Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Padres e hijos

El pasado verano, JA me contó una historia espeluznante. Hacía muchos años que no visitaba el pueblo de sus padres y decidió regresar para constatar los cambios del último decenio. Allí encontró viejos amigos y lo celebraron y hablaron de los tiempos del Instituto. Eran entonces muy fanáticos, admiraban a gente criminal y odiaban a la policía, paradoja que han tardado en resolver. Uno de la peña recordó que el hijo de un guardia civil cursaba con ellos en la misma aula y que se habían dedicado en cuerpo y alma a hacerle la vida imposible. “Pero el chaval aguantó, nunca se quejó, ni se chivó, debía de ser un tipo cabal”. En ese instante JA, que siempre ha sido un impulsivo, decidió ir a buscarle para pedir perdón. Los otros se disgustaron, no creían que mereciera la pena, ¿y cómo vas a encontrarlo?, han pasado tantos años, vete tú a saber... JA se mostró inflexible. No le costó localizarlo, venía en la guía de teléfonos, y con absoluta imprudencia se presentó en su casa. Le recibió él en persona y se reconocieron de inmediato. El antiguo escolar era ahora un hombre alto y fornido que le miraba desconcertado por encima de unas gafas de leer. Cuando por fin se sentaron a solas en el despacho, JA le soltó a bocajarro el motivo de su visita: venía a pedir perdón por todas las perrerías que le habían hecho cuando eran críos y que estaba arrepentido de corazón. “Éramos unos miserables, pero no lo sabíamos”, dijo. El hombre se emocionó. “Es la primera vez que alguien de aquí me habla de este modo”, dijo. Y añadió que lo habían pasado mal, pero que su padre no había querido irse del pueblo porque allí servía para algo. Había mucha gente en peligro. Mi amigo también se había emocionado y le rogó, tartamudeando, que repitiera sus palabras, por favor, a su padre, que lo sentía mucho, de corazón. El hombre respondió en voz baja y como excusándose. “No, no. Lo mataron hace seis años”. Estuvieron un buen rato sin hablar, llenando y vaciando los vasos.

Leer más
profile avatar
17 de enero de 2006
Blogs de autor

La mirada de Oriente

La exposición “Occidente visto desde Oriente” podría llamarse más exactamente “Europa vista por los árabes”. Las imágenes que reúne –fotos, pinturas, libros ilustrados- representan diez siglos de contacto entre ambas civilizaciones. Algunas de esas imágenes, que ahora están expuestas en Valencia, son sorprendentes: un antiguo libro muestra un dibujo de Jesucristo admirando el cadáver de un perro. El Mesías cristiano y sus discípulos aparecen vestidos como colonizadores portugueses. Un grabado de principios del siglo XX ilustra ya entonces la discusión entre partidarios y opositores al velo de las mujeres. Una fotógrafa iraní representa a Occidente con una serie sobre mujeres censuradas. Como manda la ley de prensa de ese país, las piernas y brazos femeninos descubiertos se tachan con rotulador negro. Pero para mí, lo más interesante son las salas de video. No los videos artísticos sino los de televisión. Uno de ellos es un reportaje emitido por una cadena emiratí. El periodista selecciona a varios americanos y les muestra un grupo de fotografías de árabes. A continuación, les pide que “descubran” quiénes son terroristas en esas imágenes. Una de las encuestadas responde al estereotipo “rubia tonta”. Ella encuentra terroristas en todas las fotos. A los niños los considera “futuros terroristas”. A los ancianos los considera “terroristas jubilados”. A los barbudos los da por terroristas sin duda. Pero también a los lampiños con cejas gruesas. Para esa chica, que perfectamente podría formar parte del Ejército americano, son sospechosos todos. Pero hay otra que tiene un aire más ilustrado y una insobornable cara de demócrata. Ella, según dice, no ve “terror, sino una profunda tristeza” en cada uno de los personajes de esas fotos. Le parecen llenos de “humanidad y sabiduría oriental”. Hay uno que posa con una espada y un cadáver, pero ni siquiera ése le parece violento. Al contrario, le parece un hombre que posee una aguda filosofía sobre la muerte. Para bien o para mal, ninguna de las dos mujeres ve seres humanos en esas fotos. Cada una ve sólo lo que ya sabía que iba a ver. Sus prejuicios se alzan ante sus ojos, pero ni siquiera como un filtro, sino como un muro. Otras salas muestran ejemplos de lo mismo pero al revés: hay un video de propaganda a favor de Al Qaeda que insulta a los occidentales en clave de rap. Y un spot libanés sobre las torturas de Abu Ghraib que toma imágenes de La Pasión de Mel Gibson. Nuestra mirada nunca es pura. En los albores del siglo XXI, vemos el mundo a través de un vitral diseñado con colores de ambas culturas, y de muchas más. Pero es curioso cómo sólo vemos lo que nos han dicho que veamos. La exposición “Occidente visto desde Oriente” es una excelente muestra no sólo de las relaciones entre dos culturas, sino de la compleja interacción entre cultura y política.

Leer más
profile avatar
17 de enero de 2006
Blogs de autor

Promesas, promesas

Poco tiempo atrás, Javier Cercas reflejó en el dominical de El País la polémica que el historiador Gotz Aly desencadenó en Alemania con su libro El Estado popular de Hitler: robo, guerra racial y socialismo nacional. Según Aly (esto es, según Cercas cuenta de Aly), la explicación al hecho de que tantos alemanes hayan sucumbido a la retórica enajenada del nazismo no radica tanto en los argumentos habituales (la humillante experiencia de la Primera Guerra y de su corolario en Versalles, la crisis económica, el aparato propagandístico), sino en las ventajas económicas que el régimen distribuyó. Tal como lo refiere Cercas, “los alemanes fueron sometidos a una suerte de soborno masivo: a cambio de su colaboración con el régimen… obtuvieron abundantes beneficios sociales y económicos, resultado del expolio sistemático e indiscriminado del patrimonio de los judíos asesinados y del de los países ocupados por la Wehrmacht”. Me resultó inevitable asociar esta tesis al proceso que la Argentina vivió durante los años de la dictadura. Más allá de las peculiaridades de cada caso, es indiscutible que la Alemania nazi y la Argentina dictatorial tienen múltiples puntos de coincidencia. Así como lo hicieron en su momento millones de alemanes, una parte vital de la sociedad argentina (vital por su número, y por su rol dentro del contexto social) toleró en silencio el exterminio de decenas de miles de compatriotas, con excusas que recorrían el breve espinel que iba del algo habrán hecho al yo no sabía nada. Sería tranquilizador encontrar datos que permitiesen aplicar la tesis de Aly a la experiencia argentina, poniendo en negro sobre blanco los beneficios económicos que obtuvo la clase media en ese tiempo. Pero no los tengo a mano ni creo que existan. En el terreno económico, los militares garantizaron a los poderes establecidos y a la clase dirigente tradicional que iban a poder seguir robando igual que siempre. El único soborno que la numerosísima clase media de entonces obtuvo fue una promesa, la de conservar sus simples privilegios: la gente se conformó con saber que no llegaría la tan temida dictadura del proletariado, y que en consecuencia nadie expropiaría sus casas ni autos ni sus negocios. Treinta años después, lo que equivale a decir al cabo de treinta años de aplicación del mismo plan económico que inició la dictadura con el ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz, los restos de la clase media argentina deberían entender hoy que colaboraron con el régimen y aun así salieron trasquilados: lo perdieron todo o casi todo, y los fantasmas de los desaparecidos no dejan de acosarlos. Sólo que, a diferencia del fantasma del rey Hamlet, estos espectros no reclaman venganza, sino apenas justicia. La clase media argentina (¿sería más apropiado decir la ex clase media?) está muy lejos aun de asumir su rol cómplice en aquellos tiempos, y por ende de formular su mea culpa. Treinta años debería ser tiempo más que suficiente para ganar perspectiva. A esta altura debería estar claro que la única forma de avanzar en la vida es aprendiendo de los errores propios y ajenos, pero existen millones de argentinos que prefieren seguir aferrados a sus mecanismos de negación como a un salvavidas de plomo.

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2006
Blogs de autor

Un hombre

Es todo un carácter. Habla pausadamente, da profundas caladas al cigarrillo, sólo se interrumpe para sorber un poco de whisky. Las dos mujeres que nos acompañan le escuchan con indisimulado respeto. “Era una pareja del norte, daneses, si no me equivoco, padre e hija, y estaban haciendo fotos sobre las rocas en la playa del Orzán, en La Coruña. Querían un recuerdo del temporal. Desde luego que no lo olvidarán. Una ola de cuatro metros se los llevó al agua. El padre trató de agarrarse a las rocas nadando frenéticamente. Mala cosa”. Se interrumpe en momentos bien elegidos y aprovecha para dar una calada al pitillo, quitarse una brizna de tabaco de la boca y sorber un poco de whisky. “Es lo peor que puedes hacer y lo que hace todo el mundo. Las olas le golpeaban una y otra vez contra las rocas como si fuera un corcho, hasta que otra más fuerte le partió el cráneo”. Vuelve a sorber su whisky y a quitarse una brizna de tabaco con el índice. “La hija conservó la sangre fría y en lugar de ir hacia las rocas, se internó mar adentro. Nadó despacio para no perder fuerzas, ni se quitó los zapatos, se dejó flotar, eso es lo que hizo, ahorrar energía y calor”. Otro trago, otra calada, otra hebra. “Al cabo de un cuarto de hora la recogimos con la zodiac, estaba medio congelada, al borde del colapso, pero viva”. Ha mantenido los ojos bajos durante todo el relato y ahora levanta la cabeza y mira fijamente a Diana. “Piénsalo. A veces lo que te parece más seguro es lo que te va a costar la vida. Hay ocasiones en que lo único seguro es el riesgo. Donde crece el peligro también crece la salvación”. Sin dejar de mirar a Diana, se quita otra brizna de tabaco de la lengua. “!Ah, vaya!”, dice Diana, azorada. En ese momento caigo en la cuenta de que el tipo está fumando cigarrillos con filtro.

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2006
Blogs de autor

Las luces y los penes

Durante mi visita a Valencia, una señora –ya mayor ella- me recomienda el museo de San Pío V. Dice que tiene una excelente colección de pinturas antiguas. Como tengo poco tiempo, opto por el Museo de Arte Moderno. Al saberlo, ella frunce el ceño. No le gusta el Arte Moderno. Dice que no entiende las obras ahí expuestas. En cambio, le gustan las clásicas, porque las comprende. Le muestran cómo era el mundo antiguo, le muestran figuras de cosas reales. Cuando finalmente voy al Instituto Valenciano de Arte Moderno, encuentro dos exposiciones que con seguridad no le gustarán. La primera de ellas, de Miquel Navarro, muestra casi trescientas piezas de los últimos cuarenta años. Algunas son instalaciones compuestas por miles de piezas de madera que reproducen ciudades fantasmales, como grandes viñetas de ciencia ficción. Muchas otras están dedicadas a la luna, constante fuente de fascinación para este artista. El otro motivo obsesivo de su obra es el falo. En las esculturas y pinturas de Navarro, el falo se convierte en arma de combate, en eje de diseño urbano, en puente, en templo, en fuente. Sus personajes empuñan penes, los idolatran, los recorren. Algunos de ellos son sólo grandes penes con brazos. La obra de Navarro es un juego con la masculinidad como principio ordenador de la realidad, una diversión simpática, perversa y a menudo chocante. El otro artista expuesto es el diseñador Ingo Maurer. Así como un ebanista trabaja con madera y un pintor con los colores, la materia prima de Maurer es la luz. Maurer convierte la lámpara en una obra de arte. Sus sistemas de iluminación adquieren la forma de vajillas estallando, de vías lácteas, de corazones con patas de gallina. Sus lámparas colgantes tienen forma de gigantescas cúpulas monócromas invertidas, bajo las cuales uno se siente absorbido por el color. Con seguridad, mi amable señora no comprendería las luces y los penes que copan las exposiciones de Navarro y Maurer. Pero es que hay poco que comprender. No tratan de representar una realidad material o trascendente, como las pinturas del siglo XIX o el arte sacro. En realidad, el arte moderno no reproduce objetos, los crea. Maurer y Navarro generan atmósferas nuevas, cosas sorprendentes, imágenes inéditas para un mundo que ya tenemos demasiado visto. Y al hacerlo desafían los límites de la realidad, se imponen ante las estrechas posibilidades de lo existente. No es una casualidad que este concepto de arte haya nacido con las vanguardias del siglo XX, aparejado con otra cosa que a la señora no le gusta nada: las utopías políticas. Estas planteaban que el hombre podía concebir y crear un mundo mejor. Aquellas proponían que el mundo iba más allá de lo que nos mostraban nuestros sentidos. La insatisfacción ante la insuficiencia de la realidad produjo estas revoluciones en el arte y la política: las dos grandes herencias de un siglo en que el hombre jugó a ser Dios.

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2006
Blogs de autor

¿Qué leen los franceses?

El suplemento literario del diario “Le Figaro” publica la lista de los diez novelistas que más libros vendieron en el año 2005. Es un trabajo serio, hecho con una muestra amplia que incluye a todas las redes de distribución y tanto a los libros de bolsillo como de tapa dura. El resultado tiene que sorprender a los amantes de la literatura francesa que la siguen desde fuera a través de los medios de comunicación.

Solo cuatro escritores vendieron más de un millón de ejemplares: Marc Levy (2,3 millones), Bernard Werber (1,2), Amélie Nothomb (1) y Anna Gavalada (1). Los críticos en los periódicos y revistas tratan sólo a Nothomb de escritora. Como es belga, podemos decir que no hay un escritor reconocido en Francia que venda más de un millón de libros al año. Levy escribe historias fantásticas (ha vendido un libro a Spielberg para su adaptación al cine), Werber mezcla investigaciones sobre crímenes con metafísica y Gavalda escribe historias de amor con un tono, una música como se dice en Francia, que apunta al mercado femenino.

Después vienen Fed Vargas (0,5), Christian Jacq (0,5); Christian Signol (0,4), Eric Schmitt (0,4), Michel Houellebecq (0,4) y Max Chattam (0,35). Otra vez, la critica solo reconoce a uno de ellos como escritor: Houellebecq, el gran perdedor de la temporada, pues se le escapó el premio Goncourt. Vargas y Chattam escriben novelas policíacas clásicas. Jacq se mantiene en la Egipcia antigua que vende en el mundo entero a través de traducciones. Intenta ampliar su mercado al publicar un libro sobre Mozart, lo que hizo también Schmitt, que escribe de manera regular para el teatro y ubica sus novelas alrededor de temas muy variados (Cristo, Hitler, intelectuales franceses del siglo XVIII, etc.). Signol es el sobreviviente de un género que fue muy poderoso: la novela del campo, con fuerte presencia de la naturaleza y una visión ligeramente cósmica de la vida en un pueblo o una finca.

Lo que comparten estos diez escritores es muy obvio: no hay ni uno que hable de Francia hoy en día o que se atreva a pintar un contexto francés para desplegar sus personajes. En un país que se obsesiona con su decadencia, esto se llama temor al espejo.

Leer más
profile avatar
13 de enero de 2006
Blogs de autor

El escritor chapucero, la alegoría y el ropero

Detesté con toda mi alma la versión fílmica de Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero. En realidad la culpa no es tanto de la película, que no deja de ser otra extravagancia de efectos especiales de las que abundan desde el éxito de El señor de los anillos, sino del relato original de C. S. Lewis. Comparto por completo la opinión del profesor J. R. R. Tolkien sobre la fantasía de su viejo amigo: se trata de una alegoría chapucera, que subestima a su público –empezando por los niños. Mucha gente (tanto artistas como público) supone que el género de la fantasía habilita al relator a recurrir a cualquier elemento que le venga a la mente, por disparatado que parezca. ¿Qué sentido tiene meterse a crear un relato fantástico, si uno no va a poner a prueba los límites de su imaginación? Pero con Narnia Lewis pasó por alto que un relato debe ser consistente con las reglas del juego que propone, y muy especialmente en el caso de un relato con elementos fantásticos. Cuanto más alocada la creación, más necesario el rigor del narrador. El universo debe evidenciar una lógica interna extrema para que el relato funcione como debe e imponga su verosimilitud aun cuando esté lleno de magia blanca, negra o mixta. Por eso narraciones como El señor de los anillos funcionan con tanta efectividad. Tolkien llegó al extremo de imaginar un background histórico y religioso apenas insinuado en el libro, creó varias lenguas que otorgan coherencia hasta a la confección de los nombres y recurrió a criaturas fantásticas de la mitología nórdica, como puede atestiguar cualquier estudioso del tema. Del mismo modo funcionan Matrix (la película original), Blade Runner y Metrópolis, por mencionar tan sólo ejemplos clásicos: estos relatos exponen un universo peculiar y respetan su lógica interna a rajatabla. Lewis, en cambio, parece haber improvisado sobre la marcha, recurriendo a cualquier elemento que le hiciese falta en el momento en que se le presentaba un brete. Castores y lobos que hablan, minotauros, grifos, cíclopes: todo vale en el gran guiso de Narnia. ¿Cómo salen los niños Pevensie de este peligro? A ver, déjenme pensar: ¿por qué no hacer que aparezca Santa Claus? Y ya que Santa Claus trae regalos, ¿por qué no aprovechar para que le entregue a los Pevensie sus armas? ¿Papá Noel regalando armas? ¿Qué nos queda para después: el rey mago Baltasar llamando a la jihad? El león, la bruja y el ropero carece de sentido como relato único, no tiene ni pies ni cabeza. Puede, eso sí, ser considerado un antecedente de la lógica de los videogames, en tanto hila una serie de peligros cuya superación significa el paso a otro nivel que no tiene nada que ver con el anterior, hasta llegar a una batalla final tan grande como innecesaria. Ojalá aparezca pronto una película con elementos fantásticos que tenga sentido (¿V for Vendetta, tal vez: la adaptación de la historieta de Alan Moore?), antes que los productores de cine confundan la parte con el todo y concluyan que la fantasía es necesariamente una pavada, el sucedáneo actual de las películas de Stallone y Schwarzenegger en los 80.

Leer más
profile avatar
13 de enero de 2006
Blogs de autor

La extraña pareja

Me llena de satisfacción que cada día más gente lea y estudie los libros de Hannah Arendt, reeditados y traducidos sin descanso, y cada día menos gente lea y estudie a sus famosos contemporáneos alemanes. Todos tenemos manías. La mía es esa. Una de ellas. La independencia que siempre demostró, le valió ser odiada simultáneamente por los antisemitas y por los judíos fundamentalistas. Una proeza en aquellos tiempos maniqueos en los que todos los intelectuales corrían a protegerse bajo un paraguas u otro. No tenía pelos en la lengua. Si siempre me ha inspirado una simpatía inmediata, ahora esa simpatía se ve multiplicada tras leer su correspondencia con Heinrich Blücher, compañero de la filósofa desde 1936 hasta su muerte en 1970. Emocionante demostración de que treinta años de matrimonio no tienen por qué ser un peñazo. Ya sé que es raro, pero también pueden ser una larguísima conspiración entre secuaces. En sus cartas se les adivina riendo constantemente con malicia de bachilleres, como esa pareja que siempre acababa siendo expulsada de la clase. Ambos compartían una desconfianza colosal hacia la psicología y la sociología porque según ellos habían sido incapaces de decir nada inteligente sobre el totalitarismo y porque en tanto que ciencias eran inútiles para entender la libertad humana, asunto que Arendt trató con intensa bravura. En su correspondencia se burlan una y otra vez del Instituto que los frankfurterianos se habían llevado a los EEUU y al que tienen por uno de los fraudes más grandes del universo, después de Freud. Pero hay una frase inusitada sobre Horkheimer y Adorno que paso a copiar literalmente por si alguien desea usarla en alguna tesis doctoral: Adorno y Horkheimer, “that pack of bastards”. Una gran dama.

Leer más
profile avatar
13 de enero de 2006
Blogs de autor

Demasiada maldad

La última película del realizador brasileño Fernando Meirelles tiene razones de peso para interesar a los espectadores: el libreto es una adaptación de John Le Carré, el protagonista es el siempre elegante Ralph Fiennes, las locaciones son espectaculares escenarios naturales africanos, el tema de los abusos de las corporaciones farmacéuticas es atrayente y el género de suspenso conspirativo siempre da de sí. Y sin embargo, siento cierta incomodidad al abandonar el cine, una vaga decepción. Tal cosa no se debe, por supuesto, a que el equipo arriba enumerado carezca de calidad. De hecho, la cámara de Meirelles consigue ser virtuosa sin distraer de la historia, y todo tiene la armonía estética de una producción cuidada al detalle. No. Lo que ocurre, creo, es que no me creo la historia. No me malinterpreten. Sin duda las corporaciones farmacéuticas no se caracterizan por la dulzura de sus métodos. Pero es que en esta película, el jefe de la corporación es un canalla de modales perrunos y vocabulario soez, aliado con un canciller inglés que escribe cartas llamando “ramera” a una activista y “negro” a un africano, cuyo subordinado es un corrupto traidor ansioso por acostarse con la activista. Pero como si fuera poco, esta gran conspiración, en la que capitales suizos vinculan a matones en Alemania, sicarios en Kenia y diplomáticos en Inglaterra, es descubierta por una veinteañera impulsiva con un acceso a Internet de banda ancha. La anterior película de Meirelles, Ciudad de Dios, denunciaba la miseria material y moral de las favelas con un despliegue de talento técnico inusual en el cine social. Y resultaba estremecedora, porque todos los personajes oscilaban en el delicado equilibrio entre víctimas y victimarios. Así, la historia llegaba a donde el reportaje no alcanza. El caso contrario es el documental La pesadilla de Darwin: es tan brutal que sería inverosímil en la ficción. La fuerza de su denuncia radica en que es real, y va más allá de lo imaginable. Pero ¿Qué es lo que uno denuncia cuando dibuja una caricatura? En vez de mostrarla, la desbocada maquinaria del mal de Meirelles encubre la verdadera naturaleza de los problemas sociales. Su retrato de un montón de burócratas blancos sobándose las manos y pensando en lo rentable que les va a resultar el exterminio de inocentes (Ñaca ñaca, juar juar) es simplista, maniqueo y manipulador. En una de las escenas, un testigo describe el informe de la activista como “un montón de conjeturas inspiradas”. Ésa es la mejor descripción de la última entrega de Fernando Meirelles.

Leer más
profile avatar
13 de enero de 2006
Blogs de autor

Rodolfo, el que se iba

Me emocionó un artículo que Lilia Ferreyra publicó el lunes en el diario Página 12. Lilia fue compañera del escritor Rodolfo Walsh durante los últimos años de su vida, que culminaron el 25 de marzo de 1977, cuando Walsh cayó en una emboscada y fue asesinado por un grupo de tareas de la Armada. En su texto Lilia recuerda haber viajado a España en 1982 desde su exilio mexicano, ocasión en la que conoció a Martín Grass, uno de los sobrevivientes de la ESMA. Grass fue uno de los pocos que vio el cadáver de Walsh: estaba tirado en el suelo como un trapo, sobre el cemento frío del campo de concentración. Según Lilia refiere, dice Grass que había visto otros cadáveres pero ninguno con tantos disparos: tenía el pecho “cortado por una diagonal de impactos”. Respecto del destino de su cuerpo, la tesis de Grass no deja lugar a dudas: no cree que lo hubiesen arrojado al río, sino más bien incinerado durante una práctica de lo que los verdugos, con cinismo sin par, solían denominar “un asadito”. Pero lo que más me emocionó fue otra cosa. Dice Lilia que Grass leyó parte de los textos de Walsh, que los secuestradores se habían llevado de su casa del Tigre, como ya narramos hace algunas semanas en este blog. El recuerdo de Grass era vago en general, pero sí recordaba haber leído el último cuento de Walsh, Juan se iba por el río. Lilia dijo de memoria las primeras líneas, y Grass la interrumpió para continuar el relato. “Yo leí ese cuento,” dice Lilia que Grass le dijo aquella madrugada madrileña, “lo leí allí, en la ESMA”. Juan se iba por el río fue lo que quedó del proyecto de una novela que Walsh decidió, o quizás entendió que no lograría, escribir. Según Lilia, es la historia “del argentino derrotado del siglo XIX, del último argentino antes de las grandes inmigraciones”. Un hombre simple que fue arrastrado de guerra en guerra, participando en batallas que le eran por completo ajenas, hasta que al final de su vida contempla el río, soñando con llegar del otro lado del Plata, y decide cruzar el lecho seco a caballo. Según Lilia, cuando Walsh le leyó el párrafo final (porque Walsh era de los que leía sus textos a aquellos oídos en los que confiaba), ella le preguntó si Juan llegaba al otro lado del río. “No sabemos,” dice Lilia que Walsh dijo, así, en la primera del plural, como si hubiese sido testigo de la vida de Juan en compañía de otras presencias innombradas. La indefinición de la forma verbal resulta apropiada. Juan no se fue, se iba, la acción seguía y sigue abierta. Walsh tampoco se fue, Walsh se iba. Nos gustaría saber dónde está ahora, al menos lo que queda de él. Pero no sabemos.

…………………

Este lunes que pasó habría cumplido 79 años.

Leer más
profile avatar
12 de enero de 2006
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.