Al levantarme, leo la declaración del escultor Richard Serra. Aporta su apoyo a la dirección del museo Reina Sofía de Madrid que no sabe cómo explicar la pérdida de una obra suya. Se titula Equal-Parallel / Guernica-Bengasi, es de acero, pesa 38 toneladas y no se sabe nada de ella desde 1992.
Claro que la obra fue depositada en una almacén fuera del museo, que los responsables, tanto en el museo como en el Ministerio de Cultura cambiaron varias veces, que no se puede culpabilizar a una persona de manera específica, pero no se borra el dato inicial: un elefante de obra desapareció sin dejar ni una huella. ¿Fue fundida? Puede ser. Es bastante difícil esconder una obra como esta y conociendo el precio de las materias primas hay una especie de lógica económica en este proceso.
La policía del condado de Hartfordshire en Inglaterra tiene el mismo temor con relación a una escultura de Henry Moore. Titulada “Reclining figure” fue robada el jueves 15 de diciembre del 2005, en la fundación dedicada al artista, en el pueblo de Perry Green. No hay duda de que fue un robo. Varios testigos vieron pasar la obra de noche, en un camión. Pesa dos toneladas. Es de bronce. Lo que hace pensar que se puede vender por 7.500 euros como metal fundido.
Con toda franqueza, historias como estas me ponen un poco feliz. Me siento avergonzado de reconocerlo, sí, soy un poco feliz, pues la literatura tiene tantas historias de manuscritos perdidos o quemados que es un alivio comprobar que los escritores no son los únicos que viven tragedias. Por mi parte, todavía deploro el robo de una maleta en una estación parisiense del ferrocarril en 1922. Hadley Hemingway iba para suiza a encontrarse con su marido y, con la idea de darle una sorpresa, se llevó todos sus manuscritos, incluyendo las copias con papel de carbón. Había cuentos inéditos y el principio de una novela. Todo esto producto del joven Hemingway, el mejor.
No soy el único que lamenta este robo. Un alemán nacido en 1948, es decir un cuarto de siglo después de ese crimen en contra de la literatura, escribió una novela sobre la maldita maleta. Leí la traducción inglesa Papa’s suitcase. Era emocionante y mala pero, por lo menos, después de leerla supe que alguien como yo daba cada día el pésame por la muerte de una obra de papel.
