Jean-François Fogel
El 14 de noviembre de 1916, cerca de Beaumont-Hamel, en Francia, el soldado británico Hector Hugh Munro se enfadó por un cigarrillo. “Put that damned cigarette out” (apagad ese cigarrillo) han sido las ultimas palabras del autor de cuentos, conocido bajo el seudónimo de Saki. Unos instantes después, la caída de un obús puso fin a la vida de un artista cuya obra se reedita de manera regular. Esta vez, la editorial Alpha Decay de Barcelona lo hace en grande, con la publicación de sus Cuentos completos, es decir la traducción al español del volumen que la colección Penguin propone en inglés con un diablo, a la vez macho cabrío y hombre, en su portada.
Saki sirve para todos y vale la pena estudiarle a fondo. Técnicamente se compara a Somerset Maugham: la estructura de sus cuentos es de primera. Por la procedencia de su extraña identidad se parece a Rudyard Kipling, como él, nació en el imperio y trabajó allá (en su caso, en la policía de Birmania). Sus cuentos tienen un sabor específico, con un olor que está entre el del sillón Chesterfield donde se lee el Times y el de la presencia de animales en el vecindario de una casa de campo. No llegó a dar a sus animales la posibilidad de ser conscientes pero, por lo menos, les entrega un protagonismo fuera de lo normal. La madre de Saki murió en un accidente estúpido, y su recuerdo se nota en muchos cuentos cuyo fundamento es único: no hay que creer en la existencia de seres inofensivos.
En realidad, Saki es el único autor que corresponde a la figura pública del actor norteamericano WC Fields: odia a los niños y tampoco le gustan los animales. Para él, puercos, bueyes, perros domésticos son enemigos que merecen ser tratados como tal. Y cuando se trata de los niños, no duda en un retrato estable de la mala raza: son mentirosos, dedicados al chantaje, corruptos, disimulados, rencorosos. No voy a decir nada de las mujeres, pues para Saki son peores que los animales y los niños.
Saki es una humanista que no soporta nada, ni el más mínimo cigarrillo. Le encanta poner a Reginald y Clovis, los héroes más frecuentes en sus cuentos, en una posición difícil o humillante. ¿No respeta nada? Por lo menos le gustaba la poesía de Omar Khayam: robó su seudónimo en el Rubayat. Saki es proveedor de bebidas exquisitas, tal como HH Munro, hoy, es un proveedor insuperable de cuentos irónicos. Por primera vez entra con todos sus cuentos en el universo castellanohablante. Es una gran noticia. Bienvenido Sr. Saki, sabremos reconocer en sus desprecios la gran carga del humorista en contra de la vida que tenemos, entre niños, mujeres y animales.