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II. Judas, administrador de empresas

/upload/fotos/blogs_entradas/jos_luis_de_jess_med.jpg"Jesús fue de linaje real, de la descendencia de David. Él usaba una túnica de fino paño, sandalias de buen cuero, manejaba buena plata porque tenía personas que se lo daban. Por eso tenía de tesorero a Judas, un verdadero administrador de empresas. Ese estigma de que Jesús fue pobre y humilde es mentira". Estas son las bases doctrinarias acerca del dinero,  establecidas de manera clara y terminante  por los voceros oficiales del Anticristo, y que su obispo en Managua afirma con gran convicción.

Nicaragua es uno de los 33 países donde el Anticristo apacienta su rebaño, y su templo es un viejo cine desmantelado, de los que sobrevivieron al terremoto. Cada nuevo feligrés recibe un obsequio como premio a su ingreso, que consiste en un tatuaje en el brazo con el número 666. Cuando hace algún tiempo anunció que venía a Managua, el Cardenal Obando se alarmó, y logró a través de sus poderosas influencias con el presidente Daniel Ortega que se le denegara el ingreso al país, y así nos quedamos sin la visita del Anticristo, y ceo que para siempre.

Porque las últimas informaciones  indican que anda prófugo de la justicia, y es buscado en el territorio de Estados Unidos, y más allá, a través de exhortos internacionales, no por proclamar el reino de la bestia del Apocalipsis, sino para librarse de pagarle la pensión a su mujer. 

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5 de septiembre de 2008
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Atticus vela por todos nosotros

La gente de The A.V. Club, el site de la revista The Onion, tiene una sección que se llama Mejor tarde que nunca. Allí algún colaborador cuenta la experiencia de haberse puesto al día con alguna obra considerada mayúscula que, hasta entonces y por motivos variopintos, nunca había experimentado. La semana pasada, Nathan Rabin contaba lo que le ocurrió al leer finalmente Watchmen, esa maravilla escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons. (¿Su opinión? Extática.) /upload/fotos/blogs_entradas/to_kill_a_mockinberg_med.bmpEsta semana, Zack Handlen narra lo que le sugirió la lectura de To Kill A Mockingbird, la maravillosa novela de Harper Lee, y la visión del film del mismo nombre protagonizado por Gregory Peck como Atticus Finch -o, para ponerlo de otro modo: el padre que todos querríamos tener... o ser.

Lo primero que sentí fue cierta envidia. Handlen cuenta que Mockingbird se le escapó de las manos a pesar de que en las escuelas suelen darlo para leer, al igual que clásicos como Jane Eyre y Las aventuras de Huck Finn. Qué suerte tienen estos gringos... ¡Todo lo que a mí me daban a leer en la escuela eran bodrios como La bolsa de Julián Martel! A veces creo que me convertí en escritor a pesar de todo lo que hicieron mis profesores de literatura para ahuyentarme del barrio...

Pero mientras envidiaba la experiencia de leer y ver Mockingberg por primera vez, recordé una de sus escenas centrales. Allí, el abogado Atticus Finch vela delante de la puerta de la cárcel, sentado en una silla, como forma de proteger al negro Tom Robinson, acusado -falsamente- de haber violado a una joven blanca. Atticus sabe que la mayor parte de los blancos del lugar no se contentará con un juicio justo: si por ellos fuere, preferirían linchar a Tom y ahorrarse el trámite. Por eso Atticus pasa allí la noche, en plena calle, confiando en que podrá detener a la eventual turba con su presencia y sus argumentos. Por supuesto, la turba llega y Atticus se ve sobrepasado por una fuerza que no entiende de razones. Quien lo salva entonces -y salva así a Tom, aunque no para siempre- es su pequeña hija Scout, que se ha escapado de la casa en plena noche para ver qué hace su padre. La irrupción de la niña disuade a la turba de emplear la fuerza; allí donde la razón y la ley escrita han fallado, la inocencia ayuda a preservar la paz. Después de lo cual Scout regresa a su hogar y Atticus sigue velando, sentado en su silla a la luz de una lámpara y leyendo el libro que llevó para matar las horas. "Hay algo en esa escena,' dice Handlen, ‘en la imagen de Atticus sentado ahí, con su libro abierto en el pequeño círculo de luz... que me hizo sentir mejor. Respecto de todo'.

Esa es una de las razones por las que amo To Kill a Mockingbird. Porque desde que supe que, a pesar de la abundancia de turbas irracionales en este mundo, Atticus vela por nosotros mientras lee un libro, yo también -como Scout, como Handlen- puedo dormir mejor.

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5 de septiembre de 2008
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Flor de Lotto / XXIII

XXIII. ¿Estás ahí, Apolonia? 

Todos los despertares entrañan misterios insondables. Se duerme uno creyendo que para bien o mal sabe su cuento, despierta presa de cosquillas renovadas a las que tiene el día entero para atender. Rebelarse, dar vuelta al destino, escapar de la situación imperante por algún recoveco no suficientemente explorado. Tentaciones que trepan al cerebro de Segismundo Andersón acompañadas de una linda enfermera que llega con dos panes, un jugo de naranja, algo de mermelada de durazno, leche, cereal y una sonrisa amplia que inesperadamente lo reconcilia con la vida. La chica le pregunta cómo amaneció, le acomoda los pelos desarreglados y le ofrece el control remoto de la televisión. Luego da media vuelta y desaparece, no sin antes dejarle en el cerebro las imágenes de su vida previa. Las Vegas, Key Biscayne, ¿dónde quedó ese mundo en el que iba y venía cuando y donde le daba la gana?

     Puede que sea el efecto del despertar en esta habitación tan amplia, mirando al ventanal donde aparecen sólo las copas de los árboles, aunque ya es suficiente para observar al mundo desde otra perspectiva. De repente le vienen de vuelta las imágenes del motel Pirámides y la casa de Fuente de Venus habilitada como falsa clínica, de la cual fue sacado dentro de una ambulancia donde le administraron los sedantes que hasta hace poco rato lo tuvieron flotando en un sueño sin sueños. Habría querido preguntar el nombre de esta clínica, pero es aún temprano para contradecir las instrucciones recibidas (sabe sólo que no las seguirá). Todavía en la noche de anteayer, trenzado por las piernas de Apolonia, llegó a creer que no tenía otra opción, pero ver a Mauricio Morazán aventar su hamburguesa a la basura le dejó la impresión de que eso harían con él.

     ¿Cómo se escapa uno de un hospital? ¿Está el doctor Suinaga a cargo de él? ¿Se apellida Suinaga, en realidad? ¿Será cierta la historia que tras los arrumacos atinó a relatarle la Corleonetta, según la cual el comandante Castro muy pronto dormiría en la habitación contigua? ¿Tiene sentido creer que el mandamás de Cuba se ha vuelto en tal medida desconfiado que prefiere hacerse operar en México, en secreto, antes que abandonarse en manos de los suyos? ¿Tanto revuelo ha armado el Fidelotto? ¿Cabe una bomba dentro de una caja de chocolates? ¿Son tan estúpidos los agentes de seguridad cubanos que dejarán llegar ese paquete tan cerca de su líder vitalicio? ¿Son tan confiables Don Alex, Mauricio y la Corleonetta para creer que van a rescatarlo? ¿Van a quitarle hoy mismo ese riñón? ¿Puede un convaleciente de semejante pérdida ir de allá para acá y dejar el país, como si nada? ¿De qué les sirve vivo, si todo sale bien? ¿Lo dejarían vivir, si algo saliera mal? ¿Cómo se va a tragar el cuento chino de que Raúl Castro apostó una fortuna al Fidelotto y su gente se ha puesto de acuerdo con Don Alex? ¿No les sería más fácil quebrárselo ellos mismos? ¿Cuál será la potencia de la bomba? ¿Moriría también la enfermera bonita que recién le sonrió? ¿Es él un parricida trabajando al servicio de un fratricida? ¿Todo queda en familia, finalmente? ¿Y si la bomba estalla a las seis y cinco, mientras él aún espera que vengan a sacarlo?

     Demasiadas preguntas, ninguna información. A no ser por los golpes que de nuevo resuenan a sus espaldas. Toc, toc. Ahora que lo recuerda, fue por ese motivo que se despertó. Podía oír los golpes en mitad del sueño, como una suerte de sonido incidental que a la postre lo trajo de regreso. Toc, toc, vuelve a escucharse. No sabe Segismundo si temerse que de pronto saldrá la Corleonetta vestidita de cuero de un armario; nada le indica que no sea un nuevo truco. Entonces se incorpora, mira hacia atrás y descubre una puerta que da al cuarto contiguo. Alguien que de seguro no es Fidel Castro está muy ocupado golpeando en esa puerta, y el instinto le dice que no está en posición de ignorarlo.

Mañana en FLOR DE LOTTO: XXIV. Cualquier hijo de vecino. 

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4 de septiembre de 2008
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La primera vez es sagrada

Caían a escasa velocidad los últimos años sesenta, aquella década que daría fin al siglo XIX en 1968 y lo digo en serio porque fue durante los años setenta cuando se le dio el hachazo final al romanticismo que se había prolongado mediante las vanguardias del siglo XX. La posvanguardia  arrasó lo que quedaba de modernidad, pero el enemigo mortal de los minimal y de los conceptuales eran Pollock y Rothko, no Siqueiros. En España llevábamos retraso. Aquí la vanguardia apenas contaba y lo dominante era, por el lado del poder un clasicismo de opereta que cantaba a la dulce Galicia, a Montserrat o a los rudos vascones, como ahora,  y por el lado de la oposición el realismo socialista. Cuando en 1968 se publicó mi primer libro, cayó dentro de aquel saco de poetas que un despistadísimo Castellet bautizaría como los "nueve novísimos", mero plagio de la edición italiana del mismo nombre y que no era sino la posmodernidad del tercer mundo. Algunas cosas prohibidas, como el cine de Hollywood (plataforma de la propaganda imperialista yanqui)  o el rock and roll (medio de alienación que financiaba la CIA para debilitar a las masas revolucionarias) entraron en la poesía española gracias a aquellos desaprensivos de los que yo formé parte casi inadvertidamente.

Todo había comenzado pocos años atrás, cuando estudiaba Ciencias Políticas en Madrid con profesores de fuste como Antonio Elorza o José Antonio Maravall. Eran tiempos heroicos en los que, por ejemplo, expulsamos de las aulas a Fraga Iribarne. El grupo de amigos de Políticas, entre quienes figuraban sin saberlo los futuros gobernadores civiles de Felipe González, estaba relacionado con otro de Filosofía en el que (¡cuán asombroso es todo!) nadie haría carrera administrativa, pero sí personal. Los jefes eran Fernando Savater y Antonio Escohotado, gente que ha tenido que trabajar para abrirse camino gracias a su talento. /upload/fotos/blogs_entradas/vicente_molina_foix_med.jpgTras las clases, solíamos reunirnos para comer, cenar o tomar copas en las tascas del barrio de Salamanca que era entonces un lugar cutre, de estudiantes, funcionarios y horterillas. Había gente allí de mucho escribir y beber, como Antonio Martínez Sarrión, aficionados al cine americano como Vicente Molina Foix, y de vez en cuando aparecía y se mezclaba a la concurrencia un argentino delicioso, Marcos Ricardo Barnatán. Lo de "Marcos Ricardo", tan apretadamente bonaerense, nos tenía encantados, pero es que además tanto él como su mujer, chiquita, vivaracha, traían consigo algo que por entonces comenzaba a desencajar la paleolítica literatura nacional, a saber, el poderoso aliento de Borges, de Sabato, de Onetti, de Cortázar, de Girondo, desconocidos escritores en lengua española. Bien es cierto que a Barnatán no sólo le respetábamos por ser la voz de América, sino, sobre todo, por la célebre anécdota de Borges titulada "Muchos años más tarde, consultando un manual especializado", historia que duraba entre media hora o tres cuartos según el público, cumbre del anecdotario universal. A veces, oyéndola por cuarta o quinta vez, creí morir asfixiado de la risa. Eso sí, sólo Barnatán puede contarla, nadie más. Deberíamos grabarla en DVD antes de que sea tarde.

Un día, este Marcos Ricardo nuestro se me aproximó con característica timidez y susurró educadamente que deseaba iniciar una colección de poesía y que si me importaba abrirla con un libro inédito. Todos mis libros eran entonces inéditos, pero le aseguré que buscaría algo que aún no se hubiera editado. Reuní a toda velocidad cuanto había pergeñado hasta entonces, evitando los poemas no sólo muy malos sino incluso los pésimos, y así fue como se editó mi primer libro. En la sinagoga de mi corazón siempre arderá una vela por Marcos Ricardo, de quien hace décadas que no sé nada y a quien saludo desde aquí efusivamente. Hola Marcos, sos un as, besos para tu chica.

Artículo publicado en: "El Cultural", El Mundo, 4 de septiembre de 2008, (este artículo corresponde a una serie sobre el primer libro publicado por algunos escritores españoles).          

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4 de septiembre de 2008
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Morboso

Lo morboso, dice María Moliner, es una patología reveladora de un estado físico o psíquico no sano. Ejemplo: "siente un placer morboso en torturar a los animales". Vale. Y cuando habla de morbo se refiere a morbo como enfermedad. Morbo comicial: epilepsia. Morbo gálico: sífilis. Morbo regio: ictericia. También se cita al "cólera morbo". No es lo que yo quería encontrar. Yo quería entender porqué decimos que nos da morbo alguien. Cuando decimos que alguien tiene o nos produce morbo, es que nos gusta, nos excita o nos hace fantasear.

Yo estoy lleno de esos encuentros con morbo. Es más me gusta alimentar mi morbo. Así todos los días paso por una plaza con un edificio oficial y sé casi seguro que me encontraré a una guardia civil que me da morbo. Bueno, no sólo ella, en general todas las guardias civiles- salvo excepciones- me produce bastante morbo. Yo creo que es el uniforme, más el peinado y unidos al tricornio. Nunca me han gustado, perdón, los señores de la guardia civil. Son herencias de mi estigma de progre, mi lado gitano o mis lecturas lorquianas. Lo que sea, es posible que sean las multas de la carretera, no sé, pero todavía me ponen nervioso esos hombres del "cuerpo".

Nada  que ver con las mujeres guardias civiles. Siempre estoy deseando que me paren, que me digan algo, que me den alguna indicación, incluso que me multen sin exagerar. Y es que no puedo evitar el morbo, no descrito pro Moliner, de pensar tener una aventura con una guardia civil. Un encuentro pero con uniforme, al menos al principio, después bastaría con que se dejara puesto el  tricornio.

/upload/fotos/blogs_entradas/joaqun_jord_en_una_imagen_de_2004._med.jpgNo estoy sólo en ese morbo. Me acuerdo de mi amigo, mi admirado Joaquín Jordá que estaba afectado del mismo mal. Tanto que hizo una película con Rosy de Palma vestida de guardia civil. Eso era doble morbo. También me da morbo Rosy de Palma, incluso sin vestirse de guardia civil.

Mañana volveré a alimentar mi morbo mirando esa guardia de todas las mañanas. Lo malo es que con el uniforme ni se me ocurre hacer una insinuación. Tendré que curarme el morbo.

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4 de septiembre de 2008
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Ser cabalmente artista… ser cabalmente filósofo

Si la filosofía tiene pretensiones de universalidad, si se aspira a la "filosofía como educadora de la humanidad" (título general de un congreso de filósofos del mundo entero celebrado hace ocho años en Boston), entonces es imprescindible preguntarse por qué la filosofía se halla tan lastimeramente ausente en la educación básica y en la formación general de los ciudadanos. Aristóteles pretendía que la disposición filosófica era la propia de los hombres libres. Mas entonces, la ausencia de tal disposición en la inmensa mayoría de los ciudadanos constituye un índice de la ausencia de libertad efectiva. Educar a la humanidad a través de la filosofía equivaldría a fertilizar en cada ser humano el conjunto de las potencialidades que como ser de razón la caracterizan frente a las demás especies animales, equivaldría simplemente a ayudarle a realizar su humanidad.

En esta perspectiva, replantearse hoy el problema de la filosofía implica por describir (¡y denunciar!) las condiciones sociales que hacen que para la inmensa mayoría de la población decir que la filosofía les concierne suena meramente a sarcasmo. El asunto es tan claro como esto: la única posibilidad de que la filosofía deje de ser una práctica reducida a una élite intelectual (mayormente ubicada en los países llamados de occidente), la única forma de que cada ser humano sea educado en familiaridad con las interrogaciones filosóficas que le conciernen es que previamente se establezcan las bases sociales para ello.

Lo que precede está formulado precisamente desde la filosofía, lo cual implica que la filosofía es intrínsicamente militante, llama a la subversión de todo orden social no legitimador como mero corolario de reivindicarse a sí misma. Mas precisamente porque toda lengua es salva veritate intercambiable con toda otra a la hora de expresar determinaciones conceptuales, precisamente porque toda lengua (y a través de ella todo país donde tal lengua se hable) ha de enriquecerse con las interrogaciones universales de la filosofía, desconfío radicalmente de la idea de una filosofía que tuviera características nacionales, incluso características vinculadas a una lengua. La idea de una filosofía de alguna manera patriótica, como la de una filosofía popular, pervierte en sí misma el concepto de filosofía. La filosofía puede servir a un pueblo (contribuyendo a esa educación cabal a la que antes me refería) y puede recoger los valores de una patria universal (la Francia de la Revolución simplemente), pero sólo lo hará permaneciendo fiel a sí misma, siendo cabalmente filosofía.

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4 de septiembre de 2008
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El Caballero oscuro (2)

El desagradable Joker, con sus desagradables comisuras de la boca cosidas (uno de los mejores malvados de la historia del cómic), en esta cinta no es malo (para ser malo hay que razonar y ser consciente de que se actúa para conseguir algo aunque sea el placer de la crueldad) es un trastornado que convierte la película en la típica película en que hay que pillar al psicópata diabólico. La pena es que cuando llega uno de esos matices de contenido por el que se ha elevado a las alturas esta película, cuando Joker contamina con su maldad la intachable moral del fiscal y le hace enloquecer, ya se me habían acabado las palomitas y empecé a removerme en el asiento. Además me había perdido algo de la trama, no entendía bien qué pasaba con los chinos porque toda mi atención la acaparaba el pedazo de moto que sale de la chatarra del coche de Batman. A partir de ahí sólo tuve ojos para su impresionante rueda.

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4 de septiembre de 2008
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La mujer: ayer, hoy y después

Texto para comentarios salpimentados de superfeministas, feministas, tradicionalistas, reaccionarios, revisionistas y sus avanzados. Todos ellos espigando por frases aisladas y diferentes haces de líneas:

/upload/fotos/blogs_entradas/nietzsche_1_med.jpgDice Nietzsche en Más allá del bien y el mal (1886. El autor tenía entonces 42 años):

"En ninguna época fue tratado el sexo débil con tantos miramientos como ahora: esto forma parte de la tendencia democrática, como también de la falta de respeto a la antigüedad: ¿por qué nos maravilla, si se abusa de tales miramientos? Ahora exigen más; tienen por ofensa el tributo de amor; prefieren la concurrencia, la lucha; en suma, la mujer va perdiendo su pudor".

Y también va perdiendo el buen gusto. Va olvidando su temor al hombre; pero la mujer, que no sabe ya temer, renuncia a sus más esenciales instintos. Que la mujer abuse de las honras que se le tributan, queriendo hacerse igual al hombre, se comprende fácilmente; lo que es difícil de comprender es que esto mismo sea la causa de la degeneración de la mujer. Porque la mujer degenera, no nos engañemos. Dondequiera que el espíritu industrial ha logrado la supremacía sobra el espíritu militar y aristocrático; la mujer tiende a conquistar la independencia económica y legal de un empleado; la mujer-empleado está en el umbral de la nueva sociedad en formación. Mientras toma posesión de nuevos derechos y quiere ser "dueña" y escribe en su bandera "emancipación", sobreviene lo contrario: la mujer retrocede.

Desde la Revolución acá se ha ido disminuyendo la influencia de la mujer, a medida que aumentaron sus pretensiones: la emancipación de la mujer, en cuanto querida y favorecida por las mismas mujeres, se revela como un síntoma curioso de la progresiva debilitación de los instintos esencialmente femeninos.

Hay en tal movimiento una estupidez casi masculina, de la cual debería avergonzarse toda mujer sensata. Perder los medios que más conducen a la victoria; descuidar el ejercicio de las armas que son propias de las mujeres; mancharse con el "libro" en lugar de la educación severa y de la ingeniosa humildad; demoler la fe del hombre en el "eterno femenino", la creencia en un ideal fundamentalmente diverso del suyo y oculto en la mujer; tratar de persuadir al hombre de que la mujer no es ya un animal doméstico más delicado, fiero y agradable, que reclama ser mantenido, protegido y complacido; acumular y exhibir todas las maneras de esclavitud a que estaba sometida la mujer, y lo está todavía (como si la esclavitud no fuese una condición necesaria de toda gran civilización). ¿Qué significa todo esto sino un arruinarse de los instintos femeninos, una "desfeminización"? ¡Y que haya tantos amigos y corruptores imbéciles de la mujer entre los asnos doctos del género masculino, que aconsejan a la mujer que se defemine y que imite todas las insensateces que van destruyendo la virilidad europea y que quieren rebajar a la mujer hasta el nivel de la cultura general, de la lectura de periódicos y el politiqueo. ¡Y se las quiere hacer espíritus libres, literatas, como si una mujer irreligiosa no fuese, aun para el hombre ateo, algo repugnante y ridículo! Y se corrompe sus nervios con la música más enfermiza y peligrosa (con la música alemana modernísima), y se las hace cada día más histéricas y menos aptas para su primera y última misión, que es la de traer al mundo hijos sanos! En general se quiere "civilizarlas" o, como dicen, hacer fuerte al sexo débil por medio de la cultura, como si la historia no nos enseñara que civilización equivale a debilitamiento, desorganización, deterioro de la fuerza de voluntad, y que las mujeres más influyentes del mundo (la última fue la madre de Napoleón) debieron su influencia y su poder precisamente a la fuerza de su voluntad, y no a los maestros de escuela.

Aquello que en la mujer nos inspira respeto y alguna vez temor, es su naturaleza, la cual es mucho más natural que la del hombre: su movilidad, su agilidad de fiera, la uña de tigre que esconde bajo el guante perfumado, su egoísmo ingenuo, su ineptitud para la educación, lo inconcebible, desmesurado y extravagante de sus deseos y de sus virtudes...Y aquello que nos inspira piedad hacia este gato peligroso, que es la "mujer", es el estar más sujeta que nosotros a sufrir, el ser más sensible, más necesitado de afecto, más accesible a las desilusiones que cualquier otro animal. Temor y piedad: he aquí dos sentimientos que hasta ahora experimentaba el hombre ante la mujer, siempre con un pie en la tragedia, que despedaza mientras entusiasma.

"¿Y deberá trabajarse por el desencantamiento de la mujer? ¿Y hacerse de ella el más fastidioso de todos los seres? ¡Oh Europa, Europa!" (Editorial Alba. Alcobendas, 2001. pp. 134-136)

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4 de septiembre de 2008
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Creamos nuestro laberinto

Rafael Argullol: Nosotros tenemos regulado de una manera muy hábil todo lo que son esa especie de carnaval que sirve para potenciar el propio orden de la sociedad
Delfín Agudelo: Pensaría que la palabra monstruoso, o el concepto de monstruo, abarca más espacios de los que en realidad creemos en la cultura.
R.A.: Lo monstruoso siempre pretende estar libre, y el poder siempre pretende domesticar a lo monstruoso. De ahí por ejemplo la propia figura del Minotauro, a la que aludías al principio: el minotauro es una criatura simbólicamente de extrema libertad. Pero por eso se le recluye en el laberinto. Eso lo vieron muy bien los surrealistas y Picasso con su fascinación hacia el personaje: tenemos un minotauro interior al cual nosotros le construimos un laberinto para encerrarlo. No es que se construya a partir de un poder exterior: nosotros lo hacemos. Tenemos el minotauro y construimos nuestro laberinto: es la manera de domar, y tener recluido al minotauro, para que no se manifieste y no se escape de nosotros. Evidentemente lo monstruoso tiene esa especie de plus de libertad que nos atrae pero al mismo tiempo nos da miedo. Y eso se retrotrae a nuestras primeras experiencias de infancia.

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4 de septiembre de 2008
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I. Ya está aquí el Anticristo

/upload/fotos/blogs_entradas/jos_luis_de_jess_miranda_med.jpgOí hablar del Anticristo hace algún tiempo. Tiene nombre propio y se llama José Luis de Jesús Miranda, y no viene de ninguna tierra ignota y misteriosa, sino de Puerto Rico, compatriota de Daniel Santos, "el inquieto anacobero", que cantaba Virgen de Medianoche con voz de ron, así como de Ricky Martin y toda una legión de salseros que han hecho historia. Tiene su cuartel general no en los infiernos, sino en Miami, sede de su iglesia universal Growing in Grace (Creciendo en Paz), con 300 sucursales  en 33 países de la tierra.

Primero proclamó que era Cristo reencarnado, y después se pasó a la antípoda  del Anticristo, asumiendo como símbolo de su misión en la tierra el número 666, que ya sabemos, según el Apocalipsis, es el número de la bestia. Y desde el principio se decidió a abolir una serie de mitos, entre ellos el de que Jesús había sido pobre.

Viajaba por eso desde entonces en clase ejecutiva en los aviones para visitar los  países que abarca su ministerio, y no ha tenido ni antes ni ahora inconveniente alguno en aceptar regalos suntuosos de parte de sus adeptos, un BMW blindado, por ejemplo, o anillos de diamantes, ni en ser obsequiado con cenas de gala en hoteles de cinco estrellas.

¿Cómo explica el Anticristo su afición a los lujos y a la riqueza? 

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4 de septiembre de 2008
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