Jean-François Fogel
Leer Sándor Márai de Ernö Zeltner no es un placer. La biografía del autor húngaro es una traducción del alemán (co-editada por las universidades de Valencia y de Granada). No tiene visión en la arquitectura ni sopla en la escritura. Es un relato pesado cuya mayor parte es una mala trascripción de Confesiones de un burgués (Salamandra). Francamente, es una lástima acercarse así a un autor que tiene su rincón reservado en la mesa central de cualquier librería del mundo hispanohablante.
Márai está en todas partes, ya lo escribí, y Márai no se va, se queda con nosotros, lo que justifica la lectura de aquella mala biografía: da unas claves para explicar el entusiasmo sostenido de los lectores.
1. Márai es un aristócrata de la escritura. Como V.S. Naipaul, para citar a otro exiliado, nunca hizo otro trabajo que escribir: fe total, fe ciega en el poder de la literatura, en el placer de la literatura. Escribir y leer: nunca a lo largo de su vida Márai se planteó la idea de hacer otra cosa.
2. Márai, auténtico bilingüe (alemán-húngaro), es un hijo espiritual del país de la doble corona real e imperial, lo que Joseph Roth llamaba la “Kakania” (K. und K.: Königliche und Kaiserliche). Tenemos que pensar en Roth, pero también en Zweig, Musil, Schnitzer y la cuña literaria de la mittle Europa cuando pensamos en Márai. A los veinte años firmaba artículos al lado de Thomas Mann en periódicos alemanes y se preocupaba de encontrar un traductor para sacar en húngaro los libros de Franz Kafka. No hablamos de una figura menor de la literatura: Márai está en el Panteón con las figuras mayores.
3. Márai es un artista víctima del comunismo, de la fe en la teoría, de la mentira como sistema de estado. El verdugo que se dedicó a destrozarle en Hungría se llama Georg Lukács. Nunca, de ninguna manera, Márai aceptó volver a su país: tenemos una figura firme de la resistencia.
4. Márai es un paradigma del exilio. “Para una persona que tiene nuestro oficio, la condición que llamamos exilio es, ante todo, un acontecimiento lingüístico -dice Joseph Brodsky-: está empujada hasta refugiarse en su idioma” (On grief and reason). Es impresionante ver cómo Márai, al final de su vida, se hunde en el idioma húngaro (hay un sitio que ofrece la traducción al inglés de algunas de sus últimas anotaciones).
5. Márai es un doble exiliado: muy temprano ha perdido Kaschau, la ciudad de su niñez y adolescencia, que pasó a Checoslovaquia después de la Primera Guerra Mundial. Todos tenemos la infancia como primer país, Márai lo perdió muy temprano: dolor en la vida, felicidad en la obra.
La biografía es malísima, pero la vida de Márai es conmovedora.