Guerrilla de la imaginación
Rafael Argullol: Esa fusión de comunidades está originando una especie de caos narrativo que puede ser extraordinariamente fértil en el futuro, pero siempre tenderá a ser asfixiado y obturado por lo que es el discurso monolítico que está gestionado desde los medios del poder.
Delfín Agudelo: Esta gigantesca mezcla de narraciones y narrativas se crea en la megápolis y, si bien muchos de estos textos creados no hacen referencia explícita a la megápolis como tal, muchos sí la caracterizan. En esa medida, para que esto suceda, creo que hay un momento en que la megápolis tiene que caer en cuenta de que lo es; el ciudadano de la metrópolis lo supo en su momento, a finales de siglo XIX. El parisino se reconoce en una capital cultural de occidente. Hay un caso distinto en el siglo XX, que es de quien se reconoce en la megápolis.
R.A.: Creo que hay una gran diferencia respecto al paso de la ciudad tradicional a la metrópolis, y de ésta a la megápolis La metrópolis todavía tuvo mecanismos de autorreconocimiento, muy convulsos, porque en muchos casos implicaron grandes cismas, revolucionarios y contrarrevolucionarios. En el terreno del arte, luchas sin cuartel entre vanguardias y núcleos de conservación y tradición. Pero hubo todo un proceso de autorreconocimiento y es ahí donde podemos encontrar la gloria creativa, por así decirla, de ciudades como París, Londres, Nueva York, Viena o Londres, en ese proceso. En definitiva, desde Baudelaire en adelante, el arte moderno forma parte de ese caudal de autorreconocimiento. No creo que hubiera podido ser posible lo que llamamos vanguardia histórica si no hubiera sido en el seno de ese autorreconocimiento de la metrópolis. A pesar de que aumentaba de manera gigantesca sus proporciones, conservaba la posibilidad de establecer señas de identidad, aunque fueran muy elásticas. En cambio, en el caso de la megápolis, una de sus características es que impide el autorreconocimiento a sus propios pobladores. Es decir, el poblador de la megápolis solo en parte tiene un vínculo emocional de conexión con ese habitad. Y lo tiene en cuanto diríamos aún recuerda el momento en que era una ciudad. Pero por lo general lo que se impone es ese alud de amnesia, continuamente cortado por grandes borracheras de actualidad, y con unos habitantes que giran alrededor de esas borracheras. Más que un autorreconocimiento de la megápolis, se da una especie de resistencia, casi diríamos de guerrilla de la imaginación o del relato que remite a las propias raíces y tradiciones, que es lo que transcurre en ese mundo diseminado y subterráneo.