esbozo para un película dedicada al partido de fútbol más perfecto. Esta idea para un film sobre un partido de fútbol aun por jugarse, sigue, como es claro, la fe en la epifanía o instante de tiempo que cuaja en su exaltación. Desde “El ahogado más hermoso del mundo,” hasta Remedios, la bella, estas figuras de tiempo cristalizado como único y feraz, son emblemas vivos de la épica popular de García Márquez.

Su idea es filmar un partido de fútbol de ficción, pero en su tiempo real de 90 minutos, entre dos equipos formados por los veintidos jugadores mejores del mundo. También los árbitros lo serían, así como el estadio de grass celeste y verde. Y en la plácida tarde la luz bañaría a todos los actores en el espectáculo más celebrado ese domingo universal. 

La selección del equipo latinoamericano, capaz de enfrentarse a las selecciones de Europa, Africa, Asia y Resto del Mundo (creo leer en mi letra apremiada) sería hecha por la ONG  del fútbol y el cine. 

Este sería, en verdad, el partido de fútbol más hermoso del mundo.

  

 

            

 

  

 

  

                

       

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13 de julio de 2018
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El Boomeran(g)
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