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Compre una bomba atómica

¿Está usted cansado de presidir un país pobre sin voz en ninguna instancia internacional? ¿Harto de ser vapuleado e ignorado por los líderes más poderosos? ¿O quizá simplemente ansioso de mostrarles a esos líderes y a sus compatriotas lo macho que es y lo fuerte que grita? Tenemos la solución para presidentes como usted: una bomba atómica.

¿Lo duda? Remitámonos a las pruebas. Al final de la guerra fría, resultó que los soviéticos no tenían sistemas de radar ni para detectar una avioneta alemana. Pero nadie los atacó, porque vaya a saber luego cómo responden. Hasta hace unos años, Irán no tenía ni embajada de EE. UU., y ahora es el eje de la política internacional del imperio. Y Corea del Norte… por favor, en Corea del Norte no hay ni siquiera luz eléctrica. Y ahí está Kim Jong Il, con su peinado afro eléctrico y sus lentes a lo Elton John, tiene a Bush suplicándole que se siente en una mesa a su lado y el de China. Ya quisieran eso países como Brasil o Argentina, aunque ahora que recuerdo, ellos ya negociaron sus programas nucleares. Más o menos, la cosa es así: si no tienes un programa nuclear, eres una piltrafa geoestratégica.

Construir la bomba es caro y complicado, además de lento. Pero no se preocupe: tampoco hace falta que tenga usted un arsenal listo para empezar a negociar. Hay alternativas interesantes que le permitirán ganar tiempo para ir ahorrando para terminar de pagar las letras de su cabeza nuclear o su lanzadera. A continuación le presentamos algunas de ellas para que escoja la que mejor se adapte a su bolsillo:

1. ¿La tengo o no la tengo? Esta opción es llamada también “la israelita”. Consiste en que usted nunca admite que tiene armamento nuclear pero todo el mundo lo sabe. Los periódicos hablan de la proliferación nuclear en la región y dicen: “Israel también cuenta con estas armas, aunque lo niega”. El encanto de esta idea es que nadie sabe cuántas tiene, ni en qué estado están, pero nadie quiere ser el primero en saberlo.

2. A que no me atacas. Este es un programa pujante y viril cuyos mejores representantes son los iraníes. Dicen que no quieren la bomba, y carecen de infraestructura para construirla –de momento-, pero cada día están más cerca. EE. UU. los odia profundamente, pero tras el desastre de Irak no puede invadirlos. Así que el presidente Ahmadineyad se pasa la vida gritando: “a ver, invádeme ¿no eras muy hombre? ¡Quiero verlo!”. Es como tocarle las narices a un ogro amarrado a un árbol.   
   
3. Por favor, atácame. Esta es la alternativa coreana, y en España se le conoce como “plan pulga cojonera”. Consiste en que, mientras EE. UU. invade un país por tener armas de destrucción masiva, uno le dice “yo también tengo armas de destrucción masiva ¡atácame!”. Luego resulta que el primero no las tenía, y entonces hay que repetir “¡Yo sí tengo armas de destrucción masiva!”. Al final, cuando parece que EE. UU. se olvida de uno, hay que usar las armas, aunque sea bajo tierra. Dos semanas después, están listos para negociar.

Así que ya lo sabe. No es obligatorio tener el arma para hacer rentable la inversión. Sólo necesita una planta nuclear que, a este paso, le saldrá más barata que comprar gasolina. Piénselo bien. Piense en su futuro, y en el futuro de los suyos. En Asia ya todos los hogares tienen bombas ¿Va usted a quedarse atrás?

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3 de noviembre de 2006
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EL PUEBLO QUE PASA

Me parece que es Ortega quien dice que en España no han sido nunca los líderes u hombres insignes quienes han protagonizado nuestra historia sino el pueblo llano. El pueblo que conquista América, el pueblo que se alza contra la invasión francesa o el pueblo que decide la llegada de la segunda República. También es el pueblo quien determina la dirección de este país mientras los políticos ponen rumbo hacia otra –o ninguna- parte.

La actualidad es un refrendo de esta teoría orteguiana. Los representantes de cada partido claman o braman, las banderías autonómicas dividen a unos y otros, los directores de periódicos bogan hacia una u otra radicalidad, mientras el gentío hace su vida de espaldas a estas reyertas. Sucede como cuando se perdió Cuba, que mientras literatos y próceres pregonaban el desastre, los madrileños, como si tal cosa, llenaban las plazas de toros.

Durante el franquismo se repetía mucho que la promoción del fútbol buscaba enajenar las conciencias cegando la atención hacia las cuestiones políticas. Ahora viene a suceder lo mismo pero al revés: las cuestiones políticas agostan de tal modo la conciencia de los ciudadanos que estos se interesan cada vez más por el fútbol.

Puede concluirse que la política cada vez interesa menos pero además se hace muy fácil comprender el porqué. En las reiteraciones de los discursos del gobierno y la oposición, en la improductividad de sus debates, en el desgaste de tiempo y esfuerzos, en la ampliación de las corruptelas y corrupciones, en las mentiras, las farsas, las falsas alianzas, se desarrolla un argumento de tan bajo interés que la clientela se achica día a día.

¿Quién dirige el sentido de la nación? Efectivamente no el sinsentido de los combates parlamentarios o extraparlamentarios.

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3 de noviembre de 2006
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ZAGAJEWSKI Y LAS CIUDADES FEAS

He pasado la semana Zagajewski. Era como si no hiciera ni frío ni calor, todo el tiempo hacía Zagajewski. Hace tiempo comprobé lo que era pasear por su belleza ajena, por sus poemas, por sus deseos. Ahora estoy todavía bajo la influencia de ese libro tan hermoso, tan cercano y tan libre, tanto como un solo de Charlie Parker, tanto como Stravinski, como Malher. Qué gran escritor este polaco, aunque ahora su ciudad esté en Ucrania y su residencia se mueva por ciudades de Occidente. Por hermosas ciudades de Occidente, ya sean París o Nueva York. Dos formas que la belleza de las ciudades adoptó en diferentes siglos.

¿De qué siglo será la belleza de Madrid si es que se puede considerar bella? Para mí Madrid es muy hermosa. Pero no tiene un siglo, tiene varios mezclados. Algo del barroco, un poco de la Ilustración- poco, no hay que pasarse-, bastante del XIX, de la decadencia entre los dos siglos, del mundo galdosiano, un poco de la modernidad de los veinte, de la racionalidad republicana- ahora se puede ver una exposición del visionario Zuazo en la Biblioteca Nacional-, un poco de los excéntricos durante el franquismo y bastante de los renovadores de los últimos treinta años. Esa mezcla, ese caos, ese desorden de sus calles y plazas, hacen que me guste, que además me parezca hermosa mi ciudad. Habrá otras más ordenadas, con mejores ensanches, con catedrales más importantes y con barrios mejor conservados, pero esa vitalidad de esta ciudad para soportar sus baches, sus alcaldes, sus convencionales herederos del mal gusto del franquismo y otros feos monumentos y vecinos, hace que me siga pareciendo una de las más hermosas del mundo.

No, no estaría Madrid en la lista de las ciudades demasiado hermosas, esas acicaladas ciudades que nada gustan a Zagajewski, ni a nosotros. Dice el escritor polaco que las ciudades demasiado hermosas pierden individualidad. Las ciudades muy hermosas parecen siempre preparadas, acicaladas para los turistas y sus fotos. La fealdad individualiza. Y la parte fea de las ciudades las hace más interesantes. Cracovia le gusta al escritor porque, más allá de sus hermosas calles renacentistas, tiene muchos lugares poco agraciados, farragosos y melancólicos.

Madrid también. Una vez me propusieron hacer una guía de las fealdades de Madrid -a imitación de un libro que sobre Barcelona fea tuvo bastante éxito- pero me pareció que Madrid tenía tantos lugares feos que tampoco era cuestión de chulear también con nuestro feísmo. Los madrileños ya no somos lo chulos que fuimos. Eso también es parte de la belleza de la ciudad.

Alguien me dijo alguna vez que prefería las ciudades feas porque solían tener ciudadanos mejores que las consideradas hermosas ciudades. Seguramente no es más que una gracia, pero me hizo comenzar a hacer memoria sobre ciudades feas que conozco y gente encantadora. No me salieron muy bien las cuentas. Además, el otro día, en la ciudad más fea de España me di cuenta de que sus ciudadanos estaban contentos con su ciudad. ¿Cuál es la ciudad más fea de España?

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2 de noviembre de 2006
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El miedo al Otro

Encuentro demasiado a menudo noticias sobre hombres que castigan, y muchas veces matan, a mujeres. El efecto que me producen es siempre el mismo: una tristeza insondable. Sin ir más lejos, en estas horas resuenan en las noticias de la TV argentina dos de esos casos. Uno es el de una niña, Evelyn, que llevaba semanas desaparecida y cuyo cuerpito muerto apareció muy cerca de su casa. Estaba enterrada en lo de unos vecinos. La autopsia reveló ya que seguía viva cuando la enterraron: su laringe estaba llena de tierra. El otro caso es el de una adolescente de 15 años, Rocío, cuyo cuerpo fue hallado en un basural de la provincia de Catamarca. La última vez que la vieron con vida estaba subiendo a la motocicleta de un vecino, policía de profesión.

Estas historias me sublevan en sus pormenores, pero también por lo que significan para todos nosotros, en nuestra condición de representantes de la especie humana. Hablan de un impulso que llevamos dentro desde que conseguimos pararnos sobre dos pies, y que sigue quemándonos por dentro mientras tratamos, de manera hasta hoy infructuosa, de elevarnos a un nuevo nivel de conciencia, a una versión más digna del animal humano: el miedo pánico al otro, al distinto, la incapacidad de tolerar la diferencia –que deriva, estoy seguro, de la dificultad para aceptar nuestras propias dualidades.

Esta compulsión a borrar al otro, ya sea porque siento que amenaza mi existencia física o porque me recuerda un aspecto mío que no quiero ver, está en la raíz de todo acto de violencia, y en suma de toda guerra: contra los judíos y los negros, contra los comunistas y los homosexuales, contra los musulmanes y las mujeres. Existen en Shakespeare dos summas humanas que representan este dilema, dos personajes que quizás sean los más perfectos de su producción: Hamlet y Macbeth. Hamlet representa las alturas a que podría llegar el hombre si potenciase sus mejores características. Este ideal que Hamlet sugiere se malogra a último momento, cuando el príncipe sucumbe al costado masculino de su naturaleza, la violencia, en lugar de ser fiel al costado femenino de su sensibilidad, representado por la imaginación, que en el contexto de la obra está encarnado por el teatro. (Harold C. Goddard nos recuerda que Hamlet nunca es más feliz que cuando interactúa con la compañía teatral que arriba a Elsinore.)

Macbeth, por el contrario, es la summa negativa, el personaje que representa las profundidades abismales que visitamos al abandonarnos a nuestras peores características. En este caso la imaginación (el yin, femenino y nocturno) está aplicada a interpretar aquellas cosas que llenan al hombre de miedo, aproximándolo a la violencia (siendo miedo y violencia las dos caras de una misma moneda): el yang masculino y activo de Macbeth ya no ve en los otros lo que son, sino tan sólo la amenaza que representan para él, el fantasma del daño que podrían infligirle. Las Brujas lo enfrentan a su mortalidad, Lady Macbeth le recuerda su impotencia, el rey Duncan representa las alturas a que no arribará por mérito, Fleance y el hijo de Macduff son un símbolo del futuro que  terminará arrasándolo, como hace con todos. Frente a estos espectros Macbeth se convierte en una máquina de matar, lo cual equivale a decir una máquina de negar; y al actuar de esa manera Macbeth acelera su propia muerte, porque lo otro, el otro, no puede ser eliminado: es parte esencial de nuestra propia naturaleza, el yang no sobreviviría sin el yin, se trata no de aspectos opuestos, sino necesarios y por ende interdependientes.

El día que cese en su impulso de borrar de cuajo al otro la especie habrá subido un peldaño. Ese será el instante glorioso en que nos convertiremos en el hombre viejo, recuerdo de un pasado remoto, como el Cromagnon lo es hoy para el homo sapiens sapiens. Mientras tanto, este hombre viejo seguirá soñando con ese día así como lo han soñado tantos desde hace siglos, mucho antes, incluso, de que Shakespeare concibiese a Hamlet. Fue Lao Tsé el que escribió, seis siglos antes de Cristo: “Aquel que entiende lo masculino y atiende a lo femenino se convertirá en un canal para el mundo entero. La virtud eterna no se apartará de su lado, y volverá al estado de inocencia del niño”.

Sabias palabras, todavía no atendidas.

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2 de noviembre de 2006
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LA PESTE Y EL AROMA

¿Quién no ha padecido unos olores extraños y hasta fétidos en el interior de una tienda? Los momentos de rebajas, los días de verano, las fechas de Navidad, llevan a los establecimientos un gentío que termina concentrando sus vapores y reviniendo en una atmósfera que impulsa a escapar de allí.

Con el fin no sólo de evitar esta ignominia sino de transformarla en placer, Estados Unidos y otros países asisten a la creación de compañías especialistas en aromas para vender. No se trata de firmas compuestas por perfumeros. Ni siquiera de grandes profesionales de este ramo. La novedad consiste en que estas empresas buscan averiguar qué clase de fragancias inducen a comprar según la diferente naturaleza del producto. Por ejemplo, en los comercios de ropa de cama conviene rociar con una esencia compuesta por los olores del cachemir, el ámbar, el cardamomo, el cinamomo y la bergamota. Pero si se trata de vender ropa infantil lo lógico será diseminar un aroma a polvos de bebés y, en los supermercados de deportes debería olerse a cítrico, dado su poder energizante.

No siempre los expertos están de acuerdo en que un mismo aroma induzca las mismas sensaciones en todos los países. La vainilla, por ejemplo, evoca confort en Estados Unidos, en Francia se tiene por femenina y elegante, pero en los países asiáticos da asco.

Atendiendo siempre estas peculiaridades, la atención a los olores comerciales ha empezado a generar mucha clientela. El mismo Sony ha llegado a preguntarse que si había obtenido grandes resultados atrayendo la vista y el oído ¿por qué no conquistar también el olfato? Un mismo olor reina actualmente en sus 37 tiendas norteamericanas y pronto volará hacia otros continentes.

¿Y el olor de los Starbucks? No hemos sospechado que el mismo aroma en Seattle y en Pekín, en Madrid y en Roma o en Sevilla, no provenía del café sino de los sprays meticulosamente preparados para atraernos a tomar café? (Véase Time).

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2 de noviembre de 2006
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EL MUNDO DE MÁRAI

Leer Sándor Márai de Ernö Zeltner no es un placer. La biografía del autor húngaro es una traducción del alemán (co-editada por las universidades de Valencia y de Granada). No tiene visión en la arquitectura ni sopla en la escritura. Es un relato pesado cuya mayor parte es una mala trascripción de Confesiones de un burgués (Salamandra). Francamente, es una lástima acercarse así a un autor que tiene su rincón reservado en la mesa central de cualquier librería del mundo hispanohablante.

Márai está en todas partes, ya lo escribí, y Márai no se va, se queda con nosotros, lo que justifica la lectura de aquella mala biografía: da unas claves para explicar el entusiasmo sostenido de los lectores.

1. Márai es un aristócrata de la escritura. Como V.S. Naipaul, para citar a otro exiliado, nunca hizo otro trabajo que escribir: fe total, fe ciega en el poder de la literatura, en el placer de la literatura. Escribir y leer: nunca a lo largo de su vida Márai se planteó la idea de hacer otra cosa.

2. Márai, auténtico bilingüe (alemán-húngaro), es un hijo espiritual del país de la doble corona real e imperial, lo que Joseph Roth llamaba la “Kakania” (K. und K.: Königliche und Kaiserliche). Tenemos que pensar en Roth, pero también en Zweig, Musil, Schnitzer y la cuña literaria de la mittle Europa cuando pensamos en Márai. A los veinte años firmaba artículos al lado de Thomas Mann en periódicos alemanes y se preocupaba de encontrar un traductor para sacar en húngaro los libros de Franz Kafka. No hablamos de una figura menor de la literatura: Márai está en el Panteón con las figuras mayores.

3. Márai es un artista víctima del comunismo, de la fe en la teoría, de la mentira como sistema de estado. El verdugo que se dedicó a destrozarle en Hungría se llama Georg Lukács. Nunca, de ninguna manera, Márai aceptó volver a su país: tenemos una figura firme de la resistencia.

4. Márai es un paradigma del exilio. “Para una persona que tiene nuestro oficio, la condición que llamamos exilio es, ante todo, un acontecimiento lingüístico -dice Joseph Brodsky-: está empujada hasta refugiarse en su idioma” (On grief and reason). Es impresionante ver cómo Márai, al final de su vida, se hunde en el idioma húngaro (hay un sitio que ofrece la traducción al inglés de algunas de sus últimas anotaciones).

5. Márai es un doble exiliado: muy temprano ha perdido Kaschau, la ciudad de su niñez y adolescencia, que pasó a Checoslovaquia después de la Primera Guerra Mundial. Todos tenemos la infancia como primer país, Márai lo perdió muy temprano: dolor en la vida, felicidad en la obra.

La biografía es malísima, pero la vida de Márai es conmovedora.

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2 de noviembre de 2006
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A ver si se enteran

Sin dinero, cuatro gatos, con todos los medios de comunicación catalanes en su contra, con todos los subvencionados calumniándoles, con una campaña de bolsillo, sin el menor apoyo institucional, soportando agresiones de la fascistada juvenil, convertidos en caricaturas goyescas por los intelectuales del régimen, aguantando la violencia del peronismo catalán, han ganado tres escaños.

Con una ilusión como la que mueve a los demócratas cuando se enfrentan al totalitarismo, con el trabajo de cientos de simpatizantes que han entregado su tiempo a cambio de nada, gracias a la convicción de estar abriendo puertas y ventanas en un búnker de profesionales petrificados, con la fuerza de quienes creen en lo que hacen, han ganado tres escaños.

La importancia de las últimas elecciones catalanas no estriba en quién formará gobierno, ni en quien repartirá el presupuesto, ni en quién se envolverá en la bandera más grande, ni en los acuerdos secretos o explícitos de una partitocracia estéril  y egoísta, ni en el mayor o menor cinismo de los dirigentes oficiales y permitidos por el poder fáctico catalán.

La importancia de las últimas elecciones catalanas estriba en que todavía queda una parte de la ciudadanía que no se ha rendido, que no se ha vendido, que no se ha contaminado de la sumisión general.

Y esa parte de insumisos puede crecer exponencialmente. Porque si con absolutamente todo en contra han ganado tres escaños, con una campaña como Dios manda, con algo de espacio en los medios de comunicación para explicar sus ideas, con sus intervenciones parlamentarias, Ciutadans puede multiplicar por cinco estos resultados.

Es lógico que hoy celebren la victoria, pero también deben comenzar a preparar la próxima batalla desde mañana mismo. Cientos de miles de ciudadanos han confiado en ellos. Muchos cientos de miles más están ahora esperando a oírles, a conocerles. Hoy están sorprendidos, quizás divertidos, en todo caso interesados. Mañana pueden estar esperanzados. Pasado mañana pueden haber recuperado la fe en la democracia.

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2 de noviembre de 2006
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Las películas de Fuguet

La primera vez que vi a Alberto Fuguet daba una charla en mi universidad. Yo tenía que hacerle una entrevista para el canal de la televisión universitario, así que asistí con el camarógrafo. Era la primera vez que escuchaba a un escritor hablar como un ser humano normal. Nada de grandes sentencias ni juicios metafísicos. Nada de manuscritos perdidos. Sólo  sentido común, y una gran dosis de irreverencia. Yo no sabía que se podía ser un escritor así.

Tras la charla, me le acerqué y le pedí la entrevista, que él rechazó con educación. Dijo que no tenía tiempo. La universidad le ofrecía un almuerzo, y él ya llegaba tarde.

Pero yo tenía que hacer mi entrevista.

Lo siguiente que recuerdo es a mí y al camarógrafo corriendo los dos al mismo ritmo para que no se desenchufe el micrófono de la cámara. Fuguet trató de huir de la sala de actos, pero conseguimos acorralarlo en una esquina de la facultad de letras. Al verse sin salida, me miró con un profundo odio y dijo resignado:

-Bueno, pregunta.

Yo estaba tan agitado que se me habían olvidado las preguntas. Fue la peor entrevista que he hecho en mi vida.

Con el tiempo, fui sabiendo de él por sus libros, y después por su trabajo como guionista y finalmente director. Al principio, sus narraciones usaban un lenguaje cinematográfico. Ahora directamente hace películas. Su agente está desesperado porque dice que ya no le interesa la literatura, solo el cine. Su editora espera el próximo libro, pero no lo espera pronto. Su última novela se llama Las películas de mi vida. Su último libro de cuentos se llama Cortos.

Al encontrarlo en Chile, me parece que ha perdido por lo menos cinco kilos desde la última vez que lo vi, hace un par de años. Cuando se lo digo, me responde:

-Es el trabajo en cine.

Por lo visto, Fuguet se sumerge obsesivamente en el rodaje, y el proceso de producción y comercialización. Ha fundado su propia productora, Cinépata, y cuida a su equipo como si fueran sus hijos. Celebra los cumpleaños durante la filmación. Tiene una foto de Clint Eastwood a la que todos se encomiendan religiosamente. Según sus propias palabras, el rodaje de una película es “como un colegio”.

La parte que no ha cambiado es su irreverencia. Recientemente en España se despachó públicamente contra la editorial Anagrama, a la que llama, por el color de sus ediciones, “la mafia amarilla”. Según cuenta, el editor Herralde le escribió para preguntarle por qué lo atacaba. Fuguet le respondió “voy a atacarte cuando me dé la gana”. De hecho, su incorrección política puede tener costos. Algunos de sus amigos le atribuyen a ella que el Estado chileno nunca haya ayudado a financiar una de sus películas, a pesar de ser uno de los rostros más visibles del Chile de los años noventa.

El día de la presentación de mi novela en Santiago, comparto mesa con este Alberto Fuguet que se parece y no se parece al que conocí hace casi diez años. Afortunadamente, no recuerda la anécdota en la que lo persigo corriendo con una cámara de televisión. Pero muchas cosas más han cambiado. Los noventa han terminado, y Alberto ya no es un niño terrible. Sólo es terrible. Y es cineasta a tiempo completo. Habla todo el tiempo de las cosas que está produciendo y las que va a producir. En algún momento, le pregunto:

-Creo que hay un error ¿tú no eras un escritor?
-No lo sé –me dice-, quizá eso fue el error.

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31 de octubre de 2006
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EL DOCUMENTAL Y LA REALIDAD

Algunos confunden el cine documental con la realidad. La mayoría de las veces no es así. Y tampoco tiene por qué ser así. Los documentales, al menos los más interesantes, no tienen esa servidumbre de la realidad. La verdad en un documental está en su verdad cinematográfica. El mejor documental es aquel que consigue ser una obra que transmite emociones, sentimientos, historias reales o realidades imaginarias.

A la realidad de vez en cuando hay que empujarla, forzarla, manipularla para que tenga la verosimilitud que deseamos conseguir. Hay algunos ejemplos clásicos en documentales históricos. Buñuel, cuando rodaba su mítico documental Tierra sin pan, en Las Hurdes, estaba contando su verdad a la contra de aquella otra mirada paternalista que se difundió por el viaje de Alfonso XIII en compañía del doctor Marañón y otros bondadosos ciudadanos que pretendían caridad para los olvidados de esa parte de España. Buñuel, visitando los mismos lugares, reflejó una “realidad” muy distinta. Y cuando la realidad no reunía el dramatismo que con su película quería conseguir, estaba dispuesto al forzamiento de la realidad. Las cabras, y los cabreros, buscaban sus alimentos por aquellos peligrosos riscos. Algunas cabras morían al querer conseguir comida en lugar de difícil acceso y caían por el barranco. Cuando quisieron filmar esto que habían contemplado, no había ninguna cabra que cayera. Buñuel sacó su pistola y apuntó a una cabra que cayó por el balazo. Consiguió, manipulando la realidad, el efecto de verismo y peligro que deseaba.

También manipuló la realidad en sus documentales uno de los padres de la disciplina, Flaherty. Es sabido que esa manera de vivir, pescar y relacionarse con el mar que vemos en su obra Los hombres de Arán, esa cumbre del cine realista, es mentira. O mejor dicho es forzada, interpretada, fingida y dirigida por el documentalista para mostrarnos las duras vidas de unos europeos que también vivían y cazaban de manera primitiva en el siglo XX. Estaban interpretando la realidad de sus abuelos, de sus antepasados… pero Flaherty consiguió conmovernos. Esa es la verdad del documentalista.

Recuerdo estas cosas porque he estado unos días en un nuevo festival de cine documental, en el sur de Tenerife, en el Docusur de Guía de Isora. Muchos alumnos, espectadores y también documentalistas pretenden, con cándidas y buenas intenciones, perseguir la realidad, generalmente alguna de las más olvidadas y desoladas situaciones que viven los seres humanos. Así hemos visto muchos documentales de denuncias políticas, de recuperación histórica, de desarraigos vitales, de olvidos e injusticias. Todos, casi todos, estaban cargados de buenas intenciones. Muchos eran honrado material para el olvido. De ese cine tan cercano, necesario y en crecimiento que es el cine documental, como del otro, sólo quedarán las obras que hayan sabido olvidarse de las servidumbres de la realidad. Las que se hayan acercado a la verdad de las emociones. Aunque sean mentira. Aunque sean verdad.

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31 de octubre de 2006
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FLAUBERT

Pregunta: ¿es Gustave Flaubert ese hombre delgado, con bigotes y una calvicie precoz? Si es cierto, este retrato, hecho con la técnica del «daguerrotipo», sería la primera fotografía del autor de Madame Bovary, un retrato de Flaubert a los 25 años.

El diario Le Monde pone en duda la identificación del personaje principal de esta fotografía descubierta en 1979 y que se pondrá en venta dentro de poco. Se trataría de una fotografía de 1846 –diez años antes de la publicación de Madame Bovary. En esa época, existían dos fotógrafos en Rouen. Podían sacar una fotografía del joven escritor. Pero Flaubert no era tan calvo en su juventud y además odiaba las fotografías. De nada sirve para su identificación el cuadro con un grabado que se ve al fondo. Según los expertos que autentificaron el retrato se trata de Louise Colet, la amante de Flaubert. Según otros, se ve muy poco el contenido del cuadro y podría ser cualquier persona.

El colmo de la polémica está en dos palabras escritas a mano detrás de la supuesta fotografía de Flaubert. Se lee «A Croisset». Croisset es el municipio donde Flaubert escribía, sería mejor decir berreaba, su primera novela, leyendo sus frases en voz alta para asegurarse de su música. Para unos, al escribir «A Croisset», Flaubert autentifico de manera definitiva la fotografía, para otros «flaubertianos» (o flaubertistas, no sé) se trata de una mala imitación de su escritura, lo que denuncia una trampa para vender a un desconocido como Flaubert.

¿Es o no es Flaubert? La galería Artcurial no tiene duda y pide 40.000 euros por el daguerrotipo. El escritor inglés Julian Barnes, el conocedor más aceptado de Flaubert en Francia desde la publicación de su novela-encuesta El loro de Flaubert, ha tomado una actitud muy reservada. Hay que esperar al 18 de noviembre, fecha de la venta, para saber quién convence más a los posibles compradores.

Pero no se puede negar que la venta llega en el mejor momento posible. Se publicó Madame Bovary por primera vez hace ciento cincuenta años y Francia celebra a Flaubert con la certidumbre de que fue el inventor de la novela moderna. Hay un excelente número de Le Magazine Littéraire (noviembre) con críticas y estudios de Madame Bovary desde EE. UU., Rusia o Japón. Se ven en cada página fantasmas renovados alrededor de la pobre Emma (me encanta una entrevista del escritor Pierre Michon: explica en qué posición Emma hacía el amor con su amante León…).

La universidad de Rouen mantiene el principal sitio sobre Flaubert. Merece una larga visita. Trae una transcripción completa de Madame Bovary incluyendo las tachaduras. Otra opción para celebrar el aniversario: apagar todo y releer la novela antes de salir a una tertulia y pelearse con los amigos. Tema del debate: ¿cuál es la mejora obra: Madame Bovary o La educación sentimental?

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31 de octubre de 2006
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