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Eclipse total en la mitad del mundo

Supón y haz suponer que ahora es la hora de contar ficciones. Has leído en la página web de la NASA que un eclipse total de luna ocurre solamente durante el plenilunio, una vez que el satélite queda del todo inmerso en la sombra del planeta. Hoy que recién dejaste la mitad de ti en la mitad del mundo te preguntas, aún dentro del avión que te tiene flotando en la zozobra sobre las nubes densas de Brasilia, qué consecuencias tiene un eclipse lunar, como otro se preguntaría cuándo ocurrirá el próximo terremoto. Nada que uno pudiera responder, sensatamente al menos, pero tampoco está el horno para bollos. Hará una media hora, o así te lo parece, que el avión sobrevuela esta ciudad horrendamente geométrica que una vez pretendió parecer del futuro, y de pronto el futuro, tu futuro, ya está en tela de juicio desde que la mujer atrás de ti se abrazó a su marido y empezó a sollozar.

     ¿Afectan los eclipses lunares a los aviones? La pregunta suena bastante estúpida, pero igual te conforta más que contemplar la tormenta en las ventanillas y seguir dando tumbos con todo y asiento. Van dos intentos de aterrizaje fallidos, cada vez se escucharon suspiros alarmados y se adivina el rechinar de dientes. Asimismo soportas el súbito fastidio de estar sentado a un lado del pasillo, no puedes ni aspirar a asomar la cabeza y comprobar si acaso hay otra cosa que bruma allí debajo. Así estaba la noche en Macapá, tanto como la madrugada en Belem. Es la segunda escala y la lluvia no para, siempre será más cómodo preguntarse si acaso hay algo raro con el eclipse, en lugar de tener que hacerse mala sangre calculando -la paranoia lo hace sin ayuda de nadie- si con este aguacero se puede aterrizar de alguna forma. "Que nadie se preocupe", afirma el capitán por el altavoz, "tenemos todo bajo control". Eso mismo decía la revista de abordo de Varig sobre la compañía, antes de la debacle que casi la borró del mapa. Además, el eclipse terminó. Era la medianoche en Macapá cuando la sombra estaba en su apogeo, de forma que la luna fue desapareciendo hasta volverse sombra entre las sombras.

     La señora de atrás ya llora abiertamente, mas casi no la escuchas. Sigues con la cabeza inmersa en la mitad del mundo, cierras los ojos y recorres de nuevo la costera mojada por el Amazonas, la avenida Fab, la Hildemar Maia, los semáforos antes del aeropuerto. Resuena en las paredes del cráneo la canción de Belle & Sebastian que día y noche salía de las bocinas del Toyota Corolla donde todas las tardes mudabas de hemisferio y ya sólo por eso creías acreditar la magia circundante. No debería estarse en la mitad del mundo sin consecuencias, menos aún en medio de un eclipse. Piensas por ocio, de un modo juguetón y ya sólo por eso tranquilizador, que si ahora mismo se cayera el avión, te pescaría la muerte con la cabeza en la mitad del mundo. Cosa linda ha de ser morir imaginando que se vive feliz e intensamente.

     El miedo es contagioso, se supone, aunque muy rara vez te lo han ocasionado los aviones y ésta no es la excepción. Es apenas algún desasosiego escurridizo, te incomoda el sollozo que aún repta desde el asiento trasero. Son ya más de las seis de la mañana en el avión de Tam, por la noche estarás en uno de Aeroméxico. Piensas, igual que tantos, que no vas a morirte en un avión. Sería ridículo, te dices luego de los últimos tumbos. Además tienes cosas por hacer. No imaginas la posibilidad de no volver a la mitad del mundo, o la de nunca más ver un eclipse ni fundirte en los ojos astrales de una genuina Princesa Amazónica.

     Aterriza el avión en Brasilia, dentro de unos minutos despegará de nuevo, camino de São Paulo. La señora de atrás todavía se abraza a su marido, que la ignora y se esmera en poner cara de tipo duro a toro pasado. Cierras los ojos sólo para instalarte en la imagen vivísima donde vuelves corriendo a la mitad del mundo y la luna persiste en esconderse y el avión no despega y se alarga el eclipse, noche tras noche. Quienes que más saben de esto le llaman saudade.

 

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22 de febrero de 2008
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Clase VII. El punto de vista (…y III)

Como hemos visto en nuestras clases anteriores, el punto de vista resulta la piedra angular de la narración, pues gracias a su acertada elección podremos ofrecer al lector un ángulo adecuado y persuasivo de nuestra historia. La primera persona suele enfrentarse con la dificultad de no resultar impostada, obligando al lector a detenerse cada cierto tramo para preguntarse a quién le está contando el personaje; la segunda persona funciona como un narrador frente al espejo, mucho más intimista y ambiguo que la primera persona, como alguien que susurra en nuestro oído lo que hicimos o incluso lo que haremos: queda pues en una suerte de nebulosa entre el narrador omnisciente y el monólogo interior. La tercera persona suele funcionar con distintos enfoques, tan pronto como una mirada de gran angular, ofreciendo el vasto panorama de lo que acontece, tan pronto acercándose tanto a uno de los personajes que casi parece hablar desde su conciencia. Naturalmente hay entre estas tres personas narrativas infinidad de cruces, sutiles maneras de encabalgarse, desdoblamientos y escorzos que hacen de una novela o de un cuento un rico entramado en el que a veces no suele ser fácil distinguir al narrador y la historia parece levantarse frente a nosotros como por arte de magia. Veamos un ejemplo de esos cambios de narrador:

"Supe que había sucedido algo irreparable en el momento en que un hombre abrió la puerta de esa habitación de hotel y vi a mi mujer sentada al fondo, mirando por la ventana de muy extraña manera. Fue a mi regreso de un viaje corto, sólo cuatro días por cosas de trabajo, dice Aguilar, y asegura que al partir la dejó bien,(...)"

Delirio. Laura Restrepo.

En este ejemplo observamos claramente la presencia de dos narradores uno en tercera persona (dice Aguilar) y otro en primera persona (supe; vi...). En contra de lo que pueda parecer, estos cambios de narrador y punto de vista son más habituales de lo que creemos en las novelas, y al lector le suelen pasar desapercibidos. Y aquí tocamos un tema importante como es que el escritor intenta convencernos de que el mundo que ha inventado es real, y por lo tanto, si ese cambio de narrador o de punto de vista está justificado y se hace con habilidad, al lector le puede pasar desapercibido. O como en el ejemplo que hemos puesto de Delirio, podemos entender que así se nos va a contar la historia, de manera que lo integramos perfectamente dentro de la ficción que se nos está mostrando. El problema aparece cuando ese cambio se hace sin justificación aparente y entonces se abre una grieta por donde se colará la sospecha del lector de que lo que está leyendo no es posible. Por ejemplo, imaginemos que de pronto en un cuento un personaje se mete en la mente de otro, de manera que nos cuenta lo que está soñando su compañero de piso. Obviamente o es un médium o será algo imposible para un narrador-personaje y por lo tanto, será difícil que el lector lo acepte sin más...

Uno de los maestros en este recurso para «disolver» al narrador es el argentino Julio Cortázar. Innumerables cuentos suyos dan buena fe de ello, ya sea saltando de una primera persona a otra sin advertencia alguna, como en «Señorita Cora», pasando como por un anillo de Moebius de una segunda persona a otra en «Usted se tendió a tu lado» (el título en este caso, lo dice todo) o bien utilizando voces, inflexiones, cambios de registro y un vasto arsenal de recursos en casi todos sus cuentos. Leerlo es constatar lo difícil que resulta el cuento -ese género esquivo por excelencia- y principalmente es aprender la importancia de la elección en el punto de vista, la mucha práctica que requiere elegir con sabiduría desde dónde vamos a narrar nuestra historia a fin de que nuestro narrador resulte convincente.

La propuesta:

Por imperativos laborales -estaré una semana en Miami dictando un taller de narrativa- esta vez queremos proponerles dos cosas: no queremos que escriban sino que lean. Y que lean en concreto un cuento de Cortazar titulado «La salud de los enfermos» que adjuntamos por si acaso alguien no lo tiene a mano. Lo que nos interesa, más que un análisis del cuento, es que se centren en un aspecto muy concreto del mismo: el narrador y el punto de vista. ¿Quién cuenta, desde dónde? Queremos pues que cuelguen sus comentarios en el blog sin extenderse demasiado, naturalmente. Lo segundo que les vamos a pedir es que cuelguen también en el blog tres títulos de películas (inventadas). Una de terror, una cómica y una del oeste. Estos tres títulos irán al final del comentario sobre el narrador del cuento de Cortázar y quedarán expuestos durante esta semana para que todos podamos leerlos. El próximo viernes 29 de febrero colgaremos una nueva clase y la propuesta tendrá que ver con estos títulos inventados, aunque por el momento preferimos no adelantarles nada...

Buen fin de semana!

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22 de febrero de 2008
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El alba y la noche

/upload/fotos/blogs_entradas/el_alba_la_tarde_o_la_noche_med.jpgVivimos el mejor momento para leer El alba, la tarde o la noche (Anagrama) de Yasmina Reza. Esta traducción al español viene con retraso, pues se trata del retrato de Nicolas Sarkozy durante la campaña para la elección presidencial en Francia en el primer semestre del año 2007. Yasmina Reza es la autora de teatro que más éxito, quizás, tiene a lo largo del mundo. Sus obras se estrenan siempre en los teatros de Londres, Nueva York y París. En este caso ha producido un libro sumamente corto, sin arquitectura obvia, una libreta de apuntes sobre un hombre que se agota en la búsqueda de algo que ya no le apetece.

"Es extraño, escribe Reza, querer a cualquier precio, al precio de las más grandes renuncias, algo que ya no emociona y que has dejado de amar. Abandonado por las formas vitales, queda el querer. El querer como residuo. Tan poderoso, no obstante". Lo que quería el candidato Sarkozy era el poder. Y lo extraño, tal como lo escribe Reza, es el malestar, el descontento incipiente del candidato: quiere algo que ya no le interesa, pues no soporta su entorno y parece incómodo con todos, aunque su tarea es seducir a un país entero. Reza ha tenido un acceso directo al candidato, a sus pensamientos, a reuniones muy cerradas donde se discutían el contenido de sus discursos, ha sido también testigo de entrevistas con socios, amigos y enemigos que a veces, en la política, son la misma persona. El libro, a mi parecer, no es un documento sobre una campaña sino una meditación sobre la esencia del hombre político, su necesaria egolatría, su ineludible actividad superficial, su dependencia de todos. Sarkozy no es grande ni tampoco miserable en este retrato; es un hombre que lo entrega todo en un juego terrible. Aquí viene la segunda frase clave del libro, la que explica la esencia inalcanzable del destino de los políticos como Sarkozy: "Juegan fuerte. Es lo que me conmueve, escribe Reza. Son a la vez el jugador y la apuesta. Se han puesto ellos mismos en el tapete. No se juegan la existencia, sino más grave, la idea que se han hecho de ella."

Claro que no se puede leer el libro ahora de la misma manera. En los sondeos, Sarkozy está por el suelo (36% de opiniones favorables). En este momento está más cerca de la noche que del alba y los periodistas lo machacan en redacciones que parecen a quirófanos. Los franceses apoyan los grandes rasgos de su política pero no soportan su persona, su manera de ser, su boda con Carla Bruni, su presencia persistente en todos los noticieros. Los franceses han descubierto que Reza tiene toda la razón: Sarkozy quería el poder pero sin amarlo. Y ahora, como presidente, vive meramente para confirmar lo que escribe Reza: un hombre político es el héroe de una tragedia antigua, finge tener una libertad de decisión pero tiene que someterse a su destino. Su existencia no vale nada frente a la necesidad de cumplir con la historia.

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22 de febrero de 2008
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La mentira como lubrificante del cuerpo social

La sociedad humana es sin duda fruto del lenguaje, mas se diría que llega a independizarse de su matriz y puede entonces responder a valores que nada tienen que ver con las exigencias de veracidad que cabe atribuir al lenguaje. Es más: el lenguaje, que había presentado como código natural de señales que un día se insubordinó respecto a las exigencias meramente naturales... se muestra subordinado a algunas de sus menos fértiles construcciones. Esta inversión de jerarquía tiene diferentes expresiones En el miserable caso de Marmeladov el lenguaje es recurso -de hecho impotente- para intentar velar la indigencia objetiva, una modalidad entre otras de la utilización del lenguaje como tapadera de lo real. Mas ésta no es quizás la mayor distorsión de la función del lenguaje, ni su forma más grave de ser matriz de la mentira.

Sócrates utilizaba los recursos del lenguaje para desmantelar prejuicios, y en ello veía el paradigma mismo de la tarea del filósofo. He enfatizado incluso el hecho de que la condena de Sócrates era socialmente legítima, puesto que tales prejuicios eran los pilares en los que reposaba el orden ciudadano, por lo que apartar a los jóvenes de los mismos era objetiva tarea de corrupción y representaba una real amenaza.

Pues la filosofía, en tanto es guerra contra la estulticia, apunta a oscurecer las voces de agitadores de falsos problemas y de satisfacciones ilusorias (que llevan por ejemplo a estar literalmente suspendido a lo aleatorio de un resultado deportivo).

La perseverancia de Sócrates parece testimoniar de un optimismo respecto a la posibilidad de alcanzar un orden ciudadano, donde no se instrumentalizara la estulticia, y los discursos -en el comercio público y privado- y donde no estuvieran repletos de falacias. Mas constatamos una realidad social muy diferente. He indicado ya en alguna ocasión que si la filosofía tiene poca cabida en nuestras sociedades, quizás no sea en razón de causas no contingentes. El repudio de la razón (y de la valentía que supone ir con ella por delante) aparece, a veces, no ya como trivial ingrediente del cuerpo social sino como auténtica condición del mismo. Mas en tal medida no habrá espacio público para la erección de una palabra verídica. Y como no hay palabra verídica que no sea susceptible de hacerse colectiva, es la potencia misma de la condición humana lo que queda sí reducida a las catacumbas.

Y aunque en la catacumba quede un rescoldo de luz, aunque la exigencia de verdad no pueda nunca ser totalmente extirpada, aunque en cualquier circunstancia perdure una nostalgia del binomio libertad-lucidez... no es menos cierto que la oscuridad es la regla. La mentira engrasa los rieles de la máquina social. De ahí que en una reflexión filosófica, en una apuesta por los aspectos verídicos del lenguaje, no pueden ser dejadas de lado las epifanías de la mentira.

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22 de febrero de 2008
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El último Harry Potter

Un día feliz, ya no tendremos que soportar cada año esos papás tan contentos de que sus hijos sean profundos lectores, crean en la magia y pidan el libro en inglés para fardar en su masonería de seguidores del libro más vendido de la historia. Al menos de la historia reciente. Estará muy bien, pero no pude terminar el primer libro. Y me alegra que exista, que los jóvenes estén con un libro en las manos... ¡el mismo libro desde hace nueve años!

Yo creo que después de Potter podrían intentarlo con Alicia en el País de las Maravillas, tiene su magia. Incluso con algún libro de Verne, Stevenson y esos escritores que fueron capaces de hacer leer a varias generaciones. ¿Hay padres, hay mayores que puedan leer los libros del tal Potter? Los habrá, pero sin querer faltar, yo creo que les faltan otras lecturas.

Los jóvenes que leen a Potter, ¿qué deciden leer después? ¿Hay vida lectora después de Potter? Miles de páginas, esa saga, ¿no deja una herida lectora inolvidable?

Me alegro del fenómeno Potter en español. Ha permitido el crecimiento de una editorial que quiero tanto como "Salamandra", y que publica libros tan hermosos como esa novela de amor y posguerra llamado La risa del ogro, del mismo Pierre Péju que publicó aquí El librero Vollard. Lo siento pero hay tantos libros que no tengo tiempo para la saga del niño ese tan sensible y mágico.

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22 de febrero de 2008
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La enfermedad y el síntoma

La prevención es la suprema recomendación de la medicina. Pero prevenir ¿qué? La prevención constituye tanto la máxima concreción en la esperanza como la máxima abstracción en las conductas. Podríamos pasarnos la vida previniendo y constatando, como en cualquier ámbito, la vanidad de la diligencia. Y esto, además, sin contar de qué modo el cumplimiento meticuloso y firme de la prevención conduce, con frecuencia, a una crisis paranoica.

¿Cómo acertar? No hay manera de ser precisos en la salud y tampoco en la enfermedad. Tanto una como otra son formaciones irregulares de contornos indefinidos y contenidos veleidosos.

Lo que sí resulta sin embargo tan sensato como recomendable, mucho más cabal que la neurosis preventiva, es la regla de acudir al médico, a la exploración, el contraste y el análisis, apenas se presenta el síntoma, por dudoso que sea. No todas las patologías hablan mediante síntomas pero para aquellas que se expresan es irresponsable negarles la conversación. Porque rehuir su voz o negar su fraseo abre las puertas a que tras el primer goteo llegue una inundación y siga, después, un exuberante discurso del que no podamos desembarazarnos.

La oratoria de la enfermedad cuando logra asentarse tiende a crear fecundas arborescencias con el objeto obstinado de ahogarnos. Contra esta tendencia tan fuerte como asesina debe actuarse radicalmente. Silenciando, entre todo, su primer silbido y echándose encima de ese indicio con todas las armas disponibles, tan abundantes en la primera fase de la batalla y tan escasas a medida que transcurre el tiempo y la enfermedad despliega su orquesta y ocupa la totalidad del espacio. El tronante espacio del mal donde el latido del corazón se desvanece.

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22 de febrero de 2008
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Galería de espectros: Eva

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he contemplado el de Eva.

Delfín Agudelo: Pero Eva tiene muchos rostros, desde literarios hasta pictóricos. ¿A cuál de todas has visto?

R.A.: Cuando pienso en Eva, y cuando creo vislumbrar su fantasma, no tengo ninguna duda de que se trata de la que pinto Masaccio en La expulsión del paraíso. No porque no haya habido otras Evas singularmente fuertes, como es el caso de Durero y tantos otros, pero esta Eva primeriza de Masaccio lo expresa prácticamente todo: toda la fuerza de la expulsión, todo el significado de la caída. También me parece un personaje fascinante en relación al propio Adán. Masaccio pintó a Adán avergonzado, una vez ha sido ya desposeído del paraíso, tapándose los ojos, bajando la cabeza: un cuerpo perfecto, plenamente renacentista, pero con una cara cubierta. En contrapartida, el cuerpo de Eva es quizá más imperfecto pero vibrante en movimiento, y con una cara y fuerza desgarradora; una fuerza singular que le da todo el protagonismo. De hecho, el cuadro debería llamarse Eva o Eva acompañada de Adán. Además veo que Masaccio pone de relieve la centralidad de lo femenino y el carácter periférico de lo masculino en el gran episodio bíblico. Quien tiene todo el poder de la tentación, quien tiene todo el poder de la transgresión, y tiene todo el poder incluso de la propia tragicidad de la pérdida del paraíso es Eva.
Me gusta mucho esta pintura y rememorarla porque no solo es la expulsión del paraíso que entendemos tradicionalmente como el inicio del sufrimiento, de la vejez, de la muerte, del trabajo, sino creo que esta pintura es algo así como el inicio de la historia del erotismo. El erotismo humano nace en el momento mismo en que Adán y Eva salen del paraíso expulsados. Mientras iban desnudos en el paraíso, no había erotismo. Quizás había una sexualidad, pero no el auténtico erotismo que nace de esa sensación de que la desnudez tiene que ser cubierta. En el momento en que la desnudez es obligadamente cubierta, nace la propia fascinación por la desnudez y nace también la atracción de la desnudez. Dando un vuelco a la explicación de la pérdida del paraíso, es verdad que explica muchos de los aspectos propios de la pérdida de una edad de oro en cualquier mitología. Pero al mismo tiempo es el inicio del erotismo humano porque es redescubrimiento de la desnudez. Para que haya redescubrimiento tiene que haber obligación de cubrimiento, y eso es lo que se les exige al ser expulsados. La espléndida desnudez de esas dos figuras guiadas por la dramaticidad del rostro de Eva tiene algo de epifánico y por tanto de muy potente.

 

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22 de febrero de 2008
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V. La luz al final del túnel

Cada autobús que circula por las calles de Guatemala lleva ahora a un soldado del ejército en traje de fatiga, armado con un fusil automático, como parte del nuevo plan de seguridad ciudadana. Es, desgraciadamente, una de esas medidas de protección de los ciudadanos que no puede durar toda la vida, y que si no tiene como resultado tangible la disminución drástica de las red, está destinada a fracasar, junto con todo el plan de seguridad.

Pero más que eso, está de por medio la aplicación de la pena de muerte. Será al presidente Colom al que toque de ahora en adelante,  de acuerdo con la ley, autorizar cada ejecución, un poder que nunca propuso tener durante su campaña, y que ahora sus adversarios ponen en su mano.

Un instrumento de eficacia dudosa, como tantas veces se ha demostrado, y que seguramente abrirá un enconado debate, tanto en Guatemala como en el resto del mundo. Sobre todo tratándose de un país donde el respeto a los derechos humanos ha sido siempre cuestionado, y los instrumentos de justicia resultan de poca confiabilidad.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_arzobispo_de_guatemala_med.jpgEl arzobispo de Guatemala, Monseñor Rodolfo Quesada, ha dicho al oponerse a la resolución de los diputados que restablece la pena de muerte: "Si la justicia fuera ecuánime y pareja, sin auto-amnistías, más de algún personaje de nuestra historia pasada y reciente hubiera ya pasado por la cámara letal". Verdad como una catedral.

La pena de muerte no resolverá nada. Sólo el triunfo de la propuesta de dejar atrás el túnel de la pobreza endémica que aflige a la gran mayoría de la población, al tiempo que se construye un sistema de justicia real, puede hacer que el monstruoso tamaño que el crimen tiene hoy en Guatemala sea reducido.

Eso toma mucho años, más allá de los que el presidente Colom tiene como mandato. Pero alguien tiene que empezar.  

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22 de febrero de 2008
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Cinco apuntes sobre los Oscar: 'There Will Be Blood' (3)

Este film arranca de la más profunda oscuridad, como si quisiese hacerse cargo del parto que implica separar las tinieblas de la luz. Daniel Plainview horada el corazón de la tierra desde lo hondo de un pozo; parece como si el director Paul Thomas Anderson quisiese anunciarnos que estamos a punto de ver una historia visceral, o mejor: mineral, hecha a partir de los elementos que cada uno de nosotros lleva inscrito en la química de su cuerpo.

La impresión persiste, subrayada por el relato que escapa de las palabras y por el score de Johnny Greenwood, guitarrista de Radiohead, que se aparta radicalmente de los lugares comunes de las bandas sonoras para trabajar con ruidos que también parecen arrancados de la naturaleza. Mientras perfora un pozo de petróleo Plainview pierde un socio en un accidente y gana un hijo adoptivo, como si la tierra misma lo instruyese en las cuestiones de equilibrio que son condición de la vida: nada se obtiene sin perder algo a cambio, un toma y daca permanente que sólo se interrumpe -quizás, en tanto la descomposición prevé nuevos intercambios- con la muerte.

Pretender compararla con Citizen Kane, como se ha dicho tanto, es un tanto injusto. Es verdad que tratan ambas del ascenso y caída de un magnate americano, de los medios en el caso de Kane, petrolero en el de Plainview. Pero en muchos aspectos Blood es casi el anti-Citizen Kane: donde la película de Orson Welles era fría y artificiosa (aunque casi siempre genial), redundando en una mirada poco profunda sobre su protagonista, la de Paul Thomas Anderson es tan brutal y directa -y tan afecta a las profundidades- como su personaje central. Lo cual hoy, en el contexto de un cine ligero que por lo general ha perdido la capacidad de crear personajes de hondura, no deja de ser una osadía digna del genio oscuro de Welles.

Si algo enlaza Kane con Blood es la ambición de sus autores. Kane es la obra de un joven todavía maravillado por los poderes casi mágicos del cine. There Will Be Blood es la obra de un joven al que los trucos de feria ya no lo impresionan, y que se lanza en busca de una magia más alquímica. Paul Thomas Anderson se ha liberado de las mañas del narrador primerizo: no hay en Blood planos secuencia como el que abría Boogie Nights, ni estructuras narrativas intrincadas como la de Magnolia. En más de un sentido, Anderson parece haber adoptado como propia la ética de su protagonista: como Daniel Plainview, persigue su objetivo a la manera de un perro de presa, con una convicción que parece más fuerte que la vida misma. (A veces imagino que no hay otra manera de hacer cine. Las escenas de Plainview embaucando terratenientes despierta ecos del director que embauca productores, prometiéndoles glorias a cambio de su firma en el papel de un contrato.)

/upload/fotos/blogs_entradas/there_will_be_blood_2_med.jpg

En esta búsqueda de oro (oro negro en el film, veta creativa en su director), Anderson tiene un socio inmejorable. Daniel Day Lewis es un actor que pulveriza todos los cánones. Su intensidad es casi intolerable de ver. (Me pregunto qué hará de aquí en más. Alguna vez huyó del teatro en plena representación de Hamlet, hoy Shakespeare lo reclama a gritos: están hechos el uno para el otro.) Tiene tan poco miedo a embarrarse y hacer el ridículo durante su tarea como el mismo Plainview. La secuencia en la que acepta ser bautizado para convencer a un terrateniente de venderle sus terrenos es antológica, y se vuelve desgarradora en el instante en que Plainview admite en público haber abandonado a su hijo. Es un extraño momento de vulnerabilidad en un hombre acorazado, que dice detestar a la especie y buscar fortuna tan sólo para tener cómo levantar suficientes muros entre su persona y el resto de los hombres.

Escribiendo me doy cuenta de que seguiría hablando horas sobre There Will Be Blood. Hay tanto que decir, sugiere tanto... Me gustaría hablar de América: la maldición del petróleo y de la religión (la escena en que el petrolero explica al predicador Eli Sunday cómo se ha apoderado de sus riquezas sin que lo advirtiese está llena de resonancias), la tierra que se devora a sus hijos -Plainview es rechazado por uno y sacrifica a otro-, el final estremecedor con la frase profética que no me atrevo a repetir. Me gustaría hablar de cómo Anderson adaptó Oil! de Upton Sinclair sin que le queden marcas ni rémoras literarias. (Blood es cine puro, petróleo sin refinar. No creo que gane el Oscar aunque se lo merezca, es de esas películas que hace sentir a los votantes que son limitados e indignos.) Pero quedará para más adelante. Estoy seguro de que deberé ver la película al menos otra vez, para terminar de aceptarla en sus propios términos. En todo caso, este medio es el más adecuado del mundo para expresar perplejidad. La inmediatez de internet es muy útil para comunicar nuestras sensaciones aun indefinidas, un reflejo de nuestras almas en tránsito permanente. 

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22 de febrero de 2008
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El mundo, según Kissinger

Henry Kissinger tiene 84 años, un pasado más que turbio, pero una mente aún en buena forma. En Davos, de cuyo Foro Económico Mundial es uno de los vicepresidentes, se expresó con dificultad pero con ideas claras. También, en una entrevista que ha publicado el semanario alemán Der Spiegel , que en la red la reproduce también en inglés. Básicamente, Kissinger parte de que nos enfrentamos a tres retos: la desaparición del Estado-nación, el surgimiento de India y China, y la emergencia de problemas que no puede resolver una única potencia, como la energía y el medio ambiente.

Tiene algunas ideas originales que merece la pena conocer:

  • Debido a la debilitación de los Estados en Europa, estos ya no pueden pedir a sus ciudadanos sacrificios. La estructura del Estado-nación ha cedido bastante en Europa, y la capacidad de los Gobiernos de pedir sacrificios se ha reducido en el mismo orden. "Hay un vacío entre el pasado de Europa y el futuro de Europa".
  • Los europeos se esconden tras la impopularidad de Bush (que por cierto está decreciendo) para no tomar decisiones impopulares como, en el caso de Alemania, no reforzar las tropas en Afganistán y no desplazarlas al sur a misiones de combate más peligrosas. Cree que no es saludable a largo plazo que algunos países de la OTAN envíen tropas a Irak para misiones de no combate. Se crean dos categorías de países en la OTAN.
  • En cuanto a Irak estima que sería totalmente diferente que las tropas americanas se retiraran de Irak como parte de un acuerdo político, a que lo hicieran porque "América está exhausta de la guerra". En este último caso, cree, sería desastroso. Se extendería un "virus" empujado por el islam radical que lo vería como una victoria.
  • Considera un error plantear la idea de "guerra contra el terrorismo", pues el terrorismo es un método y no un movimiento político. La guerra es contra "el islam radical".
  • No se puede a la vez plantear un programa de democratización en Oriente Medio y luchar contra el "islam radical": "No puedes intentar de forma simultánea derribar el gobierno de Arabia Saudí, Egipto y Jordania en nombre de la democracia y luchar contra el islam radical. Los procesos de democratización y la guerra contra el islam radical tiene marcos temporales diferentes".
  • En cuanto a China, hay que tratarla como un socio potencial y desarrollar todo nuestro ingenio pata crear un sistema en el que los grandes Estados de Asia -"que realmente no son Estados-nación en el sentido europeo sino grandes conglomerados de culturas"- puedan participar.

Son todos elementos discutibles. Pero interesantes, y reflejan el pensamiento realista conservador en EE UU.

Por cierto, Kissinger apoya al republicano John McCain para ser próximo presidente de EE UU. Pero esto, no sorprende.

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22 de febrero de 2008
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