Javier Rioyo
He pasado la semana Zagajewski. Era como si no hiciera ni frío ni calor, todo el tiempo hacía Zagajewski. Hace tiempo comprobé lo que era pasear por su belleza ajena, por sus poemas, por sus deseos. Ahora estoy todavía bajo la influencia de ese libro tan hermoso, tan cercano y tan libre, tanto como un solo de Charlie Parker, tanto como Stravinski, como Malher. Qué gran escritor este polaco, aunque ahora su ciudad esté en Ucrania y su residencia se mueva por ciudades de Occidente. Por hermosas ciudades de Occidente, ya sean París o Nueva York. Dos formas que la belleza de las ciudades adoptó en diferentes siglos.
¿De qué siglo será la belleza de Madrid si es que se puede considerar bella? Para mí Madrid es muy hermosa. Pero no tiene un siglo, tiene varios mezclados. Algo del barroco, un poco de la Ilustración- poco, no hay que pasarse-, bastante del XIX, de la decadencia entre los dos siglos, del mundo galdosiano, un poco de la modernidad de los veinte, de la racionalidad republicana- ahora se puede ver una exposición del visionario Zuazo en la Biblioteca Nacional-, un poco de los excéntricos durante el franquismo y bastante de los renovadores de los últimos treinta años. Esa mezcla, ese caos, ese desorden de sus calles y plazas, hacen que me guste, que además me parezca hermosa mi ciudad. Habrá otras más ordenadas, con mejores ensanches, con catedrales más importantes y con barrios mejor conservados, pero esa vitalidad de esta ciudad para soportar sus baches, sus alcaldes, sus convencionales herederos del mal gusto del franquismo y otros feos monumentos y vecinos, hace que me siga pareciendo una de las más hermosas del mundo.
No, no estaría Madrid en la lista de las ciudades demasiado hermosas, esas acicaladas ciudades que nada gustan a Zagajewski, ni a nosotros. Dice el escritor polaco que las ciudades demasiado hermosas pierden individualidad. Las ciudades muy hermosas parecen siempre preparadas, acicaladas para los turistas y sus fotos. La fealdad individualiza. Y la parte fea de las ciudades las hace más interesantes. Cracovia le gusta al escritor porque, más allá de sus hermosas calles renacentistas, tiene muchos lugares poco agraciados, farragosos y melancólicos.
Madrid también. Una vez me propusieron hacer una guía de las fealdades de Madrid -a imitación de un libro que sobre Barcelona fea tuvo bastante éxito- pero me pareció que Madrid tenía tantos lugares feos que tampoco era cuestión de chulear también con nuestro feísmo. Los madrileños ya no somos lo chulos que fuimos. Eso también es parte de la belleza de la ciudad.
Alguien me dijo alguna vez que prefería las ciudades feas porque solían tener ciudadanos mejores que las consideradas hermosas ciudades. Seguramente no es más que una gracia, pero me hizo comenzar a hacer memoria sobre ciudades feas que conozco y gente encantadora. No me salieron muy bien las cuentas. Además, el otro día, en la ciudad más fea de España me di cuenta de que sus ciudadanos estaban contentos con su ciudad. ¿Cuál es la ciudad más fea de España?