Vicente Verdú
Podría ser que el Movimiento de Liberación Femenino no haya logrado, en realidad, una liberación del dominio masculino sino tan sólo la liberación del estereotipo de la feminidad. Lo que no sería poco. Sería tan transtornador como haber eliminado la antigua mirada propia de la mujer para haber dejado el espacio despejado para la mirada del modelo del hombre. No exactamente la antigua mirada masculina que incorporaba el contrapeso de la simulación femenina, no el espacio absoluto de la mirada obscena del macho frente a la mirada de la pudibundez y el espionaje femeninos dentro del teatro general del cortejo, sino la mirada masculina sin sus viejos atributos, desprendida de penetración, extraviada en la vastedad, viuda de sí. Una mirada que se pierde sin réplica, una pupila sexual que no encuentra horizonte, un panorama visual, en fin, sin pliegues ni añagazas en que lo masculino y lo femenino se hunden en la ausencia de la dura dialéctica relacional.
La mujer liberada de sí y tratando de reproducir el papel del hombre y el hombre desprendido de su razón, privado de su objeto y su objetivo. Con esta deriva, el movimiento de la liberación del prototipo de mujer conduce hacia el fracaso de su liberación esencial puesto que viene a ser no la revolución de la mujer la que instaura una mirada alternativa a la del hombre sino que, a lo que se ve, remeda más o menos la mirada que trataba de sacudirse de encima. Esa mirada masculina desacreditada, condenada (¿satanizada?: satanizada) resurge así debilitada y no transformada en su raíz ¿Para bien? ¿Para mal? El resultado, grosso modo, es un copioso caldo unisex, un guiso de todos los olores casi fundidos, un mejunje más o menos espeso y sin sabor de sustitución ¿O es este sabor confuso el que constituye toda la novedosa definición?
Pero, en ese caso, ¿sería esta mixtura el ideal que se propuso la revolución feminista?, ¿sería este universo del ojo turbio donde casi todo tono cabe el objetivo de la subversión? Claro que no. Demasiado soso para creerlo, aún endulzado, "la mitad del cielo".