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Flor de Lotto / XII

XII. Ofertas en carnes frías. 

La casa de Fuente de Venus no está prácticamente cerca de nada. Para llegar allá, Segismundo Andersón ha de recorrer media ciudad llevado por taxistas que toman siempre diferente camino. Maldice cada vez que pretende orientarse, más todavía si mira para atrás y certifica que los dos infelices que hace diez días lo tenían encañonado vienen aún siguiéndolo, en el Cougar cuya cajuela conoce mucho más de lo deseable. Le gustaría tratar de perderlos, pero se teme que eso los enfurecería. Mexicanos de mierda, rumia casi en silencio, a espaldas del taxista, y en eso se pregunta si sus perseguidores son efectivamente mexicanos. Cómo podría saberlo, si ni los ha oído hablar. No bien llegue a la casa, se lo preguntará a la Corleonetta. No está de más, se dice, cuando menos saber la nacionalidad de quienes cualquier día podrían convertirse en sus matanceros.

     Otros sueñan con vidas aventureras, no así Andersón. Hasta antes de caer en la red de Alejandro Zarur Medinacelli, todavía soñaba con una vida de asalariado feliz. Algo muy simple, sin pistolas ni sangre ni millones de dólares. Ahora, mientras espera junto al piano rosado, con la vista encajada en los peldaños altos de la escalera, a que aparezcan las divinas pantorrillas, se mira en el espejo y se pregunta cómo es que un hombre en tal modo sencillo puede hablarse de tú con ese mujerón. Lo inhibe, lo acompleja, le recuerda su rango. O en fin, su falta de él. Si los hombres del Cougar son peones y acostumbran mirarlo hacia abajo, ¿qué pieza será él? Cuando ya se ha aburrido de esperar y los párpados se le hacen pesados, un mozo se le acerca con un teléfono sin alambres.

     -Hola, Tigre. Perdona que no pueda llegar, pero te tengo una sorpresita. Van a darte las llaves del Cougar de mis guardaespaldas, te lo vas a llevar al garage del motel y allí me esperas a que te llame.

     -Es que no sé cómo llegar al motel... -lo dicho, ya se siente disminuido. Le gustaría ponerse cariñoso, hablarle como amante y no como empleadillo. De cualquier modo, la Corleonetta ya cortó la llamada. Lo que sigue es callarse y obedecerla.

     El mozo lo acompaña a la puerta -viste uniforme blanco, mira hacia el suelo cuando tiene que hablar-, le da un llavero con la forma de una granada de mano y dos llaves colgando. "Family of fine cars." Las dos horas siguientes las emplea en salir de Tecamachalco. No quiere preguntar, se siente vulnerable. Cualquiera se da cuenta de que es extranjero, esas cosas se huelen a millas de distancia. Por la mañana sacó algún dinero de la cuenta de ahorros que le abrió Morazán. No ha querido siquiera preguntar el saldo, eso podría engreírlo o descorazonarlo. Le basta con saber que los pesos que trae equivalen a más de trescientos dólares, ya se hartó de comer en el hotel sólo porque no tiene que pagar la cuenta.

     Ahora mismo Segismundo traería bien abierto el apetito, si no fuera por el olor a salami rancio del que está imbuido el interior del Cougar. Ya se detuvo, delizó los asientos, busco atrás y debajo los restos de comida, y nada. Ese par de matones debe de comer pizza todos los días. Prende después el aire acondicionado y el tufo crece en forma proporcional. Cuando por fin consigue llegar al motel -de noche, luego de pagarle a un taxista por hacerse seguir- ya la incomodidad se le hizo obsesión. Juraría que en todas estas horas ha empeorado el estado del salami. Mete el coche al garage, cierra la puerta y abre la cajuela, donde salta a la vista una carne distinta a la que busca. Cuatro piernas, dos torsos, cuatro brazos, todo perfectamente acomodado. Como si se tratara de ofrecerlos en venta. Presa de cierta náusea horrorizada, Segismundo Andersón no se molesta en buscar las cabezas, sabe bien quiénes son estos muertos por los anillos en la derecha de uno y el reloj y la esclava en la izquierda del otro. Todavía sin aliento, cierra de golpe la cajuela y se dice que al menos esos dos ya no van a seguirlo; aunque, de hecho, los siga trayendo detrás

Mañana en FLOR DE LOTTO: Etiqueta rigurosa.

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19 de agosto de 2008
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Grabar la vida

Millones de turistas errantes por el planeta con su cámara de vídeo o de fotos. Se capturan tantas imágenes por segundo en el mundo que una se pregunta si no estaremos generando demasiada basura virtual. Porque ¿dónde va a parar tanto vídeo y tanta foto? Hubo un tiempo en que estas cosas se dejaban para momentos puntuales de nuestra vida. El álbum de fotos del bautizo, el vídeo de la boda, de las vacaciones a Bulgaria, los más atrevidos grababan el nacimiento del niño. Y el resto del tiempo se descansaba. Ahora es constante. Estás cenando con amigos y hay uno que se dedica a mirar a los otros a través del móvil, como si la pantalla los transformase en seres fantásticos.

Aunque hay que reconocer que a veces, cuando no tienes ganas de hablar, supone un alivio. No hace mucho tuve una cena en que ninguno debíamos de tener ganas de hablar porque empuñamos nuestros móviles y empezamos a sacarnos unos a otros. Y más o menos así se pasó el tiempo. Sin embargo, cuando volví a verlas al día siguiente, riéndome y haciendo cosas que no recordaba haber hecho me pareció que lo había pasado francamente bien, hasta llegar a sentir cierta nostalgia por aquella noche que se había llevado el viento y que ya no podría recuperar. Me había divertido a lo grande y si no llega a ser por estas imágenes ni me habría dado cuenta. Así que quizá no sea tan absurdo, grabamos la vida para tener constancia de haberla vivido.  

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19 de agosto de 2008
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Lienzo en blanco

El escritor siente pánico ante la página en blanco, se dice de continuo. Contrariamente, el pintor se experimenta invitado o recibido por el lienzo blanco que, desde el principio, le empuja a pintar. /upload/fotos/blogs_entradas/lienzo_en_blanco_med.jpgLa diferencia es capital puesto que mientras la escritura es un complejo código, la pintura es un sentido elemental. Con código posterior y de segundo grado, si se quiere, pero con la sensación en primer lugar.

El escritor se impresiona ante el vacío de la página blanca mientras el blanco en pintura constituye de por sí una obra impresa. La página vacía es una nada pero el cuadro, aún sin manipular, es anticipadamente parte del cuadro. No será de ningún modo posible reducir la pintura a la nada porque incluso la invisibilidad o la transparencia le pertenecen como elemento o efecto plástico. Lo no escrito, el signo no grabado remite a una incertidumbre agotadora pero el blanco en la pintura regala ya un color y con él se inicia toda la conversación pictórica. Cualquier pintor tiene mucho adelantado con el lienzo impoluto, su matizado cromatismo, su textura, sus haces de luz, sus proporciones, su inclinación, forman la obra. Considerado de este modo, la pintura se halla siempre prepintada. Tan condicionada por sí misma y el autor como por la materia y sus fabricantes, tan dependiente del gesto del artista como de la impregnación, la iluminación, la refracción, la simulación intrínseca. Se advierte pues fácilmente que la pintura vive y habita entre nosotros mientras la escritura, a su lado, viene a ser un extraño artefacto introducido ingeniosamente en la existencia y su comunicación. La pintura parte del alma y llega a ella sin mediación puesto que compone su paisaje originario, patria natural e ineludible. La escritura, sin embargo, no pertenece a la patria humana y debe pasar antes por la mente y su dispositivo lector para lograr alcanzar a nuestros sensores. La imagen pintada es la emoción dispuesta para ser degustada; la escritura exige, en cambio, un enrevesado ejercicio de traducción que, con razón, se desbarata a poco que la atención del lector se debilite.

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19 de agosto de 2008
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El poder de los videntes

Julio Verne concibió en el lejano siglo diecinueve las exploraciones submarinas, los descensos al centro de la tierra, /upload/fotos/blogs_entradas/from_the_earth_to_the_moon_jules_verne_med.jpglos cohetes espaciales, los viajes alrededor del mundo, aunque hechos en el viejo globo ahora fuera de moda, acontecimientos que demandaban entonces una imaginación portentosa para inventarlos, pero que se harían alguna vez reales casi todos.

Su prestigio como escritor era el de un vidente, alguien que podía adelantarse al desarrollo tecnológico y hacer previsible, imaginándola, la marcha indetenible de la humanidad hacia el progreso. Un verdadero apóstol de la fe positivista, en la que las invenciones científicas eran el mejor de los instrumentos de conquista de espacios desconocidos.

Pero vuelvo a lo que iba. En su novela El hombre invisible, H.G. Wells, otro vidente decimonónico, inventó los procedimientos para ocultar de la vista la materia, algo que, como vemos, ha tardado en realizarse. Todo un siglo de espera para llegar al momento en que los científicos de la Universidad de Berkeley vienen a hacer posible lo que la invención literaria ya había concebido. Desaparecer de la vista, no a consecuencia de un acto de magia bajo la carpa de un circo ambulante, sino de la manipulación científica, alterando las leyes de la materia. 

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19 de agosto de 2008
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La ocurrencia del comisario Enwezor

Un erudito internacionalmente reconocido y comisario de un importantísimo evento bienal con sede en Sevilla declaraba en su toma de posición que entre sus prioridades contaba el proyecto de consultar a los ciudadanos digamos de a pié sobre las razones de que ciertas obras plásticas o arquitectónicas sean  consideradas respetables o emblemáticas./upload/fotos/blogs_entradas/okwui_enwezor_comisario_de_la_bienal_internacional_de_arte_contemporneo_de_sevilla_med.jpg

Todo muy normal si no fuera que el comisario precisaba que no se trataba en absoluto de efectuar una encuesta tendiente a medir el pulso de la ciudadanía, plegándose eventualmente a la misma a la hora de programar contenidos. La consulta vendría a constituir un elemento más del conjunto que constituiría el evento BIACS 2006; vendría a ser en sí misma una obra artística.

Ante anécdotas de este tipo es habitual escuchar la frase: "esto es una tomadura de pelo", al igual que en presencia de ciertas obras directamente plásticas, se oye decir "esto lo hace cualquiera" o "esto lo hago hasta yo", mostrando así la convicción de que en el arte contemporáneo primaría la arbitrariedad, cuando no la mera tontería o aun la pura estafa. El asunto es, sin embargo, un tanto más complicado y sobre todo más grave para el destino del arte en particular y del trabajo del espíritu en general. Seguiré Mañana con el tema.

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19 de agosto de 2008
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La vida instrucciones de uso

Hace poco estuve en Madrid, y debí recoger una maleta de libros que había dejado cuando vivía allí. De paso, visité librerías y terminé con más libros. Llegué a Bolivia y, viendo lo que pesaban mis maletas, me dije que ya basta, debía pararla; de otro modo, no podría viajar a los Estados Unidos.

Ayer visité la feria del libro de La Paz. Pasé por el stand de Plural, y conseguí reediciones de un par de libros de Jaime Saenz (La piedra imán y Vidas y muertes); luego fui por Gente Común, y me quedé con un magnífico libro de crónicas de Paul Tellería y con uno de cuentos de William Camacho. En el stand de Alfaguara coseguí La toma del manuscrito, novela ganadora del premio nacional y de la que Wilmer Urrelo me había hablado con entusiasmo. Luego me regalaron ejemplares de la revista Alejandría, y el gran Ricardo Bajo apareció con ejemplares de Archipiélago y Le monde diplomatique. Añado a esta lista los DVDs que conseguí en Cochabamba, en el segundo piso del I.C. Norte (las últimas de Reygadas y Wong kar-Wai).

Es inútil: no podré domesticar mis impulsos. Mi paraíso son las bibliotecas, las ferias del libros, las visitas a editoriales (que siempre te regalan más libros de los que quisieras). Pertenezco a la cofradía de los que no sólo se emocionan cuando ven un libro que quisieran leer, sino que también se mueren por poseerlo. No somos muchos, pero nos reconocemos fácilmente por la forma de caminar algo inclinada hacia un lado por el peso de las bolsas, por los ojos brillosos al ver que en esa librería de mala muerte se encuentra un ejemplar polvoriento de La vida instrucciones de uso.

Eso. La vida. ¿Cuáles son las instrucciones de uso? Pues, por lo pronto, seguir dejándome seducir por los libros, los DVDs, la música, el arte que, como buen caníbal, quisiera poseer primero para devorar después.

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18 de agosto de 2008
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Aplaudir al sol

Contaba ayer Luis García Montero la conveniencia de aplaudir una puesta de sol. Unos aplauden los atardeceres del mar de Cádiz, otros aplaudimos la manera de ponerse el sol en este finisterre de otro sur, el sur gallego. Qué hermoso es un atardecer, siempre repetido, siempre igual, siempre diferente. Cuando esperamos el último rayo del sol, esperamos en silencio, admirando, con la pequeña emoción de volver a ver un espectáculo que nos gusta, que conocemos, que cambia cada día pero que lo hace sin grandes sorpresas. El placer, el gozo de volver a ese lugar de los sentimientos dónde están algunas cosas que nos gusta repetir. Volver a mirar una puesta de sol. Volver a besar. Todos los besos son diferentes. Como diferentes son los atardeceres.

Nunca hemos visto el rayo verde. Incluso no estamos seguros de que exista pero no hay atardecer que no tengamos la esperanza de que alguna vez tengamos ese premio. ¿Será una superstición? Es posible pero desde que leímos a Julio Verne siempre esperamos esa última luz que algunas veces, dicen, se produce con el último rayo del sol.

/upload/fotos/blogs_entradas/eric_romher_med.jpgVolvimos a ver la película de Eric Romher, uno de sus cuentos morales, "El rayo verde". Habían pasado más de veinte años desde que una tarde en los cines Alphaville salimos tristes y alegres de esa historia de una mujer vegetariana, espiritual, soñadora, solitaria y maniática. Una extraña mujer que no estamos seguros de haber querido conocer. Una mujer que confía en cuentos, en leyendas, en señales que hacen que la vida pueda cambiar. Ver el rayo verde y cambiarte suerte. Ver el rayo verde y encontrar el amor. Una hermosa manera de engañarse, de ilusionarse cada día con otro atardecer. Me vuelve a gustar ese cuento moral del Romher, siempre me gustan esos franceses moralistas tan inmoralistas, desde los pensadores del siglo XVIII a los cineastas que vinieron con la nouvelle vague. Tengo que volver a Romher.

Sigo sin ver el rayo verde  pero me gusta aplaudir cada día los atardeceres de este sur del norte hacia el noroeste. Este lugar que es como esa Andalucía imaginada, idealizada de Luis García Montero, de Luis Cernuda de otros andaluces que saben que también en Galicia está esa metáfora del sur, esa Andalucía que todos nos merecemos. Unos más que otros. Brindis al sol en esta mañana de luz de Agosto. Aplauso al sol cuando se esconda por nuestro mar de todos los veranos.

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18 de agosto de 2008
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El cuadro

"Un cuadro bien compuesto es un todo encerrado desde un solo punto de vista", escribió Diderot en su artículo "Composiciones". Ese punto de vista, invisible al principio, constituye la molécula genuina de la creación.

La atinada composición decide el aura del cuadro de la misma manera que el alma, aún invisible, determina el aire de la vida. Si el gesto en la pincelada transmite el carácter del artista, la composición da a conocer su  marca y su valor. De una composición a otra discurre una estética que viaja de lo más grotesco a lo sublime.

Pero, a la vez, la composición no puede hacerse notar a primera vista. Toda primera vista de un cuadro importante genera un asombro irracional, la sensación del accidente, imprevisto y turbador. No importa que la idea de la composición mágica se refiera a la pintura realista o a la pintura abstracta.  El cuadro bien compuesto en el arte abstracto crea un mundo cuyo sentido se obtiene no precisamente del tema -el tema es lo de menos- sino de su capacidad para convertirse en fetiche, lo que no sería sino exponerse como un hecho exterior que habla convincentemente y por primera vez. De ahí el fracaso de los cuadros que impulsan a adjetivarlos como "bonitos". Los cuadros bonitos vienen a ser, casi sin excepción, copia de algo pre-visto, confirmaciones sentimentales de una experiencia que gusta de ese modo  porque -aunque no lo recordemos- habita previamente en nuestro interior.

Ese cuadro "bonito" habla por boca de su adjetivo y su  apreciación acaba pronto, brinda un recreo tópico y se esfuma. Por el contrario, el cuadro que cristaliza en su composición creadora actúa como un estreno y toma la naturaleza del suceso, adquiere el magnífico efecto del falso defecto, la formidable destreza de la mente coronada por el azar.

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18 de agosto de 2008
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Un latino en París

¿Quién es este joven que mira a los parisienses desde arriba? ¿Quién es esta figura ya tan conocida que se puede mostrar sin necesidad de escribir su nombre en el barrio de la Bastille? Dudo que muchos latinos sepan identificar a esta persona. Es un argentino de 26 años cuya imagen se intenta moldar en el estatuto de súper estrella, el jugador de rugby Juan Martín Hernández.

Juega desde 2004 en el Stade Français, el club de la capital francesa. Con él, poco a poco, los parisienes aprendieron una palabra del castellano: mago. Hernández es "el mago" por su talento en el momento de construir una jugada victoriosa saliendo de un momento de acoso. Nunca es más peligroso que cuando parece acorralado. Tiene velocidad y un talento fuera de lo común para eludir a otros jugadores. Un tío suyo perteneció a la selección argentina de fútbol (en 1982), su hermana fue de las leonesas, las famosas jugadoras de hockey sobre césped. Hernández, claro, es un jugador con presencia permanente dentro de los Pumas, el equipo argentino de rugby.

Pero para mí lo más inverosímil en todo lo que ha hecho este jugador es estar presente en esta enorme fotografía que tapa las obras de la súper-tienda preparada por Nike en París. El rugby es un deporte minoritario en Francia, Hernández no es Maradona, y además, en el rugby internacional, Hernández es una bestia negra de los franceses, responsable de muchas derrotas francesas. ¿Cómo se puede elegir a esta figura para atraer a los parisienses? No dudo que Nike hizo sus estudios de mercado antes de poner a un Hernández de diez metros en la calle del Faubourg Saint Antoine. Lo que nos dice dos cosas:

1.    El rugby cobra un protagonismo creciente en Francia con relación al fútbol.
2.    Se puede proponer un latino (guapo, sí) a los parisienses en búsqueda de una figura popular.

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18 de agosto de 2008
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La vieja ciencia ficción

La imaginación de los novelistas tiene facultades de predecir el futuro. Por lo menos podemos decir eso respecto a los novelistas del siglo diecinueve, que tenían todo el lejano futuro por delante, y la conciencia de vivir en un presente que se deslizaba lentamente hacia el pasado, sin espavientos ni premuras. Los grandes inventos eran pocos, aunque trascendentales; recordemos sino la fotografía, la máquina de vapor, el ferrocarril, el cable trasatlántico, y los primeros atisbos del cine y la aviación.

Hoy el concepto de futuro ha cambiado, e invade de manera vertiginosa el presente, que se deshace en nuestras manos. No es posible contar los inventos que transforman a diario la vida práctica porque se suceden en multitud, y sustituyen a otros recién inventados, volviéndolos obsoletos. /upload/fotos/blogs_entradas/julio_verne_med.jpgTodo es provisional en nuestras vidas, y por tanto, nadie puede imaginar portentos, pues serán desmentidos de inmediato, o rebasados, por los dueños de la nueva imaginación que en lugar de escribir novelas sobre artilugios e invenciones del futuro, los ponen en práctica, dejando desnuda, o al menos en harapos, a la vieja ciencia ficción.

Por eso es que escritores como Julio Verne, o H.G. Wells, podían adelantarse al futuro con alguna ventaja, porque vivían en un presente más despejado, en el que las novelas tenían aún más peso que la realidad, en ese género que entonces se llamó futurismo.

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18 de agosto de 2008
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