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Libros y papel

El 23 de abril es una fecha cómoda. Al corresponder a la muerte (en 1616) de los dos autores más grandes de la literatura inglesa y española (Shakespeare y Cervantes) no compite al ser el día del libro. Se extiende la costumbre de una fiesta del papel en estos días, menos en Francia (pues la muerte de Proust corresponde a un 18 de noviembre). Escribo fiesta del papel sabiendo muy bien que otro mundo se acerca como se nota en el blog del proyecto Booksearch de Google.

Google participa en la fiesta del libro pero para proponer un mapa interactivo donde vamos a descubrir vídeos, contenidos interactivos y libros personalizables. Libros sí, pero de otro mundo.  El mundo que se adivine en esta página de la enciclopedia británica. Vale la pena leerlo en detalle: se trata nada menos que de ofrecer por un año el acceso gratuito a una cierta categoría de usuario: los editores en línea. Pero somos todos autores en línea. Ni una palabra sobre Wikipedia, pero de esto se trata. Y no faltan las comparaciones entre un mundo y otro mundo. Un mundo con papel y un mundo sin papel. Un mundo con participación y un mundo sin participación.

¿De vivir hoy Shakespeare y Cervantes tendrían su blog? No lo sé, pero vivirían en el mundo digital.

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25 de abril de 2008
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Un caso de entereza

/upload/fotos/blogs_entradas/enrique_granados_med.jpgLos admiradores de Enrique Granados evocan con emoción la muerte de éste tras ser torpedeado el trasatlántico anglosajón Susex por la armada alemana. El compositor había encontrado lugar en uno de los botes, mas se lanzó al agua al ver que su mujer era arrastrada por las olas, compartiendo así el destino de esta última.

Enrique Granados tenía hijos y, al parecer, su desaparición dejaba a estos en la penuria, por lo que, en Nueva York (donde había estrenado su ópera Goyescas) un grupo de artistas y amigos organizaron un concierto destinado a sufragar la subsistencia y educación de los mismos. De ahí que su memoria pudiera eventualmente quedar enturbiada por consideraciones relativas al deber de preservar su vida a fin de no dejar en el abandono a los suyos.

Y, no obstante, el gesto del compositor conserva esa connotación de distancia frente a sí mismo que llega al alma y que, en algún registro, hace envidiar su destino. Obviamente, para aquel  que asume la gigantesca responsabilidad de ser efectivo eslabón en el ciclo de las generaciones, de ser instrumento de recreación de seres humanos, es indiscutiblemente deber imperativo el velar por sus hijos. Mas reitero que la singularidad absoluta de la vida humana, lo que hace intolerable toda tentativa de reducirla a la forma elemental que la vida tiene en los otros animales, reside en el hecho de que la dignidad está por encima de la permanencia: vivir ha de ser para el ser humano una condición subordinada a ciertos fines, y en modo alguno un objetivo incondicionado.

El pensamiento de la doble orfandad de sus hijos atravesó quizás a Enrique Granados en el instante crítico. Mas quizás percibió con evidencia apodíctica que tal pensamiento no operaba como razón moral relativizadota de su disposición a compartir el destino de su esposa, sino como pretexto que -mientras aquella se abismaba en el océano- le permitiría incumplir la promesa implícita de compartir efectivamente tal destino. Quizás percibió que la imagen de la orfandad funcionaba en realidad como coartada que le permitía subordinar la dignidad a la subsistencia.

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25 de abril de 2008
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El cigarro que nunca fumaron juntos

En su libro de ensayos personales Habanos en Camelot, el novelista William Styron, autor de las Confesiones de Nat Turner, recuerda su cercanía al entorno del presidente Kennedy, y cómo en la Casa Blanca se disfrutaba del aroma de los cigarros habanos, y los más gustados por el propio presidente eran los que venían de Cuba, seguramente de contrabando porque él mismo había prohibido su importación al imponer el embargo comercial a la isla, un embargo que dura desde entonces. Styron cuenta que conservó largo tiempo uno de esos cigarros Partagás, los más afamados del mundo, que Kennedy le regalo en su tubo plateado, y que no se fumó, en su recuerdo, sino el día en que lo asesinaron en Dallas.

¿Dónde conseguiría Kennedy aquellos cigarros prohibidos por decreto suyo? ¡Quién sería su proveedor secreto? Los fumaba también Fidel Castro, y eran ambos personajes muy similares, escribe Styron, separados por una feroz animosidad: "de todos los líderes mundiales, el hombre de Harvard y el marxista de La Habana eran de lo más parecido, temperamental e intelectualmente; se hubieran entendido muy bien probablemente, si no es porque la tormenta de la historia del siglo veinte y su extraño determinismo no los convierte en enemigos irreconciliables".

Y ya se sabe que nunca llegaron a fumar juntos el cigarro habano de la paz.

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25 de abril de 2008
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Clase XII. El personaje (I)

Amigos, antes de comenzar el contenido de la clase de esta semana queremos felicitar a Rafael Borras que ha sido el ganador del Premio de Literatura en Prosa que convoca la AEFLA. Todas nuestras felicitaciones para él y esperamos que esta estupenda noticia sea un estímulo para todos.  Les dejamos el link del cuento de Rafael.

El personaje (I): ese gran desconocido

La acciones que contamos en todo cuento, en toda novela son realizadas por alguien y ese alguien es el personaje. Como bien sabemos todos, la verosimilitud de  un personaje tiene tal poder que ciertos protagonistas de ficción se imponen a la realidad: Ulises, Don Quijote,  Hamlet o Madame Bovary están presenten en nuestro imaginario y enraizados en nuestra memoria colectiva de tal manera que  parecen haber sido en algún tiempo reales, de carne y hueso...

Ahora bien, los personajes al igual que las personas viven y mueren, aman y son abandonados, languidecen  y tienen grandes alegrías, pero la diferencia entre uno y otro consiste en que el personaje sólo se construye de palabras,   es producto de nuestra capacidad para crearlos de tal forma que parezcan  seres reales,  de  que se signifiquen respecto a las personas como un  reflejo donde éstas pueden verse identificadas.

Un personaje puede ser conocido en su totalidad, una persona no. Podamos saber lo que piensa, siente, lo que piensan los demás de él e incluso oímos su voz a través de los discursos: directo, indirecto, indirecto libre... discursos narrativos que veremos más adelante. Por lo tanto el personaje es una suma de rasgos físicos y psíquicos y lo veremos en acción dentro de la trama. Ahora bien ¿cómo se caracteriza a un personaje?

Un personaje tiene que resultar verosímil, tiene que parecernos real o por lo menos plausible, es decir que admitimos la posibilidad de su existencia, aunque sea en sentido figurado o metafórico. Como por ejemplo ocurre en cualquier historia de ciencia ficción o de fantasía: personajes cuya existencia en la vida real sabemos fehacientemente imposible pero que dentro del marco de la ficción aceptamos sin problemas, siempre y cuando su caracterización y sus acciones nos resulten al menos reflejo de la realidad. Ello es así porque a diferencia de la realidad, el motor de la ficción se pone en marcha con la persuasión, que es la capacidad para convencer al lector de que lo que le contamos es cierto, puede serlo o es plausible.  La vida es arbitraria y la ficción nunca lo es: nuestros escenarios, acciones y personajes tienen que parecer reales, pero en realidad siempre obedecen al orden secreto de la persuasión.

Si no tenemos muy claro en nuestra mente cómo es el personaje lo más probable es que éste resulte más bien plano, sin mayor enjundia, en definitiva poco creíble. Y ocurre lo mismo en un cuento que en una novela, aunque como veremos en una próxima consigna,  hay grandes diferencias entre unos y otros. Pero lo que los emparenta es el grado de conocimiento que de ellos tiene (o carece) su creador.  ¿Sé cómo es físicamente, qué le disgusta, qué le atrae, si es alto, rubio, bajito y con bigote? ¿Sé qué edad tiene, puedo visualizar su oficina, su dormitorio, saber con exactitud cómo son sus diversiones, conozco algún secreto suyo,  sus pequeñas desgracias, sus amores? Si no somos capaces de atender el pulso vital de éstos, si los relegamos a una simple condición de entes sin voluntad, entonces no habrá manera de hacer verosímil una historia. Decía Mark Twain que a las personas nos gustaría ser personajes de novela, pero que  a los personajes de novela les gustaría ser personas, de manera que hay que tratarlos como si fueran tales y al escribir una historia tomémonos un tiempo para pensar al personaje hasta que empiece a parecernos real, hasta que emerja ante nosotros nítido, como la imagen de un viejo amigo. Para ello es necesario dotarlo de un mundo más bien coherente.

La propuesta de la semana

Por ello esta semana vamos a proponerles un ejercicio que se titula La maleta. Verán que tienen dos «maletas» adjuntas a este texto. Cada una contiene una serie de objetos más bien cotidianos y otros que no lo son tanto. Elijan una. Imagínense que se la han encontrado, que ha llegado a sus manos por casualidad... y la abren. Ahora lo que queremos es que nos digan cómo es el propietario de tales efectos, es  decir que nos cuenten una historia donde aparezca el personaje dueño de esa maleta. Eso significa que tendremos que justificar esos objetos en nuestro pequeño cuento EVITANDO las exposiciones forzadas. Así por ejemplo, si en la maleta hallamos un biberón con zumo de piña, tendremos que contar que su hijo pequeño sólo bebía el zumo de esa fruta. Y si además hay una bola de cristal, puede que el personaje sea una bruja o un adivino. Y si hay un billete de tren para Munich quizá tengan que contar que esa mañana después de darle el biberón con zumo de piña a su hijo tal como le recomendó el pediatra, Marta cogió el tren para Munich donde asistiría un congreso de adivinos... la coherencia en el mundo de nuestros personajes es vital para su verosimilitud  y este ejercicio nos ayudará a conocerlos a partir de ciertos objetos. Quizá deban incluso investigar sobre algunos elementos que aparecen en las maletas... nada que el Google no pueda resolver.

Maleta 1

Es una maleta grande, de piel, sin ruedas, incómoda pero elegante.

Contiene, además de ropa y zapatos normales (de hombre o de mujer, ustedes deciden), un pantalón rojo con lunares blancos, dos billetes de una función de teatro ya pasada, una camiseta que dice Salvad a las ballenas, una agenda electrónica, un dvd de la película Blade Runner, un Pinocho articulable y de madera,  cinco paquetes de cigarrillos mentolados, unos guantes negros de piel, cuatro barritas dietéticas, un ejemplar de cierta novela de Hermann Melville en alemán,  una colección de postales de ciudades italianas y entradas para un función de teatro negro en Praga para dentro de dos semanas.

Maleta 2

Se trata de una maleta mediana, rígida, azul cobalto, con ruedas, algo abollada y con pegatinas de hoteles: el Raffles de Singapur y el Danieli de Venecia.

Contiene cuatro pares de zapatos de una marca prestigiosa (de hombre o de mujer, ustedes deciden),  unas braguitas negras,  un libro sobre arte renacentista en Italia, un iPod lleno de música sacra y de Purcell, una foto del Fary autografiada, una pistola Beretta sin balas, un papelito con una dirección: «Barer Strasse 27»  (no dice nada más),  dos bolsas pequeñas de caramelos de menta, una cinta métrica, una botella de pisco arequipeño y un pastillero que contiene dos pastillas de Rohypnol.  

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25 de abril de 2008
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Soberano interino

Lo encontré en una tienda, enjaulado. Luego de un titubeo premonitorio -sabía de sobra a lo que me arriesgaba- pedí que me dejaran verlo fuera de la mazmorra; diez minutos después, ya le había pagado la fianza. Desde entonces, junio del 2005, el joven Boris ha hecho cuanto ha podido por cumplir un papel destacado en la monarquía hogareña, empezando por destrozar la mesa de la sala, comerse la mitad de Conversación en La Catedral y acabar con los nervios de Don Vittorio -quien hasta el día de la estruendosa llegada del joven Boris había ejercido un aplastante absolutismo afectivo.

     Supuestamente ambos provienen de los Montes Pirineos. Boris, no obstante, es gringo, si he de dar crédito a su árbol genealógico, y Don Vittorio es asimismo hijo de padres gringos, pero nacido en Tlalpan, Distrito Federal. Chilango, al fin. Lo que para uno es guau, para el otro es arf. No me deje mentir quien haya visto ya cuán complicada llega a ser la convivencia entre un chilango y un gringo del mismo sexo. Tres visitas intempestivas al quirófano y varios puntos de sutura más tarde, ambos han terminado por construir una discreta pero firme camaradería. Cuando se quedan solos con la casa -Boris adscrito al área de garage y zotehuela, Don Vittorio en la comandancia general, adentro- se acuestan a ambos lados de una misma puerta de cristal. No se pueden tocar, pero igual siguen juntos.

     Una cosa es vivir con un perro y otra muy diferente con dos. Bien o mal, somos tres y nos gusta amafiarnos en pareja. Sobre todo al principio, cuando la monarquía de Don Vittorio resintió la llegada de un príncipe extranjero notoriamente ávido de reflectores. Lejos de tan siquiera pensar en proponer cualquier forma de democracia representativa o división ilusa de poderes, he entendido que tengo de dos sopas: apandillarme con el Soberano o con el otro súbdito. Es decir que nos queda la alternativa de sopa de fideos o sopa de jodeos, y la primera ya se terminó. Pues aun si me amafio con el súbdito debo genuflexiones al reyecito, cuyo château se yergue entre la sala y el baño de abajo. Territorio Vittorio.

     ¿Cómo se hace entender tamaña jerarquía a un perro adolescente y apunkado? Tras varios días de arresto en el garage y otros tantos a solas en el jardín, el joven Boris ha entendido al fin que al Rey no se le muerde ni con el pensamiento. Todavía no logro que le haga caravanas, que bien se las merece el buenazo de Vito, pero ya lo acompaña en los rondines y hace coro de aullidos con él si escuchan la sirena de una ambulancia. He ahí la situación curiosa del terceto: si entre dos cabe sólo una relación, entre tres caben cuatro, tres de ellas entre dos, más la propia del trío. Escenarios distintos y distantes. ¿Necesito decir que guardo secretos diferentes con cada uno, que los tres juntos compartimos otros, que también ellos dos tendrán los suyos?

     Ayer fuimos a ver a nuestro enfermo. Primero con el sol del mediodía, luego en el fresco del atardecer. Caminamos un rato por el patio, con la bolsa del suero y el catéter colgando, Boris mirándonos desde la ventanilla. Hoy, que de nuevo hacía un calorón, el principito me hizo un escándalo cuando quise dejarlo en el garage. Luego de meditarlo unos instantes, decidí promoverlo temporalmente al grado inmediato superior. Ya en la clínica, Don Vittorio aceptó caminar media cuadra, al lado de un parque. Hablamos largamente, tumbados a la orilla de la banqueta, igual que dos borrachos amigables. Por prudencia, mejor ni toqué el tema del interinato. Muy al contrario, me entregué a hacerle no únicamente las caravanas de rigor; también, y en especial, a rascarle y rascarle las orejas por dentro. Hasta ayer, no soportaba ni eso. Hoy casi lo exigió, armado ya otra vez de su elocuencia e instalado de vuelta en la guapura. Cosechó un par de fans, en tanto.

     Uno sabe que el rey es El Rey porque no pierde el porte ni cuando hace su entrada en un calabozo. De vuelta a su aposento de aluminio habilitado como lecho del dolor, Don Vittorio esperó a que le abrieran la reja y se acomodó solo, sin una orden de por medio porque él muy rara vez acepta órdenes. Sabe su cuento, no suele equivocarse. Con la reja cerrada, se acomoda y me mira con ojos de hasta mañana, como si fuera a lamerme las manos. Majestad hechicera, que la llaman.

 

P.S. En cuanto a los atentos y entrañables mensajes relativos a la salud del Monarca peludo, encarecidamente guau, guau, guau.

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25 de abril de 2008
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Galería de espectros: el cónsul

Volcán PopocatepetlRafael: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el espectro vacilante del cónsul.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al protagonista de Bajo el volcán de Lowry?

R.A.: Sí, me refiero a este personaje tan trágico y al mismo tiempo tan maravilloso desde el punto de vista literario, que ha suscitado una verdadera devoción en una minoría literaria a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. No sé si en estos momentos Bajo el volcán es un libro muy leído; pero lo que sí sé es que va creando continuamente una red de complicidades y una red de fidelidades que hace que de una generación a otra se vayan transmitiendo los lectores. Cuando pienso en el cónsul no puedo dejar de pensar en una encarnación contemporánea del descenso al infiero. En ese sentido pienso que el propio Lowry estableció muy claramente todo un sistema implícito de círculos que marcaban ese descenso infernal, y entre esos círculos evidentemente hay una progresiva caída en el alcoholismo más extremo y paralelamente una progresiva caída en el desamor o quizá más que el desamor, en un amor tan desmesurado que se convierte en inabarcable y prácticamente inaprensible desde el punto de vista humano. El cónsul va dando tumbos por las calles de Cuernavaca, de taberna en taberna hasta llegar siempre al fondo de sí mismo, al límite, a ese límite que le mantiene continuamente asomado en el precipicio. Pero no pienso sólo en esa oscuridad roja que parece rodear al cónsul. También muchas veces evoco la contrafigura de ese descenso, que sería la presencia tutelar del volcán Popocatepetl por el que el cónsul siente una extraña fascinación, ese volcán que se ve majestuoso desde diversas ciudades de México, sobre todo desde Puebla y Cuernavaca. Para el cónsul estas ciudades no dejan de ser el otro laso del infierno, un lugar poblado por ángeles al que quizá nunca accederá, pero que en cierto modo equilibra su propia caída libre en una especie de descenso sin fin.

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25 de abril de 2008
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El último espectador (8)

Piglia se angustia ante la biblioteca infinita, por eso verbaliza esta ‘dificultad para narrar'. Pero en el mundo del cine funciona como outsider. Un clandestino, un hostigador más en la banda de los rebeldes. A diferencia de la biblioteca infinita, la cinemateca no lo ahoga. En el territorio extranjero del cine se permite avanzar sin mapas, defendiendo su derecho a cagarse en los condicionamientos de la policía cultural a la que muchos creen que pertenece. (Yo sospecho, más bien, que está interpretando el Tema del traidor y del héroe, que en realidad es un agente infiltrado.)

Le consta que la tradición del cine existe, y que a los escritores no suele irles bien en su seno. Pero en una entrevista con Andrés Di Tella, confiesa lo que le ocurre cuando narra en ese registro. Hablando de una experiencia con Nicolás Sarquís que nunca llegó a filmarse, dice: "Trabajé con gran libertad, sin ninguna limitación externa a la historia que estaba narrando". ¿Qué es lo que Piglia señala como valor supremo? La ausencia de limitaciones externas al hecho de narrar. Escribir una novela es difícil cuando uno se siente obligado a estar a la altura de su leyenda, cuando se desconfía de los críticos, cuando nos desvela el eco que obtendrá en la universidad. Productores y directores no piensan en los suplementos ni en las universidades, y cada vez menos en los críticos. Lo único que le reclaman al guionista es lo esencial: que la narración funcione.

El primer guión de Piglia que llegó al cine fue Comodines, un golpe al plexo de la policía cultural. ¿Qué es Comodines? Una comedia, lo que suele llamarse buddy movie, concebida por el más comercial de los productores de la TV argentina. Comodines procede como si la serie de Lethal Weapon dirigida por Richard Donner no hubiese existido nunca. Piglia hace funcionar la máquina narrativa sin emitir guiños de complicidad al espectador. No hay tarantineada alguna en Comodines. La película narra como si inventase la forma en el camino.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_sonmbula_med.jpg

La sonámbula practica la ciencia ficción como si fuese el registro más natural del cine argentino. Corazón iluminado es un drama intimista, más preocupado por contar una historia que a Piglia lo conmueve que por cuestionar formas narrativas. En el bosque de Sherwood del cine -donde en vez de asfixiarse puede complotar contra el sistema, donde cuenta con cómplices (otro guionista, el director)-, Piglia hace lo que tanto le cuesta en el seno del canon literario. Narrar libremente. Respirar por medios naturales.

Lo que confirma mi tesis es Plata quemada. Piglia escribe la novela haciéndole eco a Sergei Tretyakov, inventor de la teoría de la literatura fakta. Tretyakov sostiene que la ficción debe trabajar con el documento crudo, con el montaje de textos, con el testimonio directo, con la técnica del reportaje. Plata quemada la novela procede así, narrando la historia central de modo indirecto, mediante registros como la crónica de los diarios y el informe psiquiátrico.

Cuando le compran los derechos, Piglia declina la opción de escribir el guión. ¿Por qué? Porque de haber aceptado habría sufrido la tentación de ser fiel a la novela. Esto habría redundado en un film cuya historia sólo se vería de lejos, borrosa e incompleta, algo que habría entusiasmado al Godard que Piglia admira... y propiciado el suicidio de sus productores. Esa película habría llamado la atención sobre su mecanismo narrativo, perdiéndose la oportunidad de ser revulsiva en el sentido del acápite de Brecht que Piglia puso a la novela. ¿Qué es más delito: fundar un banco o robarlo?

/upload/fotos/blogs_entradas/plata_quemada_1_med.jpgSi hubiese respetado las formas de la novela, Plata quemada se habría convertido en una película ‘rara', en el mismo sentido de la literatura ‘rara' que nos conminan a escribir. Parafraseando a Brecht, ¿qué hubiese sido más delito: suscribir una película ‘rara', políticamente correcta en el sentido alentado por la policía cultural, o una película que narra sin complejos una historia en la que todo el mundo carece de integridad -los funcionarios, la policía, los periodistas, los psiquiatras, la turba ávida de sangre- salvo sus protagonistas, que para mayor dato son ladrones, asesinos, drogadictos, homosexuales -y están enamorados?

La única opción que le quedaba, de aceptar, era traicionarse a sí mismo. De hacerlo se habría revelado como un conjurado. Y por eso prefirió que lo traicionasen otros, en este caso el director Marcelo Piñeyro y yo. Porque a diferencia de Comodines, de La sonámbula y de Corazón iluminado, Piglia no habría sido libre para narrar Plata quemada en el cine. El peso de la obra literaria habría acotado su capacidad de maniobra.

Y si hay algo que Piglia disfruta del cine es la libertad que le otorga. 

                                                      (Continuará.) 

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25 de abril de 2008
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Lo que se aprende en un blog

¿Para qué un blog? Para empezar, para comunicar. Lo que sea. Incluyendo, en mi caso, la información y el análisis, ideas, ocurrencias. Los comentarios de los lectores sirven, y entre otras cosas, permiten volver sobre entradas anteriores y corregir algunos de sus errores. Pero el blog es también un lugar de ensayo. De ideas que llevan a otras ideas, de formulaciones, que luego permiten enriquecer textos más largos y más elaborados. Es también un enorme estímulo para la gimnasia mental. Durante todos estos meses ha sido una experiencia muy gratificante, que, me veo llevado a interrumpir, por unos meses, por unos años. Pero ha sido un honor pasar a integrar la comunidad de bloggeros. Espero que la lectura de estos apuntes haya servido de algo a alguien. Escribirlos, desde luego me ha servido mucho a mí, y por ello se lo agdezco a quien me convenció de probarlo, Basilio Baltasar. Hasta pronto.

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25 de abril de 2008
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La buena educación

La buena educación es un quehacer que mejora extraordinariamente el curso de la vida. No hace falta ser obsequioso ni demasiado cortés, sólo tener en cuenta los diferentes estados del otro, puesto que portarse con educación significa marcar los vínculos entre personas sin olvidar, desdeñar o ignorar al prójimo.

La buena educación enseña a dar las gracias y a acusar recibo, vale para reconocer, en suma, que la otra parte nos importa en la comunicación y no descuidamos el valor de sus sentimientos, su presencia, su necesidad, en fin, de ser tenido en cuenta. De ese modo se demuestra que su entidad, cualquiera que sea, cuenta o pesa en nuestro interior y consecuentemente le concedemos peso, dimensión, volumen, ocasión de existir. /upload/fotos/blogs_entradas/la_voz_a_ti_debida_med.jpgDe existir a través de nuestro respeto o, lo que sería lo mismo, a través de nuestra atención: la atención que repara en él y no lo sortea.

El ser se hace visible y pervive en el trato educado que sin buscar, en principio, beneficio alguno otorga ocasión de ser, de influir o determinar recíprocamente. Nuestra conducta denotará el impacto de su acción y, a la vez, toda acción mutua denota respetuosamente la consistencia del contacto. Su vida vive en la vida que le devolvemos al vivirle expresamente. Un acto expreso de amor.

"Qué alegría vivir, sintiéndose vivido", exclamaba Pedro Salinas en La voz a ti debida. La voz debida a quien nos interroga,  la llamada debida a quien la necesita, la respuesta correcta a quien no solicita. El amor cunde naturalmente de la buena educación mientras el desgaste, la destrucción o el dolor siguen a la rudeza. 

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25 de abril de 2008
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El día después

Hacía años que no pasaba un Sant Jordi en Barcelona. Lo he superado. No sin paciencia, sudores y codazos. Eso que no estuve haciendo cola en lo de Ruiz Zafón. No estoy para esos trotes. Ni para esas rosas que parecen de mentira.

El éxito arrasa con todo. El día del libro en Barcelona, día fetichista según Quim Monzó, nadie se quiere quedar sin su fetiche de libro, no importa cuál y su rosa -no importa que sea inodora e insípida-, corre peligro de verse seriamente desbordado por su éxito de masas.

Al libro, a la industria quiero decir, le vienen bien los éxitos de venta. Le viene bien esa estadística de las macroventas concentradas en un solo día. Entonces no le vendrá mal a nadie. Los pequeños, los invisibles, tendrán que afirmar su singularidad, su saber sobrevivir sin tener que estar en la lucha de cifras, en el número de ventas. Y recordar que la literatura, generalmente, es una cosa de minorías. De inmensas minorías cuando mejor.

Sigo pidiendo las firmas de los libros a sus autores. Unas veces porque me gusta ese fetichismo, esa señal de un encuentro. Pero ya no tengo paciencia, ni razones para hacer una cola ante un autor. Ni aunque fuera Cohetes.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_escritor_quim_monz_1_med.jpgSí conseguí que mi admirado Quim Monzó me firmara su último ejemplo maestro de contar, con su humor, con su mala leche, la cantidad de cretinos con los que convivimos. Nuestro propio cretinismo. Y el mío. Todavía no he sido capaz de desentrañar su dedicatoria. Soy lento pero inseguro. Además lo oscuro es más culto.

Muchas veces creo que pido las firmas por vender un día más caros los libros que inundan mi vida. No sería un mal fin. Negociar con aquello que una vez fue capaz de darte placer. El libro es un buen negocio. Aunque sea una ruina.

No correré para vivir otra jornada de libros y rosas. A cada uno lo suyo. Y una rosa sigue siendo una rosa, una rosa, una rosa...

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24 de abril de 2008
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El Boomeran(g)
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