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Torrijos

Entre los enclaves de interés ornítico cercanos a mi domicilio destaca el entorno del puente de Torrijos, frecuentado, en esta época del año, por numerosas rapaces en migración. Desde el interior del coche, situado de modo estratégico en el tramo que se conserva de la vieja carretera, llevo a cabo dos de mis prácticas favoritas, observar el comportamiento de las aves y observar el comportamiento de los humanos. Así, compruebo que la estupidez no tiene límites, al tiempo que un ejemplar de aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) planea junto a un ejemplar de abejero europeo (Pernis apivorus). Me refiero a ver cómo los ciclistas se juegan la vida, desafiantes y ufanos, circulando en paralelo por la carretera, que aunque es nueva no dispone apenas de arcén, mientras los horribles niños de los turistas desprecian y humillan a sus pobres padres que les hablaron durante meses de las maravillosas vacaciones que, en familia, iban a disfrutar en el Pirineo. Ahora, en concreto, contemplo un paso, majestuoso, de milanos negros camino de su cuarteles de invierno y, cuando los pierdo, al rebasar la cresta del cerro de Rapitán, presto atención a un grupo de adolescentes que con envases de Yogur Activia bombardean un Mercedes que, lo que son las cosas, pertenece a un profesor emérito cuyo eje argumental, en la conferencia a la que asistí, no era otro que fomentar la natalidad para, de este modo, resolver todos los males de nuestra endeble sociedad.       

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4 de septiembre de 2019
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Has visto alguna vez el mar?

Ustedes a lo mejor no habrán oído hablar de Luisito Comunica, pero tiene una clientela de millones de teenagers. Pertenece a esa constelación de súper novas de los youtubers, que brillan en un cielo rutilante que a muchos puede parecernos ignoto y distante.
Son comunicadores privilegiados, influencers que enganchan legiones de seguidores en sus canales de YouTube, y acumulan likes en las redes igual que los viajeros frecuentes acumulan millas de vuelo. A la búsqueda de profesiones exitosas, ingeniero, médico, sumen ahora la de youtuber, porque se puede llegar a millonario con un canal exitoso.
Hay un ranking de los top 15 youtubers, medidos por su audiencia, y el primero entre ellos es el chileno Germán Garmendia, de Hola soy Germán, con cerca de 40 millones de suscriptores. Es un humorista que también escribe libros, y su último éxito se llama Chupa el Perro, un manual de autoayuda para adolescentes y colegiales. Recientemente, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, las colas de lectores que querían un autógrafo suyo daban vueltas al recinto, mientras las demás salas donde se presentaban otros libros quedaban vacías.
Pero regreso a Luisito Comunica. Los Youtubers manejan el humor y se ocupan de consejos tutoriales, autoayuda, "la distopía y una pizca de apocalipsis", los unicornios, la salud, los videojuegos, la moda juvenil, y hasta el maquillaje y los consejos de belleza, algunos con sus propias marcas de ropa y de cosméticos. Y el turismo: esta es la especialidad de Luisito, un consumado trotamundos, que va probando las comidas donde llega y da cuenta de ellas.
Luisito, de nacionalidad mexicana, llamado también Rey Palomo, y Luisito el Crack, es el número 6 en el top ranking de youtubers, con 32 millones de suscriptores en su canal; y la historia que quería contar empieza realmente aquí, en el momento en que recibe un mensaje de uno de sus millones de fans, que dice:
"Tengo 60 años nunca me he subido a un avión ni salido del país. Tampoco conozco el mar. Por eso me gusta ver tus videos porque viajo lo que nunca pude." Y lo firma Sergio Ramírez.
Este misterioso Sergio Ramírez, de 60 años, resulta extraño en una red de millones de adolescentes. Y Luisito decide, en un gesto humanitario, premiarlo: si nunca ha viajado, si no conoce el mar, él va a patrocinarle un viaje para que cumpla con su anhelado sueño; y aún se ofrece, si sus ocupaciones se lo permiten, a acompañarlo.
Pero Sergio Ramírez no deja una dirección, un correo, un teléfono. No hay una sola huella suya. No se sabe ni siquiera de qué país es. Y Luisito da la orden perentoria: encontrar a este hombre. Y entonces, sus huestes se entregan de inmediato a la tarea de buscarlo a como dé lugar para que pueda contemplar el mar en toda su anchura y extensión desde alguna playa de lujo.
Y aquí es donde entró yo en la historia. Sergio Ramírez existimos muchos en el universo mundo. Pero imaginen a 32 millones de disciplinados sabuesos en la cacería, que entonces comienzan a inundar las redes sociales que mantengo bajo mi nombre como escritor. Aquí una pequeña muestra:
Oye, "Luisito comunica" al parecer te está buscando para invitarte a unas vacaciones, te haz hecho muy viral, sólo te aviso para que le contestes por YouTube, eso es todo bye.
Cuál es su edad señor? hay un youtuber buscando a un sergio ramirez y es de edad avanzada. Dicho youtuber es luisito comunica.
Señor sergio ramirez quería preguntarle si usted a viajado a algún lugar es que una persona muy famosa lo está buscando para ver si usted es la persona que hablaba en sus videos la persona es luisito comunica.
Cuántos años tienes 60? as bisto el mar sergio? cual yutuber te gusta acazo es luisito comunica?
Oiga joven nuestro amigo Luis o mejor conocido como Luisito lo quiere llevar a conocer el mundo por favor contáctelo.
Oiga donde se ha escondido, acazo en el area 51?
Hola Sergio soy un suscriptor de Luisito comunica y su cosmópolis te estamos buscando para que Luisito pueda cumplir tu sueño de salir de tu país.
Hola, supongo que ya te diste cuenta que literal todo el mundo te está buscando
Wey, te busca luisito.
Sergio as viajado?
Buenas tardes usted tiene una veterinaria o me equivoco?
Don Sergio está siendo más buscado que el propio Chapo...
Un suscriptor escéptico, de los que nunca faltan, dice que Luisito "solo hace esto para subir suscriptores y para que al final de todo diga que lo de sergio ramirez fue un experimento social para unir a las personas por un objetivo en común".
Pero si este Sergio Ramírez que nunca ha visto el mar existe, ya seríamos dos en una hermosa playa de Nicaragua. Y todos los demás que así nos llamamos, pues somos legión.

 

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3 de septiembre de 2019
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Coros y danzas

Vamos a una cultura de militante simpleza en las artes, en las letras, en la política, en la economía, en las actividades que antes traían una cierta complejidad.
 

Me fui a las carreras de Sanlúcar. Pocas escenas son tan cautivadoras como una potrada a galope loco aplastando la arena ribereña del Atlántico. Pasan en tromba ante la tribuna y se dirigen hacia el sol rojo que se va poniendo despacio, no vaya a perderse el final de la lucha. Unas olas mansas se suceden como caricias en severo contraste con los caballos desbocados. Es el coro que va diciendo cuán locos estamos los humanos.

Hace unas décadas esta era una fiesta casi doméstica frecuentada por las familias de la bahía y algunos curiosos entre los que figuraba, claro, Fernando Savater. Es ahora un espectáculo de masas. El taxista me dijo que se calculan unos 10.000 los que se apiñan en la gran playa. La belleza equina y el paisaje siguen siendo soberbios, pero la fiesta es ya tan prosaica como un partido de fútbol.

Esta ha sido la mejor escena de un verano en el que he podido constatar cómo se disuelven en el aire los escenarios complejos. Todo va alcanzando su nivel masivo de simplicidad. Si un elemento impone alguna dificultad o exige concentración, reflexión y juicio, es eliminado sin piedad. Vamos a una cultura de militante simpleza en las artes, en las letras, en la política, en la economía, en las actividades que antes traían una cierta complejidad como el sexo o la disputa de ideas. La meta es el aprobado general.

A ese mundo simple se va amoldando la máquina política en las democracias que hace unos años aún proponían programas esforzados o de alguna hondura. Hoy solo apuestan por el más mezquino nacionalismo, justo cuando todas las naciones se igualan. Al llegar a Madrid me entero de que desaparece la gran Revista de libros. A los de mi quinta se les ofrece un mundo dirigido por gente en traje folclórico.

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3 de septiembre de 2019
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La vida está lejos de aquí

“Me gusta la gente de lejos, de cerca no”, le confiesa Olga, una sintecho búlgara, al reportero de un documental de RTVE que me hace parar el reloj. Se ha convertido en misántropa, y filósofa, a fuerza de malvivir buscando cobijo en los bancos de las estaciones centrales. Allí ha podido verificar la distancia entre la idea que tenemos de las personas y el encuentro con su individualidad. De ­lejos, la escena de hombres y mujeres que suben y bajan de los trenes, bostezan, sonríen, tropiezan, saborean un cara­melo, incluso puede reunir unos gramos de poesía. Pero a menos de un metro, la escupen, la pisotean, apenas la ven, ago­tada su compasión. Como si acercaran su cara a un espejo deformante, porque aquella promesa de ser personas de­centes y soberanas se desvanece en una galopante deshumanización de su propia humanidad.

La indiferencia frente al otro, el débil, el vulnerado, fustiga con ardor, y más en vacaciones. A finales de agosto, el Open Arms desembarcó a todos sus migrantes. A esta España pintona nunca se le ha dado bien recibir a sus héroes, pero ¿puede existir mayor aberración que la de amenazar con cuantiosas multas a quienes mantienen con vida al espíritu humano?

Los veraneantes leíamos las noticias en sandalias, perplejos ante tal dosis de surrealismo, una manera fina de nombrar la inoperancia, la falta de empatía, la torpeza de una Europa colapsada, incapaz de ponerse de acuerdo para socorrer al náufrago. O para acatar la ley de mar, que aún entiende la línea que existe entre el latido y su ausencia, y que no discri­mina entre muertos vips y de baratillo. Qué vergüenza hemos sentido ante las insolidarias proclamas de nuestros gobernantes. De las falsas exigencias sobre el “permiso para rescatar” a los “náufragos de conveniencia” y el subterfugio de las mafias que han agitado algunos líderes de la derecha.

La vida és lluny d’aquí (Tusquets) es un título de una novela de Milan Kundera que tan bien me sirve para definir la agonía del barco frente a Lampedusa, inmovilizado, a punto de sangrar, agotadas las fuerzas, aunque Marcos de Quinto sospechara que se servía langosta a bordo. Delinea un nuevo orden ético muy alejado de la posición del papa Francisco, el único líder a quien parece importarle la crisis de los refugiados, o del humanismo secular: y ese es un dato cabal que ilustra la hipocresía entre teoría y práctica. Nuestro gobierno en funciones ha declarado, veloz, que con las quince cabezas que les han tocado en el reparto ponen el tapón ante quienes huyen de su propia desesperación, a pesar de la oscuridad.

Es innegable que vivimos en el mejor de los tiempos de la historia, y que gracias al progreso hemos acortado la insensibilidad. Afirma el pensador Steven Pinker que, para salir del pequeño círculo de lástima, de nuestra tribu, hay que extender el sentimiento de amor universal. En el otro extremo, el mundo oscurantista de ultras como Salvini, Abascal y compañía, también el mercado salvaje y el postureo electoralista del PSOE, favorecen la pegada de una democracia psicópata.

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3 de septiembre de 2019
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A vueltas con la necesidad y l libre albedrío (VI)

He enfatizado que la idea de necesidad es el punto de arranque de una concepción de la Physis que hace posible la física. Y el conflicto entre el intelecto y los sentidos del texto de Demócrito pondría esencialmente de relieve que cada una de las dos facultades reivindica la prioridad como instrumento de acceso a esa necesidad (recordemos: el intelecto asegura que lo único real en la naturaleza son los átomos y el vacío, es decir, algo inasible para los sentidos; pero los sentidos responden al intelecto, denunciando el círculo vicioso consistente en que son ellos la única fuente de la cual extrae el intelecto sus evidencias, por lo cual si el intelecto consigue derrotar a los sentidos no haría otra cosa que derrotarse a sí mismo). Sin embargo el nombre de Demócrito se halla fuertemente asociado a posiciones que equilibran el peso de la necesidad, complementando su papel en la naturaleza con el del azar.
 
En un libro de Jacques Monod (Jacques Monod, « Le Hasard et la Nécessité. Essai sur la philosophie naturelle de la biologie moderne ». Les editions du Seuil, Paris 1970), que en el pasado siglo dio un enorme impulso a la filosofía natural (en este caso, no en base a la física sino a la biología) se insiste en que el juego cómplice del dúo necesidad-azar sería la clave para entender la evolución, la emergencia de la vida y desde luego la diversificación de las especies. El libro se abre con un fragmento atribuido (no sin que la hipótesis despierte dudas) al filósofo de Abdera: "Todo lo que existe en el universo es fruto del azar y de la necesidad".

Como ser natural el hombre es un producto ciego de la evolución y lo mismo ocurre con todos y cada uno de sus órganos. Sin embargo el "technites" (ser marcado esencialmente por la técnica) que el hombre constituye rompe el automatismo cada vez que simplemente construye una herramienta. Aunque la naturaleza hubiera por azar, es decir automáticamente o por sí misma, dado lugar a la forma "cuchillo", sólo se trataría de esta herramienta en la medida en que se reconoce en ella la similitud con el cuchillo proyectado, el cuchillo fruto de una intención. Pues bien:

En el laboratorio de un físico actual el technites apunta a desentrañar la naturaleza forjando situaciones que explotan las posibilidades de la misma, pero que trascienden el automatismo. Un comportamiento previsto es sometido a verificación. Y de tal verificación extraemos consecuencias relativas a la necesidad en sí, la necesidad que carecería de testigo. Lo grave no es desde luego que la previsión falle, pues simplemente se retorna a las condiciones y se transforma la conjetura, sino que llegue a hacerse patente la imposibilidad de previsión, que lo esencialmente imprevisible surja en el seno de la tarea por esencia previsora del technites.

"¡O Zeus! ¿qué decir?, ¿conservas tu mirada protectora sobre los humanos, o se trata de una esperanza ilusoria? ¿Es falsa la creencia de que hay dioses? ¿Sólo el azar rige sobre la existencia de los mortales? (Eurípides Hecuba , 488-491. Citado por Marcel Conche en « La métaphysique du hasard » en « Le portique, revue de philosophie et de sciences humaines » 9, 2002".

La eventualidad de dioses a cuya voluntad la naturaleza se sometería, podría (en el caso de que su voluntad nos fuera favorable) ser una promesa para nuestras necesidades vitales, pero constituiría sin embargo una amenaza para nuestro deseo de intelección, al hacer de la naturaleza un teatro para la manifestación de sus voluntades caprichosas. Pero dioses aparte, peligro aun mayor la exigencia cognoscitiva sería que la naturaleza fuera un escenario intrínsecamente imprevisible, sometida a un auténtico azar, esa modalidad de azar que Aristóteles negaba, reduciéndola a una carencia epistémica, a expresión de nuestro desconocimiento de la riqueza de causas en juego, cuya intersección se expresaría en el fenómeno...

Como pórtico de "El azar y la necesidad", junto a la sentencia atribuida a Demócrito, Jacques Monod sitúa un célebre párrafo de "El mito de Sísifo" de Albert Camus: mientras la roca que ha empujado hasta la cima se va aun deslizando, Sísifo vuelca su mirada sobre ella y percibe su destino como una secuencia de acciones sin intrínseco lazo y a las que sólo su memoria confiere unidad. La vida de Sísifo sería así efectivo resultado de un auténtico azar, esa "true randomness" en la jerga anglosajona, que deja estupefacto a los propios científicos cuando creen constatarla experimentalmente. Pues bien, vale la pena completar la referencia literaria a Sísifo con esta tremenda reflexión al final de la obra de Monod:

"La probabilidad a priori de que se produzca un acontecimiento particular entre todos los acontecimientos posibles en el universo es próxima a cero. Sin embargo el universo existe; es pues necesario que se produzcan eventos particulares cuya probabilidad (antes del evento) era ínfima. Hasta prueba de lo contrario no tenemos derecho ni a afirmar ni a negar que la vida sólo haya aparecido una vez en la Tierra, y en consecuencia, que antes de surgir sus posibilidades eran casi nulas.

Esta idea no solamente es desagradable para la mente de los biólogos en tanto hombres de ciencia. Choca con nuestra tendencia humana a creer que toda cosa real en el universo actual era necesaria, y ello desde el origen de los tiempos. Hemos de mantenernos vigilantes contra este sentimiento tan poderoso de destino. La ciencia moderna ignora toda inmanencia, el destino se escribe a medida que se realiza, nunca antes. El nuestro no estaba trazado antes de que emerja la especie humana, única en la biosfera que utiliza un sistema lógico de comunicación simbólica. Otro evento único que debería prevenirnos contra las consecuencias de todo antropocentrismo. Si fue único como quizás lo fue la aparición de la propia vida, es que antes de su aparición sus posibilidades eran casi nulas. El universo no encerraba la vida, ni la biosfera encerraba el hombre. Nuestro número salió en la ruleta de Monte-Carlo. ¿Qué tiene de extraño que al igual que aquel que acaba de ganar un millón experimentemos lo extraño de nuestra condición" (p.161).

Varias cosas en este texto: las probabilidades de emergencia de la vida, a fortiori de emergencia del ser provisto de un "sistema lógico de comunicación simbólica" eran quizás pocas, pero no nulas, de lo cual no estaríamos aquí reflexionando sobre ello.

El autor nos pone en guardia contra el antropocentrismo, pero paradójicamente de alguna manera nos incita al mismo al enfatizar el hecho de que nuestra condición es "única en la biosfera".

El espíritu humano, se sentiría chocado ante la posibilidad de no toda cosa real en el universo actual era necesaria. Esto sería particularmente intolerable para el espíritu científico marcado desde los pensadores jónicos por la idea de la necesidad natural.

Lo sorprendente es que (al menos en ciertas interpretaciones dominantes de la física cuántica) el azar ni siquiera esté reñido con la ciencia, aunque quizás ello suponga una cierta revolución en el concepto mismo de ciencia. Pues cuando la ciencia se focaliza en lo probable se da un salto. Habrá concretamente ciencia de la naturaleza, aun aceptando que, aun dándose exactamente las mismas condiciones un acontecimiento podría ser sustituido por su contrario, hubiera podido salir cruz en lugar de cara, si se quiere.

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3 de septiembre de 2019
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Evangelio y sorna del western

Periódicamente, como la naturaleza, o inesperadamente, como la propia vida, los géneros artísticos sufren transformaciones, se agostan, o perecen, y también se renuevan y renacen. El western es en el cine el género-rey, en reñida competencia, según los gustos particulares, con el thriller, y otra característica de ambos es que viajan bien fuera de su lugar de origen: del spaghetti-western al noir francés o al jianghu chino.
 

Pero ahora hablamos de westerns genuinos, por mucho que el más comercial y reconocido de los tres recientes que aquí se comentan, Los hermanos Sisters, esté dirigido y escrito por franceses a partir de la novela de un canadiense, Patrick Dewitt, nacido cuando ya el cine del oeste había sufrido su primera muerte o desfallecimiento. Y los tres films se nutren, además, de las raíces más elementales del género, aunque lo hacen cada uno a su manera. La aquí titulada Sin piedad (The Kid en el original) es una competente revisitación de dos personajes esenciales muy trillados por Hollywood, Pat Garrett y Billy el Niño, en la que no se omite la persecución tenaz y captura del segundo cuatrero a manos del primero, reformado como agente de la ley. Se trata de la segunda película dirigida por el actor norteamericano Vincent D´Onofrio, un hombre de amplio currículum cinematográfico que para mí seguirá siempre siendo antes que nada el Recluta Patoso de La chaqueta metálica, donde D´Onofrio como víctima y el sargento Hartman (Lee Ermey) como verdugo se zampaban mano a mano los primeros sesenta minutos de la película: un enfrentamiento y lucha sin cuartel que rivalizaba en brutalidad descarnada con la guerra del Vietnam reflejada en la segunda parte del film de Kubrick.

Sin piedad es sangrienta y lírica (aunque dista mucho del lirismo hermético de otro excelente western de renovación estrenado en 2007, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, de Andrew Dominik) en su sucinto relato, que añade a las habituales cabalgadas y tiroteos dentro y fuera de los saloons poblados por prostitutas serviciales, y como aportación principal de D´Onofrio, más bien borroso en un papel de sheriff, el protagonismo subrogado que se le concede al niño Rio, muy bien interpretado por Jake Schur; su mirada infantil y mitómana respecto a Billy the Kid conduce al espectador en un itinerario hacia el Sur en el que Rio busca a su hermana, raptada y violentada por un familiar, sobre el fondo de un paisaje fronterizo muy bien plasmado en el que las mexicanas hablan en mexicano sin impostaciones y los héroes de leyenda tienen la condición humana tanto en el bien como en el mal.

De la comedida Sin piedad se da un salto vertiginoso a la astracanada vitriólica de Ethan y Joel Coen en The Ballad of Buster Scruggs, producida por Netflix en 2018 y compuesta de seis episodios que, con más mofa que solemnidad, se van narrando uno a uno mientras la mano inocente pasa las páginas de un viejo libro ilustrado. El primero, que lleva el título del film, es un desternillante musical de canciones vaqueras al modo impertinente en que pueden serlo los Coen enfrentados a los relatos sagrados; y el cine del oeste, claro está, es uno de ellos: el evangelio de una épica fundacional. En ese episodio absolutamente desmelenado, las rocas montañosas del icónico Monument Valley hacen los coros de una canción, y hay un plano subjetivo de lo que ve el tambor de una guitarra, seguramente el primero de su especie en la historia del cine, incluyendo a Busby Berkeley. Tim Blake Nelson, el algo cargante protagonista, tiene todo el aspecto de haber sido elegido por los directores precisamente por su redicha pesadez: todo rezuma en él miel y maldad, violencia cruda y angelismo barato. En el segundo, Near Algodones, protagonizado por James Franco, lo mejor es la imagen de un banco aislado en medio de la nada donde un cajero desvalido mata al atracador con tal de no pagar. Y aparecen los indios, que son como los de antes: de lengua macarrónica, feroces y con plumaje de guardarropía. El mejor episodio del film es el tercero, Meal Ticket, una obra maestra de teatro de la crueldad en la que un Orador de Tespis (Liam Neeson) pasea por las ferias y romerías del far west a un joven actor de elocuencia shakesperiana mutilado de piernas y brazos. El final del sketch es de una amargura tragicómica. Al ampliar el orador empresario su espectáculo con una sabia gallina pitagórica, esta se hace la estrella del show ambulante, conviviendo en el carromato junto al lisiado, con el natural recelo mutuo. Hasta que, en un alto del camino, una gran piedra que el orador arroja a un río es el vaticinio de la solución a la rivalidad de los dos artistas. En el último plano sólo la jaula sigue habitada.

De los tres episodios restantes únicamente destacan vislumbres y bromas del acostumbrado nivel burlesco. Tom Waits resucita como buscador de oro bajo las miradas de un ciervo y una lechuza persistentes en el cuarto, basado en un cuento de Jack London. En el quinto lo importante es el ruido corporal como agente de la tragedia (el ladrido de un perrito, la tos de un hermano) en una caravana femenina hacia Oregón. Y en el sexto, The Mortal Remains, unos restos mortales transportados en el portaequipajes de una diligencia llevan debajo a cinco pasajeros locuaces en un huis clos sin casi nada de John Ford ni de Sartre, y sí bastante del Tarantino de Malditos bastardos; el desenlace en un hotel encantado y espeluznante les permite a los hermanos Coen extremar aún más su granguiñol.

Hermanos menos traviesos son, en comparación, los Sisters en el vigoroso pero delicado western de Jacques Audiard, hablado naturalmente en inglés y situado en gran parte también en el agreste Oregón; cuando la acción se traslada a California, en uno de sus grandes set pieces, San Francisco es como un Eldorado de sibaritas para estos hoscos buscadores de oro y cazadores de hombres: la visita al hotel de lujo, con el descubrimiento de los cuartos de baño y el agua caliente del grifo es una escena memorable, aunque ya antes el hermano Eli (John C. Reilly) había aprendido de una buenísima mujer de mala vida la existencia y el uso del cepillo de dientes. Más que renovar, Audiard amplía el espectro con las nociones de fraternidad masculina, de confesión íntima, de expresión del yo; no llega a freudiana, como lo era, en una clave queer avant la lettre el histórico título de Arthur Penn El zurdo, pero llama la atención que en un film cuyos personajes femeninos más interesantes, la citada prostituta dental o Mayfield, la reina de una ciudad que lleva su nombre, son ambiguos y deslizantes, los hombres sean lineales, o como lo expresó bien en una entrevista el director de Un profeta "hablan y hablan, y acaban diciéndose cosas que nunca antes se habían dicho". Película de mucha trepidación ("¿Hace cuántos días que no nos intentan matar?", le pregunta el hermano Charlie al hermano Eli), The Brothers Sisters también se detiene en la oralidad y la escritura, punteada por el diario que lleva uno de los perseguidos, John Morris (Jake Gyllenhaal), al que vemos esmerarse en cada entrada de su cuaderno. Y los vínculos familiares. Las hermandades cómplices se duplican -al modo en que lo hace la tragedia griega- en las escapatorias y los disfraces, reservándose para el final, como anagnórisis doméstica, la aparición de la madre Sisters que había renunciado a sus hijos y los recupera convertidos en anti-héroes.

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29 de agosto de 2019
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Narciso huyendo de sí mismo en la noche oscura del cuerpo

Desde que tuve noticia de Salinger, tendí a ver su actitud desde el ángulo del narcisismo por exclusión…

y por aniquilación.

Yukio Mishima se suicidó por narcisismo: no quería ver en sí mismo lo que ya había visto en su última novela: El deterioro del ángel. Quería que la muerte lo llevase con su belleza casi intacta y a la vez a punto de desmoronarse.

Greta Garbo sin embargo eligió el narcisismo de la exclusión, como Salinger, y a partir de un determinado momento, cuando todo era glorioso en ella y al mismo tiempo estaba ya muy próximo el atardecer de su belleza “griega”, se convirtió en la mujer sin nombre, en la mujer errante y sin cara.

Huía de las cámaras, pero las cámaras la retrataban continuamente, a veces en situaciones muy penosas, como a Salinger.

Ese no querer verse en el espejo de los demás, en el espejo público, parece aterradoramente vinculado al narcisismo agudo. Estás obligando a los demás a que te busquen hasta el fin del mundo, y lo justificas diciendo que sólo quieres una vida retirada.

Resulta sorprendente: lo único que consiguen esos narcisistas extremos y a menudo entrañables es que alguien esté siempre narrando sus pasos clandestinos. Protagonizan la novela de un individuo que huye de sí mismo, y de su espejo en los otros, hasta el agotamiento total, hasta quedarse sin carne y sangre.

Es el problema de no querer aceptar que el mundo es un juego de espejos del que todos formamos parte.

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29 de agosto de 2019
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Con Toni Morrison

Por fin, luego de una larga cena, en un congreso de escritores en Puerto Rico, pude hacerle la pregunta que tenía para ella:

-Toni, los negros que en tus novelas vuelan de vuelta al África,¿vienen del libro de García Márquez?
-No -respondió de inmediato-, vienen de Ohio.
Reímos.
-Cuando yo era estudiante graduada en Ohio -contó de buena gana-, decidí hacer un trabajo de campo en las afueras de la ciudad, donde la comunidad negra sobrevivía de la pequeña agricultura. Un día una muchacha me dijo que su padre había regresado, volando, al África.
¡Un evidente mecanismo de control social!
También en español se cuenta del padre que dice "voy a comprar cigarrillos," y no vuelve nunca, dije.
¿Era un mito local o una leyenda proveniente del África? Concluí que se podía asumir como una protesta contra la esclavitud; pero que en este siglo se repita una hipérbole colonial, es inquietante. Luego,Toni encontró que conforme la ciudad se expandía sobre los márgenes rurales, la leyenda del vuelo de regreso iba desapareciendo.
En la ciudad los dramas familiares de dominación patriarcal se negocian en los juzgados.
Cotejando relatos, resultó evidente que la historia del vuelo era otra estrategia de control de la humillación social. Cuando la figura paterna desaparecía, la familia sólo tenía los recursos de su cultura para suturar el desamparo.
Remedios la bella, en Cien años de soledad, es una epifanía del mismo linaje popular.
En este caso, la historia de una muchacha que desaparece con un vendedor ambulante, y el padre anuncia al pueblo que ella ha subido al cielo en cuerpo y alma.
Por eso, imaginé que el personaje de Toni es el Ángel de la historia que contempla las ruinas coloniales de su cultura, sin bienes que repartir a los suyos. Y Remedios, la bella, es el Ángel del relato, que huye más allá de los pájaros de la memoria, hacia el mito popular, donde ya no hay penuria social. Ambos, quiero creer se cruzan en el cielo luminoso del Caribe y se hacen adiosito. Aunque, en verdad, se avistan en el horizonte de la novela, sin culpa ni pena, recuperados por la iluminación de la lectura.

Toni Morrison había cometido el peor error de un escritor que va a un congreso: llevar a su hijo pequeño. El chico se pasaba el día en la piscina, y yo hacía turnos para acompañarla con una piña colada.
De pronto Juan Rulfo cruzó el jardín, leve y frágil, tan discreto que nos hizo volver la mirada para saber quién hacía tanto silencio. Lo vimos desaparecer como el personaje de un cuadro que escapase con un hop lewiscarreano.
Esa noche, en la tumultuosa recepción, me topé con Rulfo al centro del salón, y me dijo:
-He visto una mesita vacía al fondo, vayamos allá...
Lo seguí sorteando celebrantes, pero no lo reconoció nadie. En efecto, una mesita nos esperaba con dos sillas bajo una luz cenital. Me contó lo que bien podría ser el origen de Pedro Páramo.
Otra vez en la piscina con Toni, le propuse que fuese a Brandeis, donde yo dirigía Latin American Studies, y habíamos empezado unos encuentros con escritores. Toni aceptó de inmediato. Me pidió que la mitad de sus honorarios fueran directamente al fondo de la asociación afroamericana.
El Premio Nobel de Literatura de 1993 fue para Toni Morrison.
Ruth Simmons, presidenta de Brown entre 2001 y 2012, me contó con detalle la destrucción de sus archivos en el incendio de su casa. Ruth, que entonces era Provost de Princeton, se mudó a la casa quemada para supervisar la tarea restauradora. Puedo verla entre el grupo de estudiantes y el equipo técnico, comprometida en los detalles de su misión. No ha habido, hasta donde sé, dos mujeres de semejante talento disputando palabras a la ceniza.
Me doy cuenta ahora que el relato de Rulfo como el de Toni Morrison son, contra toda fuerza destructiva contraria, la intermediación que resuelve los extremos de la violencia dominante.
Juntos, ambos mundos se refractan, distintos pero paralelos.
El espacio de Rulfo es de economía inversa: una resta que sólo puede terminar en el desierto. Pero la cultura popular que asoma en el lenguaje empírico brilla en las costuras del desierto como una breve huella del huerto perdido en manos del padre errático. En pocos libros las palabras del pueblo llevan su peso terrestre. Por lo demás, la mascarada de la muerte tiene más que ver con la perspectiva indígena, si no carnavalesca por lo menos guiñolesca. Justamente, la cultura popular permite a la novela abrir leves espacios donde asoma el horizonte. Y es en un carnaval donde Pedro Páramo es asesinado por su hijo Abundio. De modo que en el esquema de dos espacios confrontados (huerto/desierto; comunidad/infierno; padre/hijo), el relato, sin embargo, es disputado por el principio barroco de la hipérbole.No hay sólo un discurso en la novela, sino el espacio virtual de un despliegue dialógico, capaz de remontar la economía de la destrucción.

Dada la tradición narrativa estadounidense en torno a la experiencia afroamericana, Toni Morrison no requiere resolver la discordia fundacional de la violencia, sino confrontar las consecuencias de la precariedad familiar y, en su caso, la demanda de alguna justicia reparadora contra los demonios del discurso patriarcal. Pero lo decisivo es que su instrumental analítico proviene del realismo mágico, y aunque ella se tomó en la representación menos libertades que Rushdie, había asimilado la lección de García Márquez para demostrar la capacidad resolutiva de la cultura popular, hecha de varias fuentes y corajes. De modo que el pasado no impone el trauma, sino la tarea de exorcisarlo en el relato.

Ella sobrevuela el horizonte de nuestra lectura.

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25 de agosto de 2019
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Contra el silencio y el olvido

Después de más de un año de la rebelión cívica en Nicaragua, y de la despiadada ola represiva que dejó centenares de muertos, heridos, encarcelados y exiliados, el régimen se encierra en sí mismo para negar toda posibilidad democrática. Su aspiración parece ser la de prolongarse en una "normalidad" forzada, que haga a la comunidad internacional acostumbrarse a convivir con una dictadura más en América Latina, de las muchas a lo largo de la historia.
 

El férreo control único, policía, fiscales, tribunales, diputados, magistrados electorales, apunta a ganar tiempo y silencio para llegar a las elecciones del año 2021, y bajo las mismas reglas fraudulentas del sistema electoral viciado, y quizás apenas retocado, conseguir de nuevo la reelección de Ortega, que empezaría su quinto período acercándose a los ochenta años de edad.

Un país convertido en el reino del olvido, sujeto a la mediocridad cotidiana, del que nadie se acuerde, como el Paraguay del doctor Francia, en la primera mitad del siglo diecinueve, que describe en colores tan sombríos Augusto Roa Bastos en Yo el Supremo.

Si los niveles de deterioro siguen progresando, las condiciones económicas habrían devuelto a Nicaragua en ese año de 2021 al Producto Interno Bruto que tenía a comienzos de los años sesenta del siglo pasado. Un país situado en la cola del desarrollo, ese territorio de allá atrás desde donde los ruidos llegan confusos, y amortiguados.

Y más exiliados, jóvenes sobre todo. Ya hay centenares de miles en Costa Rica, en el resto de Centroamérica, en los Estados Unidos. El primer producto de exportación de Nicaragua son los nicaragüenses: las remesas de los emigrantes se colocan ya muy por encima del café, o de la carne, o del oro.

De acuerdo a esa visión arcaica, los aliados internacionales de Ortega son ahora casi todos lejanos y fantasmagóricos: Abjasia y Osetia del Sur, los dos territorios del Cáucaso que Putin arrancó a Georgia; Sudán del Sur, sometido a la guerra civil y las hambrunas, con el que Ortega ha establecido recientemente relaciones diplomáticas; Irán, cuyo canciller, Mohamad Javad Zarif, estuvo hace algunas semanas de visita oficial en Managua; y, hasta cuando dure, la agónica Venezuela de Nicolás Maduro.

Pero Nicaragua es, por el contrario, un país vital y abierto, que resistirá el aislamiento y la parálisis, y que no dejará nunca de demandar libertad y democracia, como lo ha hecho a lo largo de su historia. Y que pugnará siempre para que no se olvide que por debajo de la losa de silencio que se trata de imponer, y por encima de la arbitrariedad cotidiana, está latente la rebeldía, que es la que al fin y al cabo se impondrá.

Las arbitrariedades llegan a volverse cómicas, pese a la cauda trágica que arrastran. Este es el único país del mundo donde los colores de la bandera nacional, azul y blanco, convertidos en símbolos de resistencia por la gente, están prohibidos, y exhibirlos o desplegarlos es penado con golpizas y prisión: como en una novela de Jorge Ibargüengoitia, a un ciudadano que pintaba las paredes de su casa de azul y blanco la policía le decomisó la brocha y los botes de pintura, y luego, manu militari, fue vuelta a pintar de verde y amarillo, colores que la autoridad estimó que la casa de este ciudadano debería tener: los gustos y colores están confiscados.

Que no se olvide, fuera de nuestras fronteras, que la empresa de televisión 100% Noticias sigue silenciada, sus oficinas y estudios ocupados por fuerzas policiales, y su director, Miguel Mora, pasó preso medio año en una celda de aislamiento.

Las instalaciones de la empresa de comunicaciones que publica el semanario Confidencial, y emite los programas de televisión Esta Semana y Esta Noche, también se encuentran ocupadas, y su director, Carlos Fernando Chamorro, fue forzado al exilio en Costa Rica, igual que otros periodistas de esos medios.

Los únicos dos diarios de Managua, La Prensa, y El Nuevo Diario, están siendo estrangulados por la retención arbitraria de papel y tinta en la aduana lo que los obliga a salir con un reducido número de páginas, y hace inminente el cese de su publicación.

Un país donde los jóvenes, con inmensa sabiduría y madurez, ha renunciado a la lucha violenta y buscan una salida democrática sin más derramamiento de sangre, merece ser escuchado, y no ser sometido al silencio y al olvido que la dictadura pretende, convirtiendo en normal lo anormal.

Lo que la gente quiere, y se impondrá al fin y al cabo, es un país con alternabilidad democrática, sin posibilidad de reelección, ni de sucesión familiar; donde los votos sean contados limpiamente, donde impere la separación de poderes, donde los jueces fallen de manera independiente, donde la política no sea el refugio de los mediocres, los actos de corrupción deban ser castigados, y todos puedan expresarse libremente; un país libre de la mentira oficial.

Y es lo que Nicaragua conseguirá.

 

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21 de agosto de 2019
Blogs de autor

Joan Valent o la música del mar y su isla

Una hoja ligera y metafísica rasga los ojos. El llanto a punto de desbordarse sin saber si se trata de la felicidad o de la tristeza o de las cuerdas emocionales que sólo la música es capaz de tocar. Llevo un par de meses escuchando este disco todos los días y ha sido como un bálsamo y un llanto a la vez, una definición única de belleza. Tuve el privilegio de ver como Joan Valent lo escribía en la isla que es su casa que a su vez está rodeada de esa isla de fantasmas que se llama Mallorca. En su escritura volumétrica está el luto de su padre y el doloroso e inexplicable proceso de la orfandad, la experiencia visionaria de Ramón Llull y la cueva y luego la costa de donde partió hacia Túnez para terminar su Ars Magna; las piedras y acantlados de Robert Graves y su I´d died for you; la conexión que Valent tiene con el exilio español en México a través de Pedro Salinas (¿Serás amor un largo adiós que no se acaba? y Si me llamaras) y su guiño a Dylan Thomas (Do not go gente into that good nigh). Encerrarse en Poetic logbook es una declaración de amor al amor, pero también a la poesía y al olvido y al doloroso acto de tocarse por dentro para reconocer que siempre seremos la nostalgia de lo que ya no será. Somos nuestro propio cuaderno de bitácora y sus renglones son las cicatrices. Por días el escucha podrá tararear las letras como si le brotaran en la lengua, por días el escucha se abrazará al vértigo del cello y la marea de violas, violines y piano, para caer rendido ante la voz de Maia Planas mientras el misterio de la arena y el agua lame sus pies. Este es un conjunto de piezas donde uno es una estrella de cinco puntos y también es el mar.

         El único autor español vivo que ha grabado en la Deutsche Gramophon, abandonó aquellos años en que puso su virtuosismo al servicio del cine (¿Cuánto pesa su edificio señor Foster? de Norberto López Amado y Carlos Carcas, Las brujas de Zugarramundi de Alex de la Iglesia, El rey de la Habana de Agutsí Villarogna o Birdman de Alejandro González Iñárritu) para volver a sí mismo no en un trabajo personal sino en un ejercicio desgarrador que le ha dado a la música contemporánea un clásico y una nueva  carta de navegación.

 

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=65grMYjdC4A

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20 de agosto de 2019
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El Boomeran(g)
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