Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Postcuervo

 

 

El libro Cuervo, de Boria Sax, permite utilizar sintagmas para construir nuevos textos; estrategia ya empleada en el apartado Paleografías del poemario Fámulo. En el primer texto, Oreb, el resultado, aleatorio, es claramente profético; avisa de la mayor amenaza para Occidente, la explosión demográfica humana en África y Asia, y su correlato; las invasiones. En el segundo, Edad Moderna, se modifica levemente un párrafo y se citan dos anacronismos.

 

--

 

Oreb

 

Un hombre, Oreb, se convierte en cuervo, un hombre que camina sin rumbo en busca de un lugar donde fundar su reino y que quizá ve en el pájaro el esplendor de la destrucción, el método exacto para evocar una sensación de asombro, la paciencia exacta para aguardar a que pase la época del ser humano. Alguien dice entonces que ese hombre es uno de los invasores, un adelantado de los invasores, hombres con cabeza de cuervo procedentes de las montañas, demonios sin fuego, seres nublados que viven con fortaleza y aplastan a sus enemigos, y que, aunque graznan en el umbral de los palacios, sangran igual que sangra el lobo y sangra el hombre, y así, en ese momento y de ese modo, se agota la jerarquía y entra la muerte en el mundo.

 

-

 

Edad Moderna

 

Igual que los europeos antes de la Edad Moderna, los nativos americanos tampoco distinguían de forma clara entre el cuervo y la corneja. (Podriamos fijar el inicio de la Edad Moderna en el momento en que Europa aprende a distinguir ambas especies) En la Hoya de Huesca creen que la corneja es la hembra del cuervo y le llaman “cuerva". En el Campo de Jaca llaman “cuervo” tanto a la corneja como al cuervo y no los diferencian ni sonora ni visualmente.

Leer más
profile avatar
15 de julio de 2019
Blogs de autor

No te ajunto

Hace días que pienso en Groucho y aquella canción que entonaba en una de las mejores películas de los Hermanos Marx, Plumas de caballo: “Puede que tu propuesta sea buena, pero vamos a dejar una cosa clara: sea lo que sea, ¡estoy en contra! E incluso si la cambias o condensas, ¡estoy en contra!”. Aunque ignoren su estribillo, es lo que parecen repetir nuestros líderes políticos, que vuelven a convertirse en una de las máximas preocupaciones de los españoles, según el CIS, dada su incapacidad para entenderse y formar coaliciones. Para asumir que se necesitan los unos a los otros, igual que ocurre en una familia o una comunidad de vecinos, escozor mediante.

Los políticos plañen y claman ante los micrófonos si no son acogidos con los brazos abiertos o son alimentados con cuchara. La retórica victimista, tan instalada en el discurso actual, es una añosa técnica demagógica que consiste en descalificar al adversario mostrándolo como atacante con el verdadero fin de rehuir el debate. Altamente manipuladora, se cocina con tres ingredientes principales: deformación de la realidad, rédito en la queja e incapacidad autocrítica. “El PSOE pone a Cs en la diana y los radicales nos lanzan botellas” tuiteó Inés Arrimadas tras el presunto escrache en el Orgullo Gay, que unos consideran poco menos que una batalla campal, y otros, una protesta legítima con algún incidente controlado. La cúpula de Vox lleva semanas lamentando unas líneas rojas que ellos mismos se encargan de repintar a golpe de exigencia. En el seno de Podemos consideran que Pedro Sánchez está jugando con ellos con la mirada puesta en unas nuevas elecciones, aunque haya empezado a celesti­near con una carta de ministros apolíticos.

También hay quienes, desde la derecha, ven en la dureza negociadora del presidente en funciones y su equipo una artimaña victimista a fin de recurrir in extremis a radicales e independentistas, alegando que lo intentó todo con PP y Ciudadanos. ¿Y qué decir de los populares, un partido que lleva años coleccionando agravios de toda condición y procedencia, incluso desde dentro de sus propias filas?

El sectarismo agrio ha bloqueado el diálogo y, lo que es peor, ha fracturado el principio del respeto. Todos son anti o van contra algo, en lugar de esforzarse en atemperar las estrategias de choque y devolver el anticomunismo y la homofobia a las lejanas décadas que les corresponden. Y resulta irresponsable apostar por el perverso “cuanto peor, mejor” en lugar de atreverse a buscar decididamente lo bueno para cuantos más mejor.

El sectarismo agrio ha bloqueado el diálogo y, lo que es peor, ha fracturado el principio del respeto

Víctimas de su propio marketing, de una doble moral, de un feminismo oportunista que confunde la igualdad con los vientres de alquiler... Lloricas de “a ti no te ajunto”; claro que afanarse en cambiar las cosas es arriesgado. Soy de las que prefieren utilizar el término supervivientes –en lugar de víctimas– al hablar de cualquier tipo de violencia. ­Porque quienes alargan la compasión acaban enterrados en su propia mega­lomanía.

Leer más
profile avatar
15 de julio de 2019
Blogs de autor

El arte abyecto de lo insustancial

 

"No es cierto que todo sea incierto", decía Pascal. Sí, salvo en política, que utiliza lo incierto como estrategia, como dialéctica, como excusa, como basura ideológica, y de paso también la incertidumbre.

 

No hay discurso más borroso que el político, ni más lleno de lugares comunes y de estereotipos proyectados en la nada.

 

En política el lenguaje ni siquiera cumple su función más básica, comunicar los más elemental. Ni lo elemental ni lo complejo. Tan solo una retahíla de ideas desgastadas. El arte abyecto de lo insustancial.

 

Leer más
profile avatar
14 de julio de 2019
Blogs de autor

Las voces a ellas debidas, 8

 
 
 

 

Lucía Estrada (Medellín,1980). Katábasis.

Medellin, Tragaluz, 2018.

 

Notable es la producción poética en Colombia, especialmente entre las poetas. Desde María Mercedes Carranza hasta Gloria Posada prevalece la ética  del rigor formal, luego de las tendencias confesional y narrativa. La sobriedad y la apuesta por un oficio libre de los fastos regionales fueron evidentes en el canto mundano de Alvaro Mutis, en la bonhomía civil del coloquio de Juan Gustavo Cobo Borda, en las epifanías y alabanzas de Giovanni Quessep, y en el canto gozoso de Elkin Restrepo. No en vano en las voces más vivas se advierte hoy la apelación por el lector dialógico, contra la elocuencia confesional. Lucía Estrada convoca a Blanca Varela y María Mercedes Carranza (¡no logré convencerlas de que eran feministas a pesar suyo!), cuyas voces son paradigma del rigor estoico y la agudeza lacónica. He leído con atención los libros de María Paz Guerrero, Sandra Uribe y Yenny León, publicados en 2018, y en ellos es también patente la bondad del oficio y el don de convertir  una experiencia en cifra metafórica. Luego, en la buena pista, me encontré con el libro de Lucía Estrada, cuya virtud es trabajar a favor del silencio. Con cualquiera de ellas (y no dudo que hay otras) podría yo tomar un té lleno de tarde y elocuencia; pero diré algo sobre Lucía Estrada, cuyo arte de descender a tierra cita a dos cercanos cómplices del trance de la caída: Eugenio Montejo y Marosa di Giorgio. Descenso o pie a tierra, la poesía es una lección de cosas de asombro y transición. Eugenio y Marosa cultivaron una curiosidad tierna. Y asumían con sobriedad el asombro. Lucía Estrada define bien al oficio en “Alfabeto del tiempo”: “desaparecer secretamente como un enigma, como una sombra, o como el pájaro muerto al que ningún aire reclama.” 

        Y en “Del tiempo de este reino,” prolonga ella la lección del poema: “Allí donde todo sucumbe, algo o alguien –acaso– logre saltar el impedimento; alguien o algo avance por fin contra la corriente.”

        No menos relevante es la lección de “Regreso a Itaca”:

“Impronunciable la luz, el agua que corre y la piedra que silenciosa la recibe. Impronunciable aquello que visto tras el humo permanece.”

        En “Cotidiana” las palabras circulan como una Sortes vigilianae, en su fraseo: “Vivir es una extraña condición de la muerte. Yo la llevo conmigo, pero no pesa en mi cuerpo su luna espectral.”

        Rehacer Colombia, o cualquier país nuestro, palabra a palabra, es el proyecto que alienta en esta poesía, que resuena como la última alianza del lenguaje salvado por el lector. El lector acompaña esa tamaña empresa, liberado, a su vez, de los jurados inevitables de concursos prescindibles:

        “También el silencio –que guarda la hora del mundo- se ha retirado. Un rumor enemigo y salvaje es todo cuanto queda.” 

      El poema es, así, una cicatriz viva del escepticismo. (“Escepticismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad,” recetaba Mariátegui). No en vano en el mundo hispánico prevalece hoy el luto: El femicidio, el autoritarismo del dictamen neoliberal, la conversión de la vida cotidiana en mercado, la violencia contra los migrantes que cruzan muros y fronteras, el contrabando como la forma de las relaciones humanas, y la pérdida de la literatura viva en el espectáculo mercantil... Nuestros economistas dicen que América Latina acrecienta su clase media y que nunca ha sido menos pobre. Más bien, nunca ha sido más desdichada. La corrupción es la matriz de estas debacles.

        Es otra lección de cosas: nos creíamos ya modernos pero las migraciones de los más pobres, tanto como la serie de desastres por el cambio climático, y la desocupación de los más jóvenes, demuestra que hemos vuelto a la pre-modernidad. Esto es, a merced de lo precario.
Leer más
profile avatar
13 de julio de 2019
Blogs de autor

El Tahití de los filósofos

"Como un tigre salvaje recubre hasta el ahogo a sus propios cachorros, así el mar precipita las más poderosas ballenas contra las rocas. Implacable, sin poder exterior que lo controle, jadeante y resoplando como un loco corcel que en la batalla ha perdido a su jinete, el océano sin dueño, sumerge al entero globo.

Fijémonos en la sustancia del mar: sus más temibles creaturas se deslizan bajo el agua; invisibles en su mayor parte, traicioneramente ocultas bajo los más amables tintes del azul. Fijémonos en el diabólico brillo y belleza de alguna de las más despiadadas tribus; en la delicada y bella factura de múltiples especies de tiburones. Fijémonos de nuevo en el universal canibalismo del mar, cuyas creaturas imploran unas a otras, protagonizando una eterna guerra desde que el mundo es mundo (...)

Fijándonos en ambos, mar y tierra, ¿no encontramos una analogía con algo en nosotros mismos? Pues al igual que este terrible océano rodea las verdes praderas, así en el alma del hombre reposa un singular Tahití, lleno de paz y de alegría pero cercado por todos los horrores de la parte semi-desconocida de la vida. ¡Dios te aguarde de alejarte de esta isla! Puede que nunca retornes" (Moby Dick).

Hace unos meses me refería aquí al diferendo entre Voltaire y Rousseau respecto al peso a acordar a la cultura en el devenir moral de la humanidad. En su "Profession de foi du Vicaire Savoyard", Rousseau viene a indicar que la virtud esencial reside en la condición de un hombre carente de poder, pero también de conocimiento científico o formación letrada, y en suma carente de toda sofisticación; en razón de ello estaría precisamente en condiciones de discernir perfectamente el bien del mal. Hay en esta tesis como dos aspectos: 

Por un lado la convicción de que, por así decirlo, no se necesitan profesores de virtud, es decir, casi el germen de la concepción kantiana del imperativo categórico como rasgo que permite a todo ser de razón no dudar respecto a ciertos postulados de la moralidad (ejemplo canónico: nadie duda de que aprovecharse de la situación de debilidad de un ser humano para instrumentalizarlo es marca de ignominia). Pero Rousseau hace decir a su vicario algo más:

"Sólo sé que la verdad está en las cosas y no en mi espíritu que las juzga, y que cuanto menos pongo de mi espíritu en los juicios que emito, más seguro estoy de de acercarme a la verdad: así mi regla de adecuarme más bien a mi sentimiento que a la razón es confirmada por la propia razón".

Si el lector se introduce en la lectura del texto de Rousseau verá que la moraleja es en suma la siguiente: el hombre es por naturaleza bueno, pero el ejercicio de la razón le pervierte. Y ¿por qué las cosas son así? Respuesta en una traducción teológica del problema, sustentada en la inspiración jansenista de Rousseau:

Pues porque Dios, además de hacernos naturalmente buenos, nos dio la razón para que pudiéramos libremente elegir ser o no fieles a tal bondad natural. Por desgracia (ebriedad de la razón) no siempre prevalece el buen criterio. No siempre adoptamos una actitud moral conforme a nuestra buena naturaleza; no siempre resistimos a nuestra vanidad de seres racionales; no siempre, por así decirlo, somos modestos. No lo fueron ciertamente nuestros ancestros paradisíacos tentados por la "Ciencia del bien y del mal", es decir bien y mal reducidos a conocimiento (contrapunto absoluto de la tripartición kantiana que separa la razón cognoscitiva tanto de la razón práctica, base de la moralidad, como de la razón que se actualiza en el juicio estético).

Así pues habría habido un momento en el cual el hombre gozaba de la Gracia divina, en un estado de perfecta armonía con la naturaleza, con sus semejantes y con el propio hacedor. De tal situación el hombre cayó...según el mito bíblico por sucumbir al deseo del conocimiento (árbol de la ciencia del bien y del mal); en la filosofía rousseauniana por razones más complejas. En cualquier caso el valle de lágrimas sería ahora nuestro hábitat. Al respecto la siguiente confesión de Rousseau:
"Lloraba y suspiraba a propósito de cualquier nimiedad, sentía que mi vida se escapaba sin haberla degustado (Je pleurais et soupirais à propos de rien, je sentais la vie m'échapper sans l'avoir goûtée)".

Nada más cercano a la visión (como decía de inspiración jansenista) de la vida como una potencial y muy probable condena; nada más alejado de la afirmación vital que (pese a su lucidez) atraviesa toda la obra del contemporáneo de Rousseau Voltaire. Voltaire no espera gran cosa de Dios ni tiene confianza en la naturaleza; baste recordar su queja ante la tragedia de Lisboa: 

"¡Desgraciados mortales! ¡Oh tierra deplorable!/ Oh amasijo espantoso de todos los mortales / ¡Eterna controversia sobre dolores vanos!/ Engañados filósofos que proclamáis: "Todo está bien"/ Acudid, contemplad las ruinas horribles, / Los fragmentos, los guiñapos, estas pobres cenizas». 

Sin embargo Voltaire estima que el hombre, forjador de ciudades poemas, narraciones y construcciones teóricas como los newtonianos Principia, simplemente... vale por sí mismo. El hombre no en su abstracción sino el hombre inserto en el medio concreto que a Voltaire le tocó vivir. Pues quien se alzó contra el optimismo del mejor de los mundos, se reconoció sin embargo en la burguesía montante y amó cuanto la sociedad fronteriza comenzaba a deparar, empezando por los refinamientos gastronómicos y ciertas libertades en materia de costumbres, sin que ello le impidiera tener la visión más lúcida sobre las miserias, desafueros e injusticias de todo tipo que se daban a su alrededor; males achacables a los hombres pero que no cabe, en el espíritu de Voltaire, contraponer a una supuesta bondad de la naturaleza, que deberíamos agradecer al creador. 

El Rousseau que tanta armonía veía en la naturaleza... se lamenta de la razón y de la vida. El Voltaire que clama contra una naturaleza implacable, parece desde las profundidades dar un sí profundo al pensamiento y a la vida trágica del singular animal que da soporte al pensamiento. El aspecto afirmativo, que en las más difíciles circunstancias caracteriza a filósofos muy diferentes (Nietzsche, Descartes, el propio Voltaire), reposa quizás tan sólo en una aleatoria y afortunada circunstancia que forjó un precioso y preciado espacio interior: "así en el alma del hombre reposa un singular Tahití, lleno de paz y de alegría pero cercado por todos los horrores de la parte semi-desconocida de la vida. ¡Dios te aguarde de alejarte de esta isla! Puede que nunca retornes".

No sería sin embargo justo transcribir este párrafo de Moby Dick sin evocar también este otro que le hace radical contrapunto:

"¿Conocéis ahora la especie de los Bulkington? Os parecerá entonces vislumbrar esta mortal e intolerable verdad: que todo pensamiento profundo y severo no es sino el intrépido esfuerzo del alma por mantener la abierta independencia de su propio mar, mientras que los más furiosos vientos del cielo y de la tierra conspiran por arrastrarla hacia la orilla traidora y servil".

 

Leer más
profile avatar
11 de julio de 2019
Blogs de autor

La vida ‘sin’

La victoria de la preposición sin frente a con es aplastante. No es el añadido lo que hoy nos seduce, sino la supresión. La ideología del bienestar ha impuesto contención y ha encumbrado la sobriedad como renovado valor. Productos sin sal, sin azúcar, sin conservantes, sin gluten, sin lactosa, sin fructosa, sin cafeína, e incluso sin cables, llegan raudos a nuestras casas, prometiendo un estado más elevado, sin inflamaciones de vísceras ni huelga de lactobacilos. La vida sin nos otorga una especie de semipoder, igual que si pudiéramos regalarnos días de vida si no fumamos, evitamos apoltronarnos o no ingerimos grasas saturadas. Ya el sabio libro del Eclesiastés demostraba que el principio de la reciprocidad no existe. Que el bien no siempre trae el bien, ni unos pulmones sin nicotina garantizan librarse de un tumor. Aun así, la era sin crea ilusión, la del bienestar que te procura administrarte dosis de bienestar.

Los vicios son hoy más abstractos y sofisticados. Crecen, por ejemplo, los lo­cales de intercambio de parejas y el sexo libre deja de ser considerado una guarrería, mucho menos nociva que una hamburguesa industrial o medio kilo de churros. Leo un artículo en The New York Times sobre la “nueva sobriedad”, una forma de entender la vida sin no sólo para alcohólicos diagnosticados, sino para todos los que, además de cuidarse, no quieren alterar su conciencia ni llevar “un punto” encima, esa bruma esponjosa que desinhibe y produce euforia. Prefieren divertirse a palo seco. Ahí están esos neoyorquinos abstemios que frecuentan el Club Soda, ListenBar o Getaway y piden mocktails –el término anglosajón para los cócteles light–, y etiquetas que triunfan en las redes sociales con los hashtag: #MindfulDrinking o #SoberCurious.

En este país tan cervecero, resulta original que la sin se erija en fenómeno y ya represente el 13% del consumo per cápita de tal bebida, según destaca el informe de Cerveceros de España. Se trata de un dato revelador, porque lideramos a nivel europeo su consumo y su producción. Y el último estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre hábitos de consumo informa que ingleses y españoles han empezado a beber menos. Aun y así, en nuestras mesas sorprende que ­alguien rechace el vino. “¡Venga, una ­copita!”, suele insistirse, como si tan sólo los musulmanes y las mujeres embarazadas estuvieran excusados para brindar con Coca-Cola.

La tendencia a la sobriedad es una buena noticia en un país de larga tradición de bebedores, donde tantas guitarras, besos y contratos han sido regados con una copa de más. Y aunque la moda del sin roce a veces el absurdo, expresa un deseo de pureza universal, una exfoliación anímica para sentir que tenemos el control en un mundo descontrolado.

Leer más
profile avatar
10 de julio de 2019
Blogs de autor

El sueño de la razón

El triunfo de la revolución nicaragüense en 1979, hace cuarenta años, fue el fruto del heroísmo de miles de jóvenes combatientes que lograron derrotar al ejército pretoriano de Somoza, pero también lo fue, y en una medida trascendental, de una hábil y brillante operación política que movilizó a la población, despojó de temores a la clase media, pospuso las aprehensiones de los empresarios, logró una un sólido respaldo internacional, y una interlocución con el gobierno de Estados Unidos.
 

Una "transición ordenada" fue negociada con la administración Carter, lo que implicaba la salida de Somoza al extranjero con su familia y allegados, y la formación de un mando militar conjunto entre oficiales de la Guardia Nacional y comandantes guerrilleros. No resultó así al final, porque el vicepresidente Urcuyo, que solo debía entregar el mando a la Junta de Gobierno organizada en el exilio, desconoció el acuerdo, y eso precipitó el avance de las fuerzas insurgentes del FSLN y el desmoronamiento del ejército.

Los jóvenes en armas, y la gente que los apoyaba, jugándose también la vida, entendían poco de artificios ideológicos, y su urgencia era derrocar a una dictadura opresora y corrupta. Y allá abajo empezaron a juntar fuerzas antes de que se llegara a firmar un acuerdo de unidad entre las tres tendencias en que el FSLN se hallaba dividido.

Pero hay pecados capitales que definen la historia de un proceso revolucionario, y definen, en fin de cuentas la historia misma. Un pecado capital de los líderes de la revolución nicaragüense consistió en poner la ideología por encima de las posibilidades de la realidad. El socialismo, como idea redentora, despreció la realidad, y esta terminó imponiéndose.

Las concepciones leninistas sobre el poder no dejaban de flotar arriba, en el estrato de la vanguardia, encarnada en los nueve comandantes, dueños del papel de conducir una revolución, que, contraria a cualquier molde, se había hecho con novedad e imaginación.

Desde el primer momento, en el proceso revolucionario convivieron dos planos: las intenciones de crear a largo plazo de un estado socialista bajo la guía de un partido único, o al menos hegemónico; y la proclama de pluralismo político, economía mixta y no alineamiento internacional.

Antes de un año, la unidad de fuerzas políticas diversas que había hecho posible el derrocamiento de la dictadura saltó en añicos. Muy temprano el FSLN decidió que la responsabilidad de gobernar era en exclusiva suya, y este fue otro pecado capital. No sólo alejó a sus aliados, sino que les estorbó, o impidió, que formaran o consolidar partidos de oposición. Cuando fueron llamadas las elecciones de 1984, ya en auge la guerra de los contras, quiso atraerlos de nuevo, pero la administración Reagan les impidió participar como parte de la estrategia de cerco y debilitamiento que ya estaba en marcha.

En términos estratégicos, la revolución se amparó en el campo soviético, y en Cuba, para el apoyo militar, y para los suministros básicos que incluían el petróleo; mientras del otro lado prevalecía el embargo comercial de Estados Unidos junto con una decidida política de aislamiento que, a los ojos del mundo, situaba a Davis frente a Goliat.

La única posibilidad de redimir a los pobres era creando riqueza, pero la estatización de sectores claves de la propiedad, empezando por la agraria, y los controles del comercio exterior e interior, resultaron en fracaso; y la guerra vino a desbarajustar las iniciativas de transformación social que eran la razón de ser de la revolución.

La empresa privada sobrevivía maniatada, sin iniciativas ni confianza, sujeta a las expropiaciones arbitrarias, y después se fue también por el embudo de la debacle que representó la falta de divisas para los suministros básicos, la inflación y el desabastecimiento.

Nadie en la dirigencia sandinista imaginó a Gorbachov sustituyendo a los viejos carcamales del Kremlin, ni que años después aterrizaría el canciller Shevardnadze en Managua con la notificación de que era necesario entenderse con Estados Unidos para que la guerra de los contras terminara; es lo que ya se había acordado entre Washington y Moscú. Tampoco fue previsible la desaparición de la Unión Soviética ni la caída del muro de Berlín.

Cuando se impuso la necesidad de los acuerdos de paz con la contra, que también se había quedado sin respaldo del Congreso de Estados Unidos, vinieron, como consecuencia, las elecciones de 1990, que el sandinismo perdió. El proyecto hegemónico colapsó, y las concepciones ideológicas cogieron rápidamente herrumbre.

La revolución terminó entonces mediante una gran paradoja: por la vía de unas elecciones que eran el símbolo de la democracia representativa, que la teoría marxista rechazaba por opuestas a la democracia popular.

Quizás el más aleccionador de los pecados capitales de la revolución, vista ahora como un fenómeno ya lejano, es la concepción del poder político para siempre en manos de un partido, que viene a terminar indefectiblemente en el poder de una persona, o de una familia.

Siempre resulta que el sueño de la razón produce monstruos.

 

Leer más
profile avatar
8 de julio de 2019
Blogs de autor

Las voces a ellas debidas, 7

 
 

 

Carmen Berenguer (Santiago de Chile, 1946). Obra poética. 

Santiago, Cuarto Propio, 2018. Prólogo de Eduardo Espina.

 

 

Los libros de Berenguer, la poeta chilena que prosigue a Gabriela Mistral con renovado aliento vivencial, mundanidad inmediata y cierto hiperrealismo visionario, se pueden, por fin, visitar entre sus varios pisos casi ecológicos por terrenales, materiales y políticos.  Quien haya leído algunos poemas suyos reconocerá en cualquier otro suyo el timbre urgido, la demanda de mundo, y la apasionada solidaridad con la historia social de violencia ejercida contra el cuerpo de la mujer; esto es, contra sus derechos a piso y paso, y no sólo a un cuarto propio. Más sarcástico que irónico, su coloquio maduro avanza como un sistema no sólo oral, sino hecho en la duración de la voz mutua. Por ello, sus trazos de habla respiran, palpitan, y desencadenan un discurso de la mujer latinoamericana (tantas veces marginal); posicionada en lo específico, despliega con vigor, ironía y certidumbre, una dimensión de la oralidad que no ha llegado a la literatura sino como ruptura del código. En sus libros, sin queja y con furia, esa voz alerta actúa como presencia y suficiencia del balance, el testimonio, la confesión, la protesta, así como la oración y el canto, pero también la sátira y el escarnio. Se puede demostrar que esta plaza tomada por la oralidad empieza con el coloquio popular, cierne el desenfado beatnik, reapropia el demótico cifrado en  las pintas de la protesta política. Se propuso, y lo logró, hacer hablar a la ciudad. Por lo demás, Carmen Berenguer nos hace lugar en su conversación con Villon y Ginsberg, Janis Joplin y Nicanor Parra... Su rebeldía viene de lejos y su demanda nos incluye. Entre burlas y veras del sistema literario, su desenfado es un corto-circuito de la institución de las Letras a nombre de la humanidad de la palabra común.  

        Lo dice tal cual:

        “La poesía, mis amigos y amigas, no son deberes verbales, ni siquiera verdades...La poesía no tiene mandato, ni ley ni orden. Y como sé que amáis al decadentismo formulario...sois culposos. Y como amáis la fe sois arrogantes. La poesía no tiene nada que ver contigo.“ 

        Una poeta mayor, amiga de las Furias. No escapa a su dictamen la misma mundanidad de la obra:

                Cómo vas a presentarte ante mí de esta forma tan impía

                        tan dulce y sofisticada como la locura

        dispuesta a hablar bajo el imperio de los sentidos últimos

                                de una muerte dispersa

                        Oh fatua repentina de cabeza laxa

        expuesta a la indulgencia de aquél que atraviesa a la deriva

                        Oh vacua exposición de lo inaudito 
Leer más
profile avatar
8 de julio de 2019
Blogs de autor

Preferiría no hacerlo

Me reencontré con un amigo al que hacía años que no veía y, entre otras historias, me contó que había estado enfermo: “Fui al hospital y me atendieron corriendo, pero eran tiempos donde aún valían los enchufes”. En sus palabras quedaba patente la hermenéutica de una era en la que los atajos por influencia o los comportamientos abusivos han ido emergiendo como bolas de pelusa cada vez más gordas, comisiones, contratos amañados, ventas de nada a cambio de oro.

Hoy prevalece una mayor conciencia cívica y equitativa frente a la picaresca que abusa de los más débiles y que urde chanchullos. Pero hay un aspecto que sigue inamovible, replegado en sí mismo, causa de desesperaciones personales y flagrantes abusos institucionales. Me refiero a la burocracia, ese magma gris, ese muro contra el que el escribiente Bartleby se paraliza y repite: “Preferiría no hacerlo” (en agosto se cumplirán 200 años de la muerte de su autor, Herman Melville, que murió completamente olvidado). Las pilas de papeles amontonados que Bartleby prefiere no revisar, igual que la espiral absurda de oscuridades administrativas que tan bien relató Kafka, evidencian la indefensión en la que ­queda el individuo. El ciudadano al que le dicen: “Vuelva usted mañana, y traiga tal papel; o una firma compulsada”. Resiste ese poder concentrado, adormecido en su propia maquinaria, que zancadillea decisiones personales de gran calado.

“Cuando quieres combatir la dictadura de la burocracia, sólo la agigantas, tienes que hacer una circunvalación”, me razona Gemma Calvet, directora de la Agència de Transparència de l’Àrea Metropolitana de Barcelona, que ha presentado con gran éxito ante la ONU el programa Lorenzetti –en colaboración con las ciudades de París, Montreal y Bogotá–, donde, a través de la obra del pintor italiano, se hace comprender que no hay integridad sin ética público-privada y para ello la cultura humanista es imprescindible. En la construcción de la nueva identidad pública, el papeleo es sinónimo de infinitos laberintos trazados por unas administraciones ahogadas en sí mismas y perdidas en sus dédalos tecnológicos. Según Calvet, existen dos tipos de funcionarios: los políticos y los carismáticos. Los primeros son prisioneros de la rutina, de la inercia, mientras que los segundos son contrarios a la concentración de poder estático y unipersonal.

Sólo los débiles quedan a merced de coacciones y favores, afirmaba Epicuro. El marketing de la transparencia llena hoy la boca de todos aquellos que quieren (de)mostrar su nuevo liderazgo –sea por coherencia o porque quien coquetea con las cloacas un día u otro verá flotar su propio cadáver en ellas–, pero poco tiene que ver con una limpieza real, la que exige recursos económicos y humanos, y también un firme compromiso político. ¿Cuántas buenas ideas se han malogrado por la burocracia del confort? ¿Cuántas personas no han podido mejorar sus vidas a causa de un papeleo a destiempo? Le robo la frase a Calvet: la democracia será ética, o no será.

Leer más
profile avatar
8 de julio de 2019
Blogs de autor

Mámparas

 

Parroquianos endomingados pontifican en la taberna Lupercio en pleno aperitivo, vermú casero y banderillas Gilda, sobre la etología de dos especies orníticas, una de interés cinegético y culinario, la chocha perdiz –Scolopax rusticola-, y otra de interés ambiental y paisajístico, el cernícalo vulgar –Falco tinnunculus-, que recibe, a nivel local, provincial e incluso regional, el nombre de 'esparvel', siendo 'becada' el nombre generalizado en el caso de Scolopax rusticola, todo ello con sus variantes prosódicas. El erudito Pierre Albret ya fue testigo, hace bastantes años, del ejercicio de esa alambicada práctica aragonesa que es la ultracorreción; escribía Albret: “Conscientes las clases más culturalizadas del repudio a los esdrújulos que se atribuye secularmente a los aragoneses, optan por acentuar de ese modo cualquier palabra de aspecto señorial o de significado poco definido. De hecho, una tienda de artículos de menaje anuncia la venta de MÁMPARAS y, en amena conversación con los huéspedes del hotel, he podido oír GRÁNITO, HIPÓTECA, MALÁBARES y PEPSÍCOLA, palabras pronunciadas con la satisfacción que produce saberse escuchado”. Pues ahora, aquí, en la taberna Lupercio, se está produciendo una cruel dicotomía: los jornaleros, los cazadores de a pie, los gitanos, hablan de “becadas" y “esparveles"; los señoritos de alguna tierra, los monteros, los gerentes de supermercado, hablan, ufanos, de “bécadas” y “espárveles”.

 

Leer más
profile avatar
6 de julio de 2019
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.