Tiene un falso prestigio la leve enfermedad. Esos catarros invernales que te permiten estar ausente del trabajo, la calle, los amigos durante unos días. En la cama, en el sofá, acatarrado y con ganas de ver alguna vieja película, de leer alguna vieja novela. Comer poco y caliente, y beber leche con miel y coñac. Siempre me parece un buen plan... hasta que me toca. Es la segunda vez en el año que me toca. Y cada vez me toca peor. Ya no tiene el encanto con el que recordábamos nuestros pequeños malestares. No aguanto bien las películas, se aumenta el deseo de dormir ante la televisión. Y me cansan las novelas.
¿Qué hacer? Dos remedios. Uno el mismo que utilizo desde la infancia. Leer a Tintín. Nunca me decepciona.
Y otro. Leer aforismos. Un buen libro de aforismos nos hace sonreír, pensar, nos devuelve el espíritu de lo irónico, está cerca de la poesía y es una depuración de la prosa. Bergamín, gran aforista, decía que el aforismo era una "dimensión figurativa del pensamiento". Lo recuerda el poeta, y novelista, Carlos Marzal que acaba de publicar un libro de aforismos. Un libro que merece ser sacado de esa clandestinidad en que se mueven los aforistas. Inaugura colección en la editorial Cuadernos del Vigía. Bienvenidos. Mientras sigo con mis virus, aquí quedan algunos aforismos de Marzal:
"Tengo por el engaño y el autoengaño una viva admiración: la del enfermo a su fármaco"
La siguiente la podría firmar Lamela si fuera otro, si fuera un místico, si supiera sufrir, si supiera leer. Y que me perdona Carlos Marzal por la ocurrencia.
"La cirugía de vivir, sin anestesia: que todo duela y se goce en su absoluto"
Uno sobre el paso del tiempo: "La pereza de la edad comienza a pesarnos el día en que uno se plantea lo trabajoso que resultaría volverse a enamorar"
Y una para todos en general, y algunos en particular.
"Un tonto bienintencionado es un tonto múltiple, porque nos niega el verdadero enfado".



Me arrastro completamente febril de la cama al ordenador sólo para desearos que paséis un buen fin de semana, no creo que pueda escribir más, me encuentro al límite de mis fuerzas. De todos modos aprovecharé para decirle a Jose, que intervino en este blog hace unos días, que ya lo he localizado, sobre todo por lo de "Stephen King mollinense". A los que no están enterados les diré que el mes de julio pasado estuve dando unas clases talleres de literatura en un pueblo de Málaga, que se llama Mollina, donde existen unas estupendas instalaciones para los jóvenes, toda una pequeña ciudad con sus calles, avenidas, parques, aulas, comedor, habitaciones, etc. Bueno, pues allí nos reuníamos cuatro horas todas las mañanas unos chicos bastante interesados por la literatura y yo. Fue muy divertida (y también agotadora) aquella maratoniana experiencia, donde Jose se reveló como un fanático de Stephen King. Traté de hacerle comprender que fuera del pesadote de Stephen King también hay vida, pero no creo que lo consiguiera, ¿o sí?
Tendemos a pensarnos como el resultado de circunstancias genéticas e históricas: las características de nuestro cuerpo y de nuestra salud nos vienen por vía sanguínea, las características de nuestro derrotero dependen del mundo -el tiempo, el lugar, el sitial preciso en la escala social- que nos haya tocado en suerte. Pero yo creo además que también somos producto de otras filiaciones, acaso -tan sólo acaso- más electivas. Estoy convencido de que en buena medida somos quienes somos a causa de los libros, las películas, las músicas que hemos amado -los libros, las películas, las músicas de de algún modo nos han elegido. ¿Se habría transformado T. E. Lawrence en Lawrence de Arabia de no haberse sentido convocado por sus libros favoritos (La Odisea y Le Morte d'Arthur, que lo acompañaron a su campaña en el desierto) a un destino manifiesto?
Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he divisado los ojos ciegos del de Edipo.


