Andrés Ortega
Ted Kennedy ha salido en apoyo en Barak Obama, causando una pequeña revolución en el campo demócrata y con los Clinton considerándolo una traición. Kennedy es un apellido que conlleva un mito, y el actual patriarca de la familia es bien consciente de ello. Y como tantos mitos, tiene bases verdaderas y otras falsas. John Kennedy supuso un soplo de frescor cuando llegó a la política y el más joven (44 años, Obama tendrá 47 si lo consigue) a la Casa Blanca, e impulsó una agenda de derechos civiles de los negros que tras su asesinato realmente llevó a cabo Lyndon B. Johnson. En su toma de posesión lanzó el famoso: "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tu puedes hacer por tu país". Cabe preguntarse qué hizo por el mundo. Y la respuesta empieza entonces a cobrar tintes negativos
Desde el punto de vista de la política internacional, John Kennedy fue un auténtico boy scout, cuyo legado aún sufrimos hoy en día. Para empezar, él fue quién utilizó, ya en su campaña para senador en 1958, la idea, falsa, que había un missile gap, un desequilibrio en número de misiles y vectores con cargas nucleares a favor de la URSS, iniciando una loca carrera armamentista. Es una mentira que intentaron meter la CIA y la fuerza aérea norteamericana, aunque el espionaje americano rectificó y consta que así se lo explicó al candidato a presidente en el verano de 1960. Pero Kennedy no hizo caso al aviso de su predecesor, Dwight Eisenhower, quien en su despedida previno contra lo que llamó el "complejo industrial-militar". Otros se encargarían en los años 70 de acentuar aún más esta tesis del desquilibrio frente a la Unión Soviética y almacenando la capacidad para destruir varias veces la Tierra.
Está además el fracaso del desembarco en Bahía de Cochinos para derrocar a Catsro en Cuba, plan de nuevo impulsado por la CIA y que Kennedy no frenó. La crisis de los misiles de Cuba, sí la llevó bien -aunque el buen consejo vino de otros- aunque nunca estuvo el mundo tan cerca de su primera guerra nuclear tras Hiroshima y Nagasaki. O su actitud en defensa de la libertad tras la construcción del Muro de Berlín. Pero Kennedy, desoyendo los consejos de De Gaulle que le recomendó quedarse al margen de Indochina, aceleró la escalada que ya había iniciado Einsenhower en Vietnam enviando 16.000 asesores militares y fuerzas especiales, además de permitir el bombardeo con napalm y otros horrores.
John Kennedy fue mejor hacia adentro que hacia afuera.